CAPÍTULO 13
El Prado de la Luna llevaba aquel nombre en honor a los sacrificios que, otrora, se realizaron ahí. Los primeros pobladores del Valle de Kauyen solían dirigirse a ese lugar para ofrecer animales a la luna, y que esta, favorezca sus cosechas un año más. Incluso, celebraban allí una festividad para venerar a la diosa de la noche. Para ellos, los astros eran seres perfectos que siempre velaban por su bienestar.
Con el tiempo, y la invasión de tribus del continente al norte de la isla, las costumbres de los pobladores empezaron a cambiar. Los sacrificios fueron considerados como actos barbáricos que debían ser repudiados; censurándolos hasta desaparecer. Nuevas dinastías y creencias se impusieron a los nativos, quienes se vieron obligados a cambiar su estilo de vida. Ellos aceptaron la mayoría de los cambios, solo pidiendo que sus dos lugares sagrados permanezcan como tal. Desde eso, la Colina del Sol y el Prado de la luna habían sido más lugares turísticos, que sagrados. A pesar que, en la actualidad, no contaban con una religión oficial, ya nadie oraba a los astros.
Tristán pasó medio día más en el palacio de los Duboisse antes de volver a Kauyen. Él quiso ver a Amelie una vez más para preguntarle todo lo que recordaba, o que más le dijeron después de despertar. Él necesitaba conversar con ella, pero Thomas se negó. El rey le repitió que no era prudente que ambos estén en contacto; y lo dejó encerrado en la casa de huéspedes mientras él y Anna iban a una reunión con los Duboisse. Tris no supo por qué él no podía ir a ese encuentro, pero le pareció ridículo que lo confinen en la habitación. Ni siquiera quiso desayunar de la rabia que sintió en ese momento.
La noche se le hizo eterna a Tristán. Dio vueltas en su cama, pensando qué hacer para salir de ese lugar. Recordó las palabras del chico que lo visitó días atrás, y supo que ese era un buen lugar para empezar. Quizás, la luz blanca aún seguía ahí, dejando abierto el portal para que él regrese a casa. Debía ir al Prado de la Luna y conseguir las respuestas que necesitaba.
Tristán resolvió enviar dos de los guardias de Thomas a buscar a Brad, y llevarlo al castillo cuanto antes. Él no sabía dónde vivía aquel chico, y no sentía que exista otra forma de contactarlo. Ni siquiera sabía su apellido para intentar enviarle una carta; y tampoco tenía claro cómo era la correspondencia en esa época. Se sentó en un mueble de la sala de estar y esperó; deseando que su nuevo amigo no demore en llegar. En ese momento, él cayó en cuenta que, si se le complicaba comunicarse con alguien de Kauyen, le sería casi imposible enviarle un mensaje a Amelie, que era la princesa de Sarauta.
Bradford entró furioso a la sala de estar. Los guardias por poco y lo sacan a rastras del castillo de su padre, quién observó consternado todo lo que pasaba. No entendía qué clase de broma le quería jugar Nick esa vez, pero le pareció exagerado hacer que lo lleven como si fuera un criminal. Él sabía que su amigo estaba próximo a ser rey, pero no justificaba que ya esté actuando como un tirano.
─Dominic, ¿qué demonios pasó? ─preguntó molesto al verlo.
Tristán escuchó la pregunta y se puso de pie, acercándose al chico. Sintió un aire de hostilidad proveniente de él, pero no le dio importancia. No podía perder el tiempo.
─Brad, tengo que pedirte un favor, y es urgente─. Explicó calmado.
─¿Y por eso debías mandar a dos de tus guardias a buscarme? ─Inquirió enojado. Su amigo no parecía darle importancia a lo que acababa de hacer─. ¡Joder, Dominic! ─Exclamó─. Mi padre se asustó y pensó que yo tenía problemas con el rey.
Tristán se sintió culpable al oír eso. Tal vez, había sido un poco extremista de su parte pedir que escolten al chico al castillo. Supuso que el padre de Brad pensó que trataban a su hijo como un delincuente, y comprendió el enojo del joven.
─Lamento si causé algún problema, pero esa no fue mi intención─. Se disculpó sincero─. Es solo que, necesito que me ayudes con algo que es urgente para mí.
Bradford le dedicó una mirada de antipatía. Dominic podía ser un idiota; pero lo que hizo, era un nuevo récord, incluso para él.
─¿Con qué quieres ayuda? ─Preguntó cruzándose de brazos─. ¿Para qué me trajiste aquí?
─Acompáñame al Prado de la Luna─. Pidió─. Tengo que buscar algo ahí.
El joven sintió gracia y rabia mezcladas al oírlo. No veía cómo podía ser importante ir a ese lugar.
─Estás bromeando, ¿verdad? ─Cuestionó entre risas─. ¿Eso es todo lo que quieres? ¿Por qué no vas solo? ─Continuó hablando, sin darle chance a contestar─. Has ido allí cientos de veces, no me necesitas.
Tristán pensó una respuesta, rápido. Debía cuidar muy bien sus palabras si no quería que el chico se enoje más y se fuera. Necesitaba convencerlo de ayudarlo.
─Desde el accidente, tengo problemas para recordar algunas cosas─. Confesó, tergiversando un poco la verdad─. No sé cómo llegar al Prado. He tratado de ubicarme con los mapas, pero no logro nada─. Agachó la mirada.
Brad levantó una ceja con incredulidad. Su amigo tenía un sentido de orientación excelente; él fue quien los ayudó a regresar a Gealacht cuando se perdieron yendo al condado de Mocce. Nick lo había ayudado muchas veces en el pasado; además, era su mejor amigo. Aunque esté molesto, sentía que debía acompañarlo.
─Bien, te iré contigo─, habló fuerte─, pero tendrás que darme algo a cambio por la tontería que hiciste─. Ladeó una sonrisa.
Tris se encogió de hombros, despreocupado. A final de cuentas, ninguna de las cosas que había en el castillo le pertenecían realmente. No creyó que hubiera algún problema si regalaba algo.
─Claro, toma lo que quieras.
Bradford pensó que Nick sí estaba desesperado por ir al Prado. En otro contexto, él jamás habría accedido a regalarle algo. Una rápida idea llegó a su mente, y no desaprovecharía la ocasión. Ya sabía qué le iba a pedir.
─De acuerdo, vamos por los caballos─. Completó.
Tristán tragó con saliva con dificultad al oír eso. Se le había olvidado por completo el hecho que tenía que cabalgar hasta allá. Tuvo escalofríos y sus manos empezaron a sudar; hasta sintió que le faltaba la respiración. Él no sabía montar, ni siquiera estaba seguro de cómo subirse al animal.
─¿Caballos? ─Musitó involuntariamente.
Brad rio con la pregunta.
─¿Planeas ir caminando hasta allá? ─Preguntó en tono burlón─. Porque yo no tengo ganas de caminar tres días solo para llegar al Prado.
Tristán negó con la cabeza y siguió al joven hasta las caballerizas. Sentía un nudo formarse en su estómago y apenas si podía caminar sin que le tiemblen las piernas. No tenía idea de cómo iba a aprender a montar en menos de diez minutos para que nadie sospeche que él no era Dominic. Temía que, en el intento, fuera a caer del caballo y se haga otra herida como la que tuvo en la frente cuando despertó.
El encargado del establo hizo reverencia cuando llegaron, y agachó la cabeza al ver a Tristán. Él volvió a sentir incomodidad; a pesar de ser un príncipe, no le gustaba ser tratado como uno.
─Príncipe Dominic, joven Bradford, buenos días─ saludó mirando al suelo.
─Will, hola─ saludó Brad alegremente. Palmeó la espalda del chico y avanzó, entrando al establo─. Ensíllanos dos caballos, por favor.
─Como usted diga, joven Bradford.
Will tomó las sillas de montar y se dirigió hacia el caballo predilecto del príncipe. Era grande y esbelto, con el pelaje color marrón. Ajustó la silla y lo llevó con Dominic, dejando las riendas en sus manos. El chico regresó a las caballerizas, y le preguntó al otro joven qué caballo deseaba montar. Bradford sonrió y lo llevó junto a una yegua blanca con la crin bien peinada.
─Príncipe Dominic, ¿le parece bien que salga la yegua? ─Preguntó pavoroso.
─Sí, no hay problema─, repuso él, sin voltear.
Tristán retrocedió un paso, pero no soltó las riendas. El caballo se postraba imponente ante él. Tris evitó hacer contacto visual con el animal, y trató de no pensar mucho. Los animales olían el miedo; y temía que, cuando el caballo huela el suyo, lo ataque. Él lo escaneó con la mirada brevemente, notando que su lenguaje corporal cambió. Cuando Will lo llevó, el caballo caminó orgulloso; pero ahora, se veía mucho más dócil que antes.
Tris movió levemente la mano, y el animal giró la cabeza en su dirección. Daba la impresión, que quería ser acariciado. No supo cómo, pero él caballo pareció reconocerlo, y se mostró manso con él. Tristán pasó la mano por la crin con cuidado, observando cómo este se inclinaba un poco. Él sonrió; el caballo ya no estaba tan bravío como antes.
─Nick, ¿listo para volver a cabalgar? ─Inquirió Bradford, montado sobre la yegua.
Tristán asintió con terror. Tragó saliva con dificultad y caminó hasta la parte donde estaba la silla. Asió fuertemente las riendas y rogó no caer mientras trataba de subir. Colocó un pie en el estribo, tomando impulso para elevarse y poder sentarse. Él cerró los ojos, aún nervioso; pero los abrió al sentir algo bajo suyo. Él logró subir al primer intento y sin caer. Le extrañó lo fácil que fue todo, notando algo extraño dentro suyo; como si las cosas no estuvieran bien.
Bradford hizo una seña con la cabeza y avanzó. Tris lo observó sin saber cómo actuar. Se aferró a las riendas con una mano, y tomó el asiento con la otra. Soltó el aire que estaba conteniendo y le dio una patada suave al caballo. Este empezó a caminar a paso lento; respondía bien al manejo de Tristán.
El joven sabía que se necesitaba de equilibrio y fuerza para montar sin caer; además de años de práctica. Sin embargo, sentía que cabalgaba como si hubiese sido jinete por años. Ya no temblaba, pero no estaba del todo tranquilo por lo que hacía.
《Quizás, montar es como manejar bicicleta─ pensó─. El cuerpo de Dominic actúa solo, como si fuera un reflejo.》
─¡Avanza! ─Gritó Brad, a medio kilómetro de distancia─. Hasta mi abuela cabalga más rápido─ se burló─. Date prisa, Dominic.
Tristán se relajó y dejó de pensar por un momento. Dejaría que el instinto actúe, él solo se ocuparía de ver las direcciones. Alcanzó a su amigo rápidamente, pero no se atrevía a aumentar la velocidad. Montar no era tan malo como pensó.
Brad lo llevó por atajos, evitando pasar por gran parte del pueblo. Aunque Tristán todavía quería bajar a la ciudad, prefería no perder tiempo en ese momento. No quería llamar la atención de todos los pobladores, ni estar sobre el caballo más tiempo del debido. Su prioridad en ese instante, era llegar al lugar del accidente.
Al llegar, Tristán apreció la belleza del Prado por varios minutos, antes de bajar del caballo. El lugar era majestuoso, lleno de pasto y algunos árboles. Ahora comprendía por qué Dominic iba ahí con tanta frecuencia. Él sintió que ese sería un buen lugar para pensar y alejarse de todos. El Prado de la Luna irradiaba paz.
Unos monumentos de piedra, de un metro de alto, se erigían en la cima de una colina. Eran tres, una al lado de la otra; separadas por varios metros. Simulaban ser mesas pequeñas; como las que había en los campos de picnic.
─¿Qué son esos? ─Preguntó Tris, señalándolos.
─Ahí se hacían los sacrificios─ repuso Brad, con la vista perdida en el horizonte─. Ya sabes, donde nuestros antepasados ofrecían animales a la luna.
Tristán fingió entender lo que Brad decía, y prefirió no preguntar más. Esperaba que, en la época en la que estaba, ya no realicen sacrificios.
─Llévame al lugar donde me accidenté─ pidió─. Quiero ir a dónde "vi la luz"─ hizo comillas con los dedos.
Su amigo asintió y lo llevó a la parte oeste del prado. Vio las lomas que Brad comentó el día que lo conoció, y bajó con cautela. Esa zona no era tan bonita como el resto. El pasto no estaba tan verde y no había más que dos árboles a punto de morir. El lugar sí tenía las condiciones para hacer carreras; y también para abrir un portal interdimensional.
Les tomó tres horas peinar esa, y todas las lomas alrededor. Tristán busco, inclusive bajo las piedras, pero no encontró nada. No vio ninguna luz blanca, ni cualquier cosa que estuviese fuera de época. No había nada fuera de lo común en el Prado.
Bradford le sugirió irse cuando ambos estuvieron exhaustos. Él suponía que Dominic perdió la cabeza en el accidente, pues actuaba como un loco. No entendía qué buscaba en medio de la nada, pero lo ayudó en su pesquisa imaginaria. Tal vez, él recobre el sentido común si le seguía la corriente.
El viaje a casa fue más corto y silencioso que la ida. El cansancio no les permitió hablar mucho. Tristán se sentía decepcionado por no haber hallado nada. Él creía que encontraría la forma de volver a su vida normal y dejar de ser Dominic. Tris perdió todo el día siguiendo una pista que lo llevó a respuesta alguna.
─Dominic, yo me quedo aquí; Gealacht queda al este─ comentó Brad, sacándolo de sus pensamientos─. Pero escucha, tu castillo está por allá─ señaló hacia el norte─, creo que lo puedes ver desde aquí.
Tris vislumbró la silueta del castillo en la lejanía; tal vez a media hora de camino.
─Claro Brad, no hay problema─ repuso calmado─. Gracias por acompañarme, y lamento una vez más lo de la mañana. No quise incomodar.
─Tranquilo Nick, eso ya es pasado─ negó con la cabeza─. Por cierto, ¿recuerdas que te dije que quería algo a cambio? ─Cuestionó. Su amigo asintió─. Deja que me quede con Blanca─. Acarició la crin del animal.
─No hay problema─. Tristán sonrió, encogiéndose de hombros─. Es tuya.
Bradford le agradeció y se despidió haciendo un gesto con la cabeza. Se alejó de su amigo con rapidez. Temía que él cambie de opinión y le haga devolver la yegua.
Tristán cabalgó pacientemente hasta el castillo. No quería correr con el animal, y ahora que se encontraba solo, disfrutó de la nueva habilidad que tenía. Jamás se imaginó que le agradaría montar caballos; en especial cuando les temió gran parte de su vida.
Él hizo sonar sus nudillos cuando bajó, en el establo del castillo. Will se acercó a él y tomó las riendas del caballo.
─¿Puedo guardar a Dash, mi príncipe? ─Le preguntó.
Tristán rio al escuchar el nombre del caballo. Sonaba gracioso.
─Sí, guárdalo ya─. Solicitó.
Will metió a Dash a la caballeriza y regresó junto al príncipe.
─Mi príncipe, ¿dónde está la yegua? ─Curioseó con temor.
─Brad se la llevó. Se la regalé─ contestó, restándole importancia─. ¿Por qué?
El chico tosió con nerviosismo.
─Esa era una yegua albina, mi señor─ el miedo inundaba su voz─. Era la favorita de su padre, él se pondrá furioso cuando vea que ya no está.
Tristán entendió porque Brad tenía tanto interés en ese animal. Él no sabía mucho de animales, pero creyó que Blanca sería especial por su condición. El albinismo no era común en ninguna especie. Tuvo pena por Will, él no merecía ser castigado por algo que fue su idea.
─Yo tomaré la responsabilidad por esto─ habló con amabilidad, colocando una mano sobre el hombro del criado. Él agachó la cabeza─. No te preocupes; mi padre no se molestará por esto.
─Muchas gracias, joven Dominic─ repuso colocando una rodilla en el piso.
Tristán no supo cómo actuar ante eso y solo atinó a pedir que se levante. Él salió de las caballerizas con premura y regresó al castillo. Olfateó su ropa, y percibió el olor del caballo mezclado con su sudor. Subió las escaleras corriendo, le urgía llegar a su habitación. No soportaba estar sucio y quería bañarse cuanto antes.
Por suerte, los empleados del castillo habían llenado las tinajas de su baño con agua. Tris cerró ambas puertas con llave y se dio una larga ducha de agua fría. Le dolía el coxis y la columna por la cabalgata, debido al rebote del caballo. Se sintió más relajado después del baño, se cambió y se dispuso a bajar al comedor. No sabía si ya habían almorzado, pero él moría de hambre.
Un golpeteo nervioso en la puerta lo alertó. Se acercó, aún con el cabello húmedo, y abrió con cuidado. Una de las criadas estaba de pie en el pasadizo. Traía sucia la ropa y su rostro tenía gotas de sudor. Se veía agitada, como si hubiese estado corriendo.
─Joven Dominic, esto es para usted─ habló en voz baja y le entregó un sobre arrugado.
Tristán recibió el papel y lo examinó unos segundos. No tenía nada escrito en el exterior.
─¿Quién lo envía? ─Preguntó atónito. No entendía quién podría haberle mandado eso.
─No lo sé, joven Dominic─. Negó con la cabeza─. Pero no deje que nadie lo vea, por favor. Me dijeron que era un secreto. Solo usted lo puede leer.
La chica hizo una reverencia y salió corriendo antes que Tristán pueda preguntarle algo más. Él cerró la puerta con cuidado y abrió el sobre. El papel se rompió con facilidad, y una pequeña carta cayó de su interior. La recogió y abrió, quería leer lo que estaba escrito ahí.
《Tristán.
Te veo mañana, miércoles, en el bosque a la entrada de Sarauta, justo al medio día. Hay un arroyo cerca al muro; búscame ahí. Necesitamos hablar. Acabo de enterarme de algo muy importante. 》
Tristán sintió una pizca de esperanza al leer eso. Sabía que esa carta era de Amelie, ella era la única que conocía su verdadero nombre. Sonrió y rompió el papel para que nadie fuera a encontrarlo. Bajó a almorzar emocionado; creyendo que, quizás, Amelie había encontrado ya la solución a sus problemas.
¡Hola!
¿Qué les pareció el capítulo de hoy? ¿Tienen alguna teoría nueva?
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Les mando un abrazote
Nos leemos pronto
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