꧁Entre el cielo y el suelo.
La taza con té se remueve, el fondo es más oscuro que el líquido humeante que sopla Takemichi. Puede ver su reflejo, sus ojos hinchados por el llanto, sus labios rojos por los besos antes del suceso, la manta que le cubre.
Ha llorado por molestia y en parte el impacto de ver a su difunto y expareja morir a metros de su sitio.
Mientras toma el té, escucha, escucha los regaños y quejas de parte del cuñado de su ahora alfa. El hombre le recrimina una y otra vez sus acciones, mientras que Manjirō se mantiene estoico, pero gracias a la mordida que les une puede sentir el miedo del alfa ¿Miedo a qué?.
¿A perderle? ¿A dejarle?.
No quiere pensar más en eso, incluso en su cabeza se repite el momento exacto como película dañada. Por lo que termina llorando nuevamente, sus hipidos son escuchados por los dos malandrines y el de menos estatura sale casi como alma que lleva el diablo por su omega.
Mikey no puede dejar a su Micchi entristecer, no debe haber lágrimas de pesar en su bello rostro; pues cuando un omega marcado sufre de tristeza el alfa recibe la emoción y un dolor indescriptible se instala en el pecho.
Sano le quita la taza sin beber, la aleja del pelinegro, lo toma entre sus brazos y le abraza, enajenando los aromas entre sí, besando sus mejillas y ronroneando con fuerza.
Las almendras agrias se encuentran con el moca, los temblores bajan, las lágrimas desaparecen. Takemichi también ronronea como respuesta a su alfa, se deja querer, siente suaves lamidas en sus párpados, besos en el hueso de la mandíbula, el cabello rubio de Manjirō entre sus hebras azabaches.
Draken queda completamente fascinado...
Es la primera y única vez que se encuentra con tal escena de su cuñado. Primero sus ojos se posan en la víctima del enano endemoniado, el chico acepta y devuelve el gesto, segundo Mikey de verdad se esfuerza en transmitir su cariño.
Kenchin solo puede agradecer a algún ente diabólico por lo que acaba de ver.
— ¿Estás bien? — musita, porque se volverá loco si vuelve a sentir la tristeza de su Micchi.
— Manjirō... No te quiero dejar, no me quiero separar de ti, pe-pero... Ya no se si debo confiar...
— Takemicchi, no me digas eso... Por favor... — el miedo se vuelve más grande.
Entre la camiseta de su omega nota la gasa que protege su unión, con la mano la hace a un lado, quita con mucho cuidado la protección y nota la herida, aún se encuentra abierta por lo que comienza a curarla con su saliva.
Lo hace por instinto, tratando de cerrar la mordida que él mismo creó.
— Confía en mí, Micchi... Nunca más te haré algo como eso, lo juro, discúlpame, pero no me dejes — sus brazos se anclan más en el vientre bajo del ojiazul, lamiendo con más ímpetu.
— Alfa, ya dije que no te dejaré... N-no podría...
Es como el último flotador en medio del mar abierto. Takemichi es su héroe, el salvador, un amor que cautivó su podrido y dañado corazón, Dios sabe que no deseaba enamorarse, el universo esta consciente de que se le fue de las manos las emociones.
Pero si debe jurar y nunca volver a hacer algo, por él, lo haría, santo cielo... No quiere volver a sentir ese dolor, no quiere que su omega se vaya, no quiere perder el calor que tiene en sus brazos, el olor, el sabor de sus besos, la sensación de la unión...
Ese amor incondicional y plenamente correspondido.
También sabe que la ira le hizo cometer una barbaridad enfrente del ser al cual estará unido de por vida.
Se quedan ahí, abrazados entre la manta, sobre el sofá de la sala, en la casa de Mikey.
— Kenchin.
El nombrado saca conclusiones — Me encargaré de tu desastre... Y esperaré a que ustedes le digan a Emma, pero si se entera por ella misma, no me culpes.
En silencio Manjirō asiente. No pasa mucho tiempo mientras Draken toma sus cosas y sale del sitio, ahora debe hacer muchas llamadas, sobornar y quizás hasta robar papeles legalizados del nuevo integrante; eso sin mencionar el revuelo dentro de la misma pandilla, los integrantes de la Tokyo Manji se encuentran alterados pues no saben que ha ocurrido con certeza.
Pero Ken Ryūguji ordenará todo el caos.
— Alfa... — la lengua del rubio recorre la mordida con delicadeza, trata de mojar y cubrir por completo la herida. Lo que produce escalofríos en el cuerpo del ojiazul— Manjirō~ de-debemos hablar...
— Takemicchi, no puedo hablar — le hace saber—. Debo primero curar nuestra unión — decidido explica. Es el instinto, quiere ser una buena pareja, debe cerrar lo que creó, mantener feliz a quien llevará sus crías, embalsamar con feromonas al omega, proteger.
— Basta alfa... — con sus brazos trata de soltarse, pero aunque parece imposible Mikey es increíblemente fuerte, no logra nada, lo intenta varias veces pero la fuerza es extrema, lo que le hace resoplar— ¡Ay! — una pequeña mordida en el hombro le hace gritar— ¡Oye ¿Por qué hiciste eso?!.
— No te quedas quieto mientras curo la marca, no quieres estar conmigo. No te entiendo Takemicchi, se supone que deberías estar feliz por nuestro enlace, parece que soy el único feliz por ello — y de esa forma suelta al omega.
El rubio se aleja del asiento, de cierta forma se siente herido, si, mato a una persona frente a su omega. Si, puede que esa persona haya sido el esposo de su omega. Si, se está comportando de manera infantil y no está pensando en los sentimientos de su Micchi. Pero... Pero él también tiene sentimientos ¿No?.
— ¿Manjirō, a dónde vas? — el pelinegro lo sigue con la mirada.
Alfa camina con lentitud, dispuesto a dormir tras tan problemático día.
No contesta la pregunta de Takemichi, simplemente se pierde en una de las habitaciones, dejando una pesadez y mal sabor de boca en el contrario.
Solo con su manta y el té frío, el omega piensa. Son muchas emociones, primero pasó su celo con Mikey, después descubrió que era un criminal, luego la tragedia y ahora trata mal o con tendencias bipolares a su alfa... Eso sin contar los problemas que se aproximan.
Es confuso y agobiante, no desea llorar más por eso y debe admitir que Manjirō si está enamorado de él; quiere cuidarlo, llenarlo de amor, sanar su mordida, mantenerlo feliz y se disculpó por el asesinato. Bueno, esa última es más complicada.
Con sus manos revolvió los mechones oscuros de cabello, tiró débilmente de ellos y respiró profundo. Debía dejar de atosigarse él mismo.
Con manta sobre su cuerpo dejó el lugar para seguir los pasos que había dado el rubio y encontrarse con un gran aposento. La oscuridad y el frío era presente, la cama se notaba gracias a una lámpara que con poca intensidad iluminaba la estancia y, ahí, más presente de lo esperado, el jefe de la más grande organización criminal y mafiosa de Japón dormía. Con los brazos y piernas extendidos, sin la camiseta y apenas con un pantalón.
A paso silencioso Takemichi ingresó.
Todo olía a mocaccino, el ambiente era relajante y cada pensamiento invasivo desalentador se evaporó. Su pecho se agitó, el corazón se le aceleró, la ansiedad por acercarse a su alfa le cayó y las feromonas de querencia aparecieron. Instinto.
Paulatinamente llegó a su destino y con mucho cuidado su trasero tomo asiento en la colcha, el colchón se hundió de ese lado y un grito pegó del susto cuando Mikey le tomó el brazo, tirándolo sobre él.
— Viniste... Qué bueno — susurró al ver el rostro indignado del pobre omega llorón.
— ¡¿No estabas durmiendo?! ¡Casi me da un infarto del susto! — se quejó, pero no pudo seguir pues las manos inquietas del blondo tocaban sus piernas, la cintura, su espalda.
— Yo nunca te mataría, Micchi — respondió—. Eso terminaría jodiendo más mi existencia de lo que crees.
Ninguno emitió palabra. Takemichi por escuchar un punto débil de toda marca; la muerte de uno de sus integrantes era la agonía.
Y Mikey no charlo pues estaba más interesado en tocar el cuerpo de su omega, intentando alcanzar sus labios para robarle besos.
El pelinegro aprovechó su posición y estando sobre su alfa tomó las muñecas contrarias, no iba a dejar escalar ese pequeño juego que se había creado.
— Manjirō, por favor, hablemos — curvo levemente sus labios en una sonrisa—. Si platicamos prometo recompensar tu atención.
— ¿Recompensa? — lo meditó un momento, proyectando una sonrisa maliciosa en su rostro— Bien, hablemos — pero antes de que el omega abriera la boca, Mikey lo interrumpió—. Eso sí, ya juré que nunca volvería a matar a nadie frente a ti. Debes pedirme cosas menos fuertes.
— Pe-pero ¡Ni siquiera he dicho algo!.
— Solo estoy colocando las pautas.
— Bien, bien — los ojos azules de Takemichi se quedaron admirando al rubio, sus ojos algo cansados, los mechones regados en la cama, sus labios... Siempre se mostró ante él como alguien sonriente, un tanto prepotente e inquieto, pero... Le hacía sentir algo inexplicable, a su lado era él mismo— Bu-bueno — sus lágrimas ya estaban a punto de salir.
— ¿Micchi? ¿Qué ocurre, por qué lloras?.
— Lo siento — rápidamente limpió las cristalinas— es sin querer...
Vaya omega llorón con el cual se unió el gran e invencible Mikey.
No se arrepentía, el olor almendrado, las emociones sinceras en el lazo, un corazón de pollo y amor para entregar. Algo debía tener el llorón héroe sobre él, porque si no era así ¿Cómo rayos se enamoró?.
— Ahora estamos unidos por una marca, Manjirō, si alguno de nosotros muere viviremos el infierno en carne propia ¿Lo sabes, no? — comentó.
— Claro que lo sé, por esa razón te voy a proteger ¿Qué creías?.
— Eso... Eso está bien — sonrió de manera ladina— ¿Y tú? ¿Quién evitará que mueras?.
— Cuando era más jóven recibí un golpe en la cabeza con un tubo metálico... Creo que puedo resistir.
El rostro del omega lo vio con incredulidad, para pasar a la risa. Sus carcajadas hicieron vibrar su caja torácica lo que provocó una sonrisa en el alfa.
— ¡No hagas bromas con eso! — pómulos rosados, ojos cerrados y voz un tanto quebrada— A-aunque, eso explicaría porque estás un poco loco.
— Takemicchi, no bromeó.
La afirmación detuvo sus carcajadas, sintiendo vergüenza. Su cabeza cayó en el pecho del rubio, no quería ver su rostro, literalmente se había burlado de algo serio.
— No pasa nada, tenía tiempo sin verte reír — recordaba el tiempo en que salieron como simples amigos— ¿Quieres seguir charlando?.
— La verdad, estoy nervioso por el futuro. Con miedo — hablo sin ver al otro, sentía su abrazo cerrarse en la espalda, el mentón en su cabeza—. ¿Qué pasará con la muerte de Naoto? Además, ¿Qué haré ahora yo? Antes solo era un amo de casa que esperaba a su esposo, rutina y rutina durante años... Me siento extraño ante los cambios, no solo eso, ahora estás tu, todo... ¡Todo esto! Eres líder de una organización criminal, y-yo no sé nada sobre esta vida... Moralmente estoy decepcionado de mi mismo, fui infiel, ahora romperé leyes...
Escuchando la confesión sincera del pelinegro, Manjirō recapacitó. Takemichi le daba importa a cosas pequeñas y se acribilló con lo que pensaría la sociedad de él, incluso colocando sus valores en la basura por ser su omega.
El rubio simplemente quería colocarlo en un pedestal, Takemichi era demasiado para él, era un ángel que de seguro llegó a su vida para hacerlo abrir los ojos, jamás debía lastimarlo; cuidar su corazón y mantener una sonrisa en su rostro era el plan. Verlo llorar de gozo y placer, no de angustia.
— Omega — la brillosa iris del contrario alzó su mirada—, no hiciste nada malo, no te culpes. Yo te obligué a llegar hasta este punto — aclaró—. Si te sientes agusto conmigo, te nutre comenzar una nueva vida a mi lado, yo me dedicaré a enaltecer tus alegrías — ladeo sus labios al pensar en las nuevas palabras—. De lo contrario debes dejarlo en claro desde ahora, Takemicchi, solo quiero que te sientas bien.
Hubo un suspiro muy profundo por parte del ojiazul, su nariz emitió un sonido al sorber sus mocos y su rostro se restregó contra la mejilla del alfa.
— Takemichi no mataste a Naoto, fui yo — recalcó—. Yo insistí en nuestra unión, yo te busqué. Culpame de todo lo malo, tu solo te dejaste amoldar a lo que mi persona deseaba — beso con adoración la frente cercana—, exige siempre que quieras tu espacio de amor, de efímera felicidad... Yo te lo daré porque lo mereces.
— Que cursi... Creí que no te tomarías enserio la charla — sonrió cálidamente al notar más besos, ronroneos y apretones.
— Cuando lo quiero puedo actuar como adulto — bromeó—, ahora mismo... Me gustaría comer una merienda — entre juegos Mikey mordisqueaba la oreja del omega, apretaba sus muslos y liberaba sus feromonas para alegrar el ambiente.
Los ojos cristalizados del pelo azabache se cierran al reírse. Lágrimas estancadas terminan de bajar para darle paso a carcajadas y el aura cambia cuando los besos llegan a sus labios, ya no se escucha más que las respiraciones irregulares por las risas.
El beso perdura, respiran por la nariz para no separar los belfos, ni las lenguas que libremente se pasean entre sí, tampoco las mordidas y los chupones. Para cuándo se dan cuenta de sus acciones, se restregan, gimen con morbo, el aroma cambia drásticamente.
La marca se siente caliente, pero es algo cómodo e indoloro. Mikey mantiene sus palmas en el rostro del contrario, dando mimos en sus mejillas y palmeando con suavidad sus hebras oscuras; Takemichi tiene una sonrisa dulce, con pómulos rojitos, feromonas que atraen a más muestras de afecto y besos por las dos partes. De inmediato y con velocidad dan una vuelta sobre la cama, provocando el rebote del omega y cabellos desordenados en el rubio.
Ahora con Manjirō sobre su cuerpo el corazón comienza a acelerarse, creía que seguirían jugando... Lo cual no era del todo mentira, pero el alfa tenía otros planes.
— ¿Q-qué? ¡Ma-Manjirō! — las manos del Invencible intentaban bajar a como dé lugar los pantalones de su omega— ¡Se supone que hablábamos!.
— ¿No terminamos la charla? — preguntó con incredulidad.
— ¡N-no!.
— ¿Y que más debemos hablar? — levanto una ceja con extrañeza—, creo que mediante pase el tiempo resolveremos todo, no debes agobiarte más Micchi~.
El puchero del ojiazul se hizo notar, aunque en su mente las cosas eran muy distintas; estaba inmensamente alegre, tenía muchos años sin la calidez de juegos y boberías, era divertido y fastidioso hasta cierto punto, pero, a fin de cuentas... Eso no lo vivía antes.
Lo que pasó después fueron las peleas de manos, Takemichi evitando que Mikey le quitará la ropa mientras el otro le hacía cosquillas, algunas carcajadas resonaron, otras simplemente los cansaron y al culminar estaban desaliñados, sin pantalón ni camisa.
Con las orejas carmesí, abrazados entre sudor del esfuerzo, Micchi se rindió. No batallaria en una guerra que nunca iba a ganar, por lo menos el botín tras aquello era aceptable, sus piernas eran besadas desde el tobillo hasta el finalizar del muslo, algunas veces Mikey mordisqueaba sus pantorrillas y descendía nuevamente.
Si. Lo anticipaba con emoción.
Naoto mayormente no estaba en casa, por lo que pocas veces ocurrían los encuentros y, en esos efímeros momentos el sexo era aburrido, sin juegos previos ni estimulación a otras áreas. Recuerda que su matrimonio al principio no era así, las personas se cansan de la rutina con velocidad.
¿Ahora qué pensaría Hinata? Porqué gracias a ella conoció a quien fue su esposo, ella, amiga de infancia...
Cuando vuelve en sí, el alfa tiene la cabeza en su entrepierna, lamiendo sobre la tela, mordiendo la elástica y el hueso de su cadera.
— ¡Ahg! No~ da cosquillas — le advierte, pero este solo sonríe y lo repite— ¡No! En ve-verdad ¡No lo hagas, se siente raro!.
— Bien, bien — por último besa el vientre plano a su alcance.
Abajo la humedad ocasionada por la exitación mancha la única prenda que oculta el sexo del omega, podrá avergonzarse después, pero no se cansó de sentir la nariz del rubio deambular entre la unión de su periné y sus infantiles testículos. Nariz que olfateó con insistencia descarada, para después lamer la mancha de lubricación que se agrandaba por cada segundo que pasaba.
Un gemido ahogado salió de los belfos del ojiazul, se sentía bien, algo penoso; pero solo comprobar qué sus feromonas se acoplaban armoniosamente le hizo medio sonreír. Los dedos de su alfa apartando la ropa interior, la lengua realizando un caminito desde el muslo hasta los jugos de su hoyo, sabor almendrado en las papilas gustativas del rubio, dulce, tal cual su olor.
— Takemicchi... — el nombrado abrió sus ojos, cuerpo caliente, manos en la sábana, el pecho alborotado. Mikey levantó la mirada solo para quedar atontado por el bello gesto en el azabache— Siento que en cualquier momento voy a explotar — ojiazul concedió el silencio al no entender—, eres más de lo que esperé.
Más que un sueño, incluso sobrepasa a una experiencia alucinante. No por el hecho de unir sus cuerpos en el acto de la carne, se trata de lazos, conexión y emociones. Difícil para Mikey el querer dar sentido, simplemente su instinto estaba cegado ante Micchi, tan ciego y loco por él, que solo oler, probar y mirar le hacían reaccionar tal cual un felino con hierba gatera. Casi, casi, un hechizo para sus emociones.
Su lado racional debatía sus acciones desde la moralidad, era su culpa todo lo sucedido, no se intentaría quitar méritos, así que mientras Takemichi fuera consciente de eso, asimilando que Manjirō se condenaba a agregar otro número a la lista de vidas cobradas; el mismo alfa estaría tranquilo, mientras su dulce héroe no se lamente y acepte el amor que tiene para ofrecerle, estaría bien.
Aunque Takemichi no comprendió bien la frase, ladeo sus labios con felicidad — Alfa, tus manos se sienten bien ahí — rojo en las mejillas, los dedos de Mikey masajeaban la cintura contraría.
El miembro endurecido se mantenía sin atención, sin embargo, la boca de Sano seguía bebiendo el néctar almendrado, acariciando suave la piel del estómago, notando como los dedos de pies y manos se apretaban, como las contracciones internas se intensificaban. También estaba muy caliente, pero no todos los días se disfrutaba de la maravillosa obra de arte sobre su cómoda colcha.
Detuvo sus lamidas y chupadas para subir hasta colisionar los dos troncos entre sí, su boca recibiendo las exhalaciones forzosas del pelinegro, disminuyó la lejanía para atragantarse entre ósculo, lengua y jadeos. Las manos de su omega mimando la espalda, sus falanges tironeando de hebras doradas...
— Tú vas a explotar y yo estoy enloqueciendo... Manjirō — con fuerza la succión del labio inferior se dejó escuchar— ¡Man- alfa~! — pronto los restregos entre una erección en ropa interior y otra comenzaron, fricción que solo liberaba más hormonas.
Por esa noche Takemichi trató de olvidar todos esos problemas provocados en horas de la tarde, rodeado entre los brazos de su alfa se derritió en sollozos y gemidos, permitió que se adentrará nuevamente entre sus piernas, sobando las paredes carnosas entre contracciones y nudos. Besando cada pedacito, mostrando su cuello, bebiendo de lo prohibido y cayendo totalmente entre las palabras de Mikey.
Porqué realmente deseaba arrancarse del pecho esa sensación de suciedad, de falsa aprobación ante su engaño, de solo pensarlo volvía a sentirse mal; Naoto no lo merecía. Pero entre cada beso, caricia, nudos que se acoplaban en su canal y lo llenaban de semilla, paulatinamente despejó la mente.
Olvidando el pasado y aceptando el porvenir.
Al amanecer puede escuchar mucho ruido fuera de la habitación. Tal parece que Manjirō no está a su lado, pero todo huele a él, a ellos.
Son varias voces entre sí, algunos molestos y otros casi gritando. Tal cual una reunión, Takemichi decide tomarse su tiempo antes de salir, ir al baño y lavar su rostro, hasta tomar un merecido baño; aunque tuvo que buscar ropa de su alfa al notar que la suya no estaba en óptimas condiciones. Para cuándo por fin sale, nota la sala llena de hombres y una rubia.
Mikey tiene el rostro serio, aunque sus facciones se suavizan al verle llegar. La mujer rubia está de brazos cruzados, camina rápidamente hasta su persona y cuando menos lo espera está termina con un rostro preocupado.
— ¡Lamento todo lo que ocurrió! Sé muy bien que mi hermano no es muy delicado en sus acciones, así que por favor ¡Disculpa lo sucedido! — la hermosa rubia toma sus manos, Takemichi no sabe que decir, comprende la disculpa, aunque es inesperado la acepta rápidamente. Luego analiza y se da cuenta que tiene enfrente a su cuñada.
— Emma. Por favor deja a Micchi — comentá Sano—, lo estás asustando.
— ¡¿Asustarlo, yo?! — le reclama de inmediato. Mientras el omega simplemente se mantiene callado y estático—. Pobrecito de Takemicchi-Kun, contigo realmente cualquier persona se asusta.
— ¿Qué acabas de decir? — el rostro indignado de Mikey hace reír a más de uno en el sitio.
Emma sigue acariciando las manos del omega, sonriéndole y hablando de manera cariñosa. Aunque por otra parte las feromonas de bastantes alfas hacen fruncir la nariz del chico, ellos al igual que él expectantes a lo próximo. El sonido de una puerta avisa la entrada de Ken Ryūguji, quién es encarado por el líder de inmediato.
— Ah, no, te lo advertí — dice antes de la queja que pensaba darle Manjirō, refiriéndose a Emma quien estaba entretenida—. En otras noticias ya he movido algunos contactos, en un tiempo debería salir en los noticieros.
Takemichi ante tanta información no sabe que hacer, le gustaría preguntar a qué se refiere Draken, por otro lado siente una mirada asesinandolo entre los hombres de la Tokyo Manji.
Se detiene al observar unas iris azules que le escudriñan de pies a cabeza, al parecer no le cae bien a un integrante. Pero en ese momento no es relevante si a Sanzu le cae bien Takemichi o no, lo importante es que Emma sigue disculpándose por lo acontecido ayer y Kenchin comenta su progreso al jefe.
— Takemicchi-Kun ¿Estás bien? — interroga la rubia, pues el omega se ha quedado deambulando en sus pensamientos.
— A-ah si, lo lamento ¿Me decías algo?.
— Oh, Manjirō desea que vayas con él.
Obviamente el pelinegro se acerca a su alfa, quien le espera ladeando sus labios. Tras tenerlo a su lado es presentado ante todos los miembros importantes del grupo, algunos aceptan sin rechistar las órdenes de respetar y cuidar de la pareja del líder, otros al contrario; retan mostrando su descontento, pero de inmediato son mandados a callar y de pasarse de la raya dispuestos a quitarles el cargo o un poco más, aunque eso no es dicho ante la presencia de Takemichi, ya que como Manjirō bien lo prometió, no puede matar ante la vista de su enlace.
Al final no pasa a mayores la cuestión, pues los integrantes conocen su nivel. Pero con el pasar de los días Takemicchi es capaz de agradar a uno que otro de los sujetos, empezando a encajar en ese mundillo.
No pasa mucho para cuando todos sus papeles legales y cosas valiosas están en el hogar de Mikey, tampoco el tiempo se a prolongando tanto para cuando no es más buscado, los entes policíacos disminuyen sus labores contra la mafia, Draken ha hecho un gran trabajo y Micchi realmente no está seguro qué fue lo que hizo, pero lo han logrado.
Para su cuarto mes de convivencia ha aumentado de peso, su alfa lo ha llenado lo suficiente de semilla para traer prontamente cachorros y aunque no tuvieron ningún tipo de cuidado en sus primeras copulaciones Manjirō es el más emocionado, pues Takemichi esta en la etapa de cambios hormonales y de humor, sin embargo todos los días recibe el amor en diferentes presentaciones.
A veces son palabras, otras en olores, recibe el amor en caricias y muchas veces al día le llega vía lazo; Takemicchi día tras día recibe todo lo que ha soñado en el amor. Aunque sigue trabajando en lo sucedido, porque las experiencias malas no son fáciles de olvidar, tampoco olvida Naoto, nunca, ni sus acciones, ni lo sucio que fue al permitirse follar con otro hombre que no era su marido, no olvida su falsa y mugrienta infidelidad, la sangre, la muerte... Pero trabaja en ello.
Mikey lo besa con una pasión inefable, lo abraza tal cual algodón, le musita cada noche cuanto le ama, lame y chupa su mordida aunque esta ya esté cicatrizada, le hace el amor con tacto, dedicación y una entrega inmaculada, le llena de semilla latente, ayuda en los cuidados para su preñez, le acompaña en cada nuevo descubrimiento de su cachorro no nacido.
Y Takemichi agradece eso.
«¡Señorita Tachibana! ¡Se-señorita Tachibana Hinata! — la periodista se nota bastante apresurada, trata de ser la primera entre varios reporteros— ¡Señorita ¿Cómo se siente después de haber encontrado el cuerpo de Tachibana Takemichi?! — la cámara enfoca el rostro lloroso de la pelirosa, su distintivo lunar cercano al labio inferior, sus ojeras, su ropa formal.
— ¿Cómo me siento...? — pregunta con su rostro estoico— ¡¿Cómo me siento?! ¡Sano Manjirō asesinó a mi hermano y a mi cuñado! ¡¿Cómo creen ustedes que me siento?! ¡Naoto ni Takemichi se merecían esto! — Hinata entra en crisis, por lo que la chica del micrófono intenta ser lo más profesional posible y seguir con su bloque de noticias.
Como han podido observar, la señorita Tachibana Hinata ha intentado dar las declaraciones correspondientes ante la nueva escena del crímen — atrás la cámara evita enfocar a la eufórica pelirosa quien se rompe llorando y mandando al diablo a la Tokyo Manji. El noticiero solo muestra a la agradable periodista explicando—. Tal día como hoy fue encontrado el cuerpo del omega Tachibana Takemichi, tomando como dato importante que ha pasado un año desde el anterior homicidio; informes de la policía demuestran en su rostro múltiples cortadas y apuñaladas haciéndolo irreconocible — las imágenes censuradas son puestas en la pantalla, la chica se abstiene de comentarios como las quemaduras de cada huella dactilar, pero por la igualdad de características del cuerpo del omega fallecido encontrado en el departamento de la expareja, son suficientes pruebas para dar fin al caso—, haremos un corte comercial y regresaremos con más noticias de la hora nocturna, quédense con nosotros».
— ¡Manjirō, ven a comer! ¿Qué haces que no vienes? — exclama en alto el pelinegro omega, en sus brazos lleva a un cachorro regordete y de cabellos dorados.
El alfa de inmediato apaga el televisor, colocándose de pie dispuesto a acercarse a su pareja y robarle al bebé que lleva en brazos.
— Me gusta que Emma te traiga ese pastel — menciona sin apartar la mirada de su cachorro. El pedazo de torta se encuentra en un plato sobre la mesa, esperando ser devorado, pero ha pasado a segundo plano pues Mikey está más entretenido besando las mejillas de su Micchi mientras en sus brazos carga a un pequeño rubio.
— Basta Manjirō~ — las mejillas se le pintan de un rosa al ojiazul cada que los labios de su amado hacen un sonoro sonido de beso.
Aunque Takemicchi logra quitarle al bebé para llenar sus cachetes de pequeños ósculos, notando que heredó su mirada zafiro. Sonriéndole a Mikey cuando esté comienza a comer del delicioso pastel.
— ¿Qué hare contigo? — bromeó el omega.
Odio el bloqueo creativo.
¡Gracias por leer, los quiero y adoro muchísimo, disculpen la tardanza!
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