Capítulo 9

Si me hubieran dicho hace un par de semanas que hoy estaría haciendo fila en Starbucks para comprar un café descafeinado con crema batida, les hubiera contestado que estaban locos. Pero, si además me hubieran dicho que el café era para un tío al que detesto, me habría reído en su cara.

Anoche, cuando llegué a casa después de un día tan largo y ya no quería saber nada de nada, la pantalla de mi móvil se iluminó con un mensaje de Bas.

Bas: Mañana. Café descafeinado con crema batida.

Solo eso. Nada más. Y aquí estoy, comprando un café para Bas. Ni siquiera sé por qué lo hago, ni qué tiene en mente. Probablemente quiera devolverme la jugada, tirándome encima su bebida favorita. La verdad es que no tengo idea cuando se trata de él.

—¿Nada más? —me pregunta la chica que está tomando las órdenes a una velocidad impresionante. Hasta ahora no se ha equivocado en nada. Mi padre ya quisiera tener a alguien así de eficiente trabajando para él.

—No, gracias.

—Son $3,30.

Pago y espero a que me lo traigan. El lugar es acogedor. Supongo que si a mi padre no le importara los lugares que frecuento, vendría más seguido por aquí.

—Aquí tiene.

Me pasan el café y lo alejo inmediatamente de mi nariz. Siempre odié su olor tan penetrante.

—Muchas gracias.

Al llegar a la escuela veo que Bas está hablando con un par de chicas rubias, altas y delgadas. Frunzo el ceño. No sé por qué me irrita que esté flirteando con esas chicas además de que Bas solo les interesa por su aspecto y nada más.

—¡Hey Mely!

Me da alcance a la mitad del camino. En su mano esta vez solo lleva una bebida. Cuando no le devuelvo el saludo me dice—: ¿No me vas a decir que pare de llamarte así?

¿Es que este chico nunca se cansaba de sonreír?

—¿Cuál es el punto? ⎼⎼me encojo de hombros—. Diga lo que te diga, vas a seguir llamándome así.

—Le quitas la diversión —refunfuña y a mí se me escapa una pequeña sonrisa.

Me da el vaso que lleva en la mano y toma el que yo llevo en la mía. Tomo un sorbo.

—No es de chocolate —hago pucheros mientras saboreo las fresas frescas.

—Digamos que no tengo muy buenas experiencias con el batido de chocolate.

Suelto una carcajada. Ahora que lo pienso, fue un poco gracioso. No creo que valga la pena seguir enojada con él en especial cuando me trae batidos gratis. Después de todo, Jessica va a tener razón.

—Tienes que admitir que te lo merecías —mi sonrisa es amplia. Es bueno que no esté molesto y no quiera tomar venganza. No quiero empezar otra guerra sin sentido como la que tengo con April.

—Puede ser —dice dudando, aunque no deja de sonreír. Toma un sorbo de café —. ¡Puaj! ¿Es Starbucks?

—Lo dice en la etiqueta, Bas —parece un niño que hace berrinches porque no le gustan las verduras.

—¿No sabías que el café de Starbucks es lo peor?

—Según la opinión de miles de personas no.

—En realidad el café es lo peor del sitio. Si siguen a flote es por las otras delicias que ofrecen.

—Deja ya de quejarte —le doy un codazo juguetón—. Lo importante es que no te ignoré y te traje café —digo eso con una mueca de asco.

—Hola Sebastian —mi sonrisa se va por completo. Ella me lo advirtió—. Quería preguntarte, este viernes haré una fiesta en mi casa. Mis padres estarán fuera todo el fin de semana, ¿vendrás?

Su voz es insinuante y su sonrisa melosa. Bas cambia de inmediato el foco de su atención.

—Ya veré si me animo —le dice a April con una sonrisa perezosa.

Ella le pone una mano en el pecho. Hasta ahora me ha ignorado y eso me molesta bastante.

—Ok. Nos vemos, guapo —le guiña un ojo y a mí me ve con una sonrisa de suficiencia antes de marcharse. Espero no estar mostrando ninguna expresión. La gente susurra y nos ve como la noticia del día.

—Tu amiga es muy linda —Bas vuelve a hablarme.

—No me había dado cuenta —digo sarcástica y sin regresarle a ver, me pierdo entre la multitud de estudiantes.

***

En lo que resta del día me paso imaginando formas retorcidas de dejar en ridículo a April. Una de ellas es esconder sus lentillas de aumento y así no tenga otra opción más que utilizar sus viejas y feas gafas durante todo un día. Es cruel que piense en eso, mi excusa es que me ayuda a no desatar mi enfado y pagarla con alguien que no se lo merece.

Es al final del día que por fin veo a Peter desde que lo dejé con la palabra en la boca en la fiesta. Viene hablando con Bas y Marc. ¿Tan poco tardaron en juntarse con él? Terrorífico.

Estoy a punto de regresar por donde vine cuando mis ojos se cruzan con los de Bas y sus labios moviéndose sin hacer ningún sonido, al menos no lo oigo desde donde estoy, pero puedo entender perfectamente lo que dice.

Cobarde.

Apenas sonríe y es una sonrisa tan odiosa que ni siquiera me doy cuenta de que he caminado hacia ellos hasta que ya estoy allí. Peter y Marc me miran sorprendidos, Bas solo me da un gesto de aprobación. Algo muy extraño.

—Tienes una definición rara de "necesito tiempo", Raquel.

Marc me da un abrazo de oso, mientras damos vueltas. Yo también me alegro de haber roto el silencio, porque aunque haya sido solamente durante tres días, ya lo sentía como una eternidad.

—Ya lo creo —miro directamente a Bas y él me sostiene la mirada sin vacilar—. Por cierto Peter, ¿por qué tu novia me odia? —le pregunto después de darle un pico que no me sabe a nada.

—¿Te odias? —Peter me mira perplejo y yo ruedo los ojos.

—No tontito, no me odio —es entonces que el entendimiento embarga sus facciones. Ahora sabe de quién estoy hablando. No iba a mencionar que Peter me engaña directamente, no con Bas escuchando, porque si lo ponemos en palabras, eso es lo que hace aunque yo no tenga ningún problema con ello.

No creo que Bas lo divulgue a todas voces porque hasta ahora no he oído a ninguna persona mencionar lo que le conté sobre mí; pero como dice el dicho, mejor prevenir que lamentar. No confío en él.

—Eres un poco tímida, solo es cuestión de tiempo que te acostumbres a esto —dice con un movimiento de su mano, abarcando todo lo que hay a mi alrededor. Asiento con la cabeza.

Abby Hartley es nueva, eso ya lo sabía. Me hace preguntarme cómo la conoció, porque que yo sepa, Peter solo frecuenta la gente de aquí, la de su círculo social. Tampoco es que yo haga mucho esfuerzo por conocerle. Ahora la mirada de Bas es penetrante y astuta, pero no veo el brillo de entendimiento en sus ojos.

—No te preocupes Seb, estos dos saben tener unas conversaciones rarísimas, no está fuera de lo normal —Marc le dice a Bas, y sé muy bien que él entendió todo lo que acabamos de decir, pero su sonrisa despreocupada hace que la tensión que se está empezando a condensar en el aire se disipe rápidamente—, entonces, ¿quieren ir a comer? Estoy muriendo de hambre.

Y con eso Marc pasa un brazo alrededor de mis hombros y nos dirigimos a su coche.

El sitio al que vamos es uno de esos restaurantes refinados donde una porción de patatas fritas cuestan diez dólares.

—Elijan lo que quieran, yo pago.

Marc nos dirige a todos una sonrisa radiante y yo se la devuelvo. Abro el menu y todo lo que veo son grasas saturadas y carbohidratos: hamburguesas, patatas fritas, sándwiches de queso derretido y jamón, pizza, lasaña y montón de cosas más. A pesar de que todo se ve espectacular, sigo buscando algo saludable para comer. ¿Una ensalada tal vez? Pero no encuentro nada.

—¿Sirven ensaladas aquí? —me da la impresión de que preguntar por eso en sitios como este es absurdo. Por favor, si siempre tienen una variedad de ensaladas extravagantes para ofrecer, y yo llego aquí y no puedo encontrar ninguna.

El camarero me mira nerviosamente. Espero no estar asustándolo con mi tono desesperado.

—Sí, señorita. Aunque puede que tarde un poco más de tiempo en traerla. ¿Alguna preferencia?

—Si tiene tomate está bien para mí —él asiente y yo continúo—. Muchas gracias.

Le doy una sonrisa radiante y parece que al pobre por poco y no le fallan las piernas.

—Vaya.

Los chicos me miran boquiabiertos.

—Lo sé. El chico debería pedir permiso e ir a recuperarse de la enfermedad que sea que tiene.

—Sí, porque Raquelitis Crónica es una enfermedad bastante peligrosa —comenta Bas sarcásticamente y noto algo en su voz, pero no logro distinguirlo.

—Yo no he hecho nada —me quejo.

—No tienes que hacer nada, preciosa. Todo el mundo se para a mirarte dos veces y es prácticamente imposible no quedarse sin sentido. —Me ruborizo ante las palabras de Marc y dejo que el cabello me tape un poco la cara. Sé el efecto que causo en los demás, solo que nunca lo he oído de boca de los demás.

—Sinceramente creo que exageras.

—No lo creo —dice Bas en voz tan baja a mi lado que casi no lo escucho. No tengo idea de qué significa contando que él no fue una de esas personas a punto de quedarse sin sentido cuando me vio por primera vez. ¿O sí?

Mi cabeza es un lío.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top