9

Había pasado semana y media, lo que eso significaba que...

—¡FELIZ CUMPLEAÑOS! —exclamamos todos al unísono cuando Dhaen entró por la puerta de su apartamento. Se quedó un poco atónito al principio, pero enseguida reaccionó y esbozó una amplia sonrisa.

—¡Joder! ¿Qué es esto? —dijo, soltando una risa.

—Es lo que parece, genio —respondió Dany, poniéndose las manos en la cintura—. ¿O es que te has olvidado de que hoy cumples años?

Dhaen negó con la cabeza, todavía con esa expresión de sorpresa. Su mirada recorrió a todos los que estábamos allí, pero cuando sus ojos se encontraron con los míos, su sonrisa se suavizó. Algo cálido se agitó en mi pecho, y tuve que apartar la vista rápidamente.

—Esto es increíble —dijo Dhaen, dirigiéndose al centro del salón mientras todos aplaudíamos—. En serio, gracias, chicos. No me lo esperaba para nada.

Aunque sonaba como que realmente se lo esperaba.

—¡Sabíamos que no, porque somos unos genios! —Dany le dio un codazo a Thiago, que simplemente asintió con una sonrisa.

—Y porque alguien tiene talento para mantener secretos —agregué.

Dhaen arqueó una ceja, claramente entretenido.

—¿Ah, sí? ¿Y quién fue esa persona tan talentosa? —preguntó, cruzándose de brazos.

—Evidentemente, yo —dije, intentando sonar segura, aunque mi corazón estaba martilleando.

Dhaen se rió, una carcajada genuina que hizo que mi estómago se revolviera de una manera que ni siquiera el tequila de la otra noche había logrado.

—Bueno, lo has hecho genial, Callahan. Gracias —me miró directamente, y por un segundo, tuve la absurda sensación de que todos los demás habían desaparecido.

Dany carraspeó, rompiendo el momento.

—Bueno, bueno, ya está bien de miraditas. Vamos a por el pastel antes de que Thiago se coma las velas.

Porque, efectivamente, ya había agarrado un cuchillo para cortar el pastel sin siquiera esperarse a que Dhaen soplara las velas.

Matty encendió las velas con el mechero y Dhaen, después de pedir un deseo, las sopló.

Todos aplaudimos, alegres. Él también estaba feliz, y eso me hacía sentir mucho más feliz a mí. Le dimos nuestros regalos: los míos eran una cadena de plata y una camiseta negra, en la cuál ponía ''I just love Chlorine'', que era una estúpida referencia a la piscina que me pareció graciosa. Él los recibió con mucha alegría.

—Pues ahora tengo yo una sorpresa para vosotros —dijo, llevándose las manos a la espalda—. Aunque, sé que en realidad, a una personita le hará más ilusión que a nadie.

Entonces recordé que me dijo que me diría qué sorpresa tenía preparada, aunque yo ya me había olvidado por completo.

Qué cabeza la mía.

Cuando se sacó lo que parecían entradas del bolsillo, casi me desmayo. Pero cuando vi que ponía conciso y claramente Thunder4 casi se me paró el corazón.

—No... —murmuré, incrédula.

—Sí.

—No puede ser.

—Sí, sí puede ser.

—¡HAS CONSEGUIDO ENTRADAS PARA THUNDER4! —grité, completamente eufórica. Era su cumpleaños, pero la que más feliz estaba era yo.

—Obviamente, Callahan. Yo siempre consigo lo que quiero —me aseguró de nuevo. Una de tantas veces—. Además, me sentía en deuda contigo por haberte arruinado ese día el concierto.

Estaba tan feliz que quería llorar.

Thunder4 había sido mi banda favorita desde los once años. Escuchaba música pop de los 2000 hasta que los conocí, entonces me enamoré entera y completamente del rock.

Recuerdo las veces que mi madre me regañaba por tener la música a todo volumen; las tardes que me tiraba en mi cuarto repitiendo sus discos una y otra, y otra vez, hasta el aburrimiento —nunca me aburrí—. También recuerdo que una vez una vecina llamó a la policía porque mi perro, Cloudy, mordió uno de los cables de mi altavoz y éste se quedó pillado y no se podía apagar. Claro, era la una de la madrugada y estaba sonando Love that I lost you —la cual es mi canción favorita— a todo volumen. Esa noche mi madre casi me deshereda

—¿Sabes lo que esto significa para mí? —le dije a Dhaen, todavía con las entradas en la mano y mi corazón latiendo como loco.

Él sonrió, esa maldita sonrisa de suficiencia que le quedaba tan bien.

—Creo que tengo una idea, Callahan. No paras de mirarlas como si fueran el Santo Grial.

—Es que lo son —respondí, abrazando las entradas contra mi pecho—. Thunder4 no es solo una banda para mí. Son... no sé, como la banda sonora de mi vida. Su música siempre ha estado ahí. Cuando estaba feliz, cuando estaba triste, cuando pensaba que nada iba a salir bien... siempre tenían una canción que me hacía sentir que alguien me entendía.

Matty levantó la cabeza de su plato de pastel y se burló:

—Vaya, ¿quieres que te dejemos sola con las entradas? Parece que estás a punto de declararte.

—¿Cómo lo conseguiste? Esas entradas se agotaron en minutos.

Dhaen se encogió de hombros, como si no fuera gran cosa.

—Digamos que tengo mis contactos.

—¿Contactos? —pregunté, levantando una ceja.

—Sí, Callahan, contactos. Gente que conoce a otra gente que puede conseguir cosas imposibles.

—¿Me estás diciendo que conoces a alguien que conoce a Thunder4? —pregunté, casi sin aliento.

—No exactamente, pero... bueno, digamos que le insistí mucho a alguien que trabaja con el equipo de producción. No fue fácil, pero valió la pena.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, y no pude evitar sonreír como una idiota.

—Dhaen, no sé cómo agradecerte esto.

—Ya lo estás haciendo, Callahan —dijo.

—¿Por qué en tu cumple iríamos a un concierto para hacerme feliz? Es tu día.

—Porque verte sonreír es un regalo más que suficiente.

El resto murmuró un ''ooooh'' mientras que yo me quedé muda.

—El concierto es en un par de horas, así que más os vale estar a todos puntuales —dijo, antes de perderse por los pasillos del apartamento.

***

Ya habíamos logrado pasar la fila de fans enloquecidas, algunas con pancartas de colores y otras con el logo de Thunder4 pintado en sus mejillas, que esperaban a que comprobaran sus entradas. Dhaen, por lo que sea, logró que nos saltáramos ese pequeño trámite, así que entramos directamente.

Oí a Thiago preguntarle cómo había hecho que nos colaran. Yo, por mi parte, estaba demasiado ocupada intentando procesar dónde estaba como para unirme a la conversación.

El lugar era... INCREÍBLE. No, increíble no, era lo más alucinante que había visto en mi vida. Literalmente sentía que había entrado en otro mundo. Era gigante, con el techo tan alto que casi daba vértigo mirarlo. Las luces eran como miles de estrellas cayendo sobre nosotros, iluminando cada rincón del estadio, pero dejando el escenario oscuro. Había pantallas gigantes a cada lado, y aunque todavía no salía la banda, ya mostraban un fondo animado con el logo de Thunder4 que me hacía temblar de pura emoción.

El aire olía a una mezcla de metal, electricidad y... ¿emociones humanas? Sí, porque juraría que la euforia de todas las personas allí tenía un olor. Las paredes parecían latir al ritmo de los gritos de la multitud y yo apenas podía mantenerme quieta.

Los altavoces eran gigantescos. ¡Y la multitud! Dios, había gente con camisetas de Thunder4 de todas las giras, pancartas con frases como "Marry me, Thunder4" o "You're my only love, Onyx", que es el cantante. Había chicas con el maquillaje a juego con los colores de cada miembro, gente de todas las edades gritando a pleno pulmón.

Mi zona estaba justo al borde de la barandilla que nos separaba del escenario. Podía ver los amplificadores, los micrófonos perfectamente alineados, ¡y la batería! ¡LA BATERÍA! La reconocí de inmediato: era la negra con detalles en rojo que Max —el batería— siempre usaba en los conciertos grandes. El simple hecho de tenerla tan cerca hacía que mi corazón bombeara sangre a toda velocidad.

Cuando las luces se atenuaron un poco más y la música de fondo empezó a bajar, el rugido de la multitud creció tanto que pensé que los cimientos del estadio iban a romperse. Miré a Dany, que estaba gritando como loca y saltando. Ella no era tan fanática como yo —que literalmente tenía toda mi habitación forrada en posters de ellos—, pero aún así, había conseguido aficionarla a algunas canciones. Miré a Thiago, que también estaba sonriendo como un niño pequeño mientras miraba a Dany, aunque fingiera que no. Matty y Han estaban peleándose por una botella de agua que se habían comprado. Y luego miré a Dhaen, que estaba justo a mi lado, observándome con esa sonrisa suya de "sabía que te encantaría".

¿Por qué me miraba a mí cuando estábamos a segundos de ver a Thunder4? Ni idea, pero sentí un calorcito extraño en el pecho que no tenía nada que ver con la emoción del concierto.

Era imposible no sentirme como si estuviera viviendo el mejor momento de mi vida.

Entonces, las primeras notas empezaron a sonar, y las luces iluminaron el escenario como si hubieran encendido el sol. Fue como si todo el estadio explotara a la vez. Thunder4 estaba ahí. ¡Delante de mí! ¡No me lo podía creer! ¡Eran ellos! Y yo estaba aquí. ¡Yo! ¡YO!

El griterío era ensordecedor, y no podía dejar de chillar yo también. ¿Sabéis esa sensación de no saber si estás llorando, riendo o las dos cosas a la vez? Pues ese era yo en ese momento. La banda apareció en el escenario como si fueran malditos dioses del Olimpo.

El primero en salir fue Max, el baterista, levantando las baquetas como si fueran dos espadas. Su sonrisa era tan grande que parecía que no le cabía en la cara. Luego apareció Kim, el guitarrista principal, con su pelo alborotado y esa actitud de soy el tipo más genial que existe. Detrás de él, Jessie, el bajista, que parecía más relajado pero igual de increíble, moviéndose como si el escenario fuera su zona de confort. Y por último... ¡Onyx! El vocalista. El mismísimo Onyx, con su chaqueta de cuero rasgada y esa forma de caminar que te decía que lo sabía: sabía que todo el mundo lo adoraba.

Cuando Onyx agarró el micrófono y dijo: "¡Buenas noches! ¿Estáis listos para pasarlo de puta madre?", yo casi me caigo de culo. El estadio se vino abajo con los gritos. Y entonces, empezó la primera canción.

Fue como un puñetazo directo al alma. ¡Era Reckless Love! Una de mis favoritas. No podía creer que estuviera escuchándola en vivo. Canté tan alto que probablemente asusté a los pobres desgraciados que estaban detrás de mí, pero no me importó en absoluto.

Yo no sabía qué hacer con mis manos. Las levantaba, las movía, me agarraba la cabeza, y luego volvía a alzarlas porque, joder, era Thunder4. Era mi Thunder4.

Cuando terminó la primera canción, Onyx nos miró a todos, con esa sonrisa que parecía hecha para romper corazones, y dijo: "Bueno, creo que tenemos aquí a un público increíble esta noche. Espero que tengáis energía, porque esto acaba de empezar".

Y así fue. Canción tras canción, el concierto se convirtió en algo... jodidamente espectacular. Let It Burn, Highway Madness, Love That I Lost You... ¡esa me rompió entera!

Cuando sonaron los primeros acordes sentí un nudo en la garganta. Era esa canción. La que me había acompañado durante mi ruptura y durante cada noche en la que pensaba que el mundo se me venía encima —o la canción que casi hace que mi madre me eche de casa—. Cerré los ojos por un segundo, intentando no perder el control de mis emociones, pero en cuanto Onyx empezó a cantar, fue imposible.

"I keep dreaming of the nights, of the love that I lost..."

Canté como si fuera la última cosa que haría en mi vida. Grité cada palabra, dejando que la letra me atravesara como si estuviera escrita solo para mí. No me importaba que la gente pudiera escucharme desafinar, porque todos estábamos en el mismo barco.

Miré a Dhaen de reojo, y, para mi sorpresa, me estaba mirando. No tenía esa expresión neutral que solía llevar. No, esta vez parecía... diferente. Como si estuviera realmente escuchando, sintiendo. Incluso pensé que iba a decir algo, pero no lo hizo. Solo me miró, y luego volvió a fijar la vista en el escenario. Fue raro, pero bonito.

El resto del concierto siguió siendo una locura. Thunder4 no se guardó nada. Tocaron los clásicos, las canciones nuevas, incluso un par de covers que nadie se esperaba. Era como si supieran exactamente cómo mantenernos al borde del colapso emocional y físico.

Hacia el final, cuando tocaron Shatter My Soul, las luces del escenario se volvieron más suaves, y todos sacamos nuestros móviles para encender las linternas. El estadio entero parecía un cielo estrellado. Onyx pidió que cantáramos el estribillo con ellos, y el sonido de miles de voces unidas me puso la piel de gallina. Era algo que no podía describir con palabras. Era como estar en una película, pero mejor, porque era real.

Cuando terminó la última nota, los aplausos fueron ensordecedores. Thunder4 hizo una reverencia, agradecieron a la audiencia y desaparecieron entre bambalinas. Pero nadie se movió. Todos seguíamos ahí, pidiendo un bis como si nuestras vidas dependieran de ello. Y, claro, volvieron. ¡Por supuesto que volvieron!

La última canción fue Unbreakable, y fue el broche perfecto para la noche. Saltamos, gritamos, nos quedamos sin voz y sin energía, pero no nos importó.

Cuando las luces del estadio se encendieron y la banda se despidió definitivamente, me quedé en mi sitio un momento, respirando hondo y tratando de grabar cada detalle en mi memoria. Thiago y Dany estaban hablando sobre cuál había sido la mejor canción; Matty y Han estaban comiéndose un hotdog y Dhaen me miraba con una sonrisa.

—¿Qué te ha parecido? —indagó, yendo hacia la salida.

—¿Qué me ha parecido? —repetí—. Jodidamente increíble. O sea, no sé cómo explicarlo con palabras.

Su sonrisa se ensanchó.

—¿Eso quiere decir que estamos en paz?

Hice una mueca pensativa, como si me lo estuviera planteando.

—Puede ser, Williams. Aunque quizá tengas que hacer algo más para que te perdone por lo que hiciste.

Sus ojos chispoteaban curiosidad.

—¿El qué?

Por un momento, me sentí lo suficientemente valiente como para decirle: ''besarme'', pero me cagué encima. Quería decírselo, pero las palabras no salían, así que, indignada conmigo misma respondí:

—Tú sabrás.

Él asintió, con una cara que gritaba que estaba dispuesto a probar muchas más cosas para que le perdonara. Ojalá entre ellas se le ocurriera besarme.

Una vez fuera, el aire fresco me golpeó como una bofetada, despejándome un poco del calor que aún me recorría.

—¿Y cuál fue tu favorita? —preguntó de repente, mirándome de reojo.

—¿Mi favorita? —bufé, como si fuera obvio—. Love That I Lost You. Esa canción es... bueno, lo que sería mi banda sonora personal si alguien hiciera una película de mi vida.

Dhaen ladeó la cabeza, curioso.

—¿Sí? ¿Por qué?

Me encogí de hombros, mirando al cielo como si pudiera encontrar una respuesta entre toda esa inmensidad.

—No lo sé. Supongo que porque... Es como si resumiera todo lo que he sentido alguna vez. Ya sabes, esas cosas que no puedes decir, pero que están ahí, flotando en tu cabeza.

Se quedó pensativo, asintiendo despacio, y por un momento no dijo nada. Luego, soltó una de esas frases que solo él podía decir sin que sonaran pretenciosas.

—Entonces creo que fue buena idea traerla al escenario.

Lo miré, confundida.

—¿Cómo que "traerla"?

Él sonrió de lado, como si supiera algo que yo no.

—Onyx mencionó que la incluirían en el setlist por sugerencia de alguien.

Mi corazón dio un vuelco.

—¿Dhaen...?

—Quizás les mencioné que sería un buen detalle que sonara esa canción.

Me quedé mirándolo, sin saber qué decir. ¿Cómo se supone que respondes a algo así? ¿Gracias? ¿Le pegas? ¿Lo besas?

—Eres...

—¿Increíble?

Joder, no podía discutir con eso, pero tampoco lo iba a admitir, así que dije:

—No, sorprendente.

—¿Y eso qué quiere decir, Callahan?

—Pues que eres sorprendente.

Él rodó los ojos.

—¿No puedes hacerme un cumplido y ya?

—No.

—Debería acostumbrarme, supongo —dijo, sacudiendo la cabeza con fingida resignación.

—Sí, probablemente sí —respondí, cruzándome de brazos mientras trataba de ignorar el calor que subía por mi cuello. ¿Cómo se supone que mantienes la calma cuando alguien hace algo así por ti y luego se comporta como si fuera lo más casual del mundo?

Pero, antes de que pudiera decir nada más, escuché una voz que me hizo temblar. Y no de miedo.

—¡Dhaen!

Cuando me giré, vi a la pelirroja correr hacia nosotros. Lucía como una supermodelo. Lástima que la cara de víbora venía como accesorio.

—Julieta. ¿Qué haces aquí?

—¿No es obvio? He venido a ver a Thunder4 —respondió.

—¿Desde cuándo te gustan? —preguntó Dhaen, incrédulo—. Hasta dónde yo sé, no te gusta la música ''ruidosa''.

—He cambiado de opinión. Todo el mundo puede cambiar de opinión, ¿no crees?

Dhaen chasqueó la lengua y negó con la cabeza.

Matty y Han, quiénes se habían quedado atrás, se acercaron a nosotros. La cara de Matty cuando vio a Julieta fue un verdadero poema.

—¿Qué mierda estás haciendo aquí? —inquirió, enfadado. La vena de su cuello se hinchó como un globo.

—Nada que te incumba.

Thiago y Dany estaban detrás de mí.

Matty avanzó un paso, claramente molesto, pero Dhaen le puso una mano en el pecho para detenerlo.

—Matty, no —su tono era firme, pero tranquilo, lo suficiente para que el otro retrocediera con un gruñido bajo.

Julieta cruzó los brazos y nos miró a todos con una sonrisa que gritaba arrogancia.

—¿Qué pasa? ¿No puedo disfrutar de un buen concierto sin que todos me ataquéis?

—¿"Disfrutar"? —Han intervino, arqueando una ceja—. Claro, seguro que estabas aquí por la música y no por algo más... o alguien.

Julieta no se inmutó.

—Qué imaginación la tuya, Han. Yo no soy tan... predecible como tú crees.

Dhaen suspiró profundamente, como si necesitara toda su paciencia para no perder la compostura.

—Julieta, ¿qué quieres?

Ella alzó una ceja, fingiendo inocencia.

—¿Yo? Solo pasaba por aquí y pensé en saludar. Pero parece que ya no soy bienvenida.

—Qué observadora eres —espeté antes de poder detenerme.

Todos se quedaron en silencio por un segundo, incluido Dhaen, que me miró con algo de sorpresa y diversión. Julieta, por su parte, me lanzó una mirada que podría haber derretido acero.

—Callahan, qué suerte la tuya, ¿no? —se dirigió a mí y sus ojos, parecidos a los de una serpiente, me miraron fijamente—. Parece que follarte a Dhaen te ha servido de mucho: primero te entrena y ahora te paga los caprichos.

El aire pareció desaparecer del lugar en ese instante. Todos nos quedamos quietos, y podía sentir cómo mis músculos se tensaban, pero no iba a darle el gusto de reaccionar como esperaba.

—¿Perdona? —dije, levantando una ceja mientras cruzaba los brazos, intentando no mostrar que su comentario había encendido cada fibra de mi cuerpo.

Matty soltó un "¿qué mierda acabas de decir?", mientras Han murmuraba un "no puede ser tan imbécil" entre dientes. Pero Dhaen... él se quedó congelado, con la mandíbula apretada y los ojos clavados en Julieta, como si estuviera decidiendo si valía la pena gastar saliva con ella.

—¿Qué pasa? ¿He dicho algo que no debía? —preguntó Julieta, con una sonrisa inocente que no podía ser más irritante.

—Julieta, cállate ya —espetó Dhaen, con un tono tan afilado que casi dolía oírlo—. No tienes ni idea de lo que estás hablando.

—¿No? —respondió ella, alzando las cejas, como si le divirtiera la situación—. Entonces explícame, porque desde fuera parece bastante obvio.

Me armé de valor, porque no iba a dejar que esa mujer se saliera con la suya. Si había algo que me enfurecía más que nada era que alguien intentara minimizar lo que hacía o quién era, como si mi vida girara en torno a un hombre.

—¿Sabes qué, Julieta? —dije, dando un paso al frente—. Me encantaría que eso fuera cierto, ¿y sabes por qué? Porque sé que eso te dolería y no habría nada más en el mundo que me diera más satisfacción que hacer que te tragues tu propio veneno. Así que, ¿por qué no usas esa energía para algo más útil? No sé, terapia, quizás.

—¿Te crees muy lista, verdad? —soltó, apretando los dientes, pero su tono ya no era tan seguro.

—No, simplemente no me trago esa falsa inocencia que tienes tatuada en la cara —respondí con una sonrisa—. Lo siento, pero no todo el mundo compra lo que estás ofreciendo.

Si las miradas mataran, estaría bajo tierra. Lo tenía más que seguro. Pero ella también lo estaría. Es más, estaría en el nicho de al lado, para que le diera más rabia.

—A ver durante cuánto tiempo te dura el cuento, bonita —dijo, con un tono arrogante—. Estoy segura de que Dhaen en algún momento abrirá los ojos.

Dhaen se quedó en silencio. Pude ver en su mirada como le cruzaba una idea.

—¿Sabes qué, Julieta? —dijo, dando un paso para acercarse más a mí—. Tienes razón. Debería de abrir los ojos.

Entonces, estampó sus labios contra los míos y sentí como el mundo se paraba a mi alrededor.

Sentí esa ligera sensación de vértigo, la misma sensación que sientes cuando estás a metros del suelo. La misma.

Cuando se separó, lo primero que vi fue la cara de decepción e incredulidad de Julieta.

Pero ella no era la única.

Me separé abruptamente de él, dejándolo un poco descolocado. El resto se quedó mudo. Yo también.

—Annie... —murmuró él, confundido.

Pero no dije nada, simplemente salí corriendo mientras le oía gritar mi nombre. Huí como un perro con la cola entre las patas. Lejos. Muy lejos.

Me escondí en un callejón —el cual estaba casi oscuro al completo, de no ser por una farola que desprendía una luz blanca titilante— y me apoyé en la pared.

El corazón se me iba a salir del puto pecho, como si le hubieran crecido piernas de repente y pudiera echar a correr.

Me recorrió una sensación de rabia y amargura por el torrente sanguíneo; todo lo contrario a lo que esperaba sentir cuando Dhaen me besara. Y eso me decepcionó.

Quizá era ingenua porque me había imaginando como en los dibujos, con estúpidos corazoncitos flotando alrededor de mi cabeza. Pero no fue así. Porque sentí que la razón por la que lo había hecho era completamente diferente a la que yo quería que fuera la razón.

Y eso me partió en cachos.

Sentí el móvil vibrar en el bolsillo de mi pantalón varias veces. No fue hasta que pasaron veinte minutos más o menos cuando me digné a mirarlo. Era Dhaen. Me estaba llamando, pero no contesté. También tenía varios mensajes del resto.

Volvió a sonar una vez más. Y otra. Y otra más. La última vez que sonó, respondí.

—Annie, ¿dónde estás? —indagó. Su voz sonaba desesperada, rota. No entendía por qué.

—¿Qué te importa, Williams? —repliqué mordaz.

—Por favor, dímelo.

Me tomé mi tiempo para responder. No quería verle. Joder, no quería ni oírle, así que dije:

—En la residencia.

—Vale, espérame ahí, por favor. Hablemos.

No me dejó ni contestar. Colgó casi al instante.

Me volví a guardar el móvil en el bolsillo y, lejos de sentirme satisfecha, me sentí estúpida.

Sabía que Dhaen era perfectamente capaz de ir corriendo hacia la residencia para buscarme. Y no es que fuera capaz, es que sabía que ahora mismo estaba de camino.

Me sentí mal. Como una imbécil inmadura.

Suspiré profundamente y le volví a llamar, para decirle que no estaba en la residencia, pero no lo cogió. Volví a llamar y nada.

—Me cago en la puta...

Eso fue lo único que dije antes de volverme a guardar el móvil y echar a correr hacia la residencia.

Fueron los peores veinte minutos de mi vida. No me llegaba el oxígeno a los pulmones y sentía que estaba a punto de desmayarme. Aunque hubiera sido mucho peor si Dhaen no me hubiera obligado en los últimos entrenamientos a hacer resistencia.

Cuando llegué a la residencia, le vi desde la recepción, llamando a mi puerta como alguien a punto de perder los cabales.

—Dhaen... —murmuré hiperventilando.

Joder, debería de salir a correr más a menudo.

Carraspeé un par de veces e intenté controlar mi respiración antes de volver a llamarlo.

—Dhaen —dije un poco más firme.

Él se giró para mirarme y se quedó estático unos segundos, aunque no tardó en reaccionar y acercarse a mí a toda prisa.

—Annie...

—Por favor, sé breve porque, si te soy sincera, ahora mismo no quiero verte —le interrumpí, con toda la sinceridad del mundo.

—¿Por qué? ¿Qué he hecho mal?

Chasqueé la lengua con ironía.

—¿Qué has hecho mal? No lo sé, Dhaen. Tú sabrás.

—Por favor, no. Habla.

—Me has besado para dar celos a tu ex —escupí tajante, furiosa y a punto de pegarle un puñetazo—. ¿Sabes cómo me he sentido?

—Annie, yo...

—No quiero escuchar tus excusas, Dhaen —interrumpí.

—Annie, por favor —dijo él, intentando acercarse, pero yo levanté la mano como pidiendo espacio.

—¿De verdad pensaste que iba a gustarme la idea?

—¿Puedes escucharme?

—¡No! —grité, interrumpiéndole de nuevo—. No quiero oírte, Dhaen. No quiero oír ninguna de tus malditas explicaciones. ¡No me importa!

Comencé a caminar rápidamente hacia mi habitación, con pasos largos, tratando de alejarme de él. Mi respiración aún era entrecortada, y podía sentir cómo mi cuerpo reaccionaba a la rabia que seguía recorriéndome. Cada músculo de mi cuerpo estaba tenso, como si estuviera a punto de estallar.

Escuché sus pasos detrás de mí, acercándose rápidamente, y cuando ya estaba casi fuera del alcance de su voz, me gritó:

—¡Espera! ¡Te lo tengo que decir! ¡Me gustas! —hizo una pausa—. ¡Maldita sea, me vuelves loco, Callahan! ¡No sé qué hacer con esto, pero te juro que lo que siento por ti no tiene nada que ver con mi ex! ¡Tú me vuelves loco, joder!

Me detuve en seco. El grito me paralizó. Mi corazón dio un vuelco, y por un segundo, casi me olvidé de lo enfadada que estaba.

Pude oír nuevamente sus pasos, acortando la distancia.

—No te he besado para darle celos a mi ex —continuó hablando—. Lo he hecho porque ya no podía aguantarme más. Y una parte, la parte egoísta, también quería hacer que se callara. Llevo queriendo besarte desde hace semanas, Callahan.

No me giré. No dije nada. Solo me mantuve ahí, respirando —con dificultad, pero respirando—.

—Mi maldito ego me hizo creer que yo a ti también te gustaba, pero luego entendí que no era así y no quería decirte nada porque no quería arruinar la amistad —añadió—. Pero verte tan feliz durante el concierto, que Julieta crea que no me gustas, joder... No he podido resistirme.

Quería hacerme la dura. Pero en el fondo no podía. No era lo mío. Era más blanda que un algodón de azúcar, por lo que me envalentoné y, sin pensarlo mucho, esto salió de mi boca:

—¿Cómo puedes ser tan imbécil, Williams? —espeté, incrédula. Me giré rápidamente y le miré.

—Lo sé, soy un imbécil. No debí...

—¿De verdad crees que no me gustas? —le interrumpí y vi como sus pupilas se dilataban—. ¿Crees que yo no he querido besarte desde hace semanas? Si de verdad crees eso, es que eres idiota.

Mi corazón latía tan rápido que podía oírlo retumbando en mis oídos.

—¿Qué? —murmuró, como si aún no pudiera procesarlo.

—No te hagas el tonto —respondí, casi sin querer.

—Repite eso.

—¿El qué? ¿Que no te hagas el tonto?

—No, lo de antes.

—¿Que tengo ganas de besarte?

Y, cómo una cerilla que enciende una mecha, Dhaen estampó nuevamente sus labios contra los míos. Pero esta vez se sentía diferente.

Una de sus manos acunaba mi cara mientras que la otra me apretaba contra él. Yo me dejé llevar. Le rodeé el cuello con mis manos mientras el beso se volvía más intenso.

Mi corazón latía desbocado, como si pudiera escaparse de mi pecho en cualquier momento. Sus labios eran cálidos, firmes, pero con una ternura que me derretía. No pensaba, no tenía espacio para nada más que él y esa sensación abrumadora que me recorría desde el estómago hasta los dedos de los pies. Estaba ahí, en sus brazos, y era como si el mundo entero se hubiera desvanecido.

Dhaen me apretó aún más contra él, sin dejar espacio para nada. Yo respondí con la misma intensidad, como si necesitara demostrarle que, por fin, lo entendía. Mis manos no paraban de moverse, de buscarle, de aferrarse a él como si se tratara de algo vital.

El beso se hizo más profundo, más desesperado. Era como si la química entre nosotros se hubiera liberado, como si la barrera entre nosotros se desmoronara en un instante. No había más dudas, no había más preguntas, solo un deseo mutuo que nos unía sin ninguna otra pretensión.

Cuando finalmente nos separamos, ambos respirábamos con dificultad. Mis labios estaban ligeramente hinchados, mis mejillas sonrojadas, y en los ojos de Dhaen había una chispa que me hizo derretirme.

—¿Eso está bien? —murmuró.

Mi respuesta fue simple. No necesitaba palabras, solo un leve asentimiento de cabeza.

—Está de puta madre —respondí y le volví a besar.

Solo paramos cuando tuve que hacer una necesaria —y jodida— pausa para abrir la puerta de mi habitación.

Entramos sin dejar de besarnos. Dhaen cerró la puerta al entrar y caminamos hasta que finalmente los huecos de mis rodillas chocaron contra el borde de mi cama, haciendo que cayera hacia atrás.

Dhaen se echó encima de mí como un felino que acaba de cazar a su presa y está a punto de devorarla. Eso era lo que quería. Que me devorara y se llevara todas estas putas ganas resentidas que tenía acumuladas desde hacía semanas.

Empecé a maldecir en mi cabeza. Tendría que haber hecho caso a Han ese día y habérselo dicho. Me hubiera ahorrado muchos dolores de cabeza, desde luego.

Pero eso ya no importaba. Al menos, no ahora. Ahora solo importaba que estaba en mi habitación, con el chico que me gustaba..., no, que me encantaba, besándonos como si fuera de urgencia vital.

Sentí como me agarraba el pelo en un puño y eso hizo que una corriente eléctrica me atravesara todo el cuerpo. Mi sistema nervioso estaba dando brincos.

Se separó un poco y sentí su respiración en mi nariz.

—Callahan...

—No, cállate —le rogué. No quería oír palabras, solo quería seguir besándolo.

—¿Estás segura?

—Sí, joder, sí.

Y le volví a besar. Y ya no habló más. Ni yo tampoco.

Enterró su cabeza en mi cuello y yo ya estaba a punto de perder el conocimiento. Su olor corporal se coló por mis fosas nasales y se mezcló con el olor de su champú, que olía a coco. Me sentí completamente extasiada. Y esa sensación solo se multiplicó cuando abandonó mi cuello y me quitó la camiseta. Plantó miles de besos a lo largo de todo mi abdomen, como si fuera un huerto.

En algún momento —no sé cuando— yo ya no tenía pantalones, así que cuando bajó más allá del límite de mi ombligo para entrar en zona peligrosa, solo me quedó rezar para no volverme completamente loca.

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