CAPÍTULO 11
La joven pelirroja abrió los ojos lentamente, aturdida. No recordaba dónde estaba, o cómo llegó hasta allí. Observó el techo de la habitación varios minutos antes de intentar moverse. Se apoyó en sus antebrazos, tratando de sentarse en la cama. Sin embargo, un leve dolor de cabeza la azotó. Cubrió sus ojos con las manos, y frotó sus sienes con los pulgares. Hacía días que no había tenido molestias así.
─¿Rosalie? ─Escuchó una voz femenina preguntar cerca suyo─. Rosie, ¿estás bien?
Amelie giró con lentitud en dirección a la voz, aún tallando sus ojos. Divisó una silueta femenina, delgada y de cabello anaranjado, acercándose a ella. Parpadeó un par de veces, tratando de enfocar la vista.
─¿Annelise? ─Preguntó confundida─. ¿Qué haces aquí?
La joven asintió, sentándose a su lado. Annelise era la segunda hija de Garfield y Raveena; solo un año menor que Rosalie. También tenía los ojos celestes, y su rostro estaba cubierto de pecas. Tanto ella, como Rosie, eran idénticas a su madre.
Annelise se acomodó sobre la cama, y aclaró su garganta. Siempre fue la más madura de sus hermanas, y la más obediente también. Había heredado el carácter de Raveena, y por eso le pidieron que cuidase de Rosalie. Ella ya estaba al tanto de todo lo que ocurrió.
─Me pidieron que te vigile─. Repuso con una sonrisa─. Papá se está disculpando con los Van Dijk por tu desmayo.
Amelie terminó de acomodarse en el colchón, recostando la espalda contra la cabecera. Se cruzó de brazos y sacudió la cabeza para despertar del todo. Su peinado se había arruinado, y su cabello estaba alborotado. Pequeños recuerdos llegaban a su mente a modo de fragmentos, pero le costaba unirlos.
─¿Cómo... cómo llegué aquí? ─Inquirió, mirándola a los ojos.
Annelise desvió la mirada un momento, jugando con sus dedos. A pesar que su padre le ordenó no salir de su habitación hasta que él lo ordenase, ella se las arregló para ver parte del escándalo. Annie abrió levemente la puerta de su recámara cuando escuchó ruidos en el pasillo, y se asomó por ahí. Alcanzó a observar a un muchacho alto, llevar cargada a su hermana; mientras que sus padres los seguían de cerca. No pudo verle el rostro, pero descubrió que era el príncipe del Valle de Kauyen. Raven le contó todo cuando la dejó cuidando a su hermana.
─Tu prometido te trajo en brazos─ relató, riendo─. Mamá dijo que te desmayaste de la impresión de saber con quién te ibas a casar.
La joven no pudo articular palabra después de escuchar a su hermana. En un inicio, creyó que la noticia de su compromiso era producto de su imaginación; pero oír a Annelise la aterró. Ella no podía casarse, y ciertamente, no podía hacerlo con Tristán. Ya le parecía lo suficiente malo ser su vecina en el mundo real, como para tener que soportar vivir con él por el resto de su nueva vida.
Amy siempre tuvo una idea distorsionada del matrimonio. Desde que su padre la abandonó junto a su madre, ella decidió que jamás se casaría. No entendía por qué dos personas prometían amarse para toda la vida, si sabía que ninguno de los dos cumpliría su palabra. Además, los chicos con los que había salido antes del accidente, le hicieron ver que su pensamiento no estaba errado. Amelie siempre supo qué quería hacer con su vida; pero ahora parecía que esta era dirigida por alguien más.
─Rosie, ¿estás bien? ─Preguntó Annelise al ver que su hermana se quedó silencio varios minutos. En los últimos días, Rosalie se volvió más habladora que antes; y era extraño verla callada.
Amelie fingió una sonrisa al escuchar la pregunta. Estaba tan sumida en sus pensamientos, que olvidó que su hermana se encontraba ahí.
─Sí, sí estoy bien Annie─ repuso en voz queda─ es solo que, estaba pensando.
─¿En qué pensabas?
─En todo lo que está pasando─. Suspiró─. No me quiero casar; me parece ridícula la idea de casarme solo para unir los reinos. ¿Por qué no buscan otra forma de hacerlo?
Annie sonrió con pena al oír eso, afligida. Desde que la comprometieron con Charles Van Dijk, hacía casi un año, ella no había dejado de quejarse. Pasó noches enteras junto a su hermana, viéndola llorar por no querer casarse con alguien a quien ni siquiera conocía. Rosie siempre soñó con desposar a un hombre que realmente amara, y entregarse a alguien que ella eligió. Sin embargo, sus padres nunca le dieron más opción que obedecer.
En sus quince años, Annelise jamás se había enamorado, y tampoco conoció algún chico que le gustase. Aunque trataba de comprender a su hermana, muchas de sus ideas le parecían extrañas. Annie también anhelaba un matrimonio lleno de amor como el de sus padres, pero sabía que lo mejor sería esperar a que ellos le arreglasen un compromiso cuando llegue su turno de casarse. Su prioridad siempre sería el reino, y confiaba en el criterio de Garfield. Ella era una princesa, y como tal, debía obedecer.
─Rosie, sabes que nuestros padres llevan años buscando una oportunidad como esta. Después de mucho tiempo, ambos territorios volverán a ser uno solo─. Expresó con alegría─. Finalmente olvidarán los pecados que cometieron nuestros ancestros, y el apellido Duboisse volverá a estar en lo alto de la isla─. Continuó, orgullosa─. Papá no dejará que se rompa el compromiso; no cuando estamos tan cerca de lograrlo.
Amelie dedicó una mirada de extrañeza a la chica, confundida. Entendía la emoción de todos en el castillo; pero detestaba que fuera por su compromiso. Cuando ella despertó en aquella habitación, semanas atrás, pensó que se trataba de un sueño. Ahora, todo se convertía en una horrible pesadilla de la que parecía no poder despertar.
─Sé que es importante para todos─ trató de seguir la conversación─; pero esto no es lo que quiero; ni siquiera pidieron mi opinión─. Se quejó─. Es más, ¿por qué no te casas tú? ─Inquirió señalándola─. Tú pareces más emocionada con la idea de unir los reinos.
La joven rio antes de contestar. Le parecía gracioso que su hermana ya no se muestre tan sumisa como antes. Rosalie comenzaba a parecerse a ella. Annie nunca tuvo miedo de decir lo que pensaba.
─Porque yo no soy la hija mayor─ ella se aclaró la garganta─. Además, mamá y papá te han entrenado por años con esto de ser reina. Está en tu destino; tú misma lo dijiste cuando cumpliste catorce.
Amy rodó los ojos al oírla. Ella no creía en el destino; ni en la idea que todos ya tenían la vida escrita. Le gustaba pensar que era capaz de tomar sus propias decisiones, y asumir las consecuencias de sus actos. Las pocas veces que alguien trató de predecir su futuro; Amelie terminó detentando las cosas que escuchó sobre sí misma...
─Espera─. Continuó Annelise, sacándola de sus pensamientos─. ¿Estás diciendo esto por Patrick?
─¿Qué? ─Preguntó confundida. No entendió la interrogante de la chica─. ¿De qué estás hablando?
─Ya sabes, de Patrick─. Annie hizo un gesto con los ojos y sonrió con complicidad─. ¿Todavía lo amas? ¿Es por él que no te quieres casar?
Amelie bufó con la pregunta, irritada. Patrick era un joven alto y de cabello castaño. Tenía los ojos color miel, y la piel levemente bronceada debido a la cantidad de horas que pasaba trabajando bajo el sol. Se encargaba de alimentar y limpiar los establos; además de entrenar a los caballos. Amy sintió escalofríos con solo pensar en él.
Patrick solía acosarla dentro del castillo; diciendo constantemente que era su novio. Amelie no entendía cómo Rosalie, siendo una princesa, podía estar con un plebeyo como él. Ella lo había amenazado en varias ocasiones para que deje de seguirla y decirle que la amaba. Él se detenía un par de días, pero siempre volvía a lo mismo. Amy había lidiado con acosadores en el mundo real, pero le aterraba el hecho que él viva en el mismo lugar que ella.
─¡Dios no! ─Exclamó escandalizada─. Yo no siento nada por Patrick, o por algún chico en estos momentos─. Se cruzó de brazos─. Es por mí, yo soy la que no quiere casarse. Con nadie─. Sentenció.
Annelise se sorprendió con las palabras de su hermana, y frunció el ceño. Rosalie y Patrick llevaban casi dos años juntos, y ella hablaba constantemente de las ganas que tenía de casarse con él. Durante mucho tiempo, quiso hacer pública su relación, y buscar la aprobación de su padre. Rosalie siempre repetía que él era su verdadero amor, y el único hombre con quien deseaba compartir su vida. A pesar que Annie se opuso a esa relación al inicio, terminó aceptándola y guardando el secreto de su hermana. Sin embargo, ahora tenía la impresión de estar conversando con una desconocida.
─¿Por qué hablas así? ─La cuestionó─. Suenas como si fueses otra persona.
Amelie se tensó con esa respuesta y negó. Por un instante, se le olvidó que ella no era Rosalie, y que solo terminó en su cuerpo. A pesar que se adaptó bien a su vida como princesa, no podía levantar sospechas.
─Soy la misma que antes, Annie─. Masculló con falso arrepentimiento─. Es solo que, quisiera poder tomar mis propias decisiones. Ser yo quien elija qué quiero hacer, y no solo seguir las órdenes de mamá y papá...
El sonido de la puerta abriéndose la interrumpió, obligándola a callar. Raveena entró con determinación a la recámara, sola. Tenía una expresión dura; y Amy intuyó que debía estar muy molesta por lo que pasó.
─Madre, buenas tardes─ saludó Annelise, poniéndose de pie.
Amelie observó la escena, pero no se movió de su lugar. No quería levantarse solo para hacer una reverencia. Agachó un poco la cabeza a modo de saludo; sin proferir palabra.
─Veo que tu hermana ya se siente mejor─ comentó la mujer, ignorando las palabras de su hija─. Annelise, ¿por qué no me avisaste que Rosalie había despertado? ─Cuestionó, mirándola a los ojos.
Amy se aclaró la garganta con fuerza, tratando de llamar la atención de la mujer.
─Madre, es culpa mía─ habló con voz fuerte─ apenas recobré el sentido hace unos minutos, y le pedí a Annie que se quedara conmigo. No quería estar sola.
Raveena observó a sus hijas, incrédula. Decidió dejar pasar aquella desobediencia; no deseaba discutir con Annie en esos momentos. Ya tenía suficiente con Rosalie.
─Me parece bien que tomes la responsabilidad por esto, Rosalie─. Dijo sin ocultar su incomodidad─. Pero hay más cosas de las que tú y yo necesitamos hablar─. Levantó una ceja─. Annelise, por favor retírate y ve al comedor. Nosotras las alcanzaremos en unos minutos.
La joven asintió con prisa, e hizo una reverencia antes de salir. La mujer avanzó hasta la cama de su hija, y se sentó cerca de ella. Amelie la observó con temor, acomodándose en su lugar. Raveena era mujer estricta; que no tenía reparo en llamarle la atención, o decirle las cosas sin filtros. Bajo la apariencia seria que proyectaba, era una madre amorosa y protectora; pero no dejaba que todos lo sepan. Era lo opuesto a Frances, y para Amy, eso era bueno.
─¿Sobre qué tenemos que hablar? ─Preguntó en un susurro.
─¿Y todavía lo preguntas?─ Raveena levantó la voz─. Saliste de tu cuarto sin permiso, nos hiciste buscarte por todo el castillo y te desmayaste frente a los Van Dijk─. Ella gestualizó con la mano─. El almuerzo de hoy era muy importante, y tú hiciste todo lo que te pedimos que no hicieras.
Amelie agachó la mirada, sintiendo verdadera vergüenza. Ella no quería decepcionar a sus nuevos padres, y temía el castigo que le pudieran dar. Garfield y Raven le agradaban bastante.
Amy pasó una mano por su cabello, recordando el motivo por el cual salió antes de tiempo. Era consciente que debía esperar hasta que una de las damas la fuera a buscar, pero Patrick se metió a su habitación de un momento a otro. Él le dijo que los Van Dijk acababan de llegar, y que esa era su última oportunidad de escapar para casarse. Amelie no supo qué hacer, y salió corriendo de ahí. Continuó por varios minutos, hasta que encontró a Tristán en uno de los pasillos. Jamás creyó que él sería el príncipe que la obligarían a desposar.
─Lo lamento madre; no quise causarles problemas─. Se disculpó tras varios minutos─. Olvidé que debía estar en mi habitación y esperar su llamado─. Mintió; sin sentirse lista para contar la verdad.
Raveena miró con tristeza a su hija, y acarició su rostro. Sabía que estaba poniendo una carga muy grande en los hombros de una chica de dieciséis años, pero ella y su esposo la habían preparado para su misión por un largo tiempo. Raven ya no podía tener más hijos, y Rosalie era su única esperanza.
─Escucha, tenemos suerte que los reyes de Kauyen no hayan desistido del trato después de ver el espectáculo que montaste con su hijo en el patio─ intentó sonar más tranquila─. A todo esto, ¿qué hacías conversando con él?
Amelie pasó saliva con dificultad, sin saber qué contestar. No podía decirle que el príncipe solía ser su vecino; y que ambos sufrieron un accidente antes de llegar allí. Pensó una excusa rápida mientras sonreía con nerviosismo.
─Lo... lo encontré caminando por el castillo─ titubeó─. Creo que se había perdido─ se encogió de hombros─. Después de eso, nos pusimos a conversar. No sabía que él era el príncipe de Kauyen.
─Tranquila, no es tu culpa que se haya perdido─ ladeó una sonrisa─. Rosie, no es recomendable que Dominic y tú conversen o intimen mucho antes del matrimonio─. Explicó con serenidad─. El evento de hoy era para cerrar el trato con los Van Dijk, y ellos insistieron en que ustedes se conocieran. No se suponía que socialicen hasta que llegue el día de la boda.
Amy se extrañó con sus palabras, pero no hizo ningún gesto. Le pareciera increíble que su madre quisiera que ella se case con Tristán, pero le prohibía hablar con él. Después de todo lo que ocurría, ambos debían descubrir qué era lo que sucedía, y encontrar la forma de evitar la boda.
─No volverá a pasar─ Amelie prometió falsamente─. Juro que ya no hablaré con él─. Sonrió y acomodó su cabello─. Por cierto, ¿aún vamos a almorzar con ellos? ─Preguntó cambiando de tema.
─No. Debido a tu desmayo, tuvimos que disculparnos con los reyes y posponer el banquete para la cena─ manifestó, mirándola a los ojos─. ¿Debería preocuparme por que vuelva a ocurrir un incidente como el de la mañana? ─ Había inquietud en su voz.
Amelie negó con la cabeza. El dolor ya había desaparecido y no pensaba que fuese a regresar.
─Estoy bien, madre─. Alegó, tranquila─. Es solo que, me sentí mal unos minutos; creo que fue por la impresión de saber a quién desposaría. No creo que debamos preocuparnos.
Raveena se acercó a su hija y tomó su mano. Ella comprendía ese sentimiento. Había pasado por lo mismo cuando sus padres la comprometieron con Garfield, y recordó el miedo que sintió en esos momentos. Aunque ellos se conocieron desde muy pequeños, la noticia de un compromiso nunca era fácil de aceptar.
─Oh, Rosie; no es para tanto─. Apretó suavemente su mano─. Sé que estás nerviosa, y que quizás esto no es lo que tú esperabas; pero te prometo que las cosas saldrán bien. Estoy segura que serás una gran esposa y una magnífica reina. Tú harás historia en el reino, no dudo de eso─. Sonrió sin mostrar los dientes.
La joven se sintió reconfortada con aquellas palabras. Amelie no estaba acostumbrada a recibir palabras de aliento por parte de Frances; por lo que apreció sentir el apoyo de Raven en esos momentos. Ella se movió de su lugar y abrazó a su madre con fuerza. La reina se tensó al inicio, pero correspondió el gesto de su primogénita.
Un golpeteo en la entrada de la habitación las asustó; causando que golpeen sus cabezas sin querer. Raveena ordenó que abrieran la puerta, dejando pasar a una criada. La chica les indicó que el rey había solicitado su presencia en el comedor para iniciar el almuerzo. Raven agradeció el mensaje e hizo un ademán para que ella se retire de la recámara.
─Vamos Rosalie, necesitas comer─. Dijo caminando a la puerta; antes de salir del cuarto.
Amelie asintió y decidió ir al baño antes de bajar al comedor. El almuerzo transcurrió con normalidad. Nadie mencionaba el desmayo, y eso fue bueno para ella. No deseaba ser el centro de atención en esos momentos; y tampoco quería seguir hablando de lo ocurrido.
Ella regresó a su recámara para tomar un baño de agua caliente. Demoró menos de lo que deseó, y las damas la ayudaron a cambiarse rápido. Se puso un vestido rojo oscuro con bordados en hilo de plata. Amelie no sabía de qué color serían los trajes de sus padres, pero pensó que no les molestaría que use un tono diferente al de ellos. Ella pasó gran parte de la tarde con dos señoritas más, que se encargaron de desenredar su cabello y volver a peinarla. Le aburría esperar que alguien más la trence, pero su cabello era demasiado largo como para que ella pueda hacerlo sola.
Los Van Dijk se presentaron puntuales al banquete. Llegaron minutos antes que las criadas empezaran a colocar los platos en la mesa. Era mucha comida para seis personas; pero Garfield se rehusó a dejar que sus otras hijas los acompañen. Quería ganar la confianza de los reyes de Kauyen, además de mejorar la primera impresión que su hija causó.
Tristán se sentó al lado de sus padres; pero frente a Amelie. Él necesitaba conversar con ella, pero no encontraba el modo de hacerlo sin que los demás escuchen su conversación. Comenzó a hacer gestos con los ojos y la cabeza, insinuándole a su vecina que salga con él para que ambos conversen. La chica negaba con nerviosismo; casi como si estuviese siendo vigilada.
Amelie pasó gran parte de la cena pensando una excusa creíble para salir del comedor y poder hablar con Tristán. Ella notó las señas que él hacía, pero no le pareció pertinente hacerle caso. Raveena había sido buena con ella, no quería decepcionarla. Comió lento, ideando la forma de salir sin ser seguida por sus padres.
─La comida ha estado deliciosa─ comentó Tristán, dejando los cubiertos sobre el plato.
─Qué bueno que le gustó, joven Dominic─ repuso Garfield con una sonrisa. Elevó una copa de vino, e hizo un brindis en el aire. Todos, a excepción de Amelie, lo imitaron.
Tristán se aclaró la garganta y acomodó las mangas del saco beige que llevaba puesto.
─Si no les molesta, quisiera salir unos minutos a tomar aire al jardín delantero─ pidió amablemente─. Les prometo que esta vez no me perderé─ rio.
Los reyes de Sarauta intercambiaron una rápida mirada. Garfield accedió al pedido del príncipe, señalando la salida con la mano derecha.
Amy supo que esa era la única oportunidad que tendría, y debía actuar rápido. Esperó que pasen algunos minutos desde que Tristán salió, antes de retirarse con la excusa de ir al tocador. Era la mentira más vieja de todas, pero fue la única que se le ocurrió en ese momento. Ella tuvo que rodear la mayoría de habitaciones del primer piso, para salir sin ser vista por los reyes. Vio a su vecino parado cerca al estanque de patos, y se apresuró a alcanzarlo.
─Amelie─ llamó él con voz queda─ pensé que nunca saldrías.
─No fue tan fácil escabullirme, pero aquí estoy─ se acercó a él. No podían gritar─. Necesitamos conversar de lo que está pasando; no nos podemos casar.
El chico recorrió el lugar con la vista, rápidamente. Debía asegurarse que nadie, ni siquiera los guardias, estuvieran cerca.
─Lo sé, pero debemos hablar rápido; no tengo mucho tiempo─. Susurró, inclinándose hacia adelante─. Mis padres me están vigilando, no quieren que me acerque a ti hasta el día de la boda.
Amelie se sorprendió al oír eso. Fue lo mismo que Raven le dijo.
─De acuerdo, Tris─. Afirmó─. ¿Tienes alguna idea de qué vamos a hacer?
─No lo sé aún─ comentó preocupado─. Pero escucha, hay algo que podemos hacer por el momento. Debemos encontrar una salida, un portal, o algo que nos saque de aquí y nos lleve a casa. Tú buscarás aquí, en Sarauta; y yo lo haré en Kauyen─. Explicó─. ¿Te parece bien?
Ella asintió, a pesar de no entender por completo el plan.
─Sí, pero, ¿cómo nos comunicaremos? ─Cuestionó. Esa fue la primera interrogante que surgió.
El chico mordió su pulgar, pensando. No había recordado ese detalle.
─Yo encontraré la forma de contactarte, Amy─, dijo finalmente─, lo prometo.
─Bien─ sonrió nerviosa─. Hasta que eso pase, debemos seguir actuando como antes. No podemos llamar la atención, o hacer que nuestros padres sospechen algo.
Tristán no necesitaba escuchar la recomendación de su vecina, para saber que tendría que seguir actuando. Él confiaba que, ahora que tenía el apoyo de Amelie, sería más fácil encontrar la forma de regresar a su hogar. Quizás, lo que buscaban, se encontraba en su lado de la isla.
Amelie regresó al comedor sin despedirse del chico. No quería levantar sospechas; ni con sus padres, ni con los reyes del otro lugar. Ella seguiría actuando su papel hasta que llegue el momento de irse. Amy comenzaba a disfrutar su nueva vida, y los lujos de ser una princesa; sin embargo, no estaba dispuesta a casarse solo por conservarla. Ella podía soportar muchas cosas, pero no un matrimonio por conveniencia.
¡Hola!
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Nos leemos pronto.
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