ABRIL -31-
A la mañana siguiente, me despierto al lado de Ángel.
He conseguido descansar mi cuerpo, pero mentalmente estoy tan agotada, que intento dormir más, y no soy capaz de ello. Doy vueltas en la cama repetidas veces, hasta que decido que lo mejor será levantarme de aquí.
Miro a Ángel. Sigue durmiendo sin percatarse de que llevo demasiado rato despierta.
Son solo las siete de la mañana, pero me he propuesto comenzar Abril con buen pie, para dejar atrás el desastroso mes anterior, y hoy, voy a ir a trabajar. Además conseguiré olvidar por unas horas el desastroso y bochornoso acontecimiento de ayer.
Me levanto procurando no hacer ruido, casi saliendo de puntillas para poder ir a hacerme el desayuno. Por el silencio y la tranquilidad que hay en el resto de la casa, estoy segura de que Megan también sigue durmiendo sin intención de levantarse hasta el medio día.
Después de haber desayunado, como siempre, un té de frutos rojos, y haber comido también un donuts que tenía Megan en la nevera, me dispongo a ir al baño para darme una ducha rápida antes de vestirme para ir a trabajar.
- ¿A dónde vas?
La voz aparece de sorpresa de la nada tras mi espalda y no me la esperaba, por lo que doy un respingo al oírla.
Ángel me ha asustado, pensaba que la única que había madrugado era yo, pero al parecer no.
- Me has asustado. - Digo cuando me he dado la vuelta para tenerle de frente.
- ¿A dónde vas? - Vuelve a preguntar.
No sé como interpretar su tono de voz, ni tampoco sus neutrales gestos. Podría decir que el mal humor se ha apoderado de su cuerpo, pero la verdad es que no sé que tal estará esta mañana su estado de ánimo. Espero que bien.
- ¿Te he despertado? Quizá he hecho...
- ¿Me vas a decir de una vez a dónde vas? - pregunta por tercera vez sin dejarme terminar la frase.
No me había dado cuenta de que había ignorado su pregunta varias veces. Ahora si que estoy casi al cien por cien segura, de que su humor no va a ser fácil de llevar hoy. Necesito irme de aquí cuanto antes, pues ambos necesitamos estar solos, o por el contrario, acabaremos enzarzados en una discusión.
- A trabajar - contesto tajante, al mismo tiempo que le doy un beso rápido en la mejilla e intento meterme en el baño para darme una ducha - buenos días, por cierto.
Espero su respuesta, pero parece que no la hay. Me mira callado sin ningún signo de expresión ni gesto en su mirada. No sé si va a matarme aquí mismo, o va a comerme a besos, pero prefiero no averiguarlo por si opta por la primera opción, y abro la puerta para entrar a ducharme, antes de que haya reaccionado.
- Espera - dice cuando ya no le estaba mirando, sujetándome de la mano para evitar que entre en el baño.
Despacio, alzo la vista hasta poder enfocar mis ojos sobre los suyos.
Quiero saber que le pasa.
- ¿Qué es lo que pasa Ángel? - Me aventuro a decir casi precipitadamente, ladeando la cabeza.
Otra vez, no contesta. Y después de esperar impaciente, durante varios minutos su respuesta, no voy a esperar más.
Suelto mi mano de la suya y cuando estoy a punto de cerrar la puerta, dejándole al otro lado y así poder ducharme por fin, coloca el pié en el marco y no soy capaz de cerrar.
- ¡Joder! ¿Me vas a decir ya que te pasa?
Casi involuntariamente y sin pensarlo, Ángel me atrapa en un cálido y reconfortante abrazo. Esto es lo último que me esperaba, las varias veces que he intentado descifrar los enigmas que guarda en su mente.
Sus brazos envuelven mi pequeño cuerpo y no me suelta. Inhalo su olor, y como siempre, ese olor a Ángel que tanto me gusta y que tan enamorada me tiene, perfuma mis fosas nasales.
- Si te llega a pasar algo ayer... - dice con voz resquebrajada y llena de dolor.
Y era eso lo que le pasaba. Tenía miedo por mí y lo que podría haber pasado cuando vino Mario.
No es que me alegre de que haya estado preocupado, y probablemente tampoco habrá podido dormir esta noche, pero me alegro de alguna forma, de lo que ahora dice, porque eso es una señal, de que de verdad me quiere, y demuestra que realmente le importo.
- Mira, - contesto señalándome a mí misma - estoy bien, entera, sana y salva... No ha pasado nada.
- Podría haber pasado... No quiero ni imaginarme que tenía en mente ese loco, ni que hubiese sido capaz de hacerte. Y si te pasara... Algo malo... No sé que sería de mí. Me he acostumbrado a ti, y no quiero perderte Abi. Por muy rápido que todo vaya, estoy más seguro de estar contigo, que de cualquier otra cosa en toda mi vida... Y quiero protegerte de cualquiera que te intente hacer daño...
- Shh... - le pongo los dedos en los labios para que deje de hablar, con intención de calmarle - todo va a salir bien... No ha pasado nada, tranquilo - le aprieto un poco más para transmitirle seguridad, aunque solo sea en un abrazo - , yo también estoy segura de esto, y cada día más... Pero no puedes protegerme de todo, nunca se sabe que es lo que puede pasar.
- Pero si puedo intentarlo.
- Pero no puedes vivir para protegerme a mi.
- Lo que si puedo, es quererte como te quiero... Todos los días pienso en el daño que te hice... De eso no fui capaz de protegerte, porque yo era el culpable... Y con la culpa cargaré toda mi vida, pero te quiero Abi, te quiero más de lo que nunca podré querer a nadie.
La ternura que ahora transmite, hace que el corazón me de un pequeño vuelco de felicidad, y de nuevo, como otras muchas veces, esas mariposas que revolotean en mi interior cuando estoy con él, salen a la luz, derrochando una fragancia impregnada de amor, que sin apenas ser consciente, me empujan a decir valientemente:
- Yo también te quiero.
Se aparta confuso de mí un segundo, y entonces siento el temor, y por un segundo pienso que he metido la pata y no debería haberlo repetido. Pero al momento, vuelve a abrazarme aún más fuerte que antes, y entonces sé que he hecho lo correcto.
- ¿Que has dicho? - Pregunta incrédulo con un tono casi emotivo.
- Que te quiero. - Afirmo sin ningún tipo de duda.
- Creí que nunca me lo dirías... Ya pensaba que no sentías lo mismo que yo...
- Te lo dije, una vez, mientras estabas en Londres... Pero el móvil se quedó sin batería, y no sabía si llegaste a escucharme...
- No lo hice, y me alegro de haberlo hecho ahora.
- Y yo de habértelo dicho una vez más.
La sonrisa más bonita que he visto nunca, se dibuja es sus labios. La toco con dulzura con los dedos, y beso sus cálidos y húmedos labios, donde la sonrisa no desaparece.
- Tengo que ducharme, voy a llegar tarde. - Digo interrumpiendo nuestro romántico momento.
Refunfuña un poco antes de separarse de mí. Y asintiendo a regañadientes, deja que entre en el baño para poder darme una ducha.
Abro el grifo, y mientras se calienta el agua, me desnudo y ato mi pelo con una goma para que no se moje. Coloco una toalla para secarme cuando termine, y cierro la mampara al meterme dentro.
El chorro del agua desciende por mi cuerpo casi ardiendo, pero no me molesta en absoluto, porque me encanta el agua caliente y la forma en que se relajan mis músculos con ella.
- ¿Me haces un hueco? - Oigo que dice Ángel mientras abre la mampara y se mete dentro, sin darme tiempo alguno a contestar su pregunta.
No me he dado cuenta, de en que momento ha entrado en el baño, ni de cuando la ropa ha desaparecido de su cuerpo, pero me mira ardiente de deseo.
Se coloca detrás de mi, y el agua también consigue empaparle a él, a la vez que me rodea con los brazos y pega su cuerpo desnudo en el mío, haciendo chocar su sexo contra mis glúteos. Noto su suave, resbaladiza y cálida piel rozarme la espalda, y agarrarme con una mano el pecho, mientra que con la otra baja poco a poco por mi abdomen hasta mis caderas.
Se separa, haciéndome dudar de si va a parar o simplemente quiere jugar y ver mi reacción, pero me mantengo inmóvil observando sus movimientos, mientras rezo para mis adentros que no pare.
Coge la esponja que está colgada de la pared, y a continuación derrama un poco de gel sobre ella. Vuelve a acercarse y me extiende el jabón, empezando por el cuello, con movimientos circulares y suaves, y terminando casi en mis rodillas.
El agua sigue sobre nosotros, y elimina todo el jabón de mi cuerpo. Deja caer la esponja, que aterriza en mis pies, y empieza a besarme el cuello, de tal forma, que hace que me excite más de lo que ya lo había hecho y suelto un pequeño suspiro de placer.
Sus manos bajan y empieza a tocarme con delicadeza pero más deprisa de lo que me esperaba y mi excitación llega al límite, cuando muerde uno de mis hombros, e introduce sus dedos dentro de mí.
- Recuerda que esta noche, tengo una sorpresa para ti. - Dice cuando soy yo la que comienza a tocarle, y es él quien ahora gime.
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