04. El problema con los botones
Hyunjin enarcó una ceja y llevó la copa que su mano derecha sostenía a sus labios. Bebió del oscuro vino con lentitud mientras sus rasgados ojos observaban críticos a su joven y casi informal prometido al otro lado de aquella bien decorada y distribuida mesa circular.
Sus rosas y finas hebras se encontraban peinadas hacia atrás, dejando a la vista su rostro joven de facciones suaves. Agudizó su mirada y notó que los grandes ojos contrarios eran adornados por delicadas sombras rosas, sutilmente perceptibles. Sus oscuros orbes descendieron y se fijaron en aquellos finos y sonrientes labios, exornados por un labial rosa de una tenue tonalidad más oscura que su natural color en sí. Fijándose más en ello, concluyó que no había mayor discordancia entre un tono y el otro, tampoco era muy llamativo o extravagante. Sino que adecuado, tal vez.
Apartó la copa casi vacía de sus gruesos labios y su mirada bajó aún más, el príncipe de Incheon portaba una camisa blanca de algodón, bastante básica y con los primeros dos botones desprendidos, su bajada ceja volvió a enarcarse ante eso. Toda la extensión de su garganta podía apreciarse a la perfección.
«Inapropiado», pensó con desapruebo.
Una bruma espesa nació en lo profundo de su mente, esparciéndose con rapidez por la misma. Electrizante y oscura. Peligrosa.
Apretó sus labios y desinteresado viró su rostro. Fijando sus ojos en el ministro extranjero de economía que yacía junto al joven príncipe, alegremente le daba plática de algo que, honestamente no le interesaba saber. Ladeó su rostro con escases y arrugó su ceño, escrutando el lenguaje corporal de aquel hombre.
Su cuerpo ligeramente robusto se encontraba inclinado sobre el pequeño de su futuro consorte, hasta su silla se encontraba más cercana a la de éste. Descomponiendo la inteligente distancia que todas las demás poseían. Sus azules ojos destellaban en un intenso tono.
Precavidamente y cuando el joven príncipe centraba su mirada en su cena, el hombre aprovechaba para enfocarse, vehemente en sus coloridos labios. Estrechando su mirada, Hyunjin lo vio humedecerse los labios varias veces.
La rigidez en sus músculos se hizo presente, era realmente desagradable ver cómo un hombre, descarada e indecorosamente desvestía a otro trece años más joven con su mirada. Y vaya uno a saber qué pensamientos transitaban en su mente mientras lo hacía.
«Repugnante».
Felix suspiró por lo bajo y evitó hacerse hacia atrás en su asiento y adquirir una mala postura. Cuando el ministro se retiró al baño, la pesadez en sus hombros desapareció. El hombre era algo agradable y elocuente al crear conversación, se lo daba. Su coreano no era malo tampoco, bastante bueno siendo honestos. Pero empleaba tanta energía y entusiasmo al hablar que resultaba sofocante. Apenas era capaz de corresponder de manera inteligente y ni que se diga de seguirle el hilo, eso era aún más complicado.
Quería ir donde su padre o Yeji, la conversación sería agradable y cálida como animada, más no atropellada.
Pero como el futuro consorte del rey que sería, debía estar donde éste. Rodeado de políticos y simulando que las conversaciones entorno a negocios y economía en general, le interesaban lo suficiente.
Esas cenas excesivamente formales a las que últimamente estaba siendo obligado a asistir, eran irritantes. Prefería las cenas de beneficencia, eran más dinámicas.
Pero como su madre había dicho, debía integrarse y estar más consciente de su entorno. Suficiente había conseguido eludirlo. Además, era su deber también. Una obligación adjunta a su título de príncipe y futuro consorte real.
Inspiró hondo y tras llevar un poco de salmón a su boca, alzó sus claros orbes. Clavándolos en quien le otorgaba su segundo título. Mascando la tierna carne, no dudó en observarlo.
Hyunjin portaba un traje oscuro, e internamente Felix rodó sus ojos. «Predecible» susurró en su mente. Una camisa brillantemente blanca debajo y una corbata azul marino, oscura. Bien hecha como puesta. La talla de todo el conjunto seguía siendo la ideal como para que su fornida musculatura resalte sin ser algo descuidado y visualmente desprolijo o grotesco. Sin dudas tenía un sastre hábil.
Inclinó su cabeza y observó su rostro. Serio, estaba malditamente serio. Sus masculinas facciones no parecían del todo tensas o rígidas pero tampoco se veían relajadas o amistosas. Su postura era más que correcta o buena. Era perfecta. Su espalda recta de una laxada forma, su mentón ligeramente elevado y sus afilados ojos clavados en los de su contraparte. Ilegibles. Su porte inflexible y ciertamente arrogante, resultaba intimidante.
«Y molesto».
Felix asintió como concordo con su propio pensamiento y sin nada más interesante que hacer, procedió a escanear al político con el cual Hyunjin mantenía conversación. Su castaña cabellera tenía algunas, visibles y salpicadas canas. No parecía ser tan alto como el futuro gobernante y su complexión era grande pero no tenía forma o trabajo alguno, desinteresado subió a sus ojos café.
Había seriedad en ellos e interés por la plática que estaban teniendo, podía notarlo. A su vez, podía notar el vacilo brillar en aquellas pequeñas esferas. La mirada de Hyunjin era de otra galaxia. Realmente intensa, impenetrable como tenebrosamente fría. Felix ahora lo sabía, y el espeso negro yacido en cada iris, lo hacían ver aún más intimidante o letal. Por lo que, no le sorprendía ver cómo aquel hombre rehuía de la mirada contraria y cuando se la sostenía, era por tan pocos segundos.
Y como si su futuro esposo pudiera sentir su perforante mirada, viró su rostro y clavó sus filosos orbes en él.
Felix se irguió y se la sostuvo.
El hijo de la reina Tzuyu, honestamente esperaba que, el hijo de la reina Dahyun , le pronunciara alguna palabra. Pero de éste no recibió nada más que su mirada. Tendida, hostil y dura.
Varios segundos se deslizaron por aquella silenciosa mesa, el aire comenzaba a pesar y antes de que se volviese incómodo en su totalidad, uno de los cinco hombres allí, decidió dirigir su atención a Felix.
—Joven príncipe, hemos sido descuidados al no incluirle en la conversación.— murmuró con monótona cordialidad, recibiendo una abierta mirada del aludido —. Me disculpo.
—No es necesario.— musitó el de claras hebras, realizando un sutil ademán con su mano—. Mi fuerte es el escucha, no el habla.— agregó con ligereza.
—Espero la conversación no le haya aburrido.— pronunció otro hombre, su voz sonaba gastada.
Felix sonrió—. Eso no ha pasado, además, el recién retirado ministro de economía ha conversado conmigo de manera entusiasta y dinámica.
Los hombres asintieron y el primero de ellos volvió a hablar—. Ya que es el más joven entre nosotros, príncipe, podría brindarnos su opinión con respecto al decaimiento de algunas monedas extranjeras.— solicitó con aparente interés—. Podría ser refrescante.
De los finos labios de Felix escapó una suave y temblorosa risa. Meneó su cabeza y bajó la vista, tomando sus cubiertos y procediendo a cortar el poco salmón que aún había en su plato.
—Poco sé de eso, temo admitir.— pronunció una vez rebanó el salmón—. Su alteza, el príncipe heredero, puede confirmar mi escaso interés por la economía o los negocios.— agregó tras alzar su mirada y observar al susodicho por debajo de sus pestañas. Malicia disfrazada en coquetería—. Es por ello que muestra tan poco interés en mí.— finalizó tras llevar una porción de la tierna carne a su boca.
Los cinco hombres contuvieron el aliento, aquello era osado. Fuese una simple broma o no, afirmar tan a la ligera que el futuro monarca no mostraba interés en su futuro consorte, era ciertamente inapropiado. Los temas de pareja, debían quedarse entre ellos.
El príncipe de Incheon observó a su bronceado prometido tensarse y se deleitó con la imagen. Discretamente lo avergonzaría y lo humillaría tanto cuánto pudiese y dónde la oportunidad se mostrase. Y tal vez estaba siendo un poco demasiado, pero una oportunidad era una oportunidad.
Hyunjin cogió su copa. Viendo con desinterés su poco contenido, procedió a beberlo—. No es sólo por eso, príncipe.
Felix rió con fingida gracia y los incómodos políticos le acompañaron en dubitativas sonrisas. Él conseguía crispar su máscara y el bastardo le quitaba parte de su armadura. Lo detestaba.
—Sin dudas la comedia no es su encanto, su alteza.— replicó el de hebras claras, apartando su plato a medio acabar.
Carente de humor, Hyunjin le otorgó una tétrica sonrisa de labios apretados.
Y sin dudas el ambiente se volvió incómodo. Si de los cinco hombres allí, alguno creyó, por alguna extraña razón que ellos en serio bromeaban, muy seguramente su pensamiento era ahora otro.
Felix se hizo, ligeramente hacia atrás en su asiento y apartó su mirada de aquellos inexpresivos ojos. Recorrió con su vista aquel amplio y murmurante salón, buscando no sólo distraerse sino también una excusa lo suficientemente válida como para escapar de aquella situación poco agradable.
Él había aportado lo suyo para que se formase, lo sabía. Pero en su defensa, jamás creyó que su mayor y contrario fuese a decir algo semejante, siempre tan indiferente y medido.
Pensó que simplemente no diría nada o de hacerlo, sería escueto y cambiaría el tema.
Suspirando vio su oportunidad de escape; Yeji. Esta se encontraba al otro lado del salón, en una mesa vacía a excepción de un joven que le acompañaba y con el cual hablaba.
—Si su alteza me lo permite, iré donde su hermana.— murmuró con suave firmeza, viendo al serio hombre al otro lado de la mesa—. No he tenido oportunidad de saludarla en estas tres horas.— continuó ante el ligero alzar de cejas obtenido.
Hyunjin asintió e hizo hacia atrás su asiento—. Lo acompañaré. Tengo un asunto que atender con su madre.
El único hijo de los Lee mostró su expresión más pacífica mientras sus entrañas ardían, aquel hombre era un farsante hábil. Mostrando un amable gesto hacia él como el ayudarle con su asiento podía ser, fantástico. Su impulso de querer golpearle en el rostro alcanzó niveles exorbitantes.
—Podrías disimular tu aversión hacia mi persona, ¿sabes?.— susurró entre dientes una vez se levantó y quedó a centímetros del bronceado hombre.
Hwang le miró con detenida fijeza antes de comenzar a caminar—. Como si tú lo hicieras.
—Te detesto, pero al menos soy discreto.
—Cómo sea, préndete un botón.— el más bajo arrugó su ceño, «¿y eso tan de la nada?»—. Tu camisa.— agregó tras resoplar—. Prende un botón.
Felix miró su prenda, llevaba dos botones desprendidos y su cuello se apreciaba por completo. Comprendió allí el "problema".
Era un príncipe y el problema allí no eran sus prendas informales, sino el cómo las portaba. Descaradamente dejaba a la vista toda la piel de su cuello y muy escasamente, se podía observar su clavícula. O una miserable y microscópica parte de ésta.
Teniendo el título que tenía, eso era inadecuado.
—No.— musitó con el pasar de unos segundos.
—¿Disculpa?
—No prenderé ningún botón.
Sabía también que su preciado país tenía inquietudes con el hecho de revelar mucha piel. Fuera hombre o mujer quien lo hiciese, su país seguía cuestionándolo y encontrándolo inapropiado. Pero a él le gustaba llevar su camisa de esa forma, estaban en primavera y la estación se sentía más calurosa a lo acostumbrado, asimismo, la calefacción de aquel salón era cálida.
No quería sudar, además, ¡sólo eran dos botones!
—Hazlo tú o lo haré por ti.— demandó el de frondosas hebras café. Irritado.
Felix resopló—. Mira...
—No me interesa si quieres cambiar mentes.— interrumpió Hyunjin con rudeza, deteniéndose y tomando al más bajo por el codo, deteniéndolo también—. Eres un jodido príncipe y mi futuro consorte— procedió en un tono grave y bajo—. Lo que desgraciadamente significa que, cómo te vistas, qué digas o hagas, repercutirá en mí también.— agregó con latente frialdad, soltándolo y curvando sus labios en una sonrisa falsamente cálida—. Poco me importa si sudas, de suceder, usa un pañuelo o una servilleta. Me da igual, pero adquiere la costumbre de vestir decente en público.
Felix no supo cómo replicar, ¡iba vestido de manera decente, maldición!. Apretó sus puños y sintió sus entrañas arder con ferocidad. Boqueó y sus palabras se quedaron a medio camino. No discutiría por algo como eso, de ninguna manera.
Simplemente observó como aquellos largos dedos se dirigían a su prenda y con facilidad, prendían un botón. Enarcó una de sus cejas cuando esas mismas manos procedieron a acomodar el cuello de su camisa. Alzó su rostro y le miró, otra vez un indescifrable como fugaz sentimiento danzó en sus oscuros ojos antes de esfumarse.
—No seré una maldita muñeca de arcilla a la que moldearás a tu maldito gusto.— masculló al esbozar una sonrisa de labios apretados y tensos. Podía sentir algunas miradas.
El futuro rey apartó sus manos y alisó su propio traje—. No espero que lo seas ni tengo la intensión de moldearte de ninguna forma.— expresó plano—. Sólo ten la cortesía de no avergonzar a tu madre ni a mi persona.
¿Avergonzarlo?, el pequeño príncipe se incendió en un intenso granate. Enrabiado caminó tras la firme espalda del más alto.
«¿Cómo se atrevía? Ese bastardo arrogante».
—Tú nunca has tenido cortesía alguna cuando se trata de humillarme.— farfulló una vez llegó a su lado, perforando su ilegible perfil con sus castaños orbes.
—Mínima.— murmuró sin verlo—. Pero sí he tenido.
—¿Mínima, dices? — Felix estaba indignado, las veces que aquel hombre lo había humillado o pisoteado, no había sentido pizca de cortesía alguna en sus actos o palabras—. Eres un bastardo in...
—Tu boca.— interrumpió al ver la confundida expresión de su hermana menor a medida se acercaban—. Estoy cansado y no soportaré tus berrinches el día de hoy.— informó al detenerse y enfrentar la irritada apariencia de su prometido—. Cambia esa cara e inclínate.
—Conozco el maldito protocolo.— masculló tras realizar una superficial reverencia—. No me digas qué hacer, imbécil.— agregó tras sonreír—. Y cambia esa forma de despedirte.
Hyunjin entrecerró sus ojos pero no respondió, simplemente se giró sobre sus talones y caminó hacia unas mesas lejanas.
—¿Hicieron las paces? — Felix se sobresaltó y se giró, viendo a Yeji sonreír con sutil esperanza.
—Por supuesto que no.— respondió tras arrugar su ceño, disgustado ante la sola idea—. ¿Qué te hizo pensar eso?
—Estaban hablando, sonriéndose y caminando juntos.
El príncipe de Incheon rió ante lo ingenua y fácil de engañar que la princesa podía llegar a ser algunas veces. Y reconoció a regañadientes, lo convincente que su prometido podía ser con el sólo hecho de mostrar una sonrisa.
—Se supone que es un príncipe de cualidades como modales impecables. Es lo que, supongo, mostrará en público.— expresó tras encogerse de hombros.
—Pero...
—Eres tan ingenua.— interrumpió tras reir—. ¿Con quién hablabas?
—Bangchan.— respondió con simpleza. Felix ladeó su rostro—. Se encarga de la seguridad de Hyunjin.
—Oh, ¿tiene uno?
—Tiene un equipo.— aclaró la chica con ligereza—. Sería extraño que no tuviera uno.
—Touché.— concordó tras sonreír—. ¿Son amigos?— cuestionó cuando su lengua picó, ansiosa por querer saber.
«Malditas costumbres», pensó con desapruebo.
—¿Bangchan y yo?— el joven príncipe negó—. ¿Él y Hyunjin?— se aventuró la mayor con duda, recibiendo un asentimiento como respuesta—. Lleva trabajando para él 7 años— susurró por lo bajo, meditabunda—. No estoy segura, pero los he oído conversar de cuestiones irrelevantes en su estudio y de todo su equipo, es con quien más interactúa o pasa tiempo.— agregó tras suspirar—. Tal vez lo sean. ¿Por qué la pregunta?
Felix se encogió de hombros y abanicó su rostro, fingiendo indiferencia—. Pensaba cómo alguien puede ser capaz de soportar a tan temperamental hombre, ya sabes.
Yeji suspiró con pesadez—. No quieres que hablemos de él y lo traes a colación, a veces no te entiendo.
—La costumbre.— se justificó viendo a su alrededor—. Estas cosas son aburridas.
—Básicamente son políticos socializando y manteniendo sus lazos estables.— respondió tras sonreír de manera ladina—. De todos modos, nunca te interesaron estas cosas. — agregó con suavidad, palmeando su hombro.
—Lo sé.— aseguró tras abultar sus labios—. Necesito que un chico guapo se me acerque y me ofrezca sacarme de aquí en su moto probablemente negra.
—¿Por qué no en un caballo?— cuestionó la princesa con lo que parecía ser diversión.
—Porque no estamos en el medievo.
Ambos rieron con "discreción". Felix adoraba a Yeji, era un poco más seria que él pero más accesible que Hyunjin, aún así, no temía seguir el hilo de sus ridiculeces. Era la mejor.
Resopló y poco después intentó controlar su risa, comenzaban a llamar la atención y atraer varias miradas sobre ellos. Pero de todas ellas, ninguna se asemejaba a aquella intensa que bien identificaba. Miró a su izquierda, buscándola y a varios metros de él se encontraba Hyunjin, viéndole de regreso con una inexpresividad asombrosa mientras que su madre le daba una sonrisa cordial.
—Y tampoco es un cuento.— agregó la chica una vez su risa se calmó.
HongJoong asintió—. Tampoco estamos en un cuento.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top