CAPÍTULO 48
Amelie despertó con las primeras luces del alba, viéndose rodeada por los brazos de Tristán. Ella giró con lentitud en la cama, notando que dormía profundamente. Se alejó un poco, acomodándose frente a él. Acarició su rostro con suavidad, sonriendo. Tris se veía tan tranquilo, que no quiso levantarlo. Ambos quedaron exhaustos la noche anterior, y resolvió dejarlo descansar.
Amy acomodó el cabello de Tristán, peinándolo hacia atrás. Observó que la cicatriz en su frente seguía ahí, y pasó un dedo sobre esta. Hacía mucho le quitaron los puntos, pero la marca permaneció. Ella ladeó la cabeza, pensando que aquella herida era un recordatorio del día que llegaron a ese lugar. Esperaba que, para regresar, no fuera necesario que sufran otro accidente. No quería que ninguno de los dos salga lastimado.
Amelie volvió a acurrucarse en su pecho, escuchando el corazón de Tristán latir lentamente. Ella cerró los ojos, adormeciéndose de nuevo. Ambos estaban desnudos, y eso le pareció divertido. A pesar que estaba por iniciar el invierno; no sentía frío. El calor del cuerpo de Tristán era suficiente. Amy suspiró, convencida que haber dormido con él fue la mejor decisión que tomó. No se arrepentía de despertar con Tris, y notar que él no la dejó ni un segundo.
Tristán se movió un poco en su lugar, abriendo los ojos con pesadez. Escuchó a lo lejos que alguien tocaba la puerta, pero no tenía ganas de atender. Esperó que el ruido se detenga, y frotó sus ojos, acostumbrándose a la claridad de la mañana. Besó con suavidad la cabeza de Amelie, esperando no despertarla. Él giró despacio, y observó el reloj de la mesa de noche. Eran las nueve y media de la mañana.
Tris vio a Amy moverse, y rio cuando ella se metió debajo de las sábanas. Él la jaló con suavidad, abrazándola. Besó su frente, y ella sonrió, parpadeando. Amelie frotó sus ojos, viendo a Tristán a su lado. Ella entrelazó sus dedos con los de él, sin saber por cuánto tiempo volvió a dormir.
─Buenos días, Amy─. La saludó, alegre─. ¿Cómo amaneciste?
─Mejor que nunca─. Ella sonrió, acariciando su mejilla─. ¿Y tú?
─Hacía mucho no dormía así─. Besó su frente─. Me gusta tu compañía.
Amy sonrió, cerrando los ojos de nuevo. Le dio la espalda a Tristán, enterrando el rostro en la almohada. Había dormido tan bien, que no quería levantarse. A pesar que esa cama era mucho más pequeña que la que tenía en el castillo, la sentía más cómoda y acogedora. Ella deseaba pasar el resto de la mañana ahí; con él.
Tris se levantó, buscando la maleta que llevó. Se vistió rápido, e ingresó al baño de la habitación para lavarse el rostro. Ellos se estaban quedando en el único hospedaje del condado de Gulnes, a menos de media hora del Campo de las Estrellas. Llegaron la noche anterior; después que Tristán le explicó a Chadburn la sorpresa que prepararía Annelise. Él la ayudaría con lo que necesite.
La posada en que estaban era pequeña, pero acogedora. Tenía un solo piso, y contaba con cuatro habitaciones; además de una cabaña exterior donde vivía el dueño. El hombre era bastante amable, y los ayudó a instalarse. Les ofreció de cenar, y dijo que, si necesitaban algo, podrían llamarlo en cualquier momento de la noche. Tristán y Amelie eran los únicos huéspedes en ese momento.
Tris salió del baño, recordando todo lo que había planeado para ese día. Revisarían el Campo de las Estrellas una vez más, esperando encontrar alguna pista nueva. Además, no podían perder mucho tiempo. Él le había pedido al cochero que los recoja el sábado al medio día, y los lleve al puerto de Saewa. Tristán nunca había llegado a los límites de la isla, y ese era el más cercano.
Tris se acercó a la cama, sacudiendo a Amelie por el hombro.
─Amy, levántate─. Habló bajo─. Vamos a desayunar.
─No quiero─. Murmuró, con los ojos cerrados─. Déjame dormir.
Tristán rio, destapándola. Se puso en cuclillas, quedando frente a ella.
─Quiero comer contigo, Amy─. Volvió a moverla─. Además, se hace tarde y tenemos cosas que hacer.
Amelie gruñó, levantándose pesadamente. Se cambió con lentitud, eligiendo un vestido simple, color maíz. Le pidió a Tristán que ajuste su corsé, mientras ella cepillaba su cabello. Estaba tan cansada que ni siquiera notó la hora. Amy se hizo una trenza después de lavarse el rostro; y sonrió al verse en el espejo. Le gustaba cómo combinaba el vestido con su tono de cabello.
Los jóvenes avanzaron en silencio hasta el comedor, empezando a sentir una ráfaga de aire helado. Todas las ventanas del lugar estaban abiertas. Amelie tiritó, arrepintiéndose de haber dejado su abrigo en la recámara. Ella se sentó a la mesa primero, haciendo un gesto para que Tris se ubique a su lado. Vio que él le dijo algo al dueño, pero prefirió no hacer preguntas.
El posadero les sirvió el desayuno; dejándolos solos para que coman con tranquilidad. Era un honor tener a los reyes en su local, y no quería incomodarlos. Él hizo una reverencia, yendo a revisar el huerto que tenía en la parte de atrás. Ya era hora de cosechar algunas hortalizas.
Amy desayunó en silencio, calentándose con el café. La comida no era tan buena como en el castillo, pero disfrutó las tostadas con mermelada. La simpleza de aquel platillo, le hizo pensar en su verdadero hogar. Frances y ella solían desayunar cosas así casi a diario. Amelie descubrió el placer de comer ensalada de frutas cada mañana, el día que despertó en Sarauta.
Tristán terminó primero, yendo a buscar al posadero. Le pidió que le alquile dos caballos; encargándole que los ensille. Él volvió al interior, tomando varias cosas de su maleta. Acomodó la alforja que llevaría, pidiéndole a Amelie que se apure. Ella asintió, ajustándose la capa con un prendedor. Pintó sus labios con el bálsamo rosado que tenía, y lo guardó en su bolsillo; saliendo de la habitación.
Tris y Amy cabalgaron entre risas, llegando al Campo más rápido de lo que pensaron. Amelie escaneó el bosque con la vista, recordando un pensamiento que tuvo la primera vez que visitaron ese lugar. Hizo un ademán para que se detengan, y elevó la vista; descubriendo un risco pequeño a la distancia. Un par de metros más allá del río.
─Tristán, espera─. Pidió con voz potente─. Creo que deberíamos observar los monolitos desde arriba─. Señaló─. Nos ayudará verlo desde una perspectiva diferente.
Tristán asintió, reanudando la marcha. Subieron el risco con lentitud, y ataron los caballos a unos árboles cercanos. Los jóvenes se sentaron cerca de la punta, teniendo cuidado de no caerse. El Campo de las Estrellas se veía diferente, pero hermoso.
Amelie suspiró, disfrutando la brisa. Se cruzó de piernas, notando que la estela era más alta de lo que recordaba.
─¿Qué crees que haya sido este lugar antes? ─Preguntó después de varios minutos.
Tris carraspeó, frotando sus manos. Ver las rocas desde esa altura, le hizo darse cuenta del misticismo del lugar. Estaba más que convencido que, a diferencia del Prado de la Luna, no se hicieron sacrificios ahí. Debieron haberlo construido con otro fin.
Tristán escaneó de nuevo el círculo formado por los monolitos, notando que algunos de estos terminaban en punta, y otros eran truncos. Le pareció extraño que se intercalen, y creyó que había algún motivo para eso. No podía ser casualidad.
─Por un segundo, creí que podría ser un reloj solar gigante─. Mencionó, apuntando el círculo con el índice─. Hay doce monolitos, pero no creo que la estela pueda funcionar como aguja. Además, los primeros relojes que existieron, no colocaban los números de las horas en forma de círculo; sino de media luna─. Explicó, rememorando algo que leyó años atrás─. Y solían tener entre trece y catorce números. No eran tan precisos como este.
Amy mojó sus labios, y rio bajo. Aquel lugar estaba dedicado a las estrellas; sería raro que hagan un monumento que funcionaba con el sol. Ella pensó, tratando de darle otro sentido a la figura. Volvió a contar los monolitos, y recordó la constelación que vio tallada. Tal vez, todo se basaba en la astrología.
─¿Y si es un calendario? ─Teorizó, girándose para verlo─. Hay doce meses; y la estela podría indicar la forma en que controlaban el tiempo, o las estaciones.
Tristán palideció un segundo, sintiéndose como un tonto por no haberlo notado antes.
─Cuando estuve traduciendo los jeroglíficos, algunas de las palabras que encontré fueron primavera, verano, otoño, e invierno─. Contestó emocionado, levantándose─. Tenemos que bajar, ahora.
Amelie asintió, poniéndose de pie en un salto. Desataron los caballos, y bajaron con prisa, tratando de no derrapar. Tris dejó a los animales cerca del río, y sacó el papel donde llevaba un recuento de los jeroglíficos que logró descifrar. Ya tenía diecisiete palabras.
─Estamos en invierno, ¿verdad? ─Preguntó Amelie, elevando la vista al cielo─. ¿Cuál es el símbolo para eso?
Tristán caminó hasta la estela, comparando los dibujos con los de su lista. Recorrió con la vista la cara principal de la roca, buscándolo el símbolo que necesitaba. Varios eran parecidos.
─Es este─. Afirmó, señalando uno en la parte superior─. Este significa invierno.
Amy se colocó a su lado, elevando la vista
─Bien, ¿qué más dice? ─Curioseó, empinándose─. ¿Cuáles son los jeroglíficos que están a su costado?
Tris respiró profundo, tratando de darle sentido a lo que veía. Leer la estela era más complicado de lo que pensó.
─Hay varios que no conozco, pero sé que este significa roca─. Señaló uno, tras una breve pausa─. Y este es camino.
Amelie se acercó más, pasando un dedo por los jeroglíficos. A pesar que estaban muy juntos, logró identificar uno.
─Este significa morado─. Informó, señalando una línea horizontal.
Tristán se cruzó de brazos, intrigado.
─¿Cómo sabes eso?
─El libro que leí decía que los primeros pobladores usaban rayas para identificar los colores─. Amy expresó con soltura─. No pude aprenderlos todos, pero recuerdo los símbolos para rojo, morado y azul.
─¿Por qué no lo mencionaste antes?
─Solo eran colores─. Ella se encogió de hombros─. No pensé que fuera importante.
Tristán negó con la cabeza, y pasó una mano por su cabello. Aunque solo fuesen colores, cualquier información era importante. Él empezó a unir cabos, tratando de darle sentido a lo que leía. Habían dos jeroglíficos más que no conocía, pero logró armar una frase con lo poco que tradujo.
─Entonces, ¿se supone que necesitamos una piedra morada para hallar el camino en invierno? ─Tris mencionó, dubitativo─. ¿De dónde vamos a sacar una piedra morada? ─Se extrañó.
Amelie repitió las palabras de Tristán en su mente, sintiendo que conocía la respuesta a su pregunta. Chasqueó los dedos, dándose cuenta de lo obvio que fue ese acertijo.
─¡Amatista! ─Exclamó emocionada─. La amatista es la única piedra morada que existe─. Sonrió, recorriendo el resto de la estela con el dedo─. La piedra roja sería el rubí; y el zafiro, la azul─. Continuó después de hallar sus dibujos─. No son simples piedras las que necesitamos.
Tristán agachó la mirada rápidamente, tomando la mano derecha de Amelie. La elevó hasta la altura de su rostro, examinándola.
─Amy, dame tu anillo─. Exigió.
La joven se soltó de su agarre, retrocediendo un poco.
─¿Por qué?
─Tu anillo tiene un rubí enorme─. Indicó─. Quizás eso sea de ayuda.
Amelie negó con la cabeza, indignada.
─Tú no vas a destruir mi anillo─. Avisó, cruzándose de brazos─. Además, no creo que eso funcione.
Tris frunció el ceño, molesto. Eso era lo más cercano que tenían a una pista real.
─¿Por qué no?
─Estos monolitos fueron tallados hace miles de años─. Recordó con obviedad─. Los anillos los hicieron hace menos de seis meses. No creo que funcione con cualquier piedra roja.
─¿Y de dónde vamos a sacar una maldita amatista? ─Inquirió, empezando a desesperarse─. Ni siquiera sé dónde están las tumbas de los sacerdotes que se encargaban de leer esto para poder revisarlas.
Amelie lo tomó por ambos brazos, tratando de calmarlo. Lo sacudió, esperando captar su atención.
─Tris, sé que estás desesperado, pero debe haber alguna solución─. Lo miró a los ojos─. No vamos a profanar un cementerio solo para buscar algo que ni siquiera podría estar ahí.
Tristán se alejó de ella, agachando la cabeza. Sabía que Amelie tenía razón, pero la frustración lo embargaba, y no podía pensar con claridad. Él no quería perder la esperanza todavía; sin embargo, todo se enredaba más a cada segundo. Por un instante, le pareció que era la isla, la que no quería dejarlos partir.
─Todo esto es una mierda─. Se quejó, apoyándose sobre uno de los monolitos truncos─. Cuando logramos avanzar un paso en esta jodida búsqueda, aparece algo que nos hace retroceder diez─. Bufó, levantando el rostro─. Si continuamos así, vamos a irnos para cuando cumplamos treinta.
─Piensa que cuando cumplas treinta aquí, todavía tendrás veintiocho en el mundo real─. Amelie bromeó, tratando de aligerar el ambiente.
Tris giró, cruzándose de brazos.
─Amy, esto no es gracioso─. La regañó─. Si no encontramos pistas reales, podríamos quedarnos aquí para siempre.
Amelie rodó los ojos, mascullando algo indescifrable. Regresó junto a la estela, tratando de identificar los jeroglíficos. Reconocía varios símbolos de colores, pero no recordaba su significado. Por más que se esforzaba, no identificaba el dibujo que le pertenecía a cada uno...
─Amelie─. La llamó Tristán, sacándola de sus pensamientos─. Ven un momento.
La joven avanzó con pesadez, colocándose a su lado.
─¿Qué pasa? ─Masculló.
Tris pasó la mano sobre la superficie del monolito, terminando de limpiar la tierra que tenía por encima. Los símbolos eran casi imperceptibles, pero alcanzaban a verse.
─¿Qué dice aquí? ─Preguntó, mostrándole los dibujos.
Amy se inclinó hacia adelante, observando una línea ondeada.
─Piedra azul. Zafiro─. Leyó con asombro─. Aquí debió ser donde lo colocaron en la antigüedad─. Sugirió.
Tristán se arrodilló, tratando de quitar el resto de la tierra que cubría la roca. Eso era una señal. Tal vez, en algún lugar del monolito, escribieron dónde conseguir un zafiro. El Campo de las Estrellas era como un rompecabezas gigante.
Amelie llevó la vista a la piedra de al lado, notando que terminaba en punta. Lo limpió con la manga, esperando encontrar algo más. Hizo una mueca, confundida por lo que estaba ahí grabado.
─Aquí también dice zafiro─. Afirmó, elevando la voz─. Pero hay un símbolo más, como un triángulo en la parte superior.
Tris se acercó con rapidez, reconociendo el símbolo de inmediato.
─No es un triángulo─; repuso, levantándose─. Eso significa casa, o refugio.
El joven corrió hacia el caballo, sacando una daga del morral. Todo cobraba sentido, y él tenía un plan. Regresó al monolito, tirándose frente a este. Dejó el arma en el pasto, quitándose la chaqueta. Necesitaría los antebrazos libres para lo que haría.
Amelie se arrodilló a su lado, viéndolo con preocupación.
─Tris, ¿qué vas a hacer? ─Preguntó con temor─. ¿Para qué necesitas ese cuchillo?
─Amy, cálmate─. Pidió sin siquiera verla, volviendo a tomar el arma─. No es lo que piensas, creo que tengo una idea.
─Solo prométeme que no te vas a lastimar─. Amy habló bajo, poniendo una mano en su hombro.
Tris asintió, y hundió la daga frente al monolito. Esperaba no equivocarse con lo que hacía; empezando a remover la tierra. Tiró el arma cuando logró hacer un hueco pequeño, y continuó escarbando la tierra con las manos. Sonrió al sentir algo duro en el fondo, y lo jaló con fuerza. Notó que era una pequeña bolsa de tela, anudada con una cuerda delgada.
Tristán abrió la bolsa, vaciando su interior sobre el pasto. Un zafiro, sucio y de forma irregular, cayó de esta. Amelie lo tomó, asombrada. Ella jamás imaginó que las piedras continúen en el mismo lugar, ocultas a la vista de todos.
─¿Cómo supiste que estaba ahí? ─Inquirió, curiosa.
─Cuando vi la palabra refugio, pensé que podría significar que ese era el lugar donde lo escondieron─. Explicó, sacudiéndose las manos─. Además, tiene sentido. Imagina que llegan a invadir y saquear tu casa. ¿Dónde pondrías los objetos que son sagrados para ti?
─Los ocultaría donde nadie pudiera encontrarlos─. Susurró ella, escaneando el lugar con la vista─. Eso quiere decir, que hay, al menos, cinco piedras más aquí─. Completó.
Tris le entregó la daga por la empuñadura, viéndola a los ojos.
─Ayúdame a desenterrarlas.
Amy asintió, tomando el arma. Se acercó al siguiente monolito que tuviera punta, limpiando la superficie para poder leer. Vio tres jeroglíficos en la inscripción, sabiendo que no se equivocaba. La amatista estaba ahí. Ella sonrió, arrodillándose en el pasto. La tierra era dura, y demoró en clavar la daga. Luchó para abrir un agujero, temiendo que el arma pudiera romperse. Ella sacudió su cabello, pensando que Tristán lo hizo ver fácil.
Amelie se detuvo cuando la hoja chocó contra algo duro, y la tiró a un lado. Introdujo la mano izquierda, encontrando una bolsa idéntica a la de Tris. La abrió con premura, sacando la amatista de su interior. También estaba sucia; pero era más grande que el zafiro. Ella la limpio en su manga, examinándola a contraluz.
Amy volvió a poner la piedra en la bolsa, y la guardó en su bolsillo.
─¡Tengo la amatista! ─Avisó en un grito.
─Y yo encontré una esmeralda─. Respondió Tristán.
Amelie giró en su dirección, viendo que él empezaba a cavar un tercer hoyo. Ella se limpió las manos en la falda del vestido, y tomó la daga cuando Tris dejó de usarla. Amy halló un topacio, mientras que Tristán, el rubí y un ónice. Ya las tenían todas.
Los jóvenes volvieron a cubrir los agujeros y se limpiaron en el río; enjuagando las piedras. Amy las secó con la capa; notando lo sucia que estaba. Toda su ropa se había arruinado con manchas de tierra y pasto. Ella bufó, pensando que nunca volvería a salir con vestidos claros. Ambos estaban hechos un desastre.
Tristán se sentó en el césped, recostándose sobre la estela. Estaba exhausto de tanto cavar.
─Bueno, eso fue divertido─. Comentó, riéndose.
─Yo no utilizaría esa palabra─. Amy se sentó a su lado─. Pero sí fue interesante. Quizás, ya no tengamos que esperar hasta los treinta para regresar─. Bromeó.
Tristán rio, volteando el rostro para verla.
─Si tenemos suerte, quizás logremos regresar antes de navidad. Hay muchas cosas que todavía debemos descifrar─. Mencionó, acordándose que estaban en agosto─. Por cierto, ¿recuerdas que querías ir a bailar el primer día que estemos en nuestro mundo? ─Ella asintió─. Lo estuve pensando, y yo también quiero que me prometas algo.
Amelie sonrió, cruzándose de piernas.
─Lo que sea, Tris─. Le dio la mano.
Tristán acarició su rostro, viéndola a los ojos. Esperaba que ella acepte lo que le diría.
─Amy, sé que te irás de la ciudad poco después de volver, y quizás pasen años hasta que nos veamos de nuevo─. Él carraspeó, moviéndose hacia adelante─. Es por eso que quiero que me prometas que volverás para cuando me gradúe de la universidad─. Habló decidido.
Ella sonrió, sorprendida por sus palabras.
─¿Lo dices en serio?
─Sí─. Tris juntó su frente con la de ella─. Después de todo lo que hemos pasado aquí, quisiera que me acompañes en uno de los momentos más importantes de mi carrera─. Sonrió, alejándose un poco.
Amy le sonrió de vuelta, pasando una mano por su cabello. Era la primera vez que alguien le decía algo así, y le alegró saber que Tristán no quería perder contacto con ella.
─Nada me haría más feliz que verte graduado de la universidad─. Confesó, besándolo─. Volveré cada vez que me lo pidas, Tris─. Prometió.
Tristán sonrió, abrazándola. Le dio un beso en la frente, y se quedaron en la misma posición por varios minutos. Amy relamió sus labios, sintiéndose tranquila con su compañía. Le gustaba que ya no exista el silencio incómodo entre los dos.
Amelie estiró el brazo, tomando el rubí. Lo sacó de la bolsa, examinándolo con fascinación. Nunca había visto piedras preciosas en bruto, y se sintió cautivada por su belleza. El rojo siempre fue de sus colores favoritos.
─¿Crees que las piedras sean mágicas? ─Preguntó tras varios minutos.
Tristán se movió en el pasto, y se acomodó frente a ella. Ordenó el resto de gemas, cerciorándose de no haber perdido ninguna.
─No lo sé─. Se aclaró la garganta─. Pero nos llevaremos al castillo todo lo que encontramos. Continuaremos investigando cuando regresemos.
─¿Volveremos hoy? ─Consultó Amelie, viéndolo a los ojos─. ¿O seguiremos en este raro viaje al que me trajiste?
El rio por el comentario, cruzándose de brazos.
─¿Acaso no te gusta? ─Inquirió.
Amelie lo golpeó con suavidad en el hombro, sonrojándose levemente.
─Claro que me gusta, idiota─. Respondió entre risas─. Pero me sigue pareciendo extraño que, de un momento a otro, hayas decidido que viajaríamos.
─¿Por qué crees que es extraño? ─Curioseó.
─Porque eres demasiado ordenado y organizado─. Amy contestó tranquila, levantando una ceja─. Pasas horas leyendo mapas y trazando rutas para ir a la mayor cantidad de lugares, en el menor tiempo posible─. Señaló, ladeando la cabeza─. La espontaneidad no va contigo.
Tristán volvió a reír, mostrándose confiado. Nunca creyó que Amelie se cuestionaría tanto el hecho de haber salido de viaje. Él se acomodó en el pasto, ordenando sus palabras antes de hablar. No podía permitir que ella sospeche de lo que planeaba Annelise.
─Simplemente vi los nuevos mapas, y creí que la mejor forma de probarlos, sería viajando─. Contestó con soltura─. Además, tenía una sorpresa preparada para ti─. Confesó, viéndola fijamente─. Pero, si te incomoda que sea "espontáneo" ─, hizo comillas─, o que haga algo por ti; puedo cancelar todo...
─No, no, no─. Ella lo interrumpió, sosteniéndolo del antebrazo─. Dime qué es.
Tris sonrió por su reacción, poniéndose de pie. Él planeaba organizar la sorpresa cuando estuvieran en Saewa, el último día antes de irse. Sin embargo, tendría que adelantarla.
─Si quieres saber, espérate a la noche.
Amy hizo puchero, levantándose también. Ella deseaba saber qué era, pero podía esperar. No faltaba mucho. Subió con rapidez al caballo, tomando la delantera para regresar al hospedaje. Tristán la alcanzó después de varios minutos, ayudándola a bajar en la entrada. Él jaló los animales por las riendas, buscando al posadero para devolvérselos.
Amelie se dio un breve baño, y tiró su ropa sucia al suelo. Necesitaría conseguir una bolsa de tela adicional para guardarla. Ella se colocó un vestido verde de cuello bandeja, y peinó su cabello en dos trenzas, adornándolo con ganchos. Se maquilló sutilmente; observándose en el espejo antes de salir al comedor. Ella no sabía a qué hora Tristán le daría la sorpresa, pero quería estar preparada.
─Amy, te ves hermosa─. Habló Tris, abrazándola por la espalda.
Ella se sobresaltó por su tacto, pero lo tomó de las manos cuando reconoció su voz. Amelie ni siquiera lo escuchó entrar. Tristán besó su mejilla con suavidad, y se inclinó hacia adelante, buscando sus labios. Amy rio, soltándose de su agarre.
─No dejaré que me beses hasta que me des la sorpresa─. Avisó decidida, poniendo una mano en su pecho─. Te veo en el comedor.
Amelie salió antes que él pudiera decir algo más, y rio. Caminó en silencio por el hospedaje, observando los cuadros en las paredes. Ella recorrió el lugar antes de sentarse en la mesa, y esperar a que baje Tristán. Él ingresó minutos después, y almorzaron con tranquilidad. Cavar agujeros toda la mañana les abrió el apetito.
Tris consiguió que el posadero les preste una pluma y un tintero; y regresaron a la habitación. Hicieron anotaciones en el mapa, marcando con una equis los monolitos en los que descubrieron las piedras. Él volvió a revisar las bolsas de tela, notando que estaban numeradas.
─Antes, usaban puntos para escribir los números─. Explicó Tris, ordenando las piedras─. Las gemas forman una secuencia.
Amelie jaló el mapa con cuidado, comparando los números de las bolsas, con sus ubicaciones en el Campo. Ella pasó el dedo por el pergamino, haciendo un dibujo imaginario.
─Tal vez no sea nada, pero si unimos con una línea los monolitos donde iban las piedras, se forma una estrella de seis puntas─. Comentó.
Tristán escribió, en el papel que llevó, el número que le correspondía a cada gema; e hizo el dibujo que Amy mencionó. Hasta el detalle más pequeño sería de ayuda para volver. Tris dobló el mapa después que el reloj marcó las seis y media de la tarde, y guardó todas sus cosas. Ya tendrían tiempo de terminar la investigación cuando estuviesen en el castillo.
Él tomó a Amy de la mano, volviendo a llevarla fuera de la posada. Cabalgaron con tranquilidad, disfrutando el atardecer. Amelie ajustó su abrigo, sintiendo curiosidad por el lugar al que irían. Ella mojó sus labios, creyendo que el camino era conocido. Estaban regresando al Campo de las Estrellas.
Tristán entrelazó los dedos con los de Amelie, guiándola a pie por el bosque. Se detuvieron antes de cruzar el rio, y señaló el círculo de los monolitos.
─Espero te guste la sorpresa─. Susurró en su oído.
Amelie se quedó sin aliento, y no pudo contestar. Habían colocado dos antorchas largas junto a la estela, además de varias velas en el suelo. El pasto estaba lleno de pétalos de tulipanes; rodeando una manta con una canasta para picnic. Todo era hermoso.
Amy soltó un largo suspiro, y sonrió. Giró sobre sus talones, besándolo con dulzura. Era más de lo que ella esperó.
─Tris, esto es asombroso─. Comentó en sus labios─. Me encanta.
Él sonrió, feliz que le haya gustado. A pesar que demoró en convencerlo, el posadero había hecho un gran trabajo. Tristán la besó nuevamente, antes de ayudarla a cruzar el río. La noche apenas iniciaba.
─Vamos.
Amelie se sentó primero, maravillada la belleza del lugar. Ella elevó el rostro, notando que el cielo estaba despejado. Las estrellas empezarían a verse en cualquier momento. Amy sonrió ampliamente, notando su corazón acelerarse. Hacía mucho no se sentía así.
Tristán se colocó frente a ella, admirándola en silencio. Amelie le gustaba demasiado. Le dio la mano, listo para decirle todo lo que había planeado.
─Amy, antes de empezar con el picnic, hay algo importante de lo que necesitamos conversar─. Ella asintió─. Hasta ayer, ambos nos hemos seguido repitiendo que solo somos amigos; pero ya estoy cansado de eso. Quiero que las cosas cambien entre nosotros.
Amelie pasó saliva con dificultad, asustándose al ver la seriedad en sus ojos.
─¿Qué es lo que quieres cambiar? ─Consultó─. ¿Ya no te gusta el acuerdo que tenemos?
Él negó con la cabeza, acercándose más a ella.
─Amy, ya me cansé de tener que ocultar mis sentimientos contigo. De fingir que es solo una amistad─. Aseveró, viéndola a los ojos─. Quiero que formalicemos lo nuestro; que esta relación sea real─. Acarició su rostro, inclinándose hacia adelante─. Amelie, yo estoy enamorado de ti.
Una lágrima de alegría rodó por la mejilla de Amelie, y ella rio por lo que escuchó. Tomó el rostro de Tristán entre sus manos, antes de rozar su nariz con la de él.
─Hace mucho que esperaba que me dijeras eso─. Confesó en un susurro─. Yo también estoy enamorada de ti.
Tristán sonrió con sus palabras, y examinó su rostro en la cercanía. Disfrutó verla bajo la luz de la luna y las estrellas; notando que el celeste de sus ojos parecía brillar. Acarició su mentón con cuidado; y acortó la distancia para besarla. La sostuvo con cuidado del cuello, sintiendo que probaba sus labios por primera vez.
Amy cerró los ojos, continuando el beso con suavidad. Adoraba la forma tan dulce en que Tristán la besaba, sabiendo que él la quería de verdad. Ya no habían dudas en su cabeza; lo suyo era real. Ella sintió su pulso agitarse, creyendo que después de mucho, estaba completamente feliz.
Tristán se separó de ella con lentitud, empezando a besar su cuello.
─¿Recuerdas que me dijiste que debía aprender a romper las reglas? ─Susurró.
─Sí─. Amy jadeó.
Tristán se alejó de ella, viéndola a los ojos. Acarició su pantorrilla, empezando a levantar la falda del vestido.
─¿Recuerdas también que este era un lugar sagrado? ─Ella lo miró con picardía─. ¿Estarías dispuesta a profanarlo conmigo?
Amelie asintió despacio, acariciando su rostro. Le gustaba verlo tan decidido, y le ayudó a quitarse el saco.
─Estoy dispuesta a todo contigo─. Afirmó, besándolo.
Tris se arrodilló atrás de Amelie, comenzando a soltar las amarras del corsé. Acariciaba la piel de su espalda, sintiendo que muchos recuerdos regresaban a su mente. Amelie suspiró con su tacto, ansiosa por que ambos queden desnudos. Deseaba sentir sus cuerpos rozarse una vez más.
─Vamos a hacer el amor en un lugar sagrado, bajo la luz de las estrellas─. Amelie susurró, volteándose─. ¿Crees que eso nos bendiga, o nos maldiga?
Tristán rio con la pregunta, retirando finalmente el corsé y la falda.
─Hasta cierto punto, ya estamos malditos─. Bromeó, viéndola a los ojos─. No creo que algo peor nos pueda pasar.
Amelie ladeó una sonrisa; pasando las manos por la espalda del chico. Levantó la camisa que él tenía puesta, y se deshizo de esta con rapidez; arrojándola al suelo. Amy tomó sus manos; guiándolas a la parte inferior de la enagua con que quedó. Ambos comenzaron a subir despacio, hasta llegar a sus caderas. Ella sonrió, acariciando el rostro de Tristán. Le daría el gusto de ser él quien termine de quitarle la ropa.
Tris dejó la prenda sobre la canasta de comida, y sostuvo a Amelie por la cadera. Volvió a besarla, ejerciendo presión sobre ella. Pasó un dedo por los senos de Amy cuando quedó echada; y ella jadeó. Él empezó a acariciar sus muslos, acercándose para besarlos. Sabía que a ella le gustaba.
Amelie gimió con suavidad el nombre de Tristán, cuando sintió su lengua recorrerla. Cerró los ojos, disfrutando todo lo que él le hacía sentir. Sonrió al pensar que, casi siempre, era ella quien le daba sexo oral; y le gustó que se invirtieran los papeles. Amy volvió a gemir, pensando en lo maravillosa que era esa noche. Después de eso, y de aceptar sus sentimientos por Tristán; ella ya no estaba tan segura de querer regresar al mundo real.
¡Hola!
Aquí el nuevo capítulo.
¿Qué les pareció? ¿Alguna opinión o teoría?
Este capítulo trae algo especial, y es este bello dibujo que hizo manzanalectora por una comisión que le pedí. ¿Acaso Amy no se ve bonita?
No se olviden de votar y comentar para seguir creciendo
Les mando un abrazote
Nos leemos pronto
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