CAPÍTULO 23
Amelie ingresó en silencio al estudio del castillo, llevando una escoba consigo. Annelise la esperaba dentro, sentada sobre una de las sillas y con la vista perdida en el piso. Amy la saludó, pero su hermana ni siquiera se inmutó ante su presencia. Desde que las castigaron, Annie no le había vuelto a dirigir la palabra.
Las cosas se tornaron bastante tensas para Amelie, después que Patrick la acusó con sus padres de escaparse para ir al bosque. Él aprovechó que regresó mucho antes que ella para hablar con Raveena; y Amy no pudo sostener su mentira por más tiempo. Cuando Tristán la dejó a las afueras del castillo, cinco guardias ya la esperaban para escoltarla con los reyes. Las cosas se habían arruinado para ella.
El sermón que Amy recibió, por parte de su madre, le pareció interminable; pero no se comparaba para nada con lo que le dijo Garfield. Esa fue la primera vez que lo vio tan enojado; y no supo qué decir para tranquilizarlo. Él estaba furibundo, y ella apenas si podía respirar en su presencia.
─¡Tu madre y yo hemos luchado mucho para que te cases con uno de los hijos de Thomas! ─Gritó el rey en ese momento. Amelie agachó la cabeza─. Estamos muy cerca de conseguir el perdón por las cosas que nuestros antepasados hicieron, y que los reinos vuelvan a ser uno solo. Nosotros vamos a hacer historia, y tú no lo vas a arruinar─. La reprendió, tomándola con fuerza del brazo─. Nuestro trato con los Van Dijk no se va a romper. Tú ya estás comprometida con uno de sus hijos y, aunque te opongas, desposarás a Dominic─. Clamó, levantando una mano─. Si la muerte de Charles no fue obstáculo para esto; tu insolencia tampoco lo será.
Raveena observó el gesto de su esposo, e intervino antes que él pudiera golpear a Rosalie. La ayudó a soltarse del agarre de Garfield, mientras trataba de calmarlo. Aun con todo lo que ocurría, ella no permitiría que toquen a su hija.
─Garfield, basta, por favor ─le pidió, sosteniendo sus manos─. No ganaremos nada golpeándola. Hay que manejar esto de otro modo.
─Entonces tú te encargarás de disciplinarla─. Sentenció, señalándola─. Siempre me dices que soy muy blando con ellas; pero veo que tampoco ha servido de mucho tu tutela─. Sacudió la cabeza─. Si hubieras vigilado mejor a la niña, nada de esto hubiese sucedido. Además, sabrías quiénes la han estado ayudando; porque dudo mucho que Rosalie haya podido hacer esto sola.
Amelie escuchó la discusión entre sus padres; y aprovechó la distracción para salir corriendo de la sala del trono. Varios guardias trataron de detenerla, pero ella los esquivó como pudo. Se encerró en su cuarto y bloqueó la puerta con una silla. Avanzó hasta su cama, y se sentó a los pies de esta; sin importarle que su vestido estaba sucio. Tenía una fuerte opresión en el pecho, y la incertidumbre de ya no saber cómo actuar. Aquel día, sin duda alguna, fue el peor que pasó desde que despertó en la isla.
Transcurrió más de una hora antes que Raveena pudiera tranquilizar a su esposo. El rey estaba demasiado alterado, y prefirió salir del castillo antes que las cosas empeoren. Raven lo observó marcharse, con lágrimas en los ojos. Sentía que había fallado como madre; y se reprochó el descuidar a sus hijas en los últimos días, por haber estado pendiente de los preparativos para la boda. Le costó calmarse, y tratar de encontrar un castigo adecuado para Rosalie. Además, ella sospechaba que Annelise fue quien la ayudó en la huida. Annie era la más sagaz de sus hijas, y siempre ayudaba a su hermana en todo lo que podía.
La reina resolvió prohibirles la salida del castillo; impidiendo que, siquiera, puedan ir al jardín trasero. Dispuso que dos guardias las vigilen en todo momento, y no se alejen mucho de ellas. Decomisó los lienzos y pinturas de Annelise; así como el material de costura de Rosalie. Además, las obligó a apoyar con las actividades domésticas dentro del castillo.
Amelie odiaba cada parte del castigo que Raveena le impuso; sobretodo, el tener que limpiar a profundidad cada rincón de su hogar. Las manos le ardían y se encontraba agotada de todo eso. Ni siquiera con Frances había tenido que hacer tantas cosas. Lo único que la aliviaba, eran las pruebas de vestido para la boda. Amy prefería discutir con las costureras, a pulir las coronas de sus padres.
La joven dejó la escoba que tenía en la mano recostada sobre la puerta del estudio, y se agachó frente a su hermana, intentando captar su atención. Annelise era la única amiga que Amelie tenía en ese lugar, quería arreglar las cosas con ella.
─Annie, háblame, por favor─. Pidió Amy, mirándola a los ojos─. Ya no sigas enojada conmigo; conversemos, ¿sí?
Annelise sacudió la cabeza, y se levantó de la silla donde estaba. Rodeó a su hermana, caminando hasta el escritorio de su padre y apoyándose en él. Ella detestaba estar peleada con Rosalie; sin embargo, no se sentía lista para perdonarla por todo lo sucedido. Annie siempre tuvo la impresión que algo saldría mal si encubría a su hermana; pero no creyó que el problema se volvería tan grande como en ese momento.
Amy volvió a ponerse de pie, ofuscada por la actitud de Annelise. Quiso acercarse a ella, pero se contuvo. Sería vano perseguirla.
─Por favor Annie, ya me he disculpado cientos de veces─. Suspiró, rendida─. Dime qué tengo que hacer para que me perdones─ imploró─. No me gusta que estemos distanciadas.
Annelise rodó los ojos y se cruzó de brazos. Sintió ganas de gritarla, pero no deseaba captar la atención de los guardias que esperaban fuera de la habitación.
─Las disculpas no sirven de nada ahora, Rosie─. Se encogió de hombros─. Puedes disculparte una, o mil veces, y eso no cambiará nada. Tú y yo estamos metidas en un problema enorme, y creo que aún no te das cuenta de eso.
Amelie bufó, indignada. Ella era cualquier cosa, menos estúpida; y podía notar perfectamente lo que pasaba a su alrededor.
─Claro que estoy al tanto de todo─. Se quejó─. ¿Acaso piensas que me gusta que mamá nos tenga como las criadas, limpiando a profundidad cada rincón del castillo? ─Cuestionó─. ¿O crees que es muy divertido para mí estar encerrada aquí?
La chica rio amargamente, y golpeó el escritorio con la parte trasera de su zapato.
─Ves, sigues sin entender la gravedad de las cosas─. Annelise soltó sus brazos, y se tocó la sien con dos dedos; haciendo una seña para que su hermana comprenda─. Rosalie, yo no hablo de algo superfluo como el castigo que mamá nos impuso. Me refiero a lo que realmente importa; y es que nuestros padres han perdido la confianza que tenían en nosotras. Ya nada será igual─. Agachó la mirada al terminar de hablar, con pena en la voz.
Amelie observó la expresión de su hermana, sin comprenderla del todo. Sabía que sus padres habían sido inclementes con ellas, y que Garfield apenas si las quería mirar; pero no creyó que las cosas duren tanto. Amy estaba segura que las cosas volverían a la normalidad más temprano, que tarde.
─Annie, no te pongas así─. Dio un par de pasos hacia ella─. Sé que todo es una mierda ahora; pero créeme que en un par de semanas las cosas mejorarán─. Esbozó una sonrisa─. El castigo no durará para siempre.
Annelise se quedó helada al escuchar a su hermana proferir esas palabras. Ella jamás había maldecido antes, y solía escandalizarse cuando alguien lo hacía. Le extrañó que ella comience a hablar de ese modo.
─Tal vez las cosas mejoren para ti─. Bufó, tras varios minutos─. Pero el castigo será más severo para mí, eso te lo aseguro.
Annie resopló y avanzó hacia la ventada lateral, alejándose de la chica una vez más. Rosalie era bastante optimista, pero ella no tenía mucho por lo que quejarse. Mientras a su hermana mayor se la llevaban por los preparativos de la boda, Annelise debía permanecer limpiando. Ella sabía que sus padres aún trataban de forma especial a Rosie debido a compromiso con el príncipe de Kauyen.
─Estoy segura que papá te perdonará a ti antes que a mí─. Comentó Amelie, encogiéndose de hombros─. Yo soy quien tiene más que perder aquí─. Se señaló a sí misma─. Tú sólo me encubriste, mientras que yo desobedecí, y salí para verme con un chico en el bosque.
─¿Y lo dices así, tan tranquila? ─Annelise elevó la voz─. Ya casi no te reconozco, Rosalie. No me parece posible que hayas arriesgado todo solo para encontrarte con un desconocido─. La reprochó, mirándola con furia─. ¿Es que no pensaste en lo que hiciste? Si los Van Dijk se llegasen a enterar de todo esto...
─Pero no lo hicieron─. Sentenció, interrumpiendo a su hermana─. Ni lo harán. Los reyes de Kauyen jamás sabrán de esto─. Negó con la cabeza─. Y, por favor, ya deja de recriminarme Annie. Yo también me siento mal por todo lo que está pasando.
Annie se cruzó de brazos, y levantó una ceja.
─Es que estoy muy molesta, Rosalie─. Hizo un pequeño puchero─. Acabo de perder mucho solo por haberte ayudado con tu mentira. ¿Es que no lo entiendes? ─Preguntó, sintiendo la sangre hervir─. Tú serás una prisionera de este castillo hasta que te cases. Después de eso, te irás con el príncipe Dominic a su nuevo castillo, y dejarás de depender de mamá. En cambio, yo tendré que seguir aquí, castigada hasta que me arreglen un matrimonio a mí también─. Espetó.
Amelie se acercó a su hermana y trató de abrazarla. La sostuvo por los hombros, y la envolvió con sus brazos con fuerza. Sintió cómo Annelise la empujaba; pero ella se mantuvo firme en su posición.
─Lamento todo lo que pasó─, habló después de soltarla─, pero créeme que un matrimonio no es la solución para salir de aquí─. Suspiró─. Yo daría cualquier cosa por impedir esta boda, y volver a ser una chica normal.
Annelise observó pena en los ojos de su hermana. Rosie jamás quiso casarse con alguien que ella no amaba, y seguía empeñada en querer ser feliz con Patrick. Annie sabía que lo de ellos era imposible, pero le alegraba que ella no llegó a cometer la locura de escaparse con él.
─Somos las princesas de Sarauta─. Le recordó, repitiendo las palabras de su madre─. Jamás fuimos chicas normales, y jamás lo seremos. Nuestro deber es hacer lo mejor para el reino; pensé que ya habías asimilado todo esto─. Cuestionó.
Amelie se encogió de hombros con desgano. Ella jamás quiso casarse; y mucho menos, porque alguien la obligaba a hacerlo.
─Lo asimilé, créeme que lo hice. Es solo que no estoy de acuerdo con lo que está pasando─. Negó con la cabeza─. Aún tengo una pequeña esperanza de librarme de esto, e irme antes de la boda─. Confesó distraída.
Una mueca de confusión se formó en el rostro de Annelise. Le daba la impresión que su hermana desvariaba.
─¿A qué te refieres? ¿A dónde irás? ─Inquirió, arrugando la frente.
La joven sacudió la cabeza, regresando a la realidad. Había olvidado que su hermana no sabía toda la verdad sobre ella, y acababa de hablar de más. Decidió ladear una sonrisa, para no levantar sospechas.
─Son tonterías mías─ habló ligera─. No te preocupes, Annie.
Annelise rio, y empujó con suavidad a Rosalie.
─Sabes, tú podrás ser la mayor, pero siento que no piensas en lo que haces la mayor parte del tiempo─. Bromeó.
─Admito que algunas veces actúo sin pensar; pero en este problema, yo ya había previsto hasta el más mínimo detalle─. Expresó, dirigiéndose a la silla─. Si el imbécil de Patrick no se hubiera aparecido y armado un problema, nada de esto estaría pasando. Él es el causante de todo─. Dijo un poco alterada, antes de sentarse.
La menor sacudió la cabeza, algo confundida.
─Todavía no entiendo que tiene que ver Patrick en todo esto─. Entrecerró los ojos, y llevó una mano a su cadera─. Nunca me explicaron bien cómo fue que él te encontró.
Amy hizo una mueca. Detestaba hablar de Patrick, pero le alegraba que su hermana esté dispuesta a conversar sobre todo lo que venía aconteciendo.
─Lo sabrías si hubieses conversado conmigo─. Rio, y empezó a acomodar su cabello en una trenza─. Patrick sospechaba que yo me veía con alguien en el bosque, así que me siguió para descubrir de quién se trataba. Luego regresó y le contó el chisme a papá; aunque las cosas no fueron tan malas como él las pintó─. Relató, sin darle mucha importancia─. Yo no hice nada malo; solo quise conversar con un amigo.
Annelise meditó las palabras que escuchó. Todavía le extrañaba la forma en que Rosalie se venía comportando durante las últimas semanas. Ella ya no era tan dócil como antes, y le seguía sorprendiendo que se haya arriesgado tanto por un chico del que nunca oyó antes. Annie sabía que las cosas habían empezado a cambiar, y seguirían cambiando después de la boda y la coronación; pero temía por su hermana. Le aterraba que ella siga actuando de forma tan impulsiva cuando llegue el momento de reinar.
Amelie esperó que su hermana dijera algo, lo que sea; pero no lo hizo. Ella se quedó de pie en su lugar, con la vista perdida en algún punto de la pared. Amy creyó que Annelise estaba pensando en lo que le acababa de contar, y esperó que no se enoje de nuevo.
─¿Quién era el chico con quién te veías? ─Preguntó Annie de repente, viéndola a los ojos─. Hasta ahora, no has querido decirme su nombre, ni cómo lo conociste─. Se cruzó de brazos, y avanzó un par de pasos─. Por favor, no me digas que es otro empleado del castillo.
Amy rio con fuerza ante la pregunta. Ella jamás entendería los gustos de Rosalie.
─No, no es otro empleado de aquí─, repuso divertida─, pero tampoco tiene importancia que sepas quién fue. Ya no le des tantas vueltas al asunto, por favor.
Annelise se aclaró la garganta, abriendo la boca para decir algo más; sin embargo, un ruido la detuvo. El chirrido de la puerta abriéndose, les alertó que alguien acababa de llegar. Amelie se puso de pie en un salto, y acomodó su vestido al hacerlo. Ambas chicas intercambiaron una rápida mirada, permaneciendo inmóviles al notar quién entró.
Raveena ingresó con paso firme, y una expresión dura. Avanzaba de forma solemne; dando la impresión de estar molesta por algo. Se detuvo al medio del recinto, girando hacia sus hijas y enarcando una ceja.
─Niñas, ¿qué está pasando aquí? ─Inquirió─. ¿Qué es todo el alboroto que se escucha desde afuera?
─Solo conversábamos, madre─. Amelie se apresuró a responder─. No es nada─. Agachó la cabeza mientras hablaba; no quería verla a los ojos.
La reina escaneó la escena frente a ella. Hacía más de una hora que envió a sus hijas al estudio, y ni siquiera parecía que pasaron la escoba por el piso. Vio algunos libros fuera de lugar, y los mapas, apilados en una esquina del salón.
─En ese caso, deberían conversar menos y limpiar más─. Las regañó─. Este sitio está igual de sucio a como lo dejé.
─Nosotras lo ordenaremos pronto─. Respondió Amy, decidida─. Lamento la demora.
Raveena negó con la cabeza, y tomó a su hija mayor del brazo, con suavidad.
─Annelise puede terminarlo; tú vendrás a conmigo─. Sentenció, haciendo que Rosalie eleve el rostro─. Ya llegaron las costureras y hoy mismo debe quedar listo tu vestido. Debemos irnos ya.
Annie emitió un pequeño ruido, a modo de queja. Una vez más, Rosalie se escapaba y ella se quedaba con todo el trabajo.
─Pero madre, este lugar es demasiado grande como para que lo arregle yo sola─. Protestó, yendo junto a la reina─. No es justo.
La mujer ignoró las palabras de su hija. No tenía ganas de soportar berrinches en ese momento.
─Eso debieron pensarlo antes de ponerse a conversar─. Refutó, dando por concluida la charla─. Vámonos, Rosalie; nos están esperando─. La jaló de nuevo─. Y espero que ya dejes de quejarte de todos los diseños que ves; las costureras y yo nos estamos cansando de ti.
Amelie se puso firme, y movió el brazo con fuerza para que su madre la suelte.
─¡No iré contigo, madre! ─Exclamó, retrocediendo un poco─. Annelise tiene razón, sería injusto que ella haga todo el trabajo, mientras yo me voy a perder el tiempo─. Soltó de golpe, sin medir sus palabras─, además, los vestidos que están haciendo son horribles. ¿Cómo esperas que no me queje? ─Se encogió de hombros.
─Elegir tu vestido de bodas no es una pérdida de tiempo. ─Raveena elevó la voz, irritada.
─¡Lo es cuando yo ni siquiera me quiero casar! ─Amelie explotó, cansada de todo─. ¿En serio crees que es muy placentero para mí saber que papá y tú me vendieron a alguien que ni siquiera conozco?
─Rosalie, cállate ya. ─Raven masculló, perdiendo la paciencia─. Tu padre y yo no te hemos vendido a nadie. No exageres la situación.
─No me vendieron, pero me intercambiaron por un trozo de tierra y un título. ─Amelie rio con amargura, negando─. Eso es mucho mejor que haberle cobrado a Dominic por casarse conmigo.
La rabia se dibujó en cada una de las facciones de Raveena, y abofeteó a Rosalie. No podía creer que su hija le hubiera contestado de esa forma; e intuyó que su cambio de actitud se debía al chico que la estaba frecuentando. Ella nunca se comportó de esa manera antes que ocurriese el problema. Aquel muchacho, que Raveena desconocía, se había convertido en una molestia para ella y toda su familia.
─Después de todo lo que hiciste, no tienes ningún derecho a opinar─. La reprendió, asiéndola con fuerza de la muñeca─. Sin embargo, te voy a dar la razón en algo. Ya que te opones a que Annelise limpie esta habitación, tú lo harás─. Resolvió, con una sonrisa maliciosa en el rostro─. Pasarás la tarde arreglando el estudio sin ayuda de nadie. ¿Entendido?
Amy asintió, frunciendo los labios. Aunque tenía muchas cosas que decirle; supo que no sería prudente. Le ardía el rostro, y no se arriesgaría a otra bofetada.
─Sí, madre─. Musitó. No le convendría seguir peleando con la reina.
Annie se queda atónita al ver la forma en que su hermana le respondió a su madre; Rosalie jamás habría dicho esas cosas en una situación normal. Ella no sabía si reír o preocuparse por las palabras de Rosie; sin embargo, optó por bajar la mirada y no hablar más. Lo mejor era evitar más líos con Raven.
Raveena hizo un gesto para que Rosie avance; mientras se giraba para ver a su segunda hija; y tomarla por el brazo también.
─Camina, Annelise─ ordenó─. Hoy nos acompañarás; pero no quiero escuchar más quejas de ustedes dos. Ya bastantes problemas han causado esta última semana.
Las dos chicas caminaron en silencio, escoltadas por su madre y los guardias, hacia una de las habitaciones de la planta baja. Los empleados del castillo habían acondicionado el espacio como un pequeño taller de costura, donde reposaban gran cantidad de telas, y los vestidos sin terminar. Amelie desconocía qué uso tuvo ese lugar antes, pero sentía que podría abrirse una tienda de ropa con todo el material que tenía a su disposición. Ella pensó que, el único problema con su idea, era que apenas si sabía enhebrar una aguja; y no podría confeccionar las prendas para vender.
Las costureras hicieron una reverencia al ver entrar a la familia real, recibiéndolas con una sonrisa. Les sorprendió ver a la princesa Annelise de nuevo por ahí; su vestido fue uno de los primeros en quedar listos, y temieron que ella quisiera hacer alguna modificación a esas alturas. A excepción de los vestidos de la novia, el resto del trabajo estaba terminado.
Amelie les devolvió el saludo, y subió a un taburete pequeño en medio de la recámara. Notó que su madre y hermana se sentaban en un mueble, sin quitarle la vista de encima.
─Mi hija Annelise nos acompañará hoy─. Anunció la reina─. Espero su presencia no les distraiga.
─Es un honor que la princesa Annelise esté aquí─ repuso la costurera en jefe─. No se preocupe por nada, mi reina.
Raveena asintió complacida, e indicó que comiencen con el trabajo.
Amelie se sacó el vestido que llevaba, y quedó con un camisón de lino, elevando los brazos. Las dos asistentes tomaron uno de los corsés que ya estaban listos, y lo calzaron en su cuerpo. Amy sintió que, debido a sus constantes quejas, lo achicaron a propósito. Le costaba respirar y le parecía que le apretaban la cintura cada vez más.
Raveena observó con orgullo a su hija, olvidando la rabia que sintió durante unos minutos. Su hija se veía hermosa con el corsé y ansiaba que le pusieran la parte de abajo pronto. Rosalie parecía una muñeca de porcelana.
─¿Cómo se siente la novia más bonita del reino? ─Preguntó, con un brillo en los ojos.
─Incómoda, mamá. Me siento incómoda. ─Amelie rodó los ojos─. No puedo respirar.
La costurera se alertó con sus palabras, y se apresuró a terminar de anudar el corsé. La princesa llegaba a asustarla por momentos.
─Princesa Rosalie, hoy terminaremos con el segundo vestido, el que usará para la fiesta─. Avisó la encargada, ubicándose frente a a ella─. Luego, le tomaremos nuevas medidas para poder hacer las modificaciones que nos pidió en el vestido de la ceremonia.
─De acuerdo, tome las medidas que quiera; solo deje de ajustarme el corsé, porque me va a romper las costillas en cualquier momento─. Exigió con un hilo de voz.
Amelie se movió, haciendo que las mujeres la suelten. Desconocía si ya habían terminado de amarrar las ataduras, pero sintió que el aire volvía a entrar en ella. Dirigió la vista hacia los vestidos, con desagrado. Los diseños eran feos, pero no tanto como los colores. Uno era azul oscuro; y el otro, marrón.
─Lamento la incomodidad...─ trató de disculparse, pero la princesa la interrumpió.
─No es necesario que hablen, solo no hagan tan ajustados los corsés─. Amelie exigió, e hizo un gesto para que la mujer deje de hablar─. Ah, y antes que lo olvide, quiero hacer un último cambio─ mencionó, sacudiendo la cabeza─. No me gusta el marrón; el vestido de la ceremonia tendrá que ser de otro color.
El rostro de la reina se desencajó al oír eso. Su hija no podía pedir una cosa así. El matrimonio estaba a cuesta, y sería casi imposible que lograsen hacer un vestido nuevo en tan poco tiempo. Raveena notó que Rosalie la miraba con una sonrisa de satisfacción; como si hubiese ganado algo.
─Disculpe, ¿qué dijo? ─Preguntó la costurera, sin estar segura de lo que la princesa estaba pidiendo.
─No le haga caso a mi hija, ella está bromeando─. Habló Raveena, poniéndose de pie─. Rosalie, tú elegiste estos colores hace meses; no puedes cambiarlos ahora─. La miró fijamente, con una ceja levantada.
Amelie con la cabeza y se cruzó de brazos. No le cabía duda que Rosalie tenía un gusto terrible, por haber elegido esos colores.
─Lo digo en serio, madre─. Repuso seriamente─. No creo que ese sea un tono apropiado para un vestido de novia. El marrón estaría bien, si me fuera a un funeral─. Señaló.
─Pero, señorita Rosalie, el marrón es un bonito color─. Mencionó una de las asistentes, tratando de convencerla─. Además, usted lo eligió por su significado. Por favor, no nos pida rehacer el trabajo con tan poco tiempo de anticipación.
─Señoras, retírense un momento─. Pidió Raveena, evitando que su hija pueda decir algo más─. Necesito hablar con Rosalie a solas. Luego podrán regresar.
Las tres mujeres asintieron, y se reverenciaron al salir. La última, cerró la puerta con cuidado, dejando a la reina con sus hijas dentro del salón. Ellas esperaban que la reina haga que la princesa entre en razón. Conllevaría mucho trabajo elaborar un nuevo vestido.
─Te dije que no quería escuchar una queja más, Rosalie─. La regañó, jalándola con fuerza para que baje del taburete─. Las costureras no son tu juguete, así que, cuando vuelvan a entrar, les irás que no quieres más cambios y cooperarás con su trabajo.
Amelie se tambaleó, debido al tirón de su madre. Raveena tenía más fuerza de la que aparentaba.
─No─. Ella sacudió la cabeza─. Estoy cansada de esto, y de todo lo que me obligan a hacer. Ya acepté el hecho que me voy a casar; pero, al menos, déjame escoger el color del vestido. No he tenido ni voz, ni voto, desde que comenzaron con los preparativos.
Raven suspiró, olvidando por un minuto los problemas con su hija. Comprendió lo nerviosa que debía encontrarse, y cómo se sentiría por la boda. Le sonrió para tranquilizarla, y pensó una manera rápida de resolver aquella situación. Quizás, ella debía ceder un poco.
─Rosie, ya hemos hablado de esto en muchas ocasiones─. Acarició su rostro─. Necesitas estar más tranquila, no ganamos nada estresándonos. Yo entiendo por lo que estás pasando, pero el pedir que te hagan un vestido nuevo todos los días no solucionará nada─. Su voz sonaba dulce, a pesar que continuaba llamándole la atención─. ¿Acaso crees que no me he dado cuenta que estás tratando de atrasar la boda?
El rostro de Amelie palideció al escuchar eso. Sabía que su madre era bastante inteligente; sin embargo, no esperaba una confrontación directa por sus pequeños sabotajes.
─Yo no trato de retrasar nada─ mintió, fingiendo pena en la voz─, es solo que no me gusta el color, es demasiado lúgubre─. Hizo puchero.
Annie ladeó una sonrisa al ver la actitud de su hermana. Últimamente, Rosalie siempre conseguía lo que quería.
─¿Y qué color tienes en mente? ─Curioseó entre risas─. ¿Amarillo o verde?
Amy se encogió de hombros.
─Puede ser─. Rio también─. Al menos, son más alegres que el marrón.
─No, Rosalie. Es de mal gusto que la novia vista con esos colores─. Comento Raveena, escandalizada─. Te permitiré cambiar el color de tu vestido─, anunció tras una breve pausa─; pero con la condición sea el último cambio que hagas. No toleraré más retrasos con los preparativos.
Amelie sonrió falsamente, agradeciendo a Raveena. Le divertía molestar a las costureras; pero no podía seguir jugando con la paciencia de la reina. Raven comenzaba a dar indicios de disculparla, y Amy no desperdiciaría esa oportunidad. Pensó rápido un color, antes que su madre cambie de opinión.
─¿Qué piensas del blanco? ─Curioseó. Ella sabía que todo en su matrimonio era falso; pero le daba curiosidad el usar un vestido real.
La reina examinó la petición de Rosalie. No era común usar un vestido blanco para una boda.
─¿No crees que blanco se vería muy soso? ─Cuestionó─. Además, la tela de ese color es difícil de conseguir.
La joven hizo un mohín. Ella no estaba dispuesta a usar otro tono.
─Este lugar está atiborrado de telas, madre─, expresó─. Estoy segura que encontraremos suficiente de color blanco.
Annelise empezó a caminar por la habitación, revisando todas las telas. Ella recordaba haber visto varias piezas de ese color cuando fue a que le tomen las medidas para su vestido. Inspeccionó con cuidado cada esquina, tratando de encontrar lo que su hermana quería.
─¡Miren! ─Exclamó, e hizo un gesto para que se acerquen a ella─. No es del todo blanco, pero creo que el perla es bastante parecido─. Sonrió.
—¡Perfecto! —Amelie sonrió—. Perla será.
—¿Estás segura? —Raveena consultó, nerviosa—. El significado de los vestidos de ese color no es el mejor de todos.
—¿Qué significa? —Amy frunció el ceño.
—Que vivirás un torbellino de emociones durante el matrimonio— Raven suspiró.
—No entiendo— ella se cruzó de brazos—. ¿Eso es bueno o malo?
—Supongo que ambas —Annelise rio—. Hay emociones buenas y malas. Creo que dependerá de ti cuáles serán las que quieres vivir.
Raveena soltó un largo respiro al escuchar la conversación de sus hijas, y llamó a las costureras. Tenían demasiado trabajo por hacer.
Amelie volvió a subir al taburete; observando a su hermana salir, y regresar con las costureras. Ella trató de cooperar en lo que podía, y evitó moverse mucho para que las medidas salieran exactas. Por momentos; el estar ahí le hacía sentirse como un maniquí, a quien solo le probaban la ropa.
La reina volvió a sentarse en el mueble, satisfecha con que su primogénita finalmente ayudaba con el vestido. Tenerla callada y sin quejarse por dos horas, fue la mejor recompensa que Raveena pudo obtener ese día. Rosalie siempre fue bastante reservada; no obstante, ella se tornó bastante locuaz en las últimas semanas.
Amelie subió a su habitación después que terminaron de entallar el vestido azul. Las costureras iban a empezar a trabajar con el blanco, pero ella no quiso quedarse a mirar. Amy se acercó a la ventana, recostándose en esta. El día había sido largo, y aún le faltaba limpiar el estudio del castillo. Resopló, cansada por todo lo que estaba viviendo. Ella quería volver a su vida normal, pero cada día veía más lejana esa posibilidad.
La joven observó el amplio patio, y quiso bajar a caminar en él. Ella adoraba salir a recoger flores, o sentarse junto al estanque delantero. Sin embargo, no podía salir debido al castigo. Amelie enfocó la vista en un muchacho que la miraba fijamente, desde abajo. Le tomó un par de segundos darse cuenta que se trataba de Patrick, y la rabia volvió a ella. Cerró la venta con fuerza, y se alejó de esta, frustrada. Amy no quería volver a saber de ese chico, jamás.
Patrick mantuvo la mirada fija en la ventana de Rosalie por varios minutos. Notó cómo ella se escondía dentro de su alcoba, y rio con amargura. Patrick sabía que ella debía estar muy molesta con él, pero no le importaba. Él estaba tranquilo con lo que había hecho, y lo volvería a hacer si fuese necesario. No dejaría que nadie manche la honra de la princesa.
Caminó con dirección al castillo; necesitaba tomar unas cosas de la armería. Avanzó menos de cinco metros cuando observó a una de las criadas correr de un lado a otro del patio. Patrick la conocía, y le extrañó verla tan ajetreada.
─¡Lina! ─La llamó, curioso─. ¡Lina, ven aquí!
La chica frenó en seco al escuchar que alguien gritaba su nombre. Notó que Patrick le hacía señas con la mano, y se acercó a verlo. Esperaba que él no le quite mucho tiempo; debía cumplir con la misión que le encomendaron.
─Dime, Patrick─ habló agitada, tratando de no mostrar nerviosismo.
─¿A dónde ibas tan apurada? ─Inquirió, escaneándola de pies a cabeza─. ¿Qué estabas haciendo?
Lina pensó rápidamente qué decir. Un joven se le había acercado en la puerta del castillo, y le pidió que le entregue una carta a la princesa Rosalie. Era la segunda vez que hacía lo mismo; pero prefirió no pedirle explicaciones a quien le dio el papel.
─No es nada importante, solo iré a ver a la princesa─. Repuso entre jadeos, tratando de recobrar el aliento.
Patrick la miró con incredulidad. Algo en ella evitaba que él confíe en sus palabras. Agachó un poco la cabeza, y notó que la chica llevaba algo entre las manos.
─¿Y eso que tienes ahí? ─Se cruzó de brazos─. ¿Es para la princesa Rosalie?
Lina asintió, con miedo. Patrick la ponía nerviosa.
─Sí ─confesó─. Debo entregarle esta carta lo antes posible.
─¿Sabes quién la envía?
─No, lo siento─ ella se encogió de hombros─. Solo me pidieron que la entregue. Yo no hago preguntas.
Él frunció el ceño. Rosie estaba castigada, y no podía tener contacto con personas ajenas al castillo. Le intrigó esa situación, y tuvo un mal presentimiento.
─No es necesario, se la entregaré yo─. Sonrió con sorna, estirando el brazo para tomar el papel.
La chica negó con la cabeza. Nadie más que la princesa debía estar en contacto con ese sobre.
─Lo lamento, Patrick, pero tengo órdenes de entregársela personalmente─ ella retrocedió un poco─. Gracias igual, pero debo irme.
Patrick corrió, plantándose frente a ella y cerrándole el paso. La tomó con fuerza del brazo, arrebatándole el sobre de las manos. Lina trató de recuperarlo, pero él la empujó.
─Creo que no me entendiste─. Se burló─. Yo le entregaré la carta a la princesa; tú puedes irte, y regresar a tus labores si no quieres tener problemas con el rey─. Amenazó─. Recuerda lo que sucedió con Adam por andar ayudando a la princesa con sus escapadas. No creo que tú quieras correr la misma suerte.
Lina se estremeció al escuchar aquellas palabras. Ella era el único sustento para su familia; su madre estaba bastante enferma, y su hermano era apenas un niño. Ella no podía perder el trabajo dentro del castillo. Le sería imposible conseguir otro con los mismos beneficios.
─Regresaré a mi puesto de trabajo ─afirmó cabizbaja; esperando que la princesa no se moleste con ella por haberle fallado─. Con permiso.
Patrick asintió y vio a la chica irse. A pesar que ella no quiso decirle nada, él estaba seguro que fue el pretendiente de Rosalie quien envió la carta. Le asombró el atrevimiento que tuvo al tratar de burlar la seguridad y empleados del castillo para que su recado llegue a la princesa. Patrick sospechaba que debía haber algo realmente importante en aquel sobre.
El muchacho rompió el envoltorio con cuidado, dejando que la carta cayera sobre una de sus manos. Era poco lo escrito, pero Patrick no pudo comprender lo que decía. Maldijo el no saber leer, y arrugó el sobre con rabia. Debía hallar pronto una forma de descubrir cuál era el mensaje que trataban de enviarle a Rosie.
Patrick dio varias vueltas por el jardín trasero y los establos, pensando qué hacer. Sabía que algunos chicos que trabajaban con él podían leer; sin embargo, no todos eran de confianza. Él tenía que encontrar a alguien ingenuo, dispuesto a ayudarlo sin hacer preguntas, ni pedir nada a cambio. Recordó que hacía un par de días, los reyes contrataron a un guardia para vigilar la salida trasera del castillo. Patrick resolvió ir a conversar con él; aquel joven daba la impresión de ser bastante cándido.
─¡Grant! ─Gritó Patrick cuando estuvo a unos metros de él─. ¡Ven un momento, por favor! ─Lo llamó con la mano.
Grant enfocó la vista al escuchar que le hablaban. Reconoció al otro chico y caminó a él.
─Dime, Patrick, ¿qué pasó? ─Preguntó tranquilo.
─¿Tú sabes leer? ─Inquirió de pronto, cruzándose de brazos.
Grant se sorprendió al oír eso. Cuando lo contrataron, solo le dijeron que se encargaría de la seguridad; no entendía en qué instante, el leer se volvió relevante.
─Aprendí un poco hace años, pero no soy muy bueno en ello─. Se sinceró─. ¿Por qué lo preguntas?
Patrick ladeó una sonrisa. Eso era suficiente para él.
─Necesito que leas lo que dice aquí─. Le entregó la carta─. ¿Crees que puedas hacerlo?
Grant tomó el papel de sus manos y lo revisó. Reconoció la mayoría de palabras; pero le seguía extrañando que Patrick le pida ese favor.
─¿De dónde sacaste esto? ─Curioseó.
Patrick bufó. No tenía tiempo para interrogantes.
─Es de mi prima─ mintió, intentando no perder la paciencia─. ¿Puedes leérmela sí o no?
Él asintió, dudoso. Grant no conocía del todo al chico; solo sabía era cercano al rey Garfield. Se encogió de hombros y resolvió ayudarlo; no deseaba problemas con nadie. Leyó en su mete el mensaje varias veces, para no tartamudear al hacerlo en voz alta.
─Hola, ¿cómo te encuentras? ─Comenzó a hablar y elevó la vista. Patrick le ordenó que continúe─. Estoy muy preocupado por ti. Temo que Patrick haya podido hacerte algo malo─. Vocalizaba cada palabra con lentitud─. Escríbeme apenas te llegue esta carta, por favor. Espero no haberte causado problemas.
Patrick maldijo al escuchar lo que decía el papel. Ese idiota quería hacerlo quedar como el malo frente a Rosie. Él sería incapaz de lastimarla.
─Patrick, ¿por qué dice que puedes lastimar a alguien?─ le preguntó, sacándolo de sus pensamientos─. ¿En qué clase de problemas está metida tu prima? ─Frunció el ceño.
─Son cosas familiares, no es nada malo─. Contestó, sin darle importancia a lo que decía. Tenía muchas cosas en la cabeza─. ¿Eso es todo lo que estaba escrito en la carta? ¿No hay más?
Grant volvió a revisar la carta entre sus dedos.
─Está firmada por alguien llamado Tristán─. Dijo con soltura.
Patrick ladeó una sonrisa al escuchar eso. Al menos, ya sabía el nombre de aquel chico. Le agradeció a Grant por su ayuda, y tomó el papel nuevamente. Necesitaba deshacerse de cualquier rastro de Tristán, antes que Rosalie se entere que él estaba buscando la forma de contactarla. Patrick regresó al castillo sin darle explicaciones al nuevo guardia; ya sabía qué hacer.
El joven se detuvo a unos metros de la cocina, y esperó a que todas las empleadas salieran del recinto. Ingresó con cuidado, asegurándose que no hubiera nadie cerca. Rompió la carta y el sobre en partes pequeñas, mientras se aproximaba al fuego encendido. Arrojó uno por uno al fogón, observando cómo se consumían lentamente.
─¿Patrick? ─Escuchó a una voz femenina preguntar tras suyo. Él giró despacio para ver de quién se trataba─. ¿Qué haces aquí?
Patrick reconoció a la mujer de inmediato, y sonrió con soltura. Por un minuto, él temió que alguien de la familia real lo hubiese encontrado.
─No te preocupes, Esther─. Contestó de mala gana─. Ya me iba.
Esther se acercó al muchacho para poder observarlo mejor. Ella traía el cabello recogido, y usaba un mandil sobre la ropa.
─¿Por qué estabas cerca del fuego? ─Cuestionó, yendo hacia las ollas─. Sabes que no me gusta que nadie entre mientras estoy cocinando. Solo mis ayudantes pueden pasar─. Aseveró.
El joven gruñó por la actitud de la jefa de las cocineras. Patrick conocía la dinámica del castillo a la perfección; no necesitaba que se la repitan.
─Ya te he dicho que no es nada, madre─. Bufó─. Tus reproches no son necesarios.
Esther negó con la cabeza, dolida por la respuesta de su hijo. Patrick no solía ser así.
─Te has vuelto un insolente desde que el rey Garfield te dio su confianza y te ascendió de cargo─. Le recriminó, con preocupación en el rostro─. Estás muy cambiado, hijo.
Patrick ignoró las palabras de su madre, y avanzó hasta la entrada de la cocina. No quería seguir hablando con ella. Él tenía muchas cosas en las qué pensar; y Esther solo lo distraía.
─Sé lo que hago─. Afirmó, sin verla─. Quédate tranquila.
El muchacho no esperó respuesta y salió a las caballerizas. Debía continuar con sus labores, pero el recuerdo de Tristán lo atormentaba. Había evitado que Rosie leyera su carta; pero temió que él se atreva a enviarle más. Patrick se encargaría que ellos dos no tuviesen contacto alguno hasta el matrimonio de Rosalie con el príncipe de Kauyen. Él se resignaría a perder a cualquier cosa; menos la confianza del rey.
***
Hola chicos
Aquí el nuevo capítulo, espero les guste mucho :D
Les mando un abrazote
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Nos leemos pronto
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