MARZO -24-

No doy tiempo a que Megan pare el coche, cuando ya he abierto la puerta y salido a correr en dirección al hospital.

- ¡Espera! - grita ella mientras intenta alcanzarme.

Pero no la espero, necesito llegar cuanto antes a esa maldita habitación de hospital y ver a mi abuela.

Tengo la respiración agitada y mil espinas dolorosas me recorren el cuerpo, mientras intento llegar hasta la habitación.

Los pasillos se me hacen eternos e intento no chocar con las enfermeras con las que me encuentro de frente, que me miran extrañadas por mi comportamiento impulsivo.

Pero no me detengo.

-¿Dónde está? - pregunto a una enfermera que lleva unos papeles en la mano.

- Preparándola para quirófano. Supongo que usted será la señorita Paris.

No levanta la vista de los papeles y eso hace que mis nervios aumenten.

- Sí, ¡¿No puedo verla?!

- Señorita, cálmese, he dicho que la están preparando. Y no, no puede verla.

- ¿Por qué?

- Su abuela ha estado a punto de sufrir un derrame cerebral. Si no la operamos ya, no creo que su cuerpo aguante mucho más. La quimioterapia parece que no ha hecho efecto.

- ¿No hay otro remedio? ¿Unas pastillas? ¡Cualquier cosa!

- ¿Cree usted, que si no ha reducido el tumor una quimioterapia, serán unas pastillas capaces de ello?

Me quedo unos instantes recopilando la información. Tiene razón. Unas simples cápsulas no harán nada.

Asiento.

- ¿Va a firmar el consentimiento?

Vuelvo a asentir.

- Muy bien.

Me entrega los papeles que hace un momento estaba revisando ella. Y firmo todos, apenas leyéndolos por encima.

- Acompáñeme.

- ¿Podré verla?

- No.

Sigo a la prepotente enfermera cuando abre la puerta para salir.

Es guapa, realmente guapa, pero cuando abre esa estúpida boca (seguramente operada), su encanto desaparece, ya que su simpatía es la mínima.

Justo cuando el ascensor se abre, y estamos a punto de subir, Megan aparece en él. Al fin ha conseguido alcanzarme. Justo a tiempo.

- ¿A dónde vas? - dice extrañada.

- Ven y calla.

Obedece mi orden y subimos en el ascensor con ella hasta la última planta, y continuamos siguiendo a la enfermera por los largos pasillos, donde no nos cruzamos con nadie más.

Poco después, se para en seco de frente a una puerta que dice: Sala de espera quirófano.

- Esperen aquí. Cuando se sepa algo el doctor vendrá a avisarlas.

- ¿Cuando la operan?

- En cuanto entregue esto - dice levantando los papeles que acabo de firmar -, la mantendrán informada.

- Gracias.

No contesta la muy estúpida y se marcha contoneando sus perfectas caderas (seguro que también operadas, todo su cuerpo es operado), por el mismo pasillo que hemos venido.

- ¿Y bien? - dice Megan rompiendo el silencio que se ha formado.

- La tienen que operar sí o sí. - Contesto resoplando mientras caigo sobre una de las incómodas sillas que hay en este habitáculo.

- Joder... ¿no te han dicho más o menos cuanto durará la operación?

- No la he preguntado - debería haberlo hecho, sí -, pero probablemente la acomplejada esa, me diría cualquier sandez con tal de que mantenga la boca cerrada.

- ¿Acomplejada?

- Es una estúpida polioperada.

Megan se ríe. Pero yo no estoy para bromas ni risas y la fulmino con la mirada, haciéndola callar al instante.

En estos momentos de incertidumbre, echo de menos a Ángel. Necesito su apoyo y que esté aquí conmigo. Y realmente le necesito, porque aunque no sepa si mis sentimientos hacia él son de amor, sé que al menos han ido en aumento, el que no esté aquí me ha hecho recapacitar y no me gustaría volver a perderle.

¿Por qué no me llamará?

Dijo que lo haría, que me mantendría informada, pero no lo ha hecho. Puede ser que no haya pasado nada aún, y que el juicio siga en espera. O también puede ser que esté tan desilusionado conmigo, que se haya arrepentido de todo y no quiera saber nada más de mí... ¿Haría eso? ¿Sería capaz de no darme explicaciones y borrarse del mapa, de nuevo?

Se me hiela la sangre solo de pensar así. Pero como persona, soy demasiado negativa, y creo que tengo suficientes motivos para serlo, ya que mi suerte, no es la mejor del mundo.

- ¿En qué piensas? - interrumpe Megan mis reflexiones internas.

- En Ángel, y la mala suerte que tengo.

- ¿Mala suerte?

- ¿Te parece poco? - contesto en un suspiro.

- Oh, no es mala suerte, créeme. Sólo se te ha juntado todo, a cualquiera puede pasarle...

- Pero todo me pasa a mí.

- Nadie tiene una vida de color rosa Abi, nadie, nadie.

- Pero la tienen de muchos colores, todas las vidas son diferentes. A mi por desgracia me ha tocado el color negro.

- ¡De eso nada! - dice elevando la voz y mirándome fijamente - tu abuela está en el hospital, Mario te puso los cuernos con una zorra y después esa misma zorra, que resulta ser la ex de tu actual novio, te pone una demanda, vale, muy bien - buen resumen de mis desgracias - , pero - sigue diciendo -, me tienes a mi, que estaré a tu lado siempre, tienes un negocio y una vida independiente, que con tu edad, muchas te envidiarían por ello - eso puede ser verdad - ... Y finalmente, tienes a un chico que te quiere.

- Pero no me llama, y dijo que lo haría... - digo ignorando el resto de su discurso - Ya no quiere saber de mí, Megan...

- Joder Abi, ¿crees que si hubiese podido no te habría llamado ya? Por favor, deja de crearte esas paranoias y piensa razonablemente por una vez en tu vida... Ángel tiene problemas y deberías pensar que bastante tendrá ya, como para que también te pongas tú a causarle más...

Es probable que tenga toda la razón del mundo. Sus palabras me hacen reflexionar y pensar, que puede ser que no haya podido comunicarse conmigo y que no haya otro problema diferente, además del que ya tiene.

Mi móvil suena y al rebuscar en mi bolso para poder cogerlo, ambas leemos en la pantalla que el número no proviene de España.

- Hablando del rey de Roma... - dice Megan entrecerrando los ojos y levantando las cejas.

No me demoro más y justo en ese momento, contesto.

- ¿Ángel?

- ¡Abi!

La horrible y apagada cara que tengo, se me ilumina al escuchar su voz.

- Ángel... - repito - creí que había pasado algo y por eso no llamabas...

- No cariño - me calma con dulzura -, mañana será el juicio, si no hay ninguna complicación, en dos días estaré allí contigo. Te echo mucho de menos.

Escuchar su voz hace que me tiemble el cuerpo, y que diga además, que me echa de menos, me derrumba por completo.

- Yo también te echo de menos... - le digo cuando las lágrimas ya han brotado de mis ojos, y sé que notará mi desequilibrada voz.

- ¿Abi? ¿Qué te pasa? - sí, la ha notado.

- Mi abuela... Y no estás... - intento expresarme, pero las palabras se me entrecortan - Te necesito... 

- ¿Qué la ha pasado a Mimi?

- La están operando Ángel... Ahora mismo - ya no puedo intentar disimular mi llanto -, y no sé como está... No sé nada...

- ¿Pero que ha pasado? Cálmate, por favor...

- Megan y yo estábamos de vuelta a casa, acabábamos de verla... Pero hoy estaba peor... - intento hacerle un breve resumen de lo que ha pasado -, pero me han llamado y la han tenido que operar de urgencia... No lleva ni una hora en quirófano, todavía...

- Joder... - puedo oír como resopla a través del móvil - Vale, tranquila... Todo va a salir bien... Ya lo verás...

- ¿Y si no sale nada bien Ángel? 

- Va a salir bien, no pienses así... - se forma un pequeño silencio, antes de que continúe hablando - mira, mañana en cuanto el juicio termine, cogeré el primer vuelo que haya, estaré allí lo antes posible.

- ¡No! Tienes que hacer cosas allí, puedo esperar unos días... De verdad...

- Pero yo no. Te echo demasiado de menos y escucharte así me rompe el alma... Mañana regresaré cuanto antes.

- De verdad que no hace falta...

- Mañana iré al hospital en cuanto aterrice, - dice ignorando mi insistencia -, si consigo una cabina, te llamaré antes, ¿vale?

- Vale...

- Todo saldrá bien, lo prometo. Mañana nos vemos. ¿vale?, te quiero, no olvides eso.

Antes de que cuelgue, me doy cuenta de que mis lágrimas son agridulces. Y una fugaz chispa de esperanza con él, se ha abierto en mi interior, haciendo resucitar más aún, unos sentimientos que estaban guardados en lo más profundo del "cajón de lo olvidado". Esta clase de cosas hacen que me de cuenta, de que el amor no está perdido del todo en el mundo. Existe. Y hay momentos, en los que se demuestra ese amor, como ahora.

- Ángel - digo.

- Dime, cariño.

- Gracias.

- No tienes que agradecerme nada... En todo caso, gracias a ti.

- ¿A mí? ¿Por qué?

- Por haberme dado la oportunidad de intentar que esto funcione. Por tu paciencia conmigo, y por tu apoyo en todos los problemas que arrastro de mi pasado imborrable... Sé que a veces soy algo misterioso, pero intentaré que todo salga bien.

Sonrío para mis adentros. Ha conseguido con sus palabras que mi pesimismo desaparezca un poquito. Hablar con él, me ha ayudado, me ha ayudado mucho.

- Ángel - vuelvo a llamarle.

No contesta. Pero sé que está esperando a que yo hable y le diga lo que tengo en mente para decirle.

- Yo también te quiero. - Consigo decir

Y por fin, las palabras que más he temido decir durante este tiempo, salen de mi boca sin apenas poder controlarlas. 

Pero tampoco quiero controlarlas, porque es justo lo que quería decirle.

Le quiero.

Pasados unos minutos, estando a la espera de su respuesta, me doy cuenta de que mi móvil se ha quedado sin batería, y no sé si ha podido escuchar mi declaración, o no. ¡Joder! 

Miro a Megan para preguntarla si tiene un cargador, porque he dejado el mío en casa. Pero está hablando por teléfono y prefiero esperar a que termine para no interrumpirla.

- Abi, toma. - Dice alargando la mano para darme su móvil.

- Mario quiere hablar contigo.

¿Mario? ¿La llama a ella, para hablar conmigo? 

Puedo deducir por la expresión de mi amiga, que lo que tiene que decirme le corre demasiada prisa. Pero... ¿qué quiere ahora?

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