CAPÍTULO 50

Annelise caminó de un lado al otro del jardín, ordenando las servilletas por tercera vez. Los empleados ya habían acomodado las mesas; sin embargo, ella todavía no estaba contenta con lo que veía. Rosalie regresaría en tres horas, y todo necesitaba estar perfecto. Había trabajado mucho en esa fiesta. 

Annelise llegó al castillo el viernes, a las siete y media de la mañana. Ya tenía preparado el itinerario de cada día, y necesitaba avanzar para no perder tiempo. El cochero la recogería a las seis para regresar a Sarauta, y debía aprovechar las horas que estaría ahí. Annie caminó hasta el comedor, decidiendo que desayunaría antes de empezar. Había salido de su hogar a las cinco y media, y ni siquiera alcanzó a tomar un vaso de jugo. Le ardía el estómago.

Annelise quedó inmóvil a un par de metros de la puerta, sintiendo su corazón detenerse. Notó a un joven caminar por el pasadizo, somnoliento. Él tenía el cabello despeinado; como si recién se hubiese levantado. Annie enfocó la vista, tratando de descifrar quién era. La silueta se le hacía conocida. 

Ella se acercó un poco más, llamando su atención.
─¿Kenneth? ─Preguntó.

El joven frenó en seco, girando hacia la voz. Talló sus ojos; sin saber si alguien realmente le había hablado, o seguía dormido.
─¿Annelise? ─Preguntó de vuelta─. ¿Eres tú?

Ella asintió, asombrada. No esperaba encontrarse con Kenneth en el castillo.
─¿Qué haces aquí? ─Consultó.

─Me quedaré todo el fin de semana─. Ken se encogió de hombros, y bostezó─. Dominic quiere que lo ayude con unas cosas; así que estaré aquí hasta que él regrese.

─¿Qué cosas? ─Preguntó, teniendo un mal presentimiento. 

Kenneth frotó sus ojos una vez más, y acomodó su cabello. Estaba tan cansado, que ni siquiera recordaba las palabras de su hermano. Él se levantó porque escuchó un ruido en la entrada; junto con el relinchar de los caballos. Creyó que Dominic regresó antes de tiempo, y salió de la habitación para ver qué sucedía. Por un segundo, se le olvidó Annelise iría al castillo, y le sorprendió que llegase tan temprano. 

Ken se recostó sobre una de las paredes, cruzándose de brazos. 
─Van a hacer un pequeño arreglo en la parte de atrás─. Respondió tras varios minutos─. Necesitan que yo lo supervise.

Annie se quedó sin aliento, aturdida por lo que escuchó. Aquella construcción complicaría sus planes. Tener obreros entrando y saliendo del castillo causaría desorden y suciedad. Ella necesitaría que reorganizar todo, y esperar que los hombres terminen rápido su trabajo. Annelise no comprendía por qué Dominic decidió que sería un buen momento para remodelar. Al inicio, pensó que él la apoyaba con la idea de la fiesta; no que le pondría trabas. 

─Y, ¿qué hay de ti? ─Consultó Ken, buscando seguir la conversación─. ¿Por qué estás aquí tan temprano? 

Annelise fingió una sonrisa, pensando que Dominic ni siquiera le avisó de su presencia a su hermano.
─El lunes es el cumpleaños de Rosalie, y planeo hacerle una fiesta sorpresa─. Explicó─. Estaré el fin de semana organizando todo.

Ken acomodó su cabello, levantándose de la pared. 
─Parece que pasaremos tres días viéndonos─. Ladeó una sonrisa─. Iré a desayunar; ¿quieres venir?

Annie asintió, observando con mayor detenimiento la ropa de Kenneth. 
─¿Comerás así? ─Curioseó, levantando una ceja.

─¿Así como? ─Se encogió de hombros.

─En pijama─. Ella rio, señalándolo.

Kenneth agachó la mirada, examinando su propia ropa. Rio al recordar que no se había cambiado, y le dijo a Annelise que se adelante al comedor. Él subió a la habitación que Dominic le prestó, sacando las prendas de su maleta. Si no fuera porque ella estaba ahí, Ken hubiera vuelto a dormirse.

El joven se vistió rápido, y bajó las escaleras con prisa. No quería hacerla esperar. Pidió a las criadas servirles el desayuno, mientras se acomodaba frente a ella. Le gustaba ver a las personas cuando conversaba. 

Annie se quitó con delicadeza la capa que llevaba puesta, y la dobló sobre la silla del costado. Agradeció a las señoritas que llevaron su plato, e hizo una pequeña oración antes de comer. Sacó de su bolsillo la lista que hizo, repasando los pendientes que tenía para el primer día. Había planeado hasta el último detalle. 

Kenneth carraspeó, tratando de llamar su atención. Ella estaba demasiado concentrada. 
─¿Qué es eso? ─Preguntó. 

Annelise elevó la vista, esbozando una sonrisa. 
─Es lo que necesito para organizar la fiesta─. Respondió tranquila─. Ya he organizado mi agenda para estos tres días. 

Ken hizo un ademán, indicándole que le entregue el papel. Leyó todo lo que ella escribió, asombrándose por lo minuciosa que era. 
─Déjame ayudarte con esto─. Pidió, devolviéndole la lista─. Parece interesante. 

Annie negó con la cabeza, guardando la hoja. No necesitaba la ayuda de nadie, y tampoco quería que interfieran con sus planes. 
─Te agradezco mucho, pero me gustaría hacer esto sola─. Repuso con cortesía─. Además, ya tienes muchos pendientes con lo que te encargó tu hermano.

Ken ladeó la cabeza, inclinándose hacia adelante. 
─Annelise, no planeo pasar tres días viendo a los obreros cavar fosas y clavar maderas en el patio trasero─. Afirmó, decidido─. Planear la fiesta contigo suena más divertido.

─Ken, eres muy amable, pero no necesito ayuda─. Sentenció con seguridad─. Estoy bien.

Kenneth rio con amargura, pensando que ella era demasiado testaruda. Él solo quería apoyarla.
─No me dejaste acompañarte a espiar a nuestros hermanos─. Le recordó aburrido, viéndola a los ojos─. Tampoco me dejaste jugar con el cetro el día de la coronación. Al menos, permíteme ayudarte con esto, Lissie.

Annie casi se atoró con lo que estaba comiendo, tratando de toser con discreción. Ella dio un largo sorbo a su jugo, sin creer la forma en él la había llamado. El resto de palabras perdieron importancia en ese momento. 

Annelise limpió la comisura de sus labios con la servilleta antes de hablar. 
─¿Cómo me dijiste? ─Inquirió. 

Ken soltó un leve gruñido, creyendo que ella ignoró todo lo que mencionó. 
─Lissie─. Repitió, riendo─. Diminutivo de tu nombre, Annelise─. Hizo énfasis en la última sílaba.

Annelise apretó los labios, incómoda por ese apodo. Nadie nunca la había llamado así, y le pareció un nombre horrible. Todos le decían Annie, y no comprendía por qué Kenneth no hacía lo mismo. Esa era una broma de pésimo gusto.  

─Dejaré que me ayudes, pero no me digas Lissie─. Sentenció, cruzándose de brazos─. No me gusta.

─De acuerdo─. Él sonrió, victorioso─. Entonces, ¿qué es lo primero que haremos?

Annie suspiró, rendida. Hubiera preferido hacer todo sola. 
─Iré al mercado a comprar varias cosas que necesito─, explicó, con una leve molestia─. Luego inventariaré las mesas y sillas del depósito. Debo saber con exactitud qué es lo que tienen para poder decorar.

Kenneth pensó un poco, mordiendo el pan que tenía. Le divertía la expresión enfadada de Annelise.
─Invierte el orden─. Sugirió ligero─. Los obreros llegarán en una hora aproximadamente. Necesito dejarlos instalados antes de salir. Tú podrías empezar haciendo el inventario. 

Annelise sonrió, sintiendo que esa era la forma de librarse de él. Aunque Kenneth parecía tener buenas intenciones, no quería que nadie interfiriera con sus planes.
─No hay problema, Ken─. Ella apretó los labios─. Puedo ir al mercado sola. Tú debes encargarte de la construcción.

Ken sacudió la cabeza, restándole importancia. Él quería acompañarla.
─¿Alguna vez has ido al mercado de Kauyen? ─Ella negó─. Te perderás si vas sola. Yo iré contigo─. Avisó─. Prometo que no demoraré mucho con los obreros. 

─Bien─. Farfulló.

Annelise volvió a sacar la lista de su bolsillo, revisando el resto de actividades que tenía planeadas. Lo analizó brevemente, creyendo que ese cambio no afectaría mucho. Ella deseó tener una pluma en ese momento. Quería hacer un par de anotaciones. 

Kenneth terminó de beber el jugo de frutas que le sirvieron, sin quitar la vista de su amiga. Le parecía fascinante la gran concentración que tenía; no se inmutaba con nada. Él recordó lo que leyó en su itinerario, y se le ocurrió una idea más. La lista de Annelise necesitaba muchos arreglos. 

Ken dejó la taza sobre la mesa, aclarándose la garganta antes de hablar.
─Annelise, hay que hacer otro cambio─. Continuó, recostándose en la silla─. Aprovechando que estaremos en el pueblo, debemos contratar a la banda y los trovadores hoy. No puede esperar hasta mañana.

Annelise elevó la vista, consternada. 
─¿Por qué? ─Cuestionó, empezando a irritarse─. Si continuamos así, tendré que reorganizar todo. 

─Los fines de semana es cuando hay más fiestas y eventos. No encontrarás a ningún músico en la ciudad─. Expresó con obviedad─. Además, Dominic dejó dicho que debía enviarle el carruaje mañana. Incluso si quisiéramos, no podríamos salir. 

Ella resopló, aceptando la idea de su amigo. Era demasiado terco, y sabía que no llegaría a ningún lado discutiendo con él. Kenneth le agradaba, y se divertía conversar con él una vez al mes. Sin embargo; comenzaba a irritarla y aquel desayuno se le hizo infinito. Annie no sabía cómo sobreviviría el fin de semana sin terminar teniendo una pelea real con Ken 

Kenneth pidió que abran las cortinas del comedor, disfrutando la claridad de la mañana. Tomó un último pan, untándolo con mantequilla. Estaba contento porque Annelise le permitió ayudar, y esperó que los obreros no tarden mucho en llegar. Él acabó su comida, notando algo extraño en la piel de la chica. Parecía que alguien la había golpeado. 

─¿Qué tienes ahí? ─Preguntó de repente─. En el brazo. 

Annelise regresó a la realidad, llevando la vista a donde Kenneth señaló. Se arrepintió de no haberse puesto un vestido manga larga, y sacudió la cabeza. El moretón que Patrick le hizo cuando la jaloneó dentro de aquella habitación estaba al descubierto. Su piel era demasiado blanca, y solo trató de ocultarlo. No quería darle ninguna explicación.

Ella sacudió la cabeza, fingiendo que no era nada.
─Debí haberme golpeado con algún árbol─. Mintió─. Ayer estuve en el jardín de mi casa; no te preocupes.

Kenneth levantó una ceja, incrédulo. Pensó en decirle algo más, pero un ruido en la puerta lo distrajo. Chadburn los saludó con solemnidad, acercándose a la mesa. 

─Joven Kenneth, los obreros acaban de llegar─. Avisó el hombre─. Lo están esperando en la entrada.

Ken asintió, despidiéndose de Annelise. Acompañó a Chadburn a ver a los trabajadores, creyendo que tendría tiempo de averiguar qué le pasó a su amiga. No le pareció que fuese un simple accidente. 

Annie agradeció que el canciller hubiese interrumpido la conversación en ese momento, y suspiró aliviada. Volvió a colocarse la capa, odiando a Patrick más que nunca. Todo era su culpa, y ella estaba maniatada. Respiró profundo, resolviendo no darle más importancia. Al menos, sabía que Patrick no la molestaría por un tiempo. Se había enterado de la golpiza que le dieron los guardias, y sonrió al estar segura que pasarían días antes que pudiera salir de su habitación. 

Annelise ingresó con rapidez al estudio del castillo, buscando papel, pluma y un tintero. Pidió a una de las criadas guiarla hacia el depósito, y corrió las cortinas después de ingresar. El lugar olía fuertemente a polvo, y tuvo que contener las ganas de estornudar. No sabía cuánto tiempo pasó desde la última vez que alguien lo limpió. 

Annie empezó a contar con rapidez las mesas y sillas; esperando terminar pronto. Hacer un inventario era más tedioso y pesado de lo que creyó. Por un segundo, pensó en llamar a uno de los empleados y pedirle que lo hagan por ella. Organizar una fiesta no era tan fácil como imaginó. 

─Este lugar es horrible─. Alguien habló tras ella, sacándola de sus pensamientos. 

Annelise se sobresaltó al reconocer la voz de Kenneth, girando para verlo. Él estaba recostado sobre el marco de la puerta; sin embargo, ella no sabía cuánto tiempo llevaba ahí. 
─Es bastante lúgubre─. Secundó─. Pero ya casi termino.

Kenneth se acercó a ella, tomando una de las sillas. Se sentó a su lado, viéndola escribir. 
─El cochero nos espera─. Anunció─. Saldremos cuando estés lista. 

Annie esbozó una sonrisa, revisando el inventario una vez más. Demoró más de lo que creyó, pero estaba feliz de haber culminado. Guardó los papeles que escribió en la biblioteca, resolviendo dibujar el boceto de la disposición de las mesas cuando regresen. Por suerte, no serían muchos invitados, y eso facilitaba las cosas. A Rosalie nunca le gustaron las fiestas muy ostentosas.  

Los jóvenes subieron al carruaje con tranquilidad, sentándose uno frente al otro. Annelise ajustó su capa, antes de abrir las cortinas. Necesitaba que entre luz por la ventana, pero hacía demasiado frío. Ella tiritó, revisando los cambios que anotó en la lista. Si las cosas salían como esperaba, regresarían al castillo con prontitud. 

─El mercado queda bastante lejos, ¿verdad? ─Consultó, casi una hora después de salir─. No creí tardar tanto. 

Kenneth la miró con nerviosismo, y carraspeó. Esperaba que Annelise no se moleste con él. 
─Es que no estamos yendo al mercado─. Confesó, intranquilo─. Le pedí al cochero regresar castillo de Kauyen. 

─¿Qué? ─Inquirió Annie, molesta─. ¿Por qué hiciste eso? ¿Por qué volviste a cambiar los planes?

Ken resopló, sorprendido por su reacción. Nunca antes la había visto así, y no imaginó que fuera a enfurecerse tanto. Él tenía un buen motivo para llevarla hacia allá. Solo trataba de ayudar. 
─Annelise, por favor, tranquilízate─. Pidió con seriedad─. Creí que mis padres podrían ayudarnos con la organización de la fiesta─. Explicó─. Ellos se encargaron de contratar al personal para la coronación.

Annie se cruzó de brazos, irritada por todo. Kenneth no tenía derecho a desorganizar sus planes, ni a llevarla a Kauyen sin su consentimiento. Ella pasó saliva con dificultad, pensando en Garfield. Se metería en demasiados problemas si él se enteraba de eso. Aceptar la ayuda de Ken fue el peor error que cometió. 

Annelise resopló, sintiendo su corazón agitarse de la rabia. A pesar que ella no conocía a ningún músico, le seguía incomodando que él no le hubiese dicho la verdad. Los padres de Kenneth podrían ser de ayuda, pero ella no se lo haría saber. No quería darle la razón. 

Annie se puso firme, obligando a Kenneth a prometerle no volver a cambiar los planes sin avisarle. Él aceptó, y ella regresó la vista a la ventana. No quiso hablar con Ken el resto del trayecto, y se dedicó a observar el paisaje. Ella suspiró, pensando que sería un muy largo fin de semana. 

La visita a los padres de Kenneth demoró menos de lo que Annelise esperó, y salieron del castillo con una lista de lugares a los cuales debían ir. Muy en el fondo, ella sabía que fue de provecho pasar por ahí, pero no se lo haría saber. Quería que Ken siga creyendo que estaba enojada. Eso le garantizaba que él no volvería a interferir. 

A pesar que los jóvenes pasaron peleando la mayor parte del viernes; el sábado y domingo transcurrieron con rapidez. Annelise empezó a relajarse de a pocos, y reía con todas las bromas que Kenneth hacía. Él era bastante divertido, y aunque no se tomaba las cosas en serio, Annie disfrutaba su compañía. 

La joven regresó al castillo el lunes por la mañana, nerviosa porque ya era el gran día. Volvió a desayunar con Kenneth, tratando de no demorarse mucho. Le explicó al ama de llaves los platillos que prepararían, y ella dio orden a las cocineras para empezar. Necesitaban tener el banquete listo cuanto antes. 

Annelise le pidió a los empleados limpiar las mesas y sillas, ordenándolas en la forma que ella diseñó. Eso era lo único que faltaba. Sabía que si sacaban los muebles del depósito antes de tiempo, se volverían a ensuciar al caer la noche. Annie eligió los manteles que se pondrían, y sonrió al ver que los empleados terminaron la decoración. Lo único que no la convencía, era el color de las servilletas. Le parecía que no combinaban con el mantel. 

 Annie continuaba moviéndose de un lado a otro del jardín, buscando reordenar todo. Los nervios y la ansiedad regresaron a ella; alterándola. La cabeza empezaba a punzarle, y creía que se desmayaría antes que siquiera lleguen los invitados. 

─Necesitas calmarte, Lissie─. Kenneth habló con voz potente, sacándola de sus pensamientos─. Me marea verte dar vueltas por todo el jardín. 

Annelise se giró en su dirección, haciendo una mueca. 
─Entonces deja de mirarme─. Masculló, achicando los ojos. 

Kenneth alcanzó a escucharla, y rio por su comentario. Se levantó de la silla en que estuvo sentado, acercándose a ella. Se plantó frente a Annelise, impidiendo que siga avanzando. La tomó con suavidad por los hombros, deteniéndola por completo. Examinó su rostro, notando lo tensa que estaba. 

─Annelise, necesitas relajarte─. Pidió, en tono persuasivo─. Estás demasiado estresada. Explotarás si continúas así. Por favor, respira un poco. 

─No puedo, Ken─. Ella agachó el rostro, y resopló─. No puedo permitir que se arruine esta sorpresa. No estaré tranquila hasta después que llegue Rosalie─. Musitó.

Kenneth la miró con pena, frotando sus brazos. 
─Lissie, este lugar se ve fantástico─. Afirmó, señalando la decoración del jardín─. La comida y el pastel estarán listos dentro de poco, y los músicos no tardan en llegar─. Recalcó─. La fiesta saldrá bien. 

Annie elevó el rostro, viéndolo a los ojos. Sintió un leve escalofrío al tenerlo tan cerca; sin embargo, los nervios no le permitieron pensar en nada más. Annelise quiso sonreírle, pero no pudo. La presión que tenía encima era demasiado para ella. 

─Tengo miedo que algo salga mal─. Susurró, sin romper el contacto visual─. Todavía puedo oír los martilleos de los obreros y me está doliendo la cabeza.

Kenneth se acercó más a ella, abrazándola con fuerza. Acarició su espalda, cubriéndola con sus brazos. No sabía qué más decirle, y solo actuó. Él quería apoyarla.

Annelise se sorprendió por el gesto, pero sonrió. Cerró los ojos, dejándose abrazar. Suspiró, sintiéndose reconfortada junto a Kenneth. Desde el día de la coronación, ella se sentía extraña cuando pensaba en él. Annie todavía no se explicaba por qué pasaba eso, pero le gustaba.

─Iré a revisar la construcción─. Avisó Kenneth, apartándose de ella─. No debe faltar mucho, se supone que terminarían ayer.

─Gracias─. Annie susurró. El abrazo realmente la ayudó─. A todo esto, ¿qué es lo que están construyendo?

Ken acarició su rostro, inclinándose hacia adelante.
─El regalo de Rosalie─ Respondió divertido.

Un gesto de asombro se formó en el rostro de Annelise, y ella dio un pequeño salto. 
─¿Su regalo? ─Consultó, emocionada─. Dime qué es.

─Es una sorpresa; no la puedo arruinar─. Él sonrió, sacudiendo la cabeza─. Además, si te hubieras acercado a ver; en lugar de gritarme por el ruido, ya sabrías lo que están construyendo─. Se burló.

Annie hizo puchero, cruzándose de brazos. 
─Bien, no me cuentes─. Farfulló, dándole la espalda─. Yo misma descubriré qué es. 

Kenneth rio al verla fruncir los labios, y corrió tras ella. La tomó con suavidad del hombro, impidiendo que avance. Se acercó al oído de Annelise, susurrando la respuesta a su pregunta. Le divertía que ella se moleste con tanta facilidad. 

Annie sintió un leve escalofrío recorrerla, cuando los labios de Kenneth rozaron su mejilla. Ella se sonrojó debido a la cercanía, y se alejó para que él no lo note. Sin embargo, los nervios desaparecieron cuando escuchó lo que le dijo. Era imposible que ese fuera su regalo. 

─¿Lo dices en serio? ─Preguntó asombrada─. ¿De verdad le va a regalar eso?

Ken asintió, igual de sorprendido que ella. Todavía no asimilaba la idea que su hermano haya mandado a construir algo tan grande. 
─Debo confesar que esta es la primera vez que veo a Dominic tomarse tantas molestias por alguien─. Habló serio, con la vista perdida en el castillo─. Él realmente debe amar a tu hermana.

─Creo que lo juzgué mal─. Annie musitó, distraída─. Dominic no es tan malo como pensé. 

Kenneth no dijo nada más, y avanzó al patio trasero. Aunque las cosas empezaban a cambiar, él seguía pensando que su hermano era un imbécil. El único motivo por el cual ya no peleaban, era que no vivían juntos. Dominic había dejado de burlarse de él hacía meses, pero Ken todavía no podía confiar en él. Mucho menos podría perdonarlo por lo que le hizo. 

Kenneth se enfureció al pensar en lo que ocurrió en su cumpleaños, y cómo su hermano lo arruinó. Anna y Thomas prepararon una fiesta enorme porque él cumpliría diecisiete; sin embargo, tuvieron que cancelarla poco después de empezar. Dominic sufrió un accidente mientras cabalgaba, y lo llevaron inconsciente al castillo. Él se convirtió en el centro de atención, y Ken solo pensaba que, si Dominic no hubiese desobedecido, jamás se habría roto la cabeza. Sus padres le pidieron, en más de una ocasión, que no saliera de casa ese día. 

Lo único que le alegraba, era que Dominic no hubiese muerto en el accidente. Kenneth pensaba que Rosalie estaba maldita, y que algo malo estaba destinado a ocurrir con sus pretendientes. La idea de comprometerse con ella lo aterraba; en especial porque ahora le gustaba alguien más. 

El joven respiró aliviado, viendo que los obreros finalmente terminaron su trabajo. Se quedó cuarenta minutos con ellos, ordenándoles dejar limpio el patio trasero. Supervisar aquella construcción fue un reto para él, pero estaba contento con el resultado. Los trabajadores hicieron un gran trabajo. 

Kenneth regresó al castillo cuando escuchó un fuerte estruendo, y corrió para saber de qué se trataba. Los músicos acababan de llegar, y uno dejó caer los instrumentos. Él rio al escuchar a Annelise gritarlos, y guiarlos al espacio que les preparó. Cada vez faltaba menos. 

─Eres buena con las órdenes, jefa─. Bromeó tras ella, y examinó su ropa─. Por cierto, ¿en qué momento te cambiaste?

Annelise rio por su comentario, y lo jaló al interior del estudio. Se cercioró que nadie los estuviese observando, y cerró la puerta tras ellos. Quería hablar a solas con él. 
─Mis padres acaban de llegar, ellos me trajeron este vestido─. Comentó rápido, tomándolo de las manos─. Es por eso que necesito pedirte un favor. 

Kenneth arrugó la frente, confundido. 
─¿Qué pasó?

─Ken, prométeme que no mencionarás que me ayudaste con la fiesta, ni que estuviste el fin de semana aquí. Tampoco que fuimos a tu castillo─. Solicitó, viéndolo a los ojos─. Si alguien pregunta, por favor diles que acabas de llegar. 

Kenneth se soltó de su agarre, cruzándose de brazos. No comprendía su petición. 
─¿Por qué quieres que mienta? ─Inquirió. 

─Mi padre accedió a dejarme hacer esto porque pensó que yo estaría sola, y yo creí lo mismo al inicio también─. Explicó, mojando sus labios─. Él es muy celoso, y se enojará si descubre que estuvimos solos. Por favor, Ken. No quiero problemas. 

El joven asintió con pesadez, dándole un abrazo rápido. 
─No te preocupes, Lissie. Guardaré el secreto─. Prometió sincero, caminando hacia la puerta─. Iré a esperar que lleguen mis padres para pedirles que hagan lo mismo. Ellos podrían hablar de más. 

Annelise vio con pena salir a Kenneth, y esperó un poco antes de dejar la habitación. Ella no quería que él se moleste, o perder su amistad; sin embargo, no podía exponerse a que su padre malinterprete la situación. Ya tenía suficiente con las amenazas de Patrick, como para tentar su suerte. 

Annie terminó de acomodar los platos del banquete, y colocó el pastel en la mesa más grande. Saludó a los Van Dijk con una reverencia, notando que Kenneth le guiñó el ojo con disimulo. Ella suspiró, aliviada. Ya no corría ningún riesgo. 

Annelise escuchó el fuerte relinchar de los caballos, y supuso que Rosalie acababa de llegar. Ella se escabulló entre los pasadizos del castillo, y logró hablar con Dominic. Le explicó lo que tenía que hacer, y regresó al jardín antes que su hermana pudiera verla. Era momento de empezar. 

Tristán tomó a Amy de la mano, llevándola hasta su habitación. Annelise dejó sobre la cama el vestido que Raveena le regaló, y él tenía que convencerla de ponérselo. Tris la ayudó a cambiarse, a pesar de observar un gesto de incomodidad en el rostro de Amelie. Por primera vez, ella estaba callada, como si algo la estuviese molestando. Él sabía a qué se debía, y suprimió una sonrisa, sacándola de la recámara. 

Amelie siguió a Tristán por el interior del castillo, sin entender por qué él tenía tanto interés en que se cambie. Ella relamió sus labios, aburrida. No esperaba que él supiera que era su cumpleaños, pero le incomodó que ni siquiera note que estaba enojada. Amy ni siquiera se explicaba por qué pensó que las cosas serían diferentes en ese mundo, y prefirió fingir que era un día cualquiera. Sus tres últimos cumpleaños fueron horribles, y no quería acumular más malos recuerdos. 

Tristán la llevó al patio principal, cubriendo sus ojos con las manos unos segundos antes de salir. La escuchó reír, y besó su mejilla; guiándola hasta el medio del jardín. 

─¡SORPRESAAAA! ─Gritaron cerca de ellos, con júbilo. 

Amelie abrió los ojos, sintiendo que le faltaba el aire. No podía creer lo que veía, y abrazó a Tristán con fuerza. Él sí lo sabía, y le organizó una fiesta sorpresa. Ella contuvo las ganas de llorar, y acarició el rostro del chico. Ahora tenía más sentido el viaje que hicieron. 

─Tris, esto es hermoso─. Susurró, besándolo─. Muchas gracias recordarlo. 

Tristán sonrió, tomándola de la mano. 
─No es a mí a quién debes agradecerle─. Respondió, señalando a Annelise. 

Amy vio a su hermana frente a ella, en medio de todos los invitados. Corrió hacia Annie, abrazándola con fuerza. Eso era más de lo que alguna vez pudo imaginar. Ella era la mejor hermana que pudo pedir. 

─Annelise, la fiesta se ve asombrosa─. Sonrió con verdadera alegría─. Es el mejor regalo que me han dado. Muchas gracias por esto─. Volvió a abrazarla. 

Annie soltó un par de lágrimas, feliz de ver su reacción. Todo su esfuerzo valió la pena. 
─Te lo mereces, Rosie─. Susurró, acariciando su cabello─. Hoy es un día muy especial para ti.

Amelie empezó a saludar a los invitados, sintiendo el corazón agitado de la emoción. Escuchó que Annelise pidió que la banda empiece a tocar, y varios de ellos empezaron a bailar. Ella cogió una galleta de la mesa de postres; llevándole una a Tristán. Él sonrió, tomándola de la mano. 

─Acompáñame atrás─. Pidió, besando su mejilla─. Hay algo más que quiero enseñarte. 

─De acuerdo─. Amelie sonrió─. Pero no vuelvas a taparme los ojos. 

Tristán asintió, jalándola con suavidad por el castillo. Llegaron a la puerta que daba al patio trasero, y él la abrió con lentitud. Esperaba que le guste el regalo. 
─Feliz cumpleaños, Amy. 

Amelie creyó que su corazón acababa de detenerse, y avanzó sin creer lo que veía. En medio del jardín, había un columpio enorme, rodeado de flores recién plantadas. Las bases eran de piedra; con vigas de madera en la parte superior.  El asiento era largo, parecido a una banca; pintado de color blanco. Era hermoso. 

─Me construiste un columpio─. Susurró, todavía sorprendida por el detalle. 

 ─Al inicio, pensé en la mesa de picnic que querías─. Comentó, abrazándola por el costado─. Pero luego supe que un columpio sería mejor. Sé lo mucho que te gusta estar en el jardín, y creí que sería un buen lugar para observar las estrellas en la noche.

Amy giró hacia él, viéndolo a los ojos. Tristán era el mejor chico de todos. 
─Tris, es perfecto─. Sonrió─. Pero, ¿qué pasó con lo que dijiste sobre gastar dinero en vano? ─Consultó, recordando la conversación sobre la mesa de picnic.

Él la besó, acariciando su rostro. 
─La verdad, es que no pensé mucho en ese momento─. Confesó, rozando sus labios con los de ella─. Solo quería hacerte feliz─. Susurró─. ¿Te gustaría probarlo? 

Amelie asintió, corriendo a sentarse en él. Tristán se acomodó a su lado, empezando a mecerlos con los pies. Hacía mucho que ninguno de los dos se balanceaba en un columpio. Amy se recostó en su hombro, sintiendo tranquilidad a su lado. Tris irradiaba paz. 

─Amy, tengo un regalo más para ti─. Habló Tristán, sacando una cajita de su bolsillo─. Pero te lo daré con una condición. 

Amelie se acomodó en el asiento, deteniendo el columpio. Se sintió nerviosa por el tono de voz que usó, pero fingió que nada pasaba. 
─¿Cuál condición?

─Debes prometerme que no lo vas a vender─. Bromeó. 

Amy rio con fuerza, golpeándolo en el brazo con suavidad. Él necesitaba superar lo que dijo meses atrás.
─Jamás vendería algo que tú me diste─. Afirmó

Tristán giró en el asiento, entregándole la caja. Amelie la abrió con cuidado, tomando un pequeño anillo de su interior. Era plateado, y tenía la forma de un sol, rodeado por media luna. Una gran piedra blanca adornaba el sol, y se ajustó a la perfección a su dedo. Era el anillo más bonito que había visto. 

─Se llama piedra solar de Sarauta─. Comentó Tris, señalando la gema blanca─. Dicen que es muy especial. Por eso te lo compré. 

Amelie lo abrazó con fuerza, sintiéndose la mujer más feliz del mundo. Ella lo tenía todo, y supo que su lugar era en la isla, junto con Tristán. Nunca conocería a ningún chico mejor que él, y sonrió, agradecida de haberlo encontrado. Amy quería que lo suyo dure, y que se convirtieran en el matrimonio que se suponía que eran. Ya no le importaba lo que pudiera pasar; solo estaba segura de una cosa. Se quedaría en ese mundo; no planeaba regresar.

Amy acarició su rostro, viéndolo a los ojos. 
─Te amo, idiota─. Confesó.

─Y yo te amo a ti, presumida.

Annelise suspiró a lo lejos, oculta en el umbral de la puerta. Le alegraba que su hermana sea feliz, y le daba ternura notar lo enamorada que estaba de Dominic. Ella continuó viéndolos besarse en el columpio, y recordó todo lo que él hizo por Rosalie. Annie volvió a suspirar, deseando vivir un amor como el suyo en algún momento. Solo esperaba que suceda con el chico que le gustaba.

¿Otra vez espiando, Lissie? ─Preguntó Kenneth en su oído, asustándola. 

Annie giró, cruzándose de brazos. Ya no le sorprendía que él haga esa pregunta, ni que se aparezca por atrás. 
─Y tú, ¿otra vez siguiéndome? ─Ella levantó una ceja, tratando de no mostrarse nerviosa. 

Ken rio, negando con la cabeza. 
─¿Quieres ir a bailar? ─Preguntó, tomándola de la mano─. Ya me cansé de buscarte por todo el castillo. 

Annie se sonrojó cuando él le dio la mano, pero no trató de ocultarlo. Ya no sentía vergüenza.
─Acompáñame primero a la biblioteca─. Pidió, jalándolo por el pasillo─. Dejé mi capa ahí. Tengo frío. 

Kenneth asintió, avanzando junto a ella. Se soltaron cuando escucharon a una de las criadas acercarse, y se apresuraron en llegar a la biblioteca sin que nadie los vea. Annie observó su ropa sobre una de las sillas, y resolvió dejarla ahí unos segundos. Había algo que necesitaba decirle a Ken, y le tranquilizaba notar que él ya no se veía molesto por la mentira que le pidió que dijera.

Annelise se plantó frente a él, viéndolo a los ojos.
─Kenneth, muchas gracias por apoyarme con todo─. Ella sonrió, sincera─. No lo habría logrado sin ti. Y lamento haberte hecho mentir.

─No es nada, Lissie─. Sonrió de vuelta─. Fue un placer ayudarte. Aunque casi nos matamos el viernes, fue divertido organizar la fiesta contigo. Eres buena en esto. 

Annelise soltó una pequeña risita, frunciendo el ceño. 
─¿Por qué sigues llamándome Lissie? ─Cuestionó, con suavidad─. ¿Por qué no me dices Annie, como todos los demás?

Ken hizo una mueca de incomodidad, alejándose de ella. Era la quinta vez que le preguntaba lo mismo.
─Es que mi madre se llama Anna─. Respondió finalmente─. No me siento cómodo diciéndote así.

Annelise arrugó los labios, creyendo que era una excusa extraña. 
─Tus hermanos no tienen problema con ello─. Recalcó, confundida.

─Es diferente con ellos─. Él le dio la espalda, alejándose un poco─. No lo comprenderías.

Annelise lo siguió, cortándole el paso. No le gustaba que Kenneth hable como si fuera un acertijo, y solo quiso saber la verdad. Sentía que él le ocultaba algo. 
─Explícame entonces─. Pidió, sosteniéndolo del antebrazo─. ¿Qué es lo que no comprendería? ¿Por qué no me puedes decir Annie?

Kenneth pasó saliva con dificultad, y decidió verla a los ojos. Estaba demasiado nervioso, y no sabía cómo actuar. Él comprendía que debía decirle la verdad, y tomó valor. Era la primera vez que haría algo como eso.

El joven acarició su rostro, perdiéndose en sus grandes ojos azules. Ella era demasiado bonita. 
─Porque cada vez que pienso en ti, solo quiero en hacer esto.

Ken acortó la distancia entre ellos, besándola con suavidad. Ya no podía ocultarlo más. Annelise le había gustado desde el día que la conoció, y no dejó de pensar en ella. Él no sabía si Lissie sentía lo mismo, y temió que lo rechace. Ella podía llegar a ser tan independiente, que le aterraba pensar cómo reaccionaría. Era diferente, y eso le llamaba la atención. 

Annelise se sorprendió al inicio, y trató torpemente de seguir el beso. Cerró los ojos, anonadada con todo lo que ocurría. No lo podía creer, y su corazón se aceleró. Acababa de dar su primer beso, con el chico más guapo que alguna vez había conocido. Ella se sentía bien estando con Kenneth, y se olvidó del mundo por un instante. Él le gustaba. 

Annie se separó de él, observándolo con fascinación. Admiró sus ojos celestes, y sonrió, acariciando su rostro. Ella no pensaba con claridad, y solo atinó a besarlo nuevamente. Algo dentro suyo le decía que se detuviera, pero no podía. Adoraba sentir los labios de Kenneth junto con los suyos. 

Ken sonrió, juntando su frente con la de Lissie. Tomó el rostro de la chica entre sus manos, rozando su nariz con la de ella.
─Annelise, me gustas─. Confesó─. Fue por eso que acepté pasar el fin de semana en el castillo. Mi hermano me dijo que tú también estarías aquí. 

Annie sonrió por su tacto, antes que la realidad regresara a ella. Sintió las lágrimas rodar por sus mejillas, y pensó en su padre. Garfield se opondría a su relación, y se alejó rauda de él. Annelise lo quería, pero sabía que lo suyo con Kenneth no podría ser. Ella secó sus lágrimas, creyendo que repetía la historia de Rosalie. Su padre los mataría si se enteraba de aquel beso. 

─Ken, lo lamento─. Sollozó, tomando su capa─. Lo siento mucho, pero esto está mal.

Kenneth la sostuvo con fuerza de la muñeca, viendo el nerviosismo en su rostro. Su intención no era asustarla; no quería que se fuera.
─Annelise─. Susurró─. Annelise, espera un poco. Escúchame, por favor. 

Annie negó con la cabeza, soltándose de su agarre. Salió corriendo de la habitación, con los ojos llenos de lágrimas. Su corazón estaba acelerado, y apenas si podía ver. Limpió su rostro como pudo, regresando a la fiesta para que sus padres no sospechen nada. Se sentó sola en una esquina, agradeciendo que todos estuviesen distraídos. Annelise suspiro con pena, sin saber qué hacer. Kenneth le gustaba, pero ella sabía que jamás podría elegir a qué hombre amar. 


¡Hola! ¿Cómo están? ¿Qué les está pareciendo la historia hasta ahora?

Les dejo una imagen del cap. Si quieren, pueden seguirme en IG, subo muchas curiosidades y edits ahí. No olviden que también hay playlist en Spotify. Lo pueden encontrar como "Realeza Inesperada"

Les mando un abrazote. Nos leemos pronto.

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