꧁La calle treinta y tres, a las cinco menos diez.

Cada día la rutina del beta se repite. Se levanta en la madrugada, se da un buen baño, su omega duerme a brazo extendido pues aún no sale el sol. Tras vestirse y tomar las llaves del auto, sale del departamento.
Debe llegar caminando al estacionamiento, un lugar separado de los edificios.

Tras caminar media avenida ha tomado su carro, le enciende y maneja rumbo a la comisaría.

La calle treinta y tres es solitaria, no es peligrosa, los departamentos son baratos y no tiene tantos comercios como otros sitios. Es una zona con pocas residencias, más almacenes y árboles en sus alrededores.
Naoto maneja con serenidad, mientras en el reloj marcan las seis, en el cielo sigue deambulando la oscuridad pero al finalizar este los rayos de púrpura y naranja comienzan a presentarse.

Al llegar a la comisaría es bien recibido, comienza el trabajo que ayer no terminó. Salen nuevos casos, su jefe le recuerda la guardia nocturna y la redada para atrapar a una pandilla, no le dan más detalles.

Mientras las horas transcurren, en casa Takemichi ha despertado. El sol ya salió, los pájaros cantan afuera y el cuerpo del pelinegro cruje al mover las articulaciones, bosteza con pereza y sabe el próximo paso a ejecutar.
A su lado el sitio que ocupa Naoto está frío, no tiene un aroma fuerte y encima el omega se siente un poco ido; debe revisar el calendario para llevar la cuenta de su próximo celo.

Da igual, en el baño cepilla sus dientes, lava su rostro con un jabón que no reseque su piel. Peina sus cabellos negruzcos asegurándose de no parecer un espantapájaros, para dar una sonrisa al espejo de su habitación, su cuello sin marca, su cuerpo apto para concebir, su aroma, el dulce y exquisito aroma a almendras.

¿De qué sirve su delicioso aroma, si su marido no lo nota? Se llega a preguntar en ocasiones, pero trata de no darle cuerda a los pensamientos invasivos. Sabe que Naoto, aunque es beta, puede sentir y oler sus feromonas, todos los betas pueden, solo que sus sistemas no son tan instintivos como los dos géneros restantes. Aún recuerda como se conocieron, gracias a Hinata, la hermana mayor y amiga de Takemichi.

El ojiazul está en la cocina, listo para preparar un delicioso desayuno; pero al abrir la nevera nota que ya está a final de quincena, debe comprar nuevos víveres. Así que un sencillo sandwich es su segundo plan, nuevamente y tras comer, regresa a su cuarto para cambiar las ropas de casa. Toma el dinero, las llaves y su bolso de tela reciclable.

Así camina por la avenida, recorre la calle treinta y tres, sin miedo, sonriente por el maravilloso clima que se presenta a esas horas, algunas nubes blancas moviéndose a la velocidad de los vientos, con un poco de calor, pero no le presta atención. Cuando llega a el supermercado varias cuadras después, alejado de los edificios donde reside, se toma su tiempo para escoger las frutas, verduras y carnes. No sabe cuántas horas lleva caminando los pasillos fríos de la tienda, lo que si sabe es que la música de fondo, el carrito y las ofertas le alegran. Porque su anillo de casado está en la mano izquierda, pero igual puede escuchar los cuchicheos y susurros de señoras «Un omega sin marca, que deshonroso» Takemichi ya aprendió a no dejarse llevar por los comentarios «Ni si quiera utiliza un collar. Si le ocurre algo él mismo se lo ha buscado» Claro, porque si cosas malas pasan el omega es el responsable «De seguro el alfa con el que se casó no lo marca porque fue la segunda opción» No está casado con un alfa, Naoto no le puede marcar, pero esas señoras nunca lo entenderán.

Así pasa a los productos de higiene y limpieza, escucha por otras personas que el clima a cambiado, eso no le agrada. Ya con el carrito lleno, la lista mental terminada y esperando que no se le haya olvidado nada, empuja hasta la caja, sintiendo algo extraño en la panza, lo deja pasar. Para su mala suerte los ventanales del supermercado dejan ver el cielo nublado, las gotas que caen ¿Cuántas horas lleva allí adentro? Pasa de las once del mediodía, había confiado en el azul del lienzo al salir.

Ya no puede hacer nada, solo suspira, escucha a la cajera escanear sus productos. Acomoda en su bolsa de tela lo que puede llevar, pide otra bolsa de reciclaje para lo restante; le gustaría ir a comprar junto a Naoto, pero siempre está ocupado y trabajando, así que le toca cargar las pesadas bolsas hasta la salida, claro, luego de pagar y recibir la factura.
Con algo de molestia por la lluvia piensa con seriedad pedir un taxi hasta su casa, pero al parecer no tiene el dinero suficiente, lo que tenía en efectivo lo ha gastado en la compra. Allí, parado, espera pacientemente a que la intensidad disminuya, así que cuando la brisa es mínima su rostro se ilumina. El omega de olores almendrados toma sus pesadas bolsas, una en cada mano y comienza a caminar hacia la calle treinta y tres.

Las calles están húmedas, los canales llevan el agua estancada, las nubes siguen en su sitio. Cuando cree que nada puede arruinar su caminata escucha una persecución, no hay personas en las calles por la lluvia, las pocas llevan su paraguas al tanto de que la brisa comience, los carros son pocos; pero lo escucha, son motocicletas, tal vez dos carros, una sirena policiaca.

Ha recibido buenos concejos de su esposo, cuando escuché persecuciones debe alejarse, pero lo ve difícil, así que opta por acercarse a un callejón. Aunque es muy tarde, las motocicletas pasan, hay balas de por medio, la policía les dispara tratando de detenerles, no funciona, uno derrapa, Takemichi logra separarse de la acera donde caminaba, su espalda toca la pared del callejón, sus bolsas se han removido. Escucha que una persona ha salido herida, los transeúntes cercanos llaman a una ambulancia y la lluvia reaparece. Se comienza a mojar así que se oculta en un pequeño techo salido en el sitio.

No está tan mal, las gotas no lo alcanzan pero sus zapatos si se humedecen. Resopla, si Naoto estuviera con él esas cosas no pasarían, llegarían en el auto a casa, no se estaría mojando, no se sentiría solo, no tendría la necesidad de tocarse cuando no lo soporta más... No quiere pensarlo, quiere negar el pensamiento ¿Seguirá amándolo?.

Niega con movimientos lentos de cabeza, no debe escuchar a esa voz. Le es inevitable soltar un aroma melancólico, está herido, su instinto de omega necesita amor. Quiere criar cachorros pero no funciona por más que lo intentan, Naoto es el único hombre con el cual ha estado... No sabe si así se debe sentir el estar enamorado, ya no hay emoción, ni sorpresas, tampoco mariposas...

La ambulancia ha llegado por el herido, la lluvia sigue. Takemichi quiere llorar, dejar que sus lágrimas se camuflaren junto con los lamentos de las grisáceas nubes, aunque sus ojos se cristalizan no le dura mucho la tristeza, cuando se asusta por el sonido del motor de una motocicleta, al parecer alguien —de el lado contrario al callejón— a entrado. Su corazón de pollo tiembla, sigue lloviendo, así que solo se hace pequeño agachándose. Apagan a la máquina, la ambulancia sigue del otro lado de la calle.

Deja su frente recaer en sus rodillas tratando de limpiar sus lágrimas, pero escucha las pisadas y su instinto le avisa, debe estar en alerta. Más aún cuando lo huele, es un alfa.

Está asustado, no sabe cómo controlar su aroma para no avisar el miedo, pero antes ha llenado el sitio con tristeza, así que igual le han descubierto.
Las pisadas se detienen, justo a unos metros frente a él.

Mojado, con los cabellos rubios empapados y largos, con un aroma a chocolate, cafeína... Muy fuerte. Es un alfa.

El ojiazul está paralizado, las feromonas del alfa son prepotentes, su rostro se nota cansado. Algo en el vientre de Takemichi se arremolina, peor que los cólicos, se parece a la ansiedad, tal vez a las mariposas. Ve los ojos negros del rubio, no sabe que hacer.

Entonces el otro se le acerca.

— ¡E-espera! — por inercia las manos del omega tratan de apartarlo, pero es en vano. El rubio huele su cuello, también sus cabellos. Takemichi quiere gritar, pero solo musita— ¡Aléjate! ¡Pa-para! ¡¿Qué rayos haces?!.

Allí el otro se separa, omega está muy nervioso ¿Le hará daño? Es lo que se pregunta, pero el alfa no a dejado salir su aroma para intimidar ni nada por el estilo, es solo que sus feromonas naturales son intoxicantes.

— Hueles bien — es lo que Takemichi escucha.

Trata de comprender, pero le es difícil — ¿Gra-gracias? — se siente ultrajado de algún modo.

— Jamás he olido a un omega tan dulce ¿Cómo te llamas? — el otro ladea sus labios, volviendo a acercarse, pero está vez respeta el espacio personal. La lluvia se convierte nuevamente en brisa.

— Takemichi Hana-, digo, Takemichi Tachibana.

— Soy Mikey — responde el otro— Takemicchi ¿Qué haces aquí?.

— Takemichi — le corrige, pero el otro solo chasquea su lengua. Ok, no le corregirá nuevamente—, la lluvia me atrapó — omite el problema de hace algunos minutos con la pandilla y los policías.

— ¿Quieres que te lleve?.

La verdad, no es una mala idea. Pero el omega se lo piensa ¿Qué carajos hace un alfa en un callejón? ¿Por qué aceptaría la ayuda de un desconocido? ¿Y si...?.

— ¿Si o no? No tengo todo el día y volverá a llover, debemos aprovechar que la brisa está débil — le hace saber.

Conveniente. La ambulancia ya desapareció, pero no tardarán en llegar los oficiales para sondear la zona.

— ¡Si, por favor! — atemorizado o no, Takemichi opta por aceptar. Se le hará más tarde, volverá a llover, las bolsas pesan y el alfa delante de él parece no querer hacerle daño, ya lo hubiera hecho ¿No?.

— Sígueme — el rubio ayuda con las compras. Atrás como un cachorro, el tembloroso omega anda de cerca.

La motocicleta es hermosa, el cuero negro de los asientos está húmedo, el brillante metal, digna de una vitrina en exhibición. Entonces Mikey alza el asiento, encontrándose con el pequeño "maletero", mete una bolsa, pide la otra y también es acomodada. Antes de cerrar saca el casco de acompañante, el cual entrega en las manos del pelinegro. La mano del rubio quita las gotas sobre el asiento, se monta en la motocicleta y espera a que el otro lo haga.

— ¿Bueno? — pregunta, ya ha dado vuelta a la llave para que el motor ruja, se caliente— ¿Qué esperas Takemicchi?.

— E-es que... Nunca me he subido a una — se toma un momento— ¿No es más riesgoso estar en una de estas a un auto?.

Los ojos oscuros del rubio se le quedan viendo, sube una ceja moviendo la cabeza ligeramente. Takemichi siente una corriente eléctrica en todo el cuerpo, algo que le dice ¿Podrías dejar de joder? ¡Súbete y ya!.

— ¿Entonces...?.

— ¡Perdón! Es que, saco conclusiones apresuradas. Supongo que es normal los nervios, ya no me quejaré — así se sube con cuidado, sin tocar el tubo de escape con su pierna; lo cual podría quemarle y dejar una marca de por vida. Se sienta atrás, sin saber dónde colocar sus brazos o manos, tiene miedo de caer.

— Agárrate de mi — le aconseja. Acomoda su casco y el contrario también lo hace.

De esta manera el pelinegro al principio se afirma de los hombros del alfa, pero nota que igual es peligroso. Mikey hace rugir a la máquina, listo para comenzar.
Takemichi en su ansiedad prefiere abrazarse fuerte del tronco, luego podría salir volando, bueno, es lo que se imagina. La moto es echada a andar de a poco, la brisa sigue ahí, pero es mejor lo que está ocurriendo ahora a caminar.

Y le olfatea, es involuntario, el alfa del cual se abraza tiene un aroma relajante, su ropa mojada tras la lluvia le recuerda que debe llegar a cambiarse. Pero allí está, con la nariz en la espalda del desconocido, con el casco en su cabeza y los brazos rodeándolo. No está seguro si es dulce o un olor conocido, pero le gusta, le relaja, no está a la defensiva como al principio, hasta su garganta se lo hace saber cuándo ronronea involuntariamente. La sensación de estar en la carretera es satisfactoria, casi como la libertad.

— No me has dicho dónde debo dejarte — le recuerda.

Al fin, la cabeza de Takemichi hace click, es mocaccino. El olor de este alfa huele a eso, café, leche, cacao; le gusta, es dulce pero sin empalagar, es tranquilizante, relajante, intimidante, fuerte incluso, le gusta.

— Takemicchi.

— ¿Si? — reacciona. Ha soltado sus feromonas durante todo este tiempo, avisándole al otro que está contento, a gusto, disponible y sin marca. Que descarado— ¿Q-qué ocurre?.

— ¿A dónde vamos? — se ríe bajo.

— ¡Aaaah, cierto! Ha, ha... A la calle treinta y tres, los edificios tras la avenida.

El de cabellos negros aleja su rostro de la espalda del rubio, no puede volver a dejarse llevar así, es de muy mala educación. Hasta que reconoce el sitio, ya están llegando, así que baja la velocidad.

— Por aquí — le señala. La motocicleta se detiene frente a la acera, el motor se apaga, Mikey se baja y luego ayuda a bajar al otro.

Luego mira los edificios, no es un mal lugar, tampoco es el mejor, algo solitario. Tras sacar las compras se queda parado frente a frente con el omega.

— Muchas gracias, Mikey-kun — hace una ligera reverencia en muestra de respeto—. Lamento los inconvenientes.

Las gotitas siguen cayendo, las nubes no han cambiado ni un poco, grises, densas.

— Takemicchi — este asiente—, quiero volver a verte. Me gustaría conocerte más... Quiero pasar mañana por ti.

— Hamm... — el pelinegro ladea su sonrisa, le parece una invitación algo apresurada, pero debe admitir que también le agradó— Claro, Mikey-kun, sería un gusto para mí volverme su amigo. De igual manera, muchas gracias por la ayuda.

No todos los días un alfa en un callejón te daba un aventón luego de salir del supermercado, menos a mitad de la lluvia y tras un accidente policíaco.
Eso dejando pasar la extraña reacción al olerlo sin su permiso.

— Hasta mañana — el motor nuevamente es encendido, el aroma y feromonas de mocaccino se alejan en la carretera. Takemichi se queda en la entrada, asimilando todo, con las bolsas en sus manos.

Naoto no llegó esa noche.

De esa manera los días iban pasando, salía por las tardes con Mikey, encontrándose en el mismo callejón a la misma hora. Hablaban e incluso era invitado a comer, no todos los días pero si los suficientes para comenzar a llevarse bien.

Mientras que en su departamento pasaba las noches solo, esperando por su esposo en las madrugadas, preparando desayunos y haciendo los quehaceres básicos.
Al parecer el trabajo del beta no se detuvo, solo aparecía al día siguiente cuando el sol aún no salía y el omega nuevamente durante el transcurso de esa semana tenía un leve dolor en el vientre.

Aunque trato de ser cariñoso con su marido, este se encontraba muy cansado. Lo que terminó en Naoto durmiendo las pocas horas que podía, para luego comer, bañarse y volver a salir; y un ojiazul confundido, lastimado. ¿Realmente no lo quería ver? Su mente le jugaba en contra, ya no existía esa dinámica, ¿Dónde están los besos, aunque sean picos antes de salir? ¿Los abrazos en la cama? ¿Una charla más allá de saber lo usual?.
Estaba siendo abandonado, como omega necesitaba atención. Por fin había revisado su calendario, no faltaba mucho para su semana de celo, por ello los dolores y malestares pasajeros semana de pre-celo. Puede que eso también haya incentivado a Mikey a olerle sin pudor varios días atrás, tenía sentido.
Dejando eso de lado, Takemichi comenzaba a encariñarse, a desear las prendas de vestir del rubio para su nido, a querer ser embalsamado de feromonas protectoras. No sabe cuánto soportará a falta de una camiseta recargada con aroma a moca.

Pero ahora estaba feliz, la tarde no era lluviosa. Estaban en un templo, algo abandonado, pero los alrededores eran adornados por árboles, arbustos y florecillas; todos sus días juntos eran distintos, habia conversado más cosas divertidas y triviales con Mikey en poco tiempo que con Naoto en un mes. Aunque aún no conocía el nombre real del rubio o en que trabajaba.

Traían consigo comida chatarra, sentados a mitad de las escaleras para disfrutar de las deliciosas hamburguesas dentro de las olorosas bolsas de papel. No era mucho, pero se sentía bien.

— ¡Muchas gracias por la comida! — la sonrisa sincera del omega deslumbraba al contrario.

El pan sigue caliente al igual que la rebanada de carne, hay salsa por las comisuras de los labios, la lechuga sudada, la cebolla crujiente, los tomates se llegan a resbalar y caen dentro de la bolsa, las bebidas frías a los costados del suelo. Atrás el templo les acompaña, no hay personas lo cual podría hacer sospechar a cualquiera; pero el de cabellos azabaches lo toma como un sitio tranquilo, sin interrupciones. No es la primera salida, puede que en un futuro no sea la última, le agrada Mikey, le trata con suavidad, su olor le relaja, adora montar en la motocicleta y sentir libertad.

— Takemicchi.

Tras el llamado, omega voltea su mirada, con la boca llena, las mejillas ruborizadas y ganas de tomar un poco de gaseosa.

— Me gustas. Me gustas Takemicchi — entonces los labios del rubio se ladean, dejando de lado la hamburguesa, mirándole fijamente, hundiéndose en los zafiros qué por iris lleva el omega.

Y el contrario se espanta de alguna manera, no lo esperaba, no le llegó jamás a la mente aquello. Son un alfa y un omega, pero Takemichi quiere respetar a su marido, no lo ama como al principio, ya lo tiene claro, pero... No... ¿Mikey no ha notado el anillo que siempre lleva en su mano izquierda, en el dedo anular?.

— ¿Ah? — es lo que sale tras tragar.

— Me gustas mucho Takemicchi, se mi omega — le pide, sin utilizar la palabra por favor, lo que provoca una mueca extraña en el ojiazul.

— Mi-Mikey-kun, y-yo tengo pareja — le hace saber, mostrando su sortija. Lo que toma desprevenido al rubio, ja, nunca la notó.

— Pero no estás marcado, no huelo a el otro en ti, no mientas.

— Mikey-kun... — un resoplido, deja su hamburguesa a medio acabar dentro de la bolsa, se ha esfumado el apetito— Estoy casado, no precisamente con un alfa. Pero lo estoy.

Y no comprende, porque su corazón late desbocado cuando los ojos del blondo parecen desconectados, cuando el aroma del alfa es triste. Quiere abrazarle, decirle que ya no ama a Naoto, algo muy adentro quiere mitigar la sorpresa y desilusión de Mikey.
¿No te das cuenta como te trata? Es dulce, es atento. Pero detiene eso, no quiere alargar las cosas.

— Cre-creo que debo volver a casa — también recuerda el asunto del celo. Con la bolsa en sus manos se levanta.

— Déjame llevarte Takemicchi — le pide el otro, al mismo tiempo que se levanta e intenta tocar el hombro del omega.

— ¡No! — exclama con rapidez, alejando la mano contraría— Qui-quiero decir, no es necesario ¡Muchas gracias Mikey-kun! Pe-pero, puedo tomar el transporte, ya haz hecho mucho por mi, deberías tomar un descanso.

Alfa solo se queda callado, mirando fijamente como se aleja.

Y de repente, al caminar, pierde la vista del rubio tras de su cuerpo, Takemichi siente algo horrible. Se le oprime el pecho, siente que no debió, no... No sabe cómo describirlo, pero algo es seguro, no es bonito. Cree que ha hecho lo mejor ¡Claro! Porque huir de la confrontación emocional es mejor que aceptar.
Pero ya tomó una opción; no volverá a ver a Mikey. Fue un buen amigo, un simple conocido de algunas semanas ¿Días? Ya ni recuerda, una compañía agradable, si, debe alejarse ahora, las cosas se harán extrañas entre los dos y él tiene a Naoto... Quien no le mira igual que Mikey, ni le habla igual, ni huele como el alfa... ¡Pero lo tiene!.

Al llegar a su hogar consigue todo tal cual lo ha dejado. Está solo, quién sabe por cuánto tiempo, todo objeto huele a sí mismo, es silencioso, aburrido, monótono. Debería estar disfrutando de sus años matrimoniales, no viendo la televisión solo, hasta la madrugada, cocinar, limpiar e irse a dormir en sabanas frías. Y cuando el beta llega, todo se repite, no hay beso, no hacen el amor, no... No hay... Tampoco existe cachorro... No hay... ¿Abrazos? No...

Ya no sabe cuántos días han pasado desde la última vez que hablo con Mikey, pero corta todas sus llamadas, no responde sus mensajes y no han vuelto a encontrarse en el callejón.
Lo que puede asegurar, es que está en la culminación de su pre-celo. Está más sensible, su aroma es fuerte, aunque conciente y capaz, pero reconoce las señales de su cuerpo, se conoce muy bien.

— Puede que mañana comience mi celo — suelta la información.

El beta desayuna, está vestido, listo para volver a la comisaría — Debo atender un asunto importante. Al parecer se filtro una información de la pandilla Tokyo Manji, se realizará una redada entre está noche y mañana — Naoto observa el café, consomé de pollo, el arroz en los cuencos, entre otros platillos.

— ¿Pe-pero crees poder llegar? Sabes que te necesito... Por favor — súplica, no es la primera vez.

— Si sale bien llegaré, pero igual hay supresores en el cajón del baño... — exclama— Al parecer El Invencible no se espera esto, así que no lo comentes con algún conocido. Tienen almacenes cercanos en la zona, pero queremos atraparle a mitad de algún cambio de productos.

— Naoto... Por favor... Promete que llegarás — quiere llorar, puede ser culpa de las sensaciones, de la cercanía. Pero no quiere juegos.

— Lo prometo Takemichi, estaré aquí — así prosigue el desayuno.

Es común que Tachibana le cuente sobre su trabajo al omega. Aunque el ojizul no conozca algunos términos o cosas, sin embargo quiere confiar, no quiere quedar embarcado... Otra vez...
Los supresores son malos para el cuerpo de un omega, alteran las hormonas y el uso constante o desmedido pueden dejar estéril al sujeto. Pero ya los ha utilizado, cuando Naoto no estuvo junto a él. Pero confía, confía, confía en su esposo.

Y la rutina se repite, el oficial se despide, sin beso, sin abrazo. Sale del departamento directo a su trabajo y el omega se queda, sintiendo el calorcito en su vientre, el poco sudor en sus glándulas, lo sabe, ya vendrá.

Mientras duerme comienza a sentir la fatiga y pesadez, los retorcijones, cólicos, el dolor. Así que abre sus ojos con pereza, dificultando sus movimientos, paulatinamente Takemichi suspira; el celo comenzó a las seis de la mañana, cuando el sol aún no terminaba de asomarse, sabe que Naoto debe estar ocupado en ese preciso momento con su dichosa redada, así que le llamará al mediodía. Sin embargo se estira de brazos y piernas sobre la cama, rojo, las articulaciones crujen, llora, el vientre está inflamado, caliente.
Solo puede gimotear de soledad, su instinto de omega abandonado se lo recuerda; Naoto no está de su lado, no tiene alfa, no hay quien calme esa agonía, no existe marca, menos cachorro.

Y tras pensarlo las lágrimas caen más rápido, así que abraza su almohada, se acurruca contra ella esperando a que comience su lubricación, el dolor dentro de sus entrañas, espera a que comience la fase de locura por penetración.

Cuando el sol sale por completo, Takemichi ya no lleva ropa, ha llegado al orgasmo gracias a sus dedos varias veces, pero eso no contiene el dolor y el placer se vuelve doloroso. Es como si con cada clímax quedará peor que antes, se fatiga, duele, no se siente satisfecho. El celular en la mesita de noche resuena y entre su delirio lo contesta.

¿Tachibana Hanagaki? — no reconoce la voz, pero el contacto llevaba el nombre de su marido.

No logra hablar más que para asentir débilmente

Le queremos informar de parte de la comisaría que el oficial Tachibana a salido herido tras una redada, en este momento su esposo se encuentra hospitalizado. Está fuera de peligro — el silencio por parte del omega es seguido, solo puede respirar con dificultad— ¿Señor Tachibana? ¿Sigue ahí?.

La llamada termina cuando el ojiazul lanza su celular. Naoto no estará con él, sabe que son gajes del oficio, pero eso no evita a que se sienta peor que antes, ha perdido la ilusión y no está en sus cuatro sentidos como para tomar las pastillas que quien sabe dónde se encuentran. Muerde la almohada mientras otro corrientazo se instala en su interior, chorros de humedad resbalan entre sus nalgas y llora, porque sus tres dedos no son suficientes, quiere llegar más allá, quiere tocar lo que jamás a tocado, duele tanto. Está cansado de tomar supresores por Naoto, no quiere dañar más su organismo.
Y su mente crea escenarios, dónde un alfa llega a él, dónde le mima, le abraza; mientras en su cama hunde sus dedos en la jugosa y rosada entrada, quiere que unos colmillos se claven en la tierna carne de su nuca, que le llenen de saliva y sienta cosquillas. Está desesperado, no es la primera vez, pero cada que se presenta su celo se vuelve peor. Quiere sentir un nudo, quiere que sus entrañas se calienten, que su cavidad ordeñe y exprima el miembro de un alfa, llenarse, quedar rebosado y preñado.

Un fugaz recuerdo llega, el día que se alejó del rubio, la vez que defendió su relación con Naoto, las llamadas que colgaba de Mikey.
Así que el llanto se vuelve aún más fuerte, se siente un estúpido, un omega inútil, a perdido al único alfa que podría ayudarle, al único que le trató de una manera dulce. Quiere sentir el olor de Mikey, necesita de sus feromonas a mocaccino para sentirse seguro, se restriega el rostro para quitar las lágrimas y aún así sigue el infierno en su interior.

Naoto no llegó ese día, ni el siguiente a ese.

La redada no fue productiva. Un plan muy elaborado de la mafia para que la fuerza policíaca cayera en sus redes, tras llegar al sitio y estar preparados para atraparles, la actuación de dos integrantes entregándose le mercancía de la pandilla, fue un paso que dejó sin vigilancia a los demás sujetos escondidos entre las sombras.
Así los policías trataron de detenerlos, los pandilleros no vistos aprovecharon esto para asaltarlos por detrás. Los menos aplicados se descarrilaron y entonces las primeras armas comenzaron a disparar, el plan de El Invencible era darles una lección a los oficiales, para que dejarán de creer en falsos testimonios, pero, no imaginó que se alocarían. Al final varios salieron heridos.

Ya era la segunda semana donde Takemicchi no le respondía las llamadas, ni se encontraban en el callejón, no había intentado ir a su edificio por respeto, pero no podía soportarlo más. Ni si quiera revisaba sus mensajes, cosa que hacía antes y aceptaba que le dejara en visto, pero no, debía verlo, quería hablarle, aunque sea permitirle ser amigos, le prometería no volver a insinuar su amor, aunque en ocasiones se le dificultará no querer abrazarlo o llevarlo de un lado al otro cuál muñequito. Mikey sabía que el omega era importante para él, pero no quería alejarse, incluso estaba dispuesto a explicarle la situación, pero aún así quería ser egoísta y tener contacto.

Su motocicleta dio un último rugido antes de apagarla, la dejó aparcada en la acera, se bajó y fue directo a la recepción del edificio. Apenas pasar la entrada un señor mayor, al parecer de seguridad, le reconoció; claro, en las salidas con Takemichi siempre lo traía devuelta a su hogar, tal vez nunca llegó a subir a su departamento, pero por lo menos conocía el edificio.

— ¡Oh! Pero si es usted, ya tenía un tiempo sin aparecerse — semana, para ser más específico—. El joven Tachibana está en su apartamento, el oficial no ha vuelto en unos días, pero eso es normal ¿En qué le ayudo? — el anciano estaba totalmente seguro de que Mikey era amigo de la pareja, de no serlo ¿Por qué salía tanto con el omega?.

El rubio toma muy en cuenta la información sobre el esposo de Takemicchi.

— Vengo a... — dudó por un segundo— Vengo a almorzar con Takemicchi, me invitó — trato de verse lo más casual posible, sin nervios, sentía que estaba cometiendo un delito ¡Ja!.

— ¿Y ya llamó a Tachibana-kun? — los ascensores tenían una llave que reconocía el código.

— No traje mi celular, se me ha olvidado.

— Bueno... — el señor llamó al elevador— Tranquilo muchacho, en ocasiones ocurre. Me alegro de que Tachibana-kun tenga un amigo que le visité, usualmente el joven Naoto siempre está en su trabajo... Ay... Pobre Tachibana-kun — el viejito suspiraba, lo más seguro conocía lo difícil de las relaciones entre omegas y betas, él parecía beta— es el cuarto piso, hunde el botón luego de que yo quite la llave.

Mikey asintió ¿Por qué rayos no se le ocurrió antes venir a por Takemicchi? Todo hubiera sido más rápido. Es cierto que no traía su celular, pero el saco que cargaba puesto tenía un objeto valioso escondido en el bolsillo interno. Tras llegar al nivel, salió del ascensor sintiéndose un poco tonto ¿Cuál era el departamento de Micchi? Habían dos puertas, así que optó por utilizar su nariz. Pero al olfatear la segunda puerta, el dulce, exquisito, delicioso manjar que se filtraba por aquella le hizo gruñir.

Las almendras azucaradas de Takemicchi.

Comenzó a tocar como loco la madera, liberando sus feromonas y hacerle saber a su omega que ya estaba ahí, para él, para ayudarle.

Manjirō se sentía fuera de sí.

No le sorprendió escuchar los gimoteos, ni los pasos o los susurros dentro del departamento. Takemichi ya le había escuchado, ya lo había olido.

¿A-alfa? Ngh...

— Déjame pasar Takemicchi — inhaló con dificultad, podía sentir el aroma haciéndose más fuerte— Déjame ayudarte... Déjame amarte...

¡Alfa~! — no pasó mucho para que los cerrojos comenzarán a ser quitados, Takemichi de verdad creía que era una de sus tantas ilusiones, de la creación de su mente, como las anteriores fantasías mientras lloraba en la cama— ¡Agh! ¿Alfa, de ve-verdad?.

Tras la puerta abrirse Mikey quedó perplejo ante el sonrosado cuerpo desnudo del omega, sus piernas dejaban chorrear el líquido, su rostro se mostraba mojado, temblaba tan pronto estuvo frente a frente. Takemichi ante el miedo de que el alfa fuera una falsa alucinación posó su mano contra el pecho del rubio, pero cuando le palpo, cuando sintió los brazos rodearle, tapando su piel con caricias y la puerta fue cerrada, gimoteo de felicidad, el mocaccino lo estaba envolviendo, estaba tan aliviado, al igual que su entrada se mojó a borbotones, se iban a aparear, tendría entre sus carnes a Mikey, tal vez lo marque y podría parir una preciosa camada, cuánto deseaba cachorros los cuales llenar de amor paternal.

Tan pronto como los dos pueden, Takemichi se trepa entre los brazos del rubio, abrazándose a el y llenando su ropa con el jugo que se desperdicia de su agujero, mientras Mikey besa su rostro, su cuello, lame cada gotita del sudor satisfactoriamente, porque es como se lo imaginó, igual a su olor, dulce...
Es el tercer día de celo, tal vez falten dos días más para que culmine. Sin embargo, todo cambia con un alfa a su lado, será más fácil, dolerá menos, tendrá feromonas que lo relajen, un miembro que sobe su interior y generosas caricias.

Mikey es muy generoso. Mikey tiene mucho para él. Mikey llegará profundo, tan generoso.

— Takemicchi — musita, pero se le dificulta. El pelinegro ya ha comenzado a desvestirle, tratando rudamente sus ropajes, rompiendo en el proceso su camiseta— Micchi~ — es que la piel del omega arde, no lo puede controlar y sentir la palma fría del blondo contra su mejilla lo hace jadear contento.

Están a mitad de la sala, con Takemichi pegado cuál garrapata sobre el de iris oscuras, su culo al aire provoca que las gotas de flujo choquen contra las baldosas. Pero Manjirō aún puede ser dulce, quiere aparearse, pero quiere hacerlo en el nido de su omega, en un sitio cómodo dónde anudar y marcar a quien llevará a sus cachorros.

Alfa... — ronronea, el sonidito sale de su garganta involuntariamente. Está a la expectativa de qué le pedirá, pero sigue restregándose contra la palma.

¿Podemos ir a tu nido? — susurra dulcemente contra la oreja del ojiazul.

Inmediatamente el omega asiente sonriente, su alfa quiere ir al nido ¡Ah! ¡Si, debe llevarlo a su cómodo nido! Pronto se baja con cuidado, con las piernas cuál gelatina, toma de la mano al rubio, expulsa sus almendradas feromonas invitando a entrar a la habitación, ansioso de lo que pronto ocurrirá.
El saco quedó en el suelo junto con su arma.

La cama está rodeada de camisetas y cobijas, las sábanas y almohadas hacen un circulo cómodo, puede notar algunas zonas húmedas y otras suaves, Manjirō pide permiso antes de entrar a tal nube de comodidad y casi a velocidad de rayo Micchi acepta. Así que cuando el alfa se sienta en el nido comenzando a fusionar su olor con el otro, Takemichi sigue desnudandolo. Quita con rapidez los pantalones del rubio, babeando al notar el falo oculto, ya lo quiere probar, al igual que sentir dentro, muy dentro.

El semen de los alfas tiene un sabor distinto a el de betas, puede saber muy bien para las papilas gustativas de los omegas, incluso incentiva a la relajación de la boca o cosquilleo. Pero cuando este se expulsa dentro del esfínter la sensación es mejor, un calor delicioso se apodera de las paredes carnosas, provocando que el orgasmo se extienda por más tiempo. Incluso esparcirlo por sobre el vientre o pecho de un omega es recomendado, sirve para marcarlo con un aroma fuerte.

Y Mikey nota como los zafiros del contrario se pierden viendo su cuerpo, como su boca se llena de saliva al tener un falo enfrente, al descubierto, erecto. Takemichi quiere lamerlo, probar su sabor y asegurarse de que sepa bien. Así que no pasa mucho cuando comienza a lamer la punta, no se considera un experto dando felaciones, pero en ese momento solo quiere probar.

— Mmggh~ — con sus manos estimula el tronco, suavemente el prepucio deja el glande al descubierto y emocionada la pequeña lengua del pelinegro limpia el orificio en la punta, absorto tras saborear el líquido preseminal— ¡Tan~ tan bueno alfa...! — sube y baja, esperando a que salga más; chupa, lame y mete lo que puede entre sus labios, masajeando con su sin hueso el frenillo y más allá de él. No lo puede meter por completo, además sus dientes tocan la piel contraría así que no lo hace con velocidad.

Manjirō mira enternecido la lucha de Takemichi por conseguir el sabor cosquilleante, pero cuando el otro se aleja con el entrecejo fruncido entiende que está desesperado por conseguir feromonas u hormonas de cualquier método.

— ¡Alfa~! — se queja. Mikey simplemente acaricia sus mejillas, acunando la carita sonrosada del ojiazul— ¡No sale más, alfa, por favor!.

Antes de que siga haciendo berrinche, el blondo besa los acolchados labios del omega. Es su primer beso y se siente muy bien, cuando abren las cavidades, se comparten saliva y se vuelve algo fogoso; Takemicchi llora de alegría, porque la baba también tiene el mismo sabor, las mismas feromonas incentivantes al cosquilleo. Es una batalla, las comisuras de sus belfos dejan escapar caminitos mojados hasta el mentón.
Con iris brillosas Michi hipnotiza, hechiza, enamora al blondo.

Al separarse Mikey aún sostiene la nuca del contrario, descansan frente con frente, respiran agotados y sofocados. El ósculo ha sido asombroso, mejor que los fuegos artificiales, más hermoso que la primera nevada de invierno, sin comparación a probar un helado recién comprado; de algo están seguros, sus besos serán obsesivos.

¿Alfa? — es lo único que puede brotar tras recuperarse.

— Manjirō Sano.

El pelinegro nota como los párpados de Mikey se abren, delicadamente regala un beso esquimal al ronronear, no comprende a que viene ese nombre, solo deja que su cuerpo siga liberándose y atrayendo al rubio.

— Me llamo Manjirō, Takemicchi — allí es donde el omega se sorprende, sabía que desde el principio se han llamado por motes, pero conocer el verdadero nombre de su alfa es asombroso.

— Manjirō... — sus brazos descansan sobre los hombros del otro, sus piernas aún no atrapan las caderas de Mikey, puede sentir el duro miembro tras de sus posaderas— Alfa, amo tu nombre... — y los acolchados belfos de Takemichi se hunden en los contrarios, pasea su lengua en el arco de Cupido, mordisquea inconscientemente el labio inferior, cada unión recarga la boca con hormonas del contrario.

El nido es cálido, muy cómodo e íntimo. Alfa libera con total confianza su olor, tras ello las caderas del pelinegro se restriegan, gime de querencia, quiere ser penetrado, su entrada se contrae y palpita, es la primera vez que tendrá sexo con alguien de la primera casta, no sabe si se va a sentir igual que con Naoto o puede que sea una total desilusión; pero lo que es seguro, es que jamás se había sentido así, como una masita derretida entre brazos que le apapachan, calmado gracias a las feromonas y con tantas ganas, que su culo exige empalarse de una vez por todas. El corazón se le va a salir en cualquier segundo, las lágrimas se retienen, las manos no se pueden quedar quietas.

Manjirō deja una de sus manos en las azabaches hebras del omega, mientras que la otra suelta su nuca para descender, pasea la punta de sus dedos desde el cuello hasta las clavículas, los sonrosados hombros, parte del brazo, las costillas colocando la piel de gallina, la cintura, masajea una nalga y llega a donde quería. Su dedos se detienen en la rugosa entrada, no tiene necesidad de meterlos, solo con juguetear un poco sobre ella sabe que está abierta, preparada, perfectamente mojada para su entrada triunfal; así acercar su pene, juntando el frenillo y la punta en maravilloso agujero, solo restregando, sin meter ninguna parte.

— Jahm~ aahm~ ¿P-por qué n-no lo me-metes, alfa~? — la queja es difícil de entender, pero la respuesta es una sonrisa, que enseña bien los colmillos del rubio y arranca un agudo chillido instintivo de el omega— ¡Agh... Mmgh! ¡¿Me marcaras?! S-si, por favor, por favor — antes de que este muestre su cuello virgen, Manjirō le penetra, pronto gruñen juntos, los zafiros lloran extasiados.

Embiste hasta llegar a la base, las carnes arden y aprietan, tan exquisito, la polla de Mikey se amolda y abre el camino hasta golpear el final. Takemicchi solo puede tener las piernas a cada lado elevadas, los dedos de sus pies se aprietan y su culo quema, produciendo más flujo, humedeciendo más con el líquido.

— No aprietes tanto... — se queja, porque siente que el omega no quiere dejarlo mover, quiere arrancarle la verga y apenas están empezando.

— ¡N-no pue-do! ¡A-alfa! ¡Ah!.

Así que solo resta tratar de relajarlo. Manjirō acaricia sus orejas, besa sus clavículas, también presta atención a la pequeña erección que descansa contra su tronco, masturba despacio y cuando siente que las paredes se ensanchan, que lo jugos mojaron bien y que Takemichi lo disfruta es que mueve su cuerpo. Embistiendo lentamente, no saca por completo su falo, pero si lo mete enteró, sus testículos pueden sentir las pomposas nalgas del omega cada que empuja, el ojiazul jadea, cierra sus ojitos, llora, lo besa y ayuda al movimiento, disfruta.

— ¡Aahh! ¡Nhgn! ¡Awh! — Micchi reconoce que es mejor a cuando lo hizo con el beta. Mikey es más grande, huele rico y acaba de golpear el punto justo donde pierde la razón— ¡Alfa, alfa, ahí, ahí, ahí! — lloriquea, puede ver estrellitas, planetas e incluso galaxias cada que ese punto es tocado, ese delicioso lugar que espera ansioso el esperma.

El movimiento aumenta, Manjirō está apretando las nalgas, luego sostiene la cadera, también acaricia los gordos muslos de Takemichi pero no deja pasar ningún momento para besarle.
Micchi comienza a saltar, a empalarse solito. Se afinca de los hombros contrarios, gime y babea, explota su aroma almendrado, llega al orgasmo, chilla, su cuerpo vibra, la pequeña erección eyacula y sus piernas se aprietan.

La verga del alfa siente todo de comienzo a fin, desde las palpitaciones hasta la tensión en músculos. Pero se encuentra igual que al comienzo, esto llevará tiempo.
Un omega en celo es difícil de saciar, pero no es un gran problema, a decir verdad Manjirō está conociendo cosas del pelinegro que no sabía; ahora sabe que duerme en el lado izquierdo de la cama, que su mesita de noche tiene una linda foto de su graduación y que la habitación que comparte con su marido se caracteriza por ser pequeña, una ventana en la pared de la derecha y un baño continuo. Todo huele a almendras, suavemente el aroma permanece en cada ropa u objeto de la estancia, Takemichi es un gran amo de casa, un cocinero que se defiende aunque sus platillos no son espectaculares, un omega capaz de satisfacer a cualquier hombre de proponérselo.

Ojiazul ha dejado besos y lamidas cual cachorro juguetón, el cuello del rubio es el lienzo que prefirió utilizar, además no está siendo penetrado pues con gentileza Mikey cambia la posición. Ahora la blanca espalda del omega es recostada en la colcha, sus piernas se encuentran al aire, Mikey está parado acariciando los talones, pantorrillas y muslos internos del contrario, Micchi tiene el trasero al borde de la cama, sus gordas nalgas son especialmente apretadas, su rosadito agujero no deja de borbotear lubricante natural. Sensible por el clímax anterior lloriquea cuando nuevamente es embestido, sus piernas cuelgan de los hombros, si el alfa decide bajar más su cuerpo está seguro que sus rodillas flexionadas golpearan contra su pecho, la penetración es muy buena, estimula cada zona necesaria y se alegra de que nada queda atrás.

— Wahg... — tener al deslumbrante cuerpo del blondo de esa manera solo le deja boquiabierto, los largos mechones de pelo se bambolean en cada penetración, el tronco duro y marcado es muy sexy— ¿Se si-siente bi-en?.

¿Cómo podría sentirse mal? Sano está más que extasiado, puede ver como su sexo se pierde cada que mueve las caderas, un vaivén delicioso y ruidoso. El omega es un anfitrión de alto nivel, su culo aprieta bien, su aroma es la mejor cosa que ha tenido la dicha de oler y probar, porque sí, los jugos naturales que resbalan entre las nalgas del pelinegro fueron sutilmente saboreados.

Solo sonríe, con los pómulos rojos como tomates — Omega — Takemichi chilla por escuchar eso—, se siente increíble, ngh... ¿Llevarás nuestras crías?.

— ¡Si~! — flexionan más sus piernas, Manjirō de esta forma es capaz de chupar y jalar los lindos pezones, zona que se llenará de leche después para alimentar a los cachorros— ¡Alfa, llevaré a nuestras crías! ¡Lo ha-haré!.

— Bien~ que bien — aumenta su velocidad, dando estocadas más fuertes, el rebote de sus bolas contra las nalgas es morboso, abusa y maltrata el hoyo.

Algo comienza a crecer dentro de Takemichi, que al darse cuenta entra en nervios y comienza a gemir fuerte.

— ¡Ah! ¡¿Q-qué pa-pasa?! ¡Al-fa~ para, para! ¡Duele! — el nudo se queda atascado y agranda el interior, lágrimas brotan a montón, jamás había sido anudado y Mikey aún no se quedaba quieto, le iba a romper, dolía, ardía— ¡Alfa! ¡No! ¡Alfa, mrhg! — entre la desesperación los dientes del pelinegro se clavan en el hombro del otro, le araña, incluso trata de patearlo, el nudo es muy grande, duele cuando es movido, pero por fin su alfa se ha quedado estático, llora mucho.

— Lo siento — es la respuesta contraría.

Takemichi sigue llorando, adentro el semen hace presencia, varias descargas se alojan en su canal, lo más seguro el esperma llene su útero y pronto se forme un lindo óvulo fecundado. Por primera vez siente el dichoso calor, el mejor cosquilleo del mundo y no pasa ni un segundo donde su segundo orgasmo golpea, oleadas de placer se instalan, un calor abrazador se apodera de sus carnes y temblor tras temblor. Aleja su boca del hombro, mira con sus ojos de zafiro a los negros azabache del alfa, pucherea con la nariz roja y algunos mocos a mitad de camino, el nudo está ahí, no bajará en un tiempo.

— No de-debiste moverte ¡Dolió mucho! — está un poco ido. A cambio recibe un beso en su mejilla. Es la mejor subida al cielo que ha tenido, el semen no para de salir, así que aún hay pequeños temblores.

— ¿Me mordiste? — ladeando su rostro el rubio pregunta.

— ¡Si, idiota! — los mocos son retirados por su propia mano, el puchero no se ha ido— ¡¿Por qué nunca me dijiste que esto dolía tanto?! Además, no te quedabas quieto ¡Lo hacías adrede!.

Podrá estar en celo, pero tiene un poco de lucidez gracias al nudo. Juntos han mitigado el dolor y los calambres del vientre, siguen calientes, pero tras tres días de infierno Takemichi se encuentra mejor después de mucho tiempo.

— ¡¿Idiota?! No me llames así, aún puedo moverme y ya no me hablarías feo — amenazó con una risa.

— ¡No! No seas malvado, no eres capaz ¿O si?.

— ¿Me retas?.

— ¡No! So-solo estoy bromeando Mikey-kun.

Manjirō nota que no le ha llamado como al comienzo... Ladea sus labios feliz, es su Takemichi de siempre, debe aprovechar esto antes de que vuelvan a perder la cordura.

— Takemicchi... ¿Quieres que me vaya cuando el nudo baje?.

El rostro del ojiazul se contrae en una mueca de dolor, como le recuerda a la misma cara que él hizo cuando supo que estaba casado — ¿Po-por qué te irías? ¿No termi-narás conmigo el celo? — el aroma cambia, alfa besa la sien del otro.

— ¿Qué hay de tu marido?.

¡No puede dejarlo ir! No, no... Es su alfa. Algo dolió en su pecho, su mente no dejaba de recordarle que ya no quería a Naoto, no había más sentimiento que amistad en él. Pero la culpa, lo estaba matando, carcomiendo, la culpa de ser infiel.

— É-él... Yo ya n-no... Ya no lo amo — fue imposible retener su llanto, se sentía una escoria al engañarlo sin haber hablado desde un comienzo de su relación— Mi-Mikey-kun, yo ya no amo a Naoto, pero acabo de hacer algo horrible.

— Tranquilo Takemicchi... — el nudo comenzaba a bajar, despacio. Con suavidad acariciaba su piel y susurraba al oído— Después podemos arreglar eso... Ahora... Tú y yo ¿Qué quieres que lleguemos a ser?.

— Mmgh — el hipo del llanto se hizo notar—, te quiero como alfa... No puedo mentir... — abrazados, el nudo se deshizo por completo.

Manjirō sonrió. Despacio salió de la cavidad de Takemichi, dispuesto tras escuchar la afirmación de pasar el resto del calor con el omega llorón.
Con gentileza se incorporó, llevándose en el proceso al otro solo para acomodarse mejor sobre el colchón, en medio del nido los dos cuerpos desnudos se abrazaban, el esperma se escapaba de la abusada entrada. Lado a lado, la espalda del pelinegro tocando el pecho de Mikey, sincronizando sus respiraciones al compás, esperando a que volviera la ola de calor.

— Me gustas... — la voz del rubio vibro, mocaccino, calor— Me gustas mucho Takemicchi... ¿Serás mi omega, por favor?.

Se dejó envolver entre los brazos y el aroma a café, chocolate y leche. Micchi asintió, mordiéndose el labio con vergüenza pero lleno de amor.

— Si... Quiero ser tu omega... Me gustas alfa, quiero que también seas mío — ante tal respuesta, los labios del blondo comenzaron a juguetear con las orejas contrarías, atrapandoles, besando el lóbulo, descendiendo por la nuca hasta los hombros y mordisqueando, lamiendo, marcando con chupones.

Generoso... Muy generoso...

Micchi comenzaba a sentir nuevamente cólicos, apretó sus labios evitando avisar su dolor, pero fue inevitable que el calambre en el vientre le hiciera gritar. Manjirō besó innumerables veces la mejilla cercana, con su mano derecha acariciaba los muslos del omega, apegando más sus cuerpos.

Alfa~ calma mi dolor... Te lo suplico — con voz quebrada artículo. Lo que no esperaba era el amor en cada ósculo sobre su sensible piel, menos las dulces palabras que salían de Mikey.

— Eres hermoso...

Piel con piel, despacio la erección del alfa volvía a sumergirse entre los dos montículos blandos.

— Takemicchi... Tu cuerpo es... Un sueño de cabeza a los pies, un sueño del que no deseo despertar.

El omega gimoteo gustoso cuando la embestida se produjo. Estaba siendo atrapado entre los brazos del blondo, las piernas entrelazadas y con vaivén tortuoso entre sus carnes.

— Un beta que no pasa el celo con su omega, no merece tener semejante bendición.

El gruñido escuchado puso los pelos de punta al tembloroso pelinegro, tenía saliva resbalando de sus rojos labios, los ojos llenos de lágrimas y las manos estaban prensadas entre las manos de Mikey, las cuales masturbaban su erección e infantiles testículos.

— Ese tipo no te merece, omega.

— Alfa... Alfa, n-n-no digas eso... — Naoto tal vez no está a su lado, pero eso no significa que sea mala persona.

— ¿Lo defiendes? — sus caderas se estampaban, los fluidos se salían— ¿Entonces te quedarás con el beta?.

— ¡N-no! ¡Alfa, yo qui-ero estar contigo! Pe-pero no es la, ngh, manera de hablar de l-los demás — los celos son un sentimiento peligroso.

Manjirō suelta el pene del pelinegro y acciona a levantar su pierna derecha, abriéndolo, dando otro ángulo para sus penetraciones.
Malluga el interior con embestidas erráticas, siente nuevamente un calor abrasador en la parte baja del tronco, una presión en su polla y la necesidad... La maldita necesidad de marcar el cuello frente a él, la encía le pica, los colmillos están crecidos desde el comienzo, no quiere que nadie vuelva a tocar a Takemicchi, es su omega, se lo llevará, lo protegerá, ya verá como demonios arregla las cosas; pero su instinto solo le grita una cosa.

Marca, muerde, une.

— ¡W-ah wah! ¡Alfa~, alfa~ tu n-nu-do! — Micchi inhala con dificultad, su lengua sobresale, sus ojos están perdidos. No duele como la primera vez, mientras el nudo crece y la simiente en las bolas del rubio es descargada, es transferido al paraíso, cosquilleos, su vientre tiene un bulto donde el nudo se forma.

Pero Manjirō lame y vuelve a lamer el hombro derecho, deja una capa gruesa con su saliva y de un solo movimiento incrusta los colmillos. Takemichi tras estar relajado por el esperma en su matriz, chilla y se retuerce por la marca, no es que duela, es que descargas pasan por su cuerpo, como corriente eléctrica una y otra, y otra vez, una tras otra. Queda en blanco, anudado y con un alfa tras de su cuerpo curando la mordida, chupando y embalsamando.

Al anochecer del cuarto día de celo, Takemichi Tachibana ya no tenía calores ni dolores. La marca palpitaba, haciendo sonreír al pelinegro pues el lazo invisible que le unía al alfa, en cada momento o situación le recordaba el desbordante amor que el rubio si le profesaba, lo sentía, le llegaba, era algo muy bonito dentro de su pecho.

No se podían separar por mucho tiempo o alguna de las dos partes sufría, la lejanía era peor que un golpe en la nariz o arrancar una costra de herida a la fuerza. Así que Manjirō estuvo dos noches seguidas durmiendo en la cama de otro hombre, con su omega entre brazos y curando la rosada mordida que fue bien recibida.

Hasta la mañana del quinto día desde el comienzo del calor, tercero a la llegada de Mikey.

El alfa trae la misma ropa con la que llegó, beben una taza de té tras la faena experimentada recientemente. Micchi se encuentra radiante, hermoso, sus mejillas brillan mejor que las manzanas jugosas, su tersa piel no se compara ni con Adonis y la camisa holgada deja al aire la gasa que protege la hermosa marca.

Sano debía anteder asuntos muy importantes, no había traído su celular y de seguro le matarían al estar tres días desaparecido. La cuestión era que no dejaría a Takemicchi, su omega llorón no se quedaría un día más en ese departamento con el oficial —que a decir verdad jamás se preocupo por cuando saldría del hospital—. Le daría todo lo que tenía, Takemichi tendría el puesto que se merece.

Así que Manjirō estaba dispuesto a decirle la verdad.

— Soy el jefe de esa organización criminal — explicó la situación como mejor le pareció, el pelinegro estaba desconcertado.

— ¿Pe-pero? — los ojos cuál zafiro estaban sorprendidos— Manjirō... — ya tuteaba libremente a su alfa— Ustedes... Han hecho mucho daño a gente inocente.

— Te equivocas, nosotros mantenemos las reglas y la calma en el bajo mundo. Pero no podemos controlar todo, es difícil — hablaba con seriedad, podía sentir la preocupación del contrario—, no vivimos de tratos honrados. Sin embargo, nuestras manos jamás se hunden en negocios turbulentos — quería dejar en claro que no estaba de acuerdo con la venta de personas, órganos y la prostitución—. Tampoco es nuestra culpa que terceros se manchen, usando nuestro nombre como excusa.

— ¿Pero igual has asesinado? — interrogó decidido.

— Si, lo he hecho y lo volvería a hacer si debo protegerte, salvar la vida de alguien importante para mí o simplemente salir vivo de una situación — le hubiera gustado ser mejor persona antes de conocer al omega. Ahora tenía vergüenza de sí mismo, cosa que jamás le había ocurrido— ¿Te arrepientes?.

Takemichi estaba callado asimilando lo oído. ¡Era su alfa! Debía aceptarlo con todo, no es como si él fuera un omega ejemplar de cabeza a los pies.

— Manjirō... — sonrió levemente— No me arrepiento.

Un calorcito agradable se instaló en la marca de su cuello y el pecho del alfa burbujeo feliz. Takemicchi le aceptaría como es, sus defectos y errores, le aceptaría.
El rubio posó sus obscuras iris en el reloj del comedor, ladeando sus labios con fastidio.

— Takemicchi — su precioso omega dejo el plato a un lado, para verlo solo a él—, demos un paseo. Quiero que conozcas a mi familia, el lugar donde viviremos y claro, ir al santuario como antes.

A decir verdad las últimas palabras provocaron pena en el ojiazul, aún recuerda el rechazo que le plantó a Manjirō en aquél santuario... Eso sin mencionar que no había resuelto absolutamente nada con su marido legal. Así que sonrió, tratando de olvidar todo, podría crear muchos recuerdos distintos a esos.

—  Si, mi alfa.

No hubo interrupciones tras comer o acomodar sus ropas, pues besos y abrazos eran los únicos testigos de la melosa situación.
Pidieron el ascensor, bajaron hasta la recepción; a los ojos del omega, Mikey se veía guapo con aquel saco, sus zapatos resuenan contra los suelos, su cabellos rubios peinados y sueltos. Rayos... La caja torácica le retumba cada que huele el mocaccino sobre su cuerpo.

El viejito de la otra vez no se encuentra en su puesto, pero no hay problema, tal vez estaba en el baño. De todas formas la tarde caía con sus matices naranjas, púrpuras y azules, no comieron temprano.

El primer en salir es el pelinegro, notando la motocicleta aparcada. La adora, es exquisita, brillante y liberadora.
Manjirō le sigue, sonriente, su precioso Takemicchi parece un niño en feria, mejor aún, con una mordida y alegre por el paseo; las manos le pican por acariciarlo, los brazos le queman por rodear su cuerpo, la nariz le duele por olfatear sus hebras azabaches y los ojos le arden por mantener tal figura en sus retinas, sin parpadear.

Sano monta la máquina, procede a encenderla con un giro de su llave. Micchi es sorprendido por un beso fugaz en sus labios, sonrojado niega. Se calienta el motor y el tubo de escape ruge, se ha olvidado de sacar los cascos dentro del pequeño maletero, pero ya le da pereza. No cree que algún policía les detenga, igual es El Invencible Mikey.

— ¿Takemichi?.

Pero la voz del beta despabila al pelinegro.

¡¿Cuánto ha visto?! ¡¿Naoto nota su marca?! ¡¿Que debe hacer?!.

Tachibana tiene el brazo izquierdo vendado, lo sostiene gracias a un cabestrillo. También parece herido del costado, da igual, parado a pocos metros de ellos, Naoto queda estático, analizando desde la posición de su esposo, a el tipo que le acompaña. Tan pronto reconoce al rubio sus ojos se agrandan, maldice no traer consigo su arma, así que pretende sacar el celular y pedir refuerzos, el bastardo que tanto han buscado, por el cual cayó en una trampa, está ahí, en frente ¡A pasos de distancia!

La furia en el alfa se hace presente al verse cara a cara, la adrenalina recorre sus venas y el oficial que tanto empeño ha puesto para trancarle las vías es una simple presa a su disposición. Recuerda su magnífica compañera en el bolsillo del saco.

Naoto no logra sacar su teléfono.

— ¡¡Manjirō!! — el grito desgarrador de Takemichi es lo siguiente que se escucha tras tres balazos.

— ¡Montate!.

— ¡Ma-Manjirō ¿Qué haz hecho?! — las lágrimas caen, el cuerpo inerte de Naoto está en el suelo, manchando de carmín la acera.

— Takemichi, monta ya — exclama serio, su omega llorón le hace caso sin saber que más hacer. Al fin de cuentas los transeúntes les han visto, hay gritos y ya varios se han comunicado con las autoridades.

«Muchas gracias por el pase estudio — la periodista camina hacia la franja policíaca, la cámara enfoca a el cuerpo cubierto siendo transportado—. Estamos en la calle treinta y tres, donde ha tan solo pocas horas de las cinco menos diez se ejecutó un homicidio contra Naoto Tachibana, un oficial de la comisaría cercana. Su cuerpo presenta múltiples heridas de bala, una en el cráneo y otra en la zona abdominal — la imagen vuelve a cambiar, mostrando los tres casquillos de los disparos, dejando el tercero olvidado y sin señales en el cuerpo de Naoto—. Los testigos afirman que tal atrocidad fue hecha por El Invencible, también conocido como Mikey o Manjirō Sano, líder de la famosa pandilla Tokyo Manji, quien tiene orden de captura por diferentes delitos, desde venta de drogas hasta porte de armas ilegales, entre otras; se le vio junto al omega y esposo de la víctima, Takemichi Tachibana, algunos afirman que el omega puede ser cómplice del altercado, otros argumentan de un posible secuestro — fotos del pelinegro y Manjirō son presentadas ante los oyentes—. Las autoridades han empezado a trabajar en el caso, sin más que decir devuelta al estudio».

— Apaga eso... Por favor.

La pantalla queda en negro, Draken no puede creer que Mikey se haya equivocado a lo grande.
No han vuelto a verse en días y Ken-chin al ser el segundo al mando se encargó de cada pequeño detalle, pero al ver la televisión, notar a un omega en la historia, el tipo que les jodió los planes y Mikey... Saca conclusiones rápidamente.

Falta poco para que su querido líder regrese. Juntó con la persona que decidió sería su enlace.

— Así que por él desapareciste... Mikey... — suspiró con cansancio, le vendría bien unas vacaciones o, simplemente quedarse al lado de Emma hasta que falte comida en la nevera— ¿Qué haré contigo?.

¡Por fiiiiiiiin! ¡Al fin terminé esto!

Vaya... Ya faltaban dos palabras para llegar a diez mil...

Sip, me inspire en Cruz de Navajas. Ayuda, Mecano es grandioso.

No será la única obra MikeTake que haga, eso es seguro.

Perdonen si no quedo tan bueno, la verdad fue una idea rápida de mi cabeza y puede que haya quedado mal.

¡Muchas gracias por leer!
¡Los quiero y adoro muchísimo, un mundo completo!.

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top