EXTRA I - KENDRA

─¡Calla ya a esa niña! ─Grito Jennae, golpeando la puerta─. Mis hijos y yo queremos dormir.

Kendra bufó a modo de respuesta, girando con lentitud sobre la cama. Hacía tres días que dio a luz a la hija de Patrick, y todavía no se acostumbraba a tenerla ahí. Ella le dio el pecho, esperando que se tranquilice pronto. Su prima ya había amenazado con botarla de su casa en dos ocasiones, y solo le quedaba agachar la cabeza. Kendra no conseguía empleo y tampoco tenía otro lugar a dónde ir.

La bebé se durmió pronto, cerrando sus ojitos color miel. La joven la observó bajo la luz de la vela, sin saber qué hacer. Ella no la sentía como suya, y tampoco la consideraba su hija. No le había colocado un nombre aún, y seguía refiriéndose a ella como "la niña". Kendra no lograba aceptar su maternidad, y algo dentro suyo le decía que jamás lo haría. No estaba lista para ser mamá.

Kendra vio a la bebé moverse suavemente, acomodándose para seguir durmiendo. Ella retrocedió un poco, sollozando en silencio. Se sintió tentada a acariciar su rostro, y estiró un dedo para hacerlo. Sin embargo, no la tocó. Cambió de opinión, y negó con la cabeza. A pesar que continuaba confundida, no dejaba de observarla. 

Kendra se obligó a sí misma a girar hacia el otro lado, recordando con lejanía las promesas que Patrick le hizo. Continuó llorando en la oscuridad de la noche, sintiéndose como una estúpida por creer en él. Ahora, Patrick estaba muerto; y ella, sola, sin empleo y con una hija a la cuál no sabía cómo mantener. 

El día que se conocieron, Kendra pensó que lo suyo sería algo pasajero, y que no se volverían a ver después de ese fin de semana. Sin embargo, todo cambió con el transcurrir de las horas, y la forma en que él hablaba. Patrick le decía tantas cosas bonitas, que ella solo se limitó a acceder a cada una de sus peticiones. Le dolió comprender que él estuvo manipulándola todo ese tiempo. Él nunca la amó. 

─Patrick, tengo miedo que algo salga mal─. Ella susurró, el día que se enteró que estaba embarazada─. ¿Qué pasará si Dominic no se traga el cuento que este hijo es suyo? ¿Qué haré si él me echa del castillo porque descubre que mentí?

Patrick negó, abrazándola por la espalda.
─Nuestro plan es perfecto; Dominic jamás sospechará─. Contestó, besando su cuello─. Después que Rosalie se entere que su esposo te embarazó, no querrá saber nada de ustedes, y regresará conmigo. Yo me la llevaré lejos, y tú podrás quedarte con el rey. Nada puede fallar. 

Kendra pasó saliva con dificultad, girando en la cama para verlo. Tenía demasiadas dudas en la cabeza, pero no sabía cómo decírselas. Acarició con suavidad el rostro de Patrick, y soltó un largo suspiro. A pesar que él llevaba semanas repitiéndole el plan, ella ya había cambiado de opinión. 

─Hace mucho que Dominic ya no me interesa en ese sentido─. Confesó─. No me siento cómoda seduciéndolo, y tampoco quiero acostarme con él─. Susurró─. Patrick, no deseo continuar con esto. Olvidemos todo, por favor.

El joven rio, pensando que ella bromeaba.
─¿Acaso te gusta alguien más? ─Preguntó burlón─. ¿Realmente dejarás pasar la oportunidad de ser la mujer de un rey?

«Me gustas tú─ pensó, admirando sus ojos color miel─. ¿Por qué no te das cuenta de eso?»

Patrick se levantó de la cama, abriendo un cajón de su mesa de noche. Sacó una pequeña bolsa de tela del interior, y regresó al lado de Kendra. Él necesitaba convencerla de seguir con el plan, y ayudarlo a recuperar a Rosalie. Ella era la única mujer que había amado, y haría todo lo posible por tenerla a su lado nuevamente. Debía aprovechar el rumor que escuchó sobre su infertilidad, y usarlo a su favor. No había quedado embarazada en los ocho meses que llevaba de casada, y eso era bueno para él. La conocía demasiado, y sabía que jamás dejaría a Dominic si había un hijo de por medio. Quizás, no sería su primera vez, pero conseguiría ser el padre de su primer bebé.

Patrick tomó una de las manos de Kendra, colocando la bolsa sobre esta.
─Hay ciento cincuenta monedas de oro dentro de ahí─. Habló bajo, viéndola a los ojos─. Son tuyas si aceptas seguir adelante con el plan. Si no quieres hacerlo como un favor, considéralo un trabajo.

─Patrick, yo...

─Te encargarás de seducir a Dominic, y hacerle saber a Rosalie que tu hijo es de él─. Continuó, interrumpiéndola─. Ambos saldremos ganando si todo sale bien.

Kendra pasó saliva con dificultad, dejando la bolsa sobre el colchón. Estaba tentada a aceptar el dinero, pero las dudas no dejaban de atormentarla. Ella era consciente de lo enamorado que Dominic estaba de Rosalie, y que ni siquiera había volteado a verla desde que se casó. Él cambió demasiado en los últimos meses, y ella ya no tenía interés en él. Por primera vez, Kendra quería hacer algo diferente con su vida. Quería una relación estable. 

─Patrick, ¿y si algo llega a salir mal? ─Repitió la pregunta, acercándose a él─. ¿Qué haré si Dominic no quiere hacerse cargo del bebé? ¿Tú y yo seguiremos juntos? ─Consultó─. ¿Seguirás conmigo si este plan falla?

Patrick soltó un leve bufido, cansado de su insistencia. Ella le pareció más determinada el día que la conoció; y no comprendía su cambio de actitud. Kendra se mostró bastante interesada cuando él decidió armar un plan para separar a Dominic y Rosalie. Sin embargo, ahora se comportaba como una vulnerable niña pequeña. Patrick pasó una mano por su cabello, pensando qué responderle. De un modo u otro, necesitaba convencerla de seguir adelante con todo.

─Todo estará bien, Kendra─. Él fingió una sonrisa, besándola con suavidad─. Si nuestro plan no resulta, yo seré el padre de tu bebé.

Kendra lloró con más fuerza al recordar las palabras de Patrick, dándose cuenta que siempre le mintió. Después que Rosalie la despidió, notó cuán sola se encontraba en realidad. El resto de empleadas del castillo, a quienes consideraba sus amigas, dejaron de hablarle. Y Patrick ni siquiera llegaba a verla, y cumplir su promesa. En ese instante, ella se convenció que lo mejor, sería no tener al bebé. A sus dieciocho años, no tenía nada que ofrecerle. 

Kendra juntó el dinero que le quedaba, y fue con una señora para que le ayude con el problema. No contaba con el apoyo de nadie, y su prima apenas si le permitió quedarse en su casa de forma temporal. No le quedaba otra opción, y estaba segura de lo que haría. No se sentía lista para ser mamá.

La mujer con la que acudió le dijo que esperaba una niña, pero que ya estaba demasiado grande. Kendra rompió en llanto cuando le explicó todo lo que podría ocurrir, y el riesgo que tenía de no salir viva de ese lugar. Ella regresó a casa de su prima, decepcionada de sí misma por haber sido tan cobarde de huir de esa forma. Aunque no quería tenerla, tampoco quería morir en un intento por terminar su embarazo.

Kendra no supo qué más hacer, y todo empeoró la última vez que conversó con Patrick. De todas las cosas que imaginó, jamás creyó que él terminaría golpeándola. Ella se enamoró de un imbécil, y eso le arruinó la vida. Ya no tenía trabajo, ni un futuro certero. Todo se fue al agua por las malas decisiones que tomó.

Patrick murió la misma tarde que pelearon, cuando lo vio por última vez. Ella se enteró tras varias semanas, y le costó mucho tiempo asimilar la noticia. A pesar de lo que ocurrió, todavía lo quería. 

Kendra decidió buscar a la madre de Patrick un par de días después, y casi se perdió entre las calles de Sarauta. Nunca había conversado con esa señora, y tampoco sabía qué esperar. Por la forma de ser de Patrick, suponía que ella debía ser igual. 

Esther la recibió con alegría en su casa, ofreciéndole algo de tomar. Después del ataque de su hijo a los reyes, Garfield la despidió. Le dijo que en su castillo no podía trabajar la madre de un asesino, y todo empeoró cuando Annelise contó que Patrick la amenazó en varias ocasiones. Ella agachó el rostro, y tomó sus cosas. Aunque le dolía todo lo que hizo su hijo, no iba a refutar las órdenes de su patrón. 

─No sabes lo feliz que me hace saber que Patrick es el padre de tu bebé─. Comentó tranquila, acariciando su vientre─. A pesar que no me lo mencionó, sé que también estaba feliz con la noticia. 

Kendra rio con amargura, negando. 
─No eran muy unidos, ¿verdad?

─No últimamente ─susurró con pena─. Desde que el rey Garfield lo sacó de los establos, y le dio un cargo más importante, el poder se le subió a la cabeza. Ya no era el mismo niño dulce que crié─. Musitó─. Él era muy resentido con ciertas cosas, pero jamás creí que llegaría al extremo de apuñalar a Dominic, e intentar asesinar a Rosalie y su bebé. 

Kendra desvió la mirada, soltando un largo suspiro. Sintió pena por la mujer al escucharla llorar, y prefirió callar todo lo que tenía en mente. No merecía saber que Patrick la negó en más de una ocasión, ni que pasó meses robándole a los Duboisse. No quería que Esther sufriera, y ella tampoco quería volver a llorar. 

─Patrick me prometió una familia ─ella suspiró, elevando el rostro─. Me dijo que criaríamos juntos a nuestro bebé, pero ahora estoy sola. Ya no me queda nada. 

Esther se estiró hacia adelante, sosteniéndola de las manos. 
─Mi hijo ya no está, pero cuenta conmigo para lo que necesites─. Habló decidida, viéndola a los ojos─. Esta casa me la dejó mi padre después de fallecer, y hay un par de habitaciones desocupadas─. Sonrió─. Si quieres, múdate conmigo, y juntas sacaremos adelante a mi nieta. 

─Señora, yo... ─ella negó, nerviosa─. Yo no...

─Kendra, escúchame─. Esther pidió, acercándose más─. El padre de Patrick me abandonó cuando le dije que estaba embarazada, y mi familia me echó porque yo los había deshonrado. Pasé semanas durmiendo en cualquier clase de lugares, y luchando por conseguir algo de dinero para alimentarme. Si no fuera porque el rey Garfield se apiadó de mí, no sé que habría sido de nosotros. 

─No lo sabía... 

─Yo he pasado por lo mismo que tú, y comprendo cómo te sientes─. Esther carraspeó─. Sé lo difícil que es ser madre soltera, y creer que el mundo te dio la espalda. Es por eso que te quiero ayudar─. Se sinceró─. No quiero que mi nieta y tú sufran las mismas necesidades que yo. 

Kendra meditó sus palabras por varios minutos, negando con la cabeza. Todavía no estaba segura de conservar a la bebé después que naciera, y no iba a darle falsas esperanzas a Esther. Ella se despidió de la mujer, prometiéndole que pensaría en su propuesta. Caminó hacia la salida, prefiriendo irse antes que las cosas se tornen incómodas. Esther le agradó, y deseaba mantener una buena relación con ella. 

─¿Puedo preguntar quién era el padre de Patrick? ─Kendra consultó, recostándose sobre el marco de la puerta. 

─El primo de un conde─. Esther rio, pasando una mano por su cabello─. Yo trabajé para su familia. 

─¿Patrick lo sabía?

─No─, ella se aclaró la garganta─. Después que Esteban me dejó, juré que no volvería a buscarlo, ni a pronunciar su nombre. Yo también tengo mi orgullo─. Suspiró─. Para mi hijo, su apellido siempre fue Ryders; al igual que mi padre. 

Kendra soltó un largo suspiro al recordar esa conversación, y se acomodó sobre la cama. Imaginó gran cantidad de destinos diferentes para ella, pero ninguno era posible. Sólo le quedaba aceptar su realidad y encontrar una solución para poder salir adelante. Ella ya había perdido demasiado, y solo quería librarse de la oscuridad que sentía consumirla. 

La joven notó que la bebé seguía durmiendo, y decidió acariciar su rostro finalmente. Esbozó una pequeña sonrisa, escuchando que ella emitía un leve ruido. Era la primera vez que reía con la niña, y algo comenzó a moverse en su interior. Aunque todavía no aceptaba su maternidad, disfrutaba observándola descansar.

Kendra pensó toda la noche lo que haría, ideando el plan perfecto. Mantener a la bebé a su lado sería egoísta, y estaba segura que ambas terminarían odiándose cuando ella creciera. La única opción que le quedaba, era dársela a alguien más para que la crie. Sin embargo, no se la entregaría a la primera persona que se atraviese por su camino. Necesitaba dejarla con alguien que sí la quisiera.

Jennae, su prima, nunca fue una opción. A ella ni siquiera le gustaban sus propios hijos, y jamás aceptaría cuidar uno ajeno. Kendra suspiró, recordando a la madre de Patrick, y el entusiasmo con que la recibió meses atrás. Esther era la persona ideal para cuidarla, y darle todo el amor que ella no podía. Ella era la candidata perfecta. 

Kendra se limpió y arregló apenas amaneció; y tomó una de las canastas que había en la cocina. Acomodó una manta en su interior, improvisando un pequeño colchón, antes de arropar a la bebé. Cambió su pañal por última vez, y le puso la ropa usada que su prima le regaló. Envolvió a la pequeña con una cobija, acomodándola en el cesto con cuidado. Ya estaban listas para salir.

Kendra le pidió al esposo de su prima que la lleve a Sarauta en su carreta, pagándole con una moneda de plata. Después que fracasó en su intento por perder el embarazo, cambió el oro que le quedaba por monedas de menor valor. Trató de estirar el dinero lo más que pudo, y se le acabaría en cualquier momento. Necesitaba hallar un trabajo pronto.

La joven se acomodó en la carreta, colocando la canasta sobre sus piernas. La bebé se veía mucho más bonita bajo la luz del sol, y ella esbozó una sonrisa al observarla. La tapó con una pequeña manta rosa que ella misma tejió, cuando todavía tenía la esperanza de formar una familia con Patrick. Casi parecía que transcurrió una eternidad desde eso, y prefirió no pensar más. Una sensación de tristeza la embargó desde que salió de su habitación, y no deseaba ponerse a llorar antes de hablar con Esther.

Kendra bajó con cuidado, llevando la canasta en brazos. Todavía se sentía débil por haber dado a luz, y esperaba no demorar mucho. Quería regresar pronto a descansar. Ella tocó la puerta con el pie, escuchando una voz responderle desde el interior. Por suerte, ella sí estaba en casa.

─Kendra... ─Esther la saludó, sorprendida─. ¿Qué haces aquí?

─He venido a presentarte a tu nieta─, sonrió, señalando el cesto─. ¿Podemos pasar?

─¡Claro! ─Exclamó feliz─. Vengan, prepararé algo de comer.

Kendra agradeció, sentándose en uno de los muebles de la sala. Dejó la canasta a su lado, notando que la bebé acababa de despertar. La observó parpadear un par de veces, y apreció el color miel de sus ojos. Ese era el rasgo más bonito que tenía, y el único que heredó de Patrick. Ella sería una niña hermosa cuando creciera.

«Nunca quisiste aceptar que era tu hija ─Kendra pensó, dolida─. Pero cualquiera que viera sus ojos, se daría cuenta de la verdad.»

La joven comenzó a mecer la canasta antes que la bebé llore, y esperó que se durmiera pronto. No quería darle pecho, ni tardar más de lo previsto. Ella debía hablar con Esther cuanto antes.

─¿Cómo se llama? ─Curioseó la mujer, ingresando con un pequeño plato de galletas.

Kendra tardó un par de segundos en asimilar la pregunta, sin saber qué responder. Comió una galleta, oyendo su estómago rugir. No había desayunado, y le ardía del hambre que tenía. Ella terminó de masticar, y sacó a la niña cuidadosamente de la canasta. 

─Todavía no tiene nombre ─confesó, elevando el rostro─. No he decidido aún.

─Pues deberías ponerle un nombre lo más pronto posible─. Esther la regañó─. Ella necesita comenzar a acostumbrarse a ser llamada de algún modo. ─Aseveró─. Por cierto, ¿cuándo nació?

─Hace cuatro días ─musitó, entregándosela─. Es tan pequeña, que me da miedo lastimarla.

Esther rio, tomando a la bebé en brazos. Sostuvo una de sus manitos, sintiendo una pizca de nostalgia cuando ella apretó su pulgar. La mujer acarició su rostro con suavidad, viéndola sonreír.

─Es una bebé muy bonita─. Comentó alegre─. Es idéntica a ti, pero con los ojos de mi hijo. Patrick habría estado contento de ver la pequeña tan hermosa que le diste. Siempre dijo que quería formar una familia grande.

─Apuesto a que sí─. Mintió.

Kendra soltó una leve risa amarga, y sacudió la cabeza. Él quería una familia, pero no con ella. Para Patrick, solo existía Rosalie.

─Esther, hay algo que necesito pedirte, y ese es el principal motivo por el que estoy aquí─. Habló de golpe, inclinándose hacia adelante─. Quisiera que te hicieras cargo de la niña, y la criaras como si fuera tuya─. Habló suplicante─. Yo no la puedo tener.

─¿Qué? ─Ella cuestionó, escandalizada─. Kendra, ¿qué estás diciendo? No puedes abandonar a tu hija.

─Pero tampoco puedo criarla ─repuso firme, viéndola a los ojos─. No me siento lista para ser mamá.

─Sé que tienes miedo, pero huir no es la solución─. Esther razonó─. Mi propuesta de vivir aquí sigue en pie. Ven conmigo, y juntas podremos hacer lo mejor por ella.

Kendra negó, sintiendo los ojos arderle.
─¿Es que no lo entiendes? ─Consultó con dolor─. Yo no tengo nada que ofrecerle. No tengo trabajo, ni casa; ni siquiera tengo una buena reputación... ─susurró, comenzando a sollozar─. Jamás podría ser una buena madre.

─Todo eso se puede superar; yo te ayudaré─. Esther intentó convencerla─. Lo mejor para tu hija, es crecer al lado de su madre.

─Lo mejor para ella, es crecer al lado de alguien que sí la quiera─. Musitó, secando sus lágrimas─. Y, lastimosamente, esa no soy yo.

─Kendra...

─Por favor, dime que sí la vas a cuidar─. Imploró, tomándola del brazo─. Yo necesito dejarla en buenas manos, con alguien que pueda darle el amor que no tengo.

Esther soltó un largo suspiro, escaneando el rostro de la chica. Vio la desesperación en cada una de sus facciones, y se apiadó de Kendra. Esther estuvo en la misma situación, y la comprendía. Ella pasó saliva con dificultad, recordando el día que Patrick nació. Él ya no estaba, pero viviría en el recuerdo de su hija. Y ella se aseguraría de hacer un mejor trabajo esa vez. No permitiría que su nieta se corrompiera al igual que él. 

─Está... está bien ─respondió, dudosa─. Déjala conmigo, yo la criaré. 

─Muchas gracias, Esther─. Kendra la abrazó, sintiendo su corazón agitarse─. Sé que la bebé estará mejor bajo tu cuidado. 

─¿Te gustaría despedirte de ella? ─Consultó─. ¿Quieres cargarla una última vez?

La mujer no le dio opción a responder, y volvió a colocar a la bebé en sus brazos. Kendra la observó moverse, y apretó su agarre para que no se le fuera a caer. Unas leves ganas de llorar la inundaron, notando que la pequeña empezó a mover los labios como si estuviera comiendo. Ella la vio abrir los ojos, dándose cuenta que era la bebé más hermosa que existía. No se comparaba con ninguno de los hijos de su prima, y una sensación extraña se apoderó de ella. Por un breve instante, se arrepintió de lo que estaba haciendo. 

La pequeña la observó durante varios segundos, esbozando una leve sonrisa. Kendra sintió sus ojos llenarse de lágrimas, y volvió a dejarla en la canasta. Ella negó con la cabeza, recordando todos los motivos que la llevaron a visitar a Esther. Necesitaba salir de ahí antes que cambiara por completo de opinión. Muchas ideas se mezclaron en su mente, y no podía pensar con claridad. Ella no creyó que todo se complicaría al final. 

─Lo mejor será que me vaya─. Susurró, limpiando su rostro e intentando que no se le quiebre la voz─. Muchas gracias por esto. 

─Las puertas de mi hogar siempre estarán abiertas para ti ─Esther le recalcó─. Puedes regresar cuando quieras. Eres bienvenida aquí. 

Kendra asintió a modo de despedida, sintiéndose incapaz de responder otra cosa sin sollozar. Salió con prisa de la casa, subiendo a la carreta antes que la mujer pudiera decirle algo más. El esposo de su prima emprendió la marcha, y ella ocultó su rostro entre sus manos. No sabía por qué, pero quería llorar. Cada instante que pasaba, solo sentía más dolor. 

─¿Dónde dejaste a la niña? ─Él le preguntó, tras varios minutos─. ¿Por qué ya no la tienes?

─Porque ella ya no es mía─. Habló bajo─. Se la di a alguien que sí la va a querer. 

─Espero hayas sacado un buen dinero de eso─. El hombre se rio, golpeando al burro para que fuera más rápido─. Conociéndote, no creo que la hayas entregado sin esperar algo a cambio. 

Kendra prefirió no responder, abrazándose a sí misma. Se acomodó sobre la madera, viendo por el rabillo del ojo una tela rosada. Se estiró para tomarla, dándose cuenta que era la manta que tejió. Ella la olió con suavidad, percibiendo que el aroma de la bebé seguía impregnado en esta. Se le había caído al momento de bajar.

Kendra no pudo contenerse más, y comenzó a llorar. Sostuvo la manta con todas sus fuerzas, dejando salir las lágrimas que llevaba conteniendo por horas. Era la primera vez que experimentaba un dolor de esa magnitud, y continuaba sin explicarse el por qué. Kendra jamás quiso a la niña; sin embargo, le quemaba en el alma haberse deshecho de ella. 

La joven continuó sollozando en voz baja, con la cabeza llena de ideas. Le parecía irónico que tuvo que regalar a su hija para aceptar su maternidad, pero ya no podía arrepentirse. La bebé era tan pura e inocente, que se convenció a sí misma que mantenerla a su lado solo la condenaría. Después de todas las cosas malas que hizo en el pasado, quiso hacer una sola bien. Le daría a su hija la oportunidad de crecer con alguien que siempre la amaría. 

Kendra sorbió por la nariz, aclarándose la garganta. Los errores que cometió la perseguirían por siempre, pero sintió que había uno que debía enmendar. Necesitaba aclarar la intriga que Patrick armó, y que terminó por maldecirla. Aunque no ganaría nada, tendría la satisfacción de haber dicho la verdad. 

─Llévame al castillo de los reyes─. Ordenó, acercándose al esposo de su prima. 

─¿Qué? ─Él se extrañó─. ¿Acaso no te prohibieron entrar ahí?

─Eso a ti no te importa─. Ella engrosó la voz─. Llévame allá; no tardaré mucho. 

El hombre soltó un largo quejido, asiendo las riendas del burro para cambiar de dirección. Kendra se acomodó en la carreta, tratando de dejar de llorar. Se secó con la manta, y la dobló con cuidado, guardándola en el bolsillo de su vestido. No quería perderla. 

Kendra le rogó a Chadburn llamar a la reina para conversar con ella, y tuvo que quedarse en la entrada principal. Los guardias la observaban fijamente, de forma acusatoria. Ella sacudió la cabeza, restándoles importancia. Esperaba que sus ojos se hubieran deshinchado, y planeó qué decir. Después de todo lo que sollozó, necesitaba ordenar sus ideas. 

Amelie salió del castillo con paso firme, llevando a Jeremy en sus brazos. La sangre le hirvió cuando escuchó el nombre de Kendra, y le sorprendió su descaro al volver a aparecerse por ahí. Meció a su bebé con cuidado, viéndolo sonreír. Apenas había terminado de darle de lactar, y no quería dejarlo solo.

─¿Qué quieres? ─Ella preguntó con rudeza, recordando el día que la vio besando a Tristán─. ¿A qué has venido?

Kendra desvió la mirada unos segundos, notando la molestia en sus palabras. Ella no la juzgaba, y comprendía su forma de actuar. Era entendible después de todo lo que le pasó.

─Mi reina, buenos días─ hizo una reverencia─. Estoy aquí para disculparme con usted. Quisiera que me perdone por todo lo que pasó meses atrás.

─Sí sabes que eso no te devolverá tu empleo, ¿verdad? ─Amy cuestionó, sin comprender sus palabras─. Dejé en claro que no podías regresar a este castillo.

Kendra asintió lentamente, viéndola a los ojos.
─Lo sé, y no espero que me contrate de nuevo─. Respondió bajo─. Yo solo quiero que me disculpe, y contarle la verdad de cómo sucedió todo─. Habló sincera─. No le voy a pedir nada a cambio.

Amelie dio un paso hacia adelante, acurrucando a Jeremy en sus brazos. Sentía curiosidad por lo que decía, y resolvió escucharla. 

─¿A qué verdad te refieres? ─Preguntó finalmente.

─Al día en que usted me vio besando al rey─. Musitó, con la frente en alto─. Si yo entré a esa habitación, fue porque Patrick me pagó para hacerlo─. Confesó─. Su ex novio fue quien me contrató para seducir a Dominic. Patrick estaba convencido que usted volvería con él si creía que el rey le era infiel conmigo. 

Amy sintió que le faltó el aire un par de segundos, y se plantó con fuerza para no caer. Ella ya imaginaba que Patrick tuvo algo que ver en eso, pero no creyó que sus sospechas fueran ciertas. Además, pensar en él siempre la ponía mal. Después de lo que sucedió en el bosque, el rostro de Patrick la atormentaba en sueños. En sus pesadillas; él siempre conseguía arrebatarle a su bebé. Era por eso que ella no se quería separar de Jeremy. Aunque Patrick ya estaba muerto, no se arriesgaría a que algo le pase a su hijo. 

─¿Ustedes se conocían? ─Amelie preguntó tras varios segundos─. ¿Cómo fueron capaces de planear algo así?

Kendra asintió con pena, sorbiendo por la nariz.
─Lo conocí cuando usted me envió a Sarauta a devolver los mapas─. Respondió─. Nosotros mantuvimos una relación por varios meses; pero nada de esto fue mi idea─. Aseguró, pasando saliva con dificultad─. Patrick me manipuló para hacerlo; es por eso que me esto disculpando con usted. Yo realmente estoy arrepentida de lo que ocurrió.

Amelie carraspeó, negando suavemente. Esos días fueron horribles para ella, y sus ojos comenzaron a arder cuando recordó las peleas que tuvo con Tristán. Todos los insultos que se dijeron por días, parecían insignificantes al lado de una supuesta infidelidad. Sin embargo, ahora comprendía el panorama con claridad; y se sentía como una idiota por haber caído en su trampa con tanta facilidad. 

─El día que te encontré con Dominic, era muy importante para nosotros. Yo le iba a contar que estaba embarazada, y quería celebrar con él─. Amelie narró, limpiando sus lágrimas─. Yo lo odié con todo mi ser; y Dominic estuvo a punto de irse sin saber que tendríamos un bebé─ musitó, pensando en el portal. 

─Yo lo sé, y lo lamento mucho─. Kendra trató de acercarse, pero Amy retrocedió─. Sé que estuvo mal lo que hice, y no busco justificarme. Solo quiero tener mi conciencia tranquila. Perdóneme, por favor─ suplicó─. Estoy arrepentida de todos los errores que cometí en el pasado. 

Amelie bajó la mirada a Jeremy, sintiendo la ira desaparecer al verlo dormir entre sus brazos. Besó su frente con suavidad, cubriéndolo con la manta que tenía. 

─Yo estuve a punto de perderlo─. Amy habló con dolor, sin dejar de observarlo─. Después de lo que Patrick hizo, mi bebé estuvo a punto de morir en mi vientre─. Confesó, girando el rostro hacia ella─. Yo no me siento lista para disculparte, Kendra; ni tampoco puedo fingir que esto no pasó. Sin embargo, agradezco que hayas venido hasta aquí─. Afirmó─. Aprecio que decidieras contar la verdad. 

Kendra asintió levemente, notando su ser más tranquilo. No era la respuesta que esperaba, pero se contentaba con haber conversado con la reina. Rosalie no era tan mala como creyó al inicio, y lamentaba ya no trabajar para ella. Su vida sería tan diferente si no hubiera sido tan ambiciosa. 

─No se preocupe, mi reina. Gracias a usted por recibirme─ le sonrió─. Por cierto, su hijo es muy hermoso─. Confesó, inclinándose para observarlo mejor─. Es un honor poder conocer al príncipe.

─Nació hace dos semanas─. Amy musitó con una sonrisa─. Y veo que tú también tuviste un hijo.

─¿Cómo lo sabe? ─Kendra se extrañó. 

─Se te está cayendo la leche─. Amy respondió con incomodidad, desviando el rostro─. Deberías cambiarte el vestido.

Kendra llevó la vista a su ropa, notando las manchas de leche. Acomodó su cabello hacia adelante, cubriendo su pecho. Era la primera vez que le pasaba algo como eso y sintió su rostro enrojecerse de vergüenza. Ella no esperaba causar un espectáculo así. 

─Yo tuve una hija con Patrick─. Confesó, cruzándose de brazos─. Pero ella ya no es mía. Se la entregué a alguien más.

─¿Regalaste a tu bebé? ─Amelie consultó, sorprendida.

─Fue lo mejor para las dos─. Musitó, conteniendo las ganas de volver a llorar─. Yo no podía darle un hogar, y ella no merecía crecer al lado de alguien como yo─. Se sinceró─. La niña merece estar con alguien que sí la quiera.

Amelie no supo qué más decir, y sintió que un nudo se le formaba en la garganta. La chica que despidió meses atrás era completamente diferente a la que se encontraba frente suyo en esos momentos. Kendra se veía rota; herida en todos los sentidos. Parecía que entregar a su hija a alguien más le dolió más de lo que expresó. 

Kendra hizo una reverencia antes de despedirse de la reina, agradeciéndole por el tiempo que le dedicó. Regresó a la carreta, indicándole al esposo de su prima que ya podían volver a su hogar. Ella se acomodó en una de las esquinas, sacando la manta de su bolsillo. Se aferró a esta con fuerza, llorando una vez más. El dolor no se iba, y solo quería dejar salir la opresión que tenía dentro. 

Un nombre llegó a su mente minutos después; sin entender de dónde se le ocurrió. Kendra observó la manta con pena, y mojó sus labios. Ese era el único recuerdo que le quedaba de ella, y decidió que lo conservaría por siempre.  

─Keira ─susurró, pensando en su hija─. Keira.

Kendra sollozó una vez más, agachando el rostro. Aunque ya era tarde, finalmente había encontrado un nombre para su bebé. 


¡Hola!

Aquí tenemos el primer extra de la historia. 

Quienes me siguen en IG, saben que teníamos este capítulo pendiente. ¿Qué les pareció? 
Dejen sus opiniones aquí. 

Espero disfruten de la lectura, y muy pronto tendremos noticias del 2do libro, basado en la vida de Rosalie y Dominic.

Estaré respondiendo preguntas en IG, al igual que cada vez que actualizo un capítulo. Así que los veo por allá. 

Les mando un abrazote
Nos leemos pronto.

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