13. Propuestas inesperadas
—¿Esperaste demasiado?
Felix dejó de beber de su copa de agua y alzó la mirada, encontrándose con la chispeante de su amiga. Rodó sus ojos pero aún así sonrió socarrón.
—Ya te lo dije, comienzo a acostumbrarme a tu tardanza innecesaria.
La rubia frunció su ceño y resopló por lo bajo, indignada. ¿Qué clase de amigo tenía?. Aunque ella no era la mejor, pensó con fugacidad, ocupando el asiento frente al más bajo con destreza bien enseñada y natural en ese punto de su vida.
—Eso fue bellaco de tu parte, ya no tardo tanto.— aseguró en un tono falsamente lastimero.
—Siete minutos esta vez, pero vas mejorando.—señaló con diversión, volviendo a beber de su agua.
Yeji rodó sus ojos con fastidio ligero—. No seas como Hyunjin, por favor. Terminaría volviéndome loca.
Felix enarcó una ceja ante la mención de su prometido, pero principalmente por el hecho de haber notado un atisbo de crispación en el tono dulzón de su contraria.
—Eso fue rudo de tu parte— informó cuando sus miradas se encontraron—. Creí que no era tan malo como aparentaba.
Yeji se vislumbró confundida por sus palabras y segundos después, la comprensión iluminó su rostro de facciones definidas pero suaves. Y el arrepentimiento se filtró en dicha iluminación.
—No me refería a eso. — musitó luego de haber carraspeado—. Están pasando más tiempo juntos y no quiero que se te peguen sus manías.
«¿Más tiempo juntos?», el de cabellos rosas quiso reírse. Trataban más con el otro, eso era cierto e innegable. Pero no estaban pasando "más tiempo juntos". Si lo comparaba con los primeros años, podía interpretarse de esa forma. Por supuesto. Pero no había porque exagerar los hechos, eso sería osado y desacertado.
Además, la última vez que pasaron "más tiempo juntos" fue cuatro días después de la fiesta despidiendo a la primavera. Y todo porque Yeji insistió que fuera a ayudarla con su pronunciación en inglés. Y de casualidad él y el moreno se toparon en la entrada. Se saludaron y cruzaron un par de torpes palabras sobre cómo estaba el otro y ya. Después de eso se disculparon y huyeron por sus respectivos caminos.
Y eso había sido hace dos días. El mejor tiempo de calidad que habían pasado nunca.
—No se me van a pegar sus manías. Yo ya tenía una con respecto a la impuntualidad.
—Se te pueden pegar otras. — replicó la princesa con diversión fingida—. Su mal carácter, por ejemplo.
—Ya tengo uno. Y tú también.
Yeji se mostró ofendida y meneó su cabeza con ligereza, exagerando el hecho de que no pudiera creer lo que había dicho.
—No es así de malo.
—Perspectivas. — musitó al encogerse de hombros.
—¿Qué significa eso?
—Que perspectivas son perspectivas.
—Tan sabio como siempre, Felix. Te envidio. — Bromeó y ambos rieron.
Felix agradecía que su amiga hubiera aceptado cenar con él, principalmente que hubiera accedido a ir hasta Incheon. Ella nunca se oponía y las pocas que había ido, siempre expresaba que no era problema y sus piernas necesitaban estirarse. Aunque fuera en auto, sus piernas necesitaban estirarse.
Además y ahora que pensaba en eso, ser realeza en serio era un tema serio. No podían ir a muchos lugares ni mucho menos podían pasar demasiado tiempo en las calles. No era recomendable y uno nunca sabía con quién podía toparse. Por lo que sus "sitios de interés" eran reducidos.
—¿En qué tanto piensas?— inquirió su amiga, alzando su mano mientras miraba hacia la lejanía—. Debes ser un buen anfitrión y prestarme atención, no vagar en tu mente.
Felix rodó sus ojos—. Creo que tienes problemas con la atención. Te gusta demasiado.
—No puedes opinar al respecto.
El joven príncipe sonrió y sacudió su cabeza, su amiga se indignaba fácilmente.
Y saltando en su propia defensa, a él ni siquiera le gustaba llamar la atención. Eso ya había sido tocando. A él sólo le había interesado captar la atención de una persona en particular y si bien no la tenía completamente, tampoco se quejaba demasiado.
—No te ofendas, la idea es pasar un rato agradable.
Yeji sonrió, bajando su mano cuando sus ojos se encontraron con un camarero.
—Nosotros siempre encontramos la forma de pasarla bien, no te preocupes. Soy buena creando el ambiente para eso.
—Qué modesta.
—Gracias.
Felix no dijo más y esperó a que el hombre terminara de acercarse a ellos para poder ordenar algo.
Yeji se congeló tan pronto cruzó las grandes puertas de su casa. Hyunjin se encontraba despierto, ante ella y con ambas cejas alzadas con sorpresa. Aquello no se lo esperaba, sabía que su hermano trabajaba hasta irrazonables horas, pero ya eran las cuatro de la mañana.
Estaba muerta, fue lo primero que pensó.
Hyunjin era bastante serio con algunas cuantas cuestiones y aunque no lo pareciera, Felix estaba dentro de ellas. Y en uno de los primeros puestos. Si se enteraba que estaba fuera, algo bebido y que casi arrollaban a ambos por tontear de camino al auto, definitivamente ella estaría muerta.
Y su nerviosismo debió ser notorio, porque su hermano enarcó una ceja y la miró con mayor detenimiento.
—No sabía que habías salido.
La rubia peinó su melena y sonrió—. Sí, estaba cenando y el tiempo pasó. Ya sabes.
—No realmente.— replicó al cruzar sus brazos.— Es un poco tarde.
—Lo es.— concedió tras asentir—. ¿Ibas a dormir?
—No, a tomar aire.
Inconscientemente y sin ser discreta, Yeji bloqueó la puerta que aún se mantenía abierta cuando el moreno avanzó unos pasos.
—¿No es muy tarde? — cuestionó al ladear su rostro—.
Debes estar cansado.
—De estarlo habría ido a dormir.— murmuró con sus ojos entrecerrados, dándole una mirada suspicaz—. ¿Quién está afuera?
Yeji no contestó, en su lugar cerró los ojos e imploró a los dioses por compasión. Una risa tonta comenzó a oírse y a tropezones, la respuesta hizo acto de presencia ante ellos.
—Tardaste demasiado. — se quejó el más bajo entre hipidos.
La rubia abrió sus ojos con lentitud y tan pronto lo hizo, quiso ir donde su madre y ocultarse tras ella. Hyunjin estaba mutilando su rostro con furia e inquisición.
—¿Dejaste que bebiera?— masculló con su mirada entrecerrada.
—Yo..
—No... no hables de mí como si no estuviera presente.
— interrumpió el de hebras rosas, enderezándose—.
Es descortés.
El más alto resopló—. Lo siento. ¿Te encuentras bien?
Felix asintió para luego volverse a reír—. Hice que se disculpara. — murmuró hacia su amiga.
—¿Sus padres saben que está con nosotros?
La chica asintió con rapidez—. Les avisé hace un par de horas.
—¿Cuánto bebió?
—No mucho. — murmuró Yeji al desviar su mirada por unos segundos—. Sólo dos cervezas y una copa de vino.— agregó luego de carraspear.
Hyunjin frunció sus labios. «¿No mucho?», pensó con ironía. Para un bebedor asiduo podría no serlo, pero para uno inexperto como su prometido lo era. Y si bien sabía que muchos factores tenían que ver para que una persona alcanzara el estado de embriaguez, como por ejemplo: su peso, su tolerancia al alcohol, cuánto había bebido, qué y el tiempo entre trago y trago. El menor no se veía como lo que él calificaría alguien sobrio.
Y no le molestaba el hecho de que bebiera aún siendo menor, le daba igual y en algún momento empezaría, suponía él. Lo que le molestaba era el hecho de que Yeji no lo hubiera limitado, Felix no sabía cómo beber y conociéndolo, habrá sido bruto en ello. Asimismo, mezclar bebidas no era bueno y podría terminar sentándole mal.
Ante sus ojos, eso fue descuidado.
—Tú y yo hablaremos mañana. — masculló para su hermana, caminando hacia el más bajo al verlo tambalearse sobre sí mismo—. Te recomiendo que vayas a dormir.
—Pero tengo que...
—Yo me encargo.— cortó sin verla, sosteniendo al príncipe por la cintura y pasando uno de sus brazos por sobre sus hombros—. Vete a dormir.
—Fuiste demasiado rudo.— señaló Felix cuando su amiga se marchó luego de disculparse con una profunda reverencia que no fue correspondida.
—¿Ah sí?
El menor le miró con sus ojos entrecerrados—. Ni siquiera te interesa.— aseguró hipando para luego abultar sus labios.
Hyunjin relamió los suyos y regresó su vista al frente, sacudiendo su cabeza.
—Me interesaría saber porqué bebiste.
—Era un restaurante y una cena sosfiticada. No iba a pedir agua.
—Sofisticada. — corrigió al empezar a caminar—. No necesariamente debiste beber, pudiste pedir un jugo de naranja.
El de hebras rosas rodó sus ojos—. ¿A dónde vamos?
—Necesitas dormir.
Subir las escaleras le fue complicado, al cuarto escalón su prometido dejó de coordinar sus pies y comenzó a arrastrarlos, su cuerpo se volvió lánguido y recargó todo su peso en él. El cual no era demasiado pero tampoco era ligero como una pluma. Y diez minutos después, se encontraron en la segunda planta.
—Podrías colaborar. — farfulló al resoplar, asegurando su agarre entorno a la cintura impropia.
—Tienes la fuerza suficiente.
Hyunjin volvió a resoplar pero se encaminó a lo largo del pasillo sin más, asegurándose de que el menor no se resbalara con cada paso y cuando llegó hasta el final, agradeció dejar la puerta abierta con anterioridad.
Felix levantó la cabeza cuando el suelo le aburrió, entrecerró sus ojos porque olvidó cómo alzar una ceja y miró su nuevo entorno con curiosidad. Sin sentirse impresionado por las dimensiones de aquella habitación. Era un poco más grande que su habitación personal en Incheon, eso sin dudas. Pero nada realmente asombroso.
—Para ser habitación de servicio es grande.— observó entre murmullos.
—Es mi habitación.— replicó el moreno, sentando al más bajo en su cama.
—¿Mi habitación? — cuestionó el de ojos castaños con su rostro ladeado y confuso—. Mi habitación no ser...
Digo, no es así.
—No es tu habitación, Felix. Es mía.— aclaró con ligereza.
El susodicho siguió mostrándose confuso y Hyunjin desistió, dirigiéndose a su armario. Supuestamente, en algún momento sería de ambos así que daba igual aclarar un detalle tan ínfimo como ese. Cuando encontró prendas que podrían quedarle al más bajo, se le acercó.
—Ponte esto.
El más alto sonrió sin darse cuenta, cuando el más bajo jaló el saco de su traje, queriéndoselo sacar pero olvidando que estaba abotonado. Claramente el botón cayó al suelo. Por lo que observó, Felix no lo notó. Simplemente se sacó la prenda y la colocó a su lado, deteniendo sus movimientos cuando deshizo el nudo de su corbata.
—¿Te quedarás ahí levantado?— preguntó con un intento de ceja alzada y viéndole.
—Por supuesto. — respondió con su ceño levemente fruncido, ignorando la palabra mal empleada.
—¿No piensas darme privicidad?
Hyunjin volteó sus ojos—. Privacidad.— corrigió en un bufido.
—Cómo sea, ¿no lo harás?
—No tienes nada que yo no tenga. — pronunció ante la inquisitiva mirada del contrario. Intentando alentarlo.
Felix frunció sus labios un segundo—. Si piensas que tropezara y me caeré por tu balcón... estoy achispado no borracho.— farfulló tras señalar hacia los cerrados ventanales de cristal.
Su prometido podría estar sólo achispado, pero siendo el honesto, parecía más cercano a estar ligeramente borracho. Aún así, no le preocupaba que de alguna forma se cayera por el balcón, como su futuro consorte dijo: estaba cerrado. Le preocupaba más el hecho de que rompiera el resto de su traje y se fuera de cara al suelo.
—No pienso eso, quiero asegurarme que no te saques ningún diente.
Felix le miró impasible por varios segundos, hasta que comenzó a reír tontamente.
—Ahora encuentro graciosa tu extraño cortesía pero luego no estás y eres frustrante.— el moreno arrugo su entrecejo, buscándole el sentido correcto a esas palabras en su cabeza—. Eres cosa seria. — aseguró cuando se quitó la corbata.
—¿Lo siento?
Felix meneó su cabeza—. Probablemente ni lo sientas.— conjeturó con aparente resignación, tirando de su mano cuando se la tendió para que le diera la corbata. Hyunjin trastabilló y fue forzado por el contrario a inclinarse hacia delante. Quedando así sus rostros cerca—. Y debería molestarme pero sólo quiero reír, el alcohol es mágico ¿no crees? — aseguró en un susurro cómplice y con una sonrisa danzando en sus labios.
El futuro monarca no dijo nada y cuando pensó una respuesta que pudiera tener sentido, olvidó cómo se hablaba y su cerebro se detuvo. Se encontraba patidifuso, no iba a mentir ni mucho menos a sí mismo. Felix había ladeado su rostro adormilado pero aún risueño hacia la izquierda, acentuado una sutil sonrisa en sus labios y rodeado su cuello con la corbata, haciendo la cercanía entre sus rostros más palpable. Incluso sus narices se rozaban.
—Puedes quedarte, pervertido.— concedió tras asentir varias veces y de manera lenta—. Pero ten la decencia de voltearme.
El de hebras café alzó una ceja—. ¿Voltearte?
—Yo no, tú.— farfulló con otra risa tonta escapando de sus labios—. Gírate.
Cuando la corbata abandonó su cuello, Hyunjin exhaló con profundidad y se volteó. Escuchó al más bajo reír, balbucear incoherencias y comentar cómo la cama parecía tragárselo. Insultó a sus pantalones por no querer dejar sus piernas y a sus zapatos por ayudarlos. Lo escuchó resoplar un par de veces hasta que lo sintió desplomarse sobre su colchón.
—¿Por qué el techo parece moverse? — preguntó entre dientes y arrastrando las palabras.
El moreno se volteó y sus rasgados orbes volvieron a expandirse, el pánico y la impresión danzando entre ellos y sus facciones.
—¿Por qué no te pusiste el pantalón que te di?
—Cansado.
Fue lo único que dijo antes de hacerse un ovillo donde estaba. Hyunjin cerró sus ojos y masajeó el punte de su nariz cuando se percató de que el contrario se durmió. Deshizo el lado derecho de su cama y se apresuró en arrastrar el inconsciente cuerpo de su prometido bajo las sábanas. Atreviéndose a bajarle la camiseta negra hasta cubrir su entrepierna y poco más. Cuando se aseguró de haberlo tapado bien, maldijo para sí por no tener un sofá largo en su habitación como su hermana.
Recordándose que mañana debía de hablar con ella.
Agradeciendo que fuera sábado o el dolor en su cabeza sería peor.
Felix gruñó y apretó fuertemente sus párpados cerrados, quería seguir durmiendo pero la intensidad con la cual la luz del sol se filtraba por quién sabe dónde, era molesta y difícil de ignorar. Incluso se colocó bajo las sábanas pero no sirvió de mucho. Resopló con exasperación y se volteó hacia la izquierda, hundiendo su rostro en otra almohada.
Inspiró hondo para tratar de relajarse y su cerebro sufrió de un abrupto colapso. La almohada poseía un aroma notoriamente potente, con toques frescos de lo que podría ser lima y una base de almizcle que resultaba agradable para el olfato. La combinación era armoniosa y ciertamente deliciosa. Pero sin dudas esa no era su colonia, es más, él ni siquiera usaba una.
—¿Qué estás haciendo?
El príncipe se sobresaltó y rápidamente se enderezó como viró su rostro hacia donde provenía aquella grave voz. Teniendo que cerrar uno de sus ojos para enfocar el luminoso lugar.
—Yo... eh bueno estaba, ya sabes, eh... iOlvídalo, no viste nada!
Su rostro se sintió caliente y para evadir la inquisitiva mirada del príncipe heredero, volvió a ocultarse bajo las sábanas. Había sido atrapado oliendo su almohada, que alguien tuviera compasión de él, por favor.
—No iba a burlarme. — aseguró el más alto con ligereza. Sonando como si estuviera sonriendo.
—Viniendo de ti me esperaba que sí.
Respondió en un tono cargado de mordacidad, lo sabía, pero fue producido por el bochorno. Y cuando el silencio se prolongó más de lo esperado, se sintió curioso por ver qué clase de expresión causó en su prometido. No le estaba viendo, fue lo primero que notó cuando asomó su cabeza. Su mirada estaba fija en algún punto muerto de la habitación y había cierto grado perceptible de tensión en sus facciones.
—En esa silla está tu traje. Los botones de tu saco y de tu pantalón también están ahí.— informó con seques, señalando hacia un escritorio que el más joven suponía, le pertenecía al mayor—. En esa puerta se encuentra el baño— agregó en el mismo tono, señalando hacia la puerta a su lado—, cuando estés listo baja a desayunar.
A Felix no le gustaban muchas actitudes que su prometido tenía para con él, eso no era ninguna novedad. Pero admitía que cuando éste le hablaba sin ninguna emoción, el no se sentía del todo bien. No cuando comenzaba a acostumbrarse a los colores y tintes que su tono de voz grave parecía tener.
Y la realidad era que se estaba apegando. Fuera incorrecto o un tanto masoquista, lo percibía.
—Hyunjin. — llamó con prisa al ver sus intenciones de marcharse—. Y—Yo... Yo suelo tener mal genio por las mañanas.— pronunció cuando fue observado de soslayo y consiguió aclarar su garganta.
No lo diría como tal, pero se estaba disculpando por su contestación tal vez desatinada. Y supuso que Hyunjin lo notó, porque soltó el picaporte de la puerta e incluso la cerró. Recostándose sobre la superficie y viéndole con detenimiento.
—Ya veo.— pareció murmurar para sí mismo—.
¿Cómo estás? — preguntó al ladear su rostro.
—Bien.
—¿Seguro? — inquirió el contrario con sus ojos entrecerrados—, ¿no estás mareado?
—Para nada.— farfulló con exasperación fingida—. Ya te lo dije, estaba achispado no borracho.
—No parecías achispado.— contradijo con suavidad.
—Lo estaba. — insistió al rodar sus ojos. Haciéndose hacia atrás en la mullida superficie—. De estar borracho no recordaría nada.
—No necesariamente funciona de ese modo, ¿sabes?.
Felix bufó y tomó la almohada del moreno entre sus brazos—. Tu cama es muy cómoda, ¿sabes?
—¿Estás cambiando de tema?— replicó el más alto con una ceja enarcada. Tal vez sorprendido.
—Creo que es bastante obvio.— musitó con simpleza, reprimiendo la sonrisa que luchaba por surcar sus labios—. Pero hablo en serio, ni mi cama es así de wow. Es como si te incitara a seguir durmiendo.— finalizó con un suspiro profundo.
—¿Quieres seguir durmiendo?
—¿Puedo?— inquirió con verdadera sorpresa.
Hyunjin miró su reloj de muñeca y frunció su ceño, como si estuviera pensando en una cosa o varias. Fue así y notando cómo sus gruesos labios se movían imperceptiblemente, que Felix supo que en serio lo estaba considerando. «No puedo creerlo», pensó para sí. Sus mejillas calentándose y su pecho expandiéndose por la aparición de una emoción desconocida pero de gusto agradable.
Queriendo ocultar su probable sonrojo, el más bajo viró su rostro hasta ocultarlo en la almohada del moreno. Estaba avergonzado y sólo cuando sintió el calor abandonarlo, es que se enderezó.
—Sólo estaba bromeando.— pronunció cuando hizo a un lado las sábanas—. No quiero dormir, tengo hambre.
El moreno sólo le dio una mirada antes de apresurarse en alcanzarle el pantalón de chándal que le ofreció la noche anterior y que por el sueño, no llegó a usar. Tenía un cordón por dentro, lo que solucionaba y evitaba que la prenda cayera. No le quedaba mal pero sí larga.
—Listo.— informó cuando dobló la parte inferior del pantalón hacia arriba—. Vámonos.
—Tus zapatillas. — farfulló su mayor al tendérselas—.
Ayer fue la primera vez que vi a alguien usar un traje y zapatillas. Dijiste que era una cena sosfiticada...
El de cabellera rosa sintió cómo su rostro comenzaba a calentarse por segunda vez—. Dijiste que no te burlarías.— recordó en un tono ahogado, terminando de atar su calzado.
—Lo siento, pero me refería a que no me burlaría de que estuvieras oliendo mi almohada.
Felix se enderezó y le dirigió una mirada de advertencia a Hyunjin que para su desgracia, no causó el efecto deseado. El brillo malicioso en aquellas esferas oscuras no desapareció y la sonrisa socarrona que se negaba a mostrar, terminó apareciendo y decorando aquellos gruesos labios.
—Sólo vamos a desayunar o te mataré.
Y si pensó que su prometido se enojaría por la amenaza o por el atrevimiento que se tomó para apuntarle con su dedo, eso nunca pasó. El hombre simplemente meneó su cabeza y le abrió la puerta, sonriendo de manera tenue mientras iba a su lado y lo guiaba.
Para cuando llegaron a la cocina, Felix se sorprendió de lo poco comunicativa que se encontró Yeji. Lo saludó y cruzaron un par de palabras, pero era muy obvio para cualquiera que la chica estaba tensa y sus sonrisas nunca terminaban de formarse.
Y viendo a ambos hermanos, Felix se preguntó qué había deteriorado su relación de esa forma. Sabía que no todos los hermanos se amaban incondicionalmente, algunos no se soportaban y otros discrepaban por todo, hasta el punto de detestarse. Él estaba muy al tanto de eso a pesar de ser hijo único.
Pero hace un tiempo y cuando se encontró vagando por la Casa Real en espera de la aparición de su amiga, se topó con el consorte de la reina y padre de ambos hermanos. El hombre fue amable a pesar de las pocas palabras y tras unas pocas insistencias por parte del adulto, terminó sentado junto a él viendo fotos de la princesa. Y si la rubia hubiera estado presente, habría hecho lo imposible para evitarlo.
Pero siendo él honesto, recordaba ese acontecimiento por lo asombrado que se encontró al ver las fotos de bebé de Yeji. Y no por ese hecho en específico, sino porque, desde el primer año de su amiga hasta el cuarto, Hyunjin aparecía en cada foto. Su padre no hizo ningún comentario al respecto y sólo se centró en su hija.
Pero Felix hace tiempo dejó de fijarse en ella, centrando su atención únicamente en el pequeño príncipe a su lado. Siempre allí, simplemente sentado, abrazándola o viéndola con una sonrisa realmente encantadora en su aniñado rostro. Pareciendo que en cualquier momento se partiría en dos por lo grande del gesto. Y la forma honesta en la cual sus ojos se entrecerraban, siendo dos perfectas medialunas. Él nunca antes había visto una sonrisa más espléndida y encantadora que esa. Y podía haber sido la sorpresa o lo alborotado de su corazón, pero fue lo que pensó en ese entonces y hasta ahora no había cambiado de parecer. Aunque no hubiera vuelto a ver una sonrisa parecida en el rostro del hombre.
Para cuando llegaron a las fotos en las que Yeji tenía cinco años, ya no habían rastros de su hermano en ellas. Ni en las que vinieron luego.
Y en ese tiempo, Hyunjin realmente parecía adorar a su hermana. No podía asegurar que actualmente no lo hiciera, pero es verdad que apenas sí trataba con ella y siempre estaba tenso a su alrededor. No solía mirarla demasiado y la indiferencia en su rostro no parecía fingida tampoco.
No iba a mentir, desde que vio esas fotos el comportamiento de ambos hermanos le llamó la atención. Yeji sí se mostraba preocupada por él y de vez en cuando admitía quererlo, aunque en su mirada siempre parecía haber algo más. Algo que no podía identificar. No importaba cuánto lo intentara.
Pero por más curioso que estuviera al respecto, no hacía preguntas. Aparte de considerarlo indiscreto, tanto para su amiga como para él mismo, sabía que no obtendría ninguna respuesta. Esos dos aparte de compartir un mismo parentesco sanguíneo y apellido, compartían el mismo afán por mantener las cosas para ellos y no decir nada que pudiera considerarse relevante o significativo. Tenían un problema serio con la confianza. Y además, sabía que recurrir a su prometido no era opción. Le metería una patada en el culo tan pronto mencionara algo.
—Jugar con la comida es de mala educación.
Felix dio un pequeño respingo y viró su rostro hacia el hombre a su derecha. No le veía y se encontraba acabando con lo poco que había en su plato de manera tranquila.
—¿Cómo?
—Tu comida— señaló con su tenedor al verle de soslayo.
El más bajo arrugó su ceño y miró hacia su plato, lo poco que había en él era un desastre. Los huevos revueltos, el arroz y la ensalada estaban mezclados entre sí de una forma no muy agradable para el ojo humano. Pero sabía bien, eso sí.
—Lo siento.
El hombre asintió y acabó con su desayuno sin más, manteniendo el silencio claramente incómodo para todos hasta que volvió a dirigirse a él.
—¿Tienes algo que hacer hoy?
—¿Eh?
Fue lo único que dijo, sus labios torciéndose en una mueca confusa. No comprendiendo la sencilla pregunta.
—Tareas, estudios, prácticas.— explicó con exasperación fingida—. ¿Tienes algo de eso que hacer
hoy?
—No.
Hyunjin asintió y se dispuso a beber de su jugo de naranja. Felix enarcó una ceja y lo miró con fijeza, notando la sombra pensativa en su semblante.
Pareciendo evaluar algo.
—Tengo un par de cosas que hacer, ¿quieres acompañarme?
«¿Qué es eso?..., ¿tan de repente?», el más bajo se sorprendió por la pregunta. Eso era bastante obvio y ni siquiera se molestó en controlar su expresión.
Simplemente mantuvo sus cejas alzadas y sus ojos bien abiertos. Procesando lo escuchado.
¿Aceptar o no?
Siendo el honesto, no era alguien realmente rencoroso y el "sí" cosquillaba en sus labios queriendo pronunciarse. Y estaba ligeramente ofendido consigo mismo porque vamos, algunas actitudes del tipo para con él eran una mierda y aún así ahí estaba, considerándolo.
—Puedes negarte.
—Lo sé.— aseguró sin más—. Pero creo que estará bien— agregó al encogerse de hombros—, te acompaño.
—Bien, termina de desayunar entonces.
Felix no dijo más y obedeció. Si se le permitía ser otra vez honesto, él era consciente de que había aceptado por dos razones: necedad y por un anhelo que se negaba a soltar. Pero ciertamente prefería ignorar esto último y engañarse con el hecho de que, tarde o temprano vivirían juntos y ese era el verdadero porqué de su comportamiento algunas veces flexible o permisivo.
No esperaba que se hicieran buenos amigos o algo parecido, pero al menos que se llevaran mejor. Él lo creía posible. Si su mayor lo intentara, lo sería.
—Listo. — informó cuando acabó con todo.
El moreno le miró y asintió—. Andando.
El más joven se despidió de su amiga aunque ésta apenas alcanzó a responderle. Se hubiera quedado con ella, pero cuando la rubia estaba en su mente, prefería la soledad. Pensar lo que tuviera que pensar por su cuenta, sin interrupciones o distracciones. Y él respetaba eso.
Ella no se inmiscuía demasiado en su vida y él tampoco lo hacía.
Aunque si era sincero, podía preguntarle qué la tenía así y la chica evadiría la interrogante tanto como pudiera hasta que él desistiera y optara por cambiar de tema. Y ahora que pensaba en ello, su relación con ese par de hermanos era en serio un tema.
—Espera. — pronunció cuando se encontraron fuera y frente al invernadero del alto—. ¿Cómo sé que no me harás hacer todo el trabajo mientras finges hacer algo?
Hyunjin elevó ambas cejas antes de tenderle una regadora de metal gris—. Ya te lo dije, no me gusta que toquen mis cosas.
—Pero aquí no hay cosas que tocar.— murmuró confuso.
—Cierto, pero de todos modos sigue siendo mi espacio.— replicó el contrario, suavemente—. Ahí tienes tu respuesta.— pronunció sin más—. Debes regar las flores del segundo estante y las plantas en las cuatro macetas grandes. Si te quedas sin agua hay una canilla entre esos arbustos.— explicó al tomar una regadora más pequeña que la suya y señalar hacia la pared a unos dos metros de ellos—. ¿Entendido?
—Entendido.
—Ten cuidado al entrar.
Desde el interior se podían apreciar mejor qué clase de plantas y flores tenía allí su prometido. Y si desde fuera el lugar le pareció alargado, una vez dentro podía afirmar que era grande. Decir que parecía no tener fin, sería exagerar. Era también ancho y caminar allí no suponía ninguna dificultad.
Dejó de observar para disponerse a regar las plantas que el hombre le había dicho, intentando identificarlas en el proceso. Aunque seguía sin saber demasiado al respecto. Que eran lindas, lo eran. Podía también apreciar lo bien cuidadas que aparentaban estar. Cada flor y planta se veía sana. El tipo hacía un buen trabajo, se lo daba.
Recargó la regadora cuatro veces y tarareó no sabe cuánta canciones antes de terminar. Y si bien podía ser una tarea aburrida, no lo era. Realmente no había mucho para hacer, ignorando que a él se le indicó que regara cierta área y no hiciera más, pero aún así era relajante y el ambiente agradable.
«Casi parecía ser terapéutico, se lo doy a medias», pensó luego de suspirar y de colocar la regadora en el suelo. Estiró sus brazos antes de cruzarlos y curioso por ver qué hacía su prometido, lo buscó a través de los cristales. Dando con él en segundos, se encontraba cerca de la entrada y en cuclillas, con la regadora más compacta en mano mientras vertía el contenido sobre unas pequeñas flores silvestres que había visto muy superficialmente antes de entrar.
Descansó su espalda en el estante metálico tras él y se dedicó a observarlo con mayor atención. Su semblante y expresión en general se mantenían sosegados y sus párpados algo caídos, pero no parecía aburrido o adormilado, simplemente pacífico. Lo vio apoyar su codo derecho entre sus rodillas y descansar su mentón sobre su palma, no viéndose incómodo ante la nueva postura. Y cuando creyó que bostezaría, no lo hizo. Separó sus labios pero para hablarle a las flores.
«Jesús, eso tiene que ser una broma».
Había leído que las plantas crecían mejor si se les daba conversación, además de amabilidad. Pero en ningún momento se imaginó que el tipo era de los que hacía eso. No tenía la pinta si era sincero.
Y para su asombro, Hyunjin se mantuvo todo un minuto hablando con aquellas flores, hasta que el agua se le acabó y pareció notar su mirada. Porque no dudó una fracción de segundo en voltear su rostro en su dirección. Felix se puso nervioso y fue algo torpe al enderezarse, pero según él, creyó manejar la situación a la perfección.
Excepto cuando el moreno ingresó, su nerviosismo aumentó e hizo todo lo posible por evitar su mirada.
—¿Todo bien?
El más bajo sabía que estaba siendo observado así que asintió, colocando sus manos detrás de su espalda mientras se balanceaba sutilmente sobre sus talones en lo que pensaba qué decir.
—¿Seguro?
—Seguro.— pronunció con mayor convicción, mirando a todos lados menos al hombre frente a él—. ¿Cuánto mide el lugar?
Estaba cambiando el foco de atención, eso era obvio y si su contraparte lo notó, no dijo nada.
—Cuatro metros y medio.
Felix asintió, en su mente había divagado seis metros pero pensándolo bien, eso sería inmenso y excesivo para cualquiera.
—¿Y lo armaste todo sin ayuda de nadie?— inquirió ahora sí viéndole, entrecerrando sus ojos con recelo.
Hyunjin resopló y colocó su regadora en el suelo—.
Claramente yo no coloqué los cristales.
—Nunca está de más preguntar.
—Supongo.
Felix no supo qué responder y así, sin más, el ambiente entorno a ambos se fue volviendo incómodo. Razón por la cual sus miradas rehuyeron del contacto. Y para él era ridículo ya que, ni cuando despotricaban contra el otro su alrededor se volvía de esa forma.
Antes de que bufara o siquiera dijera algo, Hyunjin captó su atención al carraspear su garganta.
—Lo siguiente será un tanto tedioso— farfulló con su mirada en el suelo y mientras rascaba la parte posterior de su cuello—, no tienes que acompañarme.
—¿Qué haremos? — inquirió con su rostro inclinado hacia la derecha y con sus ojos viendo hacia arriba—.
No creo que sea tan malo.
El moreno lo miró fijamente por unos cuantos segundos, apenas parpadeando y pareciendo extrañamente aturdido. Hasta que reaccionó, sacudiendo su cabeza y dándole la espalda para encaminarse hacia la salida con supuesta calma.
—Tengo que ir hasta la embajada japonesa y levantar unos informes.— le comentó tan pronto llegó a su lado.
—¿No debería encargarse la reina de eso? — cuestionó con interés verdadero. Enarcando una ceja.
Hyunjin rió, un sonido quedo y vacío—. Debería.—afirmó tras asentir, cruzando sus brazos tras su espalda—. Pero me delegó dicha función hace cuatro años.
—¿Y su canciller*?— musitó con duda evidente—.
¿No tiene uno?
—Lo estás viendo.
Felix se asombró, en la voz del mayor no había prepotencia o altanería al responder, sólo seques y un matiz imperceptible de fatiga. Incluso las comisuras de sus labios se fruncieron. Cualquier otra persona estaría fascinada con el puesto, vamos que sí. Alardearían incluso.
Príncipe heredero de un primer clan, futuro rey de Seúl y además canciller, era todo a lo que muchos clanes más pequeños apuntaban a tener. Quizás la presión debía ser una mierda si se tomaba un segundo a considerarlo y el estrés debía ser fatal, pero la posición de Hyunjin era literalmente la definición de poder.
—¿Eres el predilecto de la reina acaso?
Y otra vez, el moreno dejó escapar una risa vacía.
—¿Dónde ves el favoritismo? — inquirió con seques y viéndole de soslayo.
—Estás en la cúspide de lo que respecta al poder.
Creo que es bastante obvio.
Hyunjin resopló y meneó su cabeza con desapruebo—.
Tu visión es más mediocre de lo que estimé en algún momento. Eso fue demasiado superficial.
—Tal vez, pero es sólo una observación y además verídica.— murmuró al encogerse de hombros.
El alto no dijo más pero por cómo tenía apretados sus labios, el príncipe de Incheon sabía que estaba crispado. Quizás con él, con sus comentarios o con algún otro asunto que podía o no, relacionarse con sus palabras. No preguntó y tampoco quiso saber, simplemente se encargó de caminar a su lado.
La embajada japonesa era realmente grande y habían muchas personas allí, demasiadas. Ya sean trabajadores o civiles, yendo y viniendo. Algunos más ajetreados que otros, expresiones cansadas y serias. Había de todo y a pesar de ver algunas expresiones calmas, todos parecían andar a las prisas y hechos un lío.
Al principio se sorprendió, nunca antes había estado allí y lo vio todo con ojos grandes. Ávidos y curiosos por su entorno. Pero con el pasar de los minutos su emoción se fue menguando hasta desaparecer. Los minutos se convirtieron en segundos eternos y no sabe el en que punto la fila dejó de avanzar.
La situación le desesperó de sobremanera. La impaciencia navegó por sus canales sanguíneos y no sabe cuántos bufidos profirió antes de que fueran atendidos. Y varias veces quiso golpear su cabeza contra ese alto y gris mostrador. La chica al otro lado llevaba trabajando allí unos pocos días y apenas sabía dónde se ubicaban sus bolígrafos, o eso les dijo entre risas nerviosas y ojos ansiosos. Quince minutos le tomó encontrar las benditas carpetas que el rey de Japón le manó a Hyunjin.
Si en un futuro tenía que hacer trámites de algún tipo, mandaría a alguien en su lugar. Aquello había sido demasiado estresante y eso que sólo había ido de acompañante y como mero observador.
Y se asombró positivamente cuando se encontraron dentro del auto de su mayor y uno de los guardaespaldas de éste le tendió una bolsa junto con una bebida congelada y de brillante color rosa.
Eran poco más de las tres de la tarde y tenía hambre, agradecía para sus adentros que el hombre a su lado y concentrado en sus carpetas fuera lo suficientemente considerado como para comprarle algo de comer.
Le sonrió afablemente al hombre castaño y se apresuró en cogerlo todo. Cuestionándose con fugacidad dónde se encontraba el hombre alto, de cabello negro y ojos de cachorro. No lo había visto en ningún momento y le parecía extraño, por lo que observó, siempre estaba junto a Hyunjin.
—Gracias.
Pronunció hacia su prometido y éste asintió en respuesta.
El viaje de regresó no fue gran cosa, el hombre mayor seguía encerrado entre sus papeles y él se mantuvo entretenido comiendo. Y sólo cuando cruzaron las grandes puertas de la Casa Real, Felix se percató de la repentina rigidez en el moreno. Incluso sus pasos hacia la sala eran precipitados y toscos.
Una vez cruzaron el umbral, entendió el probable porqué de su repentino cambio. La reina estaba allí, tomando el té junto a Yeji y una señora que no recordaba haber visto antes. Alzó ambas cejas sorprendido ante la severidad familiar en aquellos arrugados ojos.
—Yeji me dijo que había venido de visita y me pareció buena idea invitarlo a tomar el té, por eso te estuve llamando.— pronunció la mujer al separar sus labios de la pequeña taza, viendo a su hijo de manera fija—. Quería que lo trajeras lo más pronto posible, pero supuse que estabas perdiendo el tiempo y por eso no atendiste.
—Estaba en la embajada y no me gusta estar con el móvil allí.
Felix rezó por el hombre. Aquella era una mentira muy descarada de su parte, traía su móvil encima y si llegaba a sonar, vaya uno a saber cuál sería la reacción de la reina.
—No entiendo porqué tienes uno entonces.— musitó la pelinegra al bajar su taza—. Deberías aprender de Yeji, nunca sale sin el suyo.
A pesar de que la mujer sonrió y sus palabras se oyeron suaves, el brillo reprobatorio en sus ojos no pasó desapercibido. No para Felix al menos.
—Lo siento.— dijo el moreno sin emoción.
—Cómo sea, ya no importa.— la mujer sacudió su mano en un ademán desinteresado y posó sus ojos en el más joven allí—. Acércate, sería agradable conversar.
—No quiero sonar descortés....
—Entonces sólo acepta.
Si aquella mujer de mayor edad no se encontrara allí, tal vez habría aceptado. Porque siendo honesto, su presencia comenzaba a ponerle nervioso y su mirada no le inspiraba comodidad alguna. Todo lo contrario.
—Lo siento su majestad pero deberé rechazar su oferta. — murmuró luego de realizar una profunda reverencia—. Le dije a Hyunjin que lo ayudaría a organizar un par de sus libros.
Y no era mentira, cuando se bajaron del auto el tipo le dijo que debía reorganizar algunas cosas en su estudio y aunque le dijo que no era necesaria su ayuda, él aceptó. Se estaba comportando y no veía mal en darle una mano. No había encontrado razones para negarse y parecía estar intentando llevar las cosas en paz entre ellos.
Aunque pareciera que se estaba aprovechando de su actitud cooperativa, no era así. Y aunque tampoco lo hubiera profesado en palabras directas, sus intenciones eran incluirlo en su día. Eso es lo que interpretaba de su actitud y de sus propuestas repentinas. Porque siendo claros, el tipo podía decirle que tenía algo que hacer e irse, dejándolo tirado como usualmente hacía.
Cabía la posibilidad de que se estuviera equivocando pero esperaba que no.
—Ya veo.— pronunció la mujer con ¿comprensión?—.
Deberías estar trabajando en tus asuntos pendientes con el rey Eiji.— farfulló hacia su hijo—. No has hecho mucho y realmente creo que viajaste a Japón para nada.
Hyunjin se tensó aún más y optó por no responder, simplemente se giró sobre sus talones y caminó con prisa hacia su estudio. Arrastrándolo consigo. Felix escuchó a la señora quejarse y aconsejar a la reina Dahyun que fuera más estricta con su «nieto» si quería a un gobernante disciplinado y a la altura de dicho puesto. Y gracias a eso comprendió de quién se trataba esa presencia, para él desconocida.
Era Hwang YangHee, viuda del antiguo rey de Seúl.
Y hasta el momento no había tenido la "fortuna" de verla.
—Lo siento.
Felix sacudió su cabeza y observó al hombre desplomarse sobre su silla.
—¿Por qué?
—Por todo eso. — masculló evasivo.
¿Había siquiera algo por lo que disculparse?, repasó las palabras anteriormente cruzadas y pensó que no.
Nada.
—Tranquilo, ¿no deberíamos rescatar a tu hermana?
—¿Rescatarla? — Hyunjin pareció divertido con su sugerencia—. Ella está bien, probablemente disfrutando de toda la atención que ahora está recibiendo. No te preocupes.
Felix entrecerró sus ojos, receloso—. ¿Cómo estás tan seguro?
—Conozco a mi familia.
El argumento del mayor no le convenció del todo pero aún así no insistió. Es verdad que Yeji no se había mostrado incómoda hasta que Hyunjin y su madre comenzaron a "hablar"
—Bien, ¿por dónde comenzamos?
Cuando el ocaso comenzó a bañar los cielos de Seúl, Felix se encontró siendo acompañado fuera de la Casa Real por su prometido.
—Gracias por haberme ayudado con... todo eso.
El más bajo evitó asombrarse por la supuesta timidez del contrario en su lugar se encogió de hombros.
—No fue nada.
Había sido algo agotador, lo admitía para sí. Pero de recompensa recibió un buen pollo frito y soda, comida chatarra en pocas palabras pero deliciosa. Además, la compañía de Hyunjin había sido agradable de alguna forma y luego de la limpieza éste le regaló tres libros que expresó ya no leer. Felix reconocía no ser un ávido lector y seguro estaba de que los libros tenían amantes más fieles que él, pero el gesto le gustó y los libros no eran muy extensos. Una lectura ligera y dos de ellos eran poesía pura, así que estaba bien con ello.
Y gracias a su actitud condescendiente, en el buen sentido de la palabra, pudo ser más consciente de la animosidad entre la reina y su primogénito. Seguía desconociendo el motivo o la fuente para ella, ¿pero algo era algo, cierto?
—Aún así, gracias.
—Devolveré tus prendas cuanto antes.
Hyunjin ladeó su rostro y repasó su cuerpo con fugacidad—. No es necesario. Es ropa.
Felix enarcó una ceja pero el hombre se apresuró en abrirle la puerta el auto, indicándole que ingresara de una vez. No fue rudo ni grosero pero él aún así resopló.
—En serio considero que debes mejor tus maneras de despedirte, apestan.— musitó tan pronto ingresó al auto del contrario.
—Intentaré pensar en ellas. — replicó sin más, rodando sus ojos para luego fijarlos en los suyos—. Buen viaje.
—Buenas noches, Hyunjin.
*Canciller es una persona que, comúnmente se ocupa de la diplomacia entre dos o más países, los cuales pueden tener o no, un convenio entre sí. Lo usual sería que sí, al menos con uno. Ya sea de índole política o económica. En palabras más simples, el canciller es el encargado de las relaciones exteriores y de que todo se mantenga en paz, por así decirlo.
En la antigüedad era común que los reyes mismos ocuparan dicho cargo, pero tampoco era inusual que designaran a alguien para que se encargara de él.
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