Ya no sabía que era aquello que me helaba el alma, pero esa horrible sensación me estaba matando poco a poco.

No volvería nunca a escuchar la voz de mi abuela, ni a ver su adorable y tierna sonrisa. Tampoco estaría para calmarme en mis llantos ni para darme sus sabios consejos que tanto me hacían reflexionar. No tendría que soportar más lo extremadamente cabezota que era, y eso es horrible, porque amaba con todas mis fuerzas esa cabezonería suya tan sumamente constante, lo juro.

Recorrí los pasillos de su casa durante días una y otra vez después de su funeral. Y aún con el hecho de no estar ella allí, su presencia me acompañaba. Probablemente solo era mi imaginación, pero preferí creer que era ella la que estaba conmigo. 

Y pasé muchos días allí, durmiendo en una esquinita de la habitación al lado de su cama, llorando sin parar y a veces gritando hasta quedarme afónica.

Marco, mi viejo amigo y ex-novio de la que hace mucho fue también mi mejor amiga, estuvo en el funeral de mi abuela, y me visitó continuamente mientras estaba en casa, hasta que decidí desaparecer, esconderme en casa de mi abuela y apagar mi teléfono para no escuchar la voz de nadie. 

Cuando por fin decidí encenderlo, tenía muchísimas llamadas, entre ellas, las de Megan y Ángel, con quienes a pesar de haber estado también en el funeral, no quería verles ni hablar con ellos. Y solo hice caso a las llamadas de Marco.

Al llamarle, no tardó en venir a verme y sacarme de allí. Gracias a él pude despejarme de todo y aunque la sensación de frío seguía impregnada en mi cuerpo y mis pensamientos estaban completamente marchitos, conseguí introducir aire fresco en mi dañado cuerpo.

No podía recoger mis pedazos y volverlos a armar como si fuese un jarrón roto, pero por algo se empezaba, y Marco me estaba ayudando. 

Conseguí recobrar la esperanza de que algo bueno tendría el destino preparado para mí, y como la vida de mi amigo era una absoluta amargura, igual que la mía, se nos ocurrió la brillante y fabulosa idea, de "un cambio de aires" que nos ayudase a reconstruir nuestros cimientos, a crecer y a escoger el camino correcto sin equivocarnos otras miles de veces. Se nos ocurrió una gran locura. Una locura que ninguno de los dos nos pensamos varias veces.

Fue dicho y hecho. 

Y aquí estamos, en un avión camino de Estados Unidos. Rumbo a un pueblecito que no recuerdo ni a que estado pertenece, porque Marco se ha ocupado de todo, hasta de alquilar una casa que compartiremos, Igual que unos adolescentes compañeros de piso que empiezan en la universidad. 

La gran diferencia, es que nosotros no vamos a empezar la universidad, sino a empezar una nueva vida, en un nuevo lugar, dejando atrás ese tiempo en el que no pudimos disfrutar de nada, para intentar hacerlo ahora, porque nunca es tarde para alcanzar un sueño ni para tener nuevas esperanzas. 

- ¿Estás lista? - Me pregunta, y dejo de mirar por la ventanilla para mirarle a él.

- Más lista que nunca. 

- Ya somos dos. - Contesta sonriente mientras se acomoda en su asiento.

Estoy decidida y es reconfortante saber que él también lo está. Ambos estamos preparados para  comenzar de 0, yo diría que tal vez ansiosos. Y tengo claro, que no podría tener un mejor compañero para compartir esta aventura que él.

Y a pesar de que ahora mi estado de ánimo sigue por los suelos, confío en que algún día, este dolor se pueda reducir poco a poco, aunque sé que esa espinita permanecerá en mí por el resto de mis días.

Porque mi abuela será siempre mi razón y mi corazón.

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Hemos llegado al final y quiero dar las gracias a todos los que me habéis seguido hasta aquí durante estos meses.

Aún me queda por subir el epílogo de la historia, por lo que aún esto no ha acabado del todo. ¡Prometo subirlo mañana! 

Y además... ¡Os revelaré el título de la segunda parte de esta novela! Sí, sí, hay segunda parte. Una nueva historia llena de sorpresas en la vida de Abi, que empezaré a publicar en enero.

Espero que os haya gustado esta primera parte y estéis tan ansiosos como yo por leer la segunda, ¡gracias y mil gracias de nuevo!

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