MARZO -20-

Megan intenta acercarse a Marco con un movimiento lento, pero él se aparta deprisa retrocediendo de su posición, y mi amiga frena en seco.

-Marco... Por favor... - Dice ella tras el falso intento de acercamiento.

Pero Marco no reacciona, no dice nada, ni siquiera se molesta en contestarla ni en pedirla una simple explicación.

- Puedo explicarlo... - intenta de nuevo, con la esperanza de que reaccione de alguna forma.

Pero no hay excusa. Lo que ha pasado es obvio y no creo que Marco acepte unas simples disculpas.

La cara de ella comienza a ser un poema. Está completamente blanca desde que le ha visto y por su estado, diría que aunque quiere llorar, no es capaz de hacerlo.

Él la sigue mirando con expresión de rabia, tristeza y asco, es un poco confuso determinarlo, pero diría que una mezcla de todo. Y la expresión de ella es desconcertada, esa si puedo descifrarla.

- ¡Habla por favor!

- Marco... Creo que deberías sentarte... Así podréis hablar más tranquilos - intervengo para intentar ayudar en esta horrible situación.

Pero no me contesta ni mueve la cabeza para mirarme. Nada. Es como una estatua atornillada al suelo de parqué. La tensión que se respira en el ambiente, se puede oler a kilómetros de distancia, y esto puede acabar de muchas formas, pero no se me ocurre ninguna buena.

- ¡¡Dime algo!!

Después del sonoro grito de Megan, al fin, parece que Marco cambia su expresión y de una vez por todas, se lanza para decir:

- Se acabó.

- ¿Se acabó? ¿Se acabó el qué? ¡Déjame explicarte antes de acabar con nada! - suplica ella desesperadamente.

- Ahora mismo, lo que menos me apetece es hablar contigo. No quiero escuchar más tus mentiras -acusa Marco sin poder apenas mantener la mirada fija en su novia - , desaparece de mi vista, por favor.

- Marco... Yo...

- Vete, por favor... - Sus palabras con cortantes y la forma de decirlas me hiere hasta a mí - , si no te vas, me iré yo.

No sé que será lo que se les esté pasando en la cabeza a cada uno de los dos en este momento, pero puede ver como Megan está completamente destrozada, lo noto en sus facciones, no sabe que hacer. Está en un estado indefinible. 

- No... Me iré yo... Yo soy la culpable y yo me voy... - y después de haber estado sin hacer ningún movimiento durante toda la terrible escena, desaparece del salón.

- Marco, ¿estás bien? - me dirijo a él cuando mi amiga ya no está presente, tocándole la espalda despacio, con miedo a su reacción.

- No... ¿Y cómo quieres que esté Abi? - Se sienta en el suelo apoyándose en la pared, suspirando a la vez que intenta contener sus lágrimas - Esto es... Lo que menos podría esperarme... Una vida se está formando dentro de ella, y debería ser mi hijo, pero... ¿y si no lo es? - mira hacia la ventana que hay al fondo del salón apretando los labios con fuerza - esto es demasiado, es superior a mi, ¡joder...!

Marco termina derrumbándose, siéndole imposible seguir conteniendo las lágrimas por más tiempo, y rompe a llorar. Está hecho pedazos, y le entiendo. Es la víctima de un juego sucio, en el que ha salido perdiendo. Ella es mi amiga, pero este chico, no se merece pasar por esto.

- Venga, tranquilo... Todo saldrá bien... - intento tranquilizarle.

- ¡Nada puede salir bien de esto! Me ha tratado como a una basura... Me ha utilizado... ¿Para qué? Para acostarse con otro mientras yo hacía el imbécil creyéndome sus cuentos de... 

Deja de hablar al percatarse de la presencia de Megan, que entra de nuevo en el salón, soltando la bolsa que contiene sus cosas en el suelo, y arrodillándose para acercarse a Marco, llorando igual que él.

- Por favor Marco... Lo siento... Perdóname... No quería que esto pasara... 

Se aparta de ella, levantándose con firmeza y sin contestarla. Ella sigue en el suelo de rodillas y mirándole entre lágrimas. 

- Vete Megan. Necesito que te vayas.

No dicen nada más. Megan agarra de nuevo su bolsa y se la cuelga sobre el hombro. Le mira una vez más, pero no obtiene el mismo gesto por parte de él. Sale por la puerta para esperarme, con paso lento. Sé que no quiere irse y dejarle así, pero debe hacerlo, necesita espacio para poder pensar tranquilo.

- Cuídate Marco. - le digo y el me da un beso en la mejilla para despedirse de mí.

Cuando salimos del bloque de Megan, sin haber dejado de llorar durante el corto trayecto, se sienta en un banco que hay en un pequeño parque frente a sus pisos, colocando los codos sobre las rodillas y hundiendo la cara en sus manos.

- ¿Qué voy a hacer ahora? ¿A dónde voy a ir Abi?

- Puedes venir a mi casa, sabes que aunque esta vez no esté de tu parte, puedes contar conmigo para lo que necesites.

Levanta la cabeza para mirarme e inmediatamente me da un abrazo a modo de agradecimiento. Sé que necesita apoyo, y la arropo con mis brazos para apretarla fuerte.

- Gracias - me dice casi en un susurro - , y perdóname por lo de antes...

- Tranquila, las amigas también discuten a veces, ¿no? - asiente con la cabeza mientras se separa de mí - , venga vamos, será mejor que volvamos a casa.

- ¿Podemos dar antes un paseo? Lo necesito...

- Claro.

A decir verdad, no me apetece estar más tiempo aquí, ni pasear por este parque. Quiero volver a casa, el espectáculo de hoy ha llegado a su fin, y yo necesito descansar. Pero haré un esfuerzo con tal de conseguir que se relaje un poco.

Caminamos por los senderos del parque mientras Megan observa a todos los niños que se la cruzan en el camino. Pero cuando ve a una chica bastante joven, rubia y de ojos azules, probablemente de nuestra edad, con un carrito, no puede evitar acercarse para ver al recién nacido. Su instinto maternal sale a la superficie.

- Que bonito es... ¿Cómo se llama? - dice dirigiéndose a la madre del bebé.

- Marco. - Contesta ella con una gran sonrisa de orgullo en sus labios.

A Megan se la cae el alma a los pies y de nuevo empieza a llorar desconsoladamente, haciendo que la madre del niño, desaparezca de nuestra vista asustada por la reacción de la loca que tengo al lado. De todos los nombres que existen en el mundo, ¿justo el bebé en el que se ha fijado tenía que llamarse Marco? Parece una broma del destino. Menuda casualidad.

- Vale. Ya está. Ahora si que volvemos a casa. - Ordeno.

Esta vez asiente, sin poner objeciones a ello. Y por fin nos vamos a casa.

Una vez que Megan se ha metido en la cama, estando más calmada que hace unas horas, al fin tengo unos momentos de paz, en los que salgo de sus problemas, para centrarme en los míos. 

Lo primero que por mi mente pasa, es Mario, lo mucho que le odio, y las ganas que tengo de olvidarle. Pero el recuerdo de mi tormentoso ex-novio se esfuma enseguida, para centrarme en la preocupación que tengo por Ángel. Aunque aún estoy dolida y enfadada en secreto por aquellas llamadas y ese mensaje amenazante y misterioso, que descubrí en Roma, no puedo negarme a mí misma, que tengo demasiadas ganas de verle, o de saber algo sobre él. Me gustaría que lo nuestro continuara forjándose hasta conseguir la estabilidad que ambos queremos. Pero me temo que primero necesitamos aclarar muchas cuestiones que impiden eso, y que hacen que tema por como será el resultado después de blanquear tanto misterio.

Busco mi móvil para revisarlo. Después de todo este jaleo, había olvidado que tengo vida propia, y que mirar el teléfono no viene mal de vez en cuando para comunicarte con el mundo.

Tengo bastantes llamadas perdidas. Cuando miro el número, me doy cuenta de que no es el prefijo de España.

Pongo el número en google para encontrar de que país viene, y el buscador me confirma que es de una cabina telefónica de Londres. 

¡Ángel! Estoy segura de que es él, ¿quién iba a ser si no? Joder, he recibido un montón de llamadas que provienen de Londres y no he descolgado, ¿cómo puedo ser tan imbécil? Ahora no puedo contactar con él, porque ha llamado desde una cabina, ¡ahí no puedo llamarle!

Suelto el móvil a mi lado, y pienso como poder hablar con él. Doy mil vueltas a cientos de pensamientos buscando una forma coherente y racional de ponerme en contacto con Ángel, pero nada. No se me ocurre nada. 

Entonces, mientras me toco las sienes con desesperación, para buscar la forma exacta de hablar con él, algo vibra a mi lado. El corazón se me acelera mientras miro la diminuta pantalla del móvil que se ilumina, y tiene en ella el mismo número que me ha llamado. 

¿Será él?

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