CAPÍTULO 01
—¡TRISTÁN! ¡TRISTÁN, POR FAVOR BAJA UN MOMENTO! —gritó Rebecca Powell, al pie de la escalera. Era la tercera vez que llamaba a su hijo y comenzaba a perder la poca paciencia que le quedaba—. ¡TRISTÁN, VEN, POR FAVOR!
Una joven pelirroja, que se encontraba sentada en uno de los muebles de la sala, se levantó con timidez. Se aclaró la garganta para llamar la atención de la mujer, y dio un paso hacia adelante.
—Señora Powell, no se preocupe—comentó tranquila, en tono bajo—. De seguro Tristán está haciendo algo más importante, o tendrá algún buen motivo para no bajar...
─¿Importante? ─Rebecca preguntó con ironía, interrumpiéndola─. Conozco a Tristán; estoy más que segura que sigue durmiendo─. Expresó, cruzándose de brazos─. Además, Amelie, ya te he dicho que no me digas señora, me haces sentir vieja. Dime Rebecca─. Le sonrió con calidez.
Amelie abrió levemente los labios para responder; pero un ruido seco en el segundo piso de la casa, la detuvo. Parecía una puerta cerrándose con fuerza. Escuchó unos pasos avanzar pesadamente, antes que una silueta se asome por la parte superior de la escalera. Un chico alto, de cabello castaño y ojos verdes; empezó a descender con lentitud, aferrándose a la barandilla para no caer. Traía puesto un pantalón de pijama de cuadros azules y un polo de manga corta, del mismo color.
─¿Qué pasó? ─Preguntó Tristán a su madre, al llegar al piso inferior; mientras tallaba sus ojos para ver mejor. Su voz sonaba más grave que lo usual debido al sueño.
Tristán se había quedado despierto hasta las tres de la mañana, estudiando para un examen que tendría el lunes, y todavía estaba adormilado. Apenas era la segunda semana desde que empezó el quinto ciclo en la universidad, pero ya lo habían abarrotado de exámenes y trabajos. Estudiar medicina era mucho más difícil de lo que creyó.
Rebecca se acercó a su hijo, y pasó una mano por sus hombros. Lo hizo girar, mirando en dirección a la sala.
─Hijo, ¿qué pasó con tus modales? ─regañó con suavidad, sin levantar mucho la voz─. ¿No ves que tenemos visitas? ─Señaló─. Saluda, por favor.
Los ojos del muchacho se abrieron por completo al notar quién más se encontraba en su casa. No se había levantado a las seis y media de la mañana del sábado solo para ver a Amelie Taylor sonreírle cínicamente, como si fuesen amigos.
─¿Qué hace ella aquí? ─Masculló disgustado.
Rebecca pellizcó con disimulo la parte interna del brazo de su hijo, indicándole que guarde silencio. Avanzó hasta uno de los muebles y se sentó, manteniendo la mirada fija en Tristán.
─Amelie me comentó que tiene una entrevista de trabajo hoy y me ofrecí a llevarla; sin embargo, recordé que mi licencia venció el mes pasado─. Narró, carraspeando─. Es por eso que quería pedirte, de favor, que la lleves antes que se le haga tarde─. Solicitó─. Se lo pediría a tu hermano; pero él ya se fue a trabajar.
Tristán intercambió una mirada rápida con Amelie, notando el gesto de felicidad en su rostro. Ella sonreía como si acabase de ganar un premio que nadie podría quitarle, y eso lo irritó. Él no quería que ella volviera a salirse con la suya.
─Olvídalo mamá─, repuso, cruzándose de brazos─. Ella puede ir en taxi; yo no soy su chofer.
El rostro de Rebecca se enrojeció de la furia al oír a su hijo. Detestaba las insolencias, o que sus hijos le respondieran mal en frente de otras personas. Ella solo le estaba pidiendo un favor; no que le regale su auto a la vecina.
─Le dije que no iba a querer, señora Pow... Rebecca─. Amelie se corrigió, antes de terminar la oración. Agachó levemente la mirada, y fingió pena en la voz─. No quiero causarle problemas, yo puedo ir sola, no se preocupe─. Se estiró para tomar su bolso; pero Rebecca no se lo permitió.
─Tú no causas problemas, hija─ la tranquilizó─, así es Tristán, todo un bromista─. Ella fingió reírse, pero Tristán permaneció serio─. Aunque no parezca, él es un caballero y te llevará a tu entrevista, ¿verdad Tris? ─Cuestionó severa, enarcando una ceja.
Tristán evitó soltar un bufido con la pregunta; siempre odió que lo llamen así. Él conocía el tono de voz que su madre acababa de usar, y sabía que no le quedaba otra alternativa más que obedecer.
─Ni siquiera he desayunado─ comentó como último recurso, buscando una excusa.
Rebecca se levantó del mueble, con una leve sonrisa.
─No te preocupes. Ve a bañarte mientras te preparo algo para llevar, ¿está bien?
Tristán asintió, desganado, y subió las escaleras con el mismo ritmo con que las bajó minutos antes. En verdad, esa fue la peor manera en que pudo iniciar su fin de semana. Él se encerró en su cuarto, y entró al baño; azotando la puerta con la fuerza suficiente para que se escuchara en el piso inferior. Tomó una ducha de agua fría, tratando de despertar del todo, y convenciéndose que ese incidente no arruinaría su día por completo.
《Más que caballero, Tristán actúa como un caballo─ pensó Amelie al escuchar el estruendo─. No entiendo cómo él puede ser tan diferente de su madre.》
─Amy, ¿tú quisieras algo de comer? ─Le preguntó Rebecca, asomándose por la mampara de la cocina.
La joven negó con la cabeza, acomodando su cabello.
─Estoy bien, señora; gracias por preguntar─. Amelie sonrió y volvió a sentarse, revisando una última vez, todos los documentos que le solicitaron para la entrevista en el cine.
Hacía un mes que Amelie renunció a su trabajo como repartidora de volantes, y ya se le estaba terminando el dinero de su último sueldo. Después de la discusión que tuvo con su madre, antes de salir de casa esa mañana, sabía que necesitaría el empleo más que nunca. No quería continuar viviendo con ella, ni soportar sus malos tratos a diario. Lo que más anhelaba en ese momento, era su independencia. Y para obtenerla, debía conseguir mucho dinero.
Todavía faltaba más de una hora para que fuera su entrevista, y Amelie consideró ir en el transporte público en un primer momento. Un taxi desde esa urbanización, hasta el centro comercial, le cobraría veinte dólares; y ella no podía permitirse gastar esa cantidad. Sin embargo, estaba tan ofuscada por la discusión con su madre, que no pensó con claridad cuando vio a Rebecca Powell. A pesar que no consideró la posibilidad de que ella la lleve, se alegró por como transcurrieron las cosas. Al menos, ganar esa pequeña discusión con Tristán le ayudó a disipar su mente. Soportarlo por cincuenta minutos de camino, no podía ser tan malo.
Amelie continuó revisando cuidadosamente los papeles, cuando un fuerte olor a perfume la sacó de sus pensamientos. Tristán se encontraba a unos metros de ella, mirándola fijamente y con los brazos cruzados. Su cabello estaba húmedo, y traía puesto un polo verde que resaltaba el color de sus ojos. Aunque Amelie odiaba admitirlo, Tristán se veía bastante guapo en esa pose.
─¿Qué me ves? ─Inquirió ella al notar que él la escaneaba de pies a cabeza─. ¿Acaso te gusto? ─Se burló.
Tristán apartó la mirada, avergonzado. Aun se sentía adormilado, y se le dificultó pensar qué decirle. Él había tenido la vista perdida en la ventana de la sala; ni siquiera se fijó en Amelie.
─Tris, aquí está tu desayuno ─anunció Rebecca, captando la atención de ambos jóvenes y entrando con un pequeño termo metálico, y una bolsa de papel─. El café está como te gusta y puse dos panes con pollo. ¿Está bien?
Él asintió, caminando hacia su madre.
─Sí mamá, gracias─ repuso, abrazándola a modo de despedida. Ella devolvió el gesto─. Solo la llevaré; no voy a esperar hasta que termine─. Susurró.
─Está bien. Gracias por hacerme el favor─. Rebecca palmeó la espalda del chico.
Tristán se separó de su madre, sosteniendo el termo con fuerza para que no se le cayera.
─Por cierto, quizás llame a Harmony cuando esté de regreso─. Mencionó, retrocediendo un par de pasos─. Si es que demoro, es porque me fui con ella─. Avisó.
─No hay problema, Tris─. Becca sonrió, alcanzándole las llaves del auto.
Tristán sonrió cansado, notando verdadera gratitud en los ojos de su madre. Él se alegraba de hacerla feliz, pero nunca entendería por qué apreciaba tanto a su vecina. Desde que fueron niños, Rebecca siempre trató a Amelie como si fuera una hija más, y eso lo desesperaba. Por momentos, no lograba comprender la bondad de su madre.
Tristán avanzó hacia la sala, haciéndole una seña a Amelie para que se levante. Ella continuaba observándolo con un gesto de superioridad y satisfacción; y él bufó. La detestaba por eso.
─¿Nos vamos? ─Preguntó, haciendo que suene como una orden.
La joven se levantó con delicadeza del mueble, tomando sus cosas y se despidió de Rebecca. Ambas se detuvieron en el umbral de la puerta, mientras Tristán sacaba su auto de la cochera. Amy revisó su reloj, y sonrió. Ese era su día, y nada le impediría obtener el trabajo.
Rebecca los despidió haciendo un ademán con la mano, y su hijo tocó el claxon a modo de respuesta. Él empezó a manejar, dirigiendo el auto hacia la calle principal. El sol empezaba a salir, pero no se sentía calor.
─¿Dónde es tu entrevista? ─Preguntó Tristán, serio, dando una primera mordida al pan.
Amelie giró un poco, viendo que él tenía el ceño fruncido.
─Vaya, parece que alguien no anda de buen humor hoy─. Ella se burló por lo bajo, y buscó una pequeña libreta en su cartera.
─Tal vez no estuviera de mal humor si alguien no me hubiese despertado a las seis de la mañana, en sábado─. Masculló Tristán, entrecerrando los ojos. Dio un largo sorbo de café, y encendió las direccionales; iban a voltear a la izquierda.
Amy rodó los ojos, y le entregó con brusquedad un trozo de papel.
─Toma, ogro; esta es la dirección─. Habló─. Es en el centro comercial Summer Joy, en la nueva sucursal que acaban de abrir.
Tristán se detuvo en un semáforo en rojo y leyó el papel. Casi se ahogó con el café cuando cayó en cuenta el lugar al que tendría que ir. Por poco, y su vecina le pedía ir a otra región.
─¡Esto queda lejísimos! ─Exclamó, asombrado─, me va a costar más de medio tanque de gasolina llegar hasta allá.
─Ese no es mi problema, querido─. Ella sonrió con ironía─. Rebecca dijo que me llevarías y que no me preocupe por nada─. Recalcó─; deberías dejar de quejarte y solo conducir.
Él gruñó y murmuró algo indescifrable. Amelie lograba sacarlo de sus casillas en muy poco tiempo. Tristán arrugó el papel y lo tiró al piso del auto después de ingresar la dirección en el GPS, y acelerar en el cambio de luces. Cuando regrese a su casa, él hablaría seriamente con su madre para que no vuelva a comprometerlo a hacer cosas como esa.
─Deja de hablar de ella como si fuera la reina─ sentenció molesto, dando otro sorbo al café─. Además, ¿qué clase de mentira le dijiste esta vez para convencerla de obligarme a llevarte?
Amelie se acomodó en su asiento, cruzándose de brazos. Tristán se había vuelto más irritante desde de la última vez que habló con él.
─Aunque no lo creas, esta vez no tuve que decirle nada─. Levantó una ceja, satisfecha. Después de todo, ella decía la verdad.
─Tienes razón, no te creo─. Él mantuvo la vista fija en el parabrisas─. Tú siempre le cuentas a mi madre cosas extravagantes y exageradas para conseguir lo que quieres. No me sorprendería que hoy hubiese sido igual.
Amelie bufó con sus acusaciones, bajando un poco la ventana. Ella era consciente que, en más de una ocasión, tergiversó la verdad a su conveniencia al hablar con la señora Powell para lograr algo a cambio. Así, había conseguido su permiso de conducir y que Tristán fuera su pareja de graduación, además de favores pequeños. Ella aún no estaba segura si Rebecca sabía que mentía, pero supuso que, de saberlo, no le importaba en lo absoluto. En otras circunstancias, Amy hubiera amado tener una madre como ella.
─Ya te lo dije Tris─, hizo énfasis en su nombre, levantando una ceja─ ella me preguntó a dónde iba, y cuando le dije que se me hizo tarde para una entrevista de trabajo, se ofreció a llevarme─. Explicó─. ¿Cuándo aceptarás que le agrado a tu mamá?
Tristán giró con fuerza en una curva para no impactar contra un edificio, haciendo sonar los neumáticos al derrapar por el suelo. Olvidó bajar la velocidad por tratar de darle otra mordida al pan, y tuvo que aferrarse con fuerza al volante para no perder el control.
─Cuando dejes de sacar provecho de tu amistas con ella, quizás acepte que no eres tan mala persona─. Admitió, enderezando el timón.
Amelie clavó las uñas en su asiento cuando su vecino derrapó, y apretó los labios con fuerza.
─Eres un terrible conductor─. Se quejó ella, todavía asustada─. Deberías dejar de tratar pelear conmigo, y concentrarte en manejar─. Recriminó, con el corazón acelerado.
El chico frenó de golpe al oír sus reclamos. Las llantas chillaron debido a la fricción contra el pavimento, y los asientos se movieron hacia adelante. Amelie se frotó el hombro al haberle rozado el cinturón de seguridad. Tristán desabrochó el suyo y volteó a ver a su vecina.
─Si no te gusta como manejo, puedes bajarte del auto, yo no tengo ningún problema─. Habló serio, engrosando la voz─. Es más, déjame ayudarte. De todas maneras, yo ni siquiera quería estar aquí.
Tristán bajó raudo del auto y se acercó a la puerta del copiloto. Usó la alarma de su llavero para quitar el seguro y la abrió desde afuera. Amelie hizo un gesto de asombro, sin creer que hablaba en serio. Ella sentía que tenía razón de reclamarle; él pudo causar un accidente potencialmente letal para ambos.
─¿Bajarás ya o pretendes que también te desabroche el cinturón?─ Cuestionó Tristán, recostándose en el costado del auto.
─¿Estás hablando en serio? ─Amelie se cruzó de brazos, elevando la cabeza─. No puedes hacerme esto, no puedes bajarme de tu auto.
Tristán sonrió con sorna, agachándose para verla a los ojos.
─Claro que puedo hacerlo─. Reiteró─. Si no te gusta como manejo, no veo por qué deberías seguir aquí.
El rostro de Amelie se tornó más rojo que su cabello, debido a la furia. Ella no permitiría que le hablen así.
─No estoy de humor para tus tonterías Tristán─. Aseveró, manteniendo el contacto visual─. Por tu culpa, casi chocamos contra ese edificio─. Señaló entre gritos─. Además, tu mamá dijo que me llevarías a la entrevista.
Tristán comenzaba a perder la paciencia. No pasó ni media hora desde que salieron de casa, y él ya quería regresarse.
─Mi mamá dice muchas cosas, no deberías tomarlas tan en serio─. Hizo un ademán con la mano─. Vamos, baja ya.
Amelie negó con la cabeza, ofuscada. Ella solo perdía tiempo con ese escándalo.
─¡Tú prometiste llevarme a la maldita entrevista! ─Exclamó─; además, no creo que quieras que le diga a Rebecca que me dejaste tirada en medio de la pista por un berrinche que hiciste─. Lo amenazó, levantando una ceja.
Tristán rio con fuerza al escucharla. Le parecía una advertencia infantil.
─¿Estás hablando en serio? ─Ironizó─. ¿No crees que ya estamos grandes como para solucionar nuestros problemas sin tener que llamar a nuestras mamis? ─Volvió a reír─. Ya tengo veintiún años, hace mucho que dejé de temerle a los castigos de mi madre.
Mintió. Rebecca Powell era buena, pero bastante estricta cuando se molestaba. Ella tenía una puntería excelente, en especial, con los tacones de punta. Nunca dejó que alguno de sus hijos se comporte mal.
─Tristán, todo el mundo sabe que cuando Rebecca se enoja hasta las paredes de la casa tiemblan─. Expresó Amelie, con un gesto de obviedad─. Sus gritos llegan hasta mi casa, y los tuyos también. Además, ¿cómo crees que se pondrá si le cuento mi versión de lo sucedido? —Inquirió, levantando una ceja.
Tristán pensó brevemente en lo dicho, y maldijo por lo bajo. Recordó la expresión de felicidad de su madre antes de salir de su casa, y no quiso discutir con ella al llegar. Razonó que, mientras más rápido lleve a Amelie a la entrevista, más rápido podría irse a otro lugar. Azotó la puerta del copiloto de golpe, volviendo a subir al auto y poniéndose el cinturón de seguridad.
─Te llevaré a la entrevista─ habló sombrío, señalándola con el dedo─. Pero una queja más y regresaré a casa; contigo o sin ti en el auto, eso es lo de menos.
Amelie sintió un leve temor por sus palabras, nunca lo vio tan molesto. Por un instante, consideró bajarse y buscar otra forma de ir al centro comercial. Sin embargo, ya estaban casi a mitad de camino, y decidió quedarse ahí. No podía faltar mucho para finalmente alejarse de él.
─Lo que digas, ogro─. Bufó, dirigiendo la vista a la ventana.
El auto arrancó con cuidado y Tristán aumentó un poco la velocidad. Sacó un USB de la guantera, y lo ubicó en la radio del panel táctil. Seleccionó una de las canciones que había ahí y dejó que se reproduzca mientras se concentraba en manejar. Eso lo ayudaría a relajarse, y olvidar el incidente ocurrido.
Pasó un poco más de media hora antes que Amelie comience a aburrirse con la música que Tristán colocó. En todo ese tiempo, ella había luchado contra el sueño, llegando incluso a pellizcarse las palmas de las manos para evitar dormirse. La melodía era tan suave y lenta que logró adormecerla con rapidez.
─¿Qué es eso? ─Preguntó distraída─. ¿La música que pones para dormir? ─Musitó, más para ella que para él.
Tris sacudió la cabeza, sintiendo gracia por el comentario.
─Eso es música clásica─. Repuso con obviedad─. Aunque claro, esperar que tú sepas algo de música clásica sería demasiado.
Amy rodó los ojos, sintiéndose ofendida por el comentario.
─Ja, ja, qué chistoso─. Ella fingió reírse y estiró la mano para tratar de cambiar de canción─. El hecho que no haya ido a la universidad, no significa que sea una ignorante.
El joven palideció con sus palabras. Su intención jamás fue insultarla.
─No insinué eso─, musitó, manteniendo la vista en la carretera.
Amelie prefirió no contestar, y continuó presionando los botones del tablero. Buscaba la forma de cambiar la canción, o sintonizar alguna emisora de radio. Retiró el USB; sin embargo, la ventana de música se cerró y volvió a abrirse el GPS.
《Maldito tablero─ pensó enojada mientras movía el panel táctil, tratando de encontrar la radio─. Solo quiero escuchar música, no ver como el mapa se hace grande y pequeño.》
Tristán iba a decirle a su vecina que deje de presionar todos los botones que veía, pero el sentir que su auto oponía resistencia, lo detuvo. Sacó la cabeza por la ventana para ver por qué se le dificultaba acelerar, pensando que habría algo en el camino. Se percató que la carretera se encontraba llena de piedras pequeñas, parecidas a las que usan en las construcciones. Varias se incrustaron en las llantas, impidiendo que los neumáticos avancen con normalidad.
─Este camino arruinará mis llantas─. Masculló él. Amentó un poco la velocidad, intentando salir rápido de ese tramo y volver a la pista principal.
Amelie se movió involuntariamente en su asiento, sintiendo los pequeños saltos que daba el auto. Vio con el rabillo del ojo que Tristán estaba muy cerca de llegar a los noventa kilómetros por hora, y se asustó.
─¿Qué pasa? ─Preguntó con cierto temor─. ¿Por qué vas tan rápido?
─Porque el camino está lleno de piedras que van a malograr los neumáticos─. Él ni siquiera volteó a verla.
Amelie sintió cómo se le bajó la presión al escuchar eso. Se asomó por la ventana y notó que Tristán decía la verdad.
─No vayas tan rápido─, lo regañó─, esas piedras son muy resbalosas. Podríamos derrapar, y créeme, no estoy lista para morir─. Se cruzó de brazos.
Tristán empezaba a ponerse nervioso, y no necesitaba escuchar más reproches.
─No tendríamos que pasar por esto si no te estuviera llevando en primer lugar─. Tristán recriminó, inconscientemente, y redujo un poco la velocidad─. Y sabes qué, antes que volvamos a pelear, por favor abre el GPS que necesito ver a qué lugar saldremos.
Amelie puso los ojos en blanco y obedeció; ella tampoco quería pelear. Después de mover tantos botones, ya había aprendido cómo abrirlo. Tristán redujo aún más la velocidad y fijó su atención en el aparato. Centró el mapa en la pantalla para verlo por completo; tratando de ubicarse en aquel lugar.
─Parece que en doscientos metros tengo que girar a la derecha para salir a un desvío, que nos llevará a una auxiliar de la carretera principal─. Tristán pensó en voz alta, analizando lo que veía.
Amy no respondió, y continuó mirando por la ventana. Ella no entendió por completo lo que su vecino dijo, pero sí notó el momento en que entraron al desvío. El camino se volvió desértico y árido, con plantas secas a los costados; sin casas ni edificios. El confitillo había desaparecido casi por completo, sin embargo, la pista no estaba del todo limpia. Amelie no recordaba haber pasado por ahí las veces anteriores, pero creyó que, al tratarse de un atajo, los vehículos de transporte público no pasarían por ahí.
─Tristán, creo que tu atajo nos está haciendo demorar más que el camino normal, ¿no te parece? ─Preguntó ella con cansancio, casi una hora después. Ya se había aburrido de estar en el auto y era imperativo que llegue temprano a la entrevista.
─Sí, de eso me estoy dando cuenta─. Repuso, volviendo a revisar el GPS en busca de alguna pista─. Según esto, ya debimos de haber salido a la carretera, pero no vi ningún pase o cruce.
Amelie sacó levemente la cabeza por la ventana, escaneando el panorama. No parecía haber una salida cerca.
─¿Estás seguro que esa cosa sí funciona? ─Pregunto, acomodándose en el asiento─. Tengo el presentimiento que estamos perdidos.
Tristán negó con la cabeza, volteando a verla.
─A menos que lo hayas malogrado cuando intentabas poner la radio, no veo motivos por los cuales el GPS pueda fallar─. Expresó con firmeza─. Lo tengo desde hace un año, y nunca me pasó algo como esto.
─Oye, yo no he malogrado nada─. Contestó Amelie, fingiendo ofenderse.
─Entonces no insinúes que está malogrado─. Vio el mapa una vez más, sintiendo los nervios carcomerlo─. ¡Demonios! ─Maldijo─. No me logro ubicar; no sé dónde mierda estamos.
Amelie sacó su celular para abrir el GPS de este. Se demoró en desbloquearlo por los nervios, y le temblaban los dedos. Gritó al notar que no tenía internet y tampoco podía enviar mensajes de texto.
─¡Genial, no hay señal! ─Exclamó molesta, apretando el móvil entre sus manos.
Tristán asió el timón fuertemente con la mano derecha, mientras sacó su celular de su bolsillo, con la mano izquierda. Necesitaba comprobar lo que ella decía.
─Yo tampoco tengo señal─. Confirmó él; pero ese no fue el único dato que lo alarmó─. Oye, ¿a qué hora era tu entrevista? ─Inquirió, observando a su vecina.
Amy giró en su dirección.
─A las nueve, ¿por qué?
─Porque son las nueve y media─. Repuso monótono. Él no sintió que hubieran estado tanto tiempo en el auto.
─¡¿Qué?! ─Gritó ella, dirigiendo la vista a su reloj─. Mierda, Tristán. ¿Por qué me haces esto?
Tristán arrugó la frente, sin comprender lo que Amelie decía.
─¿Hacerte qué? ─ Inquirió con asombro.
─Sabotearme─. Amelie habló sin pensar─. Sabías que esa entrevista era importante para mí y acabas de arruinarlo. El gerente del cine estará pensando que soy una irresponsable─. Se pasó las manos por el cabello, y trató de controlar su respiración.
Tristán frenó en seco, apagando el auto. Jamás escuchó una acusación tan ridícula como esa; y le molestó ser culpado por algo que nunca planeó.
─Un momento, Amelie─. Se quitó el cinturón para girar por completo en el asiento─. En primer lugar, yo no tenía la más mínima idea de tu entrevista hasta antes de esta mañana─. Le recordó─. Además, no creas que es muy divertido para mí habernos perdido a la mitad del desierto─. Exclamó, elevando la voz─. Y, aunque no lleguemos a la dichosa entrevista, quiero encontrar la forma de salir de este horrible lugar.
Amelie solo lo escuchó mientras respiraba profundamente, tratando de calmarse. Tenía muchas cosas que decirle, pero prefirió callar, dedicándole una mirada de desprecio. Pelear ya no serviría de nada, y Tristán tenía razón con lo último que dijo. Necesitaban encontrar la forma de regresar a su hogar, o descifrar en dónde estaban. Ni siquiera había una casa cerca.
─¿Dijiste que eran las nueve y media? ─Preguntó tras una pausa, ignorando todo lo que él había dicho. El tema de la hora volvió a atormentarla.
─De hecho, ya son nueve y cuarenta y cinco─. Él revisó su celular─. ¿Por qué preguntas?
─¿No te das cuenta? ─Inquirió ella, soltando su cinturón también─. Salimos de tu casa casi a las siete de la mañana. Llevamos más de dos horas aquí, en la pista─. Señaló.
─¿Y eso qué? ─Cuestionó él, sin entender a dónde quería llegar.
─El local al que vamos no queda a dos horas de distancia─. Amy negó con la cabeza─. Queda a cincuenta minutos; una hora si hay mucho tráfico. De cualquier modo, debemos de estar muy lejos de la tienda─. Explicó.
Tristán se asustó al oír eso. No sabía en donde rayos se había metido, y quedaba poca gasolina en el tanque. Debía encontrar una salida pronto si no quería quedarse varado en la mitad de la nada y sin señal para comunicarse con alguien que pudiera ayudarlos. Encendió el auto, y abrochó su cinturón, pidiéndole a su vecina que haga lo mismo. Avanzó, buscando con la vista algún desvío que los hiciera regresar a la carretera principal. Todo el camino era llano, con arena, arbustos secos y uno que otro algarrobo. No veía nada que pudiera llevarlos de regreso a la ciudad.
El joven tomó su celular, alegrándose al notar que tenía una barra de señal. Intentó abrir el GPS para buscar información más precisa; ya no confiaba en el del auto. El internet cargaba muy lento, y la pantalla se había congelado con la imagen de un auto amarillo en ella.
─Tristán, deja el celular─ Amelie habló con temor.
─Solo dame un minuto, por favor─. Pidió, sin quitar los ojos de la pantalla.
Él comenzó a mover el teléfono en el aire, tratando de conseguir más señal para que la aplicación cargue más rápido. Escuchó a su vecina respirar con pesadez y murmurar su nombre varias veces, pero él no le hizo caso. Faltaba poco para que el GPS funcione.
Amelie no esperó más, y tomó a Tristán del antebrazo con fuerza. El terror recorrió cada parte de su ser, y el chico parecía no notar lo que tenían al frente. Hizo que él tire su celular a uno de los asientos traseros, y se aferró a su mano.
─¡TRISTÁN, MIRA EL MALDITO CAMINO! ─Gritó desesperada, y señaló el parabrisas.
Tristán obedeció, observando una enorme roca bloquear el camino. Él no se explicaba de dónde salió, o por qué no la vio antes, pero no tenía tiempo de pensar mucho. Estaban muy cerca, y debía hacer algo si no querían chocar. Giró el timón lo más rápido que pudo, en una maniobra de emergencia para esquivar la piedra. Tristán sostuvo con fuerza el volante, con ambas manos, esperando no perder el control y redujo la velocidad. Escuchó las llantas derrapar con fuerza en el suelo, y el olor a caucho quemado inundó el interior del auto.
Él logró cambiar de dirección en menos de un minuto, yendo ahora hacia la izquierda. Tristán todavía no podía creer que evitó el accidente; sintiendo su corazón bombear con fuerza. Un extraño crujir, proveniente de la parte trasera del auto, captó la atención de ambos jóvenes. Los dos voltearon, sin saber qué lo ocasionó, y solo vieron la roca, a varios metros de distancia.
Tristán levantó levemente el pie del freno; todavía con la vista en la piedra. Una sensación de alerta, dentro suyo, le hizo regresar la vista al frente; sintiendo que ya era demasiado tarde. Un gran árbol, de tronco grueso y ramas altas, se erguía frente a ellos. Tristán no pudo hacer nada, y solo escuchó a Amelie gritar. Estaban a menos de un metro del árbol, y sus sentidos ya no respondieron. El auto impactó con fuerza contra el tronco, haciendo que las llantas traseras se elevaran medio metro del suelo. Las bolsas de aire se abrieron de inmediato, pero no eran lo suficientemente grandes como para protegerlos por completo. Algunas ramas se desprendieron, cayendo sobre el techo del vehículo, y abollándolo en el acto.
El claxon activó, sonando incesantemente. Esa fue la única pista que dejaron, y lo único que haría que alguien dé con ellos. En verdad, las cosas se tornaron peores de lo que cualquiera de los dos pudo imaginar. En esos momentos, solo un milagro lograría que los encuentren antes que cayera la noche; o que se desangren debido a la gravedad de sus heridas. Sin embargo, no había nadie cerca y, quizás, nadie los escucharía por mucho tiempo.
¡Hola!
Aquí tenemos el primer capítulo de la historia. ¿Tienen alguna teoría u opinión?
No se olviden de votar, comentar y compartir para llegar a más personas.
Les mando un abrazote.
Nos leemos pronto.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top