CAPÍTULO 06

La oficina del jefe de policía era grande, y de color verde. Un escritorio de cedro ocupaba la mayor parte del lugar, haciendo que el espacio se viera reducido. Varios estandartes con banderas, ubicadas a un lado de la puerta, adornaban el recinto. El lugar proyectaba todas las malas noticias que se habían dado ahí. 

El jefe de policía era de estatura media y acababa de cumplir cincuenta años. Tenía pocas arrugas en su piel, pero la mayoría de su cabello era cano. Él había acomodado varios archivos sobre su escritorio, colocándolos por orden de importancia. Sin embargo, su atención estaba en otro lado. El hospital acababa de enviar un reporte médico de los jóvenes del accidente en la carretera, y debía comprender lo que leía antes de hablar con las familias. 

Rebecca y Michael estaban sentados, tomados de la mano, frente al comisario. Ellos llegaron unos minutos antes de la hora indicada, impacientándose por la demora de su vecina. El oficial dijo que no hablaría hasta que estuvieran los tres, y solo les quedó esperar. 

Michael miró su reloj varias veces, desesperándose. Necesitaba saber qué habían averiguado los policías, y cada minuto que corría se le hacía eterno. Él se sintió tentado a hablar con el oficial, y pedirle que comience, pero no se atrevió. El comisario Harrison parecía ser un hombre duro, y temió molestarlo. Michael pensó que el policía se negaba a hablar por pereza, y que prefería tener a las dos familias juntas para evitar dar el mismo discurso dos veces. Él revisó su reloj una vez más, cuestionándose el tardar de su vecina. No comprendía cómo es que podía llegar tarde a una cita como esa. 

Frances entró con premura al despacho, con veinte minutos de retraso. Su cabello aún estaba mojado debido a la ducha que tomó; pero no se había molestado en peinarse correctamente. Llevaba un vestido anaranjado suelto, que combinaba con su cabello, y unos zapatos bajos a juego también. Su rostro reflejaba cansancio y preocupación, dando la impresión de no haber dormido bien por días. 

—Lamento la demora— dijo agitada—. Espero no haberme perdido de algo importante.

—No, señora, no se preocupe—. El oficial Harrison le sonrió, e hizo un ademán para indicarle que se siente—. Recién vamos a comenzar—. Tragó saliva con dificultad—. Antes que nada, quiero decirles que, por el momento, solo tenemos teorías. No hemos esclarecido los hechos del todo, y por eso, necesitamos su ayuda. 

—Está bien, nosotros ayudaremos—, Rebecca contestó con premura—, pero por favor, díganos que averiguó. 

Rebecca sentía un nudo en el estómago, y le aterraba cualquier cosa que el oficial estuviera a punto de decir. Tenía demasiadas dudas en la cabeza, y seguía preguntándose cómo fue que Tristán terminó en una carretera desierta. La cabeza le dolía, y solo esperaba que la policía termine de aclarar los hechos. 

Harrison se aclaró la garganta antes de hablar.
—Son varias cosas que deben saber—. Expresó—. En cuanto al reporte del estado del auto, los dos neumáticos de atrás se reventaron debido a la fricción. Además, las huellas en la pista indican que derraparon varios metros antes de chocar—. Explicó. 

El oficial tomó uno de los archivos que tenía, y sacó varias fotos de su interior. Estas eran del auto antes de ser remolcado. Los jóvenes ya no estaban en el interior, sin embargo, el auto se encontraba destrozado. Las puertas delanteras fueron removidas para poder sacarlos, y las colocaron sobre el capó. En otra de las fotografías, se veían las marcas del derrape en la carretera; además de los neumáticos pinchados y los rines abollados. 

El oficial entregó las fotografías a los padres. Ellos las tomaron con nerviosismo, y analizaron vacilantes. Los ojos de Rebecca se pusieron vidriosos mientras ella observaba el auto de su hijo. El ver cómo quedó el vehículo, hizo que se dé cuenta de la fuerza con que debieron chocar. 

—Revisamos también los frenos, la palanca de cambios, mecanismo interno, y todo lo que no se hubiera dañado durante el choque—. Harrison continuó hablando—. Todo estaba en perfecto estado; por lo que descartamos la posibilidad de sabotaje por parte de alguna tercera persona. Con esto, la responsabilidad del accidente también cambia. 

—¿Qué quiere decir con eso? —Inquirió Michael, cruzándose de brazos.

—Tristán iba en el asiento del piloto y, aunque no estoy diciendo que lo hizo a propósito, todo indica que el causante del choque fue él mismo—. El oficial repuso—. No encontramos más huellas, ni piezas que pertenezcan a otro auto que no fuera el de su hijo...

—No vine aquí para escucharlo decir incoherencias como esa— Michael lo interrumpió y se levantó en un salto, empujando la silla involuntariamente. Esas no eran las respuestas que él quería escuchar. 

—Mike, cálmate, por favor— pidió su esposa, tomándolo del brazo. 

—Señor Powell, agradecería que no haga un escándalo dentro de la comisaría y vuelva a sentarse— Harrison señaló la silla con una mano, y se frotó la sien con la otra. Él estaba empezando a perder la paciencia.

Michael musitó algo indescifrable y volvió a sentarse. Él no permitiría que la policía sindique a su hijo como el responsable de todo lo que ocurría. Ya tenía suficiente con la prensa amarillista y todos los reportajes que hacían. 

—¿Hay algo más que pudieron averiguar? — preguntó Rebecca, con calma—. Quizás Tristán se distrajo y eso provocó el accidente, pero no creo que solo nos hayan hecho venir por eso.

Harrison sacó un expediente del cajón del escritorio. Dio una lectura rápida antes de contestar. 
—No, claro que no— fingió sonreír—, como decía antes de ser interrumpido, ya sabemos que no hubo más implicados; pero aún nos falta descubrir el porqué. Es por eso que nuestros técnicos lograron sacar el GPS del auto y arreglarlo. El último destino que registra es la calle Bluetale, en Freanway—. Él leyó la dirección—. Eso explica por qué los encontramos en aquella carretera; pero nos deja más dudas. ¿Ustedes saben por qué sus hijos irían a ese poblado? 

—No, no lo sé—. Ella agachó la cabeza y meditó la pregunta algunos segundos—. Mi hijo nunca mencionó algo sobre esa ciudad. No sé por qué iría para allá. 

El oficial giró el folio para mostrarles el reporte que estaba leyendo. Señaló uno de los párrafos con el dedo antes de continuar.
—En sí, el GPS registra dos direcciones el día del accidente. La primera, que es del Centro Comercial Summer Joy, fue ingresada a las seis con treinta y ocho minutos de la mañana. Aproximadamente, media hora después, es colocada la segunda dirección; y con esto, ellos cambian de camino para dirigirse a Freanway—. Tosió un poco—. Es por eso que les pregunto una vez más, ¿ustedes tienen alguna idea de por qué sus hijos irían a ese poblado?

Frances se acomodó en su lugar antes de hablar.
—¿Está seguro de lo que está diciendo? — cuestionó con la voz elevada—. Mi hija es alguien muy obstinada con las decisiones que toma. Ella llevaba semanas hablando de la entrevista que tendría en Summer Joy. No se dejaría convencer tan rápido de ir a otro lugar.

La sangre de Michael hirvió al escucharla. Era suficiente con que el oficial culpe a Tristán por todo, como para también soportar las intrigas de Frances.
—¿Quieres decir que fue idea de Tristán cambiar la dirección? —Inquirió, más enojado que antes. 

—Yo no insinúo nada—, Frances contestó, estirándose en su asiento—, solo digo que me parece muy extraño que mi hija haya decidido ir por otro camino en el último minuto. 

Rebecca hizo un ademán con la mano para que ambos guarden silencio. Ella no tenía ánimos como para soportar una pelea.
—Por favor, cálmense los dos. No necesitamos más discusiones con todo lo que está pasando. 

—No, Becca—. Michael repuso, girando para ver a ambas mujeres—. Tris tuvo la amabilidad de llevar a su hija a esa entrevista. Él solo quería hacerle un favor, y Frances quiere culparlo por todo lo que está pasando. Nuestro hijo tuvo un buen gesto con su hija— la señaló—, pero parece que se han empeñado en poner a Tristán como el malo en todo esto. 

Rebecca enmudeció al oír eso. Ella sabía que Tristán no quería llevar a Amelie a la entrevista. Y también sabía que ella deseaba ir sola. Un dolor punzante apareció en su corazón. Ella comenzó a sentirse culpable de lo que estaba sucediendo. Si no hubiera presionado tanto a su hijo, ambos jóvenes estarían despiertos en esos momentos. 

—Escuche, yo nunca dije que su hijo fue quien cambió la dirección, porque eso no lo sabemos—. Harrison habló con calma, esperando apaciguar la tensión en su despacho—. Solo pregunté si sabrían por qué ambos jóvenes decidieron ir a otro lugar—. Miró a Frances, e hizo hincapié en cada palabra que dijo.

Frances agachó la vista. No tenía ganas de decir algo más. 
—Continúe con lo que averiguó, por favor— habló con voz queda.

—Uno de mis oficiales, el que conversó con ustedes en el hospital, me comentó lo de la entrevista. Encontramos unos papeles en el auto, lo que confirma sus palabras; pero Amelie nunca llegó al centro comercial—. Explicó Harrison—. Después de eso, pensamos que ellos eran una pareja que planeaba hacer un pequeño viaje a un poblado vecino; era lo único que tenía sentido para nosotros. Creímos que iban con intención de adquirir una vivienda allá, y por algún motivo que desconocemos, ella no fue a la entrevista. Pero, ahora que los escucho, ya no estoy tan convencido de esa teoría. 

Rebecca miró de reojo a Michael, y le dio la mano. Ella conocía la mirada que su esposo tenía, una mirada de enojo y decepción. Sabía que a Mike le desagradaban Frances y su hija, y que por eso le desagradaba la conclusión a la que los policías habían llegado.

—Oficial, mi hijo apenas tiene veintiún años, y Amelie tiene diecinueve—. Señaló Becca con sosiego—. No tendría sentido que quieran adquirir una vivienda a esa edad. Menos cuando ni siquiera son pareja. Además, mi hijo lleva meses saliendo con una chica de su universidad, y hasta donde yo sé, ellos no tienen planes de comprometerse, o querer vivir juntos— añadió. 

Harrison rascó su mentón, mientras pensaba qué decir. Él hablaría seriamente con los tres agentes que se encargaron de analizar el caso Taylor-Powell. Su situación se volvía cada día más mediática, y él agradeció no haber declarado ante la prensa aún. Se alegró también de no haberles mencionado la teoría de un posible secuestro, aunque esta fue desestimada días atrás.

—Freanway es conocida por la baja población que tiene. Es por esto que las viviendas de allá son muy baratas, y la mayoría de propietarios son parejas jóvenes. Además, es en la calle Bluetale y en las dos aledañas, en donde hay varias propiedades en venta—. Dijo el  jefe de policías—. Eso nos llevó a pensar que, tal vez, ellos estarían interesados en adquirir una vivienda allá. 

—Mi hija no planeaba irse de la casa —respondió Frances con pena en la voz—. Ella solo quería conseguir un empleo con un mejor pago, ya que ella acababa de renunciar al último trabajo que tuvo. Lo que usted dice, no concuerda con los planes que tenía Amy. 

El oficial tragó saliva con dificultad.
—Entiendo lo que dicen, y lamento si nuestras investigaciones no han llegado a un punto claro para ustedes. Les prometo que seguiremos indagando, y con lo que ustedes han dicho hoy, podemos unir las piezas de todo esto con mayor rapidez —. Dijo y sonrió—. Lo único que tenemos claro es que, por evitar chocar con la enorme piedra que bloquea el camino, Tristán cambia de dirección con brusquedad. Esto causa que derrapen en el pavimento y terminen impactando contra el árbol; lugar donde fueron encontrados. Solo nos queda una duda más, y es que, aquella roca puede verse con muchos metros de anticipación. Todos en la comisaría nos preguntamos cómo es que no la vieron con anterioridad. Solo nos queda esperar a que sus hijos se levanten, y ellos puedas esclarecer el panorama para nosotros.

Rebecca y Michael asintieron ante las palabras del oficial, mientras que Frances se cruzó de brazos. Ella seguía pensando que Tristán era el único responsable por lo que le estaba pasando a su hija. 

—Hay algo más que deben saber— comentó el oficial cuando notó que Frances le extendía la mano para despedirse—. Cuando revisamos los documentos del Tristán, notamos una pequeña irregularidad, por decirlo así.

—¿Con qué? — Inquirió Michael sorprendido—. Mi hijo tiene todos los papeles en regla. No puede existir una irregularidad.

Harrison abrió uno de los cajones de su escritorio y sacó un sobre manila pequeño. Revisó de reojo el contenido, y le entregó el sobre a Michael. Él lo tomó, y vació el contenido sobre la mesa. Cayó una mica plástica con papeles dentro. Él sabía qué documento era el que tenía en la mano.

— Le sugiero que revise esos papeles, por favor—. Respondió el oficial con sorna.

Michael sacó los documentos de la mica y comenzó a revisarlos. Eran del seguro contra accidentes de tránsito. Él los leyó con rapidez, pero no encontraba algo extraño en ellos.

 —No entiendo. ¿Por qué me da esto?

—Entiendo que, por todo lo que están pasando, quizás no hayan prestado mucha atención a la fecha, pero hoy es ocho de marzo—. Repuso Harrison—. El seguro venció hace dos semanas; un par de días antes del accidente. 

—¡¿Qué?! —Preguntó Rebecca, casi gritando—. Tristán siempre fue muy responsable con sus pagos, es imposible que no haya renovado el seguro—. Mencionó, revisando la fecha en los papeles.

El oficial se cruzó de brazos.
—Nos hemos contactado con la empresa, y uno de los asesores confirmó la mala noticia. Su hijo no renovó el seguro por un año más, y es por eso que ellos no se harán cargo de los gastos del hospital. 

Michael comenzó a sentir un fuerte dolor de cabeza. Ya tenía suficientes problemas, y ahora, se le sumaba uno más.
—¿Y quién cubrirá los gastos? —Preguntó con voz desesperada—. Mi hijo será sometido a una cirugía muy costosa en un par de días. 

—Lamento decirlo así, pero, el auto pertenecía a Tristán; y quien manejaba era él—. Afirmó Harrison después de aclararse la garganta—. Según la ley, el conductor, o en este caso, su familia; deberán cubrir con los gastos del accidente. Lamento ser yo quien les avise, pero ustedes deberán hacerse cargo de los gastos médicos de su hijo, y de la señorita Amelie Taylor también. 

Rebecca rompió a llorar en la oficina del jefe de policía, consternada. En su mente, su única preocupación era que su pequeño se mejore; que Tristán despierte y sea el mismo joven de siempre. Ahora, un nuevo problema azotaba a su familia y, aunque ellos no estaban mal económicamente, temía no poder cubrir con todos los gastos del hospital. Rebecca abrazó a su esposo, y continuó llorando en su hombro. Ambos sabían que tiempos más difíciles vendrían, y que esa noticia, solo era el inicio del fin. 

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