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Lentamente y con paciencia, iba descartando una tras otra. Me encontraba solo en casa, y decidí ponerme a buscar un trabajo que se adaptara a mis condiciones. Pero, siendo honestos, no era capaz de encontrar nada cerca de donde yo vivía.

Pareciera que desde hacía unos días las cosas se complicaban, y estaba comenzando a hartarme de que eso fuera así. Necesitaba un trabajo ya, pero simplemente no había nada a mi alcance.

Terminé por dejarlo apartado por el momento.

Tomé mis muletas y decidí salir a la calle. Necesitaba que el aire fresco me diera en la cara, seguramente así iba a ordenar un poco mis pensamientos. Hacía frio, pero se sentía bien.

Caminé bastante cerca de las paredes de los edificios. Había comprendido que la gente me tomaba por alguien miserable y se apartaban para dejarme sitio, así que pensé que de ese lado no llamaría tanto la atención y no molestaría a nadie al pasar.

Ni siquiera sabía adónde iba, simplemente iba a la deriva para tratar de centrarme un poco, esos días estaba muy disperso, y no era el mejor momento para eso.

Esperé pacientemente a que el semáforo me diera vía libre para pasar. Cuando eso sucedió, todo el mundo cruzó la calle por ambos lados. Yo tardé un poco en reaccionar, y la gente me adelantó. Al ponerme en marcha, el semáforo cambió de nuevo, y no me dio tiempo de llegar al otro lado.

Apunté mi mirada hacia mi derecha, y alcé los brazos instintivamente para cubrirme. La moto frenó, pero no lo suficiente, y ambos impactamos. Recorrí un par de metros hacia el lado contrario por el choque. Me golpeé en la espalda, pero no fue nada más que eso.

-Madre mía - la conductora del vehículo se me acercó - Lo siento muchísimo. ¿Estás bien?

-Me has asustado - dejé que me ayudara a levantarme - Pero sí, no ha sido nada.

-Toma - me ofreció las muletas - Espera a que quite la moto del medio.

Me desplacé hacia el banco de madera más cercano, y me senté. Me dolía la espalda, lo que me faltaba. La chica se acercó con su vehículo, y se quitó el casco de la cabeza. Ante mí apareció una muchacha joven de cabello castaño claro y ojos verdes.

-¿Seguro que no te has hecho daño? - me preguntó con preocupación.

-No, en serio - me excusé.

-Menos mal... - sonrió con tranquilidad - Espero que puedas perdonarme. Me llamo April South - me extendió la mano.

-Bay Laurel - encajé - Pero llámame Laurel.

-Está bien. ¿Cómo puedo compensártelo?

-No es nada, no te preocupes.

-Ya lo sé - me ignoró con una sonrisa en la cara - ¿Qué te parece si te invito a una cena? Mira allí - señaló al final de la calle - Ese restaurante es el mejor de toda la ciudad. ¿Te parece que nos veamos hoy a las nueve de la noche?

-Ah... - estaba tratando de procesar la información - Oye en serio, no e-

-Vamos, sino voy a sentirme mal.

-Está bien - terminé por aceptar.

-Genial - volvió a ponerse el casco - Entonces nos vemos allí esta noche, yo invito. No me dejes plantada, ¿vale? - me guiñó el ojo amistosamente, se subió a su vehículo y se fue.

Me quedé allí quieto, más frio que el polo norte. Lo que acababa de pasar en los dos anteriores minutos no terminaba de entrar en mi mente.

-Rayos Laurel - me observó Njord con una sonrisa pícara en el rostro - No llevas ni una semana lisiado y ya te has echado novia. A este paso quizás te imito.

-Cállate, mejor no hablemos - me até el zapato - Casi me mata esa chica - me reí.

-¿Y eso?

-Me ha atropellado con una moto - su cara de sorpresa no pudo ser mayor - No ha sido nada, pero ha querido pedirme disculpas así.

-¿En serio? ¿Estás bien? - le veía preocupado.

-Claro, todo bien - le tranquilicé.

-Eres un desgraciado con suerte - me dio un leve golpe en el brazo y me sonrió con serenidad - ¿Necesitas algo más?

-No, gracias. Me voy ya, no quiero hacerla esperar.

-¿Seguro que no quieres que te acompañe? - insistió por docena vez en media hora.

-No es necesario - le repliqué.

-Bueno, ten cuidado - me abrió la puerta - Te estaré esperando. Si pasa cualquier cosa llámame, ¿vale?

-Sí mamá - bromeé, y sonreí - Estaré bien Njord, estoy cojo, no inútil.

-Eso espero - rió, y se despidió.

Afuera comenzaba a anochecer. Tenía que darme un poco de prisa si quería llegar a tiempo, contando que mi velocidad era menor ahora. No lo pensé mucho y me puse a caminar.

Por suerte el restaurante no quedaba lejos de mi casa, y en unos diez minutos me planté ante sus puertas. Nada más verme, uno de los trabajadores me abrió la puerta muy gentilmente.

-Gracias - le hablé - Tengo una mesa reservada.

-Claro, ¿con qué nombre? - revisó atentamente la lista.

-Ah... - lo pensé un poco - ¿April South, quizás?

-Aquí está, sígame por favor - me pidió.

No dije nada más y me fui con él. April estaba sentada esperando, y cuando me vio, una linda sonrisa se dibujó en su rostro color canela.

Me senté con ella y le agradecí al empleado. Luego la observé. Se veía bien, con su ropa informal y el cabello largo y ondulado.

-Me alegro de que hayas venido - habló primero.

-Nada, tampoco me dejaste mucha opción - sonreí para romper un poco el hielo.

-Me lo tomaré como algo bueno - me lo devolvió.

En ese instante supe que íbamos a hacer buenas migas. Se la veía como una chica amable y graciosa, de esas que nunca causaban problemas y siempre estaban allí por si necesitabas su ayuda. Aunque no quise hacerme prejuicios, primero tenía que conocerla.

Pedimos la comida, y seguimos intercambiando opiniones y gustos entre nosotros. La verdad, en un principio no pensé que pudiera ser tan divertido hablar con ella, y que quizás ser haría un poco incómodo, pero me demostró que estaba equivocado, y me recibió con ganas.

Llegó un momento en concreto en que hablamos de la peculiar forma con la que nos conocimos esa misma mañana.

-Por cierto, ¿puedo preguntar qué te sucede en la pierna? - dijo con curiosidad, y algo de cuidado.

-Tuve un accidente con el coche - le expliqué - Y la perdí. Técnicamente puedo recuperarla, pero por el momento voy a tener que ser paciente.

-Qué palo - suspiró - Pero te podría haber pasado algo peor.

-Eso también es cierto...

Me miró unos instantes con algo de pena, y justo después pareció haberse acordado de algo.

-Pero sé de algo que podría ayudarte a llevarlo mejor - juntó sus manos con entusiasmo.

-¿En serio? - la miré extrañado.

-Sí, si quieres, mañana puedo mostrártelo.

-Está bien, ¿por qué no? - accedí encantado - Por la tarde me va bien. ¿De qué se trata?

-Eso ya lo verás - me guiñó el ojo amistosamente.

Me dejó con la intriga pendiente de un hilo, y cambió de tema de conversación. «Qué chica tan única» fue lo que pensé.

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