02. Bien. Perfecto. De puta madre

Felix suspiró tan pronto sintió el auto que le transportaba, detenerse. Movió sus claros orbes y miró a través de la polarizada ventana a su derecha. Fuera y sobre su diminuta y real persona se alzaba la Casa Real, luciendo como siempre, imponente y colosal.

Su chófer le abrió la puerta y tras volver a suspirar, más hondo que la primera vez, salió del vehículo con una practicada y casi natural gracia. Le asintió como agradecimiento, y en respuesta, el hombre mayor realizó una profunda reverencia.

«Bien. No estés nervioso, andando».

Sin más demoras, se dirigió hacia la descomunal mansión y tras llamar y pronunciar su nombre, las puertas se abrieron con inmediatez, un criado que no conocía le miraba impasible y tras una profunda reverencia, se apartó. Dándole acceso.

Escasamente observó el interior o su alrededor, ya lo conocía. No era su primera vez en tan abrumante recinto. Casi todo allí era antiguo y valioso: los jarrones, los muebles y algún que otro artículo decorativo. Ciertos cuadros también. Todo, literalmente todo gritaba elegancia, exquisitez económica y peculiar pero atractiva visualidad.

Felix no dejaba de asombrarse ante ello, su familia era poderosa también y claramente tenían dinero y adquisiciones valiosas pero, los reyes de Seúl y su mansión exudaban poder y riqueza. Era ciertamente agobiante algunas veces.

Meneó su cabeza con ligereza y cuando llegó a la amplia sala principal, el sirviente más antiguo de los reyes, le recibió como le sonrió tras realizar una venia ligeramente profunda.

—Príncipe, es agradable verle.— pronunció con suave cortesía, ladeando su rostro—. ¿Está aquí por la princesa Yeji?

Felix negó—. Vengo a ver a su alteza, Hyunjin.

Y el hombre, probablemente entrado en sus cuarentas, abrió sus ojos con sutileza. Asombrado.
Lee rió para sus adentros, divertido. Él comprendía el reaccionar del hombre. Vamos, hacía tiempo que sus visitas a la Casa Real habían dejado de ser para ver al futuro monarca y pasaron a ser para visitar a su hermana menor.

Ya sea por su iniciativa propia o porque la contraria lo invitaba a conversar y perder el rato cuando ninguno estaba llevando a cabo sus respectivas obligaciones. El trato entre ambos era bueno y podría decirse, aseverarse con total confianza que eran buenos amigos.

La joven princesa era amable y risueña. Además, siempre que había ido para ver e intentar crear algún lazo ameno o cordial con su hermano mayor, fallando miserablemente en ello, Yeji iba hacia él y le daba un verdadera y relajada charla. Distrayendo su mente como animándolo.

Si aún volvía a tan abrumadora residencia, era por ella.

—Su alteza se encuentra en su estudio, trabajando.— informó cuando su estupor pasó.

Felix asintió y ladeó su rostro—. ¿Está él ocupado?

—No lleva mucho allí— dijo el hombre elegantemente vestido—, y tampoco tenía muchos papeles en mano.

El bajo príncipe asintió y agradeció, pasó junto al cortés sirviente y tras dar varios pasos, se detuvo.

«Mierda», pensó al torcer sus labios en una mueca.

«¿Dónde se supone qué queda su estudio?».

—Yoon...

—Lo guío. No es molestia.— dijo el aludido, una vez los avergonzados ojos de Lee estuvieron sobre los suyos—. Venga conmigo, por favor.

Silenciosamente le siguió. Anduvieron por un largo, realmente largo pasillo. Topándose con algunos que otros empleados, no fueron más de cinco o seis, todos cordiales pero apurados en su andar.

Poco después, Yoon se detuvo frente a una enorme y cerrada puerta de oscura madera. Le pidió que aguardase y luego de eso se perdió en el interior de la misma por unos cortos pero prolongados segundos.
Los nervios del joven príncipe de Incheon, despertaron. Su corazón se agitó y él bajó su mirada, observando sus prendas informales pero elegantes. No tenían manchas ni arrugas, bien. Inspiró hondo y exhaló con lentitud. Buscando calmarse. La puerta volvió a abrirse.

—Puede ingresar.

—Gracias, Yoon.

Antes de ingresar, sacudió sus hombros y elevó su mentón, adoptando una expresión de indiferente calma.

Antes de fijarse en el futuro gobernante, Felix observó al chico que yacía a tal vez un metro detrás del escritorio de Hyunjin. Portaba un traje negro, corbata y oscuros lentes en sus ojos como un diminuto auricular en su oído derecho. Se veía serio pero, aparentemente relajado. Era casi tan alto como Hyunjin y su cabellera de un azabache sorprendente.
Tan pronto se encontró a tres pasos del escritorio, el joven hombre realizó una profunda reverencia y de manera monótona pronunció «su alteza». Felix simplemente asintió, corto. Y sus ojos cayeron, centrándose en el futuro rey.

Sus oscuras hebras café se encontraban hacia atrás y ordenadas, su cuerpo era abrazado por un ajustado e impecable traje negro mientras que su rostro se mantenía serio y como siempre, no le miraba. Sostenía un par de papeles entre sus grandes manos.
Felix carraspeó y reprimió su impulso por rodar los ojos.

—Su alteza.— pronunció en un saludo cortés.

—Príncipe.— respondió el mayor, escueto y aún sin verle—. ¿A qué debo su visita?

—Conversar. Necesito conversar con usted.
Hyunjin asintió y el joven príncipe enarcó una ceja, ¿había resoplado por lo bajo?

—Puedes aguardar fuera.— expresó el monarca hacia el pelinegro, éste asintió y tan pronto desapareció, su impasible expresión se crispó—. ¿Es siquiera urgente?

—¿Cuándo no lo fue?— inquirió Lee con brusquedad.

—Todas las veces que requerías hablar conmigo en el pasado.— respondió el de oscuras hebras, cruzando sus dedos sobre su amplio y brillante escritorio de roble. Su mirada era ilegible y fría. Felix arrugó su ceño y apretó sus puños. Así de asquerosamente fácil consiguió ponerlo de malhumor—. ¿Y bien?, tengo asuntos importantes que atender.

—No pretendo hacerle perder su...

—Justamente eso estás haciendo.— interrumpió con seques.

El joven casi adulto gruñó. Un músculo en su quijada se tensó y el color subió a su rostro. Ese hombre era jodidamente imposible y frustrante, ¿qué estaba mal con él como para recibir tan adusto y frío trato?

—¿Qué mierda te sucede?

Antes de siquiera detenerse a pensar qué estaba inquiriendo y el tono que estaba empleando, las palabras fluyeron fuera de sus pequeños labios. Furiosas y rotundas.

Ligeramente, el joven príncipe se arrepintió. Estaban prometidos, sí, pero el adulto frente a él era heredero al trono de Seúl, era un futuro rey. Su poder económico y político era mayor al suyo. Un comportamiento tan irreverente como ese, no era admisible y mucho menos era correcto.

Hyunjin entornó su mirada—. Cuida tu lengua, niño.— masculló, bajo y ciertamente severo—. Muestra algo de respeto también.

«¿Respeto?» «¿niño?», Felix boqueó y sus mejillas infló, ofendido y molesto. A la mierda su rango y quién mierda fuera. Ambos eran personas y por ende, iguales.

—No soy un niño, imbécil. Pronto seré un adulto.
El primogénito de los Hwang endureció sus facciones, y su mirada se encendió. Brillando en ella un fuego frío, amenazador y letal. Aún así, su tono no se elevó al hablar.

—¿Adulto?— pronunció mordaz, enarcando una ceja y recorriendo la ardiente expresión contraria—. Querías hablar porque era urgente y en cambio, estás allí parado, gritando y discutiendo nimiedades.— señaló con seques—. No es el comportamiento de un adulto, menos el de un príncipe.

Y el rostro del más joven allí, se encendió como si de una roja farola se tratase. Tembló y gruñó. Por supuesto que su comportamiento no era correspondiente al de un príncipe y futuro consorte pero maldición, era explosivo y malhumorado cuando algo o alguien le disgustaba. Y usualmente menguaba dichos defectos con facilidad y maestría, comportándose cordial y distante, pero ese fornido hombre frente a él, acababa con su perfecto autocontrol con asquerosa sencillez.

¿Qué esperaba conseguir actuando arrogante y despectivo?

Felix odiaba tratar con personas como esa. Y simplemente haría que se olvidase del protocolo y su rango para abalanzarse sobre él.

Puesto a que eso quería hacer; rodear aquel maldito escritorio y molerlo. Arruinar su perfecta e impecable imagen.

—Deja de ser un imbécil y...

—Deja de reaccionar por todo.— interrumpió Hyunjin, exasperado—. ¿Qué haces aquí?

—Tu madre llamó a mi madre.— masculló la respuesta entre dientes. Hyunjin enarcó una ceja ¿interesado?—. Por eso estoy aquí.

El futuro gobernante resopló fastidiado—. Podrías ir directo al maldito punto. ¿Qué quería?

—Que nos mostremos en público, en eventos o salidas.

—No veo necesidad de ello.— expresó tras un corto silencio. Descruzando sus dedos cogió una carpeta azul. Abriéndola y dejando de ver a su futuro consorte—. Si era todo, puedes retirarte, príncipe.

—No terminé.— gruñó Felix con frustración, ese hombre era desesperante y un completo como absoluto desastre. Un auténtico imbécil también—. Considera sofocante la inquisición de la prensa con respecto a nuestra unión y exigen saber cuándo se realizará. Llevamos mucho tiempo prometidos que para ellos comienza a ser extraño.

Hyunjin tensó un músculo en su mandíbula y le miró—. Básicamente está harta de ellos, ¿espera que yo me encargue?

—Espera que nosotros nos encarguemos.— corrigió tras señalarse y señalarlo, enfático. «Idiota arrogante», pensó con disgusto—. Que expliquemos porqué aún no estamos casados o que al menos seleccionemos una fecha.— prosiguió sin más—. Supone que eso los mantendrá calmados.

El maduro príncipe resopló y se hizo hacia atrás en su cómodo asiento, agotado y enrabiado. Y así se mantuvo por unos segundos.

—Cumples años el nueve de agosto— murmuró de repente. Pensativo y viendo a un punto muerto en la habitación—, y para ello faltan cuatro meses.— Felix frunció su ceño, ¿cómo él sabía eso?—. No sería apropiado anunciar una fecha en ese mes, antes tampoco.— continuó, meditabundo—. Agosto suele serme complicado. Entonces..., noviembre.— susurró para sí y asintió—. El diez o tal vez el quince de noviembre del siguiente año, estará bien.

¿Del siguiente año?, a Felix le tomó trabajo entender aquello. De hecho pensó que escuchó mal.

—¿Siguiente año?— cuestionó con incredulidad notoria. Su contraparte asintió—. Nuestro compromiso fue anunciado públicamente hace tres años, ¿por qué posponerlo un año más?. La gente lo encontrará extraño.— aseguró con su ceño arrugado.

«Yo lo estoy encontrando extraño».

—Tonterías.— pronunció tras sacudir su gran mano, desinteresado—. No es asunto de ellos y si ya has terminado de cumplir como mensajero de mi madre, puedes irte.

El único hijo de los Lee enrojeció, realmente saltaría sobre ese ordenado escritorio y lo destrozaría.

—Tu madre no me pidió venir, imbécil. Sugirió que sería bueno si lo hiciera y habláramos más que aquella vez hace tres noches.— corrigió con desesperación, despeinando sus finas hebras. A la mierda su apariencia y compostura, aquel hombre lo jodió—. Además, aprovecharé y conversaré con Yeji, ella me recibirá gratamente.

Hyunjin inspiró hondo y apoyó su amplia espalda en el respaldo de su asiento, escudriñó su rostro de manera intensa y silenciosa, casi parecía estarle haciendo un hueco allí. Nervioso, Felix cambió el peso de su pierna a la otra. Los rasgados ojos del mayor se oscurecieron, fríos y amenazadores. ¿Había dicho algo malo?
—Entonces puedes irte y seguir perdiendo el tiempo.

—Eres un...

—Tu lengua.— advirtió con seques—. No soy indulgente con absolutamente nadie y no lo seré contigo tampoco.— agregó con severidad, apartando su mirada del irritado chico para centrarla en sus papeles—. Ahora, largo príncipe.

—Su alteza.
Masculló tenso y realizando su obligatoria reverencia, aunque no estuviera siendo visto. Apretó sus labios y se giró sobre sus talones, furioso y poco compuesto pisoteó el suelo como, brusco, salió por aquella cerrada puerta.

—¡Lo detesto!

Articuló el príncipe tras empujar dos puertas dobles sin cuidado alguno y apenas ingresó a una enorme y pulcra habitación. La persona allí enarcó una ceja y se giró sobre su asiento, algo confundida.

—¿A quién detestas?— cuestionó la joven tras cruzar sus brazos y ver al príncipe desplomarse en un pequeño sofá individual.

—Al arrogante de tu hermano.— masculló tras también cruzar sus brazos, ofuscado—. Es un imbécil.

—Felix...

—No.— interrumpió el nombrado—. No lo defiendas.

—Esas no son formas de dirigirte a tu futuro marido.— señaló con suavidad, sin ser del todo un regaño—. Además, tiene mucho trabajo encima y...

—Tampoco lo justifiques, Yeji.— advirtió tras entornar su mirada.

La susodicha suspiró con profundidad, ladeando su rostro y observando al, claramente irritado chico a la distancia. Su expresión arrugada, su mandíbula apretada y los músculos de sus delgados brazos, tensos.

—¿Qué sucedió?— preguntó en un relajado tono.

—Me trató como si fuera.... no lo sé, una cosa molestia.— masculló tras resoplar, nunca antes alguien lo había puesto de tal malhumor con tanta facilidad—. Se comportó arrogante y despectivo.— la vena en su frente latió al recordar semejante e injustificado trato—. Se burló y me despreció con la mirada.— agregó entre dientes—. Es un imbécil frío y despreciable conmigo cuando nadie lo está observando atentamente. Y no entiendo por qué.

Yeji se mostró escéptica, no sonaba en lo absoluto a su correcto hermano mayor.

—De seguro es el trabajo. Está bajo mucho estrés, ¿de acuerdo?— expresó amena, viéndole con sosiego—. Sólo has interactuado dos veces con él luego de cuatro años y puede que se sienta incómodo. No es personal ni tiene nada en tu contra.

Eso no convenció al hijo de los Lee, para nada. Estaban hablando de su hermano mayor, el perfecto príncipe de perfectas cualidades y supuesto rostro también perfecto, no había forma de que Yeji fuera imparcial y reconociera alguna mala actitud del hombre en cuestión.

No pasaría, lo adoraba.

Además, ¿Hyunjin incómodo con él?, Felix quiso reírse. Ese hombre tenía tanta confianza en sí mismo que era molesto. Era arrogantemente seguro de sí. Tan severo como sus expresiones o frío como sus ojos, estaba seguro que ese hombre no se tornaba incómodo con la presencia de nadie y aún más seguro estaba de que, el futuro monarca no se amilanaba.

Yeji tenía razón en algo, sólo habían interactuado dos veces y de manera escasa luego de cuatro años. Pero la princesa de hebras rubias estaba ignorando algo también; habían interactuado prolongadamente en su entrada adolescencia.

Y como ya se dijo, el monarca nunca antes se había comportado de manera altiva y casi grosera con él.
Además, tampoco era su primera vez conversado de ello, Felix constantemente había expresado sus miedos con respecto de no gustarle a su futuro prometido. Las inseguridades que su actitud limitada e indiferentemente cortés le causaban. Lo frustrado que se sentía por no saber cómo llegar a él o de qué manera llamar su atención y complacerlo.

A su alrededor siempre había estado enervado, ansioso y receloso.

Y Yeji siempre lo había escuchado, consolado y animado. Le había también aconsejado que le diera tiempo, que a pesar de sus buenas aptitudes como príncipe y su excelente desempeño, él no sabía cómo tratar con personas de otra manera que no fuera políticamente correcta. No conocía de indulgente, permisivo o amistoso.

Sé comprensivo con él y paciente. Necesitas de paciencia con Hyunjin», eso le había dicho la pequeña hermana de éste, amable y suave cuando cumplió quince y se sintió abrumado por su cerrado y reticente comportamiento.

El príncipe de Incheon le había escuchado y sido paciente, pero por más que se esforzara e intentara lo que intentara, ese fuerte e imponente roble, se negaba a mostrar sus hojas. Se negaba a mostrar su color. Se negaba a brotar. Sus fuertes raíces estaban firmemente arraigadas y sujetas entono a su inamovible convicción de no cederle nada. Ni lo más mínimo.

Y él, como un simple haya*, lleno de inocente esperanza y de rebosante vitalidad, se iba secando. Su follaje brillante, frondoso y vivaz, caía y perdía sus características más peculiares. Su grueso tronco adelgazaba y sus ramas se quebraban.
Había intentado tanto como ofrecido lo que tenía y en cambio, el príncipe de Seúl rechazaba sus esfuerzos más sinceros, su iniciativa más nerviosa y a él, con tanto desdén y frialdad que....  Felix apretó sus labios en rectas líneas, amargado, furioso y decepcionado.

Recordar todos sus intentos y los pésimos e infructuosos resultados como sus emociones más agobiantes, le enojaron. Se enojó consigo mismo y con su prometido. Su boca se sentía pastosa y agria. Y él, un completo fracasado.

Había hecho tanto por ese hombre, fuera lo correcto o no. Había sido un puberto inexperto cuando lo vio y lo encandiló.

Se esforzó en adquirir más conocimientos, se esforzó por saber sobre casi todo. Trabajó duramente en sus modales y en aprender todo ese interminable y aburrido protocolo real. Hizo hasta lo imposible por mejorar su maldita apariencia y físico.

¿Y estos eran los resultados que obtenía?

Su interior ardió. Sus frustraciones, incertidumbres, inquietudes, miedos y desesperaciones, todo aquello que él creía haber superado y olvidado con propiedad, estalló en la boca de su estómago. Corrosivo y caliente.
Lo detestaba, él en serio quería creer que lo hacía.

Hwang Hyunjin quería comportarse como un verdadero idiota, bien. Lee Felix también podría ser uno.

El príncipe heredero quería fastidiarle con su arrogante actitud grosera, perfecto. El príncipe de Incheon buscaría la forma de fastidiarle también.

Su supuestamente perfecto prometido era en realidad un perro dominante, de puta madre. Él buscaría la forma de doblegarlo.

Ya no era un puberto ilusionado y cegado por otro más grande, ahora era casi un adulto y uno determinadamente resentido. Hyunjin quería joder las cosas entre ellos, estupendo, él aportaría lo suyo y averiguaría cómo joderlo primero.

Jugaría a su juego y lo ganaría.

—No me gusta tu mirada.— expresó la princesa de brillantes hebras rubias. Con su ceño más que arrugado, Felix le miró—. Siento que estás tramando algo. ¿Qué es?

—Nada.— musitó con su ceño relajado pero su semblante aún oscurecido por la vengativa resolución—. Simplemente pensaba.

—Escucha, estás enojado ahora pero si haces algo que le disguste él...

—No me interesa oírte, Yeji.— interrumpió con desdén—. Lo defiendes y está bien, es tu hermano.— precedió con un tono más ligero—. Pero si no vas a ser objetiva, mejor no digas nada.

—Bien.— resopló la mayor entre ambos, rendida—. Sólo te diré una cosa— agregó tras el correr de unos silenciosos segundos—, Hyunjin no es agradable cuando está enojado.

—Maravilloso— dijo el príncipe más joven, falsamente contento—, yo tampoco lo soy. Y se lo mostraré.
Yeji meneó su cabeza y sólo le observó, cuestionándose internamente cuánto tardaría todo en explotar y tornarse realmente feo y complicado.

Haya es un árbol. Simboliza la confianza, la paciencia como la dulzura y la alegría de uno mismo como de otros. Se cree que meditar bajo uno ayuda a la positividad y a limitar el remolino que la vida es, como también ayuda a la tranquilidad espiritual.

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