CAPÍTULO 07
El castillo de los Van Dijk era más grande de lo que Tristán pensó al inicio, y tenía más empleados de los que alcanzó a reconocer. Él todavía estaba tratando de adaptarse a esa nueva realidad, y lo que más le costó, fue aprender a pronunciar el apellido de esa familia. Era la primera vez que oía y leía el apellido Van Dijk, y casi lo sintió como un trabalenguas. A pesar que a él le gustaba su nombre real, sabía que debía seguir fingiendo ser Dominic hasta que encontrase la forma de regresar a su hogar.
Tristán descubrió que el adolescente que lo miraba con odio era su hermano menor, y se llamaba Kenneth. Él hablaba poco, y pasaba mucho tiempo en el patio; practicando con un arco y una flecha. Tristán lo observó por varios días, tratando de encontrar la forma de conversar con él. Tris todavía no sabía en quién podía confiar en ese lugar, y transcurrió toda una semana analizando a cada una de las personas que decían ser sus familiares. Era difícil hablar con ellos porque no sabía la forma en que Dominic lo hacía, pero era necesario para obtener información.
Tris recordó lo que le dijo una de las empleadas días atrás, cuando todavía estaba encerrado en su habitación. Dominic se accidentó en el cumpleaños de Kenneth, cuando cayó del caballo. Aún habían muchas cosas que Tristán no comprendía, pero necesitaba empezar por investigar lo que sucedió ese día. Debía averiguar en qué lugar estuvo montando, o si su hermano lo acompañó. De un modo u otro, necesitaba conversar con él.
—¿Puedo practicar contigo? —Tris preguntó, tratando de acercarse a Kenneth.
El muchacho rio con la pregunta, sacudiendo la cabeza.
—¿Para sacarle un ojo a uno de los criados como la última vez que tiraste? —Preguntó con sorna—. Claro, toma un arco; pero deja que me vaya antes que me lastimes a mí también—. Se burló.
Kenneth continuó riendo, soltando la flecha que tenía cargada. Pasó una mano por su cabello, orgulloso de haberle dado al centro de la diana. Él nunca fallaba.
Tristán no supo qué contestar, y no se atrevió a tomar un arco. Él jamás había tirado con flecha, y ni siquiera sabía cómo sostenerla. Se cruzó de brazos, tratando de ordenar las ideas en su mente. Debía conseguir, al menos, una respuesta a todas las preguntas que tenía.
—Kenneth, yo necesito conversar contigo—. Habló firme, tratando de no balbucear—. Quiero hablar sobre lo que pasó en tu cumpleaños. ¿Sabes a qué lugar fui a montar? —Consultó.
Kenneth rio con amargura, negando. No podía creer que Dominic fuera capaz de preguntarle algo así. Apretó los puños con furia, molesto porque él arruinó su fiesta; y ahora fingía no recordar nada.
—No sé a dónde fuiste, ni tampoco me importa. No estoy de humor para tus tonterías, Dominic—. Ken bufó, limpiando el sudor de su frente—. Déjame en paz.
Kenneth no esperó respuesta, y se fue antes que su hermano le dijera algo más. Tristán lo observó alejarse, pensando en lo extraña que fue esa conversación. Intuyó que ellos no debían llevarse bien, pero ya no tenía ganas de averiguarlo. Cada minuto que pasaba en ese castillo, se convencía más que terminó dentro del cuerpo de un idiota. En el mundo real, Gael y él siempre fueron bastante unidos.
Después de aquella conversación, Tristán se debatió entre si conversar con sus otros hermanos o no. Él notó que eran mellizos, pero todavía tenía problemas para aprenderse sus nombres. Sabía que el niño era Jerome, pero el nombre de la niña le parecía extraño. Solo habló con ellos una vez, y trató de no elevar la voz para que no se asusten. Al parecer, a Dominic no le gustaba pasar tiempo con ellos, y solía gritar bastante.
Tristán prefirió no interactuar mucho con Anna y Thomas, temiendo que volvieran a encerrarlo por decir algo equivocado. A pesar que ella se mostraba como una madre amorosa, no olvidaba el hecho que lo apresó varios días en su habitación. Él extrañaba a Rebecca, y anhelaba poder abrazarla de nuevo. Quería volver ya a su hogar.
El joven recordó una conversación que escuchó, y supo que tenía un hermano más. Charles era el primogénito de Anna y Thomas, pero él todavía no tuvo oportunidad de conocerlo. Los empleados del castillo apenas si lo mencionaban, y nadie daba razón de él cuando preguntó. Tris supuso que debía estar de viaje, y esperó que regrese pronto. Quizás, él sabía algo del día en que ocurrió el accidente.
Tristán recorrió una a una las habitaciones del castillo, tomándose su tiempo para hacerlo. Demoró siete días en revistar el lugar, empezando a frustrarse por no hallar nada. Desde que despertó, la imagen de Amelie aparecía constantemente en su cabeza. Él se sentía culpable por el accidente, y temía que algo pudiera haberle ocurrido. No se llevaba bien con ella, pero no le deseaba el mal. Él no estaría tranquilo hasta encontrarla, y saber que se estaba bien.
El joven comenzó por el piso de abajo, descubriendo que ahí se encontraban las habitaciones de los empleados. Todos ellos lo veían de reojo como si fuera un dios; pero agachaban la cabeza cuando lo tenían de frente. Tristán pensó que, quizás, a Dominic no le agradaba que los empleados lo observen fijamente; y por eso ellos actuaban así en su presencia. Él trató de decirles que no era necesario que agachen la mirada, y las reverencias tampoco; pero no le hicieron caso. Las personas que trabajaban para Thomas eran demasiado ceremoniosas con él.
Los cuartos de sus hermanos eran grandes, y no se detuvo mucho tiempo en ellos. El único al que no pudo ingresar fue al de Charles, e intuyó que él dejó todo cerrado cuando salió del castillo. Tristán apretó los labios con impotencia, desesperando por no encontrar a Amelie. Incluso, revisó los patios y establos del castillo; sin hallar rastros de su vecina. Parecía que la tierra se la había tragado.
Después de haber observado por primera vez el castillo desde afuera, muchas cosas empezaron a encajar para Tristán. La falta de luz eléctrica, agua potable y conexiones de desagüe; además de la gran cantidad de sirvientes y sus tratos señoriales. Su ropa y la forma tan diferenciada de vestir de las personas en el castillo. Todo se asemejaba al estilo de vida que había en los siglos diecisiete y dieciocho. Él no se explicaba cómo, y todavía le parecía una locura; pero de alguna forma, regresó en el tiempo y quedó atrapado en el pasado. Tris dejó de pensar que estaba muerto, para creer algo mucho peor. Solo le faltaba descifrar cómo llegó ahí, y si existía alguna forma de regresar a su vida normal.
En un inicio, supuso que terminó en una familia adinerada de la zona. Terratenientes o personas de alcurnia. Sin embargo, todo cambió cuando se dio cuenta que Anna y Thomas no se retrataban con coronas por simple vanidad. Ellos usaban coronas la mayor parte del día, y hablaban como si fueran de la nobleza. A pesar que le parecía extraño, Tristán despertó como el hijo de los reyes de un lugar que ni siquiera conocía.
Tristán inspeccionó la habitación de sus falsos padres el cuarto día de búsqueda, comprobando su teoría. Su recámara se encontraba en el segundo piso del castillo, mientras que la de él estaba en el tercero. Se sorprendió al notar que la puerta estaba abierta, y constató que no hubiera nadie cerca antes de entrar. La cerró tras de sí con cuidado, escaneando el lugar con la mirada. Era mucho más grande que la suya, y estaba pintada con colores similares.
Un cuadro de la pareja reposaba en la pared frente a la cama, ocupando casi todo el lado. Ambos se veían felices; pero los ojos de Anna parecían brillar en la pintura. El verde con que los colorearon resaltaba más que las joyas en las coronas de ambos. La de Anna tenía incrustaciones de zafiro, mientras que la de Thomas presentaba un par de esmeraldas.
Tristán notó, con el rabillo del ojo, que algo brillaba cerca suyo. Giró a la derecha y divisó dos pedestales a varios metros de la ventana. Estos eran de mármol, e imitaban la forma de las antiguas columnas romanas. En la parte superior, habían colocado unas almohadillas de color rojo y, sobre estas, reposaban las coronas. Él se acercó para verlas mejor, y no se resistió a tocarlas.
Ambas estaban hechas de oro, con incrustaciones de piedras reales. Fueron trabajadas con sumo cuidado, mostrando que cada parte había sido enhebrada a la perfección. La de Anna era más pequeña y delicada; y parecía más una diadema que una corona en sí. Tristán recordó a Rebecca una vez más, pensando que Anna no era tan mala madre como creyó al inicio. Era un tanto asfixiante y exagerada, pero se preocupaba bastante por él.
Tristán devolvió la corona a su lugar y tomó la de Thomas. La acercó a su rostro para observarla mejor, analizándola a detalle. Era más pesada de lo que parecía, pero eso era normal al ser más grande que la de su esposa. La base era ancha, además de tener una esmeralda brillando en el centro. Tris sintió mucha curiosidad y, sin meditarlo mucho, se colocó la corona. Era muy grande para su cabeza, y le incomodaba un poco; pero la mantuvo puesta varios minutos. Evitó moverse para que no se le cayera, y elevó la cabeza. No sabría qué hacer si rompía la corona de su falso padre.
—Vaya, parece que ya te estás acostumbrando a la idea —escuchó una voz gruesa tras él.
Tristán se sobresaltó al oír eso. Se quitó la corona con velocidad y giró para ver quién había hablado. Era Thomas.
—Yo... yo... solo quería... —él se trabó con sus palabras y prefirió callar. Sintió como su cara comenzaba a enrojecerse debido a la vergüenza.
Thomas se acercó a él con calma. Tomó la corona de las manos de su hijo y le sonrió. Aunque no esperaba eso, le complacía verlo usándola.
—No tienes que disculparte, Nick—. Le dio una palmada en el hombro y se puso la corona—. Tú tendrás la tuya algún día —había orgullo en su voz.
Tristán sonrió con temor. Él esperaba que ese día no llegue jamás. Ya se sentía como un bicho raro en el castillo, como para tener que soportar la presión de llevar la corona. Por suerte, él no era el mayor de sus hijos, y eso lo tranquilizó. A pesar que él planeaba regresar pronto a su hogar, sabía que Charles sería quien se convertiría en el próximo rey.
—Ven, acompáñame —continuó Thomas, acercándose a la puerta.
El chico lo siguió a paso lento, evitando hacer ruido. Thomas iba hablando sobre el gran trabajo que él había hecho como rey desde que subió al trono, pero Tris no le prestó mucha atención. Todavía no terminaba de asimilar que era de la nobleza.
Unos guardias, con lanzas en las manos, hicieron una reverencia antes de abrir las puertas de un gran salón. Thomas ingresó primero, e hizo un ademán con la mano para que su hijo entre también. Tris se asombraba más con cada habitación nueva que recorría. Estaba en, lo que imaginó, era la sala del trono. Dos tronos enormes, hechos también de oro y con asiento acolchado, se erguían en la parte trasera del lugar.
—¿Quieres sentarte en uno? —Preguntó Thomas al ver que su hijo no despegaba la vista de estos.
Tristán demoró en responder, pero negó con la cabeza.
—No, estoy bien así.
Thomas le indicó que lo siga hasta la mesa que estaba cera a una de las esquinas del lugar, y él lo hizo. El hombre sacó un mapa y lo extendió sobre la mesa. Tristán lo observó con detenimiento; y descubrió que se encontraba en una isla. La isla parecía estar dividida en dos dominios diferentes, uno mucho más grande que el otro, pero ambos tenían nombres extraños.
Tristán no reconocía ninguno de los lugares que veía en el mapa, pero una idea llegó a su mente. Nunca fue muy bueno con la geografía, pero necesitaba saber el lugar en que se encontraba. Quizás, esa isla se hallaba cerca de América o Europa.
—Padre, no recuerdo bien como ubicarme en el mapa— mintió—, ¿en dónde estamos? — preguntó mirándolo a los ojos. Trataba de mostrar confianza en su hablar.
—Estamos aquí— Tom sonrió y señaló el dominio más grande en el mapa—. Nick, todo el Valle de Kauyen es nuestro; y si las cosas salen como lo planeamos, Sarauta regresará pronto a nuestro poder.
Tristán dio otra ojeada al mapa y sintiéndose desconcertado. La isla se llamaba Kauyen, y él era su príncipe. Nunca antes escuchó ese nombre, y no supo qué más preguntar. Lo único que lo alivió, fue saber que él no era el siguiente en la línea de sucesión.
El hombre comenzó a explicarle los pequeños pueblos que pertenecían a Kauyen, y que algunos de ellos, estaban bajo el poder de duques. Tris entendía a medias lo que le decían; sin embargo, fingió asombro en todo momento. La mayoría de lugares tenían nombres impronunciables; y él no sentía mucho interés en conocerlos todos.
Tristán continuó recorriendo el castillo, con más preguntas que antes. La cabeza le dolía cada vez que recordaba que era un príncipe, y resolvió dejar de pensar en eso. Él escuchó nombrar varias veces a una mujer llamada Ofelia, que era el ama de llaves del castillo. La imagen de Amelie regresó a él, y pensó en preguntarle por ella. Aunque no quería llamar la atención de los demás, no tenía más alternativa que esa. Necesitaba encontrar alguna pista del paradero de su vecina.
Tristán entró con paso firme a la cocina, observando a Kendra salir por la puerta trasera del lugar. Apenas ingresó, sintió un aura tensa en el lugar. Todas las jóvenes que laboraban ahí se quedaron inmóviles al verlo. Dejaron de realizar sus labores e hicieron una reverencia a modo de saludo. Él asintió ante el gesto, tratando de no mostrarse nervioso.
—Buenos días— saludó. Su voz sonó más grave de lo que esperó—. Necesito hablar con Ofelia— anunció— díganle que venga, por favor.
Las chicas se esparcieron con rapidez al oírlo. Todas buscaban al ama con desesperación, no querían ver al príncipe Dominic molesto por hacerlo esperar.
Kendra regresó al recinto precedida por Ofelia. Tris se tensó al verla, pero no lo demostró. Ella solo hizo una reverencia y volvió a salir, con una sonrisa en el rostro. Él la ignoró y fijó la vista en la mujer que estaba frente suyo.
Ofelia era una señora de edad intermedia. Tendría cincuenta años aproximadamente, y la mayor parte de su cabello era cano. Algunas arrugas se marcaban en su rostro; sin embargo, su mirar era tranquilo. Era de estatura baja y estaba subida de peso, pero eso no le impedía ser eficiente con las labores que debía realizar para la familia Van Dijk.
—Joven Dominic, buenos días—. Saludó haciendo una reverencia—. Dígame, ¿qué puedo hacer por usted?
Tristán hizo un gesto con la mano, indicándole que espere. Pidió que todas las empleadas salieran de la cocina y los dejen solos. Ellas agacharon la cabeza y obedecieron con prisa.
—Hola, Ofelia—. Saludó con duda. Él aún no sabía cómo hablar con los criados del castillo—. Quería saber si tú conocías a todas las chicas que trabajan aquí.
—Es mi trabajo conocerlas—. Repuso con confianza—. Nadie trabaja en este castillo sin que yo esté al tanto de ello.
—Bien, eso es bueno—. Sonrió—. Quiero hacerte unas preguntas sobre una chica que trabaja aquí, pero debes prometerme que no dirás nada a nadie.
—Cuente con mi discreción, su alteza— hizo una pequeña venia—. Yo le brindaré la información que necesite.
Tristán se sintió aliviado con su respuesta, pero no aminoraba los nervios que sentía por lo que estaba haciendo.
—¿Sabes si hay una chica llamada Amelie viviendo o trabajando en este castillo? —Inquirió.
Ofelia meditó la pregunta del príncipe por varios minutos. No era la primera vez que Dominic le preguntaba por una chica, pero nunca antes lo había visto nervioso. Él era de las personas más confiadas en sí mismos que conocía. Era, incluso, más seguro que Charles, el primogénito de los reyes.
—No mi señor. Nunca he escuchado ese nombre aquí—. Contestó después de recordar el nombre de todas las criadas—. ¿Está seguro que es el nombre correcto?
—Sí, ¿por qué lo pregunta? —Se cruzó de brazos.
—Hay una chica nueva trabajando en el castillo. Se llama Amanda, y lleva un mes con nosotros.
—¿Y cómo es Amanda?
—Es de estatura media, un poco más alta que yo—, indicó con la mano la altura aproximada de la chica—. Es de piel trigueña; además de tener el cabello negro y los ojos del mismo color—. Explicó—. ¿Es a ella a quién está buscando?
Tristán maldijo internamente. Sus esperanzas morían un poco más cada día que pasaba. Se cuestionó si darle o no la descripción física de Amelie a Ofelia, pero al final lo hizo. Quizás, ella sí estaba en el castillo; pero al igual que él, tendría otro nombre en esa nueva realidad.
—No, no—. Negó con la cabeza—. Yo estoy buscando a una chica alta, de cabello rojizo y ojos celestes. Ella tiene la nariz respingada y es bastante delgada. ¿Conoces a alguien así?
Ofelia no tuvo que pensar mucho esa vez. Sabía que nadie en ese castillo concordaba con la descripción que el príncipe daba.
—No, lo siento—. Agachó la cabeza brevemente—. Ninguna de las chicas que aquí trabajan tiene esos rasgos. Pero dígame, ¿hay algún motivo especial por qué la está buscando? ¿Es alguien a quien debo despedir?
—Preferiría mantener esa información para mí— dijo serio. No pensó que el ama fuera tan curiosa—. Solo diré que no la busco por algo malo—. Sonrió tenso, sin mostrar los dientes—. Gracias de todas formas por la información; puedes retirarte y decirle a las chicas que regresen a sus labores.
Ofelia asintió e hizo una reverencia. Vio al príncipe salir por la puerta trasera de la cocina, y ella se apresuró a llamar a las cocineras. La actitud de Dominic la había sorprendido. Él nunca daba las gracias, mucho menos a los empleados. El ama lo tomó con diversión y pensó que era bueno que el príncipe esté aprendiendo modales; aunque ya era algo tarde para eso.
Tristán se mantuvo alejado de las personas el resto del día. No sentía ánimos para conversar con los demás, y quería despejar la mente estando solo. Tenía muchas cosas para meditar; muchas dudas y muy pocas respuestas. Él sentía que daba vueltas en círculos, que no llegaba a ningún lado, y la incertidumbre lo estaba matando. Salió al patio del castillo y disfrutó de la brisa y el brillante sol en el cielo. Se sentó en el pasto, cerca de la parte trasera de los establos, y recordó todo lo que había hecho desde que despertó. Necesitaba idear un nuevo plan, pero debía analizar muy bien las cosas para eso.
Tristán regresó a su habitación en la noche, cansado. El día había sido largo, pero él no se rendiría. Se cambió de ropa, poniéndose la que usaba para dormir, y entró a su cama. Aún era temprano, pero Tris ya estaba listo para dormir. Él necesitaría toda la energía posible para el día siguiente. Estaba decidido a ir al pueblo y, aunque la idea aún le aterraba, no desistiría en su búsqueda. Además, recordar a su madre había aumentado su motivación por encontrar una salida de ese lugar. Él haría cualquier cosa por volver a ver a su realidad; incluso si eso implicaba fingir que ser el príncipe de una nación.
¡Hola!
Aquí está el capítulo 07
¿Qué opinan de Tristán?
¿Qué teorías tienen?
No se olviden de votar, comentar y compartir para llegar a más personas.
Les mando un abrazote
Nos leemos pronto
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