Capítulo 11
Mis ojos se llenan de lágrimas, lo cual es absurdo porque yo ya sabía desde antes que mis esfuerzos por volver a unirnos eran inútiles, ¿cómo pude esperar tontamente que me perdonara por hacer desaparecer a su hijo perfecto de la faz de la Tierra?
Sin embargo, duele como el demonio que tu padre te rechace cada mísero día y luego vayas y le encuentres sonriendo a otra chica con la que no tiene nada que ver. Claro que Abby tiene que ver mucho en esta cena o al menos así lo presiento.
Tengo que arreglar este desastre antes de presentarme allí. Voy casi corriendo al cuarto de baño para calmarme y retocar el maquillaje, pero el destino es tan retorcido que acabo tropezando con alguien en el camino, y no es nadie más ni nadie menos que Bas.
—¡Ay, Dios! Dame un respiro —en cualquier otra ocasión, Bas me habría respondido con un comentario arrogante sobre como creo que es el ser vivo más impresionante en el universo.
Por otra parte, yo habría preferido eso a ver la preocupación que sus ojos verdes transmiten. Debe pensar que estoy en un estado mental crítico.
Entonces, me fijo en su atuendo.
—¿Trabajas aquí? —espero que la pregunta lo distraiga de la crisis que estoy a punto de sufrir. Y, para qué negarlo, también espero que me distraiga.
—Así es.
—¿Y por qué no te había visto antes?
—Empecé hace poco —me guiña un ojo como si supiera que estoy pensando que sería difícil olvidarlo si lo hubiera visto por aquí—. Y hablando de eso, ¿qué te trae por aquí?
—La comida, ¿no sabías que es fantástica? —intento sonreír y sé que no lo convencí por la mueca que hace.
⎼⎼Tu sonrisa es inigualable cuando es natural, Mely —no respondo, su comentario solo me hace temer que él vea lo que otros no ven—. Venga, ¿qué te pasa?
Su tono es suave como si estuviera hablando con un animal asustado, lo que me hace enfurecer porque probablemente sea cierto. Que esté asustada, no que sea un animal, por cierto.
—No pasa nada —no se lo traga, ni yo misma me lo trago pero ni modo— y no me retengas más, estoy llegando tarde a una cena importantísima.
—Eres irritante, ¿lo sabías? —rueda los ojos y me deja ir.
—Eso me han dicho —respondo sarcásticamente, sin embargo no puedo evitar sonreír un poco.
***
Abby se queda perpleja con mi aparición delante suyo. Me hubiera quedado igual de no ser por haber visto lo vi antes. Al menos me pude recuperar de la sorpresa y no parecer vulnerable o sorprendida delante de ella. Ya que es obvio que mi padre pensaba que no me afectaría que se lleve tan bien con otra chica y no con su propia hija, que siga pensando que no me importa en absoluto.
—Bien Abby, creo que después de todo, tu deseo de no tener nada conmigo no se hará realidad —le digo susurrando con una mueca burlona, después de que mi padre me presente a la madre de Abby, Nora, y nos anuncian que se van a casar.
Repito, realmente me hubiera sorprendido que lo hubieran dicho antes de haber visto lo que vi. Creo que hasta habría entrado en shock por la mera noticia de que mi padre se había vuelto a enamorar, que volvería a ser feliz con otra mujer que no es mi madre. También hubiera estado enojada con él por haberla olvidado, solo que cinco años son suficientes para sanar de una herida así y aunque sea un padre terrible y quiera más a otra chica que a mí, se merece ser feliz. Pero no estoy enojada con él, de hecho, estoy enojada conmigo misma por no ser capaz de dejar atrás las heridas del pasado, por seguir sumida en la autocompasión y por seguir deseando algo que sé que jamás volveré a tener.
Ni Abby ni yo hacemos nada por contribuir a la conversación en la que nuestros padres intentan hacernos partícipes cada tres minutos. Yo, porque estoy demasiado ocupada tratando de parecer indiferente a cada cosa que dicen y Abby, porque debe seguir muy aturdida como al principio, al descubrir que soy la hija de Victor Blaise.
Y no es que la culpe, ningún ser humano con sentido común hubiera dicho que somos parientes, y mucho menos que somos padre e hija. Soy clavadita a mi madre: misma estatura media, misma piel morena, mismas aficiones y hasta el mismo apellido. Lo único que no heredé de mamá son los ojos, los suyos eran marrones. Y es algo curioso porque mi padre tampoco tiene los ojos grises, sino de un azul claro como el del cielo; diría que no soy su hija de no ser porque de pequeña me explicaron que tenía los mismos ojos de mi abuelo paterno. Pensar en eso me entristece porque nunca llegué a conocer a mis abuelos ni por parte de madre ni por parte de padre. Los padres de mi madre la repudiaron por hacer música en vez de seguir una carrera decente de ingeniería y no la perdonaron ni siquiera después de hacerse famosa por sus composiciones. Por otra parte los papás de mi padre murieron cuando él todavía era muy joven como para abrirse camino en este mundo, sin embargo, lo logró y es una de las pocas características que admiro de él. No se dio por vencido cuando todo el mundo le daba la espalda, siguió haciendo los esbozos de edificios y casas extravagantes hasta que un día un señor reconocido le dio la oportunidad de desarrollar su pasión y él no lo desaprovechó. Ahora ves su empresa y ves a un hombre exitoso que ama lo que hace.
—Raquel, ¿tienes en mente a alguien especial? —Nora pregunta haciendo que mis pensamientos se interrumpan. La miro y su expresión es juguetona, como si fuéramos confidentes. Lo primero que se me viene a la cabeza es Bas, no tengo idea de por qué. Tal vez porque ahora mismo está llenando mi copa de vino y mirándome atentamente por lo que me da un poco de corte responder a la pregunta de Nora. Sigo sin saber el por qué. Lo segundo que se me viene a la mente en cuestión de segundos es la relación tan inusual que nos traemos entre manos Peter, Abby y yo. Así que simplemente digo la verdad.
—Si preguntas por un novio, la respuesta es sí. Tengo novio.
Ella se ríe suavemente.
—A veces la persona que tienes en tu mente todo el tiempo no es tu novio, linda.
Me toma de la mano y me da un apretón reconfortante. No tengo idea de que quiere decir. No hay ninguna persona en mi mente todo el tiempo excepto quizá mamá, pero ella no está aquí. ¿Significa eso que no tengo a nadie especial en mi vida? Eso no puede ser, desde luego que tengo personas especiales en mi vida como Marc o Hannah e incluso mi padre. A pesar de todo, no les pienso a ninguno nada más que unos minutos en mi día a día. ¿Me he alejado tanto de la gente que ahora ya no tengo a nadie por quien preocuparme? ¿Se preocupa alguien por mí, además de mi padre, que sospecho, solo quiere deshacerse de mí lo más rápido posible? Sinceramente no sé la respuesta a esas preguntas. No quiero pensar en eso ahora.
En todo el transcurso de la cena, mi padre no le pregunta nada a Abby, cosas como qué es lo que le gusta o qué quiere hacer de su vida ni nada por el estilo. Al parecer ya se conocen muy bien.
—Victor es maravilloso, debes quererlo mucho —dice Abby y hay una nota de malicia en su voz que no es capaz de ocultar. Apenas soy capaz de mantener mi máscara en su lugar.
—Pues sí.
—Es una lástima que en todos estos años jamás me haya hablado de ti.
¿Qué? ¿Años? No puede ser. Entonces, veo como la cara de mi padre todas sus expresiones, la forma en que mira a Nora y como ella le sonríe de vuelta. Los ojos de ambos brillan. La comodidad y serenidad que percibo. Esto no puede ser cosa de solo unos meses ¿verdad?
Yo no pertenezco aquí. Nora puede ser muy buena y Abby puede ser hermosa, pero ellas no son mi familia y tampoco lo es mi padre. Él dejó de serlo hace mucho tiempo, porque tu familia no te abandona en los peores momentos, y ese hecho me rompe el corazón de nuevo.
Suficiente. Si me quedo un segundo más aquí, voy a desmoronarme. Pero no me iré sin decirle unas cuantas cosas a esta arpía que va a ser mi hermanastra.
—También es una pena que tu padre te haya abandonado y tengas que buscarte el de alguien más —digo con la voz más dulce que puedo manejar.
Por el dolor que cruza por su cara puedo decir que di en el blanco. No estaba segura de si acertaría o no con el comentario, lo que sí sé es que no me gustó nada hacerlo. Todos en la mesa se quedaron callados, al parecer hablé un poco demasiado alto. Bas me lanza una mirada fulminante, y yo no entiendo qué pinta él aquí; Nora parece que está a punto de llorar y mi padre ni siquiera me mira.
Sip. Un momento incómodo. Ni modo. Dejo caer los cubiertos ruidosamente en el plato y me levanto de la silla como si nada hubiera pasado. Tengo el corazón hecho pedazos, pero ellos no tienen por qué saberlo así que simplemente les dedico una sonrisa afilada y me voy.
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