MARZO -16-

El vuelo de vuelta a casa se me hace corto. Es solo una hora y poco, pero decidí dormir o hacerme la dormida durante el camino para evitar hablar con Ángel y parece que me ha salido bien, porque hasta ahora que acabamos de aterrizar, no hemos cruzado palabra. Ha sido un completo alivio.

- Bella durmiente - me agita un poco el hombro para intentar despertarme, aunque ya estoy despierta en secreto - acabamos de aterrizar.

Abro los ojos y los froto con las manos, después de haberlos tenido cerrados todo el trayecto y, me quito el cinturón de seguridad. Nos ponemos en pié y cogemos la maleta de un compartimento que está justo encima de nuestros asientos, que por las dimensiones, cuentan como equipaje de mano y no tuvimos que facturarlas.

Salir del avión es horroroso. Se forma una aglomeración de gente que te empuja y no te deja espacio, y eso es algo que odio. Y claro, salir del aeropuerto también nos lleva un rato, aunque los pasillos son anchos, hay demasiadas personas en ellos y, el recorrido de vuelta al coche es incluso más largo que el viaje.

- ¿Me dejas en el centro?

- ¿no vienes a casa a comer? - pregunta extrañado.

- La he dicho a Megan que comería con ella, tiene cosas que contarme.

Asiente con la cabeza y arranca. Por supuesto, el tráfico es demasiado lento y mi paciencia de tanto esperar se agota poco a poco. Aterrizamos a las 12:00 y han pasado ya casi 3 horas desde entonces.

He avisado a Megan de que comería con ella. El centro se cierra a las 15:00 hoy sábado, por lo que supongo, me estará esperando ya.

Al cabo de unos veinte minutos, hemos llegado a la puerta, donde Ángel aparca en doble fila y le doy un beso fugaz en los labios antes de bajarme y entrar en el centro. 

Allí, me encuentro a Megan terminando de barrer el suelo y Mari supongo, que ya se ha ido.

- ¡Hola, hola! - exclamo con una sonrisa radiante para que me vea al cerrar la puerta.

Suelta inmediatamente el cepillo al verme y se cae al suelo. Corre hacia a mi dándome un abrazo y a la vez, empezando a llorar como una loca.

- ¡No sabes lo que te he echado de menos!

- ¡Solo han sido cuatro días! - me observa de reojo y por fin me suelta.

- Cuatro días sin verte es una eternidad y lo sabes.

- Eres una exagerada, eso también lo sé.

- ¡Exagerada dice! Tengo el mayor de los problemas - dice señalando su tripa con los dedos - ¡y lo tienes que resolver como sea!

- Ya, claro... - como si fuese tan fácil encontrar una solución...

La ayudo a recoger lo que queda en el centro y con la llave echada para que no entre nadie, nos quedamos hablando.

Hago un breve resumen de mi estancia en Roma, la cuento lo que ha pasado con Ángel, la vuelta repentina y sin noticias (por ahora) de Mario... En fin, la pongo al día. 

- Bueno, ¡cuéntame tú! - exclamo - Creo no tengo nada más que contarte, te toca.

- Mmm, primero, tu abuela está como una rosa - se ríe por primera vez desde que he entrado aquí - , tan adorable como siempre. Mañana la dan los resultados.

Me apunto mentalmente y como prioridad, que tengo que ir al hospital a visitar a mi abuela más tarde y ver por mi misma, que tal está avanzando. Con todo el rebullicio, no me he acordado a penas de ella.

-¿La has visto mejor?

- Como te digo, ¡fresca como una rosa!

- Eso espero... A ver, dime, ¿qué más?

- Toca la peor parte, que ya la sabes... ¿Qué hago Abi? - Su voz es ahora más aguda y noto que está llena de tristeza y confusión.

- ¿Se lo has dicho a alguno de los dos?

- ¡No! ¡Claro que no! Solo tú lo sabes...

- ¿Sabes que cuando menos te lo esperes, la tripa empezará a crecerte, verdad?

- Sí. Pero si se enteran... No sabré más de ninguno de los dos Abi...

- Si hubieses estado tranquilita con Marco, el bebé sería suyo y...

- ¡Calla, calla! - dice sin dejarme terminar la frase y gritando - ¡lo sé perfectamente, no hacía falta que vinieses tú a decírmelo!

Sé que está nerviosa y también más asustada de lo que ha estado nunca en su vida, por eso, paso por alto el tono con el que me ha hablado  y me acerco a ella para darla un abrazo y secarla las lágrimas que de nuevo caen de sus ojos. Entonces, con toda la ternura del mundo y con el tono más convincente que soy capaz de poner, la digo:

- Te prometo que solucionaremos esto. 

No sé como lo haremos, pero es mi mejor amiga y no quiero verla así. Lo más importante ahora es darla mi apoyo y que vea que no está sola en esto. Y tengo que pensar algo pronto, porque esto no se podrá alargar mucho más.

Salimos después de nuestra larga charla. Más que la hora de comer, ya es hora de merendar y estoy muerta de hambre. Bajamos el cierre y después de discutir sobre dónde ir a comer algo, decidimos ir a un bar que está bastante bien y ya hemos ido otras veces. Queda solo a dos calles de aquí.

Pero al cruzar hasta el otro lado de la calle, el "indeseable número uno" de mi lista de personas que más odio en todo el universo, choca prácticamente con nosotras, quedando nuestros rostros frente a frente.

- Abi... - Susurra.

- ¡¿Qué coño haces tú aquí?!

Mario nos mira a las dos, con la misma perplejidad que nosotras a él. Quiero que desaparezca de mi vista antes de que pierda el control sobre mí misma y le mate aquí mismo.

- ¡Necesito hablar contigo!

- ¡Desaparece de mi vista! - aprieto los puños con fuerza para intentar contener mi rabia en ellos.

- ¡Escúchame! ¡Tengo algo importante que decirte!

- ¡No quiero escuchar tus mentiras! ¡Vete! ¡Vete! ¡Vete!

- Te lo digo en serio Abi, ¡tengo algo muy importante que decirte! Escúchame primero, después me iré, ¡te lo juro!

Intento apartarme de él y seguir mi camino sin darle importancia a pesa de las ganas que tengo de empujarle contra el suelo y no dejar vida en su cuerpo.

Pero vuelve a ponerse frente a mí y le miro con toda la furia que cabe en una persona.

- Venga, ¡ya!, ¡ya vale, joder! - Megan se interpone entre nosotros intentando hacer de mediadora.

Vuelvo a huir de él esta vez más deprisa, pero por segunda vez consecutiva, logra alcanzarme y ponerse delante de mí. Esta vez, me pone ambas manos sobre los hombros para retenerme y, eso hace que mis nervios hayan llegado a su límite.

- Apártate de mí y quítame tus sucias manos de encima. - digo lo más serena posible.

Pero no lo hace. Y ya no puedo aguantar más. Entonces, un arrebato de ira empieza a correr por mis venas, no soy capaz de contenerme ni un segundo más y, mi mano actúa contra mi voluntad estallando fuertemente sobre la cara de Mario.

Le he pegado. Sí, lo he hecho.

Cojo a Megan de una mano y la arrastro conmigo para poder alejarnos por fin de Mario, que ya no intenta volver a retenerme.

- Vámonos a casa, por favor. - la suplico - Hacemos algo de comer allí. - Megan asiente y no pone impedimento a ir a mi casa.

No digo nada durante el recorrido de vuelta a casa y mi amiga no ha dicho nada al respecto, se ha limitado a conducir su coche sin abrir la boca y se lo agradezco de veras. Ha entendido perfectamente que lo que más necesito en este momento, es silencio para poder procesar lo ocurrido. 

Ahora me arrepiento de no haber escuchado lo que fuese que tenía que decirme Mario. ¿Y si era algo importante? No, nada importante tiene que decirme, ¿o sí?.

- ¿Estás bien? - dice cuando por fin estamos ya en casa. 

- Sí, sí... - Miento - Iré a avisar a Ángel de que ya estoy aquí, no quiero que se preocupe.

Decido hacer tiempo bajando por las escaleras para poder estar un poco a solas.

Ángel no se merece que le de explicaciones de si he vuelto o no, él desde luego, no me las da a mí. Pero a diferencia de él, aunque diga que me quiere y yo no sepa lo que siento, yo me preocupo de nuestra relación y no pienso ocultarle nada y quiero que sepa lo que ha pasado con Mario.

Llamo al timbre.

Pero nadie abre la puerta. Y después de varios intentos, la respuesta es un silencio descomunal. Quizá haya salido de casa, pero me lo habría dicho, ¿verdad?.

Insisto una vez más, pero sigue sin abrir. Entonces recuerdo, que la noche antes de irnos de viaje, me dio una copia de sus llaves y deberían estar en mi bolso. Rebusco en su interior y las encuentro. Abro la puerta lo más rápido posible y entro ansiosa.

Le busco por toda la casa, abriendo las puertas de cada habitáculo de ella, pero no hay rastro de Ángel. ¿Dónde se habrá metido?

Saco el móvil mirando si tengo alguna llamada perdida suya y no la he oído, pero no hay nada. Marco su número con impaciencia, pero tampoco responde a él. Entonces, el peor de los pensamientos se posiciona en mi cabeza. 

¿Se habrá ido? ¿Se ha vuelto a marchar y me ha dejado, otra vez?

Voy hasta su habitación y me dirijo hacia el armario armario donde guarda toda su ropa y, lo abro. 

La respuesta la tengo delante de mis ojos. La ropa no está. Se ha ido. 

Estoy completamente desconcertada. Ahora más aún que hasta hace un rato. No puedo creer que otra vez esté pasando. Es como volver a la pesadilla que sufrí años atrás, cuando me dejó tirada por esa infeliz. Y otra vez ha vuelto a hacerlo, sin ninguna explicación. He sido su juguete y como una imbécil he creído en sus mil mentiras, para que ahora huya como un cobarde. 

La cabeza me da vueltas, es como si una bomba llena de un cúmulo excesivo de cosas, estallase dentro de ella. No puedo dar crédito a lo que me está pasando y, mucho menos, puedo imaginarme el motivo de porqué.

No lo soporto más y miles de lágrimas descienden de mis ojos cayendo sin parar. 

Salgo corriendo para volver a casa a toda prisa sin dejar de llorar, tropezando varias veces por las escaleras. Pero no me importa y continúo, hasta llegar a casa, donde abro la puerta con fuerza, haciendo que golpeé contra la pared y Megan corra asustada hasta mí.

- ¡Abi! ¡¿Qué te pasa?! - pero no puedo articular palabra, la ansiedad se ha apoderado de mi cuerpo - ¡háblame Abi! ¡Dime algo! 

Megan me apoya contra su pecho para calmarme esperando que la diga una respuesta, pero mi respiración agitada y mis pulsaciones a mil por hora, no me lo permiten.

- ¡Se ha ido! ¡Ángel se ha ido! - Digo al fin.







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