|~XIII~|

Luzbell se quedó paralizado cuando vio los iris coloridos de Ceres observándolo con extrañeza. Hacía tiempo que no lo miraba con tanta inocencia; esa mirada que pone un niño curioso, ansioso por saber más del mundo que le rodea y las normas que lo rigen.

Abrió la boca, pero se quedó sin saber qué debía decir. Muchas emociones lo asaltaron junto a un mar de dudas. Decidió empezar por el principio.

—Tu nombre es Ceres.

Ella ladeó la cabeza del mismo modo en que lo hace un cachorro que trata de comprender.

—Ceres... —murmuró pensativa.

—¿No recuerdas nada?

Negó con la cabeza.

—No.

Miró a su alrededor, observando toda clase de cosas que se exhibían en la alcoba del diablo. No parecía ni espantarse ni sorprenderse. Daba la sensación de que, junto a la memoria, había perdido también la capacidad de sentir algo.

—¿Qué es este lugar?

—Estás en mi alcoba.

En ese momento, la joven dirigió la vista a sus propias manos. Se observó detenidamente el dorso y luego las volteó para hacer lo propio con las palmas. Después, se desprendió de la sábana que cubría su cuerpo y observó un camisón blanco. Salió de la cama con calma y anduvo descalza por la estancia hasta llegar a la ventana. A través de ella se veía el carmesí del cielo, que brillaba en el horizonte. Sintió extrañeza ante las tierras que alcanzaba a ver.

Se llevó las manos a la cabeza, tratando de recordar, pero en su lugar sentía dolor en las sienes y una especie de niebla surcando su memoria cada vez que hacía el esfuerzo. Entonces, se giró para mirar a Luzbell y tuvo el atrevimiento de aproximarse a él con lentitud.

—¿Y usted, es...?*

De cerca podía observar los rubís de indiferencia, el hoyuelo de su mentón y todas aquellas facciones que eran sinónimo de belleza.

—Tu rey.

Su cuerpo se paralizó al instante al descubrir aquella verdad. Dudó sobre cómo debía reaccionar. Creyó hacer lo correcto cuando hizo una reverencia ante él.

Luzbell también se encontraba confuso. Por un momento creyó que era una estrategia de Ceres, que simplemente quería fingir no recordar nada para que él no intentara sacarle información, pero pronto comprendió que ella era mucho más honesta que él. Directamente, era la única persona honesta en aquel reino.

—Ponte recta.

Obedeció, observándole con interés.

Apenas empleó el demonio unos segundos para decidir si decirle la verdad. Si hablarle de su origen, de su hermano o de Caelum. Si hablarle de la traición que cometió para con él...

Finalmente, decidió.

—Eres mi subordinada.

—¿Subordinada?

—Sí. Me sirves, me acompañas y me satisfaces.

Un silencio se formó entre ellos.

—¿Satis... facer? —Casi no parpadeaba.

Luzbell no creyó que aquello pudiera ponerle nervioso, pero empezaba a hacerlo. Aun así, no tardó en verle el lado divertido a la inocencia de la muchacha. Al final, eso era lo que más le gustaba de tener a Ceres cerca, el corromperla. Inclinó su cuerpo para tener su semblante cerca del de ella.

—Te contemplo desnuda, te saboreo, me tocas... Te doy placer y tú me lo das a mí. ¿Me entiendes? —dijo paseando un dedo desde la mandíbula hasta su clavícula. Sintió los latidos de su corazón, estables.

Mientras la confusión la abrumaba, no dejaba de pensar en lo hermoso del rostro que tenía delante. En el misterio de sus ojos y lo inquietante que le resultaban a su vez sus atributos físicos. Y aquella voz... Era tentación. De alguna manera, sentía que estaba siendo puesta a prueba.

Sin darse cuenta, sus pómulos delataron sus pensamientos cuando adoptaron un tono rosado, momento en el que él dibujó una sonrisa torcida. Aquel gesto la intimidó tanto que no vio otro remedio que eludir aquel comentario con más preguntas.

—¿Por qué no recuerdo nada?

Tras aquella cuestión, él volvió a ponerse recto.

—Fuiste atacada por un enemigo —fue todo cuanto dijo.

Más incógnitas se formaban en la punta de la lengua de la joven, pero él las rehuyó dándose la vuelta.

—Espera aquí un momento.

Luzbell reunió a Los Siete, a Rebeca, Candy, Astaroth... y a Kiter. A todos aquellos que habían mantenido algún contacto con Ceres desde que llegó. Todos se encontraban reunidos en una mesa de forma triangular. En general, a todos les resultaba meramente indiferente aquella muchacha, salvo a Rebeca y al felino, que se encontraba entre sus piernas.

—Majestad... —habló la joven—. Me ha dicho Kiter que ha despertado.

El diablo comenzó a levitar alrededor de la mesa, mientras se acariciaba el mentón.

—Sí.

La afirmación solo la relajó en una parte, los nervios volvieron a aflorar con otra cuestión.

—¿Se encuentra bien?

Luzbell tuvo que meditar la respuesta unos instantes.

—Está bien, tan solo ha perdido la memoria.

Rebeca se quedó estática mientras su mandíbula cedía al peso de la gravedad.

—¿Cómo que tan solo ha perdido la memoria? ¿No recuerda nada?

—No.

—¿Y qué le ha dicho?

—Le aseguro Rebeca que decir al verdad no es una de mis cualidades.

Ella calló y asintió con la cabeza.

—¿Qué planea a partir de ahora? —intervino Superbia.

Luzbell ascendió todavía más y, volteando su cuerpo en el aire, se posicionó en el centro de la mesa. Una sonrisa de suficiencia se mostró en su rostro.

—Aprovechar la situación —dijo seguro de sí mismo—. Será más fácil sacar ventaja de esto. Tan solo debemos asegurarnos que nadie de nuestros enemigos descubra que se encuentra entre nosotros. Ella ahora tendrá un trato normal aquí. Caminará libremente y, sobre todo, me servirá a mí.

—Por supuesto, majestad —habló Astaroth.

—Entonces podré molestarla. Ya me empezaba a aburrir —comentó Libidine arrastrando las palabras.

El rey le dedicó una mirada severa.

—Sea lo que sea, ande con cuidado —advirtió mientras la lujuria parecía emocionada de tener, oficialmente, una nueva compañera en Pandemónium—. Necesitamos que se sienta bien entre nosotros para que pueda sacarle provecho.

Ceres se encontraba en sus pertenencias, sentada en el marco de la ventana y observando el reino que se mostraba ante sí. Luzbell le había mostrado el castillo, le había explicado donde estaba todo y donde no podía ir, después la llevó hasta su habitación y se marchó.

Ella sentía mucha inquietud por aquel lugar. Por sus techos altos, sus gárgolas, sus tonalidades mustias y por los seres que lo habitaban. Aunque su memoria hubiera desaparecido, no sentía algo normal en todo aquello.

Además, no dejaba de pensar en lo que le había dicho el rey.

De repente, alguien llamó a la puerta.

—Adelante.

Una joven de tez aceitunada, ligeramente más oscura que la de ella, y cabello negro y ondulado, entró con una bandeja entre sus manos.

—Hola, Ceres. Te traigo la cena.

Se aproximó hasta la mesa para depositar la comida.

—Gracias. ¿Usted es...?

Ceres continuaba en el marco de la ventana, así que fue hacia ella. Se sentó frente a ella y le dedicó una sonrisa compasiva.

—Rebeca.

—¿Vive aquí?

—Por favor, trátame de tú —demandó antes de contestar su pregunta—. Sí, vivo aquí.

Los dedos de la rapsodia se entrelazaban entre ellos.

—¿También le sirves a él?

Tuvo que tomarse unos segundos para darse cuenta de que se refería al demonio.

—Sí.

Los ojos de Ceres se agrandaron.

—Y... ¿Le satisfaces?

Ante tal pregunta, el rostro de Rebeca no podía hacer otra cosa que no fuera sofocarse.

—En ocasiones.

Por fin iba a encontrar respuesta.

—Él me ha dicho que yo lo hago, pero no sé cómo se hace.

Por un momento, su amiga creyó que sus cuerdas vocales se habían esfumado.

—No lo recuerdas, pero lo harás —se limitó a decir.

—¿Puedes decirme al menos?

Rebeca sentía que había sido mala idea. No esperaba que la conversación fuera por esos derroteros.

—Es algo que te da gusto. Lo disfrutas. Lo debes disfrutar. Si no lo haces, entonces no va bien. Pero él siempre logra que sea bueno.

Una mirada de suspicacia cayó sobre la morena. Le pareció tan dulce el tono de voz con aquella última frase que fue capaz de lanzar la última cuestión.

—¿Te gusta?

Los labios de Rebeca se fruncieron, nerviosa.

—Sí. Pero realmente mi corazón le pertenece a otra persona. 

Al fin!!! Tengo unas ganas locas de llorar y todo. 

Tenía muchas ganas de retomar esta historia, pero cuando pausas algo (y encima sin planificarlo) luego resulta muy complicado retomarlo. Al menos en mi caso. 

Menos mal que el atasco ha pasado y ya las ideas vuelven a estar en orden. Siento mucho ser tan desastre, la cabeza la tengo metida en tantos proyectos que a veces me colapsa. 

Muchas gracias por vuestra paciencia y comprensión, sois las mejores. 

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