CAPÍTULO 15

Amelie se sobresaltó al escuchar el galope de un caballo cerca suyo. Apoyó ambas manos sobre el tronco en que se encontraba, para evitar caer debido al susto por el ruido. Giró en su asiento lentamente, acomodando el manto que tenía sobre la cabeza. Se aseguró de tener la mayor parte del rostro cubierto, y elevó la mirada; tratando de descubrir quién se encontraba allí. 

El fuerte sol de la mañana le lastimaba los ojos; pero alcanzó a divisar la silueta de un gran caballo marrón a varios metros de distancia. Notó que alguien bajaba del animal, golpeando el piso con fuerza. Amelie achicó los ojos, tratando de enfocar a la persona que se acercaba ella.

─¿Tristán? ─Preguntó sin estar convencida; aunque esperaba que se tratase de él.

─¿Amelie? ─Contestó el muchacho. La voz era conocida─. Amelie, ¿eres tú?

La joven rio al escuchar su verdadero nombre, y dejó caer su manto. Descubrió su rostro y acomodó algunos cabellos que estaban sobre su frente. 

─Al fin llegas ─comentó con voz cansada─. Llevo diez minutos aquí sentada, esperándote─. Lo regañó.

─Lo siento, es que me perdí al llegar─. Se disculpó apenado, sentándose en un tronco frente al de su vecina─. Por cierto, ¿por qué estás vertida así? ─Cuestionó, señalando la tela color verde agua, que ahora descansaba en el regazo de Amelie. 

Tristán partió del castillo muy temprano en la mañana. Los reyes le preguntaron por qué salía con tanta prisa, pero él solo dijo que iría a montar. Pidió que ensillen a Dash y partió con dirección a Sarauta. Tris había tomado uno de los mapas de la sala del trono para poder ubicarse; pero leer un mapa antiguo era mucho más complicado que seguir las indicaciones del GPS. Además, el arroyo que Amelie mencionó era más largo de lo que imaginó; y no supo en qué parte comenzar a buscarla. 

Amelie observó el manto, que combinaba con su vestido, y lo dobló, encogiéndose de hombros.
─Nadie puede saber que salí del castillo; eso me traería muchos problemas─ explicó─; es mejor que mantenga mi cabello y rostro ocultos─. Le dedicó una mirada triste y sacudió la cabeza─. Por un minuto, pensé que no vendrías. No sabía si te llegó mi carta─. Comentó, cambiando de tema.

─Bueno, es claro que la recibí─. Él sonrió, moviendo la cabeza─. Pero, ¿cómo lograste enviarla?

Amelie ladeó una sonrisa al recordar todo lo que tuvo que hacer para que la carta llegase con su amigo. Acomodó su cabello una vez más antes de hablar.

─¿Enviarla? ─Preguntó divertida─. Lo más difícil fue escribirla─. Ella rio─. ¿Alguna vez has escrito usando una pluma y un tintero? ─Él negó con la cabeza─. Bueno, es horrible; creo que aún tengo tinta bajo las uñas─ se quejó, mirando sus manos─. En fin, después de haberla escrito, le pagué a uno de los empleados del castillo para que la lleve al tuyo; y le ordené mantener todo en secreto─. Explicó─. Le dije que podía tomar un caballo, y que saliera al amanecer para que nadie lo viera. Él regresó al medio día, diciendo que logró que la carta llegue a las manos del príncipe de Kauyen; pero no supe si era verdad. 

Tristán analizó las palabras de su amiga varios minutos. Ella hacía ver fácil el enviar una carta en esa situación. Él hubiera estado nervioso; pero sobre todo, preocupado porque alguien lo descubriera. Recordó lo agitada que estaba la chica que le entregó la carta, y supuso que ella se la alcanzó porque el criado de Amelie no podía entrar al castillo. Estaba seguro que ella lo habría buscado por todo el castillo para darle el recado. 

─¿En qué piensas? ─Preguntó ella, al ver a Tristán hacer gestos con los ojos.

─No, no es nada─ él negó con la cabeza─. Pero dime, ¿por qué era importante vernos hoy? ─Cuestionó, mirándola a los ojos─. ¿Encontraste la forma de salir de aquí? 

Amy se acomodó en su lugar. Tenía muchas cosas que contarle y preguntarle, pero no sabía por dónde empezar.  

─No, no aún. Pero descubrí algo─. Dijo, colocando una mano sobre el brazo del chico, jalándolo hacia ella─. El otro día, escuché a mis padres conversando. Dijeron que el muro está casi derribado, y que en un par de días, comenzarán con la construcción del castillo. Están tratando de terminarlo antes de lo previsto.

Tristán hizo una mueca al escuchar eso. No comprendía por qué ella hablaba del muro y el nuevo castillo.
─No entiendo a dónde quieres llegar─. Frunció el ceño─. ¿Qué tiene que ver esa construcción con nosotros?

─¿Es que no lo ves? ─Elevó la voz, soltando su brazo─. Si terminan de construir ese castillo rápido, nuestros padres adelantarán la boda─. Dijo alarmada─. Quizás, nos obliguen a casarnos dentro de tres semanas, y no cuatro.

Tristán maldijo por lo bajo al escuchar la noticia. El tiempo se le acababa, y no había encontrado la forma de volver al mundo real. Si se quedaba más tiempo, los reyes de Kauyen lo obligarían a casarse con Amelie y a reinar toda la isla. Él no quería que ninguna de las dos cosas pase; solo anhelaba volver a su vida normal.

─Debemos irnos cuanto antes─. Comentó alarmado.

Amy rodó los ojos al escucharlo. ¿Por qué él siempre decía lo obvio?
─Sí, ya lo sé. Yo tampoco quiero seguir aquí─ ella repuso con rudeza─. ¿Tú lograste averiguar algo de este lugar? ─Preguntó.

Tristán mordió su pulgar al escuchar la pregunta. Ordenó sus ideas, pensando cómo explicarle a Amelie lo que pasó con Dominic en el Prado de la Luna. Carraspeó antes de hablar. 

─Aún no sé cómo salir de aquí─ suspiró cansado, sacando el dedo de su boca─. Pero sí pude investigar una cosa

─¿Cuál? 

Tristán acomodó su cabello, dejando su frente descubierta. 
─¿Recuerdas que te dije que esto me hice esto montando a caballo? ─Señaló su frente. Ella asintió─. Resulta que, el mismo día que nosotros nos accidentamos, el dueño de este cuerpo también lo hizo. Él vio una luz blanca y se cayó del caballo tratando de seguirla─. Reveló─. Fui al lugar donde sucedió, pensando que aquella luz seguiría ahí; pero no encontré nada. Yo sospechaba que eso fue lo que nos trajo aquí.

Amelie se sintió intrigada al oírlo. Ella no sabía si Rosalie también vio una luz; pero si lo hizo, podría ser la conexión que estaban buscando. Sintió un escalofrío recorrer su espalda al repasar las palabras de su amigo una vez más; especulando en dónde podrían encontrarse. Por un instante, ella pensó que reencarnaron en una época diferente a la suya. Sin embargo, saber que Dominic vio una luz cuando se accidentó, le hizo tener otra teoría. 

─Entonces, ¿insinúas que estamos en otro mundo o algo así? ─Inquirió con temor, con las ideas mezcladas en su mente─. Porque la única vez que he escuchado teorías sobre luces blancas, es cuando dicen que ya vas a morir.

─No, no lo sé. Solo pienso que, tal vez esa luz nos transportó a algún lugar del pasado para evitar que muramos en el accidente. Es la única explicación que encuentro. 

Ella no pudo contener la risa cuando escuchó la teoría de Tristán. Aunque ella pensó algo similar, oírlo en voz alta hizo que se dé cuenta lo ridículo que sonaba. Todo parecía una locura. 

─Por favor, Tristán─. Levantó una ceja─. Tu auto era un Toyota, no el maldito Delorean─. Habló con sorna─. Además, es imposible viajar en el tiempo; no creo que eso haya sido lo que pasó─ se cruzó de brazos.

Él rio con fuerza al escuchar la referencia; mostrando sus hoyuelos. Nunca creyó que a ella le gustasen ese tipo de películas. 
─No era necesario que te burles─ él achicó los ojos, dejando de reír─. Y si no crees en mi teoría, dime la tuya. Según tú, ¿cómo crees que llegamos aquí? ─Inquirió. 

─En un primer momento, pensé que estaba muerta─. Amy habló bajo, recordando el día que su periodo llegó─. Y después, creí que había reencarnado en una época diferente. Era la única explicación que encontraba para haber despertado como una princesa.

─A mí me pasó algo similar cuando llegué. Fue tan extraño despertar en un cuerpo que no era el mío, que también pensé que estaba muerto─. Tristán narró, carraspeando─. Pero, cuando escuché lo de la luz, imaginé que podía tratarse de un portal, o algo así.

Amelie lo escuchó con atención, enfocándose en lo primero que dijo. Ella también había notado cambios muy grandes en su cuerpo desde que despertó; pero no imaginó que Tristán estaría igual. Amy había querido sacar ese tema en la conversación, pero no supo cómo hacerlo.

─¿Por qué dijiste que ese cuerpo no es tuyo? ─Preguntó, siguiéndole la corriente.

Él se debatió entre si decirle o no a Amelie lo que pensaba. Sabía que se burlaría cuando le cuente lo diferente que vio su cuerpo al despertar; pero decidió no darle importancia. Ella era la única con quien podía hablar.

─Puede sonar raro, pero este cuerpo no es del todo mío─ habló en voz baja─. Somos casi idénticos físicamente, pero yo era más delgado antes del accidente. Cuando desperté, mi torso era mas ancho, y parecía que yo había hecho pesas por semanas. No comprendo cómo mi cuerpo pudo cambiar tanto en un par de horas. 

Amy lo escaneó de arriba a abajo, estirando una mano para tratar de tocarlo. No se notaba mucho por la ancha camisa marrón que llevaba, pero logró ver que las mangas se ceñían levemente a los brazos tonificados de Tristán. Ella rio con suavidad, pensando que los cambios en el cuerpo de su amigo eran buenos. Él ganó músculos sin siquiera hacer ejercicio. Mientras que las variaciones que ella observó en sí misma, eran, en su mayoría, horribles.

Tristán se sintió incómodo al notar que Amelie lo observaba con detenimiento. Él se alejó un poco cuando se dio cuenta que ella trataba de tocarlo, y la vio reír. Amelie actuaba como si todo fuera un chiste. 

─Yo también he visto cambios extraños en mi cuerpo─ confesó Amelie después de unos minutos, cruzándose de piernas─. Antes, yo no era tan delgada; y ahora, ni siquiera caderas tengo. Hasta siento que me he encogido un par de centímetros─ ironizó─. Además, tenía dos tatuajes, uno en la cadera, y otro en el tobillo izquierdo; además de un piercing en el ombligo─.  Relató─. La primera vez que me bañé, noté que ya no los tenía. Mi piel estaba limpia; como si nunca la hubiese marcado. 

Tristán pensó que el caso de su amiga era más extraño que el suyo. Las perforaciones podían cerrar, pero era casi imposible que un tatuaje desaparezca sin dejar rastro.

─¿Estás segura de todo eso? ─Curioseó─. ¿No existe alguna posibilidad que hayan sido tatuajes temporales?

Amy rio falsamente y rodó los ojos.
─¡Yo medía un metro setenta antes de todo esto! ─ Clamó─. A lo mejor, tengo cinco o seis centímetros menos─. Ella sacudió la mano al notar una hormiga caminando en ella─. Y me tatué hace dos años, es bastante difícil que, justo ahora, la piel se cure─. Habló sin mirarlo.  

Tristán estuvo varios minutos en silencio, repasando la situación. Lo que sucedía era tan insólito, que él ya no sabía qué creer. Todo se veía tan real, pero no tenía sentido alguno. Él estaba convencido que sí habían terminado dentro del cuerpo de otras personas, suplantándolas de algún modo; pero seguía sin saber la forma en que lo hicieron. Volvió a pensar que, la única conexión que encontraba, era que los cuatro sufrieron un accidente al mismo tiempo. Pero eso era más una coincidencia, que un hecho en sí. 

Amelie notó que Tristán se calló, como si estuviese pensando; y prefirió no molestarlo. Ella también necesitaba considerar muchas cosas. Elevó un poco la vista, mirando el sol y tratando de calcular la hora que era. Al sentir un ruido a lo lejos, intuyó que el tiempo se le acabó.

Tristán se aclaró la garganta para decir algo, pero ver a Amy levantarse con rudeza, se contuvo. La miró con el ceño fruncido, confundido por su actuar. Ella señaló su oído, pidiéndole que escuche. Él aguzó el sentido, reconociendo el sonido del galope de un caballo acercarse. Gesticuló con los labios una pregunta, pero no emitió palabra. 

─Escucha, debes irte, ahora─. Habló preocupada, tomándolo de la mano para que él se levante del tronco. En ese instante, se dio que la diferencia de altura entre ellos, era mayor que antes. 

─¿Qué? ─Se extrañó─. ¿Por qué? ¿Qué pasa? ¿Qué es ese ruido?

─Estoy segura que es el criado que me trajo. Debe estar viniendo a recogerme; él no puede verme contigo─. Lo empujó con suavidad a su caballo─. Vete, por favor.

Tristán asintió y le dio un abrazo rápido a Amelie a modo de despedida; subiendo a su caballo. Tomó  las riendas e hizo avanzar a Dash. Cabalgó con prisa, tratando de alejarse de Amy para no causarle problemas. Llegó pronto al muro, viendo que, efectivamente, ya estaba casi derruido. No le prestó mucha atención y continuó su camino al castillo. 

El criado que recogió a Amelie tenía el cabello negro y la piel morena. Él mantenía la vista baja, y la ayudó a subir al animal. Ella se acomodó en el asiento y regresó a su casa sin emitir palabra. Debía llegar con sigilo a su hogar, para que sus padres no sospechen que se escabulló fuera del castillo. Pensó en Tristán una vez más, y rogó al cielo que él pueda encontrar alguna forma de salir de ahí.  

Amy ingresó a su hogar por una puerta trasera, cercana a los establos; casi oculta por los matorrales. Caminó con sigilo por el patio, fingiendo que nada pasó, antes de llegar a las escaleras y subir a su recámara. Intercambió una breve mirada con su hermana cuando cruzó uno de los pasillos, pero no se dijeron nada. Amelie cerró la puerta con cuidado; cambiándose los zapatos antes de llamar a una de las empleadas. 

La joven tomó un largo baño de agua caliente, pidiendo que la dejen sola. Entró en la bañera, que se encontraba en su cuarto; y se recostó un poco, mojando su cabello. Cerró los ojos y se permitió disfrutar el calor del agua envolverla. Ella no sabía en qué año se inventaron los jacuzzis, pero sentía que estaba innovando en la época.

Varios días después de despertar en el castillo, Amy le pidió a Garfield una bañera grande para su alcoba. Él la miró con extrañeza, y cuestionó en más de una ocasión el pedido de su hija; pero finalmente aceptó. Tres días después, unos hombres con vestimentas extrañas, instalaron su pedido en el baño de su habitación. Amelie notó que, sus nuevos padres, parecían querer verla feliz y complacida todo el tiempo. Ella no entendía por qué actuaban así; pero todo tuvo sentido después de enterarse de su compromiso con Tristán.

Enjuagó su cuerpo, y se envolvió con una larga toalla al sentir el agua enfriarse. Caminó con cuidado hasta su cama, tratando de no resbalar. Amelie secó sus brazos con lentitud; pero la calidez de su edredón la tentó a dormir. Ella sacudió la cabeza con fuerza, alejando la idea. Sabía que, en cualquier momento, servirían el almuerzo; y no podía llegar retrasada al comedor. Amelie no se arriesgaría a que sus padres supieran la verdad.

La joven se colocó un vestido, de manga tres cuartos, y unos zapatos limpios. Ella había aprendido a colocarse el corsé sola; y ya no le parecía tan complicado como antes. Volvió a tomar su toalla, frotando su cabello con fuerza. Quería secarlo para que le sea más fácil peinarse. Lo acomodó en la parte superior, dejando las puntas sueltas, y salió de la habitación.

Amelie bajó al comedor con prontitud; observando a su madre acercarse al recinto también. Caminó junto a ella, y la saludó alegremente. Raveena le devolvió el saludo, pidiéndole que tome su lugar en la mesa. Solo faltaba que Garfield llegue para que pueda iniciar el almuerzo. Amy asintió, sentándose al lado de Annelise. Le sonrió a su hermana, y puso las manos en su regazo mientras esperaba a su padre.

─Rosie, ¿hiciste lo que tenías hacer? ─Preguntó Annie, susurrando.

Annelise era la única que conocía el plan de Amelie. Ella le contó que quería salir del castillo, y que necesitaba de su ayuda para hacerlo. Le aseguró que no haría nada malo; solo necesitaba estar fuera una hora. Annie la escuchó con preocupación, negándose a participar en algo así. Amy temió haber cometido un error al contarle lo que quería hacer; pero su hermana finalmente aceptó ayudarla, y prometió guardar el secreto.

─Te contaré luego lo que pasó. Gracias por cubrirme─. Repuso con una sonrisa; pensando que tendría que inventar una historia creíble con rapidez.

Raveena miró inquisitivamente a sus hijas, mientras ellas cuchicheaban. Presentía que tramaban algo.
─Es de mala educación que murmuren en la mesa─. Las regañó─. Si quieren decir algo, pueden hacerlo en voz alta.

Annie entreabrió los labios para hablar, pero un ruido tras ella la detuvo. Las cinco damas se pusieron de pie al ver a Garfield entrar al comedor. El hombre sonrió, acercándose a su esposa. Le dio un beso en la mejilla, y se sentó a la cabecera de la mesa. Raveena fue la siguiente en tomar asiento, luego sus hijas la imitaron.

─Las noto muy calladas hoy─ comentó el rey─. ¿Ha pasado algo?

Raveena estiró el brazo para tomar una pequeña campana que reposaba en medio de la mesa. La hizo sonar con fuerza antes de hablar.
─No es nada importante. Solo Rosalie y Annelise nos iban a contar de qué hablaban─. Ladeó una sonrisa.

Annelise miró de reojo a su hermana mayor, y notó nerviosismo en ella. Aclaró su garganta y habló antes que ella, diciendo la excusa que ya había pensado.
─Le pedí a Rosie que me acompañe a cultivar flores por la tarde─. Explicó─. Quiero pintar de nuevo.

La reina no se sintió complacida con la respuesta; pero al ver la mirada dulce de su esposo, prefirió no hacerles más preguntas. Garfield era un gran rey, pero no ponía mano firme con sus hijas. Él era muy blando con ellas. Raven pensó que, quizás, si hubiese podido concebir un varón, el carácter de ambos sería diferente.

Las criadas pusieron la mesa y llevaron la comida con agilidad. Los reyes le pidieron a Olive, la tercera de sus hijas, que bendiga los alimentos antes de comer. Ella lo hizo, y todos tomaron sus cubiertos con celeridad. Parecía que la familia real moría de hambre.

Garfield comió más rápido que el resto. Les contó que tenía mucho trabajo que hacer, y necesitaba salir cuanto antes. En la tarde, llegaría un cargamento desde Kauyen, y él debía estar ahí. El rey Thomas enviaría material, además de mano de obra, para acelerar la construcción del nuevo castillo. Gar estaba estresado por el constante trajín de los últimos días, pero sabía que todo valdría la pena cuando la boda de su hija se lleve a cabo.

Amelie comió lento, disfrutando cada bocado. El sueño comenzaba a apoderarse de ella y, aunque deseaba repetir la porción de postre, el cansancio se lo impidió. Sentía los párpados pesados, y contuvo las ganas de bostezar en más de una ocasión. Ella dejó de ponerle atención a los demás después que su padre partió del comedor. Cuando ella se levantó de la mesa, notó que solo quedaban Madelaine y la chica que se encargaba de darle de comer.

Madelaine era la menor de las hermanas Duboisse. Ella era la única rubia, y la que más se parecía a Garfield. Sus ojos eran color miel y tenía la nariz pequeña. Amelie no se atrevía a preguntar, pero calculó que la pequeña tendría entre tres y cuatro años. Vio cómo limpiaban las pequeñas manchas de comida de su rostro y sonrió enternecida.

La joven avanzó hasta la puerta, pero algo le impidió seguir caminando. La niña había corrido desde su silla, y la tenía abrazada de la pierna.
─¿Vamos a jugar? ─Preguntó con dulzura. Su voz era suave.

─Disculpe, mi lady ─la señorita corrió para evitar que la pequeña ensucie el vestido de la princesa─. Me llevaré a la niña para que no la interrumpa.

Amelie negó con la cabeza y le dio la mano a Maddie; pero se arrepintió de hacerlo al sentir sus dedos grasosos.
─No te preocupes─ respondió con serenidad, y dejó a su hermana con la chica.

Amy pensó en sus hermanas durante todo el trayecto a su habitación. Le parecía increíble tener tres, cuando ella era hija única en el mundo real. A ella nunca le gustaron los niños; pero no le molestaba estar cerca de Olive y Madelaine. Disfrutaba su compañía y, aunque le parecía tonto, le gustaba jugar con ellas. Amelie recordó todas las veces que le pidió a su madre real un hermano, y cómo esta siempre se negó.

─Apenas si puedo contigo, Amelie ─Frances le dijo cuando cumplió diez años─. No esperes que tenga otro hijo pronto.

Aquella conversación le dio gracia a Amelie; su madre cumplió demasiado bien su palabra. Aunque, de cierta forma, Amy se sintió aliviada que Frances no tuviera otro bebé. Ella no quería imaginar lo que el niño hubiera sufrido en una familia como la suya. Frances no era la peor madre del mundo, pero jamás ganaría un premio como la mejor.

Annelise abordó a su hermana mayor en el pasillo del segundo piso, asustándola. Le cerró el paso, y la tomó de los hombros para detener su avance.

─Annie, ¿qué pasa? ─Preguntó, aún sobresaltada por el abrupto encuentro.

Annelise sonrió. Ella no pretendía asustarla.
─Es que iré al jardín trasero a cultivar unas flores─. Explicó, soltándola y recogiendo un canasto del suelo─. Te estaba buscando para saber si querías acompañarme.

Amelie ladeó la cabeza, cruzándose de brazos.
─¿Lo decías en serio? ─Preguntó antes de bostezar.

─Sí, hace días que no he pintado nada─. Se encogió de hombros─. ¿Me acompañas?

Amy negó con la cabeza. Ella adoraba ir al jardín del castillo, pero no tenía ánimos en ese momento.
─Estoy cansada. Iré a echarme un rato, lo siento─. Tocó su brazo, despidiéndose─. Por cierto, gracias de nuevo por la ayuda. Te debo una─. Sonrió.

─No fue nada─ sonrió de vuelta─ solo prométeme que no volverás a hacer algo así─ rio.

Amelie asintió, e hizo un gesto de despedida con la mano. Ella la vio partir, y pensó que consideraba a Annelise más como una amiga, que como su hermana. A pesar de tener un carácter parecido al de Raveena, Annie fue quien más la apoyó cuando despertó en ese nuevo mundo.

La joven llegó, finalmente, a su habitación; agotada por el ajetreo del día. Ella no solía tomar siestas, pero su cuerpo le pedía a gritos un descanso. En un primer momento, no creyó que cabalgar unos minutos podría cansarla tanto. Sin embargo, el dolor en su espalda indicaba lo contrario.

Amy soltó su cabello, dejando los ganchos y peinetas en su tocador. Le pareció que sus cosas estaban desordenadas, pero no le dio importancia. Supuso que habrían limpiado su habitación; no era la primera vez que encontraba sus cosas en un lugar diferente a dónde las dejó.

─Rosie, qué bueno que llegas─. Habló una voz gruesa tras ella.

Amelie dio un pequeño salto al escucharlo, asustada. Ella tuvo que sostenerse del ropero para evitar caer debido al temor. No sabía quién podía haber hablado, y se lamentó no tener algún objeto contundente cerca. Giró con lentitud, aún anonadada por lo que pasaba.

Un joven, de ropas sucias y cabello castaño, la observaba fijamente. Estaba sentado en la silla que tenía junto a un pequeño escritorio en la esquina de su habitación. Ella reconoció de inmediato al joven, y se sintió asqueada al verlo. No supo cómo logró entrar a su habitación, y pensó que, a pesar de estar en un castillo, este tenía una pésima seguridad.

─Patrick ─espetó ella al verlo─. ¿Qué haces aquí? ─Inquirió.

─Vine a verte, Rosie. Necesitamos hablar─. Él la miró fijamente.

Amelie se alejó un par de pasos del armario, llevando su cabello tras sus orejas.
─No, tú y yo no tenemos nada de qué hablar─. Se cruzó de brazos─. ¡Ya te dije que dejes de acosarme! ─Exclamó entre dientes, tratando de no elevar mucho la voz para no llamar la atención.

El joven hizo una mueca confusión, y se puso de pie. Avanzó un poco, tratando de acercarse a la princesa.
─Yo, yo no sé lo que significa acosar, pero necesito que hablemos ─imploró─. Llevas semanas evadiéndome.

Amelie recordó con pesar los encuentros que tuvo con él. Patrick juraba que ellos eran pareja, y pensaba que tenía cierto poder sobre ella. Él incluso hablaba de fugarse juntos y ser felices lejos. Ella lo enfrentó en más de una oportunidad, pero él era más terco que los caballos que entrenaba.

─¿Cómo entraste aquí? ─Preguntó─. ¿Annelise te ayudó de nuevo?

─No, tu hermana ya no quiere ayudarme─ sacudió la cabeza, acomodando su cabello─. Yo encontré la forma de entrar. Por favor, habla conmigo.

─Ya te dije que no tenemos de qué hablar─ masculló enojada─. Vete de mi cuarto─. Señaló la puerta.

Patrick avanzó hacia ella, dando zancadas. Tomó su mentón, y se acercó a ella, intentando besarla. Amelie se movió con fuerza, soltándose del agarre del muchacho y empujándolo hacia atrás. Él se tambaleó, observándola confundido.

─Patrick, lárgate ahora mismo─ exigió─. Y no vuelvas a tocarme, jamás.

Él carraspeó antes de hablar. Una expresión de rabia se tatuó en su rostro.
─No, no me iré hasta que hablemos─. Repuso en voz alta, indignado─. Sé que saliste hoy, y sé también que ocultas algo. Dime que es, Rosalie. Dime qué me escondes─. Ordenó.

─No sé de qué hablas─. Ella levantó una ceja, cínica.

Amelie había lidiado con acosadores en el pasado, pero ninguno era como Patrick. Nadie nunca había irrumpido en su habitación. Amy no sabía si Rosalie verdaderamente tenía una relación con el chico, pero ella se sentía incómoda a su lado. Él no era feo, pero tenía una horrible actitud.

─Rosie, no quiero perderte─. Dijo con voz suplicante─. Pero necesito saber la verdad, ¿me estás engañando con alguien? ─Su actitud cambió. Había pena en sus ojos cafés.

─¿Engañando? ─Ella rio amargamente. La pregunta le pareció ridícula─. Yo no podría engañarte porque tú y yo no somos nada; ni siquiera amigos─. Alegó─. Además, una princesa como yo jamás se fijaría en un plebeyo como tú─. Espetó y colocó una mano en su cadera.

Patrick hizo un gesto de enojo, y golpeó el piso con el zapato. Él sabía que algo estaba mal con Rosalie. Ella era dulce y tierna, jamás le hablaría así. Supuso que alguien le estaba metiendo ideas a la cabeza, obligándola a actuar como si las clases sociales le importaran. Rosie nunca hizo alarde de su posición antes.

─Sé que escondes algo, y voy a descubrir qué es─. Amenazó al cabo de unos minutos.

El muchacho no le dio opción a responder y salió de la habitación, furibundo. Amelie se apresuró en cerrar la habitación y ponerle seguro. Entró al baño y lavó sus manos y rostro con abundante agua. Quería limpiar la tierra que Patrick dejó en sus dedos. Regresó junto a su tocador y arregló su cabello para poder salir. Ya no tenía ganas de estar ahí.

─Vaya, Rosalie─ comentó para sí misma, acomodando la peineta─. Parece que tú tienes más secretos que yo.

Amelie rio sin hacer mucho ruido y salió de su recámara, dejando la puerta entreabierta. Bajó hasta las habitaciones de servicio, y buscó la del ama de llaves. Le pidió que limpien su habitación y cambien las sábanas de su cama. Le aterraba pensar en la posibilidad que Patrick se haya echado en esta, ensuciándola con su ropa o cabello.

La joven dejó que las empleadas hagan su trabajo, y salió del castillo en busca de su hermana. No deseaba conversar con ella, pero tampoco quería estar sola. Ayudó a Annelise a recoger flores, pero no se concentró en ello. Su mente estaba en otro lugar, y el cansancio acrecentaba eso. Ella solo podía pensar en Patrick, y el temor que él vuelva a ingresar a su habitación en cualquier momento. Si el problema con él no se solucionaba pronto, ella tendría que tomar cartas en el asunto.  


¡Hola!

¿Qué les pareció el capítulo?

No se olviden de votar, comentar y compartir para llegar a más personas.
Les mando un abrazote
Nos leemos pronto

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top