ABRIL -37-

Al día siguiente, me levanté demasiado cansada. Tanto dar vueltas y vueltas para poder tomar una decisión, hizo que apenas pudiese pegar ojo y me produjo un dolor de cabeza terrible.

Aquel día, finalmente no vi a Ángel. Supe que si quedaba con él, mi decisión sería en consecuencia a nuestra forma de actuar el uno con el otro. Y eso no podía ser así, pues la respuesta tenía que pensarla en frío yo sola, y como él había dicho, tomándome mi tiempo. 

Por muchas ganas que tuve, los días sucesivos tampoco quedé con él. No le oculté el motivo, es más, le pareció lo más adecuado cuando le expliqué por teléfono mis razones y me volvió a repetir que me tomase el tiempo que fuese necesario para ello.

A mi abuela si que fui a visitarla todos los días, ya está en una habitación para ella sola y fuera de peligro. Hasta me quedé a dormir con ella después de insistir mucho para que me dejase pasar la noche allí. Es genial la forma en que evoluciona y el ánimo que tiene, y eso me hace estar algo más contenta. Dentro de mis desgracias, esto es la alegría más grande que he tenido. Mi abuela se está recuperando y pronto estará en casa retomando su vida normal.

Con Megan la tensión se podía palpar a larga distancia. Yo seguía molesta con ella, y no tenía la más mínima intención de ocultarlo. Supongo que la advertencia de Marco de que no debía fiarme de ella, influyó bastante en mi comportamiento, pero de eso no la mencioné nada, ni de la propuesta de matrimonio de Ángel, ni tampoco nada de Mari y Dan.

Hoy he decidido tomarme el día libre, para dedicármelo a mí misma.

He reservado una sesión de spa y masaje en un centro que Ángel me ha recomendado. Ha sido idea suya que vaya a relajarme y ha intentado pagármelo él y todo, pero no he accedido a eso. 

Me hubiese gustado que viniera conmigo, pero ha preferido no hacerlo alegando que es mejor que me dedique tiempo a mí y a mi bienestar, y así ayudar a mi mente a pensar de una forma clara, precisa y no precipitada.

Salgo de mi habitación aún con los ojos hinchados de dormir, dispuesta a hacerme el desayuno con buen humor para empezar bien el día.

Pero al llegar a la cocina mi ánimo se tuerce gracias a Megan. 

La encimera está llena de naranjas que ha utilizado para hacerse un zumo y ha dejado los restos tirados, el exprimidor sucio, desmontado y sin lavar, y para colmo, parece que se le ha derramado en el suelo, porque está pegajoso y ni se ha molestado en fregarlo. Seguro que la parte de la casa en la que se encuentre ahora está exactamente igual que la cocina, o peor aún.

- ¡¡Megan!! - Grito enfadada al ver el estropicio que ha formado.

- ¡¿Qué?! - Responde al instante, creo que desde el salón.

Voy casi corriendo, y me la encuentro en el salón tumbada con los pies en alto. 

Como me imaginaba, todo está hecho un desastre. La mantita tirada en el suelo al lado de un cojín, el vaso que ha usado para el zumo está vacío con una pajita tirada al lado y gotas pegajosas por toda la mesa, un plato al lado con migas alrededor, el bote de mermelada abierto y el cuchillo en el suelo, y una pila de papeles que coloqué ayer se han caído y ni los ha ordenado de nuevo. 

Ayer recogí todo lo que dejó por medio, y otra vez, a estas horas de la mañana, todo está igual. 

Estoy harta.

- ¿Qué es todo esto? 

- Ay que pesada... No seas cansina, luego lo recogeré. - Contesta acomodándose con completa indiferencia y aire pasota.

No me esperaba que la convivencia con ella sería tan difícil, ni que su comportamiento fuese el que está teniendo. Parece una niña de diez años. 

- ¿Que luego lo recogerás? Yo... ¡Alucino contigo! 

- ¿Que alucinas? Vamos a ver chica, que estás de mal humor como todos los días, págalo con otra, a mí déjame en paz.

- ¿Qué? Osea... Te dejo mi casa... Y te doy de comer... ¿Y me vas a decir que estoy de mal humor?

- Que vale, luego recojo todo esto. - Dice intentando poner fin a nuestra conversación. Pero ya no pienso callarme.

- Recogí ayer toda la basura que dejaste tirada... Y no solo ayer, sino el día de antes y el de antes y el de antes... ¡todos los putos días que llevas aquí! 

- ¿Y? Porque nunca me das tiempo para que lo haga yo... ¡Eres una maniática! - Me grita incorporándose y frunciendo el ceño.

- ¿Esto es normal? - pregunto cogiendo una camiseta sucia que está metida casi debajo del sofá. 

- La iba a quitar de ahí, no sé ni para que la coges. - Se levanta y me arrebata la camiseta de las manos con brusquedad.

- Joder Megan... ¡Es que no haces nada más que estorbar!

- ¿Que yo estorbo? - Se empieza a reír como una loca, cosa que me irrita.

- ¡¡Sí!!

- ¡Pues quizá es mejor que me largue de tu estúpida casa y así no tendré que ver tu estúpida cara, ni estar en tu estúpida compañía! 

- ¿Perdón?

- Ya estoy harta de aguantarte llorando por los rincones porque te toma el pelo todo el mundo como quieren y te crees que tu "príncipe azul llegará algún día" - contesta con ímpetu, haciendo comillas con los dedos para burlarse -, ¿no te das cuenta de que eres un poco idiota? 

No sé porque ha reaccionado así. Es cabezota y orgullosa cuando hace algo, pero desconozco la forma en la que me habla porque es fría y despreciable, y Megan nunca habla de ese modo.

Me hace daño lo que su boca escupe, pero no pienso dejar que quede por encima, cuando soy yo quién debería decirla cuatro cosas bien dichas a la muy desagradecida.

- ¿Y tú no te das cuenta de que eres una desagradecida? ¡No estás en la puta calle gracias a mí! ¡A mí! Y desde que estás aquí me haces la vida imposible, ¿Por qué? - Pregunto para ver si por suerte me da un motivo razonado que justifique su comportamiento. Pero no obtengo respuesta. - ¡Pues ya estoy harta, te lo juro!

- Y yo también estoy harta, ¡pero de ti!

- ¿De mí? Pues menos mal, porque de ti están hartas demasiadas personas, ¡manipuladora!

- ¿Manipuladora yo? - Vuelve a reírse pareciendo aún más loca que antes. 

- ¡Sí! ¿Y sabes qué? Mejor deja de extrañarte de que Dan pase de ti, porque yo misma le presenté a Mari. ¡Al menos ella no es tan rastrera como tú! - Suelto de sopetón sin darme cuenta.

- ¡¿Qué, qué?! - Grita enfurecida frunciendo el ceño aún más.

- ¡Lo que oyes! ¡A ver si así empiezas a saber lo que sienten las personas cuando tú las haces lo mismo!

Aprieta la mandíbula y por su mirada asesina, descifro que quiere matarme.

- Que te den. - Su calmada reacción me sorprende, creía que iba a tirarse directamente a mi, pero no lo hace.

Se marcha y entrecierra la puerta de su habitación, no se molesta ni en dar un sonoro portazo y no intento ir detrás de ella para continuar la discusión, ni tampoco para disculparme, porque no se lo merece.

Vuelvo a la cocina para empezar a recoger todo lo que ha dejado tirado. Y cuando termino de fregar, salgo de ella para dejar que los azulejos sequen. Daba asco pisar el pegajoso suelo.

Oigo a Megan hablar con alguien por teléfono mientras voy a mi habitación, y me pica la curiosidad por saber con quién. 

Me acerco todo lo que puedo sin hacer ruido y escucho.

- Sí, ya te lo he dicho... No, no quiero nada a cambio, con joder me basta... Sí, sí... Igual que el otro día...

¿Con quien habla? 

Por las pocas palabras que se escuchan, puedo descifrar que de nada bueno se trata.

- Vale, en media hora... Ahora nos vemos.

Sé que cuelga el teléfono porque al dejar de hablar, suena un pequeño golpe en señal de que lo ha dejado sobre la mesita de noche.

No sé que tendrá entre manos. Lo raro es que ha quedado con la persona que sea que habla tan extrañamente, en solo media hora. Bueno, tampoco me sorprende tanto, ya me espero cualquier cosa de cualquier persona.

Casi de puntillas para que no escuche que la estaba espiando, entro en mi habitación y cierro la puerta despacio.

Me pongo rápidamente un chándal y me hago una coleta alta para que no me moleste el pelo.

Desayuno y me siento en la mesa para tomarme mi té de frutos rojos y mi tostada. Enciendo la tele sin molestarme en cambiar de canal, porque solo quiero escuchar algo de ruido que haga callar el silencio que hay aquí instalado.

Oigo que Megan sale de su habitación y en segundos, la puerta se abre y se cierra anunciándome que se acaba de ir, a su "cita" con la persona que tenía al teléfono.

Pero no me importa. Voy a ignorar todo lo que haga hasta que su actitud cambie.

Recojo mi desayuno y hago lo mismo que Megan ha hecho hace quince minutos, me marcho.

Hoy bajo por las escaleras en lugar de en ascensor. La pelea con Megan no ha conseguido cambiar mi estado de ánimo. Bueno, ha conseguido irritarme durante una media hora, después me he recompuesto y mi buen humor ha reaparecido como por arte de magia.

No me cruzo con Ángel mientras bajo. Pero eso ya me lo suponía, creo que mi subconsciente me ha incitado a usar las escaleras para evitar encontronazos con nadie. Y eso he hecho.

Reviso el correo al llegar a los buzones. Pero al comprobar que sólo hay recibos y propaganda, vuelvo a meter las cartas dentro con la intención de cogerlas cuando regrese de mi sesión de spa. Cargar con ellas ahora sería una tontería.

- ¡Que sí! - oigo la voz de Megan y a continuación su risa nada más abrir la puerta.

¿Pero qué coño...?

No. No puede ser.

¿Que hacen ellos dos juntos? Mejor dicho, ellos tres.

Retrocedo hasta el portal cerciorándome de que no les ha dado tiempo a verme. 

Acabo de averiguar con quién hablaba por teléfono y con quién se ha atrevido a quedar aquí. En la puerta de mi propia casa.

Y no me lo puedo creer.




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