Capítulo 19
Después de calmarme y separarme de los brazos de Lily, me di cuenta que Bas lo había presenciado todo y extrañamente estaba resentida con él. No tengo jodida idea de por qué si él no tiene nada que ver conmigo y mi vida, apenas y comenzábamos a ser amigos y yo ya estoy celosa de cómo prefiere creerle a su mejor amiga que a una desconocida. Así que hice lo único que podía salvarme de no perder toda mi dignidad frente a él.
—Raquel, espera. ¿Podemos hablar? —. Sus ojos de ese maldito color verde que me acechan todos los días me suplicaban que no me fuera, pero si me quedaba sería un desastre total y probablemente nunca jamás podría darle la cara de nuevo porque seguramente me comportaría como una novia posesiva.
—Ahora no, Bas. Tengo que irme —mi voz plana, sin expresar todas las emociones que, pronto, ya no podría retener. Él me tomó por la muñeca y me dio la vuelta—. No hagas esto, Sebastian. Ahora. No.
—¿Por qué? ¿Porque por fin mostrarás algún sentimiento y no el cascarón vacío que te esfuerzas porque todos creamos que eres? —eso mismo era lo que quería evitar y tal vez sus palabras hubieran tenido algún efecto de no ser porque lo dijo con burla y esa sonrisita odiosa que solía plasmar en sus labios para fastidiarme.
Abro paréntesis. Que quede claro que no soy una persona propensa a la violencia y que si hago daño a alguien no es porque me guste, sino en defensa propia. Cierro el paréntesis.
Su agarre en mi muñeca era firme, pero él no se esperaba que entrelazara los dedos de mis dos manos y tirara con todas mis fuerzas para liberarme de una sola vez. Luego, solamente caminé lo más rápido posible para no llamar la atención de nadie y que él no me diera alcance. O probablemente él solamente decidió ser listo y no perseguirme porque sabía que no iba a obtener nada de mí esa noche.
Ahora mismo estoy esperando a Bas en la entrada de mi casa, congelándome. Hace un frío inusual para ser un día normal de noviembre. Diría que estamos a seis grados por lo menos, pero reviso mi celular y la temperatura es el doble. O soy intolerante al frío o calcularon mal la temperatura. Dudo mucho que sea la segunda.
Me preguntarán qué hago aquí afuera en lugar de esperar adentro. La verdad es que mi padre se tomó el día libre hoy para pasarlo con Nora. Si me quedo dentro, tendré que soportar verlos conversar como si nada y darse miradas azucaradas a cada momento. No, definitivamente prefiero congelarme a ver eso.
Cuando finalmente un carro plateado se estaciona frente a mí, ni siquiera me molesto en regañarle por llegar tarde, lo único que me preocupa es dejar de tiritar y temblar como un vibrador andante.
—Estás helada.
—¿No me digas?
Después de decir lo evidente, le da por hacer algo realmente útil. Prende la calefacción y poco a poco puedo volver a ser una persona normal.
—Tampoco hace tanto frío, Mel.
—Si, pues para mí es como si estuviera en la cima del mismísimo Everest.
—Entonces, ¿por qué no te abrigaste más?
—Porque no sabía que iba a tener que esperar tanto ahí afuera.
—Sí, pero tampoco es que no hayas tenido tiempo de sobra para regresar por otro abrigo. —Después de frotarme y soplarme las manos para entrar en calor, me vuelvo para ver sus ojos verdes brillando con preocupación y enojo.
—Bueno, como dije. No sabía que ibas a demorarte tanto. Además, tampoco es que te importe.
—Me preocupo por ti. Tú me importas.
Lo dice lentamente, como si yo no fuera a entender lo que dice. Y no lo entiendo, no entiendo nada de lo que hace o dice la mayor parte del tiempo, ¿por qué iba a empezar ahora?
Salimos a la carretera.
—No lo entiendo.
¿Por qué le importaría yo? Estoy al tanto de que no soy la persona más amable que pueda existir, incoscientemente busco formas de herir a los demás para que no se acerquen a mí.
Por el rabillo del ojo me lanza una mirada de incredulidad.
⎼⎼Joder, Raquel. ¿Tan difícil es entender que alguien se preocupe por ti? No estás sola, tienes personas que te quieren y te cuidan siempre. ¡Pero estás tan ocupada alejando a los demás de ti y creyendo que todo el mundo es malo, que no te das cuenta!
Termina alzando la voz un poco y yo estoy comenzando a cabrearme de verdad.
—No creo que todo el mundo sea malo —mascullo por lo bajo. Por desgracia, me oyó.
—Si lo haces, siempre actúas pensando que el mundo está contra ti en todos los sentidos cuando no es así.
—¿Y no crees que tengo una razón justa para creer eso? ¡¿No crees que después de perder a mi hermano y a mi mejor amiga en un maldito accidente de tránsito que fue mi culpa y que poco después mamá muriera por la tristeza que eso le causó no tengo derecho a protegerme y a proteger a los demás?!
Sé que no debería gritarle porque la verdad es que él no sabía nada de lo que acabo de decir y se supone que nadie jamás iba a saberlo. Pero ya ven, las cosas nunca me salen como quiero.
—¿Proteger a los demás? —ahora parece desubicado.
—Si.
—¿De qué?
¡Oh, Dios! No puede ser que no haya puesto atención.
—¡De mí!
Aparca el coche en la orilla abruptamente y yo salgo de allí al sentir que me asfixio. Él hace lo mismo y se para frente a mí, tan cerca que no tengo más opción que mirarle a los ojos.
—¿Pero qué tonterías estás diciendo?
—Ese accidente pasó por mi culpa. Yo tengo la culpa de que las personas a las que amo están muertas y mi padre me odie —digo señalando mi pecho con mi dedo pulgar, haciendo énfasis en el "yo"—. Yo destruí mi familia.
Me seco bruscamente las lágrimas que caen a raudales por mis mejillas. Ya está, dije en voz alta por primera vez lo que he guardado durante tantos años.
—¿Por qué crees que tienes la culpa?
Lo dice suavemente, como si tuviera miedo de asustarme. Odio que me hable de esa manera. Yo sabía que no debía mostrar debilidad frente a los demás, ni siquiera tengo idea de por qué lo hice y justamente frente a él. Aun con ese pensamiento en mente, sigo respondiendo a sus preguntas. Tonta de mí.
—Porque yo convencí a Christian de hacer ese viaje. Yo lo distraje cuando intentaba maniobrar para evitar chocar con el camión. No pude mantener la calma y él solo regresó a ver un segundo, un maldito segundo y.....
No puedo terminar la bendita frase por los sollozos que hacen que tiemble todo mi cuerpo. Bas me atrae hacia sí y me abraza con fuerza. Soy patética, aquí llorando como un bebé sin poder hacer nada más que eso. No puedo creer que haya hecho eso. No puedo creer que le haya contado que prácticamente asesiné a mi hermano.
Trato de respirar hondo y me llega su olor a menta y océano y, aunque me cueste admitirlo, al final es su esencia y el calor de sus brazos lo que hace que me tranquilice.
No quería mirarle a la cara. Sabía lo que iba a ver. Pena y compasión por la pobre chica que perdió todo lo que le importaba.
—Eh, mírame. No pasa nada.
Cuando no hago nada, él toma con delicadeza mi mentón y me hace verle a los ojos que están llenos de... ¿entendimiento?
—¿No crees que sea peligrosa?
Él se ríe, pero luego se pone mortalmente serio.
—Lo único que sé es que eres peligrosa para ti misma si sigues pensando de esa manera —dice con convicción—. Está bien sentirte culpable por lo que te pasó, pero no puedes seguir castigándote de esa manera porque jamás podrías haber sabido lo que iba a pasar. Tu hermano tomó sus decisiones y eso tuvo sus consecuencias. Tú no le pediste que te mirara cuando iban a chocar y tampoco le obligaste a conducir en ese viaje yo reflexiono sobre sus palabra. Los accidentes pasan, Mely. Depende de ti si quieres superarlo o seguir viviendo en el pasado —se encoge de hombros como si no fuera gran cosa y es precisamente ese gesto lo que me hace sospechar.
—¿Por qué tengo la impresión de que has pasado por algo similar?
—Porque soy genial dando consejos. —Suena más a pregunta que a respuesta y ya no me mira a los ojos.
—Un buen consejo también es que hables de las cosas que te hicieron daño o que lo siguen haciendo —digo con cuidado. La mirada que da me indica que mi forma no tan sutil de hacerle hablar no funcionó.
—Dijo la persona que se lo guarda todo hasta que explota —replica con sarcasmo. Su tonito no me gusta y estoy a punto de responderle algo aún más sarcástico, pero luego me doy cuenta de que no quiero seguir así. Cada vez que alguno de nosotros no quiere hablar de algo recurre a las palabras defensivas y si vamos a ser amigos, esa no es la mejor forma de lidiar con eso. Así que finalmente dejo salir un suspiro y le digo algo que tal vez ya sepa.
—Bien, pues no es fácil confiar en los demás. Cuando eres la hija de Victor Blaise no puedes confiar en nadie porque a menudo las personas utilizan esa confianza para sacar beneficios —pienso en la época después de la muerte de mamá, en la que mi padre estaba empezando a ganar prestigio y respeto en los grandes círculos. Muchas personas trataron de juntarse conmigo o tenderme trampas, hasta me acosaron para poder sacar alguna información turbia para desacreditar a mi padre—. Fue realmente duro que persona tras persona hiciera lo mismo hasta que un día ya no fui capaz de confiar en nadie.
Él me mira fijamente.
—¿Y no hay parte en la que dices que cada decepción te dolía más?
—No tiene sentido decírtelo si ya lo sabes.
—¿Y si finalmente no lo sabía?
—No creo que haya sido muy difícil adivinarlo.
Me mira como preguntando si estoy hablando enserio.
—Raquel, aunque te cueste creerlo las personas no leen la mente.
—Al parecer tú si puedes leerla —y ya estamos de vuelta a la rutina.
—No es tan difícil leerte como crees.
—Entonces, ¿por qué dices que las personas no leen la mente?
—Dije las personas, en general. No dije que yo no pudiera hacerlo.
Dejo salir un bufido inconscientemente y ruedo los ojos. Y a mí me dicen que soy arrogante.
—Nunca mencionaste "las personas en general". Además si dices general, estás incluyendo prácticamente a todo el mundo.
—La palabra clave, querida, es prácticamente. Así que no, la palabra "general" no incluye a todo el mundo.
—¡En realidad incluye a todo el mundo excepto a ti!
De pronto me doy cuenta de lo ridícula que es la conversación y que estoy a punto de jalarme los pelos por nada. Cierro los ojos dejando salir una risa corta.
—No puedo creer que de verdad estemos discutiendo sobre la palabra general.
Él se encoge de hombros mientras sonríe y enciende el motor.
—¿Qué puedo decir? Es divertido hacerte rabiar.
Y solo con esa frase tengo que contenerme para no iniciar una nueva discusión. En lugar de eso solo le doy un puñetazo en el brazo y el quejido que sus labios emiten me hace pensar que tal vez lo hice demasiado fuerte, pero cuando veo que la sonrisa en su rostro se hace más grande decido que ignorarlo por completo será peor castigo. Aunque para mí sea "prácticamente" imposible ignorarlo.
Sin embargo, no se me pasa por alto que todo esto fue una distracción para que no habláramos sobre lo que realmente importa. Y no sé si eso me alegra o me hace sospechar más.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top