Capítulo 23.
Narra ___.
—38 grados — miré con preocupación a Ranma, el cual se encontraba sentado en el futón, aún con la pijama puesta.
—No es algo por lo que preocuparse — se levantó, y le vi tratar de estirarse, sin embargo se tambaleó. —Maldita sea, hoy me esperaba un buen entrenamiento — suspiré, antes de levantarme y colocar una mano en su hombro.
—Ranma, tienes fiebre, es mejor que te quedes en cama por el día de hoy — el me miró, sin embargo, no dijo nada. —Anda, acuestate mientras yo busco algo para bajarte la temperatura.
[...]
—¿Qué?, ¿Ranma está enfermo? — asentí ante la pregunta de Akane.
—Tiene fiebre. Le he mandado a recostarse y me quedaré atendiendole — terminé de servir la comida en una bandeja aparte, para llevarsela a Ranma.
—Si quieres... Puedo ayudarte — observé por un momento a mi prima, la cual me miraba un tanto nerviosa.
—No es necesario, Akane. Pienso que conmigo es más que suficiente — me levanté, tomando la bandeja entre mis brazos.
—Pues quieras o no, igual te voy a acompañar. Ranma es mi prometido, y debo de cuidarle — Akane se levantó, y caminó en dirección a nuestra habitación.
Yo estaba perpleja, y en el comedor se había implantado un silencio bastante incómodo.
Esa niña...
Narra Ranma.
Me revolví incómodo en el futón. Tenía hambre y me sentía debil. Genial.
¿Cuánto más iba a tardar ___ en buscar la comida para mi?, un tanto a mi pesar, muy en el fondo, deseaba que ella me alimentara. Que en ese pequeño espacio que nos servía de habitación, pudieramos tener algo de intimidad.
Pero ocurrió todo lo contrario.
La puerta fue abierta con brusquedad, y un grito de una voz familia, que casualmente no era la de mi novia, se hizo presente en la habitación.
—¡Ranma! — gruñí incómodo, mientras miraba a la prima de ___.
Claramente todas esas descripciones y características podían pertenecer solo a una persona.
Akane.
—He venido a cuidarte — su tono de voz se suavizó, y casi me dió un escalofrío.
Segundos bastaron para que mi novia llegara, despues de Akane.
—Ya estoy aquí, Ranma — me intenté sentar, y fue en ese momento cuando me sentí más débil de lo que ya me sentía.
—Maldición... — murmuré, y fui inmediatamente ayudado por Akane. —Ah, si... Gracias— giré con esfuerzo mi cuerpo en dirección a ___, la cual ya se encontraba a un lado de nuestro futón, preparada para darme de comer.
—Puedo darte yo si quieres, Ranma — un tenue sonrojo atravesaba el rostro de Akane, y yo simplemente estornudé.
—No quiero.
Me acerqué lo más que pude a ___, y valoré cada segundo que ella estuvo a mi lado, dándome de comer. Mientras que Akane presenciaba, y en parte sentía que arruinaba, nuestro pequeño momento íntimo. De esos que muy pocas veces logramos tener.
Narra Akane.
—Duerme un poco — la cabeza de Ranma se encontraba colocada en el regazo de mi prima. Yo no pude evitar mirarles con cierto recelo.
—Ranma, deberías colocarte en el futón. Seguro que las piernas de ___ son bastante incómodas— ___ me observó con el ceño fruncido, imagino que era una mirada de reproche. —Lo siento ___, pero es la verdad. —
—No lo es— agregó Ranma, contradiciendome, como siempre cuando mi prima se encontraba de por medio, o simplemente involucrada en algún caso. —A decir verdad, son el segundo paraíso. — la castaña se sonrojó y apartó la mirada hacia el suelo, mientras Ranma le miraba con algo de picardía —Ya sabes cual es el primero — juro que mi cara se tornó palida.
No podía ser... ¿Tan lejos había llegado Ranma con ___?, ¿la habrá visto desnuda?.
Eso no lo dudo, puesto que ellos se bañan juntos pero...
Pero...
¿También lo habrán hecho?, digo si se han besado... Y también tomado duchas al unísono.
Simplemente no puedo creerlo.
Narra ___.
Me sonrojé al instante que escuché esa oración, y causó que mi mente viajara a aquella fugaz noche, en la que Ranma por primera vez me pidió permiso para recostar su cabeza en mis pechos. Pero ese pequeño recuerdo me resultó efímero, casi tan fugaz como el momento en que llegó, se me fue.
—¡RANMA! — las voces combinadas de Kodachi, Ukyo y Shampoo me sobresaltaron, causando que pegara un pequeño brinco, y que, por ende, la cabeza de Ranma se golpeara levemente con mi pierna.
—Ranma, perdón — pedí, en cuanto escuché su pequeño gruñido de molestia.
Narrador.
El resto de la tarde se complicó para la castaña, puesto que tuvo que abstenerse a separar al pelinegro de todas aquellas chicas que buscaban "cuidarle".
Le resultó un martirio, tener que cada minuto repetir que dejaran a Ranma descansar. Que él solo quería estar solo, o simplemente, pedir que todas se marcharan de la habitación, puesto que era perfectamente capaz de cuidar de su novio.
El infierno no parecía tener fin, hasta que en determinado momento, todas se fueron de la habitación, y la pareja quedó sola.
Era de noche y comenzaba a refrescar.
—Abrigate bien — aconsejó la castaña, antes de unir tiernamente sus labios con el pelinegro.
—No hagas eso... Te puedes contagiar y es lo que menos quiero — ___ sonrió, mientras se colocaba levemente sobre su amado.
—Siempre y cuando seas tú quien me enfermes... No le encuentro problema — volvió a unir sus labios con el pelinegro, el cual les recibió gustoso.
En cuanto su beso concluyó, la chica posó sus labios en la frente de Ranma, y susurró un pequeño.
—Te quiero, Ranma... — esa vez depositó un beso en la ardiente mejilla del chico.
Este se quedó perplejo por un segundo, antes de que su rostro se viera adornado por una sonrisa de auténtica felicidad.
Una felicidad que solo aquella chica podría ser capaz de otorgarle.
—Yo también te quie- — las otras cuatro chicas volvieron a irrumpir de mnera brusca la alcoba, y el maravilloso momento íntimp que estaban teniendo, se terminó de ir por el caño.
La paciencia de la castaña estaba llegando a su límite, sin embargo entendía que las chicas quisieran ayudar a Ranma.
Lo que no se esperaba es que todas ellas decidieron quedarse a dormir en su habitación. Con el pretexto de cuidar a Ranma.
En cuanto dieron las 23 horas, todas estaban dormidas, al igual que Ranma. Después de tomar su medicina, tomó la decisión de dormir un rato, para descansar y sentirse mejor.
En aquella casa casi todos dormían.
Casi.
La castaña cambiaba con cuidado el paño en la cabeza de su pareja, tratando a toda costa de no despertarlo.
Y así pasó la noche en vela, cuidado por la salud del Saotome.
Narra Ranma.
En cuanto desperté, me sentí mejor.
Me senté en el futón, y miré a mi alrededor, todas las demás dormían en sus respectivos futones.
Sin embargo ___ se encontraba sentada, apoyada en un brazo, cabeceando.
Sus ojeras y tan solo el hecho de imaginarme que estuvo toda la noche despierta, en vela por mi, causó que se me estrujara el corazón.
—Estás despierto... — sus ojos y su susurro expresaron lo cansada que estaba. —¿Estás mejor? — me cuestionó.
—Mucho, pero... ¿Por qué no lo compruebas por ti misma?— tomé su mano y la arrastré hasta mi pecho.
Luego me recosté con ella sobre mi.
—Duerme tranquila, es mi turno de velar por tus sueños — pude verla dudar.
—¿Está bien que estemos así?, ¿frente a todas estas chicas? — bufé, queriendo restarle importancia al asunto.
—Ya todas están enteradas de que eres mi novia, y no pueden hacer nada para cambiar eso — la pude ver sonreir, y sentir como colocaba su mano en mi pecho.
En unos pocos minutos y conmigo acariciando sus suaves cabellos, mi hermosa ___ cayó dormida en mi pecho.
—Yo también te quiero ___, y muchas gracias por estar para mi, cuando más te necesito — delicadamente aparté su pelo de su frente, y deposité con todo el cariño que podía sentir en mi vida, un beso en su frente.
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