CAPÍTULO 53

Rosalie ingresó en silencio a su casa, agradeciendo que estaba sola. Subió hasta la habitación de Frances, y dejó el cheque de su tercera quincena sobre el tocador. Ella cerró la puerta después de salir, y respiró profundo. Acababa de renunciar, y no sabía cómo darle la noticia a su mamá. 

A pesar que nadie la había vuelto a tocar, Rosie no se acostumbraba a ser volantera. Ella odiaba  ese trabajo cada día más, y solo esperó recibir su último pago antes de hablar con el señor Mayers. Conseguir los números de teléfono de las personas era más difícil de lo que imaginó, y todavía tenía que lidiar con las palabras obscenas de algunos hombres. Rosalie sabía que el dinero que ganaba no valía todo lo que sufría, y resolvió no tolerar más esa situación. Nada la haría cambiar de opinión. 

Rosie se dio una ducha corta, feliz de la decisión que había tomado. Ya no tendría que pasar horas caminando bajo el sol, ni volver a usar el horrible uniforme verde neón que le dieron. Sin embargo, lo que más le alegraba, era saber que ya no tendría que conversar con todas las personas que cruzaban frente suyo. A pesar que ella necesitaría hablar constantemente en el nuevo trabajo que consiguió, confiaba que todo sería diferente. Estaba segura que las cosas mejorarían con ayuda de Cheryl. 

Rosalie había salido con ella un par de días atrás, después de ignorar sus llamadas y mensajes por varias semanas. Cheryl se disculpó en más de una ocasión por lo sucedido en la discoteca; pero ella demoró en volver a confiar en sus palabras. A pesar que Rosalie se dio cuenta que Cheryl no tuvo la culpa de lo que pasó, prefirió mantenerse alejada por un tiempo. Ella tenía muchas cosas en las cuales pensar. 

Rosie y su amiga habían ido a una pizzería en el centro de la ciudad, a dos cuadras de la oficina del señor Mayers. Ella se cambió en el baño del lugar, tras de firmar su salida. Desde el incidente en la cafetería, empezó a llevar ropa en su bolso. No quería volver a pasar vergüenza, ni que la echen de algún lugar solo por la forma en que vestía. Esa regla le parecía tonta, pero no podía hacer nada en su contra. 

Cheryl llegó primero, y esperó a Amelie en la puerta del local. Ella acababa de salir del instituto, y aprovechó que no tenía tareas. Cheryl estudiaba Turismo y Hotelería; y estaba empezando el tercer ciclo. Su carrera duraba cuatro años, y esperaba poder irse de la ciudad después de terminar. 

Rosie la saludó con tranquilidad, entrando primero a la pizzería. El ambiente olía a comida, y se sentía calor. Ella se acomodó en la silla que el mesero le indicó, y sonrió emocionada. Esa sería la primera vez que probaría una pizza. Observó a Cheryl sentarse frente suyo, y acomodó su bolso sobre su regazo. Después de lo ocurrido con Dominic, no quiso volver al "Coffee & Milk".

Cheryl llamó al mozo, pidiendo media pizza americana para las dos. Rosie revisó el menú de bebidas, deteniéndose en la sección para niños. Vio la foto de una gaseosa de color celeste, servida en un vaso grande; con una cereza al fondo. Ella sintió curiosidad, y pidió eso para tomar. Nunca había probado una bebida de ese color. 

El mesero regresó con los pedidos listos; dejándolos sobre la mesa. Cheryl pidió una gaseosa de cola, y rio al ver el vaso de Amelie. No imaginó que su amiga quisiera tomar algo con tantos colorantes. Ella sacudió la cabeza, decidiendo no darle mayor importancia a eso. Empezó a platicar con Amy, poniéndose al día de todo lo que ocurrió en las últimas semanas. Además, había algo que ella quería consultarle. Se había quedado con la duda desde el día de la discoteca. 

─Todavía no puedo creer que hayas terminado presa─. Cheryl comentó tras varios minutos, riendo─. ¿Cómo fue que pasó? ─curioseó─. Caleb no nos volvió a hablar después de eso. 

Rosalie fingió una sonrisa, ordenando sus ideas antes de responder. Le alegró saber que ella y Caleb perdieron comunicación; y que no se lo volvería a encontrar. Rosie resolvió contarle, sin mucho detalle, cómo sucedió todo. Desde que salió de la discoteca, hasta que subió a la patrulla. Escuchó a Cheryl reír, y ella rio también. Empezaba a parecerle gracioso. 

─Cómo cambian las cosas─. Cheryl musitó, aun riendo─. Tristán y tú pasaron de odiarse, a terminar juntos en la comisaría─. Se burló─. Y qué, ¿ahora estás con él?

Rosalie se sorprendió con la pregunta, y negó con la cabeza. 
─Solo somos amigos─. Respondió divertida─. Yo lo aprecio, pero no de ese modo. Además, a mí me gusta alguien más─. Añadió, nostálgica. 

─¿Estás segura? ─Cheryl levantó una ceja, incrédula─. Tristán terminó preso por defenderte; no cualquiera hace eso─. Recalcó─. Apuesto que le gustas. 

Rosie dio una mordida pequeña a su trozo de pizza, meditando las palabras de su amiga. Desde que lo conoció, él había reaccionado de forma violenta la mayor parte de las ocasiones. Recordó lo bruscos que fueron sus primeros encuentros, y la forma en que se molestó con el mesero de la cafetería. Dominic tenía un carácter explosivo, y Rosalie era consciente de ello. Estaba más que segura que él solo la veía como una amiga. 

─Él es así─. Rosie atinó a decir─. Tristán pierde la paciencia con facilidad; no tiene nada que ver conmigo. 

Cheryl sacudió la cabeza, reacia. 
─Piensa lo que quieras; pero yo tengo ojo para estas cosas─. Se jactó, cruzándose de brazos─. Si se casan; ¿puedo ser la madrina de sus bebés? ─Pidió, bromeando. 

Rosalie rio, negando. Sabía que Dominic no quería casarse, y ella solo lo consideraba como un amigo. Desde que su compromiso se rompió, no volvió a pensar en contraer matrimonio con alguien más. Rosie todavía extrañaba a Patrick, pero ya se había resignado a no volverlo a ver. Lo suyo sería un eterno amor imposible. 

─Mejor conversemos de otra cosa─. Rosie trató de cambiar el tema─. ¿Cómo has estado?

Cheryl hizo un gesto despreocupado; dando un sorbo al refresco.
─Las cosas van bien. Además, este ciclo me toca llevar un curso de bartender─. Habló emocionada─. Quizás, haga una fiesta para poner en práctica todo lo que estoy aprendiendo.

Rosie no sabía qué era un bartender, pero se alegró por su amiga. Ella se veía feliz. 
─Suena interesante. 

Cheryl asintió, enseñándole en su celular la foto del último trago que preparó. Ella todavía tenía problemas con las medidas, y la mayoría de cócteles le quedaban demasiado fuertes. Sin embargo, la bebida que más se le dificultaba, era la piña colada. Siempre terminaba sabiendo más a coco, que a otra cosa. 

Cheryl dejó el teléfono en la mesa, y sonrió.
─Si decido hacer la fiesta, tienes que venir─. Exigió, apuntándola─. Incluso, dejaré que lleves a Tristán─. Se burló. 

Rosalie apretó los labios, incómoda. No quería volver a ir a una fiesta. 
─Lo pensaré─. Ella respondió cortésmente─. Gracias por la invitación. 

─¡Genial! ─Cheryl exclamó─. Y, ¿qué hay de ti? ¿Qué has hecho después de salir de prisión? ─Preguntó entre risas. 

Rosie rio; empezando a acostumbrarse a las bromas de su amiga. Ella tenía un sentido del humor extraño. Rosalie dio otra mordida a la pizza, degustando bien el sabor. Limpió las comisuras de sus labios, y elevó el rostro antes de contestar. 

─He estado trabajando─. Respondió monótona─. El sábado cumplo mes y medio. 

─¿En dónde? ─Curioseó─. ¿Recuperaste tu puesto de cajera? 

Rosalie negó con pena, creyendo que preferiría trabajar en un supermercado. 
─Soy volantera─. Habló bajo─. Pero no me gusta─. Confesó─. Se vuelve más complicado cada día. 

─Dios, ese trabajo apesta─. Secundó, quejándose─. No entiendo por qué volviste a trabajar con el pervertido de Mayers.

Rosie agachó el rostro, sin saber qué contestar. El señor Mayers nunca le había faltado el respeto, ni trató de propasarse con ella. Hasta cierto punto, había sido bastante comprensivo. Rosalie aclaró su garganta, sintiendo las palabras de Frances flotar en su mente. Las cosas empezaban a volverse extrañas en su casa. 

─Mi madre fue la que consiguió el trabajo. Necesitamos el dinero─. Explicó en voz baja─. Me gustaría dejarlo, pero no tengo nada más. 

Cheryl hizo una mueca al oír el nombre de Frances, y dio una última mordida a su pizza. Escaneó el rostro de Amelie, sintiendo pena por ella. A pesar que nunca había trabajado, imaginaba lo horrible que podía llegar a ser repartir papeles en la calle. Cheryl recordó algo, y esbozó una pequeña sonrisa. Esperaba que su amiga aceptara su ayuda. 

─Mi papá está buscando una camarera para el restaurante─. Comentó tras un breve silencio─. Si quieres, puedo pedirle que te contrate.

Rosalie sonrió ampliamente, sin creer lo que escuchaba. 
─¿Lo dices en serio? ─Consultó, emocionada. 

La joven asintió, tomando su celular. 
─Trabajarías de lunes a sábado, con el sueldo mínimo─. Leyó en la pantalla─. Pero podrás quedarte con todas las propinas─. Elevó la mirada─. Sabes que las personas que van ahí son bastante generosas. 

Rosie continuaba feliz por el ofrecimiento de su amiga, pensando que era la solución a sus problemas. Sin embargo, recordó que faltaban cinco días para recibir su tercer cheque. Temió que, si renunciaba en ese momento, no le paguen lo que le debían. Ella se sacrificaba mucho recorriendo las calles a diario, y sabía que merecía ese dinero. No quería arriesgarse a perderlo. 

─Trabajar de mesera suena bastante bien─ alegó─. Pero no creo que sea correcto dejar...

Cheryl hizo un ademán con la mano, interrumpiendo a su amiga. Rosalie la vio levantarse de la silla, y alejarse para responder su celular. Ella terminó su gaseosa, y esperó a que la chica regresara. Necesitaba ordenar sus ideas antes de tomar una decisión. Siempre le gustó analizar bien las cosas. 

─Amy, me tengo que ir─. Avisó Cheryl, tomando su bolso─. Piensa en lo que te dije, y luego me avisas─. Continuó, haciendo una seña para que se levante también─. Así yo puedo hablar con mi padre, y él coordinaría contigo. 

Rosalie asintió, acompañándola a pagar. Se despidió de Cheryl en la puerta, antes de regresar a su casa. Ella meditó todo el camino y parte de la noche; resolviendo finalmente qué hacer. Esperaría que le paguen, y renunciaría después de eso. Ya no habría nada que la ate al volanteo. 

La joven habló con su amiga, explicándole su situación. Conversaron más de una hora por teléfono, y lograron llegar a un acuerdo. El padre de Cheryl le daría el trabajo, y le permitiría iniciar el lunes de la siguiente semana. Rosalie le agradeció, prometiéndole no defraudarlo. Ella estaba familiarizada con el trabajo de los meseros, y confiaba en que le iría mejor. Tenía muchas ganas de iniciar. 

Rosie se sentía feliz de haber recibido su último cheque, y salió con cuidado de la ducha. Seguía buscando las palabras adecuadas para contarle a Frances que renunció, sin que ella se moleste. A pesar que no conversaban mucho, supuso que era importante que su madre estuviera al tanto. Ella pensó en hacerlo durante la cena de esa noche; pero se dio cuenta que no sería buena idea. Tendrían visita, y solía sentirse incómoda cuando él llegaba a su casa. 

Rosalie se vistió rápido, poniéndose un jogger color gris. Ella empezaba a acostumbrarse a los pantalones, y prefería los que le quedaban sueltos. Se colocó un polo color blanco, y trenzó su cabello antes de bajar a la cocina. Su madre llegaría en dos horas, y ella debía tener lista la cena. 

La joven abrió el refrigerador, observando lo que tenían. Había poca comida, y necesitaba ingeniarse un platillo con eso. Rosie decidió hervir un kilo de fideos, mientras buscaba el resto de ingredientes en la despensa. La pasta le quedaba bien, y no requería de muchas cosas. Además, no tenía ánimos para cocinar. 

Rosalie todavía no calculaba bien las porciones, y siempre terminaba haciendo menos comida de la necesaria. Si cocinar para dos ya era difícil; añadir una persona más solo lo complicaba más. En especial, porque el invitado que llevaba su madre, comía por dos. Joseph siempre se quedaba de hambre, y terminaba reclamándole por no haber hecho más. 

─Los hombres de verdad no comemos como princesas─. Le dijo el día anterior─. ¿Cómo esperan que trabaje si no me alimentan como merezco? ─Inquirió, viendo a Frances.

Hacía dos semanas que ella le presentó a Joseph como su novio, y Rosie no supo qué decir. Le parecía extraño que su madre saliera con alguien, pero no le dijo nada. Era una situación nueva, y supuso que no le quedaba más que acostumbrarse. En circunstancias diferentes, ella jamás habría aceptado que Raveena estuviese con alguien que no fuera Garfield. Le gustaba su familia tal y como era.

Rosalie se sentía incómoda con Joseph, y detestaba que llegase a cenar. Él iba casi a diario, y se quedaba a dormir en la habitación de Frances. Rosie evitaba hablar con él; poniéndose nerviosa al estar cerca suyo. Joseph la miraba de forma extraña, y ella prefería esconderse en su habitación. Había algo malo en los ojos de ese hombre. 

Rosalie intentó conversar con Frances en un par de ocasiones, pero no le hizo caso. Ella siempre parecía estar distraída, y ni siquiera le ponía atención cuando hablaba. Lo único que su nueva madre le pedía constantemente, era que se esfuerce con la comida. Rosie se limitaba a asentir, y resolvió no volver a tocar el tema. Cada día, se le hacía más difícil confiar en ella. 

La joven se sentó en uno de los muebles de la sala cuando terminó de cocinar, y encendió el televisor. Buscó sin mucho interés algo que ver, deteniéndose cuando encontró una película musical. Ella subió un poco el volumen, y se recostó un instante. Estaba agotada, y esperaba poder descansar pronto. 

La puerta principal se abrió casi veinte minutos después, asustando a Rosalie. Ella se levantó, observando a Frances entrar acompañada de Joseph. Ambos llevaban varias bolsas plásticas, y apenas si las podían sostener. 

─Amy, Joseph ha comprado varias cosas para la semana─. Frances habló con emoción, haciendo un gesto con la cabeza─. No te quedes ahí parada, ven a ayudarnos─. Pidió entre risas. 

Rosie asintió, dejando un par de bolsas en el piso de la cocina. Ella ordenó las cosas con tranquilidad, disfrutando que la dejaron sola. Subió al baño después de guardar la última cerveza en el refrigerador, y se lavó el rostro. Frances le dijo que empezaría a servir la cena, y necesitaba su ayuda para llevar los platos. Ella bajó, acomodando todo para comer. 

Rosalie fue la última en sentarse a la mesa, apenas llevando comida en su plato. Cenar con el novio de su madre siempre le quitaba el apetito. Se sentó al otro extremo de la mesa, y rezó en silencio antes de empezar a empezar. Ella mantenía la vista fija en su cena, negándose a elevar el rostro. Le daba escalofríos la mirada de Joseph. 

─Veo que hoy sí te esforzaste en cocinar, Amelie─. Comentó el hombre, dando un sorbo a su cerveza─. Ya estás aprendiendo. 

Frances sonrió, dándole la mano a su novio. 
─Amy tiene buena mano para esto─. Confirmó alegre─. Y eso que no has probado el delicioso quiché que prepara. 

Joseph levantó las cejas, sorprendido por lo que escuchó. 
─En ese caso, muero por probar el quiché de Amelie─. Rio con sorna─. Harás muy feliz a tu marido cuando te cases─. Concluyó, burlón. 

Rosalie prefirió no responder ninguno de los comentarios, y continuó cenando en silencio. Después de oír ese último comentario, ella comprendió por qué la presencia de Joseph le parecía repulsiva. Él le recordaba a los hombres con los que lidiaba a diario. Hablaba igual que todos los que le gritaban o silbaban en la calle. 

─Y, ¿tienes novio? ─Él preguntó de golpe. 

Rosalie se sobresaltó, soltando el tenedor. Aquella interrogante la tomó por sorpresa. 
─No─. Respondió, elevando levemente el rostro─. No salgo con nadie. 

Frances giró en su silla, extrañada. 
─¿Ya no estás con Caleb? ─Preguntó, bebiendo también─. Pensé que el día que no llegaste a dormir, fue porque te quedaste con él. 

La joven negó con la cabeza, y tomó un poco de agua. Ella no le contó a su madre que estuvo en la cárcel; pero a Frances tampoco parecía importarle que haya dormido fuera. Rosie prefirió mantenerlo en secreto, y se alegró que no le hicieran preguntas. No quería conversar con Frances y su novio de lo que sucedió aquella noche. 

─Caleb y yo terminamos─. Atinó a decir─. No lo he visto desde ese día. 

Frances asintió, encogiéndose de hombros. 
─Es una lástima; él me caía bien─. Comentó apenada─. Tenía bonito auto. 

Rosalie la miró con incomodidad, y terminó de cenar. Llevó sus platos a la cocina, antes de volver a su sitio. Esperó que los dos adultos terminen, y se colocó guantes para lavar la vajilla. Sabía que Frances no lo haría, y ella detestaba ver las cosas sucias cuando despertaba. Rosie limpió rápido, y dejó la loza en el escurridor. Le gustaba que todo estuviese en orden. 

Rosie secó sus manos, dirigiéndose a la sala. Finalmente terminó todo lo que Frances le encargó, y ya podía subir a su recámara. Quería echarse en su cama, y escuchar música en el celular hasta quedarse dormida. Ella suspiró, nostálgica. En circunstancias diferentes, habría conversado con Annelise hasta la madrugada. 

Rosalie se aclaró la garganta, captando la atención de Frances. El volumen del televisor estaba bastante fuerte. 
─Madre, iré a descansar─. Avisó.

─Está bien─. Ella contestó sin siquiera verla─. Pero, ¿podrías traernos otro par de cervezas antes que te vayas?

Rosie asintió, avanzando con prisa a la cocina. Mientras más rápido les dé las bebidas; más rápido podría subir a su habitación. Tomó dos cervezas del refrigerador, y cerró la puerta con ayuda del pie. Debía tener cuidado si no quería que se le cayeran las botellas. Los frascos eran de vidrio, y podría cortarse. 

─¿Necesitas ayuda con eso? ─Preguntó una voz gruesa en su oído, tomándola con fuerza de la cadera, y acariciando su trasero. 

Rosalie soltó las botellas de golpe, y saltó hacia un costado. Vio a Joseph parado tras ella, observándola con deseo. Ella notó que su pantalón y zapatillas se mojaron con la cerveza, y el piso se llenó de cristales. Rosie pasó saliva con dificultad, sintiendo sus ojos llenarse de lágrimas. Todo comenzaba de nuevo. 

─No me vuelvas a tocar─. Habló con la voz entrecortada─. Aléjate de mí.

Joseph rio cínicamente, acercándose. La sostuvo del cabello con fuerza, jalándola hacia él. 
─Vamos, Amelie. No te hagas la tímida conmigo; conozco a las de tu tipo─. Habló junto a sus labios, tocando varias partes de su cuerpo─. Tu madre no tiene por qué enterarse de esto. 

Rosie sollozaba más a cada instante, y su pulso se agitó. Luchó por librarse de su agarre; empujándolo con la mano derecha antes de abofetearlo. Joseph retrocedió un paso, furioso. Él no permitiría que ninguna mujer le pegue. La golpeó con más fuerza, viéndola tambalearse. 

Rosalie cubrió su mejilla, y la piel empezó a arderle. La mano del hombre era pesada. Ella sintió su boca llenarse de sangre, y se asustó. Observó sus dedos con terror, notando que estaban manchados de rojo. Su labio estaba roto, y empezaba a punzarle. 

─¿Qué sucede aquí? ─Inquirió Frances, entrando a la cocina─. ¿Qué es este desorden? 

─Tu hija rompió las cervezas─. Joseph se apresuró a contestar, señalándola─. Pero me las va a pagar. 

Rosie volvió a cubrir su rostro, y salió corriendo del lugar. No aguantaba estar un segundo más ahí. Empezó a subir la escalera, pero alguien la sostuvo con fuerza de la muñeca. Ella giró, notando que el hombre había logrado alcanzarla

─Regresa aquí, pequeña zorra─. Exigió, jalándola. 

Rosalie se plantó en el suelo, oponiendo resistencia. No le importó el insulto, ni la rabia en la expresión del hombre. Ella solo quería esconderse en su habitación. Ni siquiera la primera vez que alguien la tocó, tuvo tanto miedo como ese momento. Se sentía atrapada, y luchaba por escapar. 

─¡Suéltame! ─Ella elevó la voz, desesperada─. Madre, por favor, ayúdame─. Sollozó, viendo a Frances─. Él me tocó. Ayúdame, por favor─. Imploró. 

─¡Eres una mentirosa! ─Joseph gritó, ajustando su agarre─. Nadie le cree a las zorras como tú. 

Rosie negó con la cabeza, sintiendo su corazón romperse cuando Frances volteó el rostro. Ella prefirió quedarse inmóvil en su lugar, sin hacer nada. Rosalie forcejeó con mayor ímpetu, buscando liberarse de aquel hombre desagradable. Ella se sostuvo del barandal con la otra mano, usando su cuerpo para golpear a Joseph. No estaba segura de lo que hacía, pero no tenía muchas opciones. 

Rosalie observó con horror al hombre caer hacia atrás, rodando las escaleras. Ella se sujetó con más fuerza para no caer también, y se sentó en una de las gradas. Joseph estaba inconsciente, y Frances se arrodilló a su lado, tratando de hacerlo reaccionar. 

─¡Amelie, qué hiciste! ─Exclamó, viéndola con furia─. ¿Por qué lo empujaste?

La joven volvió a ponerse de pie, sin creer lo que escuchaba. Su madre defendía a su agresor. 
─Él me tocó─. Repitió con asco─. Y me golpeó. 

Joseph empezó a moverse en el piso, recobrando el sentido. Frances sonrió, acariciando su rostro. Él estaba bien. 
─Bajarás en estos momentos, y te disculparás por lo que hiciste─. Sentenció─. Joseph no merece lo que le hiciste. 

Rosie negó con repulsión. 
─No lo haré─. Susurró. 

─¿Qué dijiste? ─Frances se levantó, irritada─. ¡Harás lo que yo te ordene! ─Gritó. 

Rosalie giró con rapidez, y terminó de subir los escalones que quedaban. Corrió hacia su habitación, escondiéndose dentro de esta. Cerró con llave, y escuchó pasos acercándose. Frances golpeaba la puerta con fuerza, tratando de abrirla. 

Rosie limpió sus lágrimas con la parte de abajo de su polo, pensando en qué hacer. Se secó las manos en la ropa, y empezó a empujar la cómoda que tenía. Usó toda su fuerza, logrando bloquear la puerta. Ya no podrían entrar. 

─¡AMELIE, ABRE LA MALDITA PUERTA! ─Gritó Frances, golpeando con más fuerza cada vez─. ¡BAJA A DISCULPARTE!

Rosie sacudió la cabeza, sentándose en el suelo; bajo la ventana. 
─¡No lo haré! ─Gritó, abrazando sus rodillas─. No lo haré; no lo haré... ─susurró. 

Rosalie volvió a llorar con fuerza, sintiéndose sucia y asqueada por todo lo que pasó. El miedo hacía que le tiemble el cuerpo y la boca aún le sabía a sangre. Sin embargo, no se comparaba con el dolor que tenía en el alma. De todas las personas que conocía, jamás creyó que Frances fuera quien terminaría haciéndole más daño. 

Recordó todas las veces que Cheryl le ofreció quedarse en su casa, y comprendió por qué. Finalmente entendía la disputa entre ellas dos, y las constantes peleas de Amelie con su madre. Muchas cosas tomaron sentido en ese momento, y ella solo lloraba con más fuerza. Frances era un monstruo.

¡AMELIE! ─Joseph golpeó la puerta, iracundo─. ¡AMELIE, ABRE AHORA!

Rosalie sintió un escalofrío recorrerla, pensando que no soportaría quedarse ni un segundo más en esa casa. Frotó sus ojos, y se arrastró como pudo hasta la cama. Tanteó su celular, pero demoró en prenderlo debido a los nervios. Sus manos temblaban, y se le dificultaba teclear. Ella sorbió por la nariz, encontrando el contacto que buscaba. Solo él podía ayudarla. Marcó con prisa, esperando que le conteste rápido. Dominic era el único que podía salvarla. 


¡Holaaaa!

Aquí la segunda parte del maratón

Las cosas se complican para Rosalie. 
¿Qué creen que podría pasar en el próximo capítulo?

Nos leemos pronto
Les mando un abrazo

No se olviden de votar y comentar.

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