CAPÍTULO 29
La vida de Dominic mejoró considerablemente el día que le quitaron el yeso, y pudo recuperar la movilidad de la pierna. Él extrañaba demasiado caminar con autonomía, sin depender de nada, ni de nadie. Rebecca y Michael lo llevaron muy temprano al hospital el día de la consulta, y esperaron a que llegase su turno. Dominic fue el tercero en pasar, y casi armó un escándalo en el consultorio. Él jamás había visto instrumentos como los que tenía el doctor, y la mayoría parecían bastante letales. Por un instante, él se sintió en una cámara de tortura.
─Joven, si no se tranquiliza, terminaré cortándole la pierna─. Habló el traumatólogo, intentando mantener la calma.
El hombre apagó la pequeña sierra para escayolas que tenía, y la dejó a un lado. Él esperaría esa clase de reacción de un niño; no de un joven de veintiún años.
─Si tú me llegas a cortar la pierna, ¡yo mismo ordenaré que te decapiten! ─Gruñó, viéndolo a los ojos y olvidando que ya no se encontraba en el Valle.
Rebecca se apresuró evitar que su hijo siga gritando, sosteniéndolo con fuerza por los hombros. Quiso inmovilizarlo, y Michael la ayudó a mantenerlo quieto en la silla. Tristán continuaba bastante alterado, y no dejaba de moverse. Ella detestaba cuando él tenía esos arrebatos de ira, y volvía a confundir la realidad con los delirios que creó en su mente. Rebecca sabía que tomaría tiempo que hijo mejore por completo; pero muchas de sus actitudes comenzaban a hacerse intolerables, empezando por el complejo de superioridad que parecía haber desarrollado. Tal vez, él necesitaría más ayuda psicológica de la que ella creyó.
Dominic sonrió aliviado cuando el doctor terminó de quitarle el yeso, y vio que su pierna estaba bien. Sin embargo, la poca felicidad que sintió, se esfumó en segundos. Él intentó apoyar el pie izquierdo en el suelo y levantarse; pero un leve dolor lo recorrió, sintiendo débil la extremidad. A pesar que su pierna se encontraba libre, esta no funcionaba igual que antes, y ni siquiera podía soportar su propio peso. Dominic trató de no mostrarse preocupado, temiendo no volver a caminar con normalidad.
El traumatólogo notó el malestar en el rostro del chico cuando intentó ponerse de pie, y rio con disimulo. Le explicó que era normal sentir diversas molestias después de perder el yeso, y debía llevar un par de sesiones de rehabilitación física para trabajar la movilidad de su pierna izquierda. Lo derivó con una de sus colegas para que programen la primera consulta, y el joven empiece su tratamiento. Él no quería volver a ver la historia médica de Tristán Powell en su escritorio; y prefería que alguien con más paciencia se encargue de él.
Dominic disfrutó los entrenamientos con la fisioterapeuta Sanderson desde que estos iniciaron, siendo la única actividad que le complacía realizar en el hospital. Ella era la primera doctora joven y atractiva que conocía desde que despertó ahí; y que no lo trataba como un idiota, a diferencia de la psicóloga. Nick recibía masajes, además de hacer estiramientos y ejercicios simples para fortalecer los músculos de sus piernas. No se comparaba a todo el deporte que hacía en el Valle, pero era suficiente para empezar. Él había permanecido tanto tiempo inmovilizado, que sentía que se convertiría en una estatua en cualquier momento.
Dominic siempre fue alguien atlético, y disfrutaba las actividades al aire libre. Desde muy pequeño, recibió clases en las distintas disciplinas que se practicaban en la isla; destacando en la mayoría de ellas. Sin embargo, la equitación y el atletismo siempre fueron sus favoritos; en especial, porque le permitían alejarse de la realidad por unos minutos. Además, no requerían tanta concentración ni dominio manual como la arquería. Desde que Dominic hirió por accidente a uno de los empleados del castillo, juró que jamás en su vida volvería a lanzar una flecha.
El instructor que Thomas contrataba, solía enfrentarlo contra Charles, y hacer que ambos entrenen juntos. Dominic detestaba eso porque, para empezar, era dos años menor que su hermano; y sabía que él le sacaba mucha ventaja. Nick era capaz de vencerlo en algunas de las competencias, pero prefería practicar contra chicos de su edad. Lo único en lo que su hermano siempre fue mejor, fue con las espadas. Charles poseía una mayor destreza manual; además de tener tres años más de práctica. En diversas ocasiones, él lo había golpeado con las varas de madera que utilizaban para practicar; y Dominic estaba seguro fue a propósito.
─Mejor suerte para la próxima, hermanito─. Se burló Charles la primera vez que le ganó. Nick apenas tenía nueve años.
─Eres un idiota─. Gruñó Dominic, intentando levantarse─. Solo ganaste porque hiciste trampa; no debiste golpearme en la pierna. Dijeron que no podíamos atacarnos directamente.
─En una batalla real, no existen reglas─. Aseveró el chico, mirándolo fijamente─. Cuando estás en un combate de verdad contra tropas enemigas, solo piensas en atacar a tu oponente, y defenderte a ti mismo. No te pones a reclamar porque los demás hacen trampa─. Explicó, negando con la cabeza─. Si yo no hubiese sido tu hermano, probablemente ya estarías muerto.
Dominic trató de levantarse; pero Charles seguía hincándolo en el estómago con la espada de madera. Moverse solo haría que el dolor empeore.
─¡Jódete! ─Gritó, sin tener oportunidad de librarse de él.
Charles rio al ver la desesperación de su hermano, quitando el arma de su cuerpo. Dominic siempre fue un mal perdedor.
─Algún día me agradecerás esto─. Se jactó, sonriendo victorioso.
Dominic seguía esperando que ese día llegue; pues en los años posteriores, nunca se desató un conflicto bélico. Las cosas permanecían en calma en el Valle de Kauyen; y los mayores escándalos, eran peleas entre los pueblerinos. Él nunca estuvo seguro sobre en qué momento su hermano maduró y empezó a portarse como un verdadero rey; pero tampoco le importaba. Nick estaba aliviado de saber que no habían guerras en el nuevo mundo que se encontraba, y eso era suficiente para él.
El joven siempre quiso mejorar como espadachín, pero la frustración de perder contra Charles impedía que se concentre durante los entrenamientos. Además, él era zurdo y siempre lo obligaron a practicar con la derecha; dificultándole entrenar. Fue por eso que se dedicó la equitación; y se preguntaba constantemente si los caballos existían en ese lugar. Dominic no había visto uno solo desde que salió del hospital, y todavía se le hacía raro viajar en auto. Extrañaba montar, y deseaba volver a practicar y ejercitarse como antes. Además, él sentía que necesitaba ganar masa muscular, y recuperar la condición física que tenía antes del accidente. Cada vez que se veía en los espejos de su casa, le daba la impresión de parecer un palillo; y Rebecca le confirmó que adelgazó aún más por haber estado en coma.
Dominic todavía tenía dificultad para entender el concepto de esa palabra; y no comprendía cómo es que pudo pasar más de tres semanas inconsciente. Él creyó que ese era un invento más de Ronald, y las personas que trabajaban en el hospital. Nadie era capaz de sobrevivir tanto tiempo sin moverse, o morir de inanición. Eso le hizo replantearse qué tantas cosas pudieron pasar a su alrededor en ese tiempo; cuando él solo sintió que transcurrieron horas desde que estuvo en el Valle.
Nick le comentó a Rebecca el deseo de practicar algún deporte, o querer comprar un caballo; sin embargo, ella siempre se negó. Su nueva madre le mencionó que era imposible adquirir un animal, y que era muy peligroso para él hacer actividad física en su condición. Dominic entendía lo complicado que podía ser ejercitarse teniendo la pierna rota, pero eso ya no era un impedimento. A pesar que Rebecca le repetía que debía descansar porque aún estaba convaleciente, él se sentía relativamente bien. Comparado con los días en el hospital, ese era su mejor momento.
Estar en su casa fue bueno al inicio, pero Dominic se aburría con facilidad. El aburrimiento lo ponía de mal humor; aunque, después que lo obligaron a asumir la corona, la gran mayoría de cosas lo ponían de mal humor. Nick tenía un estilo de vida muy diferente al actual, y le costaba quedarse todo el día sentado en un sofá. La televisión fue uno de los primeros artefactos que captó su atención; además de sentirse atraído por la mayoría de aparatos tecnológicos. Sin embargo, Dominic todavía no lograba descifrar cómo funcionaban estos, o si era posible que existan personas tan pequeñas para entrar en los dispositivos. Sin duda, esa ciudad tenía inventores mucho más creativos e ingeniosos que los del Valle.
Los libros también eran muy diferentes a los que él conocía; con letra más legible y dibujos más claros. Dominic encontró muchos de medicina en su recámara; recordando lo que la doctora Marissa le dijo en una de sus lecciones. Todavía tenía que ir tres veces por semana a terapia con ella, pero las sesiones se volvieron más tolerables con el pasar de los días.
La idea de estudiar medicina le desagradó, y él se rehusaba a aceptarla. Desde que Dominic vio el cadáver de su hermano, y la gravedad de las heridas que tuvo; pensar en ver el interior de los seres humanos le causaba repugnancia. Él jamás creyó que una persona podría agonizar tanto tiempo con el estómago abierto, o tener tanta sangre en el cuerpo. Después de todo lo que vivió el último año, Dominic concluyó que no temía morir; sino, a hacerlo de forma lenta. El sufrimiento que observó era indescriptible; y él esperaba jamás pasar por eso.
A pesar de todo lo que aprendió sobre su nueva vida, él consideraba que las cosas eran mucho más sencillas que antes. Por el momento, no iba a la universidad, no trabajaba, y no tenía que darle explicaciones de nada a nadie. Su hermano mayor pasaba casi todo el tiempo fuera de casa, al igual que Michael. Rebecca salía ocasionalmente, y le había mencionado que pronto empezaría a trabajar, pero no le dijo de qué. Era la primera vez que apreciaba la simpleza de tener una familia normal.
Lo que más le gustaba a Dominic, era la falta de guardias en la entrada de su casa. Nunca antes se sintió más libre, que la primera vez que salió sin compañía de nadie. Él ya no tenía que exigirle a los empleados que no lo sigan en sus cabalgatas por el Valle; o decirle a Thomas que no era necesaria la presencia de la guardia real cuando él dejaba el castillo. Ser de la realeza tenía muchos beneficios, pero nunca le gustó la sobreprotección de sus padres.
Rebecca le permitía salir sin pedirle explicaciones; solo repitiéndole que no debía exponerse al sol directamente. Dominic comprendía que ella lo decía por las migrañas esporádicas que sufría desde que despertó; las cuales, empeoraban cada vez que estaba bajo el sol. El joven agradeció que ese día había amanecido nublado, y corría un poco de aire. Acomodó la gorra que traía puesta, guardando las llaves de su casa en el bolsillo trasero del pantalón. Recordó el clima de Kauyen, mientras se alejaba de su casa. Tenía el día libre, sin ninguna consulta en el hospital, y quería aprovechar el viernes desde que iniciaba.
Dominic cojeaba un poco al caminar, y le costaba permanecer mucho tiempo en pie. Él fingía no sentir molestias cuando caminaba por las calles; pero llegaba el punto en que no podía más. Su tolerancia al dolor era bastante alta; sin embargo, la molestia en el músculo era grande. Dominic esperaba poder correr como antes cuando termine la rehabilitación. Las dos sesiones que tuvo le ayudaron bastante, y confiaba en que se recuperaría por completo en cuestión de días.
La fresca brisa de la mañana le permitió relajarse, y reflexionar sobre lo que pasó la última semana. Descubrió que tenía una novia, y se preguntó por qué no se lo mencionaron antes. Harmony era una chica de estatura promedio, con cabello oscuro y mejillas rosadas. Usaba ropas bastante extrañas; además de tener un objeto raro en el rostro, ubicado sobre su nariz y que cubría sus ojos por completo. Él consideraba ella era mucho menos atractiva que Rosalie.
Dominic encontraba la presencia de Harmony en extremo irritante; en especial, porque ella le hablaba y lo trataba como si tuviese alguna discapacidad. Lo peor de todo, era que apenas si le dejaba tocarla. Dominic solo podía besarla, sin oportunidad de intentar algo más. Harmony hablaba demasiado, casi tanto como Jeaninne; y se ofendía ante cualquier insinuación que él hiciera. El falso recato y pudor que ella demostraba le incomodaban. Nick podía soportar muchas cosas, pero no la hipocresía.
─Siento que ya no te reconozco, Tristán─. Comentó Harmony la última vez que lo visitó, con pena en la voz─. Antes, cada vez que te veía, podía notar bondad y nobleza en tus ojos─. Afirmó, pasando saliva con dificultad─. Eras una persona humilde; pero ahora, actúas como si fueses superior a los demás.
«Yo tampoco te conozco a ti─. Pensó Dominic, irritado─. Y aún así, tengo que aguantar el drama que estás armando.»
─Pues, si no te gusto yo, o mi actitud, te puedes ir; no te voy a detener─. El chico señaló la salida, con una sonrisa ladina─. Solo recuerda que si cruzas esa puerta, no vuelves.
La joven enmudeció al oírlo. Jamás creyó que Tristán sería capaz de decir algo como eso, y no supo qué contestar. Ella sabía algunas personas tenían comportamientos atípicos tras salir de un coma; pero le daba la impresión que su novio era una persona diferente. Harmony lo quería, pero no estaba dispuesta a soportar humillaciones.
─No puedo creer que doné sangre para ti─. Musitó, poniéndose de pie y tomando sus cosas. Ella prefería cortar todo en ese momento.
Dominic bufó al oírla. Conocía lo que Harmony intentaba hacer.
─Jamás te pedí que lo hicieras─. Se encogió de hombros, restándole importancia─. A mí no me vas a manipular haciéndome sentir culpable─. Aseveró.
Dominic recordó con gracia cómo la chica salió de su habitación, hecha una furia. Se sintió aliviado de haberse librado de ella, y agradeció que Rebecca no se hubiese enterado de la ruptura. Ella sería capaz de obligarlo a pedirle perdón con Harmony; y él no tenía ánimos de seguir entregando falsas disculpas a los demás. A Dominic nunca le gustaron las etiquetas, y prefería no salir más de dos veces con la misma chica para evitar ataduras. La única con quien se acostó en más de una ocasión, fue Kendra; no porque sintiera algo por ella, sino, por lo accesible que era.
Lo más cercano a una relación formal que Dominic tuvo en el Valle, fue cuando salió con la hija del duque de Tyregrew. Duraron cuatro meses juntos y ambos tenían quince cuando iniciaron. Nick nunca olvidaría el día que la conoció, ni lo mucho que le sorprendió su destreza con el arco y flecha. Él nunca fue bueno porque se le complicaba usar la derecha; pero Delilah siempre acertaba en el blanco.
─Tiras muy bien para ser mujer─. Le comentó entre risas.
─Crecí con cuatro hermanos mayores que me trataban como si fuera un niño más─. Delilah rio, entregándole el arco─. Créeme que esto no es nada en comparación con todo lo que hago en mi castillo.
Dominic acarició su rostro después de eso, cautivado por sus ojos grises. Se hicieron amigos poco después, y él la invitaba a montar en grupo varias veces. Delilah era la única mujer que salía con ellos, pero nunca se sintió incómoda por eso. Nick disfrutaba verla y empezó a sentir algo por ella con el pasar de los días. Sin embargo, el verdadero motivo por el cual le pidió que fuera su novia, fue para tener sexo con ella. Quería saber si era tan bueno como sus amigos decían, y pensó que le gustaría que su primera vez fuera con Delilah. Ella era la chica más bonita que conocía.
Nick ya había besado antes, pero le gustó la forma en que Delilah lo hacía. A pesar de la apariencia ruda que tenía, ella era bastante tierna cuando se quedaban solos. Dominic esperó a que pase el primer mes de relación, antes de intentar acostarse con ella. Sus amigos le dijeron que la mejor forma de lograr que una chica acceda, era proponiéndole matrimonio. Él solo repitió esas palabras; apenas comprendiendo lo que una boda implicaba. Para su sorpresa, ella aceptó casi de inmediato.
Dominic descubrió que sus amigos no mentían, y disfrutaba cada encuentro que tenía con Delilah. Ambos aprendieron muchas cosas juntos, pero su relación cambió con el pasar de los meses. Delilah se tornó demasiado insistente con el tema del matrimonio, y Dominic no encontraba las palabras para decirle que quería terminar con ella. Él nunca quiso casarse realmente.
─Dominic, espera─. Pidió ella la última vez que conversaron, sentándose en la cama─. ¿Cuándo nos vamos a casar?
Él la tomó de la cintura, tratando de besarla nuevamente. Ambos seguían desnudos.
─Pronto─. Mintió.
Delilah colocó una mano en su pecho, deteniéndolo. Ya estaba cansada de las excusas y solo quería una respuesta concreta.
─¿Cuándo es "pronto" para ti? ─Cuestionó, haciendo comillas─. ¿Una semana? ¿Diez días? ¿Un mes?
─No lo sé─. Dominic bufó, encogiéndose de hombros─. Pronto─. Repitió, cínico.
Delilah se molestó con sus palabras, y frunció el ceño. Quitó la mano de Dominic de su cuerpo, y se cruzó de brazos. Necesitaba que él tome en serio la situación.
─Nick, no tenemos mucho tiempo─. Habló desesperada─. Debemos casarnos cuánto antes. Hace mucho que me propusiste matrimonio. Cumpliremos cuatro meses juntos la próxima semana.
─Mis padres todavía no saben de lo nuestro─. Dominic confesó, buscando la forma de librarse de su insistencia─. Ellos ni siquiera han concretado un compromiso para Charles. No les puedo decir que seré yo quien se case primero.
─¿No les has contado? ─Delilah inquirió, pasando una mano por su cabello─. Entonces, ve y cuéntales que llevamos todo este tiempo juntos─. Habló firme, casi como una orden─. Se nos acaba el tiempo. No podemos esperar más.
Dominic se sentó también en la cama, girando para verla de frente. Se molestaba más a cada minuto, sin poder ingeniar un pretexto. Por primera vez, la situación se le escapaba de las manos.
─¿Por qué sigues repitiendo lo del tiempo? ─Cuestionó tras varios minutos, irritado─. ¿Por qué estás tan apresurada por casarte?
─Dominic, estoy embarazada─. Delilah habló de golpe, viéndolo a los ojos─. Dentro de muy poco, engordaré y todo el mundo lo notará. Necesitamos casarnos antes que la gente empiece a hablar.
El joven sintió su corazón detenerse, y apenas si pudo respirar. Ella debía estar mintiendo. Un embarazo no estaba en sus planes, y solo arruinaría todo. Eso no podía ser cierto.
─Estás bromeando, ¿verdad? ─Preguntó desesperado, levantándose de la cama.
Delilah agachó el rostro con vergüenza, colocando una mano sobre su vientre. Esa no era la reacción que esperaba de Dominic. Después de todas las veces que él le juró amor eterno, pensó que se alegraría con la noticia.
─Vamos a tener un bebé─. Ella musitó con emoción─. Es por eso que debemos casarnos. Quiero que mi hijo nazca dentro de un hogar. Quiero que vea lo mucho que sus padres se aman.
Dominic le dio la espalda, empezando a recoger su ropa del piso. Se cambió con rapidez, tratando de olvidar todo lo que acababa de escuchar. Él no podía tener un hijo en ese momento. No quería comprometerse, mucho menos casarse o hacerse cargo de un niño. No podía con tanta responsabilidad.
Delilah sintió ganas de llorar, todavía confundida por su reacción. No sabía por qué actuaba así, y decidió acercarse a él. Lo abrazó por atrás, recostándose en su espalda. Debía conseguir que él le dé una fecha para la boda antes que saliera del cuarto.
─Nick─. Susurró─. Nick, por favor, dime algo. ¿Acaso no estás emocionado por nuestro bebé?
Dominic se soltó de su agarre con fuerza, volteándose para verla. No podía ocultar su molestia por más tiempo, y solo le quedó decir la verdad. Debía librarse de esa responsabilidad.
─¿Emocionado? ─Cuestionó─. Tengo quince años, ¿cómo esperas que esté emocionado por esto? ─Inquirió─. Hace dos años nacieron mis hermanos, y créeme que es una mierda tener que convivir con bebés.
─Yo también tengo quince─. Delilah le recordó, con pena en los ojos─. Tengo tanto miedo como tú, en especial por tener que enfrentar a mi padre─. Las ganas de llorar aumentaron─. Sin embargo, todo eso desaparece cuando pienso en ti, y en la familia que vamos a formar.
─Delilah, lo lamento, pero yo no puedo formar una familia─. Él la vio a los ojos, cansado─. No estoy listo para ser un esposo, mucho menos un padre. No puedo casarme contigo─. Confesó.
Delilah rompió en llanto, sintiendo que le ardía el corazón.
─Dominic, por favor no me hagas esto─. Sollozó, acercándose a él─. Tú me prometiste que nos íbamos a casar, que le pedirías mi mano a mi padre, y viviríamos juntos─. Le reprochó, elevando la voz─. ¡No puedes echarte atrás ahora!
El joven negó con la cabeza, acorralado.
─Delilah, yo ya tomé una decisión─. Susurró─. Lo lamento, pero no me voy a casar.
Delilah secó sus lágrimas, plantándose frente a él. Ella necesitaba convencerlo de responderle como un hombre, y dar la cara por lo suyo. No podía permitir que la abandone. Delilah tomó la mano de Dominic, colocándola sobre su cuerpo desnudo. Lo obligó a acariciar su vientre, a pensar que este seguía igual de plano que siempre.
─Nick, hay un niño creciendo en mí─. Habló esperanzada, acariciando su rostro─. Un hijo tuyo y mío; un bebé que yo ya amo, y sé que tú también lo harás. Seré la mejor esposa que podrías pedir, y te atenderé en todo lo que quieras. Te prometo que nunca te voy a fallar─. Comentó con ilusión─. Lo único que quiero a cambio, es que seas un padre ejemplar. Nuestro hijo merece crecer en una familia llena de amor. Quizás sea difícil ahora, pero seremos muy felices en el futuro.
Dominic se soltó de su agarre, empezando a sentirse mal por lo que ocurría. Delilah le gustaba y él la quería, pero no podía casarse en ese momento. Jamás sería capaz de lidiar con esa responsabilidad.
─Yo no te amo─. Alcanzó a susurrar─. Mucho menos a ese bebé. Lo siento, pero lo nuestro terminó─ sentenció.
Dominic salió de ahí antes que ella pudiera responder algo más, y escuchó su llanto a través de la puerta. Regresó a su castillo con un inmenso dolor de cabeza, y tuvo que contarle la verdad a sus padres. Thomas lo gritó por más de tres horas seguidas, pero terminó accediendo a ayudarlo. Nick todavía se sentía mal, y esa fue la mentira que siempre se arrepintió de decir. Solo en ese instante, se dio cuenta del error que cometió al proponerle matrimonio.
Thomas regresó al castillo una semana después, cuando todo estuvo solucionado. El pecho no dejaba de dolerle, y la conciencia lo mataba. Todo el dinero que perdió en ese viaje, no se comparaba con el pesar que tenía en el alma. Nunca imaginó estar en una situación así por culpa de su hijo.
─¿Qué hay de la cosa? ─Preguntó Dominic apenas lo vio.
─¿La cosa? ─Cuestionó Thomas, irritado─ ¿De qué hablas?
Nick carraspeó nervioso, sin saber cómo formular la oración.
─Ya sabes, la cosa─ repitió.
Thomas soltó un largo suspiro, molesto. Dominic podía llegar a ser un imbécil por momentos, pero le molestaba que no pudiera decir las cosas por su nombre. Era más inmaduro de lo que creyó.
─Si te refieres a tu hijo, tengo que decirte que ya no está─. Avisó serio, viéndolo a los ojos─. Ya arreglamos el problema. Delilah ya no está embarazada─. Sentenció.
─Gracias al cielo─. Dominic suspiró, sintiendo que le regresaba el alma al cuerpo. Hacía mucho no estaba tan aliviado.
─¿Gracias? ─Repitió Thomas, indignado─. Acabamos de cometer un pecado, ¿y lo único que dirás es gracias?
El muchacho se cruzó de brazos.
─¿Qué quieres que te diga?
Thomas lo abofeteó, cansado de su actitud.
─Ahora me doy cuenta que todo esto fue un error─. Elevó la voz, señalándolo─. Debí de haberte obligado a casar con Delilah, y cumplirle como el hombre que eres.
─No te hagas el indignado─. Dominic masculló─. Tú tampoco querías a ese niño porque sabías lo que podría implicar. De haber querido ser abuelo, jamás habrías viajado a Tyregrew...
Thomas lo abofeteó una vez más, harto de escucharlo. Ya no sabía qué hacer con él.
─Si tu hubieras visto la forma en que Delilah lloraba, o escuchado cómo gritó cuando empezó a sangrar, no estarías hablando así─. Comentó, recordando con pena los sollozos de la chica─. ¿POR QUÉ NO PUEDES SER COMO CHARLES Y PENSAR ANTES DE ACTUAR? ─Gritó, sin contenerse más.
─Charles, el hijo predilecto─. Dominic rio con amargura─. El primogénito, y heredero digno de tus malditas tierras─. Espetó, lleno de rabia─. Si tanto halabas a tu hijo, le hubieras dicho a él que se hiciera cargo del hijo de Delilah─. Gruñó─. Deja de compararme con ese imbécil.
Dominic se fue molesto a su habitación, y no salió hasta el día siguiente. Su vida era una mierda, y odiaba a todo el mundo en ese instante. Sus padres no dejaban de compararlo con Charles, y una punzada de culpa apareció en su corazón. Aunque lamentó el daño que le hizo a Delilah años después, nunca cambió de opinión. La familia no era lo suyo, y agradeció que todos en el castillo acordasen guardar el secreto de lo que sucedió. Nadie volvió a tocar ese tema en los años que vinieron
El joven resolvió dejar de pensar en los problemas que tuvo por un instante, y se sentó en una de las bancas del parque en que se encontraba. La disposición de las casas y las calles aún le parecía extraña, y lo confundían por momentos. Él había aprendido el recorrido desde su casa hasta diversos lugares; e incluso, exploró nuevas rutas sin perderse. Lo que no le quedaba claro, era en qué parte de la ciudad se hallaba. Si se trataba de un pueblo, o un estado mayor.
Nick respiró profundamente; levantándose después de un descanso de diez minutos. Todavía quería caminar un poco más, y debía aprovechar antes que el sol decida salir. Dominic avanzó con paso lento, esforzándose por no cojear. Gran número de personas y autos transitaban en diferentes direcciones, sin ponerle atención. Él tuvo sentimientos encontrados con el hecho de pasar desapercibido frente a los demás; las pocas veces que bajó al pueblo, la gente no dejaba de mirarlo.
Un joven, vestido con un extraño traje blanco, estaba parado cerca de una esquina; entregando papeles a todos los que caminaban por su lado. Dominic recibió uno de estos, dudoso; y observó varias palabras y dibujos en él. Jamás vio a alguien en Kauyen hacer algo como eso; en especial, porque la gran mayoría de los campesinos no sabían leer. Nick no supo qué hacer, y solo atinó a sacar una moneda del bolsillo trasero de su pantalón, y dársela al muchacho. Pensó que él estaría esperando un pago por el papel, y dejó la moneda en la mano del joven. Dominic continuó su camino sin decir palabra; antes que intenten venderle algo más.
Dominic llevó la vista al papel que tenía; sintiendo verdadera curiosidad. Casi todo estaba escrito con letras enormes y de colores llamativos; además de tener algunos números en la parte inferior.
─¿Interesado en aprender deportes nuevos y aprovechar tu tiempo libre al máximo? Inscríbete ahora a nuestra escuela de esgrima, y entrena con los mejores profesionales de la región─. Leyó en voz baja.
El joven sonrió con sorna cuando terminó de leer la información de la hoja. Él se sintió tentado a asistir a una de esas clases, y comprobar cómo eran; hacía mucho que no practicaba esgrima, o empuñaba una espada. Dudó que los instructores fuesen mejores a los que contrataba Thomas, e intuyó que él también sería mejor que los demás. Dominic llevó las lecciones por más de diez años; perfeccionando algunos movimientos de ataque, pero siempre fallando en la defensa. Quizás, sin la presión de Charles a su alrededor y un poco más de empeño, él finalmente lograría posicionarse como el mejor espadachín del lugar.
Dominic ingresó en silencio a su casa, todavía cavilando en la decisión que tomaría. Su madre no le negaba nada, y él empezaba a interesarse en la idea de volver a tomar una espada. Además, creyó que este sería un buen ejercicio para recuperar todos los hábitos que perdió; y lograría mantenerse ocupado mientras conseguía un caballo para regresar a montar. Sabía que su vida nunca sería igual a como era en el Valle, pero podía adaptarla a sus gustos de la mejor forma posible.
─No te escuché entrar─, comentó Rebecca, sacándolo de sus pensamientos. Ella estaba sonriendo, y se sentó en un mueble frente al suyo.
─Estoy bien; no te preocupes. ─repuso Dominic con tranquilidad, sin quitar la vista del papel en sus manos. Ya tenía todo preparado.
─Te noto feliz─. Repuso ella, observando el rostro de su hijo─. ¿Pasó algo cuando estuviste fuera?
Dominic asintió, mirando a su nueva madre a los ojos.
─Rebecca, he tomado una decisión─. Habló firme, acomodándose en su asiento─. Voy a estudiar esgrima.
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