EXTRA II: EL BAILE DE GRADUACIÓN

Amelie se cruzó de piernas, respirando profundo. Observó su reloj con cautela, preguntándose cuánto tardaría Rebecca en bajar. Hacía más de diez minutos que Gael la recibió en la sala, y ella comenzaba a ponerse nerviosa. Michael se encontraba en uno de los muebles, y la observaba con una expresión de desprecio. Fue mala idea ir en domingo.

—Mamá ya viene. —Gael anunció, bajando las escaleras.

—Gracias— ella sonrió.

Gael asintió, tomando sus llaves. Llevaría a pintar su auto, y quería aprovechar que todavía era temprano. Esperaba terminar antes de mediodía.

—Ya me voy. —mencionó, viendo a su padre—. ¿Me acompañarás? —consultó.

Michael asintió, levantándose. Prefería ver cómo pintaban y arreglaban el auto de su hijo, a escuchar la conversación que Rebecca tendría con la vecina. Estaba más que seguro que Amelie le pediría algo a su esposa, y no estaba de ánimos para lidiar con eso. Nada bueno salía de las Taylor.

Amelie respiró aliviada cuando ambos se fueron, acomodándose en su asiento. Ya le parecía suficientemente malo el favor que le pediría a Rebecca, como para permitir que Michael y Gael la escuchasen también. Su ego jamás había sido tan herido, como en ese momento.

La mujer bajó presurosa la escalera, terminando de secar su cabello con una toalla. Amelie llegó cuando se estaba duchando, y ella se apresuró a terminar rápido. No sabía por qué la buscaba, pero supuso que debía ser importante.

—Señora Rebecca, buenos días. —Amy se apresuró a saludar, poniéndose de pie—. Espero no interrumpirla.

—Descuida, Amy. —Ella sonrió—. Siéntate, por favor.

La joven asintió, acomodando la falda de su vestido. Se cruzó de piernas, tomando aire. Era ahora o nunca.

—Señora Rebecca, disculpe el atrevimiento, pero me gustaría pedirle un favor. —Amelie suavizó la voz, agachando un poco el rostro—. El próximo viernes será mi baile de graduación, y yo realmente quiero ir. El problema es que no tengo pareja, y me gustaría que Tristán fuera conmigo. ¿Cree que me pudiera ayudar con eso? —preguntó con inocencia.

Rebecca soltó una leve risa, enternecida por su actitud. En ese instante, recordó todas las veces que la cuidó de pequeña, y cómo Amelie se esforzaba por volverse amiga de su hijo. Sin embargo, Tristán nunca la aceptó.

—Tristán está arriba. —Ella señaló las escaleras—. Si quieres, puedo llamarlo para que converses con él.

—Sabe yo no le agrado mucho a él. —Amy respondió entre dientes—. Es por eso que preferí conversar con usted. Tristán es el único chico que conozco— mintió, forzando un par de lágrimas—. Por favor, convénzalo de ir conmigo. Las entradas ya están pagadas; no tendrá que preocuparse por nada.

Rebecca entreabrió los labios, cuando un ruido las alertó. Tristán bajó a paso lento las escaleras, con una expresión cansada en el rostro. Se había levantado a las cuatro de la mañana a estudiar, y todavía no se sentía listo para el examen que tendría al día siguiente.

—Mamá, ¿quedan galletas? —Preguntó, pasando una mano por su rostro.

—En la alacena, —Rebecca respondió, señalando la cocina.

Amelie lo observó desaparecer tras una puerta, sin siquiera saludar. No sabía si la ignoró a propósito, o simplemente no la vio. Ella se sentía como una estúpida por haberlo ido a buscar, pero no tenía otra alternativa. No permitiría que Stacy le volviera a ganar.

—¿Ve lo que le digo? —Amy se victimizó, bajando la voz—. Tristán ni siquiera me saludó. Dudo mucho que quiera acompañarme al baile. —sollozó—. Por favor, convénzalo de ser mi pareja.

Rebecca relamió sus labios, sintiéndose en una encrucijada. Desde que fueron pequeños, Tristán siempre demostró antipatía por Amelie. Él solía jalarle el cabello cuando ella quería jugar con sus juguetes, y se negaba a hablarle durante los almuerzos. Aunque Amy se esforzaba en llevarse bien con él, Tristán solo la alejaba. 

A Rebecca le costó darse cuenta, pero descubrió que Tristán sentía celos de Amelie. Él le repetía constantemente que ella no era su hija, y que no era su obligación cuidarla. Tris era su consentido, y supuso que se sintió desplazado cuando Amelie entró a sus vidas. Rebecca intentó dialogar con él, pero su hijo se negaba a entender razones. Para él, Amy siempre sería la niña que le robó el cariño de su madre.

Tristán salió de la cocina, llevando un paquete de galletas de chocolate en la mano. Evitó hacer una mueca cuando se dio cuenta que Amelie estaba en su casa, y se preguntó en qué momento llegó. No la vio al momento de bajar. Él hizo un rápido movimiento a modo de saludo, apresurándose a subir las escaleras. Detestaba escuchar las conversaciones que ella tenía con su madre. Siempre que Amelie iba de visita, era para pedir algún favor.

—Tris, espera. —Rebecca lo llamó, obligándolo a bajar—. ¿Tienes algo que hacer el próximo viernes por la noche?

Tristán negó, encogiéndose de hombros. La pregunta le pareció extraña.

—Ese día salgo de vacaciones. —comentó, tranquilo—. Tal vez vaya a comer con mis amigos. ¿Por qué la pregunta?

—Es que Amy tiene una fiesta ese día, y quería que fueras con ella. —Rebecca explicó, tranquila—. Te vendría bien relajarte un poco después de todos los exámenes que tendrás esta semana. —Intentó convencerlo.

—No, gracias. —Tristán fingió una sonrisa—. Que busque a alguien más.

—Será mi baile de graduación. —Amelie elevó la voz, desesperada—. Acompáñame, por favor.

Rebecca se levantó antes que Tristán pudiera responder algo, pidiéndole que la acompañe a la cocina. Amelie no supo qué le dijo, pero estuvieron casi diez minutos ahí. 

—Tristán te acompañará. —anunció Rebecca cuando salió—. Los dejaré para que coordinen cómo será todo. Él está feliz de ayudar.

Tristán achicó los ojos, aguardando a que su madre hubiera llegado al segundo piso de la casa. Hizo un gesto con la cabeza, indicándole a su vecina que salieran a la calle. No quería que Rebecca escuche su conversación.

—¿Por qué hiciste eso? —Tristán increpó, deteniéndose en el árbol que separaba ambas casas—. ¿Por qué le dijiste a mi madre que querías que te lleve a ese estúpido baile?

—Porque es la verdad. —Amelie se cruzó de brazos—. Necesito ir a ese baile.

—¿Y acaso no tenías a alguien más con quien ir? ¿Un novio o algo? —cuestionó, irritado—. Porque yo no me trago ese cuento de que soy el único chico que conoces.

Amelie bufó, soltando un largo respiro. Su vecino era un imbécil. 

—Aunque no lo creas, no conseguí pareja. —Amy confesó con desgano—. Eres mi última opción.

Tristán soltó una carcajada, asombrado. Le divirtió escuchar la desesperación en la voz de su vecina, y se cruzó de brazos. Ella se mostraba vulnerable.

—¿Y ese chico que siempre te venía a ver? —cuestionó—. ¿Por qué no vas con él?

Amelie rodó los ojos, apretando los puños. Apenas estaba superando la ruptura con Kendall, y no quería hablar de él. Sin embargo, le sorprendió que Tristán lo hubiera mencionado.

—¿Cómo sabes de él? —Amy preguntó burlona, levantando una ceja—. ¿Acaso me espiabas?

—Hasta mi cuarto se escuchaban los gritos que daba cuando te venía a buscar. —Tristán repuso con obviedad—. Tú no eres el centro del universo, Amelie. No te creas tan importante.

—Es curioso, sabes. —Ella rio, sosteniéndolo por el cabello—. Porque parece que yo seré el centro de tu universo el próximo viernes en la noche. —Se jactó, divertida—. No llegues tarde, Tris. No me gusta esperar.

Amelie lo soltó con fuerza, alejándose entre risas. Disfrutaba molestarlo, y ver la expresión de rabia en su rostro. Tristán se enojaba con mucha facilidad, y era sencillo hacerlo perder la paciencia. Sería divertido ir al baile con él. Además de poner celoso a Kendall, fastidiaría toda la noche a su vecino. Sin duda, aquel viernes prometía ser mejor de lo que creyó en un inicio.

Amy regresó a su casa, ordenando algunos cuadernos en su mochila. Sus calificaciones bajaron demasiado el último mes, pero le daba igual. Sabía que no reprobaría ninguna materia, y ya no quiso preocuparse. No obtendría las mejores notas al finalizar el año, pero se contentaba con aprobar. 

La última semana de escuela pasó de forma bastante lenta y aburrida para ella. Amy no lograba concentrarse en las clases, y solo pensaba en alguna forma de conseguir dinero. Frances ya le había dicho que no la apoyaría con la universidad, pero ella no quería darse por vencida. Su sueño era estudiar administración, y estaba dispuesta a conseguirlo.

—¿Ya hablaste con tu vecino? —Stacy le preguntó el martes, sentándose junto a ella en el almuerzo—. Quiero saber si ya tengo pareja de baile. No planeo ir a la noche más importante de mi vida con un perdedor de secundaria.

Amelie fingió una sonrisa, y soltó un largo respiro. Llevaba días preparándose para responder aquella pregunta, y relamió sus labios. Era momento de iniciar su actuación.

—Hablé con él ayer, pero hubo un problema. —Amy se aclaró la garganta, viéndola a los ojos—. Tristán me confesó algo que sé que no te va a gustar.

—Por favor no me digas que es gay. —Stacy hizo puchero—. Sería un desperdicio que fuera gay.

Amelie negó, prefiriendo no discutir con ella. Lo que dijo le pareció fuera de lugar.

—No, eso no fue lo que pasó. —Amy carraspeó—. Tristán me confesó que está enamorado de mí.

Stacy soltó una carcajada estrepitosa, atrayendo las miradas del resto de personas en la cafetería. Esa era una excusa patética. 

—Mientes —habló sin dejar de reír—. ¿Acaso no te has visto a un espejo? —cuestionó irónica—. Los universitarios jamás se fijarían en ti.

Amelie apretó los labios, conteniendo las ganas de clavarle un tenedor en la mano. Cada día soportaba menos a Stacy. Volverse su amiga fue un error.

—Amy fue la reina de la primavera el año pasado. —Cheryl recordó, defendiéndola—. Ella ganó el concurso de belleza.

—Si ganó, fue porque yo me enfermé esa semana. —Stacy rodó los ojos, sentándose sobre la mesa—. Acéptenlo, yo soy la chica más bonita de la escuela.

—No estés tan segura. —Amelie se puso de pie, cansada—. Tristán me dijo que yo era la chica más hermosa que alguna vez vio, y que estaba enamorado de mí desde que éramos niños. —continuó mintiendo, sin titubear—. Seré yo quien vaya al baile con él.

Stacy escaneó a Amelie de pies a cabeza, sin comprender qué fue lo que Tristán vio en ella. La belleza de Amelie era bastante común, sin nada en especial. Stacy bufó, sin creer que su amiga fue la primera en conseguir una cita con un universitario.

—Tristán debe ser ciego, eso es obvio. —Stacy murmuró—. ¿Cómo va a fijarse en alguien cuyo cabello parece una fogata encendida?

Amelie respiró profundo, intentando calmarse. Stacy había sido bastante pasivo agresiva durante los años que estudiaron juntas, pero ya se estaba pasando de la raya. En las últimas semanas, ella solo se dedicaba a insultarla; directa o indirectamente. Cada vez era más obvio que Stacy no la soportaba.

—Tal vez mi cabello parezca una fogata, pero, al menos no tengo que retocarme las raíces cada dos semanas. —Amelie se jactó con superioridad—. Y tampoco necesito usar lentes de contacto de color, a diferencia de muchas personas que conozco.

—¡Los lentes de contacto son por cuestiones médicas! —Stacy exclamó, sonrojada.

—¿Tu médico te recomendó usar lentes de contacto verdes? —Amy preguntó con falsa inocencia—. ¿Acaso fue el mismo doctor que te puso los implantes? ¿O fue un consejo del que te hizo la rinoplastia?

Una carcajada inundó el lugar, haciendo que Amelie volviera a la realidad. Se enfocó tanto en pelear, que se le olvidó que todos en la cafetería la estaban escuchando.

Stacy se levantó de la mesa, indignada. Nunca antes la habían humillado tanto, y tronó los dedos para que sus amigas hicieran lo mismo. Amelie acababa de cavar su propia tumba.

—Eres una estúpida. —Stacy la señaló, furiosa—. Te voy a destruir.

—Suerte intentándolo. —Amelie sonrió victoriosa—. Yo no te tengo miedo.

Cheryl continuó riendo en su sitio, comiendo una manzana. Finalmente, alguien le hacía frente a Stacy. Ella le desagradó desde el momento en que la conoció. No comprendía por qué Amelie insistió tanto en volverse sus amigas.

Amy se sentó, todavía enojada. Suponía que Stacy buscaría la forma de vengarse de ella, y pensó en una forma de atacar primero. 

—¡Necesito ganar como reina del baile! —Amelie anunció, viendo a su amiga—. Solo así voy a cerrarle el pico a la estúpida de Stacy.

—Faltan tres días para el baile. —Cheryl habló con preocupación—. Y ni siquiera has hecho campaña. Stacy ha empapelado la escuela con su foto para que voten por ella.

—Ayúdame, por favor. —suplicó, haciendo puchero—. Sé que odias a Stacy tanto como yo. Ganándole es el único modo en que la haremos sufrir.

Cheryl meditó unos minutos, observando su celular. El único modo en que su amiga ganaría, sería con una campaña digital. Tenían muy poco tiempo, y lo consideró un reto divertido de aceptar. Aunque planeaba estudiar turismo y hotelería, el marketing digital siempre le llamó la atención.

—Haré lo que pueda. —afirmó—. Pero no prometo nada.

Amelie le agradeció, saltándose la última clase del día. Salió presurosa, apenas despidiéndose de los demás. Iría a comprar su vestido, y necesitaba llegar a un cajero automático antes que su madre gastara ese dinero en cervezas o cigarrillos.

Hacía meses que Amelie no veía, ni hablaba con su padre. Sin embargo, Frances consiguió que le envíe efectivo suficiente para cubrir con todos los gastos de graduación. Amy se llevaba mal con su madre, pero siempre admiraría la forma en que obtenía todo lo que quería. George prefería pagar, antes que soportar las peleas telefónicas con su exesposa.

Amelie entró a una de las boutiques más exclusivas de la ciudad, suspirando cuando vio los vestidos. Ella había pasado por ahí con anterioridad, y ya sabía el diseño que escogería. 

Amy regresó a su casa, llevando el vestido en una caja. Lo guardó en su armario, y se cambió de ropa. A pesar que eran las cuatro de la tarde, su madre la esperaba para almorzar.

—Estuve conversando con Rebecca. —Frances inició la conversación—. Me dijo que Tristán iría contigo al baile.

Amelie asintió, restándole importancia. No quería conversar con su madre sobre eso.

—Veo que ya estás actuando como una mujer inteligente. —Frances continuó hablando, con una sonrisa maliciosa—. ¿Ya te diste cuenta que Tristán es quien realmente te conviene?

—Él y yo ni siquiera somos amigos. —Amelie recalcó, incómoda—. Solo me está haciendo un favor.

—Un favor que tú deberías aprovechar. —Fran insinuó, emocionada—. Tristán será doctor; va a ganar más dinero del que puedas imaginar. No desperdicies tu oportunidad, Amy.

Amelie soltó su tenedor, molesta. Estaba cansada de escuchar el mismo discurso a diario.

—¡Basta ya! —exigió—. Entiende que no me voy a enredar con Tristán. Si tanto quieres un doctor, ve y búscate uno. Déjame a mí en paz.

La joven se levantó de la mesa, furiosa. Regresó a su habitación, sin volver a salir en lo que quedaba de tarde. No quería ver a su madre, ni escuchar las tonterías que solía decir. 

Amelie evitó conversar con Frances en los días siguientes, haciendo lo posible por no cruzarse con ella. Iba sin desayuno a la escuela, y almorzaba en la casa de Cheryl. Regresaba en las noches a dormir, alegrándose que su madre hubiera terminado ya con su último novio. Ella detestaba que Frances llevase hombres extraños a su casa.

Amelie tomó una larga ducha, antes de empezar a cambiarse. El gran día finalmente llegó, y necesitaba verse mejor que de costumbre. Esa era su última oportunidad de demostrar que era la chica más bonita de la escuela.

Amy tardó más de dos horas en perfeccionar su maquillaje, y una más en acomodar su peinado. Llevaba toda la semana viendo tutoriales, pero resultó ser más difícil de lo que pensó. En esos momentos, ella deseó tener dinero suficiente como para contratar a un estilista. 

Amelie se apreció en el espejo después de cambiarse, orgullosa de cómo se veía. Alcanzó a tomarse un par de fotos, antes que el timbre sonara. Lo ignoró durante varios segundos, hasta que recordó que su madre había salido. Ella bufó, bajando descalza. No le sorprendería que Frances se hubiera olvidado las llaves.

—¿Qué pasó? —Amy preguntó entre gritos, girando la perilla—. ¿Por qué tocas el timbre con tanta desesperación?

—Porque me dijiste que llegara temprano. —Tristán carraspeó, cruzándose de brazos—. Llevo diez minutos esperándote.

—Mierda... —ella murmuró, abriendo la puerta por completo—. Siéntate mientras me pongo los zapatos. Estaré lista en cinco minutos.

Amelie corrió escaleras arriba, sin siquiera fijarse si Tristán ingresó. Terminó de arreglarse, y se echó el perfume más caro que tenía. Acomodó un par de cosas en su bolso de mano, asegurándose de no olvidar nada. Todo debía salir perfecto esa noche.

Tristán activó la alarma de su auto antes de ingresar a la casa de Amelie, contrariado. Ella le exigió llegar temprano, pero ni siquiera estaba lista cuando fue a buscarla. Él se sentó en la sala, revisando los mensajes de su celular. Sus amigos le enviaban fotos desde el restaurante en que estaban, y bufó. Él hubiera preferido cualquier cosa, antes que ir con su vecina a un estúpido baile escolar.

Tristán se levantó cuando la escuchó bajar la escalera, y su pulso se detuvo apenas la vio con claridad. Ella llevaba un vestido rojo, y los labios del mismo color. El vestido se amoldaba a su figura, y tuvo que contener las ganas de mirar hacia su escote. Le dolía admitirlo, pero ella se veía realmente hermosa.

—El tiempo se me fue volando. —Amelie comentó, a modo de disculpa—. ¿Nos vamos?

Tristán asintió, saliendo primero. Amelie apagó todas las luces, y aseguró la puerta. Avanzó hasta el auto de Tristán, acomodándose en el lugar del copiloto. Se colocó el cinturón, y le indicó que podían avanzar.

—Nos sentaremos con mis amigos, así que necesito que te comportes. —Amelie habló dura, girando hacia él—. No me hagas quedar en ridículo.

—No tengo cinco años, Amelie. —Tristán recalcó, serio—. Y no te preocupes por tus amigos, que ni siquiera les planeo hablar.

La joven rodó los ojos, irritada. Ni siquiera habían llegado, y él ya estaba arruinando la noche.

—Al menos finge que te caigo bien y que te estás divirtiendo. —Amy pidió, casi como una orden—. Intenta sonreír.

Tristán negó, riendo por sus palabras. Aunque se esforzaba en camuflarlo, su vecina se notaba desesperada. Redujo la velocidad a propósito, haciendo lo posible por demorarse. Disfrutaba molestarla, y ver cómo se le borraba la sonrisa del rostro. Estaba harto que ella siempre se saliera con la suya.

—¿Puedes acelerar? —Amelie inquirió, revisando su reloj—. Hasta mi abuelo maneja más rápido que tú.

—Te hubieras ido con tu abuelo. —Tristán rio, deteniéndose en un semáforo—. Yo tenía mejores cosas que hacer que venir a una fiesta de secundaria.

—Eres la persona más aburrida que conozco, Tristán. —Amy rio con fuerza, negando—. Dudo mucho que tuvieras mejores planes para un viernes por la noche. —Se jactó—. Deberías agradecerme por sacarte de tu aburrida rutina.

Tristán gruñó bajo, estacionándose cerca de un parque. Giró hacia ella, y se quitó el cinturón.

—Pues parece que eres tú quien debería agradecerme. —Se burló, viéndola a los ojos—. Sino, no me hubieras rogado venir contigo a este estúpido baile.

—Eres un idiota. —Amelie bufó, sin agachar la cabeza.

Tristán rio bajo al notar su enojo, y reanudó la marcha. Tenía ganas de cambiar de dirección e ir con sus amigos, pero no lo hizo. No quería defraudar a su madre.

Amelie giró hacia la ventana, esperando llegar pronto. No sabía qué haría cuando los demás comiencen a hacer preguntas sobre su relación, y suspiró. Necesitaba idear un plan rápido para que nadie sospeche. No le daría a Stacy la satisfacción de saber que había mentido.

Amy revisó su celular, leyendo los mensajes de Cheryl. Todos la estaban esperando, y faltaba poco para que comenzara la ceremonia. Estaban a un par de calles del local, pero Amelie no se sentía lista para bajar. Ella se convertiría en el hazmerreír de la escuela si descubrían que su relación era una farsa.

Tristán se estacionó en silencio, apagando el motor. Sentía la tensión en el ambiente, y no supo qué decir. 

Amelie soltó un largo respiro, viéndose en el retrovisor. Finalmente decidió qué haría, y odió cada parte del plan. Mantendría un perfil bajo, evitando discutir con Tristán. Se tragaría su orgullo, haciendo lo posible por llevarse bien con él. Sus amigos no sospecharían si no los veían pelear.

Amy hizo un gesto con la cabeza, pidiéndole bajar del auto. Arregló su vestido, entrelazando su brazo con el de Tristán. Lo jaló con suavidad, indicándole que podían avanzar. Caminaron a paso lento, ingresando al local. El baile iba a empezar.

Amelie sintió la mirada de todos sus compañeros al verla llegar, y sonrió. Avanzó confiada, saludando a todos a su alrededor. Decidió dejar los nervios de lado, y disfrutar de la noche. Esa sería su última oportunidad de brillar.

Cheryl le hizo señas a lo lejos, llamándola hacia su mesa. Solo faltaba Amelie, y quería hablar con ella. Cheryl había hecho tantos posts en las últimas setenta y dos horas, que estaba segura que su amiga ganaría como reina del baile. Ella confiaba en el gran trabajo que hizo.

Amy saludó a sus amigos, sentándose al lado de Cheryl. Tristán se sentó a su otro lado, todavía con una expresión incómoda en el rostro. No sabía cómo actuar frente a tantos desconocidos.

Amelie dio una rápida mirada, viendo a Kendall y Stacy en una mesa cercana. Hizo contacto visual con Stacy un par de segundos, antes que ella comenzara a besar a Kendall. Amy apretó los puños, comprendiendo que lo hacían solo por molestarla. Pero no les hizo caso. Ya no se dejaría lastimar por escorias como ellos.

Cheryl soltó un leve grito cuando escuchó una canción, y se levantó de un salto; llamando a sus amigas. Las cuatro avanzaron al medio de la pista, comenzando a reír y a bailar. 

Amelie bailaba al ritmo de la música, viendo de reojo a Tristán. Él estaba jugando con su celular, y eso la aliviaba. Por suerte, él tampoco parecía tener interés en querer conversar con alguien.

Amy continuó bailando por más de una hora, aprovechando en comer los bocaditos que los mozos ofrecían cada vez que pasaban. Se distrajo tanto conversando y riendo con sus amigas, que se olvidó de todos los problemas que tenía. Las fiestas siempre la ayudaban a sentirse mejor.

Uno a uno, los chicos de la mesa empezaron a levantarse para bailar también. Tristán no supo en qué momento ocurrió, pero cuando levantó la mirada de su celular, ya no había nadie con él. Tris sonrió, revisando la hora. Esperaba que no faltara mucho para que termine todo. Su novia le había mandado más de veinte mensajes, pidiéndole que fuera a verla a su casa. Ella no estaba de acuerdo con que acompañara a Amelie a la fiesta.

Tristán se levantó, avanzando hasta la salida. Quería llamarla, y el ruido de la música ni siquiera le permitía pensar. Sin embargo, alguien lo detuvo sosteniéndolo por el brazo. Se giró con lentitud, viendo a una chica rubia frente suyo. Ella no dejaba de mirarlo, sonriendo ampliamente.

—Eres Tristán, ¿verdad? —Stacy preguntó, coqueta—. ¿Ya te vas?

—¿Me conoces? —Tristán frunció el ceño, confundido—. ¿Habíamos hablado antes?

—Amelie dice muchas cosas malas sobre ti a diario. Te insulta en cada ocasión que se le presenta. —Ella mintió, fingiendo pena—. Es una lástima que hayas venido con ella.

Tristán sacudió la cabeza, gruñendo bajo. No le sorprendió lo que aquella chica dijo, pero seguía extrañándole la forma en que lo abordó.

—Agradezco tu preocupación, pero necesito hacer una llamada. —Tristán retrocedió un paso, esperando terminar la conversación. Ya no quería hablar con ella.

Stacy rodó los ojos, cerrándole el paso. Kendall regresaría del baño en cualquier momento, y debía aprovechar que Amelie estaba distraída. El tiempo se le acababa.

—Amelie no te merece; ella no es suficiente para un chico como tú. —Stacy acarició su rostro—. Además, esta fiesta está demasiado aburrida. Deberíamos ir a un lugar más privado para conversar.

Tristán comprendió sus insinuaciones, alejándola de él. No quería tener ningún tipo de contacto con esa chica. Le dio la impresión que estaba mal de la cabeza.

—Lo lamento, pero ya tengo planes. —Trató de sonar cortés—. Espero te diviertas el resto de la noche.

Tristán salió del local, esperando que la chica no lo siguiera. Era la primera vez que pasaba por algo tan incómodo como eso. Él respiró profundo, sacando el celular de su bolsillo. Apreciaba la tranquilidad del exterior.

—¡Tristán! —Una voz femenina lo llamó, molesta—. ¡Tristán, ven aquí!

El joven volteó con lentitud, observando a Amelie acercarse. Resopló, guardando el móvil de nuevo. Ella se veía furiosa.

—¿Qué quieres? —Le preguntó, cansado—. ¿Ya nos vamos?

—No iremos a ningún lado. —Amelie habló amenazante—. ¿Qué hacías hablando con la perra de Stacy? ¿Por qué te pusiste a conversar con ella?

—En primer lugar, la loca de tu amiga fue la que se acercó a mí. Y, en segundo lugar, no entiendo por qué estás tan enojada.

Amelie pasó una mano por su cabello, nerviosa. Esperaba que no la hubieran descubierto.

—Eres un imbécil, Tristán. —Ella bufó, viéndolo a los ojos—. ¿Cómo fuiste tan idiota como para conversar con ella?

—Bueno, tú tampoco eres la señorita simpatía. —Tristán la señaló, cansado de sus insultos—. Eres la persona más irritante y egocentrista que he conocido. Ahora comprendo por qué no conseguiste pareja para el baile.

Amelie lo abofeteó con fuerza, sin contenerse más. Ya no lo soportaba.

—Tal vez yo sea irritante y egocentrista, pero no vivo con un maldito complejo de superioridad. —Ella lo empujó, furiosa—. Te crees mejor que los demás solo por estar en la universidad.

—Y tú actúas como si fueras la maldita reina del lugar. —Tristán resopló—. Crees que todo el mundo debe rendirte pleitesía, pero no es así.

Amy entreabrió los labios para responder, pero el sonido de su teléfono la detuvo. Cheryl le acababa de enviar un mensaje, diciendo que estaban por anunciar a los reyes del baile. Ella pasó una mano por su cabello, intentando relajarse. 

—Escucha, falta muy poco para que termine el baile. —Amelie bajó la voz—. ¿Puedes fingir que te agrado solo por veinte minutos? Nos iremos dentro de poco.

—Bien. —Tristán habló entre dientes, irritado—. Pero te aviso que esta será la última vez que te hago un favor. No me vuelvas a buscar.

Amelie rodó los ojos, haciendo una mueca. Lo sostuvo por el brazo, llevándolo al interior del local. La noche fue peor de lo que imaginó, pero no podía mostrarse derrotada frente a los demás. 

Amy avanzó por la pista de baile, notando que todos voltearon a verla. Por un instante, temió que los demás hubieran escuchado su pelea con Tristán. Fingió una sonrisa, empezando a ponerse nerviosa.

Cheryl corrió hacia su amiga, jalándola del brazo. Le dio un abrazo corto, sin lograr contener su entusiasmo. Su plan había dado resultado. 

—Amy, ganaste. —susurró, emocionada—. Ustedes son los reyes del baile.

Amelie soltó un pequeño grito, corriendo hacia el estrado. Jaló a Tristán con ella, sonriendo cuando colocaron la corona en su cabeza. Esa noticia acababa de alegrar el día de mierda que estaba teniendo.

Tristán se mantuvo quieto en su lugar, preguntándose si era posible que él gane cuando ni siquiera iba a esa escuela. Escuchó a Amelie dar un discurso, pero no le puso atención. Le ponía nervioso la forma en que lo observaban, y esperó que la fiesta terminase pronto. Quería irse de ahí.

Amelie tomó la mano de Tristán, entrelazando sus dedos con los de él. Caminaron hasta la pista, bailando una balada que les pusieron. Ella intentaba guiarlo, pero Tristán se resistía. Sin embargo, él hizo lo mejor que pudo por seguirle el ritmo. No quería quedar en ridículo frente a tantas personas. 

—¿Por cuánto tiempo más bailaremos? —Tristán masculló. 

—Hasta que dejen de mirarnos. —Ella fingió una sonrisa. —Somos el centro de atención. 

Amelie dio una rápida mirada a su alrededor, notando que Kendall y Stacy no dejaban de observarla. Ella esbozó una sonrisa, colocando ambas manos en el cuello de Tristán. Amy se inclinó hacia adelante de forma inocente, rozando sus labios con los de él. 

—¿Qué demonios haces? —Él preguntó en un susurro, apenas audible. 

Amelie ignoró la pregunta, y acarició su rostro. Necesitaba besarlo, y que la escena se viera natural. Lo único que le hacía falta para que esa noche fuera perfecta, era lograr poner celoso a Kendall. Solo así su venganza estaría completa. 

Amelie bailó con Tristán por casi una hora, seduciéndolo de todas las formas posibles. Sin embargo, él no le hacía caso a ninguna de sus insinuaciones. Tristán mantenía una expresión seria, y apenas si la volteaba a ver. 

Tristán jaló a Amelie por la muñeca, llevándola a su auto cuando la fiesta terminó. A pesar que ella prometió que solo se quedarían veinte minutos más; terminaron yéndose a las dos de la mañana. Amy oponía resistencia, pero a él no le importó. No se quedaría un segundo más en ese lugar. 

Tristán abrió las puertas usando la alarma de su llavero, cansado. La cabeza le dolía, y continuaba incómodo por todas las insinuaciones de Amelie. Lo único que deseaba, era regresar a su casa. 

—Sube. —ordenó, con voz potente. —Nos vamos. 

Amelie rodó los ojos, obedeciéndolo. Estaba tan contenta por haber sido coronada como reina del baile, que no permitiría que nada la moleste. Nadie podría borrar la sonrisa de su rostro. 

—Lo que digas, ogro. 

Tristán encendió el auto, retrocediendo para salir del estacionamiento. Ignoró las palabras de su vecina, tocando el claxon para alertar a los jóvenes que se encontraban cerca suyo. Demoró casi diez minutos, pero finalmente logró salir. 

Amelie comenzó a revisar las fotos en su celular, sonriendo al notar lo bien que salía en todas. Encendió la linterna del móvil, observando la foto que le tomaron junto a Tristán después de ser coronados. Ella pidió que la imprimieran dos veces, y suspiró. Ella sonreía ampliamente, y él, permanecía serio a su lado. Sin importarle cómo salió su vecino, Amelie estaba feliz. Ella parecía una reina de verdad...

—Ponte el cinturón. —Tristán bufó, sacándola de sus pensamientos. —Hay una patrulla más adelante. 

—Sabes, no te haría mal sonreír de vez en cuando. —Amy giró hacia él, mostrándole la foto. —Actúas como si fueras un anciano. 

—Acabo de pasar la noche más incómoda de mi vida. —confesó, bajando la velocidad. —No esperes que esté sonriendo como si algo bueno me hubiera sucedido hoy. 

—Eres un maldito amargado. —Amy bufó, regresando la vista a su celular. —Con esa actitud, ni siquiera has de tener amigos; mucho menos novia. 

Tristán rio amargamente por su acusación, irritado. Amelie era la persona menos indicada para juzgarlo. 

—No creo que seas la más indicada para hablar de novios o amigos en estos momentos. —Tristán se burló, molestándola. —Después de todo, no fui yo quien no consiguió una cita para el baile. 

—¡Eres un idiota! —Amy exclamó, apretando los puños. —Apuesto a que tú ni siquiera fuiste a tu baile de graduación. 

—Piensa lo que quieras. 

Amelie soltó un pequeño grito, irritada. Tristán lograba enojarla con mucha facilidad. 

—Eres un estúpido niño rico. —acusó, sacándole la lengua. —Te detesto. 

—No soy yo quien está actuando como un niño. Deberías madurar de una vez. —Tristán giró hacia ella, viéndola a los ojos. —Tú continúas comportándote como la niña caprichosa y llorona que conocí años atrás. 

—Imbécil prepotente. 

—Presumida inmadura. 

Amelie se cansó de su actitud, dispuesta a demostrarle que ella no era una niña. La sangre le hervía de la rabia, y solo atinó a soltarse el cinturón. Aprovechó que Tristán se detuvo en un semáforo, y se abalanzó sobre él. Lo besó con pasión, logrando probar sus labios finalmente. 

Tristán siguió el beso con torpeza, sin saber qué hacer. Sintió que ella lo sostuvo por el cabello, y la tomó por el cuello por impulso. No comprendía por qué lo hizo, pero no quería detenerse. Continuó besándola hasta que escuchó el claxon del resto de autos, indicándole que el semáforo había cambiado. Él arrancó entre gruñidos, sin siquiera voltear a verla. 

Amelie esbozó una sonrisa al notar la reacción de Tristán, notando una idea llegar a su cabeza. Colocó una mano sobre la pierna del chico, acariciándolo con suavidad. Lo sintió tensarse ante su tacto, y soltó una risita. Era divertido verlo ponerse nervioso. 

Tristán redujo la velocidad, carraspeando. Su vecina lo ponía más incómodo cada segundo que pasaba. 

—Amelie, ¿qué es lo que estás haciendo? —Él inquirió de golpe, quitando su mano.

—Demostrándote que ya no soy una niña. —Amy rio, tomándolo por el cabello con fuerza. —Hace mucho que dejé de serlo. 

Amelie no esperó respuesta, y volvió a besarlo. No le importó que el auto continuase en movimiento, gimiendo en el oído de Tristán para provocarlo. Él frenó como pudo, soltándose el cinturón de seguridad. Aunque detestaba admitirlo, Amelie besaba bastante bien. 

—Vamos a otro lugar. —Tristán gruñó bajo, besándola de nuevo. —No podemos continuar con esto en medio de la pista. 

Amelie sintió su corazón agitarse al escucharlo, sin creer lo que escuchaba. En sus planes nunca estuvo acostarse con Tristán, pero no iba a desperdiciar esa oportunidad. Ella lo odiaba, y él a ella también. Sin embargo, Amelie no había dejado de pensar en su vecino desde que inventó que ambos mantenían un largo romance. 

—Yo nunca lo he hecho en un auto. —Ella musitó en su oído, desamarrándole la corbata. —Deberíamos quedarnos aquí y hacerlo más interesante. 

Tristán sonrió ante la idea, cambiando la dirección a la que se dirigía. Avanzó hasta la parte trasera de unos edificios; estacionándose cerca a una construcción. Apagó las luces del auto, procurando no llamar la atención. 

Amelie se arrodilló en el asiento, terminando de quitarle la corbata. Sin embargo, Tristán sostuvo sus muñecas cuando intentó desabotonarle la camisa. 

—Aquí no —él susurró, acariciando su rostro. —Vamos a la parte de atrás. 

Amy le dio un beso corto, todavía asimilando que él fue capaz de decirle eso. Ella se estiró por la parte del medio del auto, saltando para llegar al asiento trasero. Rio mientras se quitaba la corona, viendo que Tristán salia del auto para ingresar por la otra puerta y sentarse a su lado. 

Tristán se acomodó junto a Amelie, sin dejar de verla. La tomó con fuerza de la cintura, sentándola sobre su regazo. La admiró unos segundos bajo la tenue luz de la noche, besándola de nuevo. Seguía sin explicarse por qué lo hacía, pero no quería detenerse. A pesar que él detestaba a su vecina, solo podía pensar en ella. 

Tristán tomó la parte de abajo del vestido, subiéndolo hasta la cintura de Amelie. Acarició sus muslos, juntándola más a él. Empezó a bajar por su cuello, dando besos cortos hasta llegar a sus senos. Estiró una mano para tomar el cierre, y deshacerse finalmente del vestido. Él estuvo toda la noche evitando verla, pero ya no podía más. Quería tenerla desnuda frente a él. 

Amelie rio al notar lo rápido que Tristán la desvistió, dándose cuenta que él no era tan inexperto como parecía. Ella comenzó a frotarse contra él, sintiendo su erección crecer bajo suyo. Le quitó la camisa, acariciando sus hombros. Aún en la oscuridad, él se veía realmente guapo. 

Tristán terminó de desvestirse antes de volver a sentar a Amelie encima suyo, jalándola por el cabello. La besó con pasión, rozando su lengua con la de ella. Amy gimió bajo, todavía moviéndose encima de su entrepierna. Aunque ambos continuaban con ropa interior, la sensación era maravillosa. 

Tristán rompió el beso después de varios minutos, ordenándole a Amelie que se siente a su lado. Ella se extrañó por su reacción, viéndolo agacharse y buscar su pantalón. Un leve nerviosismo se apoderó de ella, y pensó en qué pudo haberse equivocado. El momento estaba volviéndose perfecto, y Tristán parecía arrepentirse de todo. 

Amelie permaneció en silencio unos segundos, nerviosa. Ella pensó en recoger su vestido también, hasta que lo vio sacar un pequeño envoltorio metálico de su bolsillo. Amy sonrió con picardía, quitándole el preservativo de las manos. 

—Veo que viniste preparado. —Se rio. —¿Acaso seguirás negando que sientes algo por mí?

Tristán negó, peinando su cabello hacia atrás. Él tenía los condones porque los usaba con su novia; no porque tuviera otras intenciones con Amelie. Sin embargo, en ese instante, su novia dejó de importarle. La estaba pasando tan bien, que prefirió olvidarse de ella. 

—Tengo que admitir que eres bonita, y que tienes buen cuerpo. —Él se aferró a sus caderas. —Pero no eres mi tipo.

—Tú tampoco el mío. —Ella se rio, enredando ambas manos en su cabello. —Jamás saldría con un estúpido niño rico como tú.

—Ni yo con una niña malcriada y prepotente como tú.

Amelie rio, abriendo con cuidado la envoltura del condón. Tristán ladeó una sonrisa al verla, desabrochándole el sujetador. 

—¿Me quieres ayudar? —Él consultó entre risas.

—¿Con la boca te parece bien? —Amy lo besó, mordiendo su labio.

Tristán asintió, acariciando sus senos. Amelie colocó el condón entre sus labios, agachándose para ponérselo. La posición en la que estaba era incómoda, en especial porque no veía casi nada, pero los gruñidos de Tristán la alentaban a seguir. 

Amelie se acomodó encima de él, notando que era ella quien tenía el control. Se contrajo alrededor del miembro de Tristán, moviéndose lentamente. Él gruñó bajo, comenzando a lamer uno de sus pezones. Aunque quiso tomarla por la cintura y acelerar el ritmo, decidió dejarla al mando. 

Amelie continuó con lentitud, disfrutando cada caricia de Tristán. Aumentó la velocidad de a pocos, gimiendo con más fuerza cada vez. A pesar que su vecino parecía ser alguien bastante tranquilo, era muy bueno en la cama. 

Tristán se aferró al cabello de Amelie después de varios minutos, sin saber quién llegó al orgasmo primero. Amy se dejó caer sobre él, riendo mientras lo besaba. Ese fue el mejor sexo que tuvo en mucho tiempo. Kendall no era ni la mitad de bueno que Tristán. 

Tristán sonrió, besándola. Acarició su cabello, ayudándola a sentarse a su lado. Jugó con su cabello unos segundos, inclinándose hacia ella. 

—Amelie, —susurró besando su cuello. —¿Quieres hacerlo de nuevo?

—Vaya. —Ella suspiró, tirando la cabeza hacia atrás. —¿Tienes ganas de más?

—Sí. —Tristán afirmó, decidido. —Pero no aquí. Vayamos a un hotel.

Amelie asintió con la propuesta, agachándose unos segundos para recoger su celular. Tristán continuaba acariciándola y besándola; y eso le dio una idea. Tomaría una foto de ellos besándose, y la usaría para poner celosos a Kendall y a Stacy. Nada podría salir mal. 

Amy encendió la cámara con cautela, recostándose sobre su pecho. Acomodó el celular frente a ellos, pero Tristán se lo arrebató de las manos. Él lo apagó, tirándolo sobre el asiento. 

—¿Qué mierda estás haciendo? —preguntó, furioso. —¿Por qué querías tomar una foto?

—No es la gran cosa. —Ella le restó importancia, recogiendo su teléfono. —No tienes por qué alterarte. 

—¿No es la gran cosa? —Tristán repitió, conteniendo la rabia. —¿Es que no te das cuenta de los problemas que podría traernos si se filtran esas fotos? ¿Acaso ya se te olvidó que yo ya soy mayor de edad?

Amelie maldijo por lo bajo, intentando disculparse. Tristán negó, dándose cuenta que todo eso fue un error. Él recogió el vestido, poniéndolo sobre su regazo. 

—Cámbiate ya. —ordenó, poniéndose la ropa interior. —Nos vamos. 

Tristán volvió a vestirse como pudo, regresando al asiento del piloto. Arrancó sin importarle si Amelie ya se había vestido, y ella se acomodó a su lado poco después. Esa no fue la forma en que ninguno de los dos esperó terminar la noche. 

—No puedo creer que quisiste filmarnos. —Tristán continuó reclamando, aferrándose al volante. —¿O es que este siempre fue tu plan?

—¿De qué estás hablando? —Ella se cruzó de brazos, irritada. 

—¿Acaso me odias tanto como para querer meterme preso? —Cuestionó, acelerando. —¿Me sedujiste solo para tomarnos fotos y usarlas en mi contra?

—¡Eres un maldito paranoico! —Amy exclamó, girando hacia él. —No pienses que mi vida gira en torno a ti. No creas que todo lo que hago, es con la intención de hacerte daño. Tú ni siquiera me importas. 

Tristán negó, frenando con fuerza en un semáforo. En ese instante, comprendió las palabras de su padre, y por qué Michael siempre le pidió alejarse de ella. Verdaderamente, Amelie era tan mala como su madre. 

Los jóvenes continuaron peleando el resto del camino, gritando e insultándose hasta que llegaron a su calle. Amelie se estiró para tomar su corona del asiento trasero, feliz de haber vuelto a su casa. No soportaba estar un segundo más en ese auto. 

—No tienes idea de lo mucho que te aborrezco. —Amy bufó, mirándolo con desprecio. —Maldito infeliz. 

Amelie giró hacia la puerta, quitándole el seguro. Quiso abrir, pero Tristán la detuvo. Él la tomó con fuerza del cabello, jalándola. 

—Amelie... —él gruñó bajo. 

—¿Qué quieres? —Amy giró hacia él, furiosa. —Suéltame ya, imbécil de...

Tristán la calló, besándola de golpe. Haber estado insultándose todo el camino solo volvió a excitarlo, y no pudo contenerse. La acercó más a él, disfrutando del beso como si no hubiesen peleado. 

Amy gimió entre sus labios, acariciando su rostro. Movió su mano con disimulo, tomándolo por el cabello también. 

—Eres un idiota, Tristán Powell. —Ella suspiró, juntando su frente con la de él. 

—Y tú, una maldita presumida, Amelie Taylor. —Tristán rio, besándola por última vez. 

Amelie rio, soltándolo. Dejó una de las fotos en el tablero del auto, dándole un beso de despedida. 

—Amy, espera. —Tristán la tomó por la muñeca, impidiendo que baje del auto. —¿Nos veremos mañana?

—Tal vez. —Amelie rio, acariciando su cabello. —Hasta mañana, idiota. 

Amelie bajó del auto, ingresando a su casa en silencio. Su madre se había quedado dormida en la sala, y avanzó hasta su habitación en silencio para no despertarla. Ella se recostó en el marco de la ventana, suspirando. Ella sí quería volver a salir con Tristán. 


¡Hola!

Ha pasado mucho desde que actualicé este libro por última vez. El motivo de este capítulo es que... ¡Hoy, 26 de octubre, es mi cumpleaños!

Espero disfruten este capítulo tanto como yo. 

¿Qué les pareció?
Dejen sus opiniones aquí. 

Les mando un abrazote. 
Nos leemos pronto.

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