PRÓLOGO

Habían pasado más de ciento veinte años desde que Sarauta se separó del Valle de Kauyen; volviéndose un reino independiente. Cuando el duque del segundo territorio más grande de la isla decidió rebelarse contra la corona, el pueblo entró en una guerra que parecía no tener fin. Durante mucho tiempo, la paz se vio quebrantada por la ambición y codicia de un solo individuo.

Zigmund Duboisse era el hermano menor de la prometida del príncipe, y el primero en la línea de sucesión del ducado de Sarauta. Sabía que Meredith se convertiría en reina muy pronto, y tendría poder absoluto sobre todos en el Valle. La envidia de verla triunfar lo carcomía, y Zig apenas si podía dormir por la angustia. Él era el único varón que su padre pudo engendrar; y, aun así, su hermana ganaría más solo por su compromiso. Él sentía que merecía heredar algo más que un simple castillo a la orilla del bosque.

Zigmund detestó a su hermana desde que tuvo uso de razón, odiándola en silencio. Dejó de ser el consentido en el castillo cuando sus padres comenzaron las negociaciones para concretar su compromiso con el príncipe, y ese era el único tema de conversación. Todos los visitantes llegaban a felicitarla, darle obsequios, y preguntarle qué haría cuando fuera reina. Incluso, sus padres empezaron a tratarla diferente, convirtiéndose en su favorita. Siempre describieron a Meredith como la niña perfecta; sin embargo, ahora la endiosaban más que antes. 

La relación de los duques de Sarauta con su hijo, nunca fue del todo buena. Zig tenía un temperamento fuerte y bastante explosivo; además de no saber controlar su ira. Desde niño, las nanas lo consideraban incorregible, y no soportaban la labor de cuidarlo por mucho tiempo. Su carácter se acrecentó con el pasar de los años, y solo el deporte lograba disiparlo un poco. Su padre se enorgullecía de la destreza que Zigmund tenía para la caza con arco; sin embargo, su madre lo consideraba cruel por matar animales fuera de los torneos deportivos. El joven nunca sintió que hacía algo malo matando, y disfrutaba arrebatándole la vida a ciervos y venados en el bosque. Él estaba convencido que si era bueno en algo, debía seguir haciéndolo. 

Varios años antes que se concrete el compromiso de Meredith, Zigmund ya había empezado a planear un golpe de estado. Él pensaba que sería algo demasiado arriesgado; pero la única forma de cumplir su más grande anhelo. Demostraría que merecía más cosas que su hermana, y lucharía por conseguir cada una de ellas. No le importaba cuántas vidas pudieran perderse durante la batalla; todo valdría la pena cuando él se convirtiera en el nuevo rey. 

El saber que su hermana se casaría en menos de dos meses, hizo que Zig apresure su plan. Él siempre actuó a escondidas de su padre; sin embargo, las cosas se complicaron en los días previos al ataque. Pasó varias noches fuera del castillo, repartiendo el armamento a los soldados que reclutó. El tiempo se le agotaba, y necesitaba ultimar detalles para definir bien el plan de combate. 

El día que Zigmund se levantó en armas contra la corona de Kauyen, una larga lluvia azotó la isla. Pasaron casi doce horas antes que esta empiece a menguar, y las calles y campos continuaban inundados. Su primer oficial le dijo que eso era una señal divina para que ellos se detengan; pero él no lo escuchó. Zig llevaba meses entrenando a su ejército para lograr lo que se propuso. Ni el clima, ni una aparición del mismo Dios, lograrían convencerlo de lo contrario. La ambición lo había cegado, y nada haría que cambie de opinión.

Una compañía militar montada, de cuatrocientos veinte hombres, hizo frente al rey y sus guardias; tratando de derrocarlo y asumir el poder de todo el Valle de Kauyen. Zigmund había armado hasta a los campesinos más incultos, enviándolos al frente como primera línea de defensa. Estaba consciente que no era la mejor táctica, pero necesitaba conocer el nivel de defensa y ataque de las escoltas del rey. Enviar a sus mejores espadachines en una primera horda hubiese sido letal. 

Theodore Van Dijk apenas había asumido el poder tres meses antes que la guerra empiece, y no tenía idea de cómo actuar. Decidió romper su compromiso con Meredith, y desligarse de todos los vínculos que los unían con la familia Duboisse. No hacía mucho que cumplió la mayoría de edad, y todo era nuevo para él. Su primer impulso fue salir y pelear; pero todos en el castillo lo evitaron. No se arriesgarían a que algo le pase. Él no podría defender la isla si moría en combate.

Theo abdicó al trono dos semanas después del intento de golpe de estado; a pesar de las negativas de su padre, y lo obligó a asumir como regente. Él era más experimentado e inteligente, además de ser el único que sabía cómo responder un ataque de esa magnitud. Theodore jamás se arrepintió de lo que hizo, y solo buscó lo mejor para la isla. Sabía que si seguía en el poder; su reino se vendría abajo muy pronto. 

El enfrentamiento duró casi un año, dejando más muertos de los que Zigmund previó. Las cosas se complicaron después que lo consideraron un traidor de la patria; e incluso, algunas de las familias más pudientes de Sarauta le dieron la espalda. Él se vio forzado a derrocar a su propio padre, sin siquiera esperar que llegue el día que asuma como duque. Necesitaba ganar poder dentro de sus tierras; y desalojó a toda su familia del castillo. Las cosas comenzaban a salírsele de las manos. 

Zigmund ordenó la mayoría de los ataques desde el interior de la fortaleza, protegido por las paredes de esta. Él era lo suficientemente inteligente como para no pelear en todos los enfrentamientos, y solo participó en tres. No obstante, el rey del Valle lo forzó a salir cuando envió un mensajero real con un anuncio importante. Solicitaba verlo al amanecer en el prado que dividía ambos territorios para una charla pacífica, y tratar de llegar a un acuerdo por el bien del reino. Zig tuvo un mal presentimiento por el mensaje; pero vio la oportunidad perfecta de matar al regente. 

Zig salió del castillo, pasada las cinco de la mañana, hacia el punto de encuentro. Partió junto a los últimos ochenta y seis hombres que tenía. Llevaba su arco predilecto, con flechas envenenadas con las toxinas de las ranas dardo que vivían en el bosque. Una herida, en cualquier parte del cuerpo, sería letal. Zigmund obligó a todos sus soldados a usar guantes protectores, y envenenar sus armas también. Ese sería su gran día, todo terminaría esa mañana.

El rey desplegó un batallón de quinientos hombres, divididos en siete hileras frente suyo, defendiéndolo. Zig se sintió estúpido al ver la milicia de Kauyen erguirse en el campo. Todo había sido una redada, y él cayó como un imbécil en la trampa. El joven Duboisse seguía pensando que tendrían algo de ventaja por llevar armas envenenadas, y esperó que su tropa resista el ataque. A su lado estaban los mejores arqueros, jinetes y espadachines; y lucharían hasta el final.

─¿Quieres ser rey? Bien, lo serás, pero no del Valle─. Gritó el rey con fuerza, haciendo que su voz resuene en el campo─. Nunca dejaría que una rata como tú ocupe mi trono─. Aseveró, acomodándose sobre el caballo─. Si sobrevives a esto, podrás hacerte una corona con los huesos de todas las personas que murieron por tu culpa, y reinarás sobre una tierra llena de escorias y traidores. 

Zigmund no encontró palabras para responder, y solo atinó a elevar el arco cuando la batalla inició. Disparó todas sus flechas, sin siquiera estar seguro de haber herido al rey, y escapó. Sus hombres empezaban a caer, y estaría desprotegido en cualquier momento. Él necesitaba llegar al castillo cuanto antes, y protegerse del ejército de los Van Dijk; no podía morir después de todo lo que hizo. Él se negaba a aceptar su derrota. 

El rey frenó el asedio después que el traidor huyó, y ordenó separar el Valle en dos. Unió Sarauta con el poblado y los tres condados que ayudaron a Zigmund en su rebelión. Se construyó un muro que dividiría ambos lados, dejando exiliados a un poco menos de un cuarto de la población. Se prohibió que cualquier habitante del Valle de Kauyen tuviera contacto directo con las personas de ahí, y colocó guardias en la zona limítrofe para evitar un nuevo enfrentamiento.

Zig terminó con un profundo corte en uno de los antebrazos, pero alcanzó a reponerse con rapidez. Logró lo que quería; sin embargo, no fue del modo que esperaba. Al fin tenía un reino, un trono y pronto, habría una corona en su cabeza. Su momento había llegado. Él desposó a la joven más bella del lugar, y de quien estuvo enamorado desde su adolescencia. Zigmund comenzó un mandato con mano de acero, impartiendo terror entre los habitantes de Sarauta. Por momentos, ellos sintieron que sus malos tratos jamás tendrían fin.

Ahora, muchos años después, las cosas parecían finalmente cambiar. Los actuales reyes de Sarauta agacharon la cabeza, y pidieron perdón por los errores cometidos por sus antepasados. Imploraron al rey Thomas su perdón, y le comentaron su deseo de unificar el Valle de Kauyen. Solo pidieron una oportunidad, y buscaron ganarse la confianza de los Van Dijk. Ellos juraron que jamás se repetiría la insolencia de Zigmund, y pusieron a su hija como aval de esa promesa.

Rosalie Duboisse, la primogénita de los Duboisse, acababa de ser comprometida en matrimonio con Dominic Van Dijk, el siguiente en la línea de sucesión del trono de Kauyen. Tras muchas reuniones y negociaciones, ambas familias superaron sus diferencias; y ese fue el acuerdo al que llegaron. De sus hijos dependía que las naciones vuelvan a ser una sola; y que el conflicto que apenaba al reino de Sarauta, fuera perdonado por el pueblo. El único problema que había con el plan, era que ninguno de los dos jóvenes deseaba contraer matrimonio. Rosalie amaba a alguien más, y Dominic, ni siquiera quería ser rey.


¡Hola!

Aquí está el prólogo de la historia. Espero les guste y disfruten mucho la novela. 

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Les mando un abrazote
Nos leemos pronto

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