CAPÍTULO 31

La primera semana de convivencia fue la más difícil para Amelie y Tristán. Nunca pensaron lo complicado que sería adaptarse al estilo de vida de otra persona; o los hábitos que tenía. Él continuaba insistiendo que debían estar despiertos desde muy temprano, y ella solo quería dormir hasta las diez de la mañana. Lo único bueno, además de la gran cantidad de sirvientes que tenían a su disposición, fue el acuerdo al que llegaron. Tristán saldría de la habitación a la media noche, y regresaría al amanecer. Amy descubrió que el resto de cuartos del segundo piso se encontraban desocupados, y ellos ya no corrían el riesgo de ser descubiertos.

A partir de hoy, no quiero a ningún guardia en el segundo nivel del castillo. Ordenó Tristán con voz potente; el día que sus familias se fueron─. Quienes tenían por misión custodiar ese piso, ahora redoblarán la seguridad en el exterior. Solo habrá un centinela, al pie de la escalera. Después de eso, nadie podrá acercarse a mis aposentos. ¿Entendido? ─Cuestionó, en pose solemne.

La guardia real asintió, llevando una mano a su frente y manteniendo una posición firme. Ellos no querían tener problemas con el príncipe Dominic, ni ganar enemistad con él semanas antes de la coronación. Faltaba muy poco para que asuman el poder, y todos buscaban el favor de los nuevos reyes. Una nueva era acababa de iniciar en el Valle de Kauyen. 

Tristán esperaba que los empleados no notasen que se encontraba nervioso, y trató de engrosar la voz para mostrarse más seguro. Hablar con ellos de forma individual era una cosa; pero todavía le intimidaba dirigirse a toda la guardia real como su superior. Él era consciente que nadie cuestionaría lo que decía; sin embargo, había muchas cosas a las que no se acostumbraba aún. 

Amelie permaneció al lado de Tristán mientras él dio las nuevas disposiciones; con los brazos cruzados y sonriendo complacida. Le gustaba estar en el poder, y jamás creyó que disfrutaría tanto estar fuera de Sarauta. En ese castillo, ella era la dueña y señora; y ya no tendría que darle explicaciones a nadie, ni tener que vivir bajo las reglas de Garfield. Annelise tuvo razón al decirle que sus problemas se solucionarían después del matrimonio. Aunque todavía no encontraban el portal; su estilo de vida mejoró considerablemente.

Amy jamás imaginó que el primer chico con quien conviviría, sería Tristán. A pesar de conocerse desde hacía muchos años, nunca se le ocurrió que ellos terminarían viviendo en la misma casa. El único chico con quien Amelie soñó casarse alguna vez, fue el primer novio que tuvo; y las cosas terminaron muy mal entre ellos dos. Después de eso, no quiso volver a pensar el algo realmente serio, y prefería no hacerse ilusiones con nadie. Sus relaciones, al igual que las de su madre, solían durar muy poco tiempo.

La joven organizó también algunas cosas dentro del castillo, y ordenó que las mucamas solo ingresen a su habitación al momento que se las llame; sin ceñirse a un horario fijo. Debía mantener las apariencias frente a los empleados; y que estos no sospechen que ellos dormían en habitaciones separadas. Amelie agradeció que un tercio de los empleados del castillo provengan de Sarauta, y se le facilitó trabajar con personas que ya conocía. Los otros dos tercios se repartían entre los criados de Kauyen, y personal nuevo que contrataron; y ella apenas estaba aprendiendo sus nombres. Sin embargo, lo que más le alegró, fue saber que Patrick continuaría en Sarauta, y ella no lo volvería a ver. 

Amelie bajó con cuidado de las escaleras; todavía adormilada. Resolvió colocarse un vestido sencillo esa mañana, y salió de su habitación media hora después que Tristán la despertó. A pesar que ya se había duchado, todavía tenía sueño; y consideraba que era demasiado temprano. Ingresó al comedor a paso lento, sin siquiera tener hambre debido a la hora. Ocupó su lugar en silencio, y se cubrió el rostro con las manos antes de bostezar. 

─¿Ya comiste? ─Preguntó en un susurro, notando la mesa vacía. 

Tristán negó, y se carraspeó antes de hablar. 
─Sabes que no sirven el desayuno si tú no estás─. Contestó serio, pasando una mano por su cabello─. Aunque no te guste, debemos respetar el protocolo de comer juntos.

─Es demasiado temprano─. Repuso ella, haciendo puchero─. Deberíamos cambiar los horarios.

Él rio con ironía. Hacía mucho que amaneció. 
─Amelie, son las ocho de la mañana─. Habló entre dientes─. ¿A qué hora quieres desayunar? ¿Pasado el medio día? ¿o en la noche? 

La joven hizo una mueca. No estaba de humor para soportarlo.
─Idiota─. Masculló, entrecerrando los ojos.

Tristán ignoró su comentario; cruzándose de brazos, y observando a las empleadas entrar con las bandejas de comida. Él continuaba creyendo que ellas preparaban demasiada comida para solo dos personas. Casi parecía que organizaban un banquete diario para ellos; y la mayor parte de los platillos se terminaban quedando. Si las cocineras no cambiaban las raciones en los siguientes días; él tendría que hablar con ellas para solucionar esa situación.

Dos chicas ingresaron con las bebidas, y bandejas con fruta trozada. Kendra avanzaba tras ellas; llevando el plato principal. Las funciones de las empleadas rotaban, y era la primera vez que a ella le tocaba servir los alimentos. Kendra no sabía cuándo le volvería a tocar estar dentro del castillo; y debía aprovechar ese breve momento para tratar de acercarse a Dominic nuevamente.

—Disfrute su desayuno, mi señora─. Kendra habló con la cabeza gacha, sin hacer contacto visual con la princesa─. Que tenga buen provecho, mi rey─. Elevó un poco la voz, mirando al joven a los ojos. Acarició su mano con sutileza y le sonrió coqueta, antes de hacer una reverencia y salir del comedor.

Amelie notó lo que la empleada hacía, y tuvo que esforzarse por contener la risa hasta que ella se fuera. No creyó que las nuevas trabajadoras fueran tan osadas como para insinuársele a Tristán estando ella presente. Al menos, eso había alegrado su mañana.

—Es idea mía, o la criada estaba coqueteando contigo—. Curioseó entre risas; inclinándose hacia adelante para no gritar.

Tristán se sonrojó de la vergüenza. Él esperaba que Amelie no hubiese notado lo que Kendra hizo; y tampoco quería dar explicaciones sobre ello. Tristán habló con Kendra en su castillo; la segunda vez que se le insinuó; y creyó que ella ya había entendido. En las semanas siguientes, ni siquiera le dirigió la palabra, y mantuvo un trato formal con él. Su actitud continuaba sorprendiéndole; al igual que saber que ella trabajaría en el nuevo castillo.

─No es lo que estás pensando─. Contestó después de varios segundos; sacudiendo la cabeza.

Amy supuso que él se abochornó al verse descubierto, y eso se le hizo más gracioso.
─Parece que no pierdes el tiempo─. Se burló─. Quién diría que con esa cara de inocente que tienes, terminarías siendo todo un rompecorazones─. Ella se movió en su lugar, todavía sonriendo.

El joven negó con la cabeza, buscando las palabras precisas para decirle que ella solo exageraba. Él jamás estuvo en una situación similar antes, y trataba de no mostrarse inquieto por eso.

─En verdad, no es lo que piensas─. Reafirmó, viéndola a los ojos─. No malinterpretes las insinuaciones de Kendra.

Ella sintió que su amigo buscaba mantener su aventura en reserva, y quiso mostrarle su apoyo. No deseaba que las cosas se volvieran tensas entre ellos; y tampoco le pareció que fuese algo grave lo que trataba de ocultar. Al final, todos tenían secretos. 

─Escucha, no te avergüences por esto─. Mencionó, sosteniendo su mirada─. Además, no tiene nada de malo que te acuestes con alguna de las criadas de aquí─. Habló con soltura, llevándose un trozo de fruta a la boca─. Recuerda que este matrimonio─, elevó la mano, enseñando su anillo─, es solo un teatro. Nosotros no estamos casados realmente; no me debes ninguna explicación.

Tristán resopló con obviedad. Él necesitaba aclararle todo, antes que Amelie continúe imaginando una novela, donde no había nada.

─Lo sé, sé que no estamos casados, y sé que tanto tú como yo somos libres de iniciar una relación con quien queramos─. Se cruzó de brazos─. El problema es que yo no salgo con la mucama; Dominic lo hacía─. Confesó, encogiéndose de hombros─. Él se entendía con Kendra, no yo.

Amelie soltó una carcajada estrepitosa al escucharlo; sintiendo cómo él la miraba con extrañeza. Era consciente que ellos no tuvieron mucho tiempo para conversar desde que despertaron ahí; pero Tristán pasó por una situación muy similar a la suya, y ella recién se enteraba. Le habría gustado estar advertida de todo eso con anterioridad, para no burlarse de él.

─No entiendo qué clase de fetiche tenía esta gente para meterse con sus empleados─. Comentó divertida, dejando de reír, y bebiendo un poco de jugo.

Tris levantó una ceja, confundido e incómodo. Todo en la reacción de Amelie lo desconcertó; sin siquiera entender el comentario que hizo.
─¿A qué te refieres? ─Cuestionó, dando un sorbo a su café.

─Patrick era el encargado de bañar a los caballos─. Explicó, sin darle mucha importancia─. Él trabaja en el castillo de Sarauta.

Tristán rio con fuerza al descubrir el verdadero puesto de Patrick. Amelie lo criticaba, pero estaba en la misma posición que él.
─Veo que Rosalie tenía estándares bajos─. Se burló, viéndola con superioridad.

Amy hizo una mueca de falsa indignación, y entrecerró los ojos.
─Al menos, ella no se acostó con la sirvienta─. Se jactó, cruzándose de brazos.

─No puedes juzgarme por algo que hizo Dominic─. Habló divertido.

─Y tú tampoco puedes hacerlo por las decisiones que Rosalie tomó.

Ambos jóvenes continuaron riendo, y desayunando con paciencia. Tristán le contó lo que pasó con Kendra cuando despertó; y cómo fueron sus primeros días ahí. Amy sintió que sus historias eran parecidas; a pesar que él pasó por cosas peores. Al menos, Raveena y Garfield no la encerraron, en ningún momento, dentro de su habitación. 

─Amelie, hoy iré al castillo de Kauyen; necesito revisar los mapas de allá─. Comentó Tristán cuando terminó de comer─. En todos estos días no he avanzado nada, y pensé que te gustaría venir conmigo─. Consultó, aclarándose la voz─. Creo que sería bueno que puedas ayudarme a descifrar los territorios de Sarauta dentro del mapa. 

Amelie lo escuchó con atención, mientras daba un último sorbo al café. Le pareció una buena propuesta, y le agradó la idea de viajar. La única vez que intentó ir fuera del castillo, se topó con un gran prado verde; sin tener idea a dónde ir. Ella divisó a lo lejos el bosque donde solía encontrarse con Tristán, pero no quiso regresar allí. 

─Suena bien─, ella sonrió, colocando las manos en la mesa─. No soy muy buena leyendo mapas, pero podría ayudar a hallar un patrón, o algo por el estilo─. Repuso tranquila─. Además, ya estoy aburrida de estar encerrada en estas cuatro paredes.

Él se recostó en su silla, y soltó un leve bufido.
─Yo también─. Secundó─. Es demasiado tedioso estar aquí sin hacer nada. Espero podamos encontrar alguna pista hoy─. Suspiró. 

Amy asintió, confiando en las palabras de Tristán. Ella también tenía fe en que, estando juntos, les sería más fácil hallar el portal. 

─Me iré a cambiar─. Avisó después de varios minutos, poniéndose de pie─. Este vestido no es el mejor para salir, y me pondré otros zapatos también─. Se miró a sí misma, acomodándose la falda. 

Tristán se encogió de hombros, antes de asentir. Él no entendía por qué quería cambiarse de ropa, pero decidió no hacer preguntas sobre ello. No era algo relevante en ese momento. 

─De acuerdo─. Él se levantó también─. Traeré unas cosas, y pediré que ensillen los caballos. ¿Te parece bien si partimos en media hora? ─Preguntó. 

Amelie negó, con un gesto de preocupación. A ella no le gustaba montar, y apenas si podía mantenerse sola sobre el animal. Ir en caballo hasta el otro castillo representaba un peligro para ella; y podría perder el control en cualquier momento. Ni siquiera sabía cómo sostener correctamente las riendas. 

─Yo no soy muy buena montando─. Confesó, recostándose sobre la silla─. Lo mejor sería ir en el carruaje; correríamos menos riesgo.

Tristán se sorprendió con sus palabras, y recordó la primera vez que montó en ese lugar. Su cuerpo reaccionó solo, y el caballo también pareció reconocerlo. Antes del accidente, él jamás había intentado cabalgar; sin embargo, ahora era bueno en ello. La única explicación que encontraba, era que Rosalie tampoco debió ser muy buena con los caballos en el pasado.

─¿Lo dices en serio? ─Preguntó, dando un paso al frente─. Pensé que sí sabías.

Amelie se encogió de hombros, y mojó sus labios. Sintió un leve escalofrío al recordar el día que Annelise la convenció de montar en el patio trasero del castillo, y se estremeció.

─Casi me caigo la única vez que lo intenté. El caballo empezó a correr, y yo solo gritaba que me ayuden a bajar─. Relató, soltando una risita nerviosa─. Fue por eso que siempre me llevaba y me recogía uno de mis empleados. Yo no podía hacerlo sola─. Explicó.

El joven asintió, y no objetó más. Él comprendía lo que era temerle a los caballos. 
─En ese caso, pediré que preparen el carruaje─. Habló desganado. 

─Muchas gracias, Tris─. Ella le sonrió sincera─. Trataré de no demorarme─. Dijo, y se retiró del comedor. 

Tristán se dirigió a los cuartos de servicio y habló con el cochero; antes de dirigirse a la biblioteca. Necesitaba tomar las notas que guardó ahí, y dio una última ojeada al libro que estuvo leyendo la noche anterior. Él se lamentaba que no hubiesen mapas en ese castillo; y que la mayoría de libros sean de cuentos, y no de historia. Sin duda, necesitaba conseguir más información sobre todos los territorios de la isla. Tristán todavía pensaba que existía una relación entre los lugares sagrados y el portal; pero no podía afirmar nada hasta documentarse bien. Tal vez, sería necesario realizar una visita a la biblioteca de Sarauta también. 

Amelie terminó de vestirse y arreglarse con la ayuda de Lina y Camille. Lina se había ganado su confianza desde que la ayudó con las cartas, y fue su segunda confidente en el castillo, después de Annelise. Lo que más le gustaba de ella, era que no hacía preguntas, y siempre la ayudó. Amy les agradeció, y se encaminó a la entrada cuando una de las nuevas criadas la llamó. Ella se colocó la corona; llevando la de Tristán en la mano. Aunque todavía no se acostumbraba a su peso, le gustaba sentirla en la cabeza.

El joven ya estaba dentro del carruaje cuando ella llegó; y rio al verla. A pesar que le dijo que era exagerado ir con las coronas, Amelie insistió en que era imperativo llevarlas. Tristán negó con la cabeza, divertido, pero terminó por hacerle caso. Además, supuso que a Thomas también se alegraría de verlo asumir su condición de futuro rey.

La primera hora de viaje fue bastante tranquila para los dos. Cada uno iba en un extremo del carruaje, observando por su propia ventana. Tristán agradeció que aún era temprano, y no muchas personas transitaban el camino. Todavía no se acostumbraba a la presión de ser reconocido por todos los habitantes de la isla. Él confiaba en que lograrían regresar antes de la coronación. 

Amelie divisó maravillada el paisaje , admirando la belleza de los campos. Era la primera vez que pasaba por ahí, y le encantaba lo que veía. Respiró profundo, disfrutando el aire fresco de la mañana. El día lucía prometedor; y el trinar de los pájaros, se lo confirmó.

Amy dirigió la vista a su anillo, cuando notó que este reflejaba luz del sol que se filtraba por la ventana. Ella no se cansaba de observarlo, ni de admirar la delicadeza y precisión con que fue hecho. Nunca antes tuvo una joya tan hermosa, o tan valiosa como esa. Un enorme diamante lo adornaba en la parte central; con dos pequeños rubíes a los lados. Tenía varios grabados en el diseño, y eso lo hacía aún más hermoso. 

En el mundo real, Amelie atesoraba una cadena de oro que le regaló su padre, cuando cumplió un año. El valor sentimental que le guardaba a esa joya era enorme; y nunca se perdonaría si llegaba a perderla. Ese era uno de los pocos recuerdos que le quedaban de George; y se permitió pensar en él después de mucho tiempo. Ella se preguntaba si él estaría enterado del accidente; o si también la estuviese buscando. Le dolía pensar que, lo más probable, era que la respuesta a sus preguntas fuese un no; y suspiró con melancolía. 

 La joven prefirió no atormentarse más con recuerdos tristes, y sacudió la cabeza. Sintió cómo la corona se deslizó hacia un lado, y se la quitó; tratando de no despeinarse. La colocó sobre su regazo; tomándose el tiempo de apreciarla una vez más. Si así de hermosa era la que le hicieron como princesa; no podía imaginar cómo sería la de reina. Verdaderamente, sus padres habrían invertido una fortuna enorme en hacerla. Quizás, valía más de lo que ella ganaría en un año. 

─¿Cuánto me podrían dar por la corona? ─Se preguntó a sí misma, abstraída en sus pensamientos.

Tristán regresó la vista al interior del carruaje, confundido por la voz de Amelie. Él estaba quedándose dormido. 
─No te escuché─. Se disculpó, volviendo a la realidad─. ¿Qué me preguntaste?

Amy casi suelta la corona por la impresión, y giró para ver al chico. No se dio cuenta que habló en voz alta, y se aclaró la garganta antes de decirle lo que pensaba.  

─Solo me imaginaba cuánto dinero podría obtener si vendo mi corona─. Repitió, con gesto inocente. 

─¿Qué? ¿Quieres vender la corona? ─Preguntó alarmado, cruzándose de brazos y despertando del todo─. ¿No te parece inapropiado que hagas eso?

Amy sonrió al ver su reacción. Parecía que él no había entendido a qué se refería. 
─No quiero decir que la voy a vender hoy, o en este lugar─. Lo tranquilizó, acomodando su cabello─. Me refería a cuando volvamos a nuestro verdadero hogar. Creo que me podrían dar una buena cantidad─. Intuyó, elevando la corona─. Es de oro puro, y tiene incrustaciones de rubí y esmeraldas─. Señaló.

Tristán rio al escucharla, pensando cómo él no consideró eso antes. En todo el tiempo que llevaba buscando el portal, jamás se le cruzó por la cabeza la idea de vender algún artículo de ese mundo.

─Ni siquiera hemos encontramos el camino a casa, ¿y tú ya estás pensando en robar las joyas del castillo? ─Cuestionó bromeando. 

Ella rio, y lo golpeó con suavidad en el brazo. 
─No sería robar─. Achicó los ojos─. Técnicamente, todo aquí nos pertenece. Además, no me digas que tú no has pensado lo mismo.

Tristán negó con la cabeza; acomodándose en su asiento.
─La verdad, no─. Se encogió de hombros─. No había considerado llevarme nada de aquí cuando regresemos a la normalidad.

Amy mantuvo la vista fija en su tiara, contando mentalmente las piedras preciosas que la adornaban. Muchas ideas llegaron a ella en ese instante. 

─Yo siento que esta es una buena oportunidad para resolver los problemas económicos que tenía─. Suspiró, y se cruzó de piernas─. Voy a tener dinero solo por vender cosas que nadie necesitará; sabes que harán otras coronas pronto─. Explicó con entusiasmo─. Es más, creo que también podrían darme una buena cantidad por el anillo─. Sonrió, elevando la mano. 

Tristán meditó un poco en lo que ella dijo, recordando las peleas que escuchaba entre Amelie y su madre, desde la ventana de su cuarto. Sabía que ellas no tenían un sustento económico fijo, y eso le hizo cuestionarse varias cosas. Él examinó su propio anillo, notando lo costoso que se veía; aunque no pudo calcularle un precio exacto. Creyó que, si también lo vendía, podría guardar el dinero para alguna emergencia que tuviera en el futuro. Tristán no sentía que necesitase de grandes cantidades de dinero en el mundo real; y solo con el anillo tendría un buen fondo de contingencia. 

─Sabes, dentro de poco ya no necesitaré la corona─. Habló fuerte, quitándosela de la cabeza─. Es tuya si la quieres; y podrás venderla en el otro mundo. De todas formas, yo planeaba dejarla aquí─. Completó, ladeando una sonrisa. 

Amelie sonrió, pero no pudo agradecerle. El carruaje se detuvo de pronto, y ambos jóvenes llevaron la vista a puerta. Escucharon los caballos relinchar, y varias trompetas sonar con fuerza. Una voz potente anunció su llegada, y el cochero abrió la puerta. Acababan de poner una alfombra sobre la entrada, y uno de los empleados del castillo ayudó a Amy a descender. Ella volvió a colocarse la corona, y se irguió en pose solemne al ver a toda la familia de Tristán observarla fijamente. 

Thomas dio un paso al frente, con una enorme sonrisa. Su hijo llegó de improviso; sin embargo, siempre era agradable verlo. 
─¡Dominic, Rosalie!─ Exclamó─. ¡Bienvenidos!

Amy fingió una sonrisa, e hizo una reverencia a modo de saludo. Ella no esperaba nada de eso. 
─¿Tú les avisaste que vendríamos? ─Susurró, intentando no mover mucho los labios. 

─No─. Repuso Tristán, avanzando un poco─. Supongo que los guardias debieron vernos llegar. 

Anna se acercó a su esposo, y les sonrió a los recién llegados. Los abrazó con efusividad; invitándolos a pasar al salón principal. El rey caminó tras ellos; sentándose en el mueble más grande del lugar. Solo pasó una semana desde la boda, pero se sintió como una eternidad desde que el príncipe dejó su hogar. 

─Ha sido una sorpresa verlos llegar─. Comentó Thomas, llamando a las criadas─. No los esperábamos hoy, pero es un gusto verlos. 

─Fue algo de último minuto─. Afirmó Tristán─. Lo decidimos en la mañana. 

Anna sonrió complacida, e hizo que las empleadas les ofrezcan té y galletas. 
─Me alegro que se estén llevando bien─. Ella mojó sus labios─. Ambos merecen ser felices; y traer paz al reino. 

Amelie no supo si la mujer les deseaba verdadera felicidad; o solo lo hacía porque eso beneficiaría al Valle. Ella seguía convencida que la gente de ese lugar era extraña.
─Muchas gracias por sus deseos, mi reina. Es usted muy amable─. Repuso tranquila, sin hacer gestos─. Además, es justo por el reino que estamos aquí─. Complementó.

Thomas frunció el ceño, intrigado. 
─¿Cómo así? ─Cuestionó.

─He venido por los mapas─. Tristán se apresuró a responder─. Hay algunas cosas que quiero revisar, y Rosalie también quería verlos. 

Thomas sonrió tenso al oírlo, y le hizo una seña con los ojos a Anna. Él no podía permitir que Dominic arruine lo que estaban logrando. 
─¡Claro! ─Dijo con falsa emoción─. Vamos al estudio para que puedas revisar todo lo que necesitas. 

Tristán agradeció, y se puso de pie al mismo tiempo que Amelie. Los reyes los imitaron, y se dirigieron hacia la puerta. 

─Rosalie, espera─. Pidió Anna en voz baja, tomándola del brazo─. Quisiera hablar contigo unos minutos; luego podrás ir con Nick. 

Amelie sintió un escalofrío con su petición, pero terminó acompañando a la mujer. Sabía que no ganaría nada oponiéndose; y tampoco quería levantar sospechas con los Van Dijk. Anna la dirigió hasta el jardín trasero, y caminaron cerca del estanque que había. La reina ordenó que ninguno de sus otros hijos se acerque ahí. Ella quería que conversen a solas. 

Tristán ingresó raudo al estudio; sin notar que Amelie ya no estaba con él. Expandió los mapas sobre la mesa, sentándose a la cabecera. Le tomó un par de minutos darse cuenta que solo Thomas y él se encontraban allí. 

─Veo que sigues interesado en conocer bien el Valle─. Comentó el rey, sentándose frente a su hijo. 

Tristán asintió, ordenando los pergaminos entre sus manos.
─Así es, padre─. Elevó el rostro─. Quisiera mandar a hacer nuevos mapas del reino. Actualizar los que tenemos, e incluir todos los territorios de Sarauta también. Me gustaría un registro más exacto de toda la isla. 

─Vaya─. Suspiró, realmente asombrado. Dominic nunca antes se había comportado de una forma tan madura, y responsable por su nación.

─¿Crees que puedas ayudarme? ─Solicitó─. No sé cómo realizar esas gestiones. 

Thomas asintió, orgulloso de su hijo. 
─De acuerdo─. Sonrió─. Considéralo mi último regalo de bodas. Yo mandaré a realizar los mapas actualizados con todos los dominios, bosques, lagos y ríos que haya. Y también correré con los gastos de la cartografía─. Anunció. 

Tristán le agradeció con entusiasmo, sintiendo que algo le salía bien después de mucho.
─Eres el mejor.

El rey asintió, y carraspeó para llamar la atención de su hijo. Lo que tenía que decirle, no podía esperar más. 
─Dominic─, lo llamó, en tono serio─. Por mucho que ame verte trabajando, y asumiendo tu rol como futuro rey, tengo que decirte que te detengas por hoy. No me parece pertinente que estés haciendo esto ahora.

Tris se cruzó de brazos, temiendo lo que Thomas podría decirle. Su actitud le extrañó. 
─No entiendo.

─Hijo, acabas de casarte─. Le recordó, viéndolo a los ojos─.  Deberías estar pasándola bien con Rosalie, haciendo algo juntos. No trayéndola aquí para que tú veas los mapas─. Lo regañó─. Tienen todo el reino a su disposición; viajen, y conózcanse más. Deja el trabajo de lado por unos días. Podrás retomar todo esto después de la coronación. 

El joven tragó saliva con dificultad. No planeaba quedarse tanto tiempo en ese lugar. 
─Rosalie también quería venir─. Afirmó─. Ella también está interesada en ver los mapas, y estudiar esto conmigo. 

Thomas negó, soltando un bufido.
─Si eso fuera cierto, ¿por qué ella no está aquí ahora? ─Inquirió─. ¿Por qué se fue con tu madre después de salir de la sala?

Tristán tuvo ganas de encogerse de hombros, pero se contuvo. No estaba seguro del por qué Amelie decidió ir a otro lugar; y no tuvo una respuesta para darle. Ella estaba contenta con la idea de buscar pistas en el castillo. No supo que la hizo cambiar de opinión a último minuto.  

─Dominic, sé que esto no es lo que querías, pero debes ser más amable con Rosalie─. Solicitó, y continuó hablando al ver que su hijo enmudeció─. No puedes tratarla como a las otras chicas con las que has estado.

─¿Qué? ─Preguntó de inmediato, casi como un reflejo. No podía creer lo que escuchaba. 

Thomas se cruzó de brazos, y lo observó con expresión dura. 
─Después de lo que pasó con Delilah, he procurado tenerte muy bien vigilado─. Confesó─. No voy a echarte nada en cara; solo te pediré que no le hagas nada malo a Rosalie─. Aseveró─. Apenas hemos superado el conflicto entre nuestras familias, y no quiero volvamos a distanciarnos de los Duboisse. 

Tristán asintió con miedo, y prometió acatar las órdenes de Thomas. Él no conocía a ninguna Delilah, pero intuyó que se trataba de alguna ex novia de Dominic. Después de haber pasado tanto tiempo dentro su cuerpo, Tristán no podía culpar al rey por desconfiar de él. 

El joven salió del estudio pocos minutos después, seguido por su padre. Tristán tuvo que prometerle varias cosas; pero consiguió que Thomas le permita llevarse los mapas. Al menos, tendría oportunidad de seguir estudiándolos cuando regrese al castillo. 

Amelie y Tristán llegaron a su casa poco antes de las cinco de la tarde. Los reyes de Kauyen insistieron en que almuercen con ellos, y no dejaron que se vayan hasta después del postre. Varias personas los saludaban desde el exterior, cuando veían el carruaje pasar, y Amelie les sonrió a todos los primeros minutos. Poco a poco, el sueño se apoderó de ella, y corrió la cortina para descansar el resto del trayecto. 

Tristán la despertó, y ayudó a bajar del vehículo. Ambos entraron en silencio, y subieron las escaleras despacio. Tristán cerró la puerta tras suyo después de entrar en la habitación, y abrió las persianas para iluminar la habitación. Amelie se sentó en la cama, y se estiró antes de bostezar. 

─Este viaje no fue como esperaba─. Comentó ella, carraspeando. 

─Lo sé; pero conseguimos los mapas─. Tristán elevó la voz─. Mañana, con la luz del día, podremos leerlos bien─. Él se quitó la corona, dejándola sobre su mesa de noche─. Por cierto, ¿sobre qué estuviste hablando con Anna? ─Curioseó─. Creí que me acompañarías al estudio. 

Amelie se dirigió a la ventana, y tomó un poco de aire. Recordar la conversación con aquella mujer la hizo sentir extraña. 
─Y lo iba a hacer─. Confirmó─. Fue tu madre la que me dijo que vaya con ella al patio porque quería conversar conmigo─. Relató─. Al inicio, me hizo preguntas normales; pero luego comenzó todo un interrogatorio sobre cuantos hijos planeamos tener, o si es que ya he pensado algún nombre de bebé─. Ella rodó los ojos, y bufó.

Tristán rio con cierto bochorno. Sus padres estaban empeñados en querer ver descendencia pronto. 
─Creo que se tomaron muy en serio la sábana que les dimos─. Bromeó un poco avergonzado; pasando una mano por su nuca.

─Parece que todo el mundo continúa a la expectativa de saber con cuánta frecuencia nos acostamos─. Ironizó, recostándose en la pared─. Sabes, esto de ser famoso no es como lo pintan las películas─. Rio.

─He venido sintiendo lo mismo desde que llegué─. Él asintió─. Todos nos miran diferente. 

─Creo que, si existieran las cámaras y la televisión, todo el mundo esperaría ver un reality show de nuestras vidas─. Se burló─. Keeping Up With The Kings─. Comentó con una carcajada. 

Tristán rio, creyendo que eso podría ser cierto. Él agradecía haber terminado en una época antigua, y no en una sociedad futurista. No soportaría tener cámaras siguiéndolo a cada instante, y tratando de ver todo lo que hacía. Estaba seguro que Amelie sí sería capaz de sobrellevar esa presión mediática.  

Amy observó a Tristán buscar una muda de ropa limpia, y dirigirse al baño. Resolvió salir, y buscar a las criadas para que le calienten un poco de agua. Una corriente helada se filtraba por la ventana, y ella no deseaba bañarse con agua fría. Sin embargo, no podía irse sin hacerle una última pregunta a su amigo. 

─Tris─. Lo llamó─. ¿Tu padre te dijo algo importante? ─Cuestionó─. Juraría que escuché que él dijo que te avisaría cuando todo estuviese listo, y que trataría de acelerar las cosas. 

El joven la miró con preocupación. No sabía cómo darle esa mala noticia. 
─Estos mapas son demasiado antiguos, y hay zonas que han cambiado bastante─. Expresó, señalando los mapas con la cabeza─. Así que le pedí a Thomas que se hagan unos nuevos, donde también esté Sarauta, y se contemplen los lagos y ríos. 

─Eso es genial─. Ella sonrió─. Acabas de facilitarnos el trabajo para peinar la isla y buscar el portal. 

Tristán carraspeó, y tomó una bocanada de aire para continuar. 
─Hay un único problema con todo esto─. Se cruzó de brazos─. Y es que van a demorar, aproximadamente, un mes en realizar el trabajo. 

─¡¿Un mes?! ─Exclamó escandalizada─. ¿Se supone que estaremos atrapados aquí un mes más?

Él asintió con pesar. Esa idea tampoco le agradaba.
─Dije que demoraría un mes, pero nosotros no detendremos la búsqueda─. Trató de sonar positivo─. Podemos guiarnos de los mapas que ya tenemos, y visitar lugares que no sean muy lejanos. Tampoco vamos a arriesgarnos a perdernos en el camino─. Se encogió de hombros. 

Amelie maldijo internamente esa noticia, y apretó los labios. Quiso decir algo más, pero varios números comenzaron a mostrarse en su mente. Hizo un cálculo rápido, y recordó en qué día se encontraban. Rio con amargura cuando descubrió la fecha aproximada en que los mapas estarían listos, y pasó saliva con dificultad. El tiempo se les acababa, y ellos necesitarían encontrar una solución pronto. 

─Nos quedaremos hasta la coronación─. Sentenció temerosa tras varios minutos─. Vamos a tener que reinar. 

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