13
—Te ves increíble —dijo Dany, sonriendo mientras me miraba en el espejo.
Me había tenido que prestar un vestido de manera urgente, ya que Dhaen, después de aparecer sin dar señales de vida, dijo que estaba trabajando con su madre, la cual nos había invitado a asistir a la gala benéfica que estaba organizando.
—¿Estás segura de que esto no es demasiado? —pregunté, tirando un poco de la tela del vestido. Era negro, ajustado y con un escote que me hacía sentir como si estuviera preparándome para los Oscars.
—Cállate, te queda como un guante —contestó Dany, terminando de arreglarse el pelo. Ella llevaba un vestido rojo espectacular, que realzaba su figura. Era el tipo de vestido que gritaba confianza, algo que, honestamente, necesitaba contagiarme un poco.
Cuando Dhaen apareció para recogernos, llevaba un traje negro perfectamente ajustado, con una corbata. Ni siquiera era justo lo bien que le quedaba todo. Por un segundo, pensé que no éramos de la misma especie. Yo era una simple mortal, y él... bueno, él era como un dios olímpico.
Venía acompañado del resto de chicos.
—Wow —dijo Dany, levantando una ceja—. Vaya cuarteto.
Thiago no tardó ni medio segundo en acercarse a Dany para darle un beso. Dhaen me miró. Sabía que se moría de ganas de hacerlo también, pero no lo hizo.
Intenté no enrojecer, pero fallé miserablemente. Dany soltó una risita cuando se alejó de Thiago y aprovechó para colgarse de mi brazo.
Pensé que nos íbamos a ir en dos coches, ya que no cabíamos todos en uno pero, ingenua de mí. No os podéis ni imaginar la cara que se me quedó cuando una limusina aparcó delante del apartamento y Dhaen hizo un gesto para que subiéramos.
Que alguien me pellizque, porque todavía sigo dormida.
El interior olía a lujo. Era exactamente igual que las típicas que salen en las películas. Si le contara esto a mi madre se moriría.
La gala se llevaba a cabo en un salón elegante en el centro de la ciudad. Todo era demasiado bonito, con luces y decoración que gritaba "gente rica". Apenas cruzamos la entrada, me di cuenta de que había muchísima gente, todos vestidos como si hubieran salido de una película. Dhaen caminaba delante de nosotras, con las manos en los bolsillos y una expresión que era una mezcla entre aburrimiento y resignación. Detrás de nosotras iban Thiago, Han y Matty, que iban discutiendo —para variar—.
—¿Así son todas las galas benéficas? —le susurré a Dany, que parecía más emocionada que yo.
—No tengo ni idea, pero me siento como en un episodio de Gossip Girl.
Dhaen se detuvo frente a nosotras y giró la cabeza hacia un grupo de chicos que estaban cerca de la mesa principal. Reconocí de inmediato a algunos de ellos; eran compañeros de Dhaen del instituto. Dhaen, antes de venir, nos enseñó fotos para que, si los veíamos, le avisáramos. Ellos también lo vieron y comenzaron a caminar hacia nosotros.
—Oh, no—. Fue lo único que dijo Dhaen antes de dar media vuelta y caminar en dirección contraria.
—¿Qué está haciendo? —pregunté, confundida.
—Esquivarlos, claramente —Dany no pudo evitar reírse.
Antes de que pudiera decir algo más, una mujer alta y elegante apareció entre la multitud. Tenía el mismo pelo negro que Dhaen y la misma sonrisa. Era increíble. Eran como clones.
—¡Cariño! —exclamó, acercándose para abrazarlo.
—Mamá —dijo Dhaen con una sonrisa de resignación.
La señora Williams era encantadora y, en cuestión de segundos, ya estaba presentándonos a todos los presentes. A medida que pasaban los minutos, me di cuenta de que esta no era solo una gala cualquiera; era una celebración en honor a la hermana de Dhaen. La asociación que dirigía su madre ayudaba a personas que enfrentaban el cáncer, un tema que evidentemente tenía un peso emocional para todos ellos bastante grande.
Después de un rato, el ambiente comenzó a ser un poco abrumador. Dhaen estaba ocupado hablando con algunos donantes y Dany había sido arrastrada por un grupo de mujeres que querían saber más sobre su vestido. Han y Thiago estaban comparando sus trajes con los de otro grupo de chicos. Y Matty había desaparecido.
Decidí que era un buen momento para salir a tomar un poco de aire fresco.
En el jardín, el aire era fresco y el sonido de la música quedaba amortiguado por las paredes del edificio. Me apoyé en la barandilla, mirando las luces de la ciudad. No había pasado ni un minuto cuando escuché pasos detrás de mí.
—¿También necesitas un respiro? —preguntó Matty, apareciendo a mi lado.
—Más o menos —sonreí mientras él se apoyaba junto a mí.
—Estas cosas no son lo mío —dijo, mirando hacia las ventanas del salón—. Demasiada gente, demasiado ruido.
—Te entiendo. Es bonito y todo, pero... —hice un gesto hacia las luces y la música, incapaz de ponerlo en palabras.
—Falso —terminó él por mí. Me giré para mirarlo, sorprendida, y él se encogió de hombros—. Todo esto es más fachada que otra cosa.
—¿No te parece un poco brusco pensar así? —repliqué, arqueando una ceja.
—No digo que no sea por una buena causa. La mamá de Dhaen es increíble, no lo niego. Pero muchas de estas personas... —Hizo un gesto hacia el salón—. Solo están aquí para hacerse ver. Donan para sentirse mejor consigo mismos, no porque realmente les importe.
Su comentario me dejó pensando.
—¿Te ha contado alguna vez sobre su hermana? —preguntó de repente, rompiendo el silencio.
—No mucho —admití.
Matty asintió lentamente, mirando hacia delante.
—Era genial. Mi parte favorita del día era ir a casa de Dhaen y encontrarme con su hermana haciéndole de rabiar. Era tan gracioso... Sobre todo porque Dhaen era un adolescente insoportable —sonrió al recordar.
—Pues como ahora..., pero sin ser adolescente.
—No te diré que no —sonrió—. Es la quinta gala benéfica que organizan y, no sé... Es duro. Me imagino cómo se debe de estar sintiendo Dhaen por dentro.
—Lo disimula bastante bien —respondí, mirando hacia las ventanas del salón. Desde allí podía ver a Dhaen, caminando entre la multitud con su madre, saludando a las demás personas.
—Sí, es bueno en eso. Siempre lo ha sido —dijo Matty, con un tono más serio—. Pero créeme, lo lleva dentro. Estas cosas no son fáciles para él.
—¿Y para ti? —pregunté, desviando la mirada hacia Matty.
Él se encogió de hombros, como si la pregunta no le incomodara en lo más mínimo.
—Su hermana era como una hermana para mí también, ¿sabes? A veces todavía espero escuchar su risa cuando paso por su casa. O ver su bicicleta tirada en el jardín —hizo una pausa, dejando escapar un suspiro—. Pero al menos sé que, a través de estas galas y de todo lo que hace la madre de Dhaen, su memoria sigue viva. Eso ayuda.
—Vaya —no sabía qué más decir. Había algo en la forma en que hablaba Matty que era tan genuino, tan lleno de cariño, que me hizo sentir un nudo en el pecho. No era algo que yo estuviera acostumbrada a ver—. Eres más profundo de lo que aparentas.
—¿Qué puedo decir? —respondió, esbozando una sonrisa pícara—. Soy un hombre de muchas capas. Como una cebolla, pero más guapo.
No pude evitar soltar una risotada.
—¿Y el padre de Dhaen no viene por aquí?
Por la cara de Matty supuse que había tocado un tema delicado.
—El padre de Dhaen... Bueno, es... un tema complicado —dijo, como intentando responder la pregunta pero esquivándola a la vez—. Yo... No debería de decirte esto pero, Dhaen no se habla con su padre.
—¿Se llevan mal?
—No es que se lleven mal, es que Dhaen lo odia. Tampoco hablaba con su madre, hasta que se divorciaron. Ahí fue cuando retomó el contacto con ella.
—Vaya...
—Sí, es un piezas —respondió, refiriéndose al señor Williams.
—Aún así, sigue siendo su hija, ¿no?
—Ya, pero bueno, no creo que le importe mucho su hija cuando se gastó todo el dinero de su tratamiento.
Oír eso me heló por dentro. Me congeló los huesos y me quedé paralizada.
El silencio que siguió fue tan pesado que sentí que podría haber caído al suelo como una losa. Miré a Matty, que ahora evitaba mi mirada, como si lamentara haber dicho más de lo que debía.
—¿Cómo dices? —pregunté en voz baja, aunque no estaba segura de si quería oír más.
Matty suspiró y apoyó los codos en la barandilla, frotándose el puente de la nariz con una mano.
—No debería estar contándote estas cosas... Dhaen se pondría como una fiera si supiera que lo hago. Pero, bueno, ya he empezado —hizo una pausa—. El señor Williams era... bueno, es, un imbécil. Cuando la hermana de Dhaen enfermó, su madre quería que usaran todos los recursos posibles para ayudarla. Tratamientos, especialistas... lo que fuera necesario. Pero el señor Williams tenía otras prioridades.
—¿Otras prioridades? —repetí, sin entender.
Matty soltó una risa amarga.
—Sí, como apostar en negocios absurdos y pagar viajes de lujo para impresionar a sus socios —se giró hacia mí, con una expresión seria que no le había visto antes—. Básicamente, gastó el dinero que podría haber salvado a su hija en cosas completamente innecesarias. Cuando se dieron cuenta, ya era demasiado tarde.
Sentí que el estómago se me encogía. Intenté imaginarme cómo debía de haber sido para Dhaen y su madre descubrir algo así, y lo único que sentí fue una punzada de rabia y tristeza.
—¿Y Dhaen sabe todo esto? —pregunté, aunque la respuesta era obvia.
—Claro que lo sabe. Por eso no puede ni verlo —Matty se encogió de hombros, con una expresión amarga—. Y, sinceramente, no lo culpo. Yo tampoco podría.
Me quedé en silencio, procesando lo que acababa de escuchar. De repente, entendí mucho más sobre Dhaen: su distancia, su actitud fría hacia ciertas cosas. Toda esa fachada que ponía para ocultar lo que había pasado. Ahora todo tenía sentido.
—¿Y su madre? —pregunté.
—Es una santa, sinceramente. Se separó de él en cuanto se enteró de lo que había hecho. Pero imagínate, tenía que cuidar a una hija enferma mientras lidiaba con un divorcio y un marido que había dejado a la familia en la ruina. Por eso creó la asociación: para asegurarse de que otras familias no tuvieran que pasar por lo mismo.
—Es increíble... —susurré, admirando a la mujer sin siquiera conocerla bien.
Matty asintió, mirando hacia el cielo.
—Sí, lo es. Y Dhaen, aunque no lo diga, la admira más que a nadie. Pero ya sabes cómo es. Lo lleva todo por dentro. Cree que si lo guarda bien escondido, no le dolerá tanto.
Me quedé callada, procesando todo lo que acababa de escuchar. Nunca había imaginado que la vida de Dhaen tuviera tantas sombras.
—Supongo que eso explica mucho —dije finalmente, con la voz baja.
—Sí, pero no lo compadezcas —respondió Matty, girándose hacia mí con una sonrisa de medio lado—. Dhaen odia que la gente lo mire con lástima. Si se entera de que te he contado esto, probablemente me mate.
No pude evitar sonreír ligeramente.
—No te preocupes, tu secreto está a salvo conmigo.
—Más te vale, porque no soy tan guapo como para que un fantasma mío sea atractivo —intentó bromear, y yo le di un leve empujón en el brazo.
—Gracias por contarme esto —dije con sinceridad.
Matty me miró durante un segundo antes de encogerse de hombros.
—Confío en ti, Annie. Y, bueno, creo que Dhaen necesita a alguien como tú en su vida. Le haces bien.
—¿Tú crees?
Él asintió sin pensarlo.
—Nunca le he visto tan feliz. De verdad. Y mira que le llevo aguantando durante años. Ni siquiera con Julieta sonreía tanto.
—¿En serio?
—Creéme que sí. Y como amigo suyo no hay nada que me haga más feliz que verle sonreír de nuevo.
—Me vas a hacer llorar.
—No, hombre no, no llores. Estás preciosa sin llorar.
Sonreí.
—Eso está mejor.
—Calla... —dije, un poco avergonzada, desviando la mirada.
—Dhaen también ha tenido suerte —añadió, sin dejar de mirarme—. Se ve que eres una chica increíble.
—Gracias, Matty...
—No hay de qué —suspiró profundamente—. ¿Volvemos? Tengo unas cosas que discutir con Han.
—¿Qué cosas?
—No sé, ya se me ocurrirán de camino. ¿Sabes lo divertido que es hacerle de rabiar?
—Se ve que es tu especialidad —sonreí.
—Sí, bueno, es mutuo.
Caminamos hacia el interior y localicé a Dany con la mirada. Estaba dándose un festín con los aperitivos que había sobre una larga mesa.
—Veo que te lo estás pasando bien —dije, poniéndome a su lado.
Cuando se giró, tenía una mejilla hinchada, como si fuera una ardilla comiéndose una nuez.
—Tienes que probar todo esto —balbuceó, con la boca llena—. Está buenísimo.
—¿De verdad? —respondí, tratando de no reírme al ver su cara de completa felicidad mientras intentaba masticar.
—¡Te lo digo en serio! —insistió, señalando una bandeja con algo que parecían mini tartaletas.
—No entiendo cómo puedes comer tanto y seguir viéndote tan bien —le dijo Matty, cruzándose de brazos con una expresión de falsa incredulidad.
Dany se encogió de hombros mientras tragaba rápidamente.
—Es un don natural. Algunos nacemos con suerte, Matty.
—O con un estómago infinito, que es casi lo mismo —respondí, riendo.
Dany me dio un suave codazo antes de pasarme una tartaleta.
—Toma, prueba esta. Es de queso de cabra con mermelada de higo. Vas a alucinar. Le he hecho fotos y todo.
Sonaba como la cosa más asquerosa del planeta.
—¿Eres una influencer ahora? —preguntó Matty, mientras observaba divertido cómo Dany me obligaba a coger el bocado.
—Cuando algo está tan bueno, es un deber moral compartirlo con el mundo —replicó Dany con total solemnidad.
Me llevé la tartaleta a la boca, y no podía negar que estaba deliciosa.
—Vale, tienes razón, esto está increíble —admití.
—¿Lo ves? —exclamó Dany, triunfante—. Mi instinto nunca falla.
—¿Debería preocuparme de que te vayas a comer todo antes de que termine la gala? —intervino Dhaen, que apareció de repente detrás de nosotros con una ceja arqueada.
—Eh... No... —se defendió Dany, aunque no soltó la bandeja—. Pero esto está aquí para que la gente lo coma, ¿no?
—Sí, pero no solo tú. ¿Qué va a pensar mi madre si dejamos la mesa vacía?
—Pues que le estoy haciendo un favor. Todo esto iría a la basura si no fuera por mí.
—No sé por qué me esfuerzo —suspiró Dhaen teatralmente antes de volver su atención hacia mí—. ¿Todo bien?
—Sí, ¿y tú?
—He saludado más gente que en toda mi vida —respondió con sinceridad—. Necesito algo que me quite el dolor de cabeza.
—¿Un ibuprofeno?
—Otra cosa.
—¿Paracetamol?
—No.
—¿Nolotil?
—No...
Dany paró de masticar y se giró para decir:
—Un beso tuyo, imbécil.
La miré incrédula. Luego le miré a él, que estaba reprimiendo una sonrisilla. Matty se estaba aguantando la risa.
—¿Qué? ¿Por qué te daría... un beso? —ladeé la cabeza.
—Porque... —Dhaen dejó la frase en el aire y se acercó, dando un paso hacia mí con una mirada traviesa—. Dicen que un beso puede curar muchos males.
Solté una risa nerviosa, girándome hacia él.
—¿Qué tipo de malestar tienes, exactamente? Porque si crees que un beso va a arreglar un dolor de cabeza...
—Por Dios, Callahan.
—¿Qué? Podrías intentar tomarte una pastilla —insistí.
—Pero que yo no quiero una pastilla.
Tragué saliva.
—Dany, ¿sabes de qué me he enterado?
Ella miró a Matty con atención mientras terminaba por tragarse una tartaleta de otra cosa.
—¿Qué?
—Thiago está hablando con un grupo de chicas.
Ella puso los ojos como platos y se puso recta como un palo.
—¿Dónde está?
—Ven, sígueme —Matty le agarró de la mano y tiró de ella, dejándonos solos.
Me cago en él.
Dhaen aprovechó que estábamos ''solos'' —porque estábamos rodeados de gente, pero de desconocidos— para acercarse más a mí.
De hecho, cuando me agarró de la cintura y me apretó contra él tuve que tragar saliva.
—¿Me vas a dar mi beso ahora? Llevas mucho sin darme uno.
—Dhaen...
—No hay nadie mirando.
Suspiré profundamente.
No sé por qué mierda me daba tanta vergüenza mostrarme vulnerable con él cuando había gente alrededor.
Le di un beso rápido, pero él no lo permitió porque, en el momento que eché mi cabeza para atrás, él me volvió a acercar poniendo una mano en mi nuca.
Mi corazón dio un brinco cuando me atrapó de nuevo, sin darme tiempo a reaccionar.
Intenté mantener la compostura, pero el ritmo de mi respiración había cambiado, y eso me delataba más de lo que quería admitir.
—Dhaen, para... —susurré, aunque no lo dije con mucha convicción. En el fondo, no quería que parara.
Pero él paró, aunque no se separó del todo.
—¿Qué te pasa? —preguntó esta vez, preocupado.
—No me pasa nada.
—No me mientas.
—Es que... No puedes simplemente desaparecer un día entero y de repente hacer como si nada —murmuré.
—Os dije que estaba ocupado ayudando a mi madre a organizar todo esto —respondió, colocándome un mechón detrás de la oreja.
—Pero podrías haberme mandado un mensaje...
—Está bien. Tienes razón. Lo siento.
Lo miré, con el ceño fruncido.
—¿Lo sientes de verdad?
—Lo siento de verdad —insistió—. ¿Es que estabas preocupada por mí, Callahan?
Chasqueé la lengua con fastidio. Intenté separarme pero no pude. Estaba pegada a él como una lapa.
—Pues claro —dije—. Cómo no iba a estarlo...
—Qué adorable eres.
—No me llames así.
—¿Por qué?
—Porque no.
—Eres adorable, Callahan.
—Que no.
—Sí y punto.
—¡Williams!
—A-do-ra-ble.
Me intenté zafar de él, pero me seguía sujetando mientras se reía.
—¿Quién es la chica más adorable del mundo?
—¡PARA!
—¿Quién esss? ¿Eres tuuuuú?
—Williams, para o te pego una patada —me quejé, pero él no me estaba tomando en serio para nada—. Te lo juro que lo hago.
Él esbozó una sonrisa y me agarró la cara para darme otro beso. Y otro más.
—Entonces, ¿me perdonas?
—Me lo voy a pensar.
—Dime qué tengo que hacer para que me perdones.
—Podrías empezar por dejar de llamarme "adorable".
Él no tardó ni un segundo en sonreír más ampliamente.
—¿Solo eso? —preguntó, su voz llena de burla—. Parece fácil, pero no creo que lo logre.
Rodé los ojos.
—Deja de reírte, Dhaen. No me hace gracia —mi voz salió más suave de lo que quería, lo cual me hizo sentir aún más frustrada.
Él dejó de reír y, por un segundo, pareció más serio. Pero esa mirada juguetona no desapareció de sus ojos.
—¿Qué quieres de mí, entonces? —preguntó.
Me quedé callada.
Todo bebé. Díselo así.
No.
Vengaaa.
No.
Soy tu maldita consciencia, hazme caso.
—¿No deberías de estar saludando a los asistentes y ofreciéndoles una copa de champán o lo que sea que beben los sibaritas?
Dhaen soltó una risotada.
—Debería, pero prefiero estar contigo.
—Pero conmigo puedes estar en otro momento.
—Pero quiero estarlo ahora.
—Dhaen... Tu madre seguro que quiere que estés a su lado.
—Mi madre se maneja bien sola. Lleva haciendo esto durante varios años.
—Ya, pero aún así queda mal que tú no estés con ella.
—¿Me estás echando?
Le miré, alzando una ceja.
—¿Qué? ¡Claro que no, idiota! Solo digo que...
—No quieres que esté contigo, ¿es eso? —insistió, fingiendo estar ofendido.
—Dhaen...
—Solo dilo claro.
Suspiré profundamente y, solo para que se callara, le di un beso. Cuando me aparté pude ver una sonrisa de satisfacción en sus labios.
—Supongo que tendré que utilizar esta técnica más a menudo para que me beses.
—Ni se te ocurra.
Él sonrió y me dio otro beso, pero esta vez fue en la frente.
—Te haré caso, preciosa. Ve con el resto, no te quedes sola.
Asentí y él se alejó para acercarse a su madre, a la cual se enganchó del brazo. Ella le miró sonriente y empezaron a caminar juntos de nuevo.
Yo me acerqué a donde estaban Matty, Han, Dany y Thiago.
—¿Qué estáis haciendo? —indagué, captando su atención.
—¿A quién le queda mejor el traje? —preguntó Matty, dando un paso hacia mí—. Dany no es para nada objetiva.
—¿Cómo lo voy a ser? —se quejó ella—. Obviamente Thiago está mejor que ninguno.
—Calla, calla. Tu opinión no cuenta —replicó Han.
—Eh... Pues, no sé... Os queda bien a los tres —dije.
—Pfff... —Han se cruzó de brazos y negó con la cabeza—. A ella le gusta cómo le queda a Dhaen.
Puse los ojos como platos.
—Oh, es verdad —sonrió Matty—. ¿Le has dado ya el remedio para el dolor de cabeza?
—No sé de qué me hablas —me crucé de brazos y su sonrisa se ensanchó.
Antes de que nadie pudiera decir algo más, vi una figura sumamente conocida entrar por la puerta principal. No tenía palabras, así que solo pude señalar, haciendo que todos miraran en esa dirección.
—¿Qué mierda hace Julieta aquí? —indagó Matty, enfadado. Cuando estuvo dispuesto a ir a ponerla en su sitio, Han se lo impidió.
—No hagas una escena. No aquí, Matty —le dijo.
—Escena la que está haciendo ella presentándose aquí —replicó.
—Ya lo gestionan ellos, ¿vale? No te metas —intervino Thiago.
—¿Cómo pretendéis que me quede quieto?
Entonces, le puse una mano en el hombro, como si yo también estuviera de acuerdo con que lo mejor era dejar que el propio Dhaen y su madre gestionaran eso.
La tensión creció, pero fue entonces cuando vi a Dhaen acompañado por su madre. Tan pronto como Julieta los vio, su actitud cambió instantáneamente. Se enderezó, levantando la cabeza, y se acercó rápidamente a ellos.
La madre de Dhaen la saludó con mucha educación. Dhaen hizo lo mismo, aunque por su cara sabía que se estaba mordiendo la lengua.
Era difícil desde aquí saber qué estaban diciendo. Ni siquiera era capaz de leer sus labios.
Decidimos no darle demasiada importancia y volvimos a lo nuestro.
La gala terminó un par de horas después. Eran, exactamente, las once de la noche cuando todo el mundo estaba despejando el gran salón.
Dhaen se acercó con su madre para despedirse de nosotros.
—Muchísimas gracias por asistir —dijo, mirándonos a todos nosotros. Se acercó más para darle un abrazo cariñoso a Matty; uno de esos que una madre le daría a un hijo. También le dio un abrazo al resto. Incluída a mí.
—Me ha alegrado mucho saber de ti —murmuró contra mi hombro—. Espero tener la oportunidad de conocer más a la chica tiene a mi hijo viendo estrellitas.
Se separó de mí con una sonrisa y asentí.
—Sería un honor, señora Williams.
—Llámame Denia.
Asentí nuevamente, esta vez con más efusividad.
Se despidió de Dhaen y nos fuimos.
Cuando llegamos al apartamento cada uno se fue a su habitación, excepto Dany y Thiago que, obviamente, se fueron a ''dormir'' juntos.
Dhaen y yo nos quedamos viendo una película en el sofá, aunque la dejamos de ver a los diez minutos porque teníamos algo mucho más entretenido que hacer.
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