Capítulo 2

La fiesta está en su máximo apogeo cuando llegamos a casa de Dean, que es quien ofrece la fiesta todos los años, una tradición que empezó su hermano John, pero que supongo que no seguirá porque Dean es el último de los hermanos Spence. 

La música ensordecedora suena y, para tratarse de una fiesta exclusiva, hay demasiadas personas, todas con un vaso rojo de plástico en la mano, incluidas nosotras que apenas acabamos de llegar. La cabeza me comenzó a doler mientras buscaba a alguien que quisiera adoptar a mi bebida. 

Nunca bebo en las fiestas, eso podría hacer que los secretos que llevo guardados bien adentro salieran a la luz.

Busco a mi novio y capitán del equipo porque sé que ya está aquí. Todo su equipo estaba en la sala de estar, cada uno con una chica en su regazo. Peter es un buen chico y su mejor amigo, Marc, también lo es. Los otros chicos son un caso perdido.

Ya sé lo que parece, el típico estereotipo: capitán del equipo de fútbol y chica popular saliendo. Pues para eso vivo.

Cuando ya llevo una hora intentando encontrar a alguno de los dos, veo a Marc parado en una esquina de una habitación ligando con una chica muy bonita y creo que lo miro muy fijamente porque alza la vista hacia mí y unos segundos después está dirigiéndose en mi dirección. La chica detrás de él me está fulminando con la mirada.

—Raquel —me echa un vistazo. —Vaya, estás preciosa, igual que siempre —me piropea sonriendo ampliamente.

—Es halagador que hayas dejado a tu cita por mí, pero no era necesario —sonrío divertida.

—Claro que era necesario, bonita —me mira con dulzura—, sino, ¿qué clase de amigo sería si te dejara andar sola por ahí?

Sé que bromea, pero hay un destello fugaz de preocupación en sus bonitos ojos marrones que me hace tomármelo un poco más enserio de lo que normalmente lo haría.

—¿Estás bien Marc? —pregunto, analizando todos sus movimientos. Marc y Peter se han ganado mi cariño sincero, pero sigo sin confiar en ninguno, esperando a que pase cualquier desgracia.

—Por supuesto, no tienes que preocuparte por nada —me dice mirando por detrás de mí y soltando una risa nerviosa.

—Enserio Marc, no me mientas —le miro fijamente a los ojos, tratando de averiguar qué es lo que pasa cuando alguien viene por detrás y me abraza con tanta fuerza que casi no respiro.

Estoy a punto de gritar cuando reconozco a mi secuestrador.

—¡Joder! —exclamo asustada y enfadada en partes iguales—. Peter, me has dado un susto de muerte —informo, dándome la vuelta cuando me suelta. Sus ojos casi negros brillantes de... ¿alivio? ¿Por qué sentiría alivio de que esté cabreada? Algo no cuadra.

—Tranquilízate, amor. No hay nada de qué preocuparse —es la segunda vez que me dicen eso y la primera vez lo dijo Marc, que es como su hermano.

—¿Me van a decir que está pasando o van a seguir... —me interrumpo de golpe cuando caigo en cuenta. Su camisa está arrugada y tiene una marca de lápiz labial en la comisura de sus labios. Ahora la actitud de Marc encaja, estaba protegiendo a su amigo, no a mí. No lo culpo.

Suelto una carcajada y se me quedan viendo sorprendidos.

—Entonces, ¿quién es la afortunada?

Peter es guapo, sí, pero jamás he sentido nada por él más allá de la amistad.

Me ven horrorizados, pero tratan de ocultarlo. Es adorable y hasta cómico por como hacen todo exactamente igual.

—No sé de qué hablas, cariño —responde Peter. Marc me mira asintiendo, apoyándolo. 

No puedo creer que sigan tratando de ocultarlo cuando ya lo sé. Pongo mi mirada más amenazadora, esa que hace que nadie quiera meterse conmigo.

—No me digas que no lo sabes porque lo sabes perfectamente, Peter.

—Está bien, es Abby Hartley.

¡Por fin! 

No la conozco, pero tampoco tiene mayor importancia.

—No tenías que ocultarlo ¿sabes? —digo con un deje de tristeza. 

El sabe que no siento nada romántico por él y él tampoco lo hace para mí. 

Básicamente, lo que tenemos es solo una relación que nos hace ver bien a los ojos de la sociedad. Nada más.

Así que, realmente no tenía que ocultarme que está saliendo con otra chica además de mí. Jamás me hubiera molestado por eso.

—Sí, porque tú me cuentas todo —replica con una nota de sarcasmo. 

Auch. Tiene razón, soy una hipócrita. Lágrimas de impotencia y tristeza se agolpan en mis ojos y me giro para irme antes de que las vean. —No, espera. Yo no quería...

No termino de escucharlo, necesito salir de aquí.         

                                                     ***                                                       

Ahora mismo estoy en el tocador, uno de los tantos que existen en esta casa. Hay varias chicas aquí chismorreando sobre todo tipo de cosas. No les hago caso y trato de ver si no se arruinó el maquillaje. No lo hizo.

Estoy bien, solo necesito respirar profundamente y contar hasta diez, todo estará perfectamente después y casi me convenzo a mí misma, pero una canción empieza a sonar bajito en los parlantes y poco a poco el volumen va subiendo. Es una canción que conozco muy bien y que nadie en esta ciudad debería hacerlo. No lo pienso un segundo más y salgo corriendo para ver quien lo ha hecho.

Cuando llego a la sala donde se controlan los parlantes de toda la casa, no encuentro a nadie. Salgo de allí extrañada y luego me cubro la cara con las manos. Por supuesto que nadie estaría allí, tardé más o menos dos minutos en llegar y la persona que sea que haya puesto la canción ya se habría ido. Me reúno con April que está jugando a "Yo nunca" con un grupo de personas a las que no me molesto en reconocer. Sin que nadie se haya dado cuenta de mi presencia todavía, puedo analizar lo que acaba de ocurrir.

En primer lugar, sólo tres personas sabían de esa canción: mi madre, mi hermano y mi padre; el problema es que dos de ellas ya no están en este mundo, lo que me deja con una sola opción: mi padre. Eso es ridículo, fue él quien me prohibió terminantemente compartir esa canción con alguien más. Mi madre compuso esa canción para mí, y es lo más importante que tengo de ella. Y aunque no la haya escuchado en años, la reconocería en cualquier lugar. 

Si mi padre no hizo esto y estoy segura de que no lo hizo, entonces la única opción que queda es que alguien descubrió mi secreto, lo cual es muy malo porque significa que alguien quiere hacerme daño y yo acabo de probar que esa canción es exactamente lo que necesitan. O me estoy poniendo paranoica y realmente no sucedió nada grave. 

Me quedo con esa excusa, aunque ni de lejos me deja tranquila.

—Vaya, parece que una tormenta se va a desatar aquí dentro.

Mierda. ¿Es que Dios no podía apiadarse de mí por una noche y librarme de Jason Alcott?

Parece que no.

—Espero que cuando lo haga, te caiga un rayo encima —replico sarcásticamente. Tomo el vaso que me está ofreciendo y lo acerco a mis labios sin comprobar lo que hay dentro antes de hacerlo.

—No hace falta ser tan ruda ¿sabes? —dice mientras me mira extrañado. El líquido que acabo de ingerir abraza mi garganta, pero no me importa. Tal vez necesite algo fuerte para soportar la noche.

—Tratándose de ti, esa es una pequeña muestra de mi amabilidad —lo fulmino con la mirada y termino de ingerir lo que queda de la bebida. Me dispongo a marcharme para buscar más de ese maravilloso líquido, pero Jason me detiene.

—Vale, ya está. ¿Qué demonios te sucede? —me dice con el ceño fruncido, mirándome directamente a los ojos. Me quedo fascinada, son de un color muy similar a los míos, pero más claros y con motas azules. Casi olvido su pregunta.

—¿Por qué habría de sucederme algo? —trato de esquivar la pregunta. Dejo de observar atentamente sus ojos para poder concentrarme en lo que está diciendo. 

Justo esto era lo que no debía pasar, Jason probablemente es una de las personas más perspicaces que conozco y no es bueno llamar su atención; en especial cuando ha estado tratando de averiguar qué pasa conmigo desde hace tiempo.

—Porque te has bebido un vaso entero de whisky sin pararte a ver que lo que era.

—¿Y qué tiene eso de malo? —se queda estupefacto por mi respuesta, y es su reacción lo que me lleva de vuelta al pasado porque solo una vez le había visto esa expresión.

Será mejor que te alejes de mí le dije una noche, mucho antes de que saliera con Peter. Había dejado que lo que sea que teníamos llegara demasiado lejos.

¿Por qué? 

No me estaba tomando enserio hasta que me vio a los ojos. Aparté la vista porque si seguía viendo esos hermosos ojos que me habían cautivado desde un principio, no sería capaz de decirle lo que tenía que decir.

No eres suficiente para mí, merezco a alguien mejor que tú dije con la voz burlona, como si todo lo que sentía por él fuera una mentira, aunque estaba segura de que mi cara no decía lo mismo, él no lo notó. Vi cómo su rostro pasaba de la estupefacción al dolor en segundos y luego dejé de mirarlo. Iba a retirar mis palabras y cuando me giré para hacerlo, él se había ido sin decir una sola palabra.

Desde entonces nos tratamos como los peores enemigos. Todavía me duele haberle hecho daño y aun así no me arrepiento de haberlo hecho. Sabía que él estaría mejor sin mí, sigo sabiéndolo.

—¿Raquel? ¿Me estás prestando atención? —pregunta Jason. No me había dado cuenta de que seguía hablando. Y tal vez fue la bebida o la huella del recuerdo lo que por fin me hizo darle una respuesta.

—Solo estoy estresada, Jason. Nuestro último año ¿no? —digo con un suspiro, mirando hacia mis manos que se movían nerviosamente. No era del todo mentira.

—No todo tiene que ser malo —sé que dice la verdad y que estoy siendo muy dramática, pero simplemente no puedo evitarlo. Tengo demasiadas cosas en la cabeza. Él pone sus manos en mis mejillas y alza mi rostro con suavidad de manera que puedo admirar sus ojos de nuevo.

—No lo entiendes —susurro tan bajo que creo que no me escucha. Lentamente me doy cuenta que mi muralla se está desplomando y, por unos segundos me dejo llevar por la sensación de liberación que eso me proporciona.

—Entonces explícamelo —susurra de vuelta. Estamos muy cerca, a un suspiro de besarnos. 

El hechizo se rompe cuando me doy cuenta que estoy a punto de cometer un terrible error.

No puedo dejar que Jason sepa la verdad. Nadie puede saberla.

—La última vez esto no resultó bien, Jason. No insistas —digo, mi voz tan gélida como un témpano de hielo. Esta vez no me quedo. Me marcho sin mirar atrás. 

He tenido suficiente por una noche.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top