MARZO -30-

Megan grita repetidas veces e intenta acercarse para apartarle de mí, pero sin conseguir su objetivo. Mario me mantiene agarrada con fuerza contra la pared y apenas puedo moverme.

Mi cuerpo no reacciona, tengo demasiado miedo como para hacerlo, y noto que me he entumecido por el pánico que estoy sintiendo en este preciso momento, pero no parece importarle. Nunca le había visto de este modo, ni siquiera parece él. Es como si algo le hubiese poseído y estuviese transformado en una bestia. Una bestia capaz de hacer cualquier cosa y destruir todo lo que se le ponga por delante.

- Por favor... - Suplico con un hilo de voz para que me deje tranquila.

- Te he pedido por las buenas... Que me escuches...

- ¡Te escuchará si la sueltas! - dice Megan en otro intento fallido.

- Cállate.

- Suéltame... Te escucharé... De verdad...

- Já.

- De verdad que si...

- No te creo. Si te suelto irás corriendo a pedir ayuda... ¿Ayuda de...?

Deja de hablar repentinamente y no termina la frase que estaba diciendo. Desvía la mirada girando completamente el cuello, donde alguien viene hacia nosotros a toda velocidad. Y noto que se pone nervioso y afloja los brazos, que siguen sujetándome, pero ahora no de la misma forma.

Es Ángel.

- ¡Aléjate de ella! - Grita cuando está casi a nuestro lado.

Ángel se aproxima todo lo rápido que puede y al terminar de llegar, Mario me suelta gracias a un puñetazo inesperado que Ángel le propina en el pómulo, haciéndole tambalearse y caer al suelo, quedando completamente atónito.

Levanta la cabeza en dirección a su agresor, y puedo escuchar la respiración agitada de ambos, que se miran con furia.

- ¡Entrad Abi, entrad en casa! - Nos ordena Ángel.

Pero como si no hubiese escuchado su voz, sigo en la misma posición, manteniendo mi postura de espaldas a la pared, y a pesar de que las manos de Mario ya no rodean mi cuello, sigo paralizada, y mi cerebro no reacciona, o no quiere reaccionar ante este caos.

- ¡Que entréis os he dicho!

Y sigo sin reaccionar. Ni reacciono ni presto atención a sus palabras.

Mario se incorpora y termina poniéndose de pie, embistiendo a Ángel para intentar devolverle el puñetazo, y segundos más tardes, terminan enzarzados en una pelea que no soy capaz de evitar, y que es única y exclusivamente culpa mía.

- Me... ¡Megan! - vuelve a gritar mi novio como es capaz, esta vez a mi amiga, al ver que yo no hago ningún caso - ¡Cógela! ¡Cógela y entrad las dos! ¡Vamos!

- ¡Por Dios, parad! ¡Por favor!

- ¡Haz lo que te digo y llévala adentro!

Cuando me doy cuenta, Megan ya me ha cogido del brazo y ha conseguido ponerme en marcha para entrar al bloque de pisos. Abre la puerta a toda prisa, y noto como tiembla, a través de la mano con la que me está sujetando.

- ¡Vamos Abi!

- ¡No puedo dejarles ahí!

Miro hacia atrás, pero ya no puedo verles a través del cristal de la puerta que da a la calle, porque Megan tira de mí para desaparecer de semejante espectáculo.

- ¡Vamos!

Subimos corriendo pero aún no estoy del todo convencida de dejar a Ángel allí, pero sé que si me doy la vuelta y regreso, la cosa se pondrá peor, por lo que intento contenerme y llegar a casa.

Cuando el ascensor se para, mi amiga me quita las llaves de las manos y abre la puerta. Me dirige al salón, como si fuese una extraña en mi propia casa, pero estoy en tal estado de ansiedad, que no me importa nada.

- Iré a por agua, siéntate mientras, y cálmate un poco. 

Termino sentada en el sofá, casi obligada por ella, pero en cuanto sale para ir a por el agua, me he vuelto a levantar y comienzo a dar vueltas de un lado a otro del salón, como una poseída sin saber que hacer. 

- Bebe, toma... - Me siento de nuevo y ella lo hace también a mi lado.

Bebo agua y entonces, reacciono. 

- ¡Tenemos que hacer algo Megan! ¡No podemos dejarle ahí! - grito empezando a llorar.

- ¡¿Y qué quieres que hagamos!? 

- ¡Llamar a la policía! 

Se levanta y coge el teléfono, pero antes de marcar el número de emergencias, se para y me mira.

- ¿Y si llamamos y también se llevan a Ángel?

- ¡Pero si él no ha hecho nada!

- ¿Y la policía que sabe? ¡Se los encontrarán a los dos de la misma forma!

- ¿Y que hacemos entonces?

Se acomoda junto a mí y no contesta, y yo no vuelvo a decir nada más.

Los minutos sucesivos se me hacen eternos y todo me da vueltas.

Cada vez que creo que todo va bien al fin, algo da un giro completo, cambiando el sentido de las agujas que guían la vida, haciendo que salga mal. No entiendo porqué siempre es lo mismo, ¿por qué nada es fácil? ¿Por qué no puedo vivir tranquila? La verdad es que cuanto más tiempo pasa, más desesperada me encuentro, y menos ganas tengo de seguir intentando luchar por un objetivo concreto que nunca alcanzo.

Quiero que Mario desaparezca de mi vida, pero no lo hace. Está presente una y otra vez.

El timbre de la puerta suena y entonces me levanto corriendo para poder abrirla, deseando que sea Ángel quién está llamando.

La abro, y suspiro aliviada al ver que es él.

Nada más verle, le enrosco con los brazos fuerte, y mis lágrimas parecen cesar un poco, pero aún siguen ahí.

- ¿Estás bien? - Le pregunto mientras entramos.

- Sí.

Me fijo bien en él, y localizo algunas heridas. Tiene un corte encima de la ceja que le está sangrando, varios arañazos en la barbilla y los brazos, y algunos hematomas repartidos en varias zonas de la cara.

- Ven. Déjame curarte eso...

- No, no importa, estoy bien... ¿Qué hacías con él?

- Déjame que te cure primero... Estás sangrando.

- No, dime qué hacías con él.

- Es el nuevo romance de Ana... 

- Ya, eso ya lo sé. Lo que quiero ahora que me digas, es que coño hacías tú con él.

- ¿Lo sabes? - Pregunto ahora confusa y extrañada.

- ¿Como no lo voy a saber? 

- ¿Lo sabías y no me habías dicho nada? ¡Es mi exnovio! ¡Me engañó con ella!

Se queda un poco dubitativo. Su cara es seria, e intenta encajar las piezas de un puzzle, que ahora parece estar casi completo.

- Tú... Y él... ¿Cómo es posible?

- Te he contado toda mi historia con él - le explico tocándole suavemente el hombro - , me enteré hace poco de que estaban juntos... No sé que hacía aquí... Bajé porque Megan me lo dijo, y lleva un tiempo insistiendo en decirme algo importante.

- ¡No le escuches! Nada que diga es verdad, ¡no le creas nada!

- ¿Qué puede decir?

- Pues... Puede... - Se toca la nuca nervioso y noto que algo no va bien - Puede inventar cualquier cosa... Ahora que me has dicho que él es tu ex, puede hacer lo que sea para intentar separarnos...

- Tranquilo... No me ha dicho nada...

Respira aliviado y sé que me está ocultando algún punto importante, pero igual que las llamadas y mensajes misteriosos que descubrí en Italia, creo que no es el momento más indicado para resolver mis dudas, y lo paso por alto, anotándolo en mi "rincón mental", de las cosas que tengo pendientes por hablar con él. 

- No quiero que vuelvas a acercarte a él, ¿entendido? 

Asiento y mantengo silencio, mientras le conduzco al baño. Cojo el betadine y unos algodones, del armario donde guardo los medicamentos.

- Es posible que esto te escueza un poco...

- No importa.

- Te lo lavaré primero con agua y jabón.

- ¿Y qué hacía Megan con él?

- Había bajado a comprar tabaco, supongo que se le ha encontrado... - Contesto omitiendo que un poco antes le he visto observándome desde el otro lado de la calle.

- Bueno.

Abro el grifo y mojo uno de los algodones con agua fría y le pongo un chorrito de jabón de manos. Le froto las pequeñas heridas para desinfectarlas y hace una mueca de dolor.

- ¿Te hago daño?

- Poco.

Su sequedad en la forma de hablar, me hace daño. Pero mantengo la calma y no hago caso a las nuevas lágrimas que amenazan con salir de mis ojos, otra vez.

Me encantaría que las cosas empezasen a irnos bien. Prometimos que no habría más secretos, y sé que vuelve a tenerlos conmigo. Me esconde algo. Algo que de lo que no tengo ni la más remota idea, pero que averiguaré tarde o temprano. Y aunque me haga más daño del que he recibido hasta ahora, por todo lo que llevo soportado, necesito saber de que se trata. Y lo haré.




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