Capítulo 12

¿Y si digo que no tengo ni putas ganas de ir a la fiesta de April, pero aun así voy a ir? La verdad es que solo quiero ir porque quiero comprobar si Bas va a ir y si va a pasar ligando con April durante toda la fiesta. Ni siquiera tengo idea de por qué quiero hacerlo. Tal vez sea porque hoy no apareció en el instituto y francamente, fue muy extraño después de haberlo visto fresco como una lechuga en el club el jueves por la noche. Además, no ha respondido los mensajes que le envié y él siempre responde al segundo. Y me da vergüenza admitir que esperé a que llegara al instituto con su café descafeinado con crema batida en la mano por lo menos durante quince minutos hasta que casi nadie quedaba en el aparcamiento. Lo sé, estoy muy rara.

Decido salir a correr un poco antes de lo normal para despejarme y luego volver para prepararme. Miranda ha dejado un batido de apio con pepino y jengibre en la encimera antes de irse. Se puede decir que este tipo de batidos son los que más detesto, pero tengo que tomarlos obligada. 

Me llega un mensaje y mi corazón se salta un latido. No lo entiendo.

Peter: Tenemos que hablar.

Yo: ¿Ahora?

No sé que esperaba, pero desde luego no esperaba que fuera Peter.

Peter: Sí.

Yo: Podemos hablar en la fiesta de April.

Por alguna razón, el "tenemos que hablar" siempre me trae un mal presentimiento y si puedo alargar la hora de las malas noticias, ¿por qué no hacerlo?

Peter: Está bien.

Cuando subo al auto ya son las seis de la tarde y refresca un poco. Me quedo un rato más solo para ver la increíble puesta de sol y cuando el sol ya se ha escondido en el horizonte, cuando ya solo queda el oscuro mar que ahora mismo parece de color negro como el petróleo, acelero y me digo que no pasa nada y que esta noche no será un desastre, aunque siento justo lo contrario.

La casa de April es magnífica sinceramente, la mía no es tan grande como la suya y me alegro por eso. La mayor parte está constituida por paredes de cristal que dejan ver todo lo que pasa adentro y afuera; las columnas que sostienen la casa están hechas con piedras irregulares de color gris que le dan un aspecto moderno y elegante a la casa. 

Hay mucha gente, no solo de nuestro curso, sino también de cursos más bajos, que me atrevo a decir, es un honor para ellos estar en una de las fiestas de April. Los jardines preciosos y las dos piscinas están repletos al igual que la casa. Será difícil encontrar a mis amigos aquí. Y solo con bajarme del auto ya me estoy arrepintiendo de haberme puesto este vestido negro tan ajustado. Voy a la cocina y me sirvo un poco de refresco en un vaso de plástico para calmar mis nervios.

Me dirijo hacia una de las habitaciones del segundo piso, la del fondo, la que nunca nadie utiliza porque está muy lejos y los adolescentes con las hormonas alborotadas no pueden esperar a caminar unos metros más para hacer lo que sea que quieran hacer en ese momento y no me refiero exactamente a dormir o a ver una peli.

Lo primero que mi cerebro registra cuando abro la puerta es que definitivamente no está vacía, lo siguiente que registra es que es April y finalmente que no está con cualquier chico, sino con uno que apenas conozco, pero que ya estoy familiarizada lo suficiente como para reconocer la forma de su cuerpo. No me hace falta más de un minuto para saber que April hizo aquello a propósito, ella sabía que a mí me gusta estar aquí en sus fiestas. Y no me sorprende que estén juntos, lo que sí me sorprende es el pinchazo que siento en el pecho cuando veo sus bocas unidas, las manos de ella enredadas en el cabello de él y las manos de él sujetando con determinación las caderas de ella, algo parecido a como me sujetó la primera vez cuando casi caí. Yo no puedo reaccionar y a ellos les toma solo unos segundos para darse cuenta de que alguien está mirando.

Bas solo me observa durante medio segundo antes de soltar un comentario hiriente.

—No te ofendas, pero no tenías que vestirte así para impresionarme.

—¿Así como?

Me arrepiento en el mismo momento en que las palabras salen de mi boca.

—Como una cualquiera.

Su expresión está en blanco y tiene una sonrisa desagradable en el rostro que no le llega a los ojos. April se ríe.

—No seas egocéntrico, Dios sabe que no necesito impresionarte.

Mi rostro también está en blanco aunque ahora solo tengo ganas de salir corriendo de aquí. El problema es que no puedo dejar que sepa lo mucho que sus palabras me afectaron, mucho menos April.

—No me digas —ladea la cabeza y tiene la misma sonrisita desdeñosa del día que le lancé el batido.

—Te estás comportando como un imbécil, Bas —lo digo como una advertencia.

Su rostro no cambia la expresión.

—Y eso me importa porque...

Está un poco borracho, ahora lo noto en su voz, en cómo arrastra un poco las palabras aunque todavía no habla incoherencias. Corrección, por supuesto que está diciendo incoherencias, aunque eso tal vez se debe a que no sé por qué está enfadado conmigo, pero aún así no tiene derecho a decirme esas cosas.

—Porque sé que necesitas algo de mí y puedes estar seguro como que me llamo Raquel Reyes que no vas a conseguirlo de esa manera.

No dice nada y April nos mira a cada uno tratando de entender algo.

—¿Y si te digo que ya lo conseguí?

—Pues entonces no te vuelvas a acercar a mí.

—Bien —su voz tiene un toque forzado.

—Bien.

No me gusta nuestro nuevo acuerdo. Sigo sin saber cómo demonios hace para ser un encanto un día y al otro, un estúpido. Sus palabras solo me hirieron porque dejé que me importara lo que él pensaba. Y, aunque quiero sacarlo de mi mente, sé que es un poco tarde para comenzar ahora.

¿Cómo pude dejar que esto pasara?


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