Arriesgar. Esa es la cuestión que siempre ronda la cabeza de cada persona que habita el mundo cuando hay que dar un paso tan importante que puede cambiarte la vida. Un paso donde te lo juegas todo, pero que hay que darlo completamente a ciegas sin saber que pasará mañana, o dentro de una semana, o en años. Por que sin arriesgar, todo lo que nos rodea no valdría la pena y nunca ganaríamos lo que con tanta ansia deseamos.

En ocasiones las cosas más insignificantes son las que pueden llegar a arruinarnos la vida.

¿Por qué? 

Pues por qué, es justo lo que me he preguntado a lo largo del tiempo miles de veces. Y nunca he obtenido respuesta. Solo he encontrado nuevos problemas que, insignificantes o no, me han hecho preguntarme otra vez, por qué. Por qué a mi, sí.

Hace unos meses, con la llegada y reaparición de Ángel, mi mundo dio un giro inesperado de 180°, o más. Cuando creí que me había estabilizado al fin y que los fantasmas del pasado habían dejado de perseguirme, todo cambió. Mis sentimientos se revolucionaron y una nueva llama despertó dentro de mi, sumiéndome de nuevo, en un bucle de un montón de problemas que cada día se han ido agravando más. 

Ahora, después de haber tomado ciertas decisiones que cambiarían mi vida de nuevo y que yo misma creía que por fin todo iría bien y estaba andando por el camino correcto, lo que no imaginaba, es que todo volvería a cambiar, pero no de forma positiva, si no todo lo contrario. 

Estaba a punto de vivir quizá, los momentos más intensos y fatídicos de toda mi vida.