ABRIL -39-
- ¿Estás más tranquila? - me dice Ángel cuando ya estamos en su casa.
Asiento con la cabeza y me siento en el sofá sin decir nada.
- ¿Quieres una tila o un vaso de agua?
- Un vaso de agua, por favor.
Desaparece para meterse en la cocina y suspiro apoyándome sobre el respaldo.
Me he calmado bastante, pero presiento que los días que vienen no serán nada buenos para mí. Sé que me pasaré día y noche comiéndome la cabeza sin parar, pensando que hacer y que no hacer con Megan, en que será lo que tienen planeado y en como acabará todo esto. Al parecer, era poco lo que de por sí me pasaba las noches en vela pensando en Ángel, que ha tenido que añadirse involuntariamente, un cargo más de conciencia.
Unos segundos más tarde, Ángel vuelve con mi vaso de agua en la mano.
- Toma.
Lo cojo y bebo ansiosa. Tenía mucha sed.
- Gracias. - Digo dejándolo sobre la mesa casi vacío.
Me mira apretando los labios, con la misma cara de preocupación que ha puesto al verme y se sienta a mi lado para rodearme con el brazo.
Es increíble la tranquilidad que me transmite este hombre y la seguridad que me aporta.
- ¿Seguro que estás mejor?
- Sí, sí... Estoy mucho más tranquila - contesto inclinándome sobre su hombro - . Gracias por venir a buscarme.
- Sabes que estoy para todo lo que necesites, y mucho más cuando no estás bien.
Pongo una sonrisa casi fingida porque mi estado de ánimo no me permite que sea del todo real, aunque me gustaría.
- ¿Y qué es lo que ha pasado? - me pregunta.
- ¿Te acuerdas que te comenté que Megan estaba muy rara conmigo? Que pasa de todo y tal...
- Sí, me acuerdo.
- Pues esta mañana discutimos porque cuando me he despertado, estaba todo hecho un desastre y no me he callado esta vez. - Hago una pequeña pausa para tomar aire y continúo: - La escuché hablando por teléfono quedando con alguien, y salió de casa poco antes que yo.
- ¿A dónde iba?
- No tenía ni idea... Hasta que bajé y al abrir la puerta la escuché hablar. A ella, a Mario y a su querida novia nueva.
- ¿Ana?
- Sí. - Afirmo. - Me quedé escondida en el portal y no pude evitar escuchar lo que hablaban, aunque no saqué nada en claro...
- ¿Y qué? ¿Qué es lo que escuchaste? - dice un poco nervioso.
- Hablaban de mi - sentencio. Y mi voz casi se quiebra otra vez, pero aguanto el dolor que siento al recordarlo mientras hablo. - De algo que iban a hacerme, algo planeado entre los tres... No sé a que se referían, ya te digo que no he sacado nada en claro... Excepto que la que yo creía mi mejor amiga, no lo es. Y eso me hace demasiado daño, no me lo esperaba para nada... Me ha pillado por sorpresa.
Sin contestar, se limita a tocarse la frente entrecerrando los ojos con preocupación.
- Ah, y otra cosa... - Añado.
- ¿Hay algo más?
- Sí... Megan les dió algo... No sé el que, pero les dio algo que estaba relacionado conmigo...
- ¿El qué? ¡¿Qué les dio?! - Pregunta alzando la voz un poco y nervioso.
- Que no lo sé te he dicho... ¡No les he visto, ni a ellos ni tampoco a lo que sea que les estuviese dando!
- ¿No dijeron nada más? - Dice calmando su tono de voz.
- Me parece que no. Solo sé que quieren hacerme algo... O hacernos... No lo sé. Pero lo que tienen planeado no es nada bueno.
- Ya. Me imagino.
Se separa un poco de mí y entrelaza los dedos colocando las manos sobre sus rodillas y con la mirada perdida, fija la vista en la pared, pensativo. No dice nada durante varios y minutos y permanece en la misma posición sin moverse mientras yo le observo.
- ¿Te apetece comer algo? - Reacciona al fin.
- No, no tengo nada de hambre.
- ¿Y beber?
- No, tampoco. Solo agua.
- Venga, tengo té de frutos rojos... - Me dice para que caiga en la tentación, ofreciéndome mi bebida favorita.
- Eso... No puedo evitar aceptarlo.
- Pues... ¡Marchando un té de frutos rojos para la más bonita del planeta! - Exclama juguetón con intención de levantarme el ánimo.
Sus palabras me gustan. Hacen que un cosquilleo placentero recorra mi cuerpo a oírle decir cosas así. Pero solo me limito a reír, sin reaccionar con algo más allá de una simple y tierna sonrisa, que se que capta al momento, porque me la devuelve antes de ir a preparar mi té.
Poco más tarde, me trae una tacita caliente que desprende vapor y se cuela por mis fosas nasales. Huele de maravilla.
- Aquí lo tienes Abi.
- Gracias. - Contesto dándole un fugaz beso en la mejilla.
- ¿Has pensado ya algo sobre... Mi propuesta?
Me paro en seco y y me muerdo el labio inferior dejando la taza caliente sobre la mesa.
Ese es justamente el tema de conversación que quería evitar, pero en el fondo sabía que no tardaría mucho en sacarlo a relucir.
- No...Esto... Aún tengo dudas.
No le miro, pero puedo notar que el ambiente se queda helado cuando me escucha hablar.
- De acuerdo. Tranquila, no quiero presionarte. Pero entiende mi impaciencia...
- Ya, ya lo sé...
Sé que está incómodo y por supuesto que entiendo su impaciencia. Supongo que yo también estaría impaciente. De hecho, lo estoy solo de pensar en cual será mi respuesta cuando consiga decidirme.
Los pensamientos sobre que hacer al respecto, siguen atormentándome cada día que pasa. Y en verdad, no sé porqué, pero creo que explicarle como me siento sería una buena forma de desahogarme y hacer que él esté más tranquilo sabiendo que es lo que pienso y siento.
¿Quiero explicarle el complicado funcionamiento de mí misma? Sí. Creo que quiero.
Creo que lo necesito. Lo necesitamos los dos. Y la sinceridad es con lo que mejor sé jugar.
Entonces, me aventuro a hacerlo:
- ¿Sabes? En ocasiones creo que después de todo lo que hemos pasado y las veces que me has fallado, debería hacer caso a mi razón diciéndote que no me casaré contigo - explico casi de carrerilla, viendo como el semblante de sus ojos desprende algo de tristeza porque esto le pilla desprevenido. Pero me escucha sin interrumpir mi discurso - , sería el camino más facil, ¿no? Con el tiempo conseguiría olvidarte, no sería la primera vez... Y así no correría el riesgo de volver a sufrir por algo que tú me hagas, porque estoy harta de lamentarme y ahogarme en mis propias lágrimas - me mira arqueando las cejas. Mis palabras puede que le duelan, o no. Pero quiero ser sincera, y no hay término medio en ello - . Sin embargo... ¿Quién sabe si seremos felices juntos? Mi corazón me dice que te diga que sí, que nos demos la oportunidad de demostrarnos todo lo que somos capaces de amarnos y cuidarnos. De no tener secretos y vivir nuestra vida como ambos merecemos. De discutir por tonterías insignificantes y perdonar nuestros errores para poder aprender de ellos. De poder dormir juntos cada noche y darnos los buenos días todas las mañanas... Y un sin fin de cosas más. Porque sin arriesgar no sabré nunca si podría haber sido la mujer más feliz del mundo a tu lado. Y tener esa duda no me gustaría.
Me mira un poco confuso intentando procesar la información que le acabo de dar sobre mis pensamientos internos. Acabo de soltarle de sopetón, un breve resumen que no esperaba, sobre lo que pienso al respecto de su propuesta de matrimonio.
Sé que lo ha captado, y cuando al fin reacciona, me da un rápido pero fuerte abrazo y una media sonrisa se dibuja en su perfecta cara.
- Entonces... - Comienza a decir - Esto va de hacer caso a la razón o al corazón... ¿verdad?
Eso es justo lo que quería trasmitirle, y me ha entendido a la perfección.
- Exacto: razón o corazón.
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