CAPÍTULO 17
Rebecca Powell caminó furibunda hacia la habitación de su hijo. Desde que despertó, Tristán se había comportado como una persona totalmente diferente; cambiando su carácter por completo. Él solía ser un chico tranquilo y amable; aunque, ahora se comportaba como un patán. El trato déspota que tenía con los doctores y enfermeras que lo cuidaban, se volvía cada día peor. Sin embargo, Becca jamás pensó que su hijo llegaría al extremo de hacer llorar a su vecina. Sabía que ellos no eran amigos; pero Tris sería incapaz de insultar a una mujer. Él no era así.
Michael dejó de visitar a Tristán un par de días después que este despertó. Él no aprobaba el nuevo actuar que demostraba su hijo, y habían discutido en más de una ocasión por esto. Rebecca le pidió tiempo y paciencia a su esposo, pero él se negó. Michael dijo que prefería volver al hospital cuando Tristán se encuentre estable emocionalmente; además, él necesitaba hacer gestiones con el banco para terminar de saldar la deuda con el nosocomio.
Durante todos esos días, Becca había sido demasiado tolerante con Tristán; pero ya era momento de hacerlo entrar en razón.
El joven se encontraba echado en su cama, comiendo un poco de gelatina. Su estómago soportaba más comida que al inicio; pero aún mantenía la dieta blanda. A pesar que él pedía raciones más grandes de alimentos, los doctores no accedieron a sus exigencias. Su salud apenas comenzaba a estabilizarse.
Becca se detuvo en la entrada del recinto. Miró de reojo a su hijo y repasó velozmente lo que le diría. Ingresó a la recámara en silencio; sin dejar de mirar al joven.
─Tristán, tú y yo tenemos que hablar seriamente─, dijo ella, cruzándose de brazos.
Dominic dejó el depósito, con la gelatina y la cuchara, en la mesa que tenía al lado. Se acomodó en la cama; levantando el brazo para que la vía no le fastidie.
─¿Sobre qué podríamos hablar, Rebecca? ─Preguntó desafiante. Le molestaba que todos continúen llamándolo Tristán─. Ya te dije que no me gusta que me interrumpan cuando almuerzo.
Él observó a la mujer caminar rápidamente hacia él. Ella acortó los pocos metros que los separaban, dando grandes zancadas. En todo ese tiempo, Rebecca lo había tratado muy bien. Ella decía ser su madre, y se comportaba como una. Dominic no entendía por qué se veía tan molesta en ese momento.
─¿Por qué le hablaste así a Amelie? ─Inquirió molesta. La actitud de su hijo comenzaba a irritarle─. ¿Por qué la hiciste llorar?
─No sé de qué me hablas─. Se encogió de hombros─. No conozco a alguien que se llame Amelie.
Rebecca se cruzó de brazos con la respuesta. Recordó las palabras del doctor; acerca de la nueva identidad que su vecina demostraba. Pensó por algunos segundos, pero nada llegó a su mente.
─Me refiero a la chica con la que acabas de conversar─ masculló, irritada por no recordar el nombre.
El joven pensó antes de hablar. Hacía unos segundos habló con la señorita que le dio la gelatina; y antes de eso, le preguntó a un enfermero cuando le sacarían el yeso de la pierna. Ninguno de ellos pareció verse afectado por sus palabras. Meditó un poco más, intuyendo que ella se refería a Rosalie. La princesa fue la única que comenzó a sollozar mientras conversaban.
─¿Te refieres a la pelirroja? ─Rebecca asintió─. No es mi culpa que ella se haya puesto a llorar─, se encogió de hombros─. Yo solo le dije la verdad.
Becca respiró profundo, tratando de calmarse. Ella ya no reconocía a su propio hijo.
─Tristán, tu nunca has actuado así antes─, le reprochó─. No sé por qué te comportas de esta manera.
Dominic bufó al oírla. Ella no tenía derecho a reclamarle algo.
─No sé quién te crees para decirme cómo puedo o no comportarme, pero te advierto que no me hables así─. Avisó amenazante, achicando los ojos─. Yo soy un príncipe, y pronto seré el rey; no recibiré órdenes de una criada como tú─. Espetó─. Y ya deja de llamarme Tristán, sabes mi nombre es Dominic.
Rebecca sintió su corazón estrujarse al oír esas palabras. El dolor que tuvo cuando su hijo la desconoció, no se comparaba en absoluto a cómo estaba en esos momentos. Ella había dedicado su vida entera a cuidar de sus hijos, tratando de hacer siempre lo mejor por ellos. El hecho que Tristán la trate como si fuera una sirvienta, hizo que arda todo su ser.
La mujer elevó una de sus manos con rapidez; actuando por impulso. Golpeó fuertemente al muchacho en una de las mejillas; descargando la frustración que la embargaba. Un nuevo sentimiento, de culpa, la invadió segundos después de hacerlo. Ella no era una mujer violenta, y no pretendía hacer que Tristán razone a base de golpes. Becca detestaba lastimar a sus hijos, pero no permitiría que sigan faltándole el respeto.
El yeso impidió que Dominic lleve su mano izquierda al rostro. Su piel comenzó a enrojecerse, y a arder debido a la bofetada; además, sintió un leve mareo debido al impacto. El joven quiso gritarle; sin embargo, la indignación no lo dejó hablar. Ninguna mujer se había atrevido a golpearlo, jamás. Anna nunca le puso un dedo encima; y sus nodrizas, tampoco lo hicieron.
─¡Escúchame bien, Tristán! ─Exclamó Rebecca, elevando la voz y tratando de no quebrarse─. Desde que despertaste, te he tenido más paciencia que nunca. He soportado tus malos modales, y pésima actitud, pero ya no más. Eres mi hijo y te quiero, por eso te corrijo. No puedes ir por la vida haciendo llorar a las personas, ni creyéndote superior a los demás. Tú no eres así, Tristán, jamás lo has sido.
Dominic se movió en la cama con brusquedad. Suprimió un gesto de dolor al tratar de girar la pierna, pero no le prestó atención. La rabia crecía en su interior; él no perdonaría la insolencia de aquella mujer.
─Haré que te corten la mano por esto ─gruñó furioso─. No tienes ninguna autoridad para golpearme; yo soy el futuro rey.
Rebecca tragó saliva con dificultad. Le parecía increíble que Tristán se atreva a amenazarla después de lo que pasó. Varias emociones se mezclaban dentro suyo, y por un segundo, no supo de qué forma actuar. Ella era consciente que su hijo atravesaba serios problemas; pero no creía poder tolerar esa situación por más tiempo.
─¡Lo único que tú harás, es ir con el doctor Clarke y aceptar lo que él diga! ─Continuó hablando firmemente, con voz elevada─. Y te recomiendo que dejes atrás tus fantasías sobre reinar un lugar imaginario. Eso solo logrará que te quedes más tiempo aquí.
─Mientes─ se jactó, haciendo una mueca─. Ustedes no pueden retenerme por siempre. Pronto volveré a caminar y me largaré de aquí─. Sonrió con sorna─. Ya no te necesitaré.
La mujer notó la falsa seguridad que proyectaba su hijo, reconociendo que esta no tenía fundamentos. A pesar de llevar dos años estudiando medicina, ella entrevió que Tristán habría olvidado también todo respecto a los hospitales. Él no parecía estar consciente de la gravedad de la situación en que se encontraba.
─No son tu pierna enyesada y tu muñeca fracturada los que te mantienen aquí; son los doctores─. Rebecca hizo un ademán con la cabeza─. Si ellos consideran que eres mentalmente inestable, te encerrarán en un lugar peor que este─. Ella se cruzó de brazos─. Te meterán a un manicomio; y ni siquiera yo podré ayudarte─. Pasó saliva con dificultad─. Si los doctores consideran que estás loco, tu vida jamás volverá a ser la de antes─. Musitó.
Rebecca calló unos segundos. Haber proferido esas palabras en voz alta, hizo que el pánico se apodere de ella. Quería intimidar a su hijo para que él comience a cooperar con el tratamiento; pero la sola idea de imaginar a Tristán dentro de una institución mental, le revolvió el estómago. Le aterraba pensar que la posibilidad que eso suceda, que fuera real.
Dominic percibió el cambio brusco en la actitud de Rebecca, y se extrañó. Él presentía que había algo raro en ella; y que ocultaba información al hablar. La escaneó de pies a cabeza con rapidez, tratando de comprender su actuar. La observó nerviosa y temerosa; como si estuviera convencida de lo que decía. Él negó con la cabeza y fingió una sonrisa; no se dejaría amedrentar por aquella mujer.
─Yo no estoy loco ─afirmó confiado─; y ni siquiera tendría que darte explicaciones. Tú me has mentido desde que desperté aquí, y no sé a dónde pretendes llegar diciéndome todo esto, pero tus palabras no me aterran─. Comenzó a elevar la voz, desafiante─. Yo saldré de aquí pronto, y regresaré a mi hogar en el Valle de Kauyen. Y ni tú, ni los doctores, van a poder impedirlo.
Rebecca perdió el aliento al oír la respuesta de su hijo. Respiró con dificultad, y se acomodó en la silla que estaba cerca a la mesa. El pecho le dolía; sin embargo, la cólera que sintió momentos atrás se convirtió en pena. Ella ya no reconocía a Tristán. No pudo contener las lágrimas mucho más, dejando que un par caigan por sus mejillas. Agachó la cabeza, y frotó sus manos inconscientemente.
─Nada de lo que dices tiene sentido, Tristán─. Habló finalmente, mirándolo a los ojos. La melancolía inundaba su voz─. Además, el único modo que salgas de aquí, es cooperando con los doctores. Necesitamos que vuelvas a ser el de antes, Tristán.
La mujer movió la silla para acercarse a la cama, y se inclinó sobre esta. Tomó la mano derecha de su hijo y la acarició. A pesar de lo que él dijo, ella no podía dejarlo solo en ese momento. Sabía que Tristán la necesitaba mucho más que antes.
─Tus palabras no pueden ser ciertas ─negó con la cabeza─. Yo soy el heredero del Valle de Kauyen; no pueden retenerme aquí en contra de mi voluntad─. Él continuaba firme en su posición.
Becca aclaró su garganta, pero la expresión indolente en el rostro del joven hizo que se le dificulte hablar.
─Tris, por favor, deja esos delirios atrás. Los lugares que mencionas ni siquiera existen─. Sorbió por la nariz─. Hijo, permite que te ayudemos a superar esto. Tu padre, tu hermano, tus amigos, los doctores; todos los que te conocemos y amamos, estamos tratando de apoyar en tu recuperación. Queremos verte bien.
Becca soltó a su hijo, antes de cubrirse la boca y nariz ambas manos. Su llanto incrementó, y gruesas lágrimas caían por sus mejillas. Tenía la sensación que hablar con Tristán era inútil; sin embargo, ella no se rendiría, no aún. No le importó que él la viera, y permaneció quieta en el asiento, gimoteando más a cada instante.
El joven tragó saliva con dificultad, y sintió una punzada de culpa al ver a la mujer llorar de esa forma. Le recordó a cómo lucía su madre el día que Charles falleció. Ella sollozaba, aferrada al cuerpo sin vida de su hermano. Nick sintió, en ese entonces, un escalofrío recorrerlo al notar el dolor en los ojos de Anna. Nunca antes la había visto sufrir tanto.
Ahora, observaba a Rebecca y notaba que tenía la misma mirada herida, y reaccionaba de manera similar. Dominic estaba seguro que ella reaccionó así por sus propias palabras, y eso lo puso nervioso. Quizás, todo lo que ella dijo eran cierto, y él mismo estaba condenándose a pasar la eternidad en el hospital. Tal vez, en ese lugar tan diferente en el que despertó, los doctores tenían más poder que él. La incertidumbre empezaba a apoderarse de su ser.
《A lo mejor, Rebecca tiene razón─ pensó con cierto temor─, y estoy a merced de estas personas porque aquí no tengo un poder real.》
La mujer buscó en uno de los bolsillos de su pantalón, sacando un poco de papel higiénico. Limpió sus ojos y nariz; y se echó aire al rostro con una mano.
─Tris, déjanos ayudarte a recordar, y que tu vida sea como antes─. Musitó con pena─. No me gustaría que tu vida termine antes que puedas empezar a disfrutarla.
Dominic, por primera vez, no supo qué responder, y prefirió quedarse callado. Muchos recuerdos flotaron en su mente, pero no pudo concentrarse en ellos. Un suave ruido, como si se tratase de un golpeteo, captó su atención. El doctor Clarke los observaba desde el umbral de la puerta. Su expresión era dura y traía un folder en las manos. Nick no supo cuánto tiempo llevaba él allí; o qué tanto escuchó de su conversación con Rebecca.
─Doctor Clarke, buenos días─. Se apresuró Rebecca a saludar, aún secando sus lágrimas.
Ronald hizo un ademán con la cabeza, y dio un paso dentro de la habitación. Le preocupó el estado en que encontró a la mujer; resolviendo que lo mejor era conversar con ella en privado.
─Rebecca, buen día─. Respondió el saludo, aclarando su garganta─. ¿Podemos hablar afuera unos minutos? ─Hizo un gesto con la mano, indicando que salga de la habitación.
Ella asintió con suavidad. Tomó un poco más de papel higiénico de su bolsillo, y limpió su nariz por última vez; mientras se ponía de pie. Arrojó el papel en el cesto de la basura, y avanzó hasta el doctor. Ella respiró con fuerza, tratando que el aire llegue a sus pulmones. Todavía estaba congestionada.
─¿Está bien? ─Preguntó el doctor con amabilidad cuando ambos estuvieron fuera; tomándola por el brazo.
Rebecca asintió sin mucho convencimiento, frotando sus ojos con los meñiques.
─Me alteré por unos minutos─ carraspeó─. No es nada, no se preocupe─. Sacudió la cabeza.
Ronald retrocedió unos pasos y analizó con la vista a la madre de Tristán. Él la había visto llorar muchas veces desde que la conoció, pero temía que, en ese momento, haya sido su hijo quien causó el llanto. La actitud del chico comenzaba a volverse un problema para la mayoría de personas que tenían contacto con él. El caso de Tristán era más complicado que el de Amelie.
─Por cierto, ¿tiene alguna novedad sobre mi hijo? ─Ella continuó hablando─. ¿Pudo obtener más datos del experimento que hizo?
─Como le comenté hace algunas horas, ya logré conectar ambas historias─. Se cruzó de brazos─. No obstante, esta conexión solo ha creado más interrogantes de las que ya teníamos. Es por eso que vine a ver a Tristán. Necesito que él me aclare algunas cosas.
Ella ladeó una sonrisa con desgano. Sorbió por la nariz y aclaró su garganta.
─En ese caso, será mejor que los deje solos unos minutos para que platiquen─. Dijo como despedida.
─Rebecca, sé que esto es difícil, pero estamos trabajando para que su hijo pueda superar esta fase pronto─. Mencionó antes que ella se vaya, tratando de animar a la mujer─. No le voy a mentir, aún estamos tardando en obtener un diagnóstico exacto de la condición de Tristán. Esta situación es nueva para nosotros también. No obstante, he decidido que lo ideal sería comenzar la terapia con su hijo lo antes posible. Creo que es lo más conveniente para todos.
Becca sonrió al escucharlo. Sintió que esa era la primera buena noticia que recibía después de mucho tiempo.
─Si es por el bien de mi hijo, yo acepto todo lo que usted diga doctor─. Acomodó su cabello y elevó la vista─. Por favor, explíqueme en qué consiste la terapia.
Clarke asintió, contento de ver a Rebecca más tranquila. Se colocó el archivo bajo el brazo antes de hablar.
─Es algo bastante sencillo. Vamos a empezar enseñándole a Tristán cosas de su entorno que sean significativas para él─. Expresó pausadamente─. Como parece no tener recuerdos de nada, nos enfocaremos en estimular su memoria para que él pueda recuperar la mayor cantidad de información perdida─. Él mojó sus labios─. Para esto, necesito que usted traiga fotos de su hijo en diferentes etapas de su vida; o algún objeto que esté relacionada a un acontecimiento importante para él. Después, usted hablaría con la terapeuta ocupacional, y le explicaría la historia detrás de cada imagen─. Sonrió─. Así, ella va a poder usar esta información durante el tratamiento.
La mujer asintió y suspiró con alivio. La terapia sonaba prometedora; y ella esperaba que esta diera resultados positivos. La convivencia con su hijo comenzaba a ser insostenible.
─¿Le darán algún medicamento especial a mi hijo? ─Preguntó tras varios segundos; recordando esa posibilidad.
El doctor negó con la cabeza.
─No, no se preocupe por eso. Por el momento, él seguirá con su receta actual; no le prescribiré nada más.
Becca se sintió sosiego con la respuesta. A pesar de saber que era por salud, ella no deseaba que Tris reciba más medicina.
─De acuerdo, doctor─ repuso con mejor ánimo que antes─. Yo hablaré con mi esposo cuando regrese a casa, y mañana mismo traeré las fotos y objetos de valor de Tristán. ¿Cuándo empezaría la terapia? ─Consultó.
Él tomó la carpeta de su brazo, y la abrió; revisando la información antes de hablar.
─Todavía debo hablar con su hijo y gestionar algunas cosas─. Expresó─. Si todo sale bien, podría llevar la primera sesión la próxima semana; y en base a eso, organizaríamos las siguientes─. Habló entusiasmado.
Rebecca le agradeció al doctor por la información brindada; pero una interrogante apareció en su mente antes que ella logre despedirse.
─Doctor, disculpe, ¿puedo hacerle una última pregunta? ─Él asintió, e hizo una seña para que hable─ ¿Usted cree que la terapia ayude a Tristán con sus actitudes? ─Inquirió─. Como le mencioné una vez, él se comportaba de una forma muy diferente antes del accidente.
─Gracias por mencionarlo; casi olvidaba ese punto─. Volvió a abrir el expediente, buscando las anotaciones que hizo la psicóloga durante el experimento─. Mi colega reafirmó las sospechas que tenía con respecto a los problemas de ego que Tristán demuestra; y ella cree que sería conveniente tratar esto desde el área de psicología─. Expresó─. Claro está que lo trabajaríamos en simultáneo con la terapia, así no dilatamos el tiempo de la recuperación. En el hospital, estamos haciendo lo posible por conseguir el bienestar de Amelie y de su hijo.
Rebecca le volvió a agradecer al doctor por la información brindada y por lo que hacía por Tristán. Se despidió de él y caminó con dirección al baño para lavarse el rostro. Ella necesitaba estar tranquila para poder darle las buenas noticias a Michael.
Ronald se despidió de la madre de su paciente, e ingresó a la habitación. Observó al joven con la vista perdida en algún punto de la pared frente suyo, absorto en sus pensamientos. Él parecía estar en un trance; concentrado solo en lo que pasaba dentro de su mente.
Dominic repetía en su cabeza las palabras de Rebecca, una y otra vez. Él analizó su semblante en ese momento; preocupado y enojado a la vez. Cada minuto, temía más que sus palabras fueran verdad, y que los doctores decidieran encerrarlo en una habitación por el resto de sus días. Él no soportaría vivir así; alejado del mundo exterior y de todo lo que conocía. Una sensación de desasosiego lo inundó por completo. Dominic no quería perder su libertad.
《El único modo que salgas de aquí, es cooperando con los doctores─ recordó─. Necesitamos que vuelvas a ser el de antes, Tristán.》
─Buenos días, Tristán─, saludó Clarke con una sonrisa.
El joven dirigió la vista al doctor, pero no le tomó importancia a sus palabras. Una arriesgada idea comenzaba a formarse en su mente, y debía tomar una decisión cuanto antes. Si Rebecca tenía razón sobre los doctores; debía ser muy cauteloso cuando conversara con Ronald. Él no parecía ser una amenaza, pero siempre daba la impresión saber más de lo que decía.
Clarke avanzó hasta él, colocando una mano sobre el yeso de su pierna.
─Tristán, ¿cómo te sientes? ─Preguntó, tratando de captar la atención del joven─. ¿O prefieres que empecemos a llamarte Dominic?
Nick demoró varios minutos en contestar. Sonrió con sorna y levantó las cejas; mostrando su expresión de siempre. Debía evitar que el doctor piense que planeaba algo. Estaba a punto de renunciar a muchas cosas, pero no se arriesgaría a pasar el resto de su vida dentro del hospital. Ya había hecho una elección, y la mantendría hasta el final.
─No, Ronald; no me digas Dominic─. Habló con firmeza, mirándolo a los ojos─. Mi nombre es Tristán.
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