La suprema mentira de Hispania (Ganadora del Reto #8: DISTOPÍA).

—¡Al fin! —susurró Aitana, poniéndose de pie.

  Contempló los cuerpos desnudos que, exhaustos, se entrelazaban unos con otros. El Doctor Iker Penadés roncaba, ignorando sus intenciones. Antes de cada orgía de los viernes desconectaba los controles.

  Llevaba cinco años esperando por este momento. Concretamente, desde que en el dos mil cien el Reino de España había sido declarado disuelto y fundado el Imperio de Hispania. Odiaba que inspeccionaran sus pensamientos mediante el ordenador central llamado El Supremo.

  Había empezado a trabajar para Penadés, el científico loco que lo había inventado, con la finalidad de destruir su obra. Porque estaba permitido elaborar planes mentales para desfalcar a las administraciones públicas o a otros hispanos o con el objetivo de traficar y vender drogas y gente pero jamás podía programarse una carrera universitaria: se reservaban solo para las elites, las becas no existían. Pretendían, con ello, eliminar cada pizca de esperanza, cada pequeño brote de un mundo justo, cada ilusión creativa.

  Es más, la máquina había elaborado un logaritmo que identificaba este tipo de aspiraciones con la personalidad de un revolucionario y, por ello, a todos se los perseguía hasta erradicarlos. Se entraba en casas durante la madrugada para asesinar personas, se encharcaban las reputaciones de los que aún creían en la democracia, se desparramaban enfermedades, se mataba a distancia. Por todos estos motivos Aitana y otros señalados como revolucionarios en potencia  se unieron. Buscaban, dándose apoyo mutuo, el instante perfecto para acabar con este sinsentido. Un lustro requirió ganarse la confianza de sus enemigos.

  Abrió la puerta principal. Les dijo a mil jóvenes que esperaban afuera:

—¡Entrad!

  Todos se encaminaron hasta la sala central, donde se hallaba El Supremo. Los vigilantes también disfrutaron de la orgía así que nadie les impedía el paso. Eran libres por primera vez.

—Pronto acabaremos con nuestras barreras —Los alentó Aitana.— A partir de ahora nuestro límite será el infinito, podremos estudiar lo que deseemos y todo pago por la administración. ¡Se acabaron los privilegios!

  De esta manera llegaron ante la máquina. Aitana se sentó y pulsó las teclas con rapidez. Hizo que se adormecieran voluntades y eliminaran resistencias.

  A continuación, desde cada mente de la península y de las islas, pudieron escuchar lo siguiente:

Nuestra amada Hispania acaba de renovarse, ¡festejad! El Supremo no existe, mandamos los jóvenes. En los próximos días os daremos la lista de pensamientos y trabajos prohibidos para los mayores.


https://youtu.be/YC0dfoDflKI

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