CAPÍTULO 02

Llamaron a la puerta cinco veces antes que Rebecca pudiera llegar a ella. Giró la perilla con dificultad, usando la mano izquierda; mientras sostenía los platos que usaría para la cena con la derecha. No entendía quién podría estar tocando a esa hora; sus dos hijos tenían llaves de la casa. 

—¿Quién es? —Preguntó, esforzándose por ver a la persona frente suyo.

—Rebecca, soy yo—. Repuso nerviosa una señora de cabello rojizo y contextura delgada; de pie sobre el tapete de la entrada. Tenía un cigarrillo entre sus labios, y el cabello alborotado.

Becca se alarmó por la apariencia de su vecina. Hacía mucho que no la veía tan mal. 
—¿Qué pasó, Frances? —Curioseó ella, con suavidad. 

Frances Taylor era la madre de Amelie y, físicamente, se parecía bastante a ella. Tenía el mal hábito de fumar; aunque muchos la conocían por su inestabilidad emocional. Desde que su esposo la abandonó, cuando Amy era una niña, ella había cambiado de pareja más veces de las que se podía contar. Rebecca no la juzgaba, pero sabía que ella tuvo más días malos, que buenos. 

—Es... es mi hija—. Repuso Frances entre pausas—. Amelie salió muy temprano en la mañana a una entrevista de trabajo que tenía; pero aún no ha regresado. Falta poco para las seis de la tarde, y tengo un mal presentimiento—. Dijo todo de una sola respiración; llenando de humo la entrada de los Powell.

Rebecca contuvo las ganas de toser, y continuó pensando en lo que dijo su vecina. Tristán tampoco había regresado; pero creyó que fue porque seguía con su novia. No se imaginó que Amelie también continuaría fuera; y le pareció nula la posibilidad que ellos estén juntos en esos momentos.

—Mejor pasa, y toma asiento en la sala—. Pidió ella, haciendo una seña con la cabeza. 

Frances ingresó, dando otra pitada al cigarro; sin embargo, no se sentó. Con la mano libre, intentó acomodar su cabello en el moño que tenía hecho; pero solo lo enredó más. 

—Si vine a verte—, continuó ella—, es porque mi hija no me contesta el celular y tampoco he hablado con ella desde que se fue. Pensé que tal vez tú, o tu hijo, sabrían algo de Amelie.

Rebecca sostuvo la vajilla con ambas manos antes de contestar.
—Bueno; la verdad es que en la mañana me encontré con Amelie y me contó a dónde iría, así que le dije a Tristán que la lleve hasta allá—. Narró—. No sabía que ella no había regresado.

La mujer sintió un poco de alivio al oír eso, y esbozó una leve sonrisa. Finalmente, tendría noticias de su hija. Ellas tuvieron una fuerte discusión en la mañana; y no quería que Amelie pasara la noche fuera de casa. Por primera vez, en mucho tiempo, Frances quería arreglar las cosas con ella.

—¿Podrías preguntarle a tu hijo por Amelie? —Solicitó, viéndola a los ojos. 

—Tristán tampoco ha vuelto a casa, pero es porque está con su novia—. Explicó Rebecca, aclarando su garganta—. Voy a llamarlo, y te diré lo que me dijo—. Sonrió, viendo a Frances asentir.

Becca sacó el teléfono de su bolsillo, y marcó el número de su hijo con dificultad; los platos le incomodaban. La llamada iba directamente a la casilla de voz; indicándole que Tristán tenía el teléfono apagado. Ella se extrañó; él siempre tenía el móvil encendido y rara vez perdía una llamada. Continuó intentándolo, sin éxito alguno, y empezó a preocuparse. Resolvió llamar a Harmony, y preguntarle por Tris. Quizás, ellos estaban juntos. 

—¿Señora Rebecca? —Preguntó una voz dulce al otro lado de la línea. Ella contestó casi de inmediato. 

La mujer se sintió aliviada al oírla; finalmente alguien respondía el teléfono. 
—Harmony, hola— saludó amablemente—. Hija, te llamaba porque quería saber si Tristán sigue contigo, en tu casa; o si ya salió de ahí. 

La joven emitió un leve ruido, asombrada. 
Lo lamento, pero no he hablado con Tristán desde ayer—. Repuso, con curiosidad en sus palabras—. Él no ha venido por mi casa—. Complementó—. ¿Por qué la pregunta? ¿Ha pasado algo malo? —Cuestionó. 

Rebecca negó con la cabeza, olvidándose que Harmony no podía verla. Se despidió de la joven, diciéndole que no se preocupe, y colgó la llamada. Ella era buena; pero hablaba demasiado y Becca no tenía ganas de conversar con nadie. Estaba empezando a preocuparse, y decidió marcarle una vez más a su hijo, esperando que él haya encendido su celular. 

El ruido del televisor inundó la sala, llenando el silencio que crearon ambas mujeres. Rebecca había olvidado que lo dejó encendido, y el sonar de las noticias, la alteró. La única voz que quería escuchar era la de Tristán. 

—Fran, ¿podrías, por favor, apagar el televisor? —Pidió, intentando mantener la calma—, me estoy alterando por la bulla.

Frances se acercó en silencio a la sala; sentándose junto al control. Lo tomó, y dirigió la vista hacia la pantalla; notando algo que llamó su atención. Estaban enfocando un auto azul, y ella sintió que este se le hacía familiar. Subió el volumen, apagando el cigarrillo en la suela de su zapato. Algo dentro de ella le decía que debían ver el reportaje.

—Te dije que lo apagaras—. Rebecca elevó la voz; alejándose de la bocina de su teléfono. El nerviosismo aumentó.

—Shhh—, Siseó la mujer, señalando el televisor—, escucha las noticias; creo que dirán algo importante—. Masculló, sin ponerle atención a su vecina.

Rebecca dio un paso hacia adelante, dejando caer su celular en el mueble. Frances se notaba muy segura de lo que decía, y pensó hacerle caso. Acomodó los platos en sus brazos, ayudándose de la mano que tenía libre, y llevó la vista a la pantalla. El noticiero apenas iniciaba, y Frances continuaba aumentando el volumen.

«Muy buenas tardes, queridos televidentes—. Saludó la reportera, mirando fijamente la cámara—. En esta oportunidad, iniciamos el programa brindándoles nueva información sobre el accidente que sucedió hace algunas horas en un desvío de la carretera principal; específicamente, en la pista que nos conecta con el pueblo de Freanway—. Habló; antes que transmitan un vídeo del choque, enfocando un auto completamente destrozado. Se notaba que fue filmado varias horas atrás—. Recordemos que la policía ya ha identificado a los heridos; sin embargo, todavía no han liberado esa información a los medios. Lo que se sabe, por el momento, es que se trataría de una pareja joven, a bordo de un auto Toyota del año dos mil diecinueve; con placas M8U-632. Ella leyó el dato de una hoja de papel—. Cabe resaltar la gran labor de rescate realizada; pues los jóvenes fueron llevados hace varias horas al Hospital General; apenas teniendo signos vitales. Si no fuera por Allan Díaz, el granjero que los encontró y dio parte a la policía, quizás ellos ya no se estarían con nosotros. La reportera pasó saliva con dificultad; revisando los apuntes que tenía—. Y ahora, nos enlazaremos con nuestra corresponsal, quién nos brindará más información desde las afueras del hospital.»

El estruendo de los platos rompiéndose contra el suelo, y haciéndose añicos, hizo que ambas mujeres vuelvan a la realidad. Rebecca se dio cuenta que acababa de romper medio juego de loza, pero no le importó. Sintió que su corazón se estrujaba fuertemente dentro de su pecho; negándose a aceptar la realidad. Ese no podía ser el auto de su hijo; simplemente, no podía. 

—No crees que se trate de ellos, ¿verdad? —Preguntó Fran con un hilo de voz; temiendo la respuesta que podría escuchar.

—Esa... esa es la ma... matrícula del auto de Tristán— Sollozó con fuerza, deseando que fuera mentira. Se le dificultaba respirar y sentía que el corazón se le saldría del pecho en cualquier momento.

Rebecca cayó de rodillas al suelo y comenzó a llorar con fuerza. Se rehusaba a creer que Tristán era el joven accidentado, y pensó que, mientras no dijeran su nombre en las noticias, todo estaría bien. Sollozaba y gritaba cada vez con más fuerza, aferrándose a la última gota de esperanza que le quedaba. Le pidió a su vecina que vuelva a intentar llamar, confiando que ya atenderían. Debía existir alguna explicación para que ellos no estuviesen dentro del auto. 

Frances asintió y sacó su teléfono del bolsillo. Le temblaban las manos y tenía la vista nublada debido a las lágrimas. Casi no veía los números en la pantalla, pero consiguió realizar la llamada. Otra vez, la mandaba al buzón de voz; indicándole que ella no prendió el teléfono desde la última vez que intentó llamarla. La desesperación y el pánico aumentaron, sintiendo cómo le arrancaban un pedazo de su vida. Amelie era su única hija, y no soportaría perderla.

«Los oficiales acaban de revelar la identidad de los dos jóvenes implicados—. Habló la reportera que se encontraba en el hospital; captando la atención de ambas mujeres. Rebecca gateó como pudo hasta el control, y subió el volumen—. El conductor responde al nombre Tristán Julius Powell, de veintiún años de edad; mientras que la chica es Amelie Theresa Taylor, de diecinueve—. La pantalla se dividió en dos, mostrando sus fotografías—. Cada segundo que pase es crucial en la vida de estos jóvenes, que se debaten entre la vida y la muerte.»

El grito que Rebecca dio, al ver el nombre de su pequeño, se pudo oír en toda la cuadra. Ella tiró el control contra el suelo con fuerza, después de apagar la televisión; destrozada por saber que sí se trataba de su hijo. No quería escuchar más, ni ver cómo los medios cubrían la noticia. Solo quería despertar de esa horrible pesadilla, y que alguien le avisara que su hijo estaba bien. Ella deseaba que Tristán ingrese a la casa en ese momento, y le dijera que las noticias mentían. Se le desgarraba el alma con cada lágrima que soltaba, y no podía pensar con claridad. Frances se arrastró por el suelo; llegando al lado de Rebecca y abrazándola con fuerza. Ambas lloraban incesantemente, sin saber qué más hacer. 

La puerta se abrió con lentitud, mostrando a un joven de cabello negro en la entrada de la casa. El muchacho tenía los ojos verdes al igual que Tristán, pero era más bajo que él. Se asustó al ver los platos rotos en el suelo, y a su madre sollozando junto a estos, abrazada de la vecina. 

—¡Mamá! —Exclamó, corriendo hacia ella—. Mamá, ¿estás bien? —Se arrodilló a su costado y le dio la mano—. ¿Qué pasó? —Preguntó, mirando a Frances; aunque ella se notaba igual de alterada.

La mujer apenas pudo distinguir la silueta de Gael, su hijo mayor. Por un momento, ella tuvo la esperanza que se tratase de Tristán.
—Tu... tu hermano—, balbuceó, apenas audible.

—¿Qué pasa con mi hermano? —Inquirió él, confundido—. ¿Qué pasó con Tristán?

Rebecca trató de secar sus ojos y nariz en las mangas de su polo. Tragó saliva con dificultad y aclaró su garganta antes de hablar. 
—Tu hermano ha tenido un accidente— dijo pausadamente, esforzándose por vocalizar bien las palabras—. Debemos ir al Hospital General, ahora—. Pidió, recordando dónde atendían a su hijo. 

Gael asintió, anonadado. Las palabras de su madre lo pasmaron; apenas pudiendo procesar lo que dijo. La información que ella le dio fue demasiado escueta, y él no entendía qué tan grave pudo ser. Cuando estaba de regreso, oyó por la radio la noticia de un choque en una carretera lejana; pero no le puso importancia, y cambió de emisora. En ese momento, él solo rogaba que no fuese su hermano de quien hablaban los medios. 

El joven se levantó con rapidez, tratando de mantener la calma. Gael sabía que necesitaba mantenerse fuerte para apoyar a su mamá, y la llevó hasta su auto; al igual que a Frances. Él intentaba tranquilizarse para poder manejar y respiró profundamente. El hospital quedaba lejos, y debían darse prisa.

La entrada de emergencias del Hospital General estaba repleta de periodistas y camarógrafos, tratando de obtener alguna declaración para los medios. Gael pasó de largo por la calle; buscando estacionarse frente a la puerta principal. Agradecía que ninguno de ellos supiera que, en ese auto, iban los familiares de las víctimas. Ni su madre, ni la señora Taylor estaban en condición de responder alguna pregunta. 

Gael bajó, y las ayudó a salir del auto. Dieron varias vueltas por el recinto, antes que ubiquen el área de emergencias. Dejó que su madre y su vecina busquen un par de asientos, mientras encontraba la forma de tener noticias de lo que ocurría.

—Necesito... necesito información sobre un par de personas, por favor—. Le dijo a la recepcionista, tratando de no enredarse con sus palabras—. ¿Sabe algo de los dos jóvenes del accidente? —Preguntó, sin saber por qué se refirió a ellos de esa forma. Por un instante, se le olvidó el nombre de su hermano. 

—Lo lamento, pero no puedo dar información a periodistas, o a medios de comunicación—. Repuso la mujer, dirigiendo la vista a los reporteros que trataban de ingresar. 

Gael demoró en comprender lo que le decían; aun consternado por todo a su alrededor. 
—No, yo no soy periodista—. Habló lento, sacando su billetera del bolsillo—. Soy hermano de una de las víctimas—. Entregó su identificación; esperando que no le hagan más objeciones. 

La recepcionista examinó la credencial del muchacho. El apellido y dirección coincidían con el de Tristán; además, el joven frente suyo se veía demasiado nervioso como para ser de la prensa. Ella asintió, y buscó en los archivos de la computadora el diagnóstico de los pacientes.

—Tristán y Amelie ingresaron a cirugía hace más de cuatro horas, pero ninguno ha salido—. Explicó, viéndolo a los ojos—. No tendré más información hasta que los doctores entreguen un reporte sobre el estado de tu hermano. 

Gael agradeció, recogiendo sus documentos y alejándose  de ella. Las heridas que sufrió debieron ser realmente graves, como para seguir en cirugía. Buscó a su madre con la mirada, notando que estaba sentada junto a Frances, en la sala de espera. Ella empezaba a calmarse, y Gael pensó que sería bueno invitarle una botella de agua. Rebecca necesitaba recuperar un poco de energía después de llorar tanto. Él le avisó que iría a comprar a una máquina expendedora, y ella asintió. 

—No daremos más declaraciones—. Rebecca oyó decir a un policía, cerca de la salida—. No insistan, por favor.

Tres agentes avanzaron con paso firme, escaneando todo el recinto. Frances se acercó a uno de ellos, identificándose como la madre de Amelie, y pidió información sobre lo ocurrido. Él verificó la información con sus compañeros, y llamaron a Rebecca, para decirles lo poco que sabían. Las circunstancias en que sucedió el accidente tampoco eran claras para ellos.  

—El choque ocurrió en la carretera hacia Freanway—. Anunció, después de saludarlas—. Ellos estaban más cerca de ese lugar, que de aquí. ¿Alguna de ustedes sabe por qué sus hijos irían allá? —Inquirió el oficial—. Freanway queda a más de tres horas de camino.

Rebecca negó con la cabeza; sorbiendo por la nariz. Se secó las lágrimas con un poco de papel higiénico y aclaró su garganta antes de contestar. 
—No, señor— repuso ella en un hilo de voz—. No sé por qué mi hijo estaría allí.

—¿Ellos planeaban viajar? ¿Mencionaron algo al respecto días anteriores? —Él volvió a interrogar, tomando notas en una agenda.

—Mi hija tenía una entrevista de trabajo en un centro comercial—. Frances habló pausadamente, intentando que no se le quiebre la voz—. No recuerdo el nombre exacto, pero estoy segura que estaba dentro de los límites de la ciudad.

—Y yo le pedí a mi hijo que la lleve a la entrevista—. Rebecca secundó, volviendo a secarse las lágrimas. Ella se contenía las ganas de volver a llorar, pero la incertidumbre de no saber cómo se encontraba Tristán, la mataba.

El policía asintió; y escribió los datos que le dieron para corroborarlos en la comisaría. Nada de lo que ellas decían parecía tener sentido. Si ambos jóvenes iban a una tienda, ¿cómo es que terminaron en un camino casi desierto? Varias preguntas comenzaron a surgir en su mente, pero prefirió no hacerlas en ese momento. Sabía lo duro que debía ser para ellas la situación que estaban atravesando, y no quiso sobrecargarlas con un interrogatorio completo.

—Han sido muy amables al brindarme esta información—, mencionó cuando terminó de anotar—. Lamento mucho lo que están pasando, pero créanme que haremos hasta lo imposible por descubrir las causas del accidente.

—Muchas gracias, oficial—. Frances lo tomó de las manos.

—Espero, de todo corazón, que sus hijos se recuperen—. Habló sincero, antes de retirarse.

El agente se acercó hacia donde estaban sus compañeros. Ellos habían conversado con las enfermeras de emergencias; sin obtener más datos de los que ya tenían. Él esperaba que todo se esclarezca cuando realicen el peritaje al vehículo. Hacía mucho que no veía un caso así. 

Un hombre alto, de cabello castaño, se acercó a ellas; cargando una bolsa en la mano izquierda. Rebecca corrió al verlo, abrazando con fuerza a su esposo. Escondió su rostro en su pecho, y volvió a sollozar. Michael no pudo contenerse más y también lloró, acariciando el negro cabello de su esposa. Sabía que debía ser fuerte en esos momentos, por ella y por sus hijos, pero no podía. Las lágrimas salían solas y él ya no tenía voluntad para detenerlas.

—¿Sabes algo de Tristán? —Preguntó después de unos minutos. Él ya estaba en camino al hospital cuando Gael lo llamó.

—No, aún no nos dicen nada—. Rebecca musitó. Su esposo le dio un pañuelo, y ella lo aceptó—. Seguimos esperando a que salgan del quirófano.

Michael asintió y la abrazó. La incertidumbre lo corroía, y solo esperaba que los doctores les den buenas noticias. Él no se confiaba de lo que dijeron en las noticias; sabía lo amarillista que podía llegar a ser la prensa. Vio a Gael caminar hacia ellos, con dos botellas de agua en la mano. Él le entregó una a Rebecca, y la otra a Frances. Mike saludó a su hijo; y los tres se sentaron cerca de la puerta de tamizaje.

Gael notó que su padre tenía una bolsa con objetos manchados de sangre en su interior, y sintió curiosidad por ello. Necesitaba despejar su mente, y calmarse un poco; su pulso seguía muy acelerado y la cabeza le dolía. Seguir atormentándose con lo mismo no le ayudaría, ni a su familia tampoco. 

—Papá, ¿qué es eso? —Cuestionó el joven, señalando el paquete en su mano y buscando iniciar una conversación ligera. 

—Son las cosas de tu hermano—. Repuso, con congoja en la voz—. Las tenían en recepción. Aquí están sus documentos, y su ropa; me dijeron que ya podía llevármelo. Las cosas de su hija también están allá—. Mencionó, observando a Frances. 

La mujer pelirroja asintió, pero no se movió de su lugar. Ella no tenía ganas de ver la ropa de Amelie manchada con sangre. Lo único que deseaba en ese momento, era que su hija saliera del quirófano, y poder llevarla a casa. A pesar de las constantes peleas que tenían, Frances no imaginaba una vida sin Amy.

Una enfermera joven, con el cabello recogido en una toca, se acercó a ellos. Caminaba con gran velocidad, llevando un archivo entre sus manos. Ella habló brevemente con la recepcionista, antes de girar en su dirección.

—¿Alguno de ustedes es pariente de la señorita Amelie Taylor? —Preguntó con amabilidad.

Frances asintió, asustada. Temía qué era lo que podrían decirle, y solo esperó que fuese algo bueno. 
—Yo soy su madre— habló, avanzando hacia la enfermera—. ¿Ella está bien?

La enfermera sonrió.
—Su hija salió de cirugía hace diez minutos. La están trasladando a la Unidad de Cuidados Intensivos. Por favor, venga conmigo—, pidió, haciendo un ademán con la mano—, el doctor desea hablar con usted.

Frances asintió, feliz por la noticia. Amelie había sobrevivido la operación y, aunque todavía faltaba escuchar el diagnóstico del doctor; ese ya era un gran progreso para ella.

—Señorita, espere—, habló Rebecca, poniéndose de pie—. ¿Sabe algo sobre Tristán? —Preguntó, con un hilo de voz—. ¿Tiene información sobre el chico que llegó junto a Amelie?

—Ellos entraron a quirófanos diferentes, señora—. Contestó ella, negando con la cabeza—. El chico fue llevado al ala norte, mientras que ella fue operada en el quirófano del ala este. No tengo más información que esa; lo lamento. 

Rebecca y Michael asintieron con pena, mientras veían a su vecina partir con la enfermera. Estaban hechos un manojo de nervios y sentían que, mientras más demore algún doctor en salir a darles información sobre su hijo, peores noticias traería este. 

Gael se levantó, y fue por un café; la ansiedad se mezclaba con la languidez, y hacía que le ardiera el estómago. No probaba bocado desde el medio día, pero no quería ingerir algo pesado. Le preguntó a sus padres si deseaban algo, y ambos se negaron. Los nervios no permitieron que Becca desee algo más que agua. 

Un doctor alto, con un uniforme de cirugía y manchas de sangre por toda la ropa, ingresó con actitud imponente. Se quitó la toca del cabello, y la guardó en su bolsillo antes de hablar.
—¿La familia de Tristán Powell está por aquí? —Preguntó en un grito. Él era mucho menos discreto que la enfermera.

—Aquí estamos— contestó Rebecca de inmediato, tomando la mano de Michael—. ¿Usted operó a mi hijo?

El doctor asintió, esbozando una sonrisa.
—Antes que nada, debo decir que su hijo es un guerrero. Él sobrevivió la cirugía, lo que es bueno por el momento. Pero, antes de darles más información, necesito que me acompañen a la Unidad de Cuidados Intensivos—. Pidió, dirigiéndose a la puerta por la que llegó—. Tristán se encuentra ahí porque necesitamos tenerlo en observación; y hay varias cosas que ustedes deben saber.

Rebecca asintió, e hizo una leve seña con la mano cuando vio a Gael.
—¿Eso significa que ya está fuera de peligro? —Cuestionó Rebecca, con esperanza en la voz.

El doctor sostuvo la puerta de vaivén para que los padres del paciente ingresen. Sin embargo, no permitió que el otro chico avance; no podían haber muchas personas dentro. 

—Aunque Tristán ya salió del quirófano, yo no podría asegurar que salió de peligro—. Anunció serio—. El estado en que se encuentra es crítico.

Rebecca tuvo la impresión que el aire dejaba de entrar a sus pulmones y su corazón se estremeció. Sintió cómo sus piernas flanqueaban, e hizo un esfuerzo grande para no caer. Ella debía permanecer fuerte y tranquila hasta ver a Tristán. Michael la abrazó con fuerza por los hombros, ayudándola a mantener el equilibrio.

—¿Qué quiere decir con eso? —Preguntó Mike—. ¿Cómo está mi hijo?

—Lo que primero me preocupó, fue la hemoglobina—. Contestó el doctor, soltando un suspiro cansado—. Tristán perdió mucha sangre en el accidente y llegó aquí con una hemorragia interna. Apenas llegaba a seis de hemoglobina cuando entró al quirófano—. Explicó—. Ya se le realizó una primera transfusión y se detuvo la hemorragia; además se espera realizar otra transfusión en algunas horas—. Una enfermera se acercó a él, y le dio un expediente. Él agradeció—. Les recomiendo que, después de salir de UCI, consulten con el banco de sangre las unidades de sangre que necesita Tristán, y cómo las van a reponer—. Añadió, aclarando su garganta—. Puede ser con nuevas unidades, o un pago en efectivo.

Michael sintió que el doctor divagaba con la explicación que dio. Él necesitaba saber cómo estaba realmente Tristán, y en cuántos días podría llevarlo a casa.
—No se preocupe, nosotros nos encargaremos de eso—. Mencionó firme—. Pero díganos, por favor, cuál es el verdadero estado de mi hijo.

El doctor respiró con fuerza y abrió el folio que tenía. Quería corroborar la información antes de dársela a los padres del muchacho.
—Necesito que sean fuertes, porque lo que les diré no es algo sencillo de procesar—. Dijo tras una breve pausa, deteniendo su caminar—. Tristán presenta una fractura en el peroné izquierdo, además de un esguince del tobillo derecho. Tiene cuatro costillas rotas y el bazo perforado, lo que causó la hemorragia. Ambos pulgares están rotos y tiene el hombro derecho dislocado. Presenta además moretones y cortes pequeños en diversas partes del cuerpo, pero estos no representan un daño real—. Levantó la vista después de leer, y aclaró su garganta.

Michael apenas si podía respirar después de escuchar el informe médico. No quería creer que su hijo se encontraba tan mal. El accidente había sido mucho peor de lo que imaginó.
—Pero él ya está mejor, ¿verdad? —Cuestionó con la voz entrecortada.

El doctor asintió, pero una expresión triste se formó en su rostro.
—La mayoría de las heridas que él tenía ya fueron intervenidas—, contestó—. Pero, lo que me preocupa no es su cuerpo, sino su cabeza. Debido al fuerte impacto, se formó un coagulo de sangre en una arteria del cerebro de Tristán. Es imperativo que atendamos esto, o su hijo podría sufrir un aneurisma. 

—Pero... pero, ¿sí pueden operarlo? —Tartamudeó Michael, cada vez más nervioso por el diagnóstico de su hijo. Ya no podía mantener la calma.

Él los miró con sosiego, tratando de darles ánimo.
—Lo bueno, es que el coágulo se encuentra en la parte frontal del cerebro. Es posible operarlo por la nariz, en una cirugía poco invasiva y bastante segura—. El doctor sonrió—. Lo malo es que otras zonas están inflamadas, y debemos esperar que baje para realizar la operación.

Michael carraspeó, intentando que su ritmo cardiaco se regularice. Ya no podía escuchar más. 
—¿Y eso cuánto demorará? —Apenas pudo articular palabra.

El doctor tomó una gran bocanada de aire, ganando valor para contestar. Estaba nervioso por lo que diría, y sabía que la familia del muchacho no lo tomaría bien. Aunque llevaba nueve años trabajando en ese hospital, no se acostumbraba a dar malas noticias.

—Empezaremos a administrarle unos medicamentos por vía intravenosa, tratando de reducir el coágulo y la inflamación—. Anunció, pasando saliva con dificultad—. Pero, debido a la gravedad de las heridas de su hijo, los demás doctores que estuvieron presentes en la cirugía y yo, hemos decidido que lo mejor sería inducir a Tristán a un coma...

Rebecca gritó con fuerza al oír eso, haciendo que su voz resuene en todas las habitaciones de ese piso. No le importaba que los demás doctores la observen, ni que debía permanecer en silencio mientras se encuentre allí. Ella intentó mantenerse fuerte, pero no pudo más. El doctor debía estar mintiendo, no podía ser verdad lo que le decían. Era imposible que Tristán esté en coma; su bebé no podía estar tan mal.

—No mi hijo...—, sollozó ella, cayendo de rodillas al suelo—. No mi Tristán.

Michael abrazó a Rebecca en el suelo; sin sentirse con la capacidad de consolarla. Él estaba igual de roto que ella. Becca solo lloraba y rogaba que Dios se apiade de su familia, y ayude a su pequeño a salir del coma. El dolor de la noticia quemaba en cada célula del ser de Rebecca; y ella solo espera poder escuchar la voz de Tristán, aunque sea, una vez más.


¡Hola!

Aquí está el segundo capítulo de la historia. 

¿Qué les pareció?

Espero les esté gustando la historia. No se olviden de votar, comentar y compartir para llegar a más personas. 

Les mando un abrazote. 
Nos leemos pronto 

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