★ 𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 12 ★


9 de agosto del 2022








Primero volaron un par de camisetas. Cruzaron la habitación y una cayó al suelo y la otra quedó enganchada en la esquina inferior de la cama. Después un pantalón seguido de un par de zapatos siguieron el mismo camino.

El dormitorio había quedado totalmente desordenado con prendas de ropa esparcidas en cada rincón. Cuando vio pasar una bufanda entre la ropa supo que ya era suficiente.

—Jun, esa es la ropa de invierno —apuntó Yuna rodando los ojos—. Estamos en agosto. No creo que vayas a usar eso.

De repente la figura del nombrado apareció frente a la webcam. Yuna pudo ver la desesperación en sus ojos celestes.

Le dieron ganas de reír, pero aguantó.

—Sé que es una tontería, tengo veinticuatro años y parezco un adolescente de quince.

—Si ya lo sabes deja de hacerlo.

Jun quiso tirar de los pelos a su hermana. Sin embargo, se limitó a inspirar profundamente y soltar el aire con lentitud. Estaba a cientos de kilómetros de él de todas formas como para intentar hacer un homicidio.

—Es solo que... no sé, nunca he hecho algo así —admitió rascando su nuca.

—¿Una cita doble? Bueno, sí que es una novedad —asintió Yuna como si nada—. Ahora que lo pienso, nunca has tenido una cita.

—No es una cita —corrigió.

—Vas a salir a cenar con el matrimonio Kudo, siendo invitado por Bernard, quien también va, básicamente serías su acompañante en la cena —empezó a recapitular—. Sí, a mí me suena como una cita doble.

Jun abrió la boca pero la cerró rápidamente. Pensó un poco su respuesta antes de hablar.

—Solo vamos a salir a cenar algunos compañeros de trabajo, nunca he tenido compañeros de trabajo ya que antes trabajaba dando recitales, ya lo sabes. Y aunque sí que he tenido cenas con representantes, colaboradores y grandes iconos en el mundo de la música esto es diferente —Jun agarró una camisa celeste de entre todas las prendas que había sobre su cama, se la puso frente a él mirando al espejo—. Solo quiero dar una buena impresión. No parecer un... idiota.

Escuchó el suspiro exasperado de su hermana.

No le hizo caso.

—Si realmente es una cena de "empresa" —como no estaba mirando a la pantalla del ordenados no vio el gesto de comillas que hizo Yuna con sus dedos—, ¿por qué solo vais vosotros cuatro? ¿Qué hay del resto de profesores?

Esa era una buena pregunta. Una para la que Jun no tenía respuesta a decir verdad.

—Supongo que estarán ocupados. Bernard me dijo que la cena la organizó la señorita Yan de último minutos, y en medio de las vacaciones de verano es muy posible que el resto de profesores estén de viaje o tengan ya sus propios planes.

—¿La profesora Jinyan organizó la cena? —preguntó Yuna arqueando una ceja.

Jun cogió otra camisa, esta vez de un rosa pálido y la cambió de lugar con la camisa celesta para compara como le quedaba. Ninguna le convencía.

—Sí.

—Entonces definitivamente es una cita doble —esta vez fue Shiro quien habló apareciendo en la pantalla detrás de la menor de los Kobayashi.

Yuna asintió de acuerdo con su amigo.

—Haruna nos contó que es alguna clase de celestina crónica —desarrolló Shiro su punto—. No puede evitar meterse en cada relación que se topa. Sino que se lo pregunten a Kento y Mackenzie.

—Eso es una encerrona en toda regla —apoyó Yuna.

Ahora fue el turno de Jun de bufar.

Estaba seguro de que esos dos solo estaban exagerándolo todo. Bernard le había dicho que también se había encargado de avisar al enfermero escolar, Nishimura, pero que había declinado la oferta porque ya tenía sus propios planes con su pareja para ese fin de semana.

Además, ¿en qué momento la videollamada con su hermana para ver como estaba en Hokkaido se había convertido en un consultorio?

—Voy a empezar a ignoraros —declaró Jun bajando las dos camisas y girándose para mirar la pantalla.

—Tú solo relájate y pásatelo bien, es momento de que socialices un poco y hagas amigos, tu piano no cuenta como uno.

Jun se indignó ante lo dicho.

—¿Y tú desde cuando me das lecciones de vida? De pequeña eras la cosa más antisocial que jamás había visto, y tú tampoco es que hayas tenido muchas citas como para meterte conmigo.

—Acabas de admitir que es una cita indirectamente —señaló Shiro haciendo reír levemente a Yuna.

—Sigo sin ser la persona más amigable del mundo, pero desde que llegué a la Mirai he aprendido un par de cosas —explicó mirando por un instante de reojo a Shiro—. Y en cuanto a lo otro...

—Consejos vendo pero para mí no tengo —completó su amigo llevándose un codazo de la chica como premio—. Tu cariño duele —se quejó antes de retirarse de la cámara.

Esos dos formaban una extraña dupla a ojos de Jun. Pero se alegraba enormemente de que su hermana tuviera un amigo tan bueno como él. Sabía lo mal que lo había pasado de pequeña, y aunque se arrepentía enormemente de ello no había estado para ella tanto como le podría gustar decir.

—¿No está Atsuya con vosotros? —preguntó Jun al notar que él hermano menor de Shiro no estaba revoloteando también por la zona.

Desde que el Fubuki menor había entrado a la academia no se los veía demasiado lejos al uno del otro. A excepción, por supuesto, de las clases que no compartían o cuando estaban entrenando.

—Salió con su padre a comprar algunas cosas —contestó—. Nosotros hemos estado ayudando a la madre de Shiro a preparar la cena. En cuanto su padre y su hermano vuelvan cenaremos.

Yuna se había ido hacía un par de días a Hokkaido a pasar una semana en casa de sus amigos. Aparentemente, después de haber escuchado a Shiro hablar tanto de ella, verla en las competiciones y saber que también se llevaba muy bien con Atsuya, los padres del chico ya no podían esperar más a conocerla.

Ese día le había contado que había hecho bastante turismo en la ciudad donde la familia residía. La habían llevado a la montaña donde los hermanos habían pasado gran parte de su infancia jugando y practicando snowboard, hasta la habían invitado para que volviera ese invierno para enseñarla a hacerlo ella también. Y al día siguiente iban a ir hasta Sapporo.

La madre de Shiro y Atsuya había insistido en que no podía marcharse sin ver la capital. Ella como era obvio no iba a negarse, tampoco es como si hubiera un plan mejor.

—Que os lo paséis bien, y ten cuidado —advirtió Jun—. Sé que vosotros sois responsables, pero sois responsables por separado, cuando os juntáis...

—Sí mamá —se burló Yuna.

La chica giró su cabeza entonces, Jun escuchó a alguien hablar de fondo pero no distinguió lo que decía.

—Parece que Atsuya y su padre ya han llegado, me voy a cenar.

—Que lo disfrutes.

Antes de apagar la cámara Yuna se vio obligada a añadir algo más.

—Y Jun —llamó a su hermano—, esas camisas son horribles.

Y se desconectó.




















—¿No crees que te has pasado? —arqueó Shiro una ceja— No eran tan feas.

Yuna se paró en su sitio e imitó la postura de su amigo.

—Sí que lo eran. Si va a tener una cita por primera vez en veinticuatro años, no puedo permitir que vaya con esas pintas.

—Ya te pareces a Aphrodi —rió Shiro.

Yuna le respondió con una sonrisa y caminó hacia él para bajar los dos juntos las escaleras hasta la planta baja. La habitación que los padres de su amigo le habían cedido tan amablemente estaba frente a la de los hermanos. Era por ello que prácticamente pasaban los tres juntos todo el día. Separándose solo cuando se retiraban a dormir.

Abajo, en la cocina-comedor, estaban Atsuya y su padre sacando algunas cosas de unas bolsas de plásticos del supermercado y colocándolas en diferentes muebles de la cocina. La madre no andaba muy lejos, colocando en la mesa platos y cubiertos.

—Te ayudo, mamá —dijo Shiro al llegar.

Yuna quiso hacerlo también, pero la mujer se lo impidió.

—Las visitas no tienen que hacer nada.

—Pero no me importa ayudar.

—Eres un cielo, pero aun así siéntate y espera la cena tranquila —señaló una de las cinco sillas dispuestas alrededor de la mesa—. Eres nuestra invitada de honor. Deja que mis hijos hagan algo.

Yuna no estaba muy segura, pero sabiendo que no sería capaz de llevarle la contraria a la mujer cedió. Tomó asiento y solo dejó que Shiro pusiera los platos frente a ella.

—Cariño, avergüenzas a la pobre chica —rió el marido.

—Sí, Yunita lleva muy mal lo de parecer una comodona —se burló Shiro—. Seguro que se está muriendo de vergüenza.

—Hijo —le llamó la atención su madre negando con la cabeza.

La verdad es que sí que se sentía avergonzada, y que la hubieran leído tan fácilmente hizo que se sintiera así aún más.

—Solo quiero parecer una suegra decente.

La chica casi se cayó de la silla al escuchar eso. Atsuya casi dejó caer la botella de cristal que tenía entre las manos y que su padre acababa de darle, por otro lado Shiro se deshizo en carcajadas.

—¿He dicho algo malo?

—¿Cómo que suegra? —preguntó Shiro— Mamá, Yuna no es tu nuera.

—¿No? —la mujer se vio realmente sorprendida— Hablabas tanto de ella, y con tanto entusiasmo que pensé que era tu novia —admitió—. Creí que solo no lo decías directamente por vergüenza. Porque ella era tímida.

Shiro rió aún más fuerte al ver como Yuna no sabía donde meterse. Si hubiera sido una avestruz habría metido su cabeza bajo tierra.

—Solo somos amigos, nos llevamos bien porque compartimos la pasión por el tiro con arco y varios de nuestros gustos y hobbies.

—Pues vaya...

Para suerte de Kobayashi, la conversación se quedó ahí. La mujer sacó el pescado que habían estado haciendo hacía un rato en el horno junto a unas tortillas de huevo.

—Ah por cierto —llamó Shiro la atención de su hermano y su amiga—, ¿a que no sabéis de quien he tenido noticias hoy?

—Sorpréndenos —dijo Atsuya, aunque parecía más interesado en el plato de pescado que en lo que su hermano tuviera que decir.

—De cierto coreano fanático de la moda que se fue este verano de viaje a ver a su misterioso y aún desconocido novio.

—¿Aphrodi? —preguntó Yuna.

—Bingo.

—¿No conocéis a la pareja de vuestro amigo? —preguntó la madre.

—Aún no —negó Shiro con un gesto de su cabeza—. No lo hemos visto nunca y tampoco sabemos cómo es o como se llama siquiera.

—Extraño dado que Aphrodi siempre suele hablar mucho de estos temas —señaló Yuna.

—Pero cuando se trata de él mismo es la cosa más reservada del mundo. No le gusta airear su vida privada.

Shiro llevó con los palillos un poco de pescado a su boca. Lo masticó y tragó con tranquilidad antes de volver a hablar.

—A mí me extraña más que Haruna no se halla enterado de nada.

—Haruna la callada —Yuna rodó los ojos—. No hay secreto en la Mirai que sobreviva mucho desde que ella llegó. Para ser hermana de Kido no se parece mucho a él.

—Tal vez que hayan sido criados por padres adoptivos diferentes influyó mucho —añadió la madre, parecía ser que la mujer estaba bastante al corriente de algunos detalles sobre compañeros, seguro que por obra de Shiro y Atsuya. Sobre todo de Shiro.

—Bueno, no durará mucho este tampoco —señaló Shiro—. Después de todo el novio iba a venir para el desfile de los de la especialidad de modas.

—¿Y cual es la noticia que has tenido de él? —preguntó Yuna al notar que la conversación se había desviado un poco del tema original.

—He estado hablando hoy con Suzuno, al parecer Nagumo le contó que Midorikawa le dijo que Aphrodi le había pedido ayuda a él y Kiyama para hacerle una sorpresa a su novio cuando viniera de visita a Mirai.

Yuna se había perdido por un momento en la explicación.

—Hijo, creo que nadie se ha enterado —rió su padre.

—Ya te pareces a Haruna —se burló Yuna.

Desvió la mirada a su plato y luego a su compañero a la izquierda. Atsuya seguía mirando su comida, masticando con calma y claramente no prestaba atención a la conversación.

Eso preocupó un poco a la chica. Así que mientras Shiro hablaba con sus padre sobre la excursión a Sapporo del día siguiente, Yuna aprovechó para llamar a Atsuya.

—¿Pasa algo? ¿Te encuentras bien?

Atsuya por fin reaccionó y alzó la cabeza.

—Ah, si, ¿por qué?

—Es que te veo distraído.

Atsuya la miró fijamente a los ojos por unos segundos antes de desistir y mirar de nuevo a su plato.

—Solo me di cuenta de una cosa, pero no es importante, no te preocupes.

No estaba tan convencida de eso. Pero no insistió. Aunque algo dentro le decía que tal vez debió de hacerlo.



















—No estoy nada seguro de esto Jinyan.

Después de las devastadoras palabras de su hermana, Jun no tuvo más remedio que admitir que su estilo no era el mejor para esa cena. Pero Yuna se había de conectado sin darle una solución al problema que ella misma señaló.

Sus opciones se redujeron después de estar diez minutos más mirando el armario sin tomar una decisión. Al final optó por algo que nunca pensó que haría: pedirle consejo a Jinyan. Porque la profesora de fotografía ya le había hecho algún apunte sobre su forma de vestir que el no había pedido, y se había ofrecido a aconsejarlo cuando lo necesitará. Jamás, ni en sus más locos sueños, pensó alguna vez tener que aceptar esa oferta.

Sabía en lo que consistía la moda que seguía Jinyan y no podía ser más contraria a la suya. En ella ese estilo la hacia ver elegante, hermosa y estilizada. A él... bueno, no tanto.

—Creo que debería de haber usado esas camisas y ya.

—Ni en broma, Yuna tenía razón, son horrendas —dijo Jinyan al otro lado de la pantalla del ordenador—. Y te aconsejo quemarlas.

—¡No voy a quemarlas!

—Pues mételas en lo más profundo de tu armario y que nunca más vean la luz del sol. No sé como pudiste vestir eso en algún momento de tu vida, tienes veinticuatro años y ropa formal digna de un hombre de mediana edad —se cruzó de brazos—. Si mi marido alguna vez se vistiera así juro que me divorciaría.

Jun rodó los ojos ante la exageración de la mujer.

Jinyan adoraba a Michiya, y adoraba aún más a su hija Fuyuka. Algo tan banal nunca aria que Jinyan tomara esa decisión. Él lo sabía y ella lo sabía.

—Tengo que dejarte, Bernard estará a punto de llegar y tengo que recoger y hacer algunas cosas aún. Nos vemos en un rato.

—De acuerdo, y bajo ningún concepto te cambies —advirtió vislumbrando las intenciones del más joven—. Como te vea llegar al restaurante con otra ropa que no sea esa diré a los camareros que no os dejen entras.

—No serías capaz.

—¿Correrás el riesgo de averiguarlo?

Ni loco. Pero ella no tenía por qué saberlo.

—No vemos, señorita Yan.

—Oh por favor cariño, solo Yan.

Y esa fue la despedida de la mujer antes de que cortara la videollamada.

Al levantar la cabeza del portátil miró su reflejo en el espejo del armario. Suspiró. Seguía pensando que no le quedaba demasiado bien.

Tomó su teléfono y vio que aún tenía algunos minutos hasta que llegara Bernard a recogerle. El propio chico se ofreció a ello cuando le avisó de la cena con Kudo y Jinyan. Vio también in mensaje de Yuna: "Espero que te hayas cambiado esa camisa". No podía ser que ambas mujeres se hubieran puesto en su contra.

Se tomó una foto al espejo y se la envió en respuesta. Estaba casi seguro de que Yuna se reiría a su costa cuando la viera.

Dejó el móvil sobre el escritorio y se dedicó a guardar toda la ropa que había tirado por la habitación. Tardó un buen rato, tanto que justo cuando acabó el timbre de la casa sonó. Miró discretamente entre las cortinas de la ventana. Había un coche negro con las luces encendidas y el motor resonando justo delante, también se apreciaba a alguien frente a su puerta, aunque no podía verlo bien esa cola blanca le indicó que efectivamente era Bernard.

Cogió el móvil y salió de su cuarto. Bajó las escaleras y del aparador de la entrada agarró la cartera y sus llaves, que había dejado previamente allí para luego no andar buscándolas como un loco. Se paró frente a la puerta cerrada, el ruido del motor del coche era aún más claro desde allí, tomó una gran bocanada de aire y la soltó antes de abrir. De repente le habían atacado los nervios.

Como había averiguado al mirar por la ventana, quien esperaba al otro lado era el mayor de los Girikanan. Estaba mirando su teléfono, pero en cuanto escuchó que abrían la puerta levantó la mirada con una sonrisa listo para saludar. Sin embargo, pareció atragantarse con sus propias palabras y la sonrisa le tembló por un segundo.

Las dudas atacaron a Jun. Maldijo el momento en el que aceptó vestirse así, porque sabía que eso era lo que andaba mal al percatarse de la mirada del contrario. Se arrepintió de haber hecho caso a Jinyan, de haber dejado que las palabras de su hermana lo hicieran tomar esa decisión desesperada.

Su sonrisa, al principio genuina y nerviosa, se volvió apenada y vergonzosa. Bernard se apresuró en recuperar la compostura tratando de que Jun no se diera cuanta de su sorpresa, pero ya era tarde.

—Vaya, te ves...

—¿Patético? —preguntó interrumpiéndolo y mirándose de arriba a abajo— Se que no es del todo mi estilo, pero es lo mejor que he podido hacer con lo que tenía aquí... ¿tan mal me queda?

Y es que ciertamente mucha de su ropa había quedado en su habitación en la Mirai. Porque los profesores también tenían su propio espacio allí durante la época de clases. Lo que había quedado en su casa en Akita era ropa un tanto más antigua o que no usaba tanto.

—¡No, no! —alzó la voz Bernard sobresaltandolo. Este se dio cuenta y carraspeo avergonzado— Quiero decir... no te ves nada mal, me refiero a que esa ropa te queda muy bien, te favorece. ¡No es como si la que llevas normalmente te quedara mal! Es perfecta también, es muy bonita y... y creó que es mejor que me calle porque siento que parezco estúpido en este momento.

Jun soltó una carcajada que Bernard no esperaba.

—Creo que lo he entendido, gracias —sonrió antes de girarse al interior de su casa.

Agarró una chaqueta del perchero junto a la entrada, se la puso mientras cerraba la puerta de un leve tirón. Se sacó el pelo que se había quedado atrapado entre el abrigo y su espalda y se agarró al brazo de Bernard, que seguía rojo de la vergüenza por su discurso horrible del inicio.

—Un Aston Martin, eh —dijo mirando el coche que les esperaba a unos pasos—. Te pega lo de llevar coches caros, señor heredero de una empresa multinacional.

Con esas palabras Jun logró que la vergüenza y tensión desaparecieran. Consiguió incluso que Bernard también riera.

—Todos tenemos caprichos —admitió.

Condujo al chico hasta el vehículo y le abrió la puerta del copiloto dejándolo sentarse ahí. Luego él subió en el asiento del conductor y se alejaron de allí por la calle oscura únicamente iluminada por las farolas y los faros del coche.













El capítulo se hoy se ha centrado en los hermanos Kobayashi. Vemos qué tal les va en las vacaciones de verano y como cada uno tiene sus propios planes para pasar el rato.

Ya en el siguiente capítulo regresaremos a las clases. Va a ser un verano cortito, pero ya veremos qué cuentan algunos otros alumnos sobre sus vacaciones.

Nos vemos en el siguiente capítulo ;)

~Nova/Dreamer

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