★𝑪𝒂𝒑𝒊𝒕𝒖𝒍𝒐 11★


15 de junio de 2022









Raffaele se había despertado bastante temprano esa mañana. Por su ventana vio que apenas se asomaba el sol con timidez entre los edificios. No podía coger su teléfono para mirar la hora, porque no podía ni quería moverse demasiado, pero estaba casi seguro que serían cerca de las siete de la mañana.

La razón por la que el italiano no quería hacerlo era porque Norika aún dormía a su lado, acurrucada entre su brazo y pecho. Su respiración era tranquila, despreocupada. Había sido una semana complicada repleta de exámenes finales y sabía que la chica había hincado los codos como nunca.

Ahora que ese tormento había terminado el sueño la atacó.

La noche anterior habían quedado en ver una película en el cuarto de Raffaele. Querían tener un poco de tiempo para ellos, un tiempo que no incluyera estrés, fechas límites y libros de matemáticas e inglés de por medio. Pero el sueño que el cuerpo de la nadadora había acumulado la hizo caer rendida a los veinte minutos de película.

Al final apagó el ordenador, que dejó sobre su mesita de noche para no tener que levantarse e ir hasta el escritorio, y se echó en la cama abrazando a su novia por la cintura. También debía de estar muy cansado aunque no lo notara, porque ni siquiera recordaba en qué momento se había quedado dormido.

Había permanecido por al menos una hora quieto en la cama, sumergido en sus pensamientos. Hasta que al fin Norika se movió. Sus ojos se abrieron lentamente. Parpadeó varias veces acostumbrándose a la luz.

La chica alzó la cabeza para encontrarse con los ojos de Raffaele, y sonrió.

Esa era la razón por la que Raffaele había podido estar una hora allí quieto. Ella era la razón. Porque simplemente con verla calmada y feliz, él también lo era.

—Buenos días —habló Umihara aún con la sonrisa, separándose un poco de su novio para estirar su cuerpo.

—Buenos día, ¿qué? ¿Estás más descansada ahora?

Norika sintió y volvió a abrazarse a él.

—Creo que fastidie nuestra noche de cine casero, lo siento.

Raffaele negó acariciando el rizado y alborotado pelo de Norika. Ella cerró los ojos dejándose llevar por el gesto tan dulce.

—Para nada, no te preocupes por eso —dejó un beso en su frente.

—Tengo hambre —dijo abriendo los ojos de repente—. Me apetecen unos huevitos revueltos, ¿vamos al comedor?

Raffaele rió y asintió.

Se habían quedado dormidos con la ropa del día anterior puesta, así que Norika se marchó a su habitación para cambiarse. Raffaele aprovechó para darse una ducha rápida y cambiarse de ropa también. Quería verse decente delante de sus compañeros, no que pareciera que la época de exámenes lo había dejado como a un trapo; viejo, arrugado y sucio.

Quedaron en verse en los pasillos de la planta de las habitaciones de los alumnos, frente al pasillo donde estaba el cuarto de Norika. Luego bajaron juntos hasta la cafetería.

El lugar estaba casi vacío. No solo porque era bastante temprano, no eran ni las nueve de la mañana, sino porque faltaban bastantes alumnos en la academia.

Las vacaciones oficialmente no comenzaban hasta julio, pero para mediados de junio Mirai Academy daba por finalizada la época de exámenes. Las dos últimas semanas se usaban para las especialidades. Cada una elegía como pasarían los estudiantes esos días.

Uno de los ejemplos más claros era la especialidad de tiro con arco, se habían marchado a Nara, a las montañas, para hacer una concentración, un entrenamiento intensivo. No volverían hasta el día 28. Un par de días antes de las vacaciones para que los alumnos tuvieran tiempo de preparar maletas si iban a volver a sus casas durante el verano.

En el caso de Raffaele, no tenía pensado regresar a Venecia esos meses. Su hermana estaría de vacaciones en el extranjero ese año con su madre adoptiva. Mientras que su padre estaría tan ocupado con el trabajo que no tendría tiempo para pasarlo con él.

Lo mejor que podía hacer era quedarse en la academia y aprovechar el tiempo avanzando en sus novelas. Las había dejado bastante abandonadas en el último tiempo.

Norika le había invitado también a pasar unos días en su casa para presentarle a sus padres. Y él estaría encantado de ir y desconectar de todo. No había nada como pasar unos días en la playa para relajarse.

En la bandeja echaron su desayuno y tomaron asiento en una de las tantas mesas vacías. Norika devoró prácticamente su comida, de verdad que la chica tenía hambre, no había exagerado. Raffaele le compartió también un poco de sus tostadas con mermelada de fresa. No tenía demasiada hambre de todas formas.

Charlaron animadamente, hablando de cualquier tema que se les ocurría. Incluso de temas de los que ya habían hablado más de una vez. Hablar con Norika era tan divertido para el escritor que le daba igual hablar durante horas sobre la misma cosa.

—Entonces, ¿no es también tu madre adoptiva? —la chica parecía sorprendida.

Raffaele negó divertido.

—Mis padres se divorciaron, yo me quedé con mi padre y Serafina se fue con nuestra madre. Pero unos años después ella falleció y por desgracia yo perdí todo contacto con mi hermana, pensé que nunca volvería a verla, la verdad —Norika tomó sus manos acariciando sus nudillos con sus dedos—. Fue por aquel entonces que empecé a escribir. Te lo conté una vez.

—Sí, lo recuerdo —asintió—. Le empezaste a escribir cartas a tu hermana. Ahí descubriste tu amor por la escritura.

—Por suerte esta historia tuvo un final feliz —sonrió Raffaele—. A Serafina la adoptó una buena mujer que la ayudó a reencontrarse con su familia biológica. Para mí su madre, Stella, es como una tía. Me cae muy bien. Mi padre también se lleva muy bien con ella, e incluso no puso impedimento en que se quedara como madre legal de mi hermana.

—Estoy deseando de conocer a Serafina.

—Y ella está deseando de conocerte a tí —aseguró—. Espero que podáis conoceros pronto. Presiento que os vais a llevar muy bien.

—¡Buenos días!

La voz era de Nae. Ella y Chiara se acercaban desde la barra de la cafetería hacia ellos. La pelirrosa mostraba una enorme sonrisa que Norika correspondió encantada. Chiara tenía una expresión más estoica y calmada, no era una persona tan expresiva como la menor de la especialidad de atletismo.

—¿Os importa que nos sentemos con vosotros o interrumpimos algo? —preguntó Nae.

—¡Adelante, setaros! —animó Norika— Solo hablábamos un poco sobre lo que vamos a hacer este verano.

Ambas chicas obedecieron a Umihara. Nae y ella eran prácticamente mejores amigas. En tan solo un par de meses se trataban como si fueran amigas de toda la vida, casi como hermanas. Lo más seguro es que la personalidad tan amigable y extrovertida que ambas tenían hubiera logrado ese hecho.

Chiara no eran tan intensa como las otras dos chicas. Sin embargo, desde el primer día Shiratoya se había pegado a ella, y Chiara parecía cómoda con este hecho.

Conocía a la italiana desde su primer año en la Mirai. Habló con ella por primera vez al enterarse de que era una compatriota y se dio cuenta al instante de lo cerrada y tímida que era. Se alegraba que a pesar de ello, durante sus años en la academia hubiera encontrado buenas amigas como Norika y Nae.

—¿Y qué vais a hacer entonces este verano? ¿Volveréis con la familia? —preguntó Nae antes de darle un bocado a su tostada.

—Sí, ya echo de menos a mis padres, y el mar. La piscina de Mirai está muy bien, pero no es lo mismo —contestó Norika.

—Yo me quedaré aquí —dijo Raffaele—. Aunque Norika me ha invitado a ir unos días a su casa.

—A conocer a los suegros, ¿eh? —Nae le dio unos suaves codazos a Raffaele— Que envidia. Yo volveré a casa con mi padre también.

Raffaele notó como Chiara se estremecía en su asiento al sentir las miradas de todos sobre ella.

—Yo... volveré a casa también. Bueno, iré a Roma a pasar estos meses con mi abuela.

—Y volvió mi envidia —Nae se dejó caer en el respaldo de su silla—. Roma, ¡Roma! Un verano completo en la gran capital de Italia —suspiró—. Ojalá yo pudiera también.

Entonces Umihara y Vesta pudieron ver a Chiara luchar consigo misma. Como si quisiera decir algo pero no se atrevierá. Pero cuando parecía que no diría nada volvía a armarse de valor y la lucha interna regresaba.

—Puedes venir si quieres —consiguió decir al fin.

—¿Ir? ¿A Roma?

Chiara asintió avergonzada.

—Mi abuela estaría encantada de conocer a una de mis amigas de Japón. No tendría problemas en que te quedaras con nosotras el tiempo que quieras... si es que quieres, claro.

—¡Por supuesto que quiero! —Nae se lanzó a abrazar a Chiara.

Norika tuvo que aguantar la risa como mejor pudo al ver como la cara de su amiga se tornaba de un rojo carmín.

—¡Italia, voy a ir a Italia! —Nae soltó a Chiara y se levantó de la silla haciendo un gran escándalo.

Kazemaru, Yumiko y Nishikage, que comían también en la cafetería, miraron a la chica sorprendidos. Nae casi daba saltitos de felicidad alrededor de la mesa.

—Tengo que llamar a mi padre ya mismo para pedirle permiso, ay dios qué ilusión.

Nae salió corriendo dejando su desayuno a medio terminar, pero cuando estaba ya en la puerta se dio media vuelta. Corrió de nuevo hacia la mesa y besó la mejilla de Livier antes de volver a salir corriendo. La italiana sí que no sabía donde meterse en ese momento.

Norika tuvo que taparse la cara al no poder aguantar más la risa. Raffaele vio la cara de sorpresa de Yukiko en la otra mesa, y también la de sus dos compañeros.

Algo le decía que los rumores volverían con fuerza tras las vacaciones.

















Cuando abrió los ojos los edificios de la ciudad habían dejado paso al frondoso bosque. Árboles enormes a ambos lados de la carretera. El gris se había convertido en un verde brillante.

Giró la cabeza sintiendo crujir su cuello, la postura en la que se había quedado dormida no había sido la mejor. Su brazo derecho estaba dormido y solo sentía un molesto cosquilleo recorrerlo.

Trató de desperezarse. Recordó que estaban dentro de una furgoneta propiedad de la Mirai, de camino a Nara.

«Es verdad, hoy empieza la concentración», miró a los asientos de delante. Hitomiko Kira era quien conducía la furgoneta con el logotipo de la academia. Kageyama Reiji iba en el asiento del copiloto, ninguno de los adultos hablaba, manteniendo un silencio sepulcral en el vehículo, solo interrumpido por el sonido del motor.

El lugar donde se quedarían era propiedad de los Kira. Razón por la que Hitomiko decidió acompañarlos durante las semanas que permanecieran allí. Kageyama no había puesto ninguna objeción, no parecía importarle demasiado.

A su izquierda, en el asiento de en medio, estaba un dormido Shiro. Llevaba los cascos de música puestos e incluso desde donde ella estaba podía escuchar la música. ¿Cómo podía quedarse dormido? Ese volumen no podía ser normal.

En el asiento del lado izquierdo estaba Nosaka, en el mismo estado que Shiro y que ella misma minutos antes. El viaje de ida parecía haber sido tan divertido que todos habían caído rendidos. Sarcasmo implícito. No podían culparlos, habían salido de la academia la tarde anterior y habían pasado toda la noche en ese coche metidos. Le dolía el trasero de llevar tanto tiempo sentada.

—¿Ya habéis despertado? —habló entonces Hitomiko.

Yuna vio como le dedicaba una fugaz mirada por el espejo retrovisor. Sentía también la atención de su entrenador sobre ella aunque este no la mirara.

—Shiro y Nosaka siguen dormidos.

Sacó su teléfono para mirar la hora. Eran casi las nueve y media de la mañana.

—Ya casi hemos llegado —dijo Hitomiko—. Mientras dejáis las cosas pediré que os hagan el desayuno.

Yuna miró a la mujer. ¿Que les hicieran el desayuno? ¿Quién? El concepto que ella tenía de una concentración, o un campamento más bien, era el de hacer las tareas en equipo, como una acampada por ejemplo.

A pesar de ello no añadió nada. Los dos adultos tampoco lo hicieron.

Sintió su teléfono vibrar en su mano, al bajar la mirada vio que le había llegado un mensaje de Atsuya.

Atsuya: Buenos días.

Atsuya: ¿Habéis llegado ya a Nara?

Atsuya: Le he escrito a mi hermano hace una media hora, pero el idiota no contesta.

No pudo evitar articular una suave sonrisa. Atsuya a veces se pasaba con su hermano. Ahora entendía las palabras que Shiro le había dicho tantas veces: "La confianza da asco". Siempre lo decía con un gesto de molestia, pero el tono bromista era inconfundible.

Apuntó hacia sus compañeros con la cámara del móvil y tomó una foto que posteriormente le envió a Arsuya como respuesta.

[imagen]

Creo que tu hermano está ocupado
ahora mismo.

La respuesta de Atsuya no se hizo esperar.

Atsuya: Eso explica muchas cosas.

Atsuya: ¿Habéis conseguido descansar algo?

Dormir en una furgoneta es difícil,
no voy a negarlo.

Pero dada la gran fuente de
conversación que tenemos...

Con todo el disimulo y cuidado que pudo echó también una foto a los asientos de delante. De Kageyama solo se veía un poco el hombro desde su ángulo. Pero a Hitomiko si se la apreciaba mejor, conduciendo con gran concentración.

[Imagen]

Atsuya: Nada como viajar con esos dos. Son el alma de la fiesta.

Yuna no era de usar muchos emoticonos o stiker, pero por esa vez hizo una excepción. Atsuya también envión uno como respuesta.

Atsuya: Cuando lleguéis avísame, para saber que estáis bien y que la subdire no os ha estrellado por ahí.

Atsuya: ¡Y dile a mi hermano que me llame!

Le prometió que lo haría. Luego, guardó su teléfono. No le quedaba demasiada batería y no veía el momento de llegar al fin y cargarlo.

—Ya hemos llegado —volvió a hablar Hitomiko a los pocos minutos.

Yuna se asomó por el espacio entre asientos, y lo que vio la dejó totalmente impresionada. Era lo último que se esperaba ver, y a la vez no le extrañaba nada viniendo de los Kira. No sabía como no se le había pasado por la cabeza antes.

—Shiro, Nosaka —se lanzó hacia sus dos compañeros moviéndolos con cuidado para que despertaran. Tardaron un poco en reaccionar, cuando Yuna consideró que ya estaban en sus plenas facultades señaló al frente—. Hemos llegado.

La mandíbula de Shiro casi cayó al suelo al ver una enorme mansión en medio del frondoso bosque. Frotó sus ojos como si lo que viera no fuera real y solo producto de un sueño. Miró a Yuna igual de sorprendido, cuando la chica asintió miró de nuevo al edificio frente a ellos.

Hitomiko aparcó justo delante de un camino de tablas de madera que, atravesando un jardín muy bien cuidado, llevaba hasta la entrada de la casa. Si es que eso era una casa y no un hotel de cinco estrellas.

Los cinco bajaron de la furgoneta. Lo primero que hizo Nosaka fue sacar una foto al lugar. Yuna se planteó hacerlo también, no sabía cuando tendría la oportunidad de volver a ver algo así.

Hitomiko abrió el maletero y fue pasando las maletas a los jóvenes. Kageyama esperó a que todos tuvieran sus cosas, incluida la mujer, para sacar las suyas propias. Tomó el camino hacia la casa sin esperar a nadie.

—Soltad las cosas, desayunad, y preparaos para entrenar —dijo caminando por las tablas de madera—. Hemos venido a eso, no de vacaciones.

Hitomiko siguió el mismo camino casi al instante dejando a los adolescentes aún boquiabiertos al lado de la furgoneta.

—Aunque sabía que la familia de Hiroto era rica, creo que nunca llegué a procesar que era así de rica —dijo Shiro acercándose a Kobayashi.

—Seiya y Yumiko no pueden creérselo —se acercó Nosaka a ellos también después de haber enviado la foto que había tomado, luego alzó una ceja—. Seiya dice que Yumiko y Kazemaru han ido a exigirle a Hiroto que nos traiga a todos aquí para la próxima vez.

—Vaya par —rió Shiro.

Eso le recordó algo a Yuna.

—Tu hermano me ha escrito hace un rato, me ha pedido que le avisáramos al llegar, y que tú lo llamaras.

—Sí, vi el mensaje. Pero primero quiero dejar las cosas. Dormir en el coche me ha dejado la espalda molida.

No dieron más vueltas al asunto y también se dirigieron al interior de la mansión.

















El desayuno había sido acorde al lugar. Un desayuno de ricos al que Yuna estaría encantada de poder acostumbrarse.

Las palabras de Hitomiko sobre quienes prepararían el desayuno cobró sentido en cuanto entraron al edificio y vieron al servicio. Al menos media docena de sirvientas y mayordomos, y un grupo de un chef y un par de cocineros. También había dos jardineros que se ocupaban de mantener los jardines bien cuidado y una ama de llaves al cargo de todo.

Lo siguiente fue coger todas sus cosas de tiro con arco y dirigirse a la parte de atrás de la mansión. La zona había sido totalmente acondicionada para que pudieran practicar sin problemas. Hitomiko y Kageyama ya los esperaban allí de hecho.

El entrenador dio un paso al frente al ver llegar a sus alumnos al fin.

—La señorita Kira y su padre, el director Seijuro Kira, nos han hecho el favor de cedernos este lugar para la concentración de este año —habló Kageyama—. Espero que aprovechéis el tiempo. Serán los últimos entrenamientos hasta la vuelta de las vacaciones de verano —su voz era severa, como cada vez que daba una orden referente a la especialidad—. Sois conscientes ya de que los clasificatorios para los nacionales están a la vuelta de la esquina. Nadie que estudie en Mirai Academy puede pasar por la humillación de ser eliminado en la primera fase, ¿entendido?

No necesitaron preguntar para saber que eso iba especialmente por Yuna. Aquel lamentable espectáculo en la última exhibición no se había ido de la mente de la chica, menos aún del entrenador.

Tragó saliva pero miró con decisión al hombre. No estaba dispuesta a que se repitiera aquello. No dejaría que nadie volviera a desestabilizarla de aquella manera.

A partir de aquel momento, mientras que sostuviera un arco y una flecha entre las manos, solo existiría la diana frente a ella.

—Tengo algunas cosas que hablar con la señorita Kira, así que calentad un poco mientras.

Kageyama se alejó con la subdirectora de camino a la mansión.

Yuna por fin pudo soltar el aire que había estado conteniendo. Shiro le dio una palmada en la espalda como apoyo antes de dirigirse a su lugar.

Yuna también se puso frente a una de las dianas que los sirvientes de los Kira habían preparado. Habría cerca de unos quince metro de distancia, no era de los blancos más difíciles a los que había tenido que acertar. Solo uno más de tantos entrenamientos.

Mientras se colocaba el yugake en su mano derecha su mente divagó entre los recuerdos. La primera vez que presenció un entrenamiento de kyudo, cuando sostuvo un arco y disparó su primera flecha, las competiciones a las que había ido desde que era una pre-adolescente. La imagen de su abuela Chihiro asistiendo a tantas de ellas como había podido.

¿Por qué siempre eran sus padres los que la atormentaban antes de una competición? ¿Por qué siempre era la presión, incluso la que Jun le ejercía sin notarlo, la que podía con ella? Había personas igualmente importantes para ella que la apoyaban, que la admiraban y que estaban para ella en los peores momentos.

Su abuela la apoyó desde el primer minuto en el que decidió practicar tiro con arco. El entrenador que tuvo en aquel pequeño club de Kamakura que supo pulirla y sacar a flote su habilidad. Y, por supuesto, sus compañeros de disciplina en Mirai Academy; Shiro y Nosaka, y amigos que siempre habían sabido apoyarla incluso con pequeños detalles que ella apreciaba muchísimo como Atsuya, Mackenzie o Shiryu.

Todo a su alrededor se dispersó. No existía la mansión de los Kira, no existía el bosque que la rodeaba, tampoco sus compañeros. Ahora solo estaban ella y la diana.

Alzó el arco, tensó la cuerda y soltó la flecha.

Se clavó en el centro.















Después de un tiempo desde el último capítulo de esta historia, aquí estamos de nuevo.

Están a puntito de empezar las vacaciones de los estudiantes y los entrenamientos finales ya han dado comienzo. Con el primer trimestre concluido solo queda que descansen bien para volver con ganas. Después del verano se vienen varias competiciones y exhibiciones de golpe para todos.

Nos veremos de nuevo en el capítulo 12, viendo que tal les va el veranito.

~Nova/Dreamer

Bạn đang đọc truyện trên: AzTruyen.Top