|~IV~|

Tras estar casi una hora andando en la dirección que le habían marcado los guardias, se vio rodeada de árboles y aquellos parecían tener más hojas en sus copas que los vacíos que había visto de camino a Pandemónium. Escuchaba el graznido de algunos pájaros y en más de una ocasión observó a algo parecido a cuervos estudiándola desde las ramas.

Fue entonces cuando un aullido resonó en todo el bosque. Se quedó quieta, agudizando el oído para discernir de dónde venía. Estaba segura 'de haberse perdido hace rato, pero ya se preocuparía de eso cuando lograra hacerse con el colmillo de ese tal volk.

Decía que eran lobos, estaba completamente convencida de estar preparada para un enfrentamiento con un lobo, pero pensándolo bien, sin armas iba a ser mucho más complicado. Cuando entrenaba con Elías tenia siempre una cimitarra.

Pronto llegó al claro del que le habían hablado. Allí estaba esa manada, eran como lobos de un pelaje negro, con la particularidad de que eran mucho más grandes. Permaneció allí escondida analizando a ese espécimen.

Son demasiado grandes, ¿cómo se supone que voy a sacar un diente de esos?

Continuó mirándolos, buscando al líder. No sabía cómo podía distinguirlo, desde allí parecían todos iguales.

Fue en aquel momento cuando escuchó un gruñido cerca de su cabeza, sonoro y potente. Sintió como todo su cuerpo se congelaba, cada uno de sus músculos estaban tensos y trató de tragar saliva, pues su garganta estaba todavía más seca que antes.

Se volteó con lentitud y pudo ver a la bestia. Era todavía más grande que los demás. Tan solo su cabeza ya era del tamaño de Ceres; sus colmillos debían tener la longitud mínima de su antebrazo. Aunque no solo la diferenciaba su imponente tamaño, sino su pelaje blanco.

Sin embargo, no pudo admirarlo mucho, pues pronto la bestia se lanzó a su ataque y tuvo que esquivarla cayendo a un lado. Se puso en pie lo más rápido que pudo y corrió hacia uno de los árboles más altos y de tronco grueso, el cual lo trepó con facilidad y no paró hasta estar en una de las ramas más altas. Aun así, el líder de la manada estaba muy cerca de ella, le bastaba con levantar su cuerpo para que Ceres pudiera notar su aliento golpear sus piernas. Tenía que pensar rápido como narices iba a arrancarle un diente a ese animal que estaba deseando devorarla. Además, el resto de la manada se había unido a su líder y rodeaban ese árbol.

—Estate quieto, no quiero hacerte daño —le gritó—. Solo necesito un diente tuyo.

Su intentó de dialogo fue inútil. No sabía por qué esperaba que la entendiera. La oruga que se encontró lo hacía y además hablaba.

Viéndose allí acorralada, comenzó a notar sus nervios aflorar. Empezaba a pensar cómo narices iba a escapar de aquella situación, con o sin colmillo. Se miró las manos, Elías siempre le decía que no debía apresurarse a emplear su poder de luz dado que aún no lo controlaba del todo, pero si no hacía uso de él en aquel momento, no veía ninguna otra opción.

Era rápida, había mejorado su capacidad de salto y era buena atacante, pero sin un arma no tenía otra alternativa más que usar ese poder que aun tanto miedo le daba. Trató de concentrarse en un punto de su cuerpo, su mano, no podía permitirse estallar otra vez como hizo en la posada.

Pronto sus manos comenzaron a emitir destellos. Allí estaba, la rapsodia emergiendo de ella, pidiéndole liberar ese poder. Se le antojaba de atractivo y se sentía invencible cuando estaba allí observándolo.

Fue en ese momento cuando escuchó una voz distinguirse entre rugidos.

—¿Qué eres en realidad?

El lobo blanco había bajado y la observaba sentado. ¿Le había hablado él?

—No os lo puedo decir.

Otro gruñido.

—Apestas a humana —sí, le hablaba el lobo—, pero eso que hay entre tus manos no tiene nada que ver contigo. No consigo distinguir que tipo de ser eres... ¿Uno celestial, quizá?

Ceres decidió ignorar el interés repentino de la bestia.

—Necesito uno de vuestros colmillos, solo así me dejaran entrar a Pandemónium.

El líder de la manada emitió un sonido similar a una risa.

—¿Eso te han dicho los guardias de la ciudad? Tienes que ofrecerles algo, pero no es necesario un colmillo mío; con uno cualquiera de mis súbditos bastaría. Si te han dicho eso es porque querían enviaros a morir.

¿Lo diría en serio? Estaba en el infierno, realmente no podía fiarse de nadie. Y de no ser la rapsodia y haber llamado su atención, posiblemente ya estaría muerta.

—¿Qué les puedo llevar entonces?

—No sé, ¿quieres intentar arrancarme un colmillo? ¿Cómo lo harás con tus meras manos? Puedes intentar usar ese poder que pareces tener, pero a lo mejor no sale como esperas.

Ceres saltó de la rama, era bastante altura, pero sus pies descalzos aterrizaron con éxito sobre la hierba.

—Podemos intentarlo —dijo desafiante.

El resto de volks la rodearon mientras sus fauces dejaban ver sus afilados dientes.

—¿Segura, niña? A lo mejor aprovecho que estás cerca de mi boca para hincar mis dientes en tu carne.

La joven odiaba que la llamaran niña. Le recordaba demasiado a él. Dejó de ser niña hacía mucho tiempo.

—Sí.

—Bien.

La bestia abrió su boca, mostrando todos esos dientes de un tamaño asombroso. Ceres se acercó con cautela y, cuando ya estuvo a su altura, agarró su colmillo con ambas manos e hizo fuerza para arriba.

Imposible.

Ya era difícil arrancar un diente humano, se requiere mucha fuerza, por lo que aquello estaba claro que no lo iba a conseguir tan fácil. Sin embargo, continuó intentándolo así, a lo bruto.

—Oye, niña —le habló cuando se hubo apartado un poco para pensar bien—, ¿y qué tal si intentas partirlo? Con dar un buen trozo les bastará.

—¿Y cómo lo hago?

—Preguntas mucho. Muestra de lo que eres capaz.

Sabia a lo que se refería, aun así, Ceres continuaba viéndolo arriesgado. Y si no lo controlaba y terminaba dañando a la bestia de más.

Por otra parte, pensaba que ese interés en ella era sospechoso e intuía cuál era la razón, pero le daba igual si eso significaba lograr entrar a Pandemónium y conseguir un maldito plato de comida y un vaso de agua.

Volvió a concentrarse y a canalizar su energía en las palmas de su mano, agarró de nuevo el colmillo, buena parte de este e hizo fuerza para arriba, pero seguía sin poder extraerlo ni partirlo. Necesitaba más, más luz.

Finalmente sintió como escapaba de ella una leve explosión que se concentró en sus manos. El colmillo cayó sobre la hierba. Se asustó y se apartó de golpe, creyendo haber dañado a la bestia, pero en lugar de eso, ella parecía extasiada.

Se apresuró a coger el diente y fue entonces cuando se dio cuenta que algo iba mal. Todo el pelaje del lobo parecía tener vida propia, se movía frenéticamente de delante hacia atrás, era extraño. Entonces, su diente volvió a crecer.

—Increíble... —rugió poniéndose en pie—. Tú poder es increíble.

Ceres tragó saliva, tenía un terrible presentimiento. La bestia lo observaba esta vez con la mirada perdida y las pupilas dilatadas en su iris rojizo. Ella no lo pensó y echó a correr, mientras el volk salía disparado tras ella.

—¡Dame más de tu poder! —clamaba a su espalda con una voz más monstruosa que antes.

Ceres corría sin control atravesando ese bosque al que no estaba acostumbrada, saltando entre raíces sobresalientes, piedras y arbustos. Sus piernas se movían solas y podía escuchar el eco de sus latidos resonar en sus oídos, estaba sedienta, cada vez más, pero su instinto de supervivencia la animaba a continuar en pie huyendo por su vida.

Confiaba en estar recorriendo el camino correcto, si se perdía más en aquel bosque, estaba muerta. Fue un mal apoyo lo que le hizo caer al suelo y golpearse en la frente contra una roca, acto seguido, tuvo que rodar para esquivar el hocico de la bestia que parecía haber perdido ese control que le había mostrado con anterioridad. Estaba totalmente ida. En un rápido movimiento dio una voltereta hacia atrás, recuperando otra vez el apoyo en sus dos pies. Se le escapó una sonrisa al lograrlo, en los entrenamientos siempre le costaba.

Sin pensarlo, retomó su marcha mientras la continuaban persiguiendo, los otros no eran tan rápidos como su líder, pero aun así por poco la alcanzaron al caer. También era cierto que Ceres había aprendido a correr de un modo poco común, mucho más veloz que antes.

Después de largos minutos corriendo sin parar, salió del bosque y vislumbró la ciudad. Apretó los puños con firmeza y se aseguró de que continuaba teniendo entre ellos el colmillo que le había metido en aquel problema.

—¡¡Ayuda!! —gritó cuando se estaba acercando a la entrada—. ¡Ayuda, por favor!

Los guardias mostraron sorpresa en las facciones de su cara y colocaron su cuerpo en posición de ataque, con sus lanzas apuntando al volk y desplegando sus alas; Ceres pensó que eran muy diferentes a las de Luzbell, que estaban repletas de plumas, aquellas eran mera piel con escamas.

Cuando logró pasar a los guardias, se derrumbó, aun con el colmillo en la mano. Estaba a punto de perder el conocimiento, y tan solo escuchaba a los guardias peleando con el animal.

En aquel momento escuchó una voz.

—¿Qué está pasando aquí?

Alzó la vista y se encontró con unos zapatos, continuó levantándola y vio un elegante traje negro y cuando por fin llegó a la altura de su cabeza, sintió una decepción al ver que no se trataba de Luzbell. Tenía un aspecto humano, pero sus orejas eran puntiagudas y sus ojos amarillos, su cabello, rojo fuego, llegaba hasta sus hombros y lo tenía recogido en una coleta.

—Ayuda... —murmuró Ceres, que, para ese momento entre las caídas, los golpes y la sed, le costaba enfocar la vista.

—¿Quién eres? —le preguntó él.

La cabeza de la chica comenzaba a dar vueltas, no se encontraba en condiciones.

—Necesito verlo...

—¿A quién?

—A Luzbell. Por favor, llévame con él.

El individuo esbozó una sonrisa.

—Será un placer. 

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