CAPÍTULO 57
El viento sopló con suavidad, meciendo la copa de los árboles. La primavera se acercaba a la isla, y la temperatura aumentaba cada día más. Los campos del ducado de Gealacht empezarían a dar frutas muy pronto, dando inicio a la temporada de cosecha. Todo florecería en esa zona del reino.
Desde que Tristán encontró la bujía, se había mantenido cerca de las tierras de Brad. Limitó el área de búsqueda a los condados más cercanos, y trazó una ruta para recorrerlos todos antes que se le termine el tiempo. La semana pasó demasiado rápido, y solo faltaban dos días para regresar al castillo. Él necesitaba hallar algo pronto; no quería volver sin algún dato nuevo. Debía encontrar, al menos, una pista más.
Tristán le había encargado a Bradford la supervisión del hospital, mientras él investigaba los alrededores. Ese día le tocaba ir a la parte occidental, revisando los límites con el poblado de Itace. Se encontraba a más de una hora de distancia de la construcción, y ya le faltaba poco para llegar. Sin embargo, comenzaba a sentirse desanimado con la búsqueda. A pesar de sus esfuerzos por cubrir nuevos territorios a diario, el resultado siempre era el mismo. No lograba encontrar el portal.
Tristán bajó de su caballo, divisando un bosque a lo lejos. Decidió continuar a pie, acercándose con cautela. Era la primera vez que llegaba hasta ahí, y tuvo curiosidad por recorrer su interior. Él no sabía si todavía se encontraba en los territorios de Brad, pero no le dio mucha importancia. Fueran de quien fueran, iba a entrar.
El joven jaló al caballo por las riendas, amarrándolo a uno de los árboles para que no escape. Bebió un poco de agua, y tomó su morral antes de avanzar. El pasto estaba bastante crecido, impidiéndole caminar con facilidad. Las enredaderas se le atascaban en los pies, y él tuvo que aferrarse a las ramas para lograr continuar. Nunca antes estuvo en un lugar similar, y por un segundo, temió perderse. Ese bosque era diferente a los demás que había recorrido.
Los árboles eran tupidos, y opacaban la claridad de la mañana con sus copas. Varias lianas colgaban a su alrededor, volviendo más denso el follaje. Tristán frenó en seco, dándose cuenta que todo se veía igual. Él no tendría forma de regresar si continuaba avanzando sin un rumbo fijo, y carraspeó. No sabía qué tan profundo era el bosque, y se alarmó al no ver su caballo. Aunque caminó poco, se sentía desorientado. Ya no sabía en qué dirección continuar.
Tris respiró lento, intentando mantener la calma. Divisó varias flores moradas en el pasto y se agachó, teniendo una idea. Arrancó un puñado de ellas, decidiendo frotarlas sobre los troncos de los árboles que veía. Los pigmentos de la planta se impregnaron con facilidad, creando manchas violáceas. No era mucho, pero lograría guiarse al momento de regresar. Se había olvidado de llevar los mapas esa mañana, y no encontró mejor forma de señalar su camino.
Tristán guardó varias flores en el morral y continuó; marcando todos los árboles que veía. Sintió una leve corriente de aire, y tiritó. Estaba frío ahí dentro. Él tosió, más confundido que antes. Ya no diferenciaba el norte del sur, y la poca luz lo desconcertaba más. Tris pasó una mano por su cabello, resolviendo avanzar en línea recta hasta donde sea que terminase el bosque. Ir en zigzag lo perdería más rápido.
Un tenue brillo se vislumbraba varios metros adelante, tras dos árboles frondosos. Tristán supuso que ese era el final, y rompió las ramas que se le interponían para despejar el camino. Las tiró al suelo, dándose cuenta que acababa de llegar a un claro. Parpadeó un par de veces y frotó sus ojos, acostumbrándose de nuevo a la luz del sol. Un escalofrío lo recorrió, haciéndole notar que no era la única presencia en ese lugar.
El corazón de Tristán se detuvo un instante, y él olvidó cómo respirar. Sus sentidos se paralizaron, dejándolo inmóvil algunos segundos. Tris tomó una bocanada de aire, tratando de asimilar lo que veía. Lo que tanto buscó estaba ahí; y era tal y como Dominic lo describió. De color blanco, y flotaba en el aire. Era más brillante de lo que pensó, y él sonrió ampliamente. Finalmente, lo había encontrado. Frente suyo, estaba el portal.
Tristán avanzó cauteloso, esperando que este no desapareciera de nuevo. Lo admiró a la distancia, cuidando de no acercarse demasiado. A pesar de sentirse tentado a tocarlo, apretó las manos, conteniéndose con todas sus fuerzas. No podía arriesgarse a terminar en otro mundo diferente, dejando a Amelie sola ahí. Él temía que el portal solo funcionase una vez, y se cerrara después de intentar cruzarlo. No sabía cómo, pero debía hallar la forma de anclarlo.
─Necesito que te quedes ahí hasta que pueda traer a Amy─. Le habló, decidido─. No me iré sin ella.
El joven notó que seis rocas grandes, de medio metro de altura, cercaban el lugar. Estaban separadas por la misma distancia, en una disposición similar a los monolitos del Campo de las Estrellas. Él se sentó con lentitud sobre una, pensando en qué hacer. Necesitaba estudiar el portal, pero no sabía cómo. Debía tener cuidado, y actuar con cautela. Un movimiento en falso podría hacerlo cambiar de lugar, y volvería al inicio. No podía permitir que eso sucediera.
Tristán frotó sus sienes, sin que nada se le ocurriera. Recordó que tenía el morral colgado, y lo abrió; buscando algo en su interior. Sacó una pequeña bolsa de tela, observando las seis piedras que desenterró con Amelie. Él las cargaba cada vez que salía, creyendo que le servirían de algo. Suponía que, si los antiguos sabios las escondieron tan celosamente, fue porque eran importantes.
Tris se levantó, estirando un brazo hacia el portal. No sabía qué esperar, pero quería ver si las gemas reaccionaban al estar cerca. Él resopló, frustrado. No ocurrió nada. Las piedras debían funcionar de otra forma, pero no sabía cómo.
《Tal vez no sea nada, pero si unimos con una línea los monolitos donde iban las piedras, se forma una estrella de seis puntas.》
Las palabras de Amy flotaron en su mente, y él buscó el papel donde anotaba los significados de los jeroglíficos. Leyó toda la información que recabó a lo largo de los meses, observando el dibujo que ella realizó. Quizás, las piedras no eran para abrir el portal, sino para evitar que desapareciera. No tenía la certeza de lo que haría, pero tampoco perdería nada intentándolo. No le quedaban muchas opciones.
Tristán notó que el portal estaba a casi metro y medio del suelo, y tomó aire. Se tiró al suelo, empezando a arrastrarse por el pasto mientras acomodaba las joyas. Su pulso estaba agitado, y se sentía nervioso. Esperaba que el portal no cambiase de lugar, ni fuera a absorberlo. Se encontraba en una cuerda floja.
El joven se puso de cuclillas antes de ubicar la última piedra, y dio un salto hacia atrás. La tierra tembló levemente, y las seis gemas se elevaron varios centímetros en el aire. Empezaron a brillar, uniéndose por hilillos de luces de colores. Una estela de luz blanca salió del portal, haciendo contacto con el pasto. El suelo tembló una vez más, antes que todo volviera a la calma. El portal se agrandó un par de centímetros, quedándose estático en su sitio. Ya no había forma de moverlo; estaba anclado.
─¡Lo logré! ─Exclamó Tristán, emocionado─. Finalmente lo logré.
Tris se levantó del pasto, orgulloso de lo que consiguió. Después de mucho, las cosas empezaban a salirle bien. El portal estaba en sus manos, y este ya no podía cerrarse, ni ir a otro lugar. Faltaba muy poco para que él regrese a la normalidad, y deje atrás la locura que vivió los últimos meses. Su vida se acomodaría en cuestión de días.
Tristán pensó en Amelie, y sonrió. Le hubiera gustado que ella estuviese a su lado, y encontrar la salida juntos. Si no fuera por todo lo que Amy descubrió, jamás habría logrado descifrar la mitad de las pistas que tenían. Ambos emprendieron esa búsqueda juntos, y merecían celebrarlo. Él se encargaría de festejar la noticia cuando regrese al castillo.
El joven caminó hasta el morral, y sacó la bujía. Era momento de probar cómo funcionaba el portal, y creyó que lo más fácil sería hacerlo con un objeto que perteneciera al mundo real. Tristán se colocó a varios metros, lanzando la pieza con fuerza. La observó chocar contra la luz, como si fuera un elástico, y regresar con la misma fuerza en su dirección. Él se agachó, evitando el impacto. No comprendía lo que acababa de pasar.
Tristán recogió la bujía, arrojándola dos veces más. Sin embargo, el resultado era el mismo. Él tomó una de las ramas que rompió, viendo que esta rebotaba también. No importaba qué cosa lanzara, ninguno atravesaba el portal.
─Si los objetos no logran pasar, quizás las personas tampoco─. Teorizó, asustado.
Tris dio un par de vueltas por el claro, meditando qué hacer. No servía de nada haber encontrado el portal, si este no le permitía cruzar hacia su realidad. Él cerró los ojos un segundo, intentando recordar lo que leyó. Quizás hacía falta un conjuro, o algo más que pudiera activarlo. Debía existir alguna solución...
─¡Dominic! ─Alguien gritó tras él, sacándolo de sus pensamientos─. Dominic, ¿qué es este lugar?
Tristán se sobresaltó, viendo a Bradford acercarse a él. No esperaba que lo siguiera.
─Brad, ¿qué haces aquí? ─Cuestionó, escudando el portal con su cuerpo─. ¿Cómo me encontraste?
─Llevo casi dos horas buscándote─. Respondió serio─. El jefe de la obra me mandó a buscarte, quiere que revises algo en los planos.
Tris maldijo por lo bajo, pasando una mano por su rostro. Eso no era tan importante.
─Brad, por favor encárgate tú─. Pidió, irritado─. Estoy muy ocupado ahora.
Brad sacudió la cabeza, empujando a su amigo hacia un costado. Notó una gran esfera de luz blanca, flotando a la mitad del lugar, y quiso acercarse más. A pesar del miedo que sintió en un inicio por estar en esa zona, ahora solo tenía curiosidad. Las leyendas que envolvían el bosque de Kletva aterrorizaron a los pobladores de Gealacht por generaciones; sobre todo a los Ramsey. Ellos tenían prohibido ingresar ahí; aunque nadie se acercaba de todos modos.
El padre de Bradford era un hombre supersticioso, y siempre le hizo jurar que se mantendría alejado de ese bosque. Ese era el único territorio de la isla que no le pertenecía a ninguna familia, y sus tierras eran consideradas malditas. El joven mantuvo su promesa lo más que pudo, pero esa mañana fue diferente. Algo en el aura del lugar lo invitó a entrar.
Bradford llevaba más de dos horas buscando a su amigo, cuando vio su caballo amarrado a uno de los árboles. Él se acercó a la entrada también, sintiendo una ráfaga de aire. Aunque las leyendas que escuchó resonaron en su mente, la curiosidad pudo más. Quería saber el porqué todos temían siquiera hablar de ese bosque.
Tristán observó a Brad estirar un brazo, intentando tocar el portal. Él lo jaló hacia atrás, alejándolo. Tris maldijo mentalmente, sin saber qué hacer con su amigo. Su presencia lo desconcentraba, y no podía pensar con claridad. Necesitaba sacarlo del bosque lo más pronto posible.
─Bradford, tienes que irte─. Advirtió, guiándolo hacia la entrada─. No puedes estar aquí. Regresa a la construcción; los alcanzaré pronto.
Brad se soltó de su agarre, frunciendo el ceño. No comprendió la reacción de su amigo.
─Dominic, ¿qué estabas haciendo aquí? ─Inquirió, cruzándose de brazos─. ¿Por qué entraste al bosque de Kletva?
Tristán carraspeó, pensando qué responder.
─Buscaba algo─. Respondió serio, sin querer dar más explicaciones─. Además, ¿por qué te sorprende que esté aquí?
─¿Acaso ya olvidaste lo que se dice de este lugar? ─Brad consultó, incrédulo─. Estas tierras están malditas. Las personas que entran, no vuelven a salir─. Le recordó─. Y quienes lo hacen, enloquecen.
Tristán levantó las cejas, sorprendido por lo que escuchó. Nunca creyó que existiera una leyenda urbana rodeando aquel bosque. Al menos, eso le garantizaba que nadie más se acercaría ahí. No podía dejar que los pobladores supieran de la existencia del portal.
─Si dices que este lugar está maldito, ¿por qué tú también ingresaste? ─Preguntó, esperando que él se fuera pronto.
Brad se encogió de hombros, haciendo un gesto despreocupado. Él tampoco sabía la razón.
─Algo me invitó a hacerlo─. Mencionó, sentándose sobre una de las rocas─. Sentí una ráfaga de aire, y solo quise entrar.
Tris se recostó sobre uno de los árboles, pensando en las palabras de su amigo. Quizás, no se trataba de una simple leyenda, y sí existía una maldición tras ese bosque. Esa podría ser la información que le faltaba para activar el portal.
─¿Qué sabes de este lugar? ─Preguntó─. ¿Desde cuándo está maldito?
Brad recordó las palabras de su padre y sus maestros, ordenando sus ideas. Le parecía extraño que Dominic se interesara en conocer la historia del bosque de Kletva. A él nunca le importaron ese tipo de cosas.
─Este es el bosque donde los sabios se escondieron cuando llegaron los colonizadores─. Narró, pensando en todo lo que aprendió en la escuela─. Vinieron aquí después que los expulsaron del oráculo, y maldijeron la tierra para que nadie los encuentre. Nunca se supo qué tipo de hechizo utilizaron, pero nadie se atrevió a entrar a este lugar después de eso.
Tris se inclinó hacia adelante, intrigado.
─¿Oráculo? ─Consultó─. ¿Cuál oráculo?
─El que se encuentra en Sarauta─. Respondió, mirando hacia el cielo─. No recuerdo el nombre, pero tiene que ver con las estrellas.
Tristán carraspeó, sin creer lo que oía. El Campo de las Estrellas era un oráculo, y ambos lugares estaban conectados. Todo comenzaba a tomar sentido en su cabeza, y comprendió por qué las piedras funcionaron. Tal vez, esa maldición fue lo que abrió el portal.
─¿Sabes qué pasó con los sabios después de venir aquí? ─Preguntó, girando en su dirección─. ¿Lograron escapar de los colonizadores?
Bradford negó; encogiéndose de hombros.
─No se sabe─. Respondió, llevando la vista a la luz─. Algunas versiones dicen que lograron escapar; y otras, que los mataron y fue su sangre la que empezó la maldición. Nadie conoce con exactitud lo que sucedió.
Tristán asintió, imaginando qué fue lo que pudo haber ocurrido. Si el plan de los sabios era escapar de los colonizadores, él creyó que lo más probable, era que hubiesen creado un portal que los lleve a cualquier lugar lejano. Tris pasó una mano por su cabello, sintiendo que descubrió la verdad. El poder de los primeros pobladores era más grande de lo que supuso.
《Ellos se fueron, pero nunca cerraron el portal─. Pensó, anonadado─. La puerta quedó abierta en ambos mundos. 》
Tristán se aclaró la garganta, dando un paso hacia adelante.
─¿Somos los primeros en entrar aquí? ─Inquirió─. ¿Nadie más se había atrevido a venir?
Brad sacudió la cabeza, riendo. No podía creer que Dominic hubiera olvidado lo que les pasó hacía años. A pesar que él tenía dieciséis en ese entonces, siempre tendría presente el momento en que descubrió que las leyendas eran ciertas. Su padre no mentía.
─¿Ya no recuerdas al viejo Erick? ─Preguntó, cruzándose de brazos─. El loco que vive a las afueras del mercado de Tyregrew; y nos persiguió cuando te acompañé a ver a Delilah.
Tristán ladeó la cabeza, fingiendo saber de lo que hablaba.
─Claro─. Respondió confiado─. ¿Qué pasa con él?
Bradford pensó en todo lo que les contó Delilah esa tarde, y cómo su historia coincidía con las leyendas de Gealacht. Aunque sus territorios quedaban bastante lejos, los relatos encajaban.
─Delilah nos contó que él fue la última persona que entró a este bosque, cuando todavía era un niño─. Narró, poniéndose de pie─. Pasó tres días perdido, y enloqueció cuando logró salir. No reconocía a su familia, y decía que esa no era su casa─. Se cruzó de brazos─. Incluso, se cambió de nombre─. Continuó─. No sé cuál era el verdadero, pero fue él quien exigió que lo llamen Erick. No respondía de otra forma.
Tristán resopló, confirmando su teoría. El portal continuaba en ese lado de la isla, llevando a las personas a su mundo. Estaba seguro que aquel hombre no estaba loco, y que todo lo que decía era verdad. Thomas y Anna lo trataron de la misma manera cuando él despertó en el cuerpo de Dominic.
─¿Sabes si Erick sigue vivo? ─Consultó, volviendo a la realidad─. ¿Crees que quiera hablar con nosotros?
Brad soltó una carcajada, suponiendo que su amigo bromeaba.
─¿De verdad quieres ir a Tyregrew? ─Preguntó, burlón─. Aunque ahora seas el rey, imagino que el padre de Delilah todavía querrá ver tu cabeza sobre una bandeja de plata─. Se rio.
Tristán fingió reírse, sin comprender el comentario de su amigo. Él no sabía qué clase de problemas tuvo Dominic con Delilah, pero era la segunda vez que escuchaba su nombre. Resolvió no darle más importancia a eso, creyendo que no tendría mayor relevancia lo que ocurrió en el pasado. Él estaba con Amelie ahora, y solo tenía ojos para ella.
Bradford aprovechó que Dominic se veía distraído, para acercarse nuevamente a la luz. Era tan grande y tan blanca, que las ganas de tocarla regresaron a él. El poder que irradiaba era cautivante, y recordó cuando salió a montar con su amigo, meses atrás.
─¿Esta es la luz que viste el día del accidente? ─Preguntó, sin quitarle los ojos de encima─. ¿Has intentado tocarla?
Tristán sacudió la cabeza al escuchar a su amigo, viéndolo cerca del portal. Brad parecía absorto con la luz de este, y una idea llegó a su mente. Tris sabía que lo que haría estaba mal, pero no le quedaba otra alternativa. Él no podía arriesgarse a cruzarlo, pero Bradford sí. La única manera de saber cómo funcionaba el portal, era que alguien más lo intente por él. Solo así podría descubrir qué era lo que sucedía cuando un humano trataba de entrar.
─Creo que sí─. Tristán respondió, colocándose detrás de él─. Bradford, perdóname.
─¿Por qué? ─Él no volteó.
─Por lo que voy a hacer.
Tristán empujó a su amigo con fuerza hacia el portal, sin pensarlo demasiado. Aunque se enfrentaba a la posibilidad de enviar a Bradford de forma irreversible, necesitaba descubrir la verdad. El viaje no era peligroso; al menos, para él no lo fue, y esperaba que las cosas fueran iguales para su amigo. Su intención no era matarlo.
Tris observó el brillo del portal aumentar, y retrocedió un par de pasos, cubriendo sus ojos. Vio a Bradford caer pesadamente varios metros hacia atrás, inconsciente. Ocurrió lo mismo que con la bujía; él tampoco logró pasar. Maldijo por lo bajo, sintiendo que el portal verdaderamente estaba cerrado. Debía hallar la forma de activarlo.
Tristán se arrodilló al lado de Brad, sacudiéndolo con fuerza. Necesitaba hacerlo reaccionar, y constatar que se encontraba bien. Aunque el experimento no funcionó, debía ayudarlo a despertar. Tris sostuvo su muñeca, agradeciendo que todavía tenía pulso. Al menos, seguía vivo.
El joven emitió un leve quejido, moviéndose lentamente en el suelo. Parpadeó un par de veces, acostumbrándose a la luz de la mañana. Le dolía todo el cuerpo, y la cabeza le punzaba. No sabía en qué momento se desmayó, y solo trató de aclarar su vista. Elevó un poco la cabeza, sintiéndose confundido por el lugar en el que estaba. No reconocía al joven a su lado, y tampoco se explicaba por qué ya no estaba en la escuela.
─¿Quién eres? ─Preguntó, asustado─. ¿Dónde estoy?
Tristán frunció el ceño, asombrado por lo que escuchaba. Esperaba que él no estuviera jugándole una broma.
─¿Bradford? ─Preguntó, viéndolo a los ojos─. ¿Bradford Ramsey?
El joven negó con lentitud, y se apoyó en sus antebrazos.
─Mi nombre es Everett Shields─. Respondió, en voz baja─. No conozco a nadie llamado Bradford.
Tris suprimió una sonrisa victoriosa. El portal sí funcionaba, pero no de la forma que esperó.
─¿Qué más sabes de ti? ─Consultó, ayudándolo a sentarse─. ¿Cuál es el último recuerdo que tienes antes de despertar aquí?
Él carraspeó, tratando de pensar. La cabeza le dolía más a cada instante.
─Tengo veintiocho años, y soy profesor de educación física─. Dijo tras varios minutos─. Trabajo en una escuela primaria. Tenía clase con los de primero.
《Veintiocho─. Pensó Tris, recordando la diferencia de edad─. Brad tiene veinticuatro. 》
Everett terminó de incorporarse, tallando sus ojos una vez más. No reconocía el lugar en qué estaba, pero el rostro del muchacho a su lado comenzaba a hacérsele conocido. Sentía que lo había visto en algún lado, pero no identificaba en dónde.
─¿Cómo te llamas? ─Inquirió.
Tris se sorprendió por la pregunta, pero resolvió decir su nombre real. Tal vez, él sabría algo de lo que le pasó.
─Tristán Powell─. Respondió─. ¿Por qué? ¿Has escuchado algo de mí?
El joven asintió, doblando las piernas. Ya sabía dónde había visto sus fotos.
─Eres el de las noticias─. Respondió, pasando una mano por su rostro─. Mi novia te hizo un reportaje hace algunas semanas.
─¿Reportaje? ─Él se extrañó─. ¿De qué reportaje estás hablando?
Everett frotó sus sienes, tratando de aliviar el dolor de cabeza.
─Sobreviviente de accidente en carretera gana competencia local de esgrima─. Comentó después de varios minutos─. Ese fue el titular que mi novia escribió. ¿Ya no la recuerdas? ─Cuestionó─. Ella fue quien te entrevistó.
Tristán negó, poniéndose de pie. Todas las hipótesis que tenía regresaron a su mente, dándose cuenta que el accidente sí ocurrió. Sin embargo, ellos nunca desaparecieron. Sus cuerpos seguían en el mundo real, pero con los verdaderos Dominic y Rosalie dentro. Solo las almas podían atravesar el portal.
─Cuando Amy y yo crucemos, volveremos a nuestros cuerpos, y todo será como antes─. Susurró, pasando una mano por su rostro─. Nosotros recuperaremos nuestras vidas.
─¿Qué dijiste? ─Everett se levantó, sin haber escuchado lo que el chico masculló─. A todo esto, ¿dónde estamos? ─Preguntó, observando los árboles a su alrededor─. ¿Cómo llegué aquí?
Tris fingió una sonrisa, y ladeó la cabeza.
─Es complicado de explicar, pero regresarás a casa muy pronto─. Prometió, tomándolo por los hombros─. Gracias por tu ayuda.
Tristán volvió a empujar el cuerpo del muchacho contra el portal, observando que ocurrió lo mismo que la primera vez. Él confiaba que Brad habría recuperado su cuerpo, pero no tenía tiempo de comprobarlo. Debía sacar a su amigo de ahí cuanto antes, y convencerlo que todo fue un sueño. Ahora que sabía que el portal sí funcionaba, debía protegerlo más que antes. No permitiría que nadie más lo encuentre, o vaya a cerrarlo por casualidad. Esa era la única oportunidad que tenía de volver a casa.
Tris arrastró a su amigo por el bosque, intentando llegar a la entrada. Su cuerpo era pesado, y le tomó casi el doble de tiempo salir. Se guió por las marcas que hizo en los árboles con las flores, deteniéndose a la mitad del camino. Dejó caer a Bradford al suelo, golpeándolo una vez. Necesitaba que continúe inconsciente hasta que se hubieran alejado de Kletva.
Tristán acomodó a Brad sobre su caballo, asegurándolo con un par de sogas. Tomó ambos animales, y avanzó lo más rápido que pudo. Caminó por más de quince minutos, escuchando que su amigo comenzaba a balbucear. Frenó en seco, echándolo sobre el pasto. Necesitaba comprobar que sí era él.
─¿Dominic? ─Preguntó el muchacho, recobrando el sentido─. Dominic, ¿qué pasó?
Tris suspiró, aliviado. Todo volvía a ser como antes.
─Te caíste del caballo─. Mintió, ayudándolo a sentarse─. Yo iba de regreso a la construcción, y te vi tirado en el suelo. ¿Estás bien?
Bradford asintió, creyendo que la cabeza le estallaría en cualquier momento. Todo le daba vueltas, y los ojos le ardían. No supo en qué momento cayó del caballo, pero el golpe debió ser bastante fuerte. Sentía que se desmayaría pronto.
─¿Qué recuerdas? ─Preguntó Tristán, con disimulo.
─Es... es extraño─. Brad contestó, tapando sus ojos─. Fue como tener un sueño dentro de otro sueño─. Carraspeó─. Primero estaba aquí, y por algún motivo entramos al bosque de Kletva, pero después se puso peor. Desperté en un lugar extraño, rodeado de niños─. Explicó, pasando una mano por su rostro─. Todos me miraban, y me sostenían por los brazos y piernas. Incluso, habían dos niñas llorando, y pidiéndome que no me muera─. Rio.
Tristán fingió reír, y lo ayudó a subir a su caballo. Montaron con lentitud, demorando un poco más de dos horas en regresar con los obreros. El rostro de Brad recobraba el color, y Tris le invitó agua para que se mantuviera despierto. Por suerte, él se veía bien, y parecía que el dolor había desaparecido. El viaje no tenía daños colaterales.
Tris suspiró, aprovechando el tiempo que estuvo cabalgando para pensar. Finalmente encontró el portal, y aunque seguía emocionado por eso, un leve temor lo inundó. Pensó en Amelie, y sonrió al recordar su sonrisa. Aunque no fue mucho tiempo, esa semana separados le hizo darse cuenta de lo mucho que la extrañaría cuando volviesen al mundo real. Él se había acostumbrado a su presencia, y su aroma. A dormir abrazados por la noche, y despertar juntos cada mañana. Ya no se trataba solo de sexo, ni caricias como al inicio. Hacía mucho que lo suyo era real.
Tristán sacudió la cabeza, imaginando cómo sería todo el día que regresen. A pesar que Amelie siempre le dejó en claro que se iría lejos después de volver, esperaba hacerla cambiar de opinión. Los meses de convivencia a su lado, le enseñaron que eso era lo que quería para el resto de su vida. Además de convertirse en cirujano, él ansiaba formar una familia con ella, en el futuro. Tristán sabía que sería complicado convencerla, pero ya había encontrado la forma de hacer que lo suyo funcione. Le propondría matrimonio una vez que estuvieran en el mundo real.
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