CAPÍTULO 10

El día estaba frío, y la tensión del ambiente podía tocarse con los dedos. Además de los zumbidos que emitían las máquinas, ningún otro ruido alcanzaba a ser escuchado dentro de la habitación. Los monitores indicaban que los latidos, pulsaciones y presión arterial de Tristán estaban estables. Hacía una semana, los doctores empezaron a reducir los sedantes para que saliera del coma; sin embargo, nada parecía haber cambiado. 

─Su hijo parece mejorar─ le dijo el doctor encargado, un par de días atrás─. Tristán está respondiendo bien al tratamiento. Si las cosas siguen así, él podría despertar del coma en cualquier momento. 

Rebecca recordó con dolor aquellas palabras mientras se aferraba a la mano enyesada de su hijo. Las lágrimas caían con fuerza de sus ojos, pero no se molestó en limpiarse. En el momento que su hijo fue internado en ese hospital, todo lo demás dejó de interesarle. Llegaba muy temprano en la mañana, esperando que el horario de visita empiece para acompañar a su pequeño. Apenas si comía o dormía, pero eso ya no le parecía importante. Lo único a lo que ella le prestaba atención era su hijo, y la lenta recuperación que estaba teniendo. Rebecca ya no sabía qué esperar; sin embargo, quería estar presente cuando Tristán despierte. No le importaba el tiempo que pase, ella aguardaría hasta que su pequeño estuviera bien.

Cinco días después de la operación cerebral, dejaron de administrarle ciertas medicinas a Tristán. Los vasos sanguíneos de su cerebro parecían haberse desinflamado por completo; y el coágulo ya no era un problema. Los doctores efectuaron la cirugía por la nariz, introduciendo un endoscopio por el orificio izquierdo. Tardaron menos de lo planeado, ya que la masa encefálica del joven había reaccionado bien a las primeras dosis de medicamentos. Todo parecía indicar que él se recuperaría pronto.

Rebecca creyó que, cuando redujeran los barbitúricos que indujeron a Tristán al coma, él despertaría inmediatamente; pero no fue así. Su hijo seguía igual que antes, dando la impresión de estar en un profundo sueño. Ella confiaba en que su pequeño reaccionaría en cualquier momento; sin embargo, se le hacía eterno cada minuto que lo veía con los ojos cerrados.

─Lamento haberte hecho esto, Tristán─ sollozó, recostándose en el brazo de su hijo─. Perdóname por ser la causante de todo esto. Perdóname, por favor.

La mujer empezó a llorar con más fuerza, dejando salir todo el dolor que sentía por dentro. Una vez más, la culpa invadía cada célula de su ser. Si ella no hubiese presionado tanto a su hijo para llevar a Amy, nada de eso estuviera pasando. Tristán seguiría asistiendo a sus clases en la universidad, en lugar de estar postrado en una cama conectado a un ventilador mecánico. Rebecca estaba consciente que su hijo y Amelie no eran amigos; y que ninguno quería hacer ese viaje en auto juntos. Ella se reprochaba el no haber respetado la opinión de ambos jóvenes. Su insistencia fue el origen de esa horrible situación.

─De haber sabido que todo esto pasaría, jamás te habría pedido que lleves a Amelie─. Se sentó en una pequeña silla, y acarició el cabello de su pequeño─. Debí escucharte, debí hacerte caso─. Sorbió por la nariz, notando que sus palabras se mezclaban con el llanto. 

Rebecca sintió unos brazos asirla por la espalda y abrazarla con fuerza. Se estremeció al tacto antes de saltar en su asiento. Giró levemente, para ver a Michael tras ella. Temió que él hubiera escuchado sus lamentos; y la grite también. Él no sabía que ella era la causante de esa situación. 

─No quise asustarte─ comentó apenado.

Ella se puso de pie y negó con la cabeza. Movió la silla, quedando frente a su esposo. Él tomó su rostro entre sus manos y elevó su mentón. Trató de secar las lágrimas de Rebecca; sin embargo, solo logró que sus ojos marrones se pusieran más vidriosos.

─¿Qué pasa, Becca? ─Preguntó con suavidad─. ¿Por qué lloras?

Rebecca negó con la cabeza y lo abrazó. Ella continuó llorando en su hombro, pero no dijo nada. Le dolía el corazón, y las fuerzas se le acababan de a pocos. 

─Mike, lo extraño─ musitó─, extraño a nuestro hijo. 

Él acarició su cabello y espalda.
─Yo también lo extraño─. Michael dio un largo suspiro─. Estas tres semanas han sido un infierno aquí en el hospital. 

La mujer secó sus ojos y aclaró su garganta. Retrocedió un paso antes de volver a sorber por la nariz. 
─Tengo miedo que no despierte jamás─ confesó, agachando la mirada─. Esta semana no ha habido progreso alguno; y se supone que ya están reduciendo los sedantes.

─El doctor dijo que esto sería lento. Debemos tener paciencia y fe. Nuestro hijo despertará pronto, estoy seguro.

─Lo sé, pero tener fe se vuelve más difícil cada día─ Rebecca admitió con dolor─. No he dejado de rezar desde que Tristán entró en coma, pero siento que ya nadie escucha mis súplicas. Ya no sé a qué aferrarme, Michael. 

El hombre volvió a abrazar a su esposa, sin saber qué decir. Extrañaba oír la voz de su hijo, y no dejaba de observar los pocos vídeos que tenía de él. Todavía le dolía verlo conectado a tantas máquinas y sondas, y por eso prefería no visitarlo a diario. Siempre admiraría la valentía de Rebecca. 

Becca sorbió por la nariz, alejándose de su esposo. Los ojos empezaban a arderle, y tomó un poco de agua mientras limpiaba su rostro. Ya no quería llorar; eso no le haría bien a Tristán. 

─Por cierto, ¿qué haces aquí tan temprano? ─Preguntó, cambiando de tema y terminando de secar sus ojos─. Creí que vendrías a la hora del almuerzo.

Michael soltó un largo respiro, pasando una mano por su cabello. Apenas regresaba de su casa; después de darse un baño. Él pasó varios minutos en el cuarto de Tristán, admirando cada una de sus cosas. Después del accidente, decidieron mantener todas sus cosas tal cuál las dejó. Su cama estaba mal tendida, y sus libros de anatomía continuaban sobre su escritorio. Para Rebecca y para él, esa era la única forma de sentir que su hijo no se había ido del todo. 

Michael se sentó en la silla de Tristán, revisando las anotaciones que realizó en su cuaderno. Leyó cada una de sus palabras, a pesar que no comprendía la mayoría de estas. Él notó que el cajón del escritorio estaba entreabierto, y decidió ver qué cosas guardaba su hijo ahí. Encontró algunos lapiceros y plumones que ya no servían; además de hojas bond. 

Michael pensó en cerrarlo, pero un pequeño sobre al fondo captó su atención. Lo tomó con cuidado, hallando varios billetes en su interior. Él no supo para qué era, y leyó la inscripción que Tristán hizo en la parte exterior. 

─Para el seguro─ susurró.

El hombre soltó una risa amarga, guardando el sobre en su pantalón. Su hijo sí tenía el dinero, y por un descuido, olvidó renovarlo. Soltó un par de lágrimas, y salió de la habitación. Él tenía muchas cosas que hacer. 

─Terminé rápido el papeleo en la universidad de Tristán─. Michael respondió tras una pausa, rascando la parte trasera de su cuello─. No me van a devolver la pensión que pagué este mes, a pesar que nuestro hijo solo asistió dos semanas a clases. 

─¿Fuiste a pedir una devolución? ─Rebecca preguntó con asombro─. Pensé que irías a explicar lo que estaba ocurriendo para que tuvieran consideraciones con Tris en sus cursos.

─Rebecca, retiré a Tristán de todos los cursos─ confesó con severidad─. Él ya no estudiará este ciclo, además, podremos usar el dinero de los demás meses para amortiguar la deuda con el hospital.

─¿Qué? ─Se alarmó─. No puedes hacer eso, Michael. Nuestro hijo no puede perder el ciclo; y nosotros no podemos actuar como si él no fuese a despertar pronto. 

Mike tragó saliva con dificultad antes de contestar. Rebecca comenzaba a sacarlo de sus casillas. 
─Los directivos de la universidad fueron quienes me sugirieron su retiro de las asignaturas─. Se cruzó de brazos─. La salud de Tristán es más importante que sus estudios, y tú lo sabes. Recuerda que, cuando despierte, todavía deberá llevar terapia. Incluso si despertara hoy, él no estaría en condiciones de ir a la universidad.

Becca meditó las palabras de su esposo, cabizbaja. Comprendía que él tenía razón, pero sentía que retirar a su hijo de la universidad era darse por vencida. Era aceptar que su Tristán no estaría bien pronto, y eso la lastimaba demasiado. 

─De... de acuerdo─ titubeó─. Creo que, cuando Tris despierte, deberá descansar mucho para que vuelva a ser el de antes─ ladeó una sonrisa─. Ya podrá ponerse al día el ciclo que viene.

Michael abrazó a Rebecca, de nuevo. Después de Tristán, ella estaba llevando la peor parte de aquella situación. Le dio un beso en la frente, susurrando que las cosas se resolverían pronto. 

─Por cierto, dos amigos de Gael están en el banco de sangre─ ella comentó tras soltarlo─. Creo que con sus donaciones, saldaremos la deuda que tenemos. Finalmente consiguió dos personas con sangre O negativo para reponer las que le pusieron a Amelie. 

Él sonrió con la noticia, aliviado. Con el banco de sangre cubierto, sus gastos se reducirían. 
─Iré a verlo─ sonrió─. Quiero confirmar con el banco la entrega; además, Gael dijo que necesitaba hablar conmigo. 

Rebecca asintió y le dio un beso corto. Michael sonrió y salió de la habitación sin hacer ruido. Se alegró de no haberle contado a su esposa que también cobró todo el dinero de la cuenta de Tristán. Si ella se había enojado por haberlo retirado de la universidad, no quería imaginar cómo se pondría al saber que, los ahorros de diez meses de su hijo, ya no estaban en su tarjeta. La operación cerebral fue el gasto más fuerte de todos, y él no quería vaciar sus propias cuentas todavía. El dinero de su hijo no era suficiente, pero serviría. Michael confiaba en que, dentro de unos meses, podría devolver lo que tomó. 

Becca volvió a su asiento y acarició el cabello de su hijo. Dirigió la vista a la pierna enyesada de Tristán mientras limpiaba su nariz con un pañuelo desechable. Sonrió con melancolía al recordar como era de pequeño, y suspiró. Extrañaba verlo de pie. 

─Cuando eras niño, te gustaba correr descalzo por toda la casa─. Le habló, tratando de hacerlo reaccionar─. Nunca te gustó usar zapatos, y desordenabas todo a tu paso. Eras muy feliz. 

Ella sollozó, bebiendo un poco de agua. Acarició los dedos de su mano derecha, cansada de todo. Cada minuto con él inconsciente, se sentía como una eternidad. 

─Por favor hijo, despierta pronto─ continuó, suplicando─. Todos te extrañamos, queremos verte sonreír de nuevo. 

El cuerpo del chico permanecía rígido en la cama. Entre la bata, yesos y vendajes, casi toda su piel se encontraba cubierta e inmóvil. Nada parecía haber cambiado, salvo un leve, pero perceptible temblor, que comenzó a mostrarse en una de las manos de Tristán. 

Rebecca suprimió un grito de felicidad al observar cómo su pequeño acababa de mover un dedo, el meñique. Se levantó con premura y salió corriendo de la habitación. Necesitaba que el doctor confirme el progreso de su hijo. Sentía el corazón latir a mil por hora. Al fin, las cosas parecían mejorar. 

El doctor entró presuroso a la habitación, arrastrado por Rebecca. Sostuvo los dedos del joven y los examinó. Sonrió de lado al ver que el meñique reaccionó a su tacto. Le pareció que la suave sacudida fue más un reflejo que un movimiento real, pero no podía descartar nada. Se acercó a su rostro y levantó un párpado con cuidado. Iluminó sus ojos con una linterna pequeña, buscando que estos reaccionen también. 

─Dígame doctor, ¿cómo está? ─Preguntó Becca, tratando de no gritar de la emoción─. Él está mejorando, ¿no es así?

El hombre guardó la linterna en el bolsillo de su chaqueta y la miró a los ojos. 
─Señora, me alegra decirle que su hijo está comenzando a reaccionar─. Sonrió.

Becca rebosaba de felicidad. Era la primera noticia buena que recibía en mucho tiempo.
─¿No me está mintiendo? ─Él negó con la cabeza─. ¿Cuánto pasará hasta que despierte por completo?

─El movimiento de los dedos es un primer paso, uno muy grande. Lo mejor sería no cantar victoria aún; sus pupilas todavía no reaccionan a la luz. Seguiremos reduciendo las dosis de los barbitúricos, y trataremos de comenzar la terapia cuanto antes. Por el momento, necesito que usted siga hablándole y masajeando sus manos y pies─. Indicó─. Esto es un gran avance para su hijo, considerando el estado en que llegó.

Rebecca tapó su boca con ambas manos y comenzó a llorar de la alegría. Se acercó al muchacho y lo abrazó, emocionada. Ya quería contarle la noticia a Michael y Gael. Parecía un milagro que Tristán al fin se esté recuperando. Ella confiaba en que regresarían a casa en cualquier momento. Quiso acercarse al médico para preguntarle más cosas sobre su pequeño; pero un grito desgarrador, proveniente del pasillo, los asustó.

¡UN DOCTOOOOR! ─Se escuchó a lo lejos. Quien gritó, sonaba desesperada. 

El galeno se sobresaltó al oír su llamado. Giró en dirección a la puerta, tratando de descifrar quién había vociferado en el área de Cuidados Intensivos.

Una enfermera, con el cabello alborotado y rostro enrojecido, entró corriendo al cuarto.
─Doctor, lo necesitamos en el cuarto de la señorita Taylor ─anunció entre jadeos─. ¡Ahora!

La enfermera no esperó respuesta y tomó al especialista del brazo, jalándolo hacia la otra habitación. Rebecca avanzó hasta el umbral, observando al médico entrar en la recámara de Amelie; seis puertas más allá de la suya. Vio que un enfermero sacaba a Frances del cuarto, y la sostenía para que ella no intente volver a ingresar. 

Becca temió por Amy en ese momento. No quería que algo malo le pase; no sería justo que su condición se agrave cuando la de su hijo acababa de mejorar. Se acercó a una enfermera que se aproximaba con una bandeja con utensilios quirúrgicos, y le preguntó qué sucedía en el último cuarto del pasillo. 

─Señora, no puedo contestar ahora─ repuso con prisa─. Mi presencia es requerida con urgencia.

─Solo dígame, qué le pasó─. Suplicó─. ¿Ella está bien?

La enfermera asintió con cierto temor.
─Ella despertó. La señorita Taylor acaba de despertar.


¡Hola!

Y aquí, Amelie despertó. ¿Qué creen que sucederá? ¿Alguna teoría?

No se olviden de votar, comentar y compartir. 
Les mando un abrazote
Nos leemos pronto

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