MARZO -17-
Hubo un tiempo, en el que no tenía preocupaciones. Donde todo era maravilloso y lo más importante era jugar, correr y saltar. Donde la inocencia y los sueños nos llenaban de alegría y, la tristeza pasaba en segundos.
Aquel tiempo.
Un tiempo pasado, que nos lo robó el reloj, haciendo pasar las horas sin dejarnos apenas pestañear para disfrutar de él.
Crecemos sin darnos cuenta, la vida se nos agota y probablemente, no supimos aprovechar bien esos instantes mágicos rebosantes de dulzura.
Ojalá existiese algo para viajar en el tiempo, para vivir más intensamente aquellos momentos del pasado, ese sería mi mayor deseo. Retroceder hasta volver a esos años, en los que una vez, fui tan feliz.
Daría millones por ello.
Sin embargo, aquí estoy. Sin poder volver al pasado. Cometiendo nuevos errores día tras día. Sobrellevando la vida e intentando encontrar mi lugar en este imperfecto mundo, a pesar de todo lo que se me viene encima, con la esperanza de que después de la tempestad venga a mí la calma.
Son las 16:36 de un jueves a finales de marzo y he recibido demasiadas llamadas, pero ninguna de la persona que yo esperaba. Ángel desapareció y no hay ni una sola señal de él. Me ahoga la incertidumbre de no saber donde está, ni que es lo que ha pasado, pero hoy, después de días y días sin salir de casa, he cruzado la puerta y la luz del sol por fin me ha dado en la cara.
Necesitaba más soledad de la que mi casa podía darme. Y la he conseguido, en el único lugar donde creo que nadie podrá encontrarme hoy, porque pocos saben que podría estar en él. Un lugar escondido, en un puerto de montaña, a casi hora y media de Madrid. Un lugar silencioso y perfecto para poder pensar con la mayor claridad posible.
Mi padre me solía traer aquí cuando era niña. Y aunque era demasiado pequeña, veníamos todas las semanas, le encantaba pasear por aquí y me decía que este era su lugar secreto.
- ¿Te lo estás pasando bien Abi? - dice Papá con la cara feliz y yo asiento moviendo la cabeza con exageración de arriba abajo. - ¿Te gusta esto verdad?
Papá miraba a lo lejos y yo no sabía bien hacia donde, pero le imitaba y sonreía igual que lo hacía él.
- ¡Si! - contesté.
- Cuando seas mayor y no te sientas bien, aquí olvidarás cualquier preocupación que tengas.
Nos sentamos en unas rocas grandes y asentí sin saber muy bien a que se refería con eso, pero seguro que tiene razón, mi padre siempre tiene razón.
Hoy, intento hacer lo que mi padre me dijo aquel día, intentar olvidarme de todo.
Cierro los ojos, respiro hondo y dejo que mis fosas nasales se llenen de aire frío y limpio, mientas mi mirada se centra en observar la nada mientras que de fondo, puedo escuchar el agua que corre por un arroyo cercano.
No sé que hacer, he llegado al límite total de mis aguantes, no creo que pueda soportar ni una decepción más.
Me arrodillo sobre la hierba húmeda que cubre el suelo, dejando caer el peso de mi cuerpo por completo sobre mis piernas. Y en poco rato, de nuevo, como todos estos días que han pasado, empiezo a llorar, dejando que la cara se me cubra de lágrimas de dolor. Tengo demasiadas ganas de gritar.
Y lo hago. Grito.
Pero en un intento fallido por desahogarme, algo me interrumpe, abrazándome por la espalda, haciendo que el corazón me de un vuelco.
Al girar un poco la cabeza, puedo ver como el cuerpo de Mario está pegado al mío. No me suelta y yo no me opongo a ello, continuando mi ahogado llanto mientras estoy en sus brazos.
- Tranquilízate Abi...
Pero no puedo tranquilizarme, ni siquiera siento un poco de vergüenza de que él esté presenciando este momento tan agónico, en el que por supuesto, ha participado aportando su granito de arena. Estoy así también por su culpa.
- Vete. - ordeno limpiándome las lágrimas y separándome de él, cuando por fin he tomado las riendas de mi mente.
- No puedo dejarte sola así...
Por desgracia, él era de las pocas personas que sabía de este lugar, yo se lo enseñé y ahora me arrepiento, pero no habría imaginado que sería capaz de venir aquí a buscarme.
- Vete. - Vuelvo a decirle - No tenías derecho de venir.
- Lo sé... No tenía derecho ni de venir, ni de invadir tu espacio de esta forma. Pero no contestabas mis llamadas, nadie sabía de ti... Y hoy estuve en tu casa, no estabas... ¡Estaba demasiado preocupado por ti!
No le contesto y miro hacia otro lado. ¿Preocupado ahora? ¿En serio? Creo que su estado hace un mes, era de todo, menos un sinónimo de preocupación. ¿Ahora siente remordimientos? Las cosas se piensan antes de hacerlas y más aún, cuando juegas con los sentimientos de alguien.
El silencio es roto por una carcajada que sale de mi interior, llenando todo el bosque con su eco mientras Mario me observa perplejo.
- ¿En serio? ¿Crees que ahora me puedo tragar que estabas preocupado por mí? Venga, por favor, eso es algo que viniendo de ti, no puedo creerlo.
- Joder... ¿Ahora vamos a empezar con indirectas?
- ¿Indirectas? Oh, no, claro que no. ¡Te lo estoy diciendo muy directamente! - grito con furia. - Ya te puedes ir. Siento que tu visita haya sido tan corta, pero lárgate ya.
- No voy a dejar que te quedes aquí, lo sabes, ¿no?
- Contigo no iré a ninguna parte.
- ¡Perdóname!
Creí que ya no podría sorprenderme nada, pero que de su boca saliese una súplica de perdón, me sorprendía de veras. Pero ya he aceptado demasiadas disculpas de parte de Ángel y, no quiero aceptarlas también aunque esta vez provengan de Mario.
- No. - digo a la vez que me levanto del suelo y empiezo a andar para volver a mi coche y perderle de vista.
- ¡Joder! ¡Pero escúchame al menos Abi! No puedes dejar que esto pase por un pequeño error...
- Creo que tenemos formas distintas de ver lo que es un pequeño error - digo sin detenerme - Si fuese un pequeño error, seguro que te lo habría perdonado. Pero no lo es, ¡lo tuyo fue un gran error!
- Venga no exageres Abi, en serio te digo que estoy arrepentido.
- Te creo, te creo.
- ¿Qué es lo que tengo que hacer para que me creas? - insiste.
- No te creería ni aunque fueses el único hombre del mundo.
Quiero deshacerme de su presencia cuanto antes y, acelero el paso para hacerlo, con la esperanza de perderle en el camino de vuelta.
- ¡No hace falta que corras! - oigo que dice a lo lejos, aún siguiéndome.
Ahora es él quien acelera el paso y en un instante está de nuevo a mi lado intentando retenerme.
Se coloca frente a mí y no tengo más remedio que pararme en seco.
- ¡¿Me vas a escuchar de una vez?!
- No, claro que no. - le digo apartando la mirada de él. Esta situación es muy incómoda.
Me sujeta cogiéndome por las muñecas con desesperación y me mira tan intensamente que parece que de sus ojos va a salir lava ardiendo. Me aprieta cada vez más fuerte y estoy tan intimidada, que siento miedo de él. No sé que es lo que pretende ni tampoco de lo que es capaz.
Pero lo único que dice es:
- Aún te sigo queriendo. - Y me suelta.
Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top