Capítulo 33

Veo con tanta alegría el tesoro, sin importarme lo que digan todos los invitados. Es lo mejor que pudieron darme de regalo de Navidad. Tan único, hermoso y afinado.

«¡Mi precioso!» Pienso con todas las ganas del mundo, mientras subo a la plataforma donde está para comenzar el concierto.

Okay, recapitulemos. No quiero que piensen que estoy loca, porque tal vez sí lo esté. Bueno, el punto es que ayer a papá y a Nora se les ocurrió darme una sorpresa. Tengo que decir, por supuesto, que fue la mejor sorpresa después de las últimas semanas de mierda.

¡Me regalaron un piano de cola negro marca Steinway & Sons, completamente nuevo! ¡Y papá dijo que podía quedarse en la casa!

Tengo mi propio piano después de casi cinco años, aunque todavía sigo pensando que se podría tratar de un sueño y que cuando despierte volveré a mi horrible realidad. Díganme lo que quieran pero tengo razones para pensar eso. Uno, ¿recuerdan que hace solo dos semanas seguía castigada porque di un espectáculo en el centro comercial y papá estaba como un energúmeno? Segundo, es fácil desconfiar cuando en cinco años me ha prohibido tocar un solo piano y de pronto viene con una sonrisa enorme en el rostro diciéndome que puedo tener el mío propio sin letra pequeña en el contrato. ¿Es justo o no que piense que podría ser una trampa?

Siendo sincera, la verdad es que ahora mismo no me importa lo más mínimo que después me quite mi sueño hecho realidad. Soy como un niño con un dulce y no me importa nada más.

Pasé toda la noche practicando y tratando de acostumbrarme a este nuevo piano porque Nora me dijo que papá había aceptado que yo, personalmente toque la canción, Thinking out loud de Ed Sheeran, en el baile de apertura de la fiesta. 

Tengo que decir que fue de última hora porque, ¿qué persona, mejor dicho, qué novia en el mundo entero se pasa más de medio año planificando su boda para luego arriesgar todo porque yo interprete la canción para el baile apertura? Eso fue lo más extraño de todo, pero de todas maneras me enorgullece que me hayan escogido precisamente para hacer esto cuando podrían haber conseguido a Ed Sheeran en persona para hacerlo, y no pienso arruinarlo. Así que, cuando subo al escenario donde están los demás músicos, no dejo que los nervios me carcoman desde dentro y pienso en lo feliz que estoy de estar aquí arriba. No existe nada más que mi piano y yo.

—Bueno, hola —me acerco al micrófono para hablar antes de hacer cualquier otra cosa—. Primero lo primero ¡Que vivan los novios! —todo el mundo que está alrededor de papá y Nora me siguen la corriente, y ellos no hacen nada más que sonreír. Es muy bonito—. No me demoraré mucho porque no estoy aquí para dar un discurso, sino para esto —señalo el piano con mi mano y algunos se ríen de la ocurrencia—. Quiero agradecerles a mis padres por darme la oportunidad de tocar en su boda, de verdad que es muy importante para mí. Quiero también desearles que sean felices y que disfruten de su amor tanto como puedan.

Los aplausos no se hicieron esperar, después de terminar de hablar y enseguida me senté en el banquillo frente al piano para empezar a tocar. Nora se tapó la boca con las manos, reteniendo las lágrimas cuando la mencioné como mi madre. No me malinterpreten, a mamá nadie la reemplazará jamás, pero Nora es igual de importante para mí y la quiero. 

Empiezo con las primeras notas y los novios se ponen en el centro de la pista de baile, mientras los demás ven y esperan. El sonido es precioso y a medida que la canción avanza, los demás instrumentos se unen a mí, formando una armonía única, algo que solo la música es capaz de hacer. Papá en ningún momento deja de ver los ojos de Nora y me parece que por fin van a tener su felices para siempre.

Me trago el nudo que tengo en la garganta, paseando la vista alrededor de la estancia decorada con tonos dorados, blanco y beige. Este no es el momento de sentir lástima por mí misma. Pero, claro, el destino siempre tiene que confabular contra mí y hacerme la vida imposible. 

Después de unos minutos lo encuentro a él, vistiendo un terno negro que le queda como un guante, parado a un lado de la estancia con la traidora e irresponsable de Abby. Me cruzo con su mirada y me la sostiene sin rastro de miedo, nerviosismo o dolor. Nada de lo que estoy sintiendo en este mismo instante. Solo me ve, como si me estuviera memorizando en el lugar que estoy, como si me fuera a desvanecer de un segundo a otro. Y eso es exactamente lo que pretendo hacer cuando termine de tocar la canción, porque después de esto, otro pianista me va a reemplazar y, si no me escondo, no tendré más opción que enfrentarme a él. Ja, ni en broma. No después de tres semanas sin verle, para que ahora destruya mi racha sin nada más que una mirada de sus ojos verdes. Para que destruya todos mis esfuerzos por olvidarle.

Termino con el último acorde en re mayor. Solo hay una pequeña pausa de cinco segundos antes de que los demás músicos empiecen con una nueva canción y yo me levante disimuladamente para irme y dejarle mi lugar a mi sustituto.

Ahora sí, valorando mis posibilidades, con todos los invitados paseando, dedicándoles atención a los novios y comenzando a bailar con ellos en la pista de baile, comienzo a serpentear alrededor de todos ellos con el mayor disimulo posible. Cada pocos pasos, regreso a ver a todos lados para comprobar que nadie me está siguiendo y cuando llego a las escaleras recojo un poco la falda de mi vestido de dama de honor para no caerme en el camino.

—¡Señorita Blaise! —alguien llama y me vuelvo para ver quien es—. Qué bueno que haya dejado de correr —. Maldita sea. Es la organizadora. ¿Nadie le dijo que odio el apellido de papá? En realidad, sí se lo mencioné una vez, pero la gente es necia—. Es la hora de las fotografías familiares, querida. La señora y el señor Blaise ya la están esperando.

Me dan ganas de golpear mi cabeza contra la pared. ¡Por Dios! ¿Cómo pude olvidarlo? Lamentablemente conozco la respuesta: un chico alto, guapísimo, con cabello oscuro y ojos inolvidables.

Le digo a la chica que estaré allí en un minuto y ella me deja en paz. Llego al amplio jardín con el sol brillando bastante fuerte para ser media tarde y me encuentro con toda la familia allí, e incluso con quienes no son familia. Bas vuelve a mirarme, pero esta vez lleva una sonrisa burlona en su bello rostro. No me hace falta más para saber que está al tanto de mi intento de escape. Maldito él y su habilidad para leerme tan bien.

Y no sé si es por suerte o por desgracia que justo en ese momento, una copia exacta de mamá aparece frente a mí. Joder, diría que vi un fantasma de no ser porque hay una sola cosa que las diferencia: el cabello de mamá era casi negro, como el mío; el de tía Carmen fue siempre tirando a rojizo, pero no rojo por completo.

—¡Raquelita! —ella me abraza con fuerza durante unos segundos en los que creo que me estoy asfixiando, y no solo por el abrazo de oso.

—¿Tía Carmen? —pregunto tontamente. Por supuesto que es ella, aunque al mismo tiempo se siente tan irreal.

—¡Cuanto tiempo sin verte! —exclama luego de dejarme ir, y de inmediato me invade un resentimiento increíble que me hace responder de manera brusca.

—Estuve aquí todo el tiempo, tía —digo con frialdad. Ella por su parte, al ver que no estoy muy feliz le lanza una mirada de reojo a mi padre antes de volver a encontrarse con mis ojos de nuevo.

Es complicado, Raquelita —dice en español, sin rastro de su emoción anterior—. Tu padre... 

—Todo es complicado —interrumpo. Ella no puede seguir hablándome porque en ese momento nos llaman a ambas para la foto.

Sobra decir que no vuelvo a hablar con ella durante toda la sesión de fotos. Me entristece, sí, pero no tengo ganas de verla ahora.

Nos sacan unas cuantas fotos a Abby, papá, Nora y a mí, luego, hacemos varias entre todos y mezcladas. Al final, trato de alejarme de allí, pero Bas me toma del brazo sin que me de cuenta, aunque no logra decirme nada porque justo en ese instante al fotógrafo le da por sacar unas fotos a la "parejita".

—No somos pareja.

—¡Que pena! Son perfectos el uno para el otro —protesta él con un acento levemente francés. Bas sonríe traviesamente.

—Vamos, Mely. Solo es una foto —me guiña un ojo y acepto solo para no quedarme mirándolo embobada.

—Entonces, chico, ubícate detrás de ella y pon tus manos en su cintura —dice el fotógrafo, y Bas sigue sus instrucciones al pie de la letra. Bueno, no tanto, porque al final, más que poner sus manos en mi cintura, termina atrayéndome hacia él y yo, chocando contra su pecho. 

Y, cuando por mi cabeza se me pasan millones de formas muy creativas para asesinarlo después de esto, siento su pecho vibrar con una risa silenciosa. Alzo la cabeza para decirle que deje de reírse, pero me olvido de lo que iba a decir cuando me encuentro con sus ojos sonrientes y alegres. Y por más que lo intente, no puedo evitar recordar todas nuestras discusiones absurdas, como la que estábamos teniendo ahora. Termino sonriendo también. Estúpido Sebastian, ¿por qué no me dejas desenamorarme en paz?

¡Parfait! —exclama el fotógrafo y creo que toma al menos cincuenta fotos de nosotros en esa postura—. ¡Adorables! ¡Encantador!

Cinco minutos después no solo estoy sonriendo, sino que también estoy riendo a carcajadas por sus chistes malos sobre algunos invitados, o el hecho de que el fotógrafo se emociona mucho con las fotos. Pero como siempre, la realidad viene a mi encuentro.

—Mely, tenemos que hablar sobre... —. Sé exactamente de qué quiere hablar y simplemente no puedo escuchar lo que tiene que decir porque sé que me convencerá de cambiar de opinión y todo será un desastre. Así que simplemente lo interrumpo, me deshago del agarre que tiene en mis antebrazos y salgo pitando del jardín.

Otra vez, sin llamar la atención, camino por los pasillos de mi casa tratando de perderlo y que no logre encontrarme, pero mis esfuerzos son en vano porque al girar en el pasillo que da a la oficina que papá tiene en casa, él ya está allí, bloqueando el paso.

—Esta vez no te dejaré ir fácilmente, princesa. 

Agh, no soy una princesa.

—No puedes obligarme a quedarme —razono. Él sonríe.

—Aunque trates de convencerte de lo contrario, sabes que quieres estar conmigo —odio que tenga tanta razón y que encima lo diga con esa actitud arrogante.

—Tengo mis razones para no hacerlo —digo, inexpresiva. Doy media vuelta para regresar por donde vine, pero no he dado ni cuatro pasos cuando él me abraza por la cintura y pone una mano en mi boca.

¿Qué demonios?

Estoy a punto de darle un buen codazo en las costillas cuando me dice en un susurro que me calle y escuche. Es entonces que me doy cuenta que tía Carmen y papá están hablando con la puerta de la oficina abierta por lo que se puede escuchar la conversación claramente.

—... Tienes que darme más tiempo, Carmen —dice papá y yo casi me vuelvo para decirle a Bas que deberíamos irnos porque no es nuestro asunto.

—¡Te he dado cinco años, Victor! Cinco malditos años y no le has dicho nada todavía —mi tía está alterada y eso despierta mi curiosidad porque ella es del tipo de personas tranquilas y relajadas que nacieron con una vena zen. Jamás le había oído alzar la voz a nadie.

—¿Cómo supones que le diga que no soy su padre biológico? —un jadeo se me escapa. No puede estar hablando de mí, ¿o si?—. Su madre murió y Raquel todavía no se ha recuperado.

—No lo sé, Victor. ¿Vale? No lo sé, pero ella tiene derecho a saberlo y deberías habérselo dicho hace mucho tiempo. Tenías que haberle dicho por qué me fui y que no fue por mi voluntad —ella parece destrozada por la última frase, aunque apenas me doy cuenta de eso. Si Bas no estuviera abrazándome, probablemente ya me habría caído al suelo.

—Tendría que contarle la historia entera, ¿verdad? El por qué a Rosa le dio el infarto justo ese día y que el incendio en el que murió el esposo de Catalina no fue por accidente, que yo di la orden para que incendien el edificio, ¿no es cierto? —dice mi padre derrotado. Jamás lo había visto de ese modo. Ni siquiera cuando mamá murió.

—Me temo que sí, Vic. Es hora de que los secretos salgan a la luz. Que disfrutes de tu luna de miel —mi tía le acaricia el hombro. Luego, agarra su bolso de encima del escritorio y se vuelve hacia a la puerta.

Antes de que ella pueda ver que escuchamos toda la conversación, mi cerebro tiene la decencia de reaccionar y arrastro a Bas hasta un lugar en el que no parezcamos sospechosos. Él, al principio, no cede ni un centímetro, pero luego le digo que es mejor digerir lo que acaba de oír y que entrar en la oficina de papá... ¿Victor? para caerle a puñetazos no resolverá nada. Se nota que eso es lo que quiere hacer ahora y luego pedir explicaciones.

—Él mató a mi padre, Raquel —dice con la voz contenida.

—No lo estoy defendiendo, ¿vale? Pero solo oímos una pequeña parte de la verdad —trato de tranquilizarlo. Joder, joder, joder. ¿Por qué no puedo tener una vida normal? Ahora resulta que mi padre ni siquiera es mi padre y tengo la sensación de que eso tiene que ver con el incendio de la gran corporación de audiovisuales en la que trabajaba el padre de Bas—. Tenemos que actuar con la cabeza fría, amor.

—¿Cómo pudo pasar esto, Raquel? —ahora ya no está el fuego que hace unos segundos estaba en sus ojos. Ahora solo hay debilidad, por primera vez desde que lo conozco.

—No tengo idea —se me escapa una risa seca que no tiene nada humor. Y yo pensaba que todo lo que me había pasado era suficiente para el resto de mi vida.

Qué ingenua fui.

Por lo menos ahora sé que no soy la única que sufre las consecuencias de las decisiones del destino... y de Victor. ¿Me hace mala persona el hecho de que me alivie no tener que estar sola en esto?

Bueno, como les dije en la nota del anterior capítulo, este es uno muy importante porque al fin se empiezan a descubrir los verdaderos secretos. ¿Qué les pareció? ¿Lo veían venir?

Como siempre, gracias por leer y apoyarme :)

¡Se los quiere!

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