MARZO -28-

- ¿Y bien? - digo invitándole a hablar - ¿qué quiere decir "bff"?

Le miro atentamente esperando que me cuente lo sucedido en ese dichoso juicio.

- Tengo la custodia de Sofi. - Sentencia al fin.

Pongo los ojos en blanco de tal forma, que casi se dan la vuelta.

- ¿Y por eso resoplas? ¡Es genial que tengas la custodia!

- Sí... Y no.

Odio que sea tan misterioso con todo. Sería mucho más fácil que directamente hablase y dijese que es lo que pasa, pero no, hay que sonsacarle casi a punta de pistola todo lo que pasa a su alrededor.

- ¿Por qué no?

- Solo es temporalmente.

- ¿Temporalmente?

- Sí.

- ¿Por qué?

- La sentencia aún no ha salido... Y seguro que tardará un par de meses... Hasta entonces, provisionalmente, tengo yo la custodia, Pero existe la posibilidad de que al final sea para Ana.

- ¿Qué? Esa mujer está loca, es imposible que el juez la de la tutela de una menor...

- No es imposible, el juez no sabe que está loca... Habría que demostrarlo, y eso será lo difícil...

El brillo de sus ojos habla por si solo. Tiene demasiado agobio y una preocupación que no saca al exterior, pero que ahí está, soy capaz de verlo.

Me acerco aún mas a él y le doy un fugaz pero cálido y tierno beso en los labios.

- Todo va a salir bien - digo mirándole a los ojos fijamente, intentando transmitirle la misma confianza que él consigue darme a mi - , esto pasará, ya lo verás, solo hace falta que el tiempo ponga todo en su lugar, y se arreglen estos baches tontos que la vida nos obliga a pasar. Terminarás teniendo la custodia de Sofi, lo sé.

Me devuelve el beso y me sonríe. Coge el batido de mango y fresa y se lo lleva a los labios para beber de él. Cuando lo hace, pone la pajita en mi boca, y lo pruebo.

- Mmm... ¡Está bueno!

- Prueba ahora este - dice haciéndome beber el batido de oreo. - a mí me ha gustado más que el otro.

- ¡Aún más rico!

- Te lo he dicho... Y ahora... - coge el último vaso y me lo acerca - este. 

- Vale, el de oreo es el mejor - confirmo - , sin duda alguna.

- Sí, opino lo mismo.

Le noto extrañamente desganado, pero le entiendo. Sé que la situación que está viviendo con su hija no es la mejor de su vida, y yo en su lugar estaría destrozada, por lo que comprendo su ánimo, e intentaré hacer que este momento tan odioso, sea más llevadero. El apoyo de alguien en los momentos difíciles es el que nos ayuda a superarlos. Lo tengo comprobado.

- ¿Y el restaurante qué tal? - pregunto para sacar un tema de conversación.

- Bien, de momento bien... Y espero que siga así.

- Seguro que sí.

- ¿Me has echado de menos estos días?

Su pregunta me pilla de sorpresa, es un cambio radical de conversación. De norte a sur.

Sonrío, porque en verdad, me apetece sonreír ante eso, y él me devuelve la sonrisa.

- Mucho más de lo que te imaginas, ¿y tú a mí? 

Arquea una sola ceja y coge el batido titubeante. Juguetea con la pajita mientras lo remueve y termina dándole un sorbo.

- Veamos, señorita Abigueil... - dice soltando el vaso, con tono sarcástico y poniendo su voz en tono grave - Es una total ofensa a mi persona que se dude ante eso... Yo siempre te echo de menos.

Su respuesta me hace reír, y por supuesto, me acompaña en la carcajada. Esta clase de cosas han hecho que mis dudas a cerca de lo que siento, hayan podido confirmarse, y sepa que le quiero. No se lo he vuelto a decir, ni siquiera le he preguntado si me escuchó, pero tampoco ha dicho nada al respecto. Aquel día me armé de valor, fui espontánea. Y eso me hizo capaz de revelar mis sentimientos. Pero aunque es probable que esta sea la oportunidad de volver a decírselo y el momento sea el más adecuado para ello, algo me echa para atrás y no lo hago. Porque de nuevo el miedo puede más que yo.

- Lo sé. - Termino contestando. Y necesito cambiar de tema. - ¿Te ha contado Marco lo que ha pasado con él y Megan? - opto por decir para mantener otro tipo de conversación.

- No, apenas hablo con él, ¿qué ha pasado?

- Bueno, han roto.

- ¿Por qué?

- Bien, te haré un breve resumen... Primero Megan se enteró de que estaba embarazada - asiente - , pero, resulta que no sabe si el padre es Marco o un tipo de habla inglesa que hacía el papel de amante. 

- ¿Megan tiene un amante?

- Sí... El caso es que Marco nos pilló hablándolo y a parte de quedarse completamente petrificado, la echó de casa.

- ¿Y a dónde ha ido ella ahora?

- Está conmigo.

- Menudo panorama... Le llamaré mañana a ver que tal está.

- Deberías hacerlo... A mi me da cosa, no sé como reaccionará... Además Megan no creo que se tome muy bien que hable con él.

- Intentaré hablar mañana con Marco, seguramente esté destrozado...

- Ya...

No contesta y se queda pasmado mirándome sin apartar la vista.

- ¿Qué pasa?

- Te sienta muy bien ese nuevo pelo. Pero aunque me encante mirarte, y me pasaría la vida haciéndolo, esto está vacío - dice señalando los vasos de los tres batidos - , deberíamos irnos ya, ¿no crees?

Asiento.

Volvemos al hospital en un corto paseo. La verdad que esta merienda me ha hecho despejarme bastante de todo.

- ¿Volvemos a casa? - Pregunta cuando ya estamos montados en su coche. 

- Sí.

Pero antes de hacerlo, se acerca despacio a mí agarrándome de las manos, y me besa. Me besa lentamente y me fundo en ese beso. De mis labios baja hasta el cuello, donde los besos son entre cortados y suaves. Y eso hace que la temperatura de mi cuerpo aumente. Me excita. 

Desabrocho el cinturón que ya estaba rodeando mi cintura y me cambio de asiento para ponerme encima de él. Ahora soy yo la que le besa, pero ya no es de forma lenta, sino ardiente de deseo. Le cojo del cuello acariciándole la nuca y él me agarra de la espalda. Bajo las manos sin dejar de besarle y las meto dentro de su camiseta para poder tocar su caliente y uniforme piel.

Pero para.

Me sujeta los brazos e interrumpe el beso repentinamente, dejándome bastante desconcertada. Me mira torciendo el gesto hasta que al final aparece el aire juguetón en su rostro. Pero yo sigo extrañada y ahora también cohibida por su actuación tan espontánea y sin explicación.

- ¿Qué pasa? ¿Por qué paras? 

Vuelvo a mi asiento levantándome de encima suya y sin dejar de mirarle esperando una respuesta que justifique su rechazo.

- ¿No deberíamos esperar a llegar a casa? Estamos en el aparcamiento de un hospital, ¿recuerdas?

- Ya, bueno... 

Estemos donde estemos, no me ha sentado bien que parase, aunque esto sea en un sitio público, ha empezado él, debería haberlo pensado antes. 

- Venga anda, no te enfades... Sabes que te deseo.

- ¿Nos vamos? - Digo cortante para que note que estoy enfadada de verdad.

- Que no te enfades Abi... 

- Nos podría ver cualquiera, es normal que haya parado.

- Vale, ¿nos podemos ir ya?

Empieza a reírse a carcajadas, pero yo no le encuentro la gracia a esta bochornosa situación y le miro fulminantemente frunciendo el ceño.

- ¿De que coño te ríes? ¿Lo ves gracioso?

- No, claro que no - pero no para de reírse - , si dejas el enfado a un lado, te diré algo.

- ¿Algo? ¿El qué?

- He dicho que si dejas de estar enfadada.

Miro por la ventana intentando ignorarle, pero el paisaje no consigue distraerme. Solo hay coches y coches, y de fondo un horroroso edificio llamado hospital. Ni siquiera la gente que sube y baja de los vehículos captan mi atención.

Soy demasiado orgullosa como para que algo se me pase tan deprisa, pero el que tenga algo que decirme, me mataría de curiosidad si tuviese que esperar para saberlo.

- Vale, dime.

- Primero quiero que aceptes esto.

Se inclina para abrir la guantera, sacando de ella una pequeña bolsa y acto seguido, de su interior, una cajita que me entrega.

Al abrirla, parpadeo descontroladamente.

Los pendientes que aquel día me compró cuando los vi en la joyería, para pedirme perdón y que después no acepté, están de nuevo en mis manos, ¿los ha guardado todo este tiempo? ¿Por qué me los da ahora?

- ¿Pero qué...? Te dije que los devolvieras Ángel... No pude aceptarlos entonces y no puedo aceptarlos ahora.

Cierro la caja que contiene los pendientes que tanto me gustan y alargo la mano para dárselos, pero me retiene.

- Sí puedes. Y lo harás.

- No, no puedo, de verdad que no.

- Claro que sí. 

- ¿Por qué los has guardado?

- Sabía que en algún momento tendrías oportunidad de ponértelos.

- ¿Ahora?

- No. Mañana por la noche, te los pondrás para ir a cenar. - Explica confesando que tenemos una cita de la que yo no sabía nada. 

- ¿Mañana?

- Te tengo una sorpresa.





-------------------------------------

¡Lo prometido es deuda! 

¡Espero que os guste el capítulo! Estoy segura de que la sorpresa os gustará aún más, pero para saberla, os toca esperar un poquito.

SCPink.




Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top